La Fender
Telecaster es una guitarra eléctrica de cuerpo macizo mundialmente
conocida, llamada "la tabla" en sus comienzos. Se caracteriza
por la simplicidad en su diseño y por el sonido que se obtiene
de sus dos pastillas de bobinado simple o single coil, que
aparecen en la inmensa mayoría de sus modelos.
¿Se
enfrenta la guitarra a su extinción?
Aparecieron
posteriormente en otras guitarras
las de bobinado doble o humbuckers. Dicho sonido se considera
especialmente adecuado para la guitarra rítmica, aunque se
utiliza igualmente en el soft rock, en el rock de los 60 o
en el punk, también muy utilizada en el math rock y la new
wave; pero sobre todo es la guitarra eléctrica por excelencia
para la música country.
En 1950
Leo Fender creó una guitarra eléctrica de cuerpo macizo llamada
Esquire, con el mismo diseño que posteriormente tendría la
Telecaster, pero con una sola pastilla simple en la posición
del puente. Sin embargo, la Esquire ya incorporaba la cavidad
para una pastilla suplementaria. Fender empleaba el mismo
cuerpo para ambos modelos.
En 1951,
decidió crear una nueva versión de dos pastillas: en un principio
se llamaría Broadcaster en honor a las emisoras de radio,
por entonces el mayor medio de difusión de la música. Pero
por problemas de patente con Gretsch, que comercializaba una
batería llamada Broadkaster, en 1952 el nombre fue modificado
finalmente por el de Telecaster, esta vez en honor a la cada
vez más popular televisión. El cuerpo de la Telecaster se
suele construir en fresno. El mástil es de arce o palorrosa
y va atornillado al cuerpo de la guitarra, en lugar de ir
encolado tal y como se hacía tradicionalmente hasta entonces.
Al no existir un diapasón como pieza separada del mástil,
no podía llevar inserta un alma de acero que estabilizara
éste; en su lugar se incrustó en el envés del mástil una tira
de madera.
La intención
inicial de este diseño era crear una guitarra de producción
relativamente barata, ensamblaje fácil y sencilla a la hora
de realizar mejoras o reparaciones. Pero también le presta
ciertas cualidades únicas en el timbre. Éste es agudo y pleno
en armónicos, con muy buena definición en los acordes, y muy
percusivo, algo de lo que se beneficiaron muchos guitarristas
de country y pioneros del rock 'n' roll como James Burton,
que popularizó la técnica del chicken picking en este instrumento.
Su sonido característico viene dado en gran parte por su diseño,
el timbre de la madera y las selletas del puente, que puede
ser de acero o de latón o una combinación de ambos materiales.
Este elemento y la pastilla que lo acompaña salen de fábrica
con una pieza a modo de tapa que los guitarristas suelen retirar
por considerarlo incómodo y que recibe el mote de «cenicero»,
lo que da idea de su uso alternativo. El sonido al rasguear
se define como «twang», acampanado y rico, y es el modelo
preferido por numerosos guitarristas rítmicos. Una buena definición
de la Telecaster es: «un tablón, un bate de béisbol, seis
cuerdas y los tornillos necesarios para que todo se mantenga
unido», lo que da idea de la sencillez de este modelo, lo
que unido a su inconfundible sonido la ha convertido en una
guitarra mítica. Sin embargo, esta radical ruptura con la
tradición de la luthiería clásica le valió en un principio
no pocas comparaciones despectivas, desde la de un remo de
canoa a la de una pala quitanieves.
A lo
largo de su evolución, la Telecaster sólo ha experimentado
pequeños cambios en su diseño. Durante la década de los 50
afectó sobre todo a los tintes del acabado y a la sustitución
del golpeador original de baquelita negra por otro de plástico
blanco en 1954. Un nuevo modelo Custom, en 1958, incorporó
también un diapasón de palisandro y aumentó de cinco hasta
ocho el número de tornillos que sujetaban el golpeador.
Las pastillas
fueron también levemente modificadas a partir de 1954 —a pesar
de que las originales tenían una excelente calidad de sonido,
y son muy apreciadas por los puristas—, introduciendo unos
captores de nivel variable con un sonido más agudo. A finales
de los 60 se presentaron dos modelos Thinline o de cuerpo
semi macizo, similar en concepto al de la Gibson ES-335. En
1972 se introdujeron los modelos Deluxe con pastillas de bobinado
doble o humbuckers, y controles similares a los de una Gibson
Les Paul. Clarence White, guitarrista de The Byrds, y Gene
Parsons inspiraron el diseño de un mecanismo, el B-bender,
que permitía subir la afinación de la segunda cuerda, acercando
el timbre de la guitarra al de un lap steel, muy apropiado
para el country. Sin embargo, el elemento que más modificaciones
ha sufrido a lo largo de la existencia de la Telecaster ha
sido el clavijero, protegido por una patente exclusiva de
Fender, y cuyo particular diseño sirve de hecho, junto con
el estilo y la tipografía del logotipo que en él aparece,
para "datar" el instrumento. En especial, los modelos producidos
entre 1968 y 1995 se identifican por el conocido como "logo
CBS" —característicos por el diseño en negro con una tira
dorada, no porque aparezcan las siglas de esa compañía—: En
1965, Leo Fender vendió su empresa a la multinacional Columbia
Broadcasting System y, aunque permaneció un tiempo como consultor,
la abandonó definitivamente en 1968, fecha en la que la calidad
de los instrumentos experimentó un progresivo declive.
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La segunda
empresa de luthiers más antigua del mundo, la casa Manuel
Rodríguez (la más antigua es Ramírez), se enfrenta a un futuro
incierto después de más de un siglo de historia.
El bisabuelo
de Manuel Rodríguez III era un gitano que tenía un grupo flamenco
ambulante que llegó a actuar para el Zar de Rusia alrededor
de 1880. Su hijo, Manuel Rodriguez I, fue quien creó la empresa
familiar en 1905 tras trabajar un tiempo para la casa Ramírez
(fundada en 1882). En los años cincuenta se mudó a Los Angeles,
donde triunfó fabricando guitarras para Hollywood, y en 1973
volvió a España. Andrés Segovia, Eric Clapton, Paco de Lucía,
Santana, Sting y muchas otras leyendas de la música han tocado
sus guitarras.
Hace
tres años, la voluntad de engrandecer la empresa familiar
llevó a su responsable actual Manuel Rodríguez III a dar entrada
en la misma a un grupo inversor, «siempre bajo la premisa
de que sería yo quien continuara ocupándome del diseño, y
sobre todo, del control de la calidad de fabricación de las
guitarras para que éstas siempre tuvieran nuestro sello inconfundible»,
explica el luthier. Esta asociación, sin embargo, «no ha funcionado
tan bien como todos deseábamos y con el transcurso del tiempo
se han venido generando graves discrepancias entre nosotros,
hasta el extremo de que la sociedad Guitarras Manuel Rodríguez
& Sons S.A. va a desaparecer como tal, siendo absorbida por
la sociedad Grupo Sostenible S.A., habiéndose producido además
mi total desvinculación de la empresa». Así, Manuel Rodríguez
III considera que su negocio familiar «ha sido usurpado»,
pero desde Grupo Sostenible aseguran que su despido se debe
a que «ha realizado actuaciones al margen de la nueva estrategia
empresarial», y a su voluntad de mantener «una actitud de
ruptura». El conflicto entre ambas partes es muy complejo
y tendrá que resolverse en los tribunales, pero según Manuel
Rodríguez III hay un telón de fondo que no se puede obviar:
el ocaso del mercado de guitarras. «Antes facturábamos cuatro
millones de euros y ahora facturamos menos de uno», asegura.
Eric Clapton en 1968.
Lo mismo
ocurre en el mercado de guitarras eléctricas. Los ingresos
de marcas líderes como Fender o Gibson (tendrá que hacer frente
al pago de una deuda total de 375 millones de dólares en los
próximos meses, o se podría ver abocada a la quiebra según
informa el Nashville Post) caen en picado y la calidad media
de los instrumentos no hace más que bajar para abaratar costes
e intentar así competir con otras modalidades de entretenimiento.
«La guitarra ha dejado de ser algo nuevo y fascinante para
los jóvenes» decía Paul McCartney al referirse a los estilos
de música que reinan en la actualidad. «Desde que Jimi Hendrix
nos voló la cabeza todas las generaciones han tenido algún
guitar-hero, pero la actual no», argumenta el ex Beatle. Y
es que si hubiera un guitar-hero actual, «ese sería Taylor
Swift, la guitarrista más influyente de la década», como ironizaba
el resignado CEO de Fender, Andy Mooney, en una reportaje
del Washington Post. ¿Cuál fue el último pico de popularidad
de la guitarra antes de comenzar su lento declive? Según Dan
Auerbach, de los Black Keys, fue en los noventa. «Nirvana
era algo enorme y todo el mundo quería una guitarra para ser
como ellos. El interés de los chavales tiene mucho que ver
con lo que ven en el Top20», afirmaba en una reciente entrevista.
Lo mismo piensa un veterano de la escena nacional y gran conocedor
de la historia del instrumento como Fernando Pardo (guitarrista
de Corizonas, Sex Museum y Los Coronas). «Fue cuando la música
electrónica y el hip hop fueron definitivamente aceptados
a todos los niveles. La formación clásica del rock de guitarra,
bajo y batería empezó a dejar de ser el estándar. Y desde
entonces cada nueva revitalización del rock está más lejos
de la masa». La relevancia de la guitarra eléctrica también
está en declive si atendemos a las listas de éxitos, «porque
el rock ha dejado de tener el peso y la influencia que tuvo,
y con él la guitarra, su instrumento distintivo», señala Pardo,
que cree que «antes de 2020 habrán desaparecido la mayoría
de las marcas grandes e intermedias que dominaron el mercado».
¿Cual
es el futuro?
El luthier
Manuel Rodríguez III ya tiene planes para un nuevo proyecto
empresarial, y parece haberse rendido a la evidencia de que
«los chavales ya sólo quieren hacer música con ordenadores,
que es mucho más fácil que dedicar años a aprender a un instrumento.
El mundo digital se lo está cargando todo, por eso llevamos
ya varios años en los que el sector no hace más que menguar».
Rodríguez cree que la única solución es intentar «acercar
las nuevas tecnologías a la guitarra», pero no tiene demasiadas
esperanzas depositadas en esa posible transición porque «no
hay que dejar de estudiarla, de sacrificar muchas horas para
aprender, y eso a la generación del instant joy (“placer inmediato”)
no le gusta». «La guitarra es un instrumento bastante complicado
de tocar, que necesita mucha dedicación durante muchos años
y en estos tiempos ya no compensa dedicarle tanto tiempo al
aprendizaje de nada», añade Fernando Pardo. «Ahora todo tiene
que ser más inmediato, se busca algo que puedas comprar en
internet sentado en el sofá de tu casa, que llegue a casa
en dos días, y que al sacar de la caja pueda empezar a sonar
bien. Conseguir eso con la guitarra es muy difícil. Eso aleja
a las nuevas generaciones de algo que está a mitad de camino
entre el arte y el deporte, que necesita que algunos músculos
del cuerpo funcionen como los de un gimnasta de élite y exige
repeticiones constantes para conseguir un nivel aceptable».
El músico madrileño cree además que el género guitarrero por
excelencia, el rock, no podrá adaptarse porque está dominado
por la cultura retro y la nostalgia. «Las guitarras son ya
un producto para adultos que en su momento no pudieron tener
una, por eso los modelos más consumidos son los mismos que
hace 30 o 40 años, todo se ha estancado y no se mueve. El
rock no avanza porque los adultos nos hemos hecho con él,
y tiene que ocurrir algo revolucionario o nuestra generación
se lo llevará a la tumba. Mientras tanto, todo alrededor sigue
su ritmo inexorable». Algunas tiendas de guitarras consultadas,
como Leturiaga (abierta en Madrid desde 1964), coinciden con
parte del análisis de Pardo. «Los guitarristas profesionales
tienen mucho menos dinero ahora que en los noventa, y por
eso se venden menos instrumentos de calidad y se abaratan
costes»; cuenta uno de sus responsables. «Pero en cuanto a
cifras, estamos compensando eso con un mayor número de ventas
de guitarras para amateurs. De eso sí que hay más que en los
noventa, hay más que nunca». Lamentablemente, esos amateurs
suelen abandonar pronto el aprendizaje y por eso sólo se mantiene
a flote la venta de guitarras de baja calidad.
Leturiaga, desde 1963.
Al Di
Meola, que por supuesto conoce las Manuel Rodríguez dice:
«Que una marca como esa esté en riesgo de desaparecer es de
esas noticias que dan miedo», se lamenta el virtuoso artista.
«Es uno de esos efectos indeseables de la modernidad, que
avanza sin preocuparse lo más mínimo por el cuidado del patrimonio
cultural, y entiendo que sea imparable, porque es cierto que
los jóvenes parecen estar atentos sólo a la música que se
crea con ordenadores. Dentro de unos años se arrepentirán,
porque esa música jamás tendrá la profundidad emocional que
tiene un instrumento tocado por un ser humano, y por tanto
llegará un momento en el que deje de interesarles. No creo
que los fans del trap sigan escuchándolo cuando tengan cincuenta
años».
Menos
pesimista es el guitarrista catalán Refree, que opina que
«la pulsión creativa está en un momento tremendo» en la juventud.
«Hay mucha gente joven con una visión artística muy radical,
y a mí me da igual las herramientas que utilicen, la verdad.
Lo importante es ver que las generaciones que vienen detrás
tienen ideas y saben cómo desarrollarlas. Dicho esto, por
supuesto que es una lástima que una institución como Luthier
Manuel Rodríguez esté pasando estos apuros. Deseo que consigan
remontar». La guitarra flamenca quizá tenga un futuro algo
más prometedor con sus jóvenes. Josemi Carmona, que está en
permanente contacto con las nuevas generaciones de tocaores,
asegura que «el nivel es buenísimo incluso entre los estudiantes
más pequeños», y Juan Habichuela Nieto, que tiene varias guitarras
Manuel Rodríguez, ve lo mismo a su alrededor. «Cada vez hay
más y mejores guitarristas. Veo muchos adolescentes con mucha
ilusión y muchas ganas de tocar la guitarra, y no de cualquier
manera. De tocarla bien». Quizá el flamenco sea un caso aparte
dentro del mercado global de guitarras, pero la presunta usurpación
de la casa Manuel Rodríguez les ha encogido el corazón a los
dos. «Ojalá las aguas vuelvan a su cauce y los Rodríguez sigan
regalándonos ese arte que tienen fabricando guitarras. Mi
corazón y mi admiración está con ellos», dice Habichuela.
«Me parece una noticia terrible», opina Josemi. «La fabricación
de guitarras tiene mucho arte y pasión, tiene que ser una
cosa tradicional, artesanal y familiar. No podemos perder
eso. Si no fuera guitarrista, lo que más me gustaría ser es
guitarrero».
Juan Habichuela, fallecido en 2016.
Los orígenes
y evolución de la guitarra y su familia no están demasiado
claros, ya que numerosos instrumentos similares eran utilizados
en la antigüedad, por lo que es usual seguir la trayectoria
de este instrumento a través de las representaciones pictóricas
y escultóricas encontradas a lo largo de la historia. Existen
evidencias arqueológicas en bajorrelieves encontrados en Alaça
Hüyük (norte de la actual Turquía) de que en torno al año
1000 a. C. los hititas y asirios crearon instrumentos de cuerda
parecidos a la lira (el instrumento de varias cuerdas más
sencillo y antiguo del mundo) pero con el agregado de una
caja de resonancia, por lo que serían antecesores de la guitarra.
También se han encontrado representaciones en dibujos del
antiguo Egipto que se asemejan a la guitarra. Existen varias
hipótesis acerca de sus orígenes. Una de ellas le da un origen
grecolatino y afirma que es un descendiente de la fidícula.
Otra de las más populares considera que la guitarra es un
instrumento introducido por los árabes durante la conquista
musulmana de la península ibérica y que posteriormente evolucionó
en España.
A lo
largo de los años derivó en multiples versiones.
El laúd, el sitar, la guitarra morisca o las cítaras.
En el siglo XVI comienzan a realizarse numerosas composiciones
para guitarra. Esta gran producción tiene como centro a España.
La primera obra conocida para guitarra de cuatro órdenes aparece
en la obra Tres libros de música en cifra para vihuela, publicada
en 1546 por Alonso Mudarra en Sevilla. En esa época era habitual
confundir los nombres de estos instrumentos, y fue a finales
de siglo cuando comenzaron a diferenciarse. La guitarra fue
utilizada principalmente como instrumento de acompañamiento
y principalmente con la técnica del rasgueado. Iniciado el
siglo XVIII Jacob Otto agrega la sexta cuerda a la guitarra
y se estandariza la afinación moderna, el cambio más significativo
sufrido por este instrumento. A mediados del siglo XIX la
historia de la guitarra moderna alcanza un gran apogeo con
el español Francisco Tárrega, creador de la escuela moderna
y autor del cambio en el uso del posicionamiento de las manos
y la manera de pulsar las cuerdas.
A la
hora de afinar la guitarra, existen mnemotécnicas que facilitan
el recuerdo de qué nota es la que suena al aire en cada cuerda
de la guitarra. Tres de ellas son las siguientes frases (comenzando
por la cuerda más grave, la sexta):
«Miranda,
la reina, solía silbar» (para las cinco cuerdas más graves).
«Mientras
Laura regaba, Soledad simplemente miraba» (para las seis cuerdas).
«Mira
la restauración solar sin mí» (de igual manera para las seis
cuerdas).
Podriamos
seguir y seguir, en un mundo en el que las guitarras en todas
sus versiones han acompañado a la humanidad a los largo
de los años. Aquel zurdo con turbante tocando el sitar
en el siglo XVIII jamás imaginó las bellas melodías
de los rockeros actuales. O tal vez si.
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