En
1981, Luz Casal buscando un menor control sobre su vida privada,
ficha por la discográfica Zafiro y participa en el disco En
directo, del grupo Leño. A comienzos de 1982 comienza la grabación,
en Madrid, Bruselas y Ámsterdam, de su primer álbum, que sería
estrenado en septiembre de ese mismo año con el nombre de
Luz.
A la quinta fue la vencida y la definitiva.
En 1989 Luz Casal lanzó su álbum Luz V, el disco que dio un
vuelco en el mercado, y propulsó a la artista definitivamente
al gran público. Después de 1989 nada volvería a ser lo mismo
para Luz Casal. Es cierto que su carrera fue de fondo. Si
del primer álbum, Luz, se habían vendido 100.000, del segundo,
Los ojos del gato, la cifra ascendió a los 150.000 y del tercero,
editado en 1985, Luz III, hubo 200.000 compradores. Sin embargo,
con Quiéreme aunque te duela, la cifra, aunque abultada, parecía
haberse estancado. Era el año 1987. Pero entonces Luz cambió
de compañía. Fichó por Hispavox y para su nuevo álbum contó
con la producción del rey Midas de aquellos años, Paco Trinidad
junto a Chucho Merchán. El resultado fue Luz V que con canciones
como Loca, Te dejé marchar y No me importa nada se
convirtió en el disco clave de su carrera. Vendió 300.000
copias y su ascenso continuó hasta alcanzar la cima en 1995
con Como la flor prometida, álbum del que se facturaron 800.000
ejemplares. Allí estaban canciones como Entre mis recuerdos
y Besaré el suelo. Luz V supuso también la visibilidad internacional
de la carrera de la artista gallega, una faceta que ha terminado
convirtiéndose en fundamental, especialmente por su gran éxito
en países como Francia y en muchos puntos de América Latina.
Es difícil quedarse con una sola canción de
este álbum en el que Luz Casal se movió en un terreno más
rockero y que logró el propósito de agitar el poprock español
en la despedida de la ruidosa década de los 80. Sin embargo,
hay canciones, hay singles en Luz V que han quedado para la
posteridad, inevitablemente ligados a la voz y a la imagen
de Luz Casal, incluso cuando varios de ellos han sido versionados
por artistas importantes.

La cantante mantiene vivo su discurso feminista
y tolerante, una actitud que aprendió de niña en un hogar
en el que su madre convivía con dos hombres. Fue guerrera
con previo aviso: “Estoy cansada de ser una muñeca más. Entre
paredes de cartón no es suficiente mirar la televisión, para
saber que esto va mal”. Lo cantaba en No aguanto más, hacia
1982. Fue uno de sus primeros éxitos, cuando Luz Casal se
coló en el panorama plagado de testosterona del rock donde
abundaban letras de machos alfa coreadas en ceremonias junto
a miles de personas. En esa onda irrumpió para quedarse y
a lo largo de cuatro décadas ha impuesto su ley, entre aguerrida
y dulce, con la fortaleza de los grandes, sin barreras a la
hora de exigir respeto: “No me gusta que me llamen nena”,
dice. Un calificativo muy al uso y con tintes de rockero de
garaje, pasadito ya de rosca entre anglicismos chirriantes.
Más cuando has nacido y crecido oxigenada por la bruma celta
del norte, entre Galicia —donde vino al mundo en Boimorto
(A Coruña)—, Avilés y Gijón, donde se trasladó con meses de
edad y permaneció hasta los 16 años.

Giras largas. 60 ciudades de España, Europa
y América la han visto en los últimos tiempos. cifras
extrañas hoy en día, al son de un paso adelante en las aspiraciones
de igualdad de las mujeres, Luz cuenta como se sentía a sus
comienzos dentro del negocio de la música: “Más en el rock,
donde comencé y hasta hace muy pocos años éramos contadas
las mujeres”. Una atmósfera en la que los productores, intérpretes
y críticos te perdonaban un poco la vida.
“Siempre me he enfrentado a dificultados mayores,
pero nunca eran suficientes como para frenarme. He perseverado
a pesar de todo y de todos”, asegura. “Aun así, no me gusta,
incluso ahora, presentarme como abanderada de nada. Más cuando
desde el principio he denunciado esas cosas”. Incluso así,
todavía hoy le indignan ciertas reacciones: “Me harta comprobar
aún, este mismo año, que al día siguiente de un concierto,
en las reseñas no puedan evitar aludir a cuántas veces me
he cambiado de ropa. Le dan hasta más importancia al vestuario
que a la música”.

Ya recuperada de su lucha con el cáncer: “Lo
superé con mis recetas. Primero porque celebro ser una persona
afortunada y supe extraer de experiencias anteriores y duras
las armas para combatirlo. Después porque me vi en buenas
manos, con los protocolos y los profesionales correctos. Y
en último lugar, gracias a la música. De todas formas, nunca
percibí que aquello acabaría conmigo”. A pesar, incluso, de
que ha tratado con naturalidad a la muerte en su entorno:
“Desde que murió mi abuela Dolores, supe que eso podía ocurrir
en cualquier momento. Yo tenía seis años y ella se fue demasiado
joven”. La muerte de su madre, “Muy triste… Ella me enseñó
varios porqués fundamentales en mi vida”. Del sacrificio a
la tolerancia, nada se le ha escapado del ejemplo de doña
Matilde: “Era ATS y podía salir de casa en cualquier momento
a poner una inyección o atender a alguien. En el amor no tuvo
barreras”.
Vivió a la vez con dos hombres. “Yo tuve tres
padres en casa: ella, José, mi padre biológico, y Maximino.
Desde siempre vi aquella situación como algo muy natural”.
Esas experiencias explican muchos de los amplios horizontes
con que se cocinan sus canciones. Sintió algo especial al
entonar Negra sombra, su diálogo poético en torno a la muerte
con Rosalía de Castro como médium. Procura aguantar las malas
pasadas de la emoción: “Noto que se me cae alguna lágrima
a veces, pero eso no es llorar. Cuando puedes seguir sin atragantarte,
no estás llorando. Pero sí puedes sentir algo cercano al éxtasis”.
Cuando la mayoría de músicos españoles tienen
un pie puesto en América Latina, Luz Casal explora desde hace
décadas otros territorios. Más extraños y complicados, porque
son ajenos a la complicidad de la lengua. Aun así, es de las
escasísimas figuras españolas que se ha asentado en todos
los países francófonos desde los años noventa, cuando su interpretación
de Piensa en mí en Tacones lejanos, la película de Pedro Almodóvar,
la catapultó internacionalmente. Aquel sentido homenaje a
Chavela Vargas compuesto por Agustín Lara supuso una consagración
y un viraje más que acertado en su carrera. Desde entonces,
Francia, Bélgica y Suiza son visitas obligadas en sus giras.
También otros territorios como Italia, Alemania o Serbia,
dentro de Europa, además de China y Japón, donde ha acudido
varias veces. En Francia, además, no ofrece sólo conciertos
en salas al uso. Triunfó en la catedral de Estrasburgo dentro
de la gira de su disco Que corra el aire.
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A finales de 2009 recibió la Medalla de la Orden
de las Artes y las Letras de Francia de manos del entonces
ministro galo de Cultura, Frédéric Mitterrand, quien la definió
como "embajadora excepcional de la cultura española en el
mundo entero".
Además de felicitarla en español por su reciente
cumpleaños, Mitterrand recordó el espacio incuestionable que
se abrió la cantante en Francia casi dos décadas atrás
con el bolero 'Piensa en mí', de la película 'Tacones Lejanos'
(1991), de Pedro Almodóvar. "Me acuerdo el 'shock' que provocó
tu interpretación de 'Piensa en mí', símbolo de una presencia
vocal y humana única, que derrocha gracia y talento", señaló
el ministro.

Con la ilustre insignia sobre su vestido negro
y ante la atenta mirada de amigos y periodistas, Luz Casal
agradeció a los franceses "la atención que siempre han prestado
a los artistas de la música" y destacó que con esta medalla
se siente "ligada a Francia de manera absoluta". "Una condecoración
en un país diferente a España siempre es una sorpresa, que
se convierte en agradecimiento, y es consecuencia de mi relación
con Francia desde hace más de 18 años", explicó la cantante
minutos después de haber recibido la prestigiosa condecoración.
"Me siento muy bien, me siento honrada, me siento querida
y ahora mismo tengo una mezcla extraordinaria de sentimientos
buenos", sentenció feliz Casal, quien señaló que esta medalla
"le pone un kilo de arena más" a su relación con Francia.
En este sentido, Mitterrand destacó la "francofilia" de la
gallega y "el diálogo" que ha fomentado "entre la música española",
-de la que es un "icono incontestable y adulado"-, y "la canción
francesa", a la que ha homenajeado en numerosas ocasiones,
pero siempre en castellano.
Más tranquila durante el cóctel, destacó "el
momento tan feliz" en el que se encuentra, tras el éxito de
su último disco "La Pasión", su personal homenaje al bolero,
y por la euforia cosechada en los dos conciertos que había
ofrecido esa semana en el Teatro Châtelet de París con un
público rendido a sus pies. En estos ya históricos recitales,
que no se quisieron perder personalidades del mundo de la
política y del arte, como el primer ministro galo, François
Fillon, o las cantantes Marianne Faitfull y Jane Birkin, Luz
Casal puso en pie a los asistentes al célebre teatro. En respuesta
a la petición de Mitterrand, quien solicitó un disco de la
diva española en francés, Casal confesó que figura "entre
sus proyectos desde hace años" el hacer "un trabajo en el
idioma de Molière", pero aseguró, entre risas, que tiene que
"estudiar mucho" y esperar a "tener canciones interesantes".
La artista española comparte el honor de ser condecorada con
la mayor distinción honorífica que Francia otorga en el campo
artístico y literario con españoles como el pintor Luis Gordillo,
el director Pedro Almodovar, la bailaora Cristina Hoyos o
las actrices Carmen Maura y Victoria Abril. Y en el plano
internacional lo han recibido el actor estadounidense George
Clooney, la escritora cubana Zoe Valdés, el tenor mexicano
Rolando Villazón o los componentes del grupo "The Police".

Goza Luz Casal de la admiración de varios millones
de personas que conocen su amplio repertorio musical. Y del
cariño de quienes han tenido la oportunidad de conocerla en
la cercanía. Ya le dijo un día a su biógrafa, Magda Bonet,
que "yo no digo mis años". Ocurre que los personajes públicos
no pueden hurtarse a que se conozca ese y otros detalles.
Vean, si no, que la prensa norteamericana, por ejemplo, cada
vez que cita a alguien conocido le añade, entre paréntesis,
los guarismos de su edad. Tampoco es para sulfurarse. Incluso
respetando siempre la vida íntima de los demás, es comprensible
que exista una lógica curiosidad entre los admiradores de
una actriz, una cantante favorita que es el caso, en saber
aspectos privados. Los que si se difunden no han de rozar
aspectos ofensivos, que conculquen sus derechos. Pasa en todas
partes y no hay que confundirlos con chismes sin venir a cuento
o especulaciones gratuitas. Mas lo cierto es que en el caso
de Luz Casal no la verán nunca mostrando donde vive y menos
con quién. Rehúsa cualquier reportaje que no tenga nada que
ver con su faceta profesional. Sabemos que, antidiva por naturaleza,
esconde los muchos discos de oro que le han sido concedidos
y otros premios, y no los exhibe en su hogar. Y habrá muchísimos
de sus seguidores que ignoren si está o no casada. Ella ha
dicho que sí en muy contadas ocasiones, sin añadir más datos,
ignorándose si se casó por la Iglesia o civilmente. O si simplemente
convive en pareja con quien la enamoró, hace de esto treinta
y tantos años. Si se refiere a él, de tarde en tarde, lo nombra
como "mi hombre".
Que así sea.

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