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El 27 de mayo de 1977, antes de las celebraciones
patrióticas del 25 aniversario del ascenso de la reina
Isabel II al trono, el grupo punk The Sex Pistols lanzó
un tema incendiario que desató una tormenta de polémica
y los volvió famosos de la noche a la mañana. La canción,
God Save the Queen (“Dios salve a la reina”), era una
mordaz crítica a la monarquía y al tradicional orden
político que representaba. Acompañada de golpes de guitarra
básicos, una energía cruda y letra ferozmente cáustica,
proclamaba que la reina “no es ningún ser humano”, que
el pueblo “no tiene futuro” y que Reino Unido era “un
régimen fascista”. El disco, y el momento en que se
lanzó en vísperas del Jubileo de Plata, pareció ser
un desafío directo a la reverencia tradicional que se
le brindaba a la monarca en esa época. Pocos días después,
la BBC se apresuró a emitir un veto total de la canción
en sus emisoras de radio y canales de TV.
El director de BBC Radio 2, Charles McLelland,
catalogó la canción como de “un mal gusto craso”, mientras
que el parlamentario laborista Marcus Lipton la denunció
diciendo que “si la música pop iba a ser usada para
destruir nuestras instituciones establecidas, entonces
ella debería ser destruida primero”.
Muchas cadenas de tiendas, como Woolworths,
simplemente rehusaron tener el sencillo en su inventario.
The Sex Pistols surgió como una parte del movimiento
punk que se extendía rápidamente por Reino Unido a mediados
de la década de 1970, cuando el país luchaba contra
el estancamiento económico y enfrentaba una crisis de
desempleo, apagones de electricidad y tensiones raciales
en ebullición.

Los Sex Pistols mostraban irreverencia
contra la monarquía y aquí firman un contrato con su
representante, Malcolm McClaren, frente al Palacio de
Buckingham.
Con su espíritu de improvisación y postura
antiautoritaria, el punk fue la respuesta al aburrimiento,
la conformidad social y la alienación que muchos jóvenes
sentían. La música que surgió articuló la hipocresía
que percibían tanto de la clase dirigente británica
como de la cultura tradicional. Sin tapujos, rebeldes
y beligerantes, The Sex Pistols fueron la personificación
de la ética punk. Seis meses antes del lanzamiento del
sencillo, en noviembre de 1976, una de esas instituciones
tradicionales, la emisora nacional de Reino Unido, la
BBC, invitó a la banda a una entrevista en su programa
de actualidad, Nationwide. La emisora estaba interesada
en comprender el movimiento cultural que reflejaba la
ira, frustración y desilusión que parecía prevalecer
en la juventud del país y que claramente preocupaba
tanto a sus televidentes mayores. En ese entonces, la
banda estaba compuesta por el cantante Johnny Rotten
(cuyo nombre real es John Lydon), el guitarrista Steve
Jones, el baterista Paul Cook y el bajista Glen Matlock,
quien luego fue reemplazado por Sid Vicious. Fueron
presentados dentro de un segmento que pretendía familiarizar
a la audiencia con lo que describieron como “el culto
del punk”. “Bueno, podrá no ser el mejor rock ‘n’ roll
del mundo, pero ciertamente es el más polémico”, decía
la narración del presentador Lionel Morton con un evidente
tono reprobador para luego advertir a los televidentes
que un diario londinense había tildado a The Sex Pistols
de “la banda más agresiva y desagradable jamás vista”.

Ni la industria musical ni la prensa parecían
entender la atracción que ejercían la banda sobre la
juventud.
Su copresentadora Maggie Norden, quien
en realidad era mucho más joven que el representante
de la banda, Malcom McLaren, también parecía tener dificultades
para entender la atracción de tantos jóvenes por el
este visceral y nihilista rock casero y el desprecio
del grupo por la autoridad. Le planteó a McLaren que
“estaban más interesados en el caos que en cualquier
otra cosa”. “Bueno, esa es una acusación de personas
que realmente no entienden lo que los chicos quieren”,
respondió McLaren. “Los chicos quieren emoción, quieren
cosas que transformen lo que es básicamente un vida
muy aburrida para ellos en este momento, y la música,
la joven música rock, es lo único que tienen, lo que
piensan que pueden controlar. Y si miras la cartelera
de éxitos, realmente no tiene nada que ver con eso”.
Norden reprendió la banda, afirmando que
“estaban tratando de escandalizar a todo el mundo”,
además de considerar sus vestimentas “estrambóticas”.
Le preguntó a Johnny Rotten si estaba satisfecho con
el término punk, señalando que significaba “despreciable,
mezquino”. “La prensa nos lo puso. Es problema de ella,
no de nosotros. Nunca nos llamamos punk”, respondió
enigmáticamente. La presentadora continuó interrogándolos
sobre qué había de malo con las bandas de los 60s que
seguían vigentes, como The Rolling Stones y The Who,
con los que ella parecía estar más a gusto en términos
del sonido de la rebelión adolescente. Johnny Rotten
los desestimó sencillamente diciendo: “Simplemente no
significan nada para nadie”.

¿Qué fue el punk y por qué asustaba tanto
a la gente?

El programa Nationwide de la BBC también
había invitado al periodista musical Giovanni Dadomo,
quien en esa época escribía para las publicaciones Sounds
y ZigZag, para retar a la banda. Los acusó de hacer
música “poco original” y calificó la actitud de los
Pistols como “aburrida”. “La destrucción por sí misma
es, al final de cuentas, sosa”, manifestó Dadomo. “Ustedes
saben que no ofrece esperanza alguna, realmente no busca
el cambio. Solo está diciendo, ‘no nos gusta esto, somos
diferentes, mírennos”. McLaren respondió: “Tienes que
destruir para crear, sabes bien. Tienes que hacerlo
pedazos y construirlos de nuevo en una forma diferente”.
Se desconoce qué tan sincero fue Dadomo consigo mismo
y con su propia perspectiva, dado que el año siguiente
conformaría y cantaría en su propia banda de rock que
llamaría The Snivelling Shits (Las Mierdas Lloronas).
McLaren seguía empecinado en su creencia que la banda
superaría la resistencia coordinada de la industria
musical, los medios y las instituciones políticas, convencido
de que la gente joven tenía el poder para cambiar la
opinión pública. “No será un periodista, realmente no
será la industria musical. Será el chico de la calle
porque es él quien compra el disco”, afirmó. “¿Importa
si el álbum no vende?”, preguntó Norden. “No hay duda
de que venderá”, aseguró McLaren.

Malcolm McClaren estaba convencido del
éxito que tendrían los Sex Pistols.
Se refería al sencillo con el que debutaron
The Sex Pistols, Anarchy in the UK ("Anarquía en Reino
Unido"), que llegaría al puesto 38 en la cartelera de
éxitos británica. Ese tema también sería censurado por
la BBC después de la controvertida aparición de la banda
en el programa de televisión Today, que estuvo llena
de palabrotas y se sumió en el caos. En esta ocasión,
sin embargo, los intentos de reprimir God Save the Queen
sólo sirvieron para impulsar su popularidad. El disco
se vendió como pan caliente en las tiendas que lo ofrecían,
subiendo hasta el segundo puesto en la cartelera de
éxitos. El primer lugar le fue negado, un tanto irónicamente
dado el veto, a una canción titulada I Don’t Want to
Talk About It (“No quiero hablar de eso”), de Rod Stewart.
Eso generó acusaciones de que la cartelera de éxitos
había sido manipulada para evitar que los Pistols llegaran
a número uno, lo que fue interpretado por los punks
como una evidencia más de los esfuerzos de los estamentos
tradicionales de acallar la disconformidad.
Y a pesar de todas las preguntas hechas
durante la entrevista en Nationwide, de la BBC, sobre
el comportamiento peligroso en las presentaciones de
The Sex Pistols, fueron los integrantes de la banda
o aquellos asociados con sus canciones los que fueron
objeto de violencia. Después de la conmoción causada
por el disco, el 19 de junio de 1977, Johnny Rotten
y los productores de la canción, Chris Thomas y Bill
Price, fueron atacados con navajas frente a un pub en
el norte de Londres. Al día siguiente, el baterista,
Paul Cook, fue asaltado por seis hombres armados con
cuchillos a la entrada de una estación de metro. El
7 de junio, menos de dos semanas después del lanzamiento
de God Save the Queen, la banda contrató un barco para
navegar por el río Támesis y tocó con actitud desafiante
la canción mientras navegaba frente a la sede del Parlamento.
Los Pistols invitaron al periodista especializado en
música Allan Jones a viajar en el bote y verlos tocar
en vivo. “Naturalmente, cuando tocaron ‘Dios salve a
la reina’, ese barco pudo haber implosionado. Fue increíble”,
le contó a la BBC en 2012. Pero no duraría mucho. La
policía forzó la embarcación a atracar, lo que dio origen
a una pelea y 11 personas, incluyendo McLaren, fueron
arrestadas.

La banda organizó un concierto a bordo
de un barco en el Támesis que pasó frente al Parlamento.
La polémica y los vetos no terminaron
para la banda con God Save the Queen. Su primer álbum
Never Mind the Bollocks (“No le prestes atención a las
cojudeces”), lanzado ese mismo año, también fue vetado
de las principales cadenas de tiendas. También desencadenó
un juicio por obscenidad después de que el gerente de
la tienda de discos Virgin Records en Nottingham (en
el centro de Inglaterra) fuera arrestado por exponer
el “material impreso indecente” de la carátula, que
fue creado por el diseñador Jamie Reed. Tres meses después
del lanzamiento del álbum, The Sex Pistols se desbandaron
tras una desastrosa y caótica gira por Estados Unidos.

El movimiento punk duró poco, pero tuvo
una repercusión duradera en la música y en la moda.
Pero el impacto del grupo reverberó mucho
más allá de su breve existencia, y God Save the Queen,
con su desgarrada musicalidad, no ha perdido nada de
su potencia: sigue siendo la fiel representación de
espíritu antiautoritario del punk. “La canción no ha
perdido nada de su fuerza a lo largo de los años”, dijo
Jones a la BBC en 2012. “Las emociones detrás de la
canción, el sentido de desafío, de rebelión siguen siendo
completamente relevantes y seguirá sonando más apasionante
que cualquier otra cosa que está en la cartelera en
este momento”.
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A casi 45 años de su lanzamiento, los
Sex Pistols reeditaron el clásico de punk ‘God Save
the Queen’ en el marco de la conmemoración en Reino
Unido por los 70 años de la reina Isabel II en la corona.
El tema fue publicado originalmente en 1977 durante
el jubileo de plata de la reina como una forma de protesta
hacia la monarquía. La canción fue vetada de la BBC
por su letra punzante que se rebelaba ante la autoridad
y el uso del título del himno de Inglaterra, pero aún
así consiguió ocupar los primeros puestos en los listados
de ese país. La reedición se publicó disponible
en formato digital y dos ediciones físicas: la primera
contó con 4000 copias de la versión publicada
por Virgin Records con su lado B, ‘Did You No Wrong’;
la segunda, más limitada con un poco menos de 2000 copias,
ya que se trata de la versión de A&M Records con el
lado B, ‘No Feelings’. A inicios del 77, el sello A&M
Records había firmado a los Sex Pistols con el propósito
de incursionar en el punk, pero debido al mal comportamiento
de la banda, el contrato fue desechado y con él fueron
destruidas casi 25 mil copias de ‘God Save the Queen’/‘No
Feelings’. Actualmente, son pocas las ediciones originales
que se encuentran, lo que ha hecho que sean de las piezas
coleccionables más codiciadas en toda la historia de
la música.
Días después del lanzamiento de la reedición,
Danny Boyle estrenó Pistol, la miniserie basada
en la autobiografía del guitarrista Steve Jones, Lonely
Boy: Tales From a Sex Pistol. Desde su anuncio en 2021,
el show alimentó las tensiones entre los exmiembros
de la banda por el desacuerdo de John Lydon (Johnny
Rotten), quien tildó el proyecto como “la mierda más
irrespetuosa que haya tenido que enfrentar”. Luego de
una corta batalla legal en donde se rectificó que los
derechos de licencias por el uso del nombre y la música
del grupo se decidirían por la regla de la mayoría,
la serie finalmente se estrenó y presentó su
primer tráiler.

La historia de una pandilla de niños de
clase trabajadora ruidosos y sin futuro que sacudieron
el establishment aburrido y corrupto, amenazaron con
derrocar al gobierno y cambiaron la música y la cultura
para siempre.
En 2011 John Schofield, miembro del Departamento
de Arqueología de la Universidad de York, afirmó
que el graffiti que los Sex Pistols hicieron en uno
de los edificios de Denmark Street merecía ser
preservado. Schofield pidió para ese graffiti
la consideración de patrimonio nacional, lo que vendría
a equipararlo a los dibujos prehistóricos que se conservan
en algunas partes del país, ya que lo consideró
un descubrimiento equiparable al de la tumba de Tutankamón.
El graffiti en cuestión, en una pared de la Denmark
Street en Londres, lo dibujo John Lydon, y en él aparecen
ocho caricaturas de él mismo y otros miembros del grupo,
así como Malcom McLaren y otras personas relacionadas
con los Sex Pistols. El organismo británico encargado
de ello lo concedió en 2016, el edificio en el
que se realizó el graffiti recibió una placa
azul, que lo identifica como un edificio de especial
relevancia histórica. "La prensa dijo una vez que las
grabaciones tempranas de los Beatles descubiertas en
la BBC eran el descubrimiento arqueológico más importante
desde la tumba de Tutankamón. El graffiti de los Sex
Pistol es seguramente lo mismo y, para nosotros, le
roba el puesto", afirmó Schofield.

Historic England, el organismo de Reino
Unido responsable de la identificación y explotación
de edificios y objetos relevantes para la Historia,
ha concedido a la casa de Londres donde vivieron los
Sex Pistols durante un corto periodo de tiempo y en
la que grabaron algunas demos para su primera maqueta
con Dave Goodman en julio de 1976, el grado de edificio
de Interés Histórico.
Coincidiendo con el estreno en Disney+
de la serie “Pistol” y con el inminente 45 aniversario
de un álbum de referencia, lanzaron una reedición de
“Lonely boy”, la autobiografía del guitarrista de Sex
Pistols, con una exquisita selección de imágenes.

A principio de los años 70 la sociedad
británica ya había vivido importantes cambios en respecto
a los años pos-guerra: los Beatles ya aparecieron y
se separaron, los festivales de rock ya llenaban estadios,
Inglaterra ya había ganado el mundial de fútbol en 1966,
la revolución sexual ya estaba en pleno auge, la inmigración
masiva de indios, paquistaníes y caribeños ya había
empezado, ya se veían chicos con pelo largo, rapado
o rastas, chicas con minifalda y vaqueros ceñidos por
la calle de todos los barrios…, pero en otros aspectos,
seguía siendo una sociedad bastante tradicional.
En 1970, el motor de la economía británica
seguía siendo la industria de producción. Todo el norte
y parte medio de Inglaterra, junto a la ciudad escocesa
de Glasgow, era el centro industrial, lleno de fábricas
y minas. La mayoría de los trabajadores industriales
de base cobraban un salario modesto, pero con un puesto
de empleo muy estable. Muchas familias ya llevaban varias
generaciones trabajando en las mismas fábricas de acero,
minas de carbón o astilleros y vivían en comunidades
muy unidas donde todo el mundo se conocía.

El pasado Marzo nos dejaba el dramaturgo
Edward Bond, sacudió la escena londinense a finales
de los 60 y principios de los 70 con un puñado de obras
que evidenciaban la penuria y el embrutecimiento a los
que se veían abocados los jóvenes de clase obrera.
Pásate por la selección
de autores.
El estado cuidaba del bienestar de los
trabajadores alquilándoles viviendas de «protección
oficial» a un precio asequible, conocido como council
houses. En 1970, más o menos 1/3 de británicos vivían
en casas alquiladas del estado. Aparte de aportar viviendas,
el gobierno también ofrecía ayudas especiales para pensionistas,
madres solteras, familias numerosas y hogares de bajo
ingreso. Sin embargo, muchos de los council houses eran
pequeños y las familias eran más numerosas, así que
muchos trabajadores, sobre todo los hombres, pasaban
el mayor parte de su tiempo libre en los bares del barrio,
porque era el único lugar donde tenía un sitio para
sentarse. Los sindicatos defendían los derechos de los
trabajadores y tenían un peso importante político. Cuando
convocaban una huelga, no había nadie que acudía al
puesto de trabajo. A mediados de los 70, cuando muchas
industrias de producción ya no resultaban rentables,
los sindicatos convocaron huelgas tras huelgas para
evitar el despido. Cada semana sólo trabajaban 3 días
y muchas casas se quedaron sin luz ni gas. La circulación
de dinero también estaba sujeta a un estricto control
estatal. Cuando salías fuera del país, tenías que avisar
a la hacienda la cantidad de libras que llevarías fuera.
Amigas a punto de entrar en los años
80.
Durante los años 70, la gran mayoría de
los británicos dejaban los estudios a los 16 años, cuando
acababan la educación obligatoria. Sólo una minoría,
menos de 5%, estudiaba carreras. Sin embargo, la educación
era totalmente gratis hasta la universidad. Entonces,
¿por qué tan poca gente estudiaba? Los hijos de clase
alta solían estudiar en centros privados, donde desde
pequeño les preparaban para estudiar carreras universitarias,
pero estos colegios eran tan caros que sólo 5% de la
población podía pagarlos. Los hijos de familias de clase
media y obrera iban a colegios públicos, donde al terminar
la educación primaria, les sometía a un examen nacional,
llamado 11+, para dividirlos en 2 grupos. Los 15% que
sacaban las mejores notas estudiarían en colegios secundarios
académicos, llamados grammar school; el resto de los
alumnos estudiarían en colegios secundarios de oficios,
llamados secondary modern. Sólo los alumnos de grammar
school tenían la oportunidad de estudiar una carrera,
porque en los secondary moderno ni siquiera les enseñaban
ciencias, letras y matemáticas más allá del nivel básico.
Así que a los 11 años, el futuro profesional de cada
niño ya estaba decidido con un único examen.
Por supuesto, los niños que aprobaban
solían venir de familias que daban importancia a los
estudios académicos, que generalmente eran de clase
media. La inmensa mayoría de obreros opinaban que si
había trabajo en la fábrica, ¿por qué estudia una carrera?
Pero una vez que un joven conseguía una plaza en una
universidad, el estado no sólo pagaba todos sus estudios,
sino también sus gastos de vivir. Así que, la mayoría
de los estudiantes universitarios ya estaban económicamente
independientes de los padres. La gran mayoría de aulas
secundarias eran separadas por sexo. En universidades
de élite como Cambridge y Oxford, los colleges también
estaban divididos entre masculinos y femeninos. En 1970,
en la universidad de Cambridge había 27 colleges masculinos,
3 femeninos y sólo uno mixto. Esta división institucional
ya limitaba el número de alumnas a poco más de 10%.

Paddy's Markets, Newcastle, 1972. Un mercado
de larga trayectoria con una amplia gama de artículos,
como recuerdos, ropa y producto fresco.
La típica familia inglesa de clase media
llevaba una vida muy sencilla. Un típico día empezaba
con un desayuno con cereales y una comida y cena que
consistía de puré de patatas, guisantes, zanahoria,
carne picada y salchichas que tenían más cereales que
carne. Según mis padres, mucha gente sólo comía fruta
una vez a la semana. Por eso, la mayoría de los ingleses
de esa época eran muy delgados. Para mucha gente, lo
que le faltaba de calorías lo compensaba con cerveza.
Muchos quioscos y tiendas de alimentación tenían un
grifo desde donde uno podía echarse una pinta de cerveza
de barril. No había mucho control de edad y muchos adolescentes
de 14 años ya bebían pintas igual que sus padres.
Casi todas las tiendas cerraban a las
17:30 por la tarde y todo el día el domingo. Para una
típica familia de clase media, ir al restaurante era
un lujo sólo se permitía como mucho una vez al mes.
Mucha gente ya tenía coche pero como mucho uno por familia.
Casi todos los que vivían a una distancia razonable
de su trabajo se desplazaban en bici o andando. Poquísima
gente iba de vacaciones al extranjero. Lo típico que
hacía era ir a una zona costera de Inglaterra, como
Brighton o Southend, para pasar las vacaciones de verano.
No era difícil encontrar a británicos que nunca habían
salido de su país.

'Cruella' y la moda punk del Londres de
los 70: Una revolución contra la tradición.

En la gran mayoría de familias, era el
hombre que trabajaba y la mujer que cuidaba la casa
y los niños. Aunque había algunas fábricas que contrataban
sobre todo a mujeres, solían ser chicas antes de casarse.
Las pocas parejas en que ambos trabajaban eran consideradas
familias de «alto ingreso» que podían permitirse lujos
especiales. En la vida pública, la mayoría de la gente
que daba la cara eran hombres. Hasta en la televisión
había pocas mujeres presentadoras. En la BBC sólo había
una reportera en 1970: Angela Rippon. La vida social
también estaba muy dividida por sexo, sobre todo entre
la clase obrera, donde los hombres socializaban con
hombres y las mujeres con mujeres. Se veían poquísimos
grupos de amigos mixtos, salvo se trataban de varias
parejas. La homosexualidad ya era legalizada en 1970,
pero aún estaba muy mal visto. La mayoría de los gays
no salían del armario y muchos se casaron y tuvieron
hijos, aunque vivían su verdadera sexualidad a escondidas
en lugares secretos de encuentro.

Estudiantes de la universidad de Cambridge,
1977.
En las décadas de los 60 y 70, el Reino
Unido recibió 3 importantes oleadas de inmigración:
de las antiguas colonias de Caribe, de India y Paquistán,
y de las antiguas colonias de África (sobre todo la
minoría india). Los afro-caribeños se dispersaron en
los barrios obreros, conviviendo con los ingleses nativos.
Por la cercanía cultural, los jóvenes se integraron
rápidamente en la sociedad obrera inglesa y gracias
a su aportación, se fundaron nuevas tribus urbanas como
los rudeboys, los mods y los skinheads.

Rude boys, 1977.
La inmigración india y paquistaní, tanto
desde Asia como África, asentaron más en barrios concentrados,
formando comunidades propias. Debido a diferencias culturales
más pronunciadas, su presencia en la sociedad británica
no fue tan bien recibidas y en varias ciudades hubo
oleadas de violencia racista conocida como Paki-bashing,
es decir, «a la caza de paquistaníes». Sin embargo,
como muchos inmigrantes indios poseían un nivel de estudios
más alto, sus hijos rápidamente se convirtieron en los
alumnos más destacados del colegio. Muchos ingleses
también apreciaban la ética de trabajo de los indios,
que eran los únicos que abrían sus tiendas por las noches
y durante los fines de semanas.

La venta de council housing. Margaret
Hilda Thatcher fue una política británica que ejerció
como primera ministra del Reino Unido desde 1979 a 1990,
siendo la persona en ese cargo por mayor tiempo durante
el siglo XX y la primera mujer que ocupó este puesto
en su país.
Desde mediados de los años 70 hasta los
80, vino una oleada de importantes cambios. Primero,
bajo la presión de los sindicatos, a partir de 1973,
el sistema educativo ya no segregaba alumnos a partir
de los 11 años ni por nivel académico ni por sexo, dándoles
a todos la misma educación académica básica hasta los
16 años. Después, en los 80 vino Thatcher, que cerró
las industrias no-rentables, disolvió a los sindicatos
y vendió los council houses a compradores privados.
Algunos de los obreros se reciclaron de oficio y ascendieron
a la clase media, otros se hundieron y se convirtieron
en una clase marginal que vivía exclusivamente de las
ayudas del estado. Se salvó quién podía, y el estrecho
tejido social que unía las comunidades de clase obrera
se rompió para siempre.

Huelga de mineros, 1978.
Durante los 90, la economía británica
ya se había deshecho de su pasado de producción industrial
y se ha re-orientado al sector tecnológico, financiero
y de servicios. Cada vez más jóvenes estudiaban carreras,
pero el gobierno ya no tenía recursos para pagar sus
estudios. En los 90 quitaron las becas de gastos de
vivir, en el año 2000 empezaron a hacerles pagar las
matrículas. Muchos estudiantes, al terminar la carrera,
se encontraron endeudados hasta el cuello. Desde entonces,
en la sociedad británica se ha producido una rápida
americanización: cada vez más consumista, más individualista,
más hedonista pero a la vez más libre, más dinámica,
más diversa, más tolerante y más flexible. Comparando
la época actual con los años 70, yo diría que entonces,
la sociedad era más proteccionista, más intervencionista
pero a la vez más rígida, más clasista y con menos movilidad
social, donde a cada uno le enseñaba desde pequeño su
lugar en una sociedad fuertemente jerarquizada. Sin
embargo, el estado no dejaba a nadie a su suerte, sino
aseguraba que todo el mundo tenía un puesto de trabajo
y una casa donde vivir.

Hilary Mantel es la soberana de la novela
histórica, doblemente coronada. Con sus libros En la
corte del lobo y La reina en el estrado, sobre el triunfo
y defenestración de Thomas Cromwell, consiguió dos premios
Man Booker (2009 y 2012), algo que ninguna mujer había
logrado antes.
Carmel McBain es la única hija de un matrimonio
de clase obrera católico-irlandes. Su madre aspira a
una vida mejor para ella, lejos de lo que su pequeño
y deprimido pueblo puede ofrecer. Así, anima a Carmel
a conseguir una beca para estudiar en la escuela local
y más adelante a optar a una plaza en la Universidad
de Londres. Carmel no la defrauda. En la residencia
en Londres convivirá con un grupo de chicas, todas ellas
de clases distintas, con las que afrontará su día a
día y quienes la ayudarán a forjar su camino. Pero el
exito tiene un precio, y su viaje hacia una vida mejor
será solitario y hará que pierda contacto con sus raíces
y principios, y con ella misma.
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