El pasado 12 de abril, el presidente de la República
de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, inauguró “O MFA e o
25 de abril” en Lisboa, una muestra que pretende ilustrar
el papel del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) en el
derrocamiento de la dictadura y la construcción de la democracia.
En la exposición fotográfica se insiste especialmente en el
origen del levantamiento militar: el descontento del ejército
por la insistencia del Estado Novo en continuar la guerra
colonial, especialmente en Guinea Bissau, donde el desgaste
fue mayor que en Angola y Mozambique. Esta es una de las muchas
exposiciones de fotografía que en estos días se pueden ver
en distintos municipios del país. La de Oporto es otra de
ellas, o la del municipio de de Amadora. El fotógrafo más
presente en todas es Alfredo Cunha, autor de un libro que
reúne las imágenes más representativas del proceso. Dado que
la mayor parte de los capitanes que organizaron la revolución
tenían menos de 30 años, casi todos continúan vivos, lo cual
hace que esta celebración cuente con su presencia. Sin duda,
es un hecho singular con relación a otros procesos históricos
lejanos.
Al caminar por Lisboa en estos días se pueden
contemplar numerosos carteles que conmemoran el 50º aniversario
de la revolución donde prevalecen imágenes de los jóvenes
soldados con claveles en sus fusiles, pero también los rostros
de felicidad de las personas que celebraban el fin del Estado
Novo (1933-1974). Este decorado urbano es único en Europa
Occidental, ya que ningún otro país tuvo procesos revolucionarios
en fechas tan recientes que hayan dado lugar a las actuales
democracias. La agenda de celebraciones incluyen numerosas
actividades académicas y ciclos de conferencias. También se
organizan encuentros políticos, e incluso cenas con los miembros
de la Asociación 25 de Abril, los veteranos que hicieron posible
la caída de la dictadura. A diferencia de lo que ocurre en
otros países que tuvieron dictaduras conservadoras tras la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la derecha en Portugal
no se ha sentido nostálgica del salazarismo –gobierno de António
de Oliveira Salazar– ni del Estado Novo, a excepción de algunos
dirigentes del partido extremista Chega, que obtuvo sus mejores
resultados electorales en las votaciones del pasado marzo.
Esta actitud se refleja, por ejemplo, en la apertura total
de los archivos que albergan los documentos de la dictadura.
Una mujer celebra en Lisboa el 50 aniversario
de la Revolución de los Claveles.
A pesar de la conmoción que generó la revolución
portuguesa en la sociedad española, con motivo del 50 aniversario
prácticamente no se han organizado eventos ni debates en España
que guarden relación con lo que significó este proceso, ni
tampoco nuevas reflexiones sobre lo que fueron las relaciones
de Salazar con el dictador español Francisco Franco. Algunos
investigadores han publicado recientemente algunos libros
que permiten esclarecer algunos interrogantes. Según estos,
Franco devolvió la ayuda que le prestó Salazar durante la
guerra civil española mediante un decidido apoyo político,
militar y diplomático durante la guerra colonial portuguesa
(1961-1974), en ocasiones encubierto.
Sin embargo, menos atención ha tenido el estudio
de lo que fue el papel de Cuba en la Revolución de los Claveles.
Si bien es cierto que directamente no tuvo implicación, indirectamente
tuvo mucho que ver. Desde 1965, Cuba apoyó la formación de
cuadros guerrilleros de los movimientos de liberación que
combatían al Estado Novo. Comenzaron los caboverdianos y les
siguieron guineanos, angoleños y mozambiqueños. Además, alrededor
de 600 internacionalistas cubanos combatieron junto al PAIGC
(Partido Africano para a Independência da Guiné e Cabo Verde)
en Guinea Bissau contra el ejército portugués, y un grupo
menor en Angola durante un periodo más breve. En 1969, el
capitán cubano Pedro Rodríguez Peralta fue capturado por un
comando de paracaidistas portugueses cerca de la frontera
con Guinea Conakri y poco después trasladado a Lisboa, donde
permaneció encarcelado hasta el derrumbe del Estado Novo.
Entonces logró su liberación y regresó a Cuba. Con relación
a la metrópoli, en Cuba fueron entrenados también varios integrantes
del brazo armado del Partido Comunista portugués, llamado
Acción Revolucionaria Armada (ARA), que cometió varios atentados
y actos de sabotaje en Portugal a comienzos de los años setenta
del siglo pasado, aspecto poco conocido e investigado por
algún historiador. Un año más tarde de la salida definitiva
de las tropas, en 1976, la ultraderecha portuguesa, con el
apoyo de la CIA , perpetró un violento atentado contra la
embajada cubana en Lisboa en venganza por las acciones cubanas
contra el Estado Novo que se cobró la vida de dos diplomáticos.
El cansancio de la guerra en el ejército portugués
y la escasa voluntad de Marcelo Caetano, quien había sucedido
a António de Oliveira Salazar en 1968, en desprenderse de
los territorios africanos, llevó a un sector de la tropa a
levantarse en armas. Carlos de Almada Contreiras, capitán
de navío de la marina portuguesa e importante protagonista
de la revolución –é l fue quien indicó la canción “Grandola
Vila Morena” como contraseña para la operación militar de
esa mañana– , afirma que se inspiraron en el golpe de Estado
de Pinochet, del cual se informaron mediante el Libro Blanco
del Cambio de gobierno en Chile, que acababa de ser publicado
por las Fuerzas Armadas chilenas para justificar su acción
contra el gobierno democrático de Salvador Allende del 11
de septiembre de 1973.
Además, las reformas puestas en marcha en Portugal
tras el 25 de abril y hasta noviembre de 1975 tuvieron muchas
similitudes con el proceso de la Unidad Popular de Chile (1970-1973),
especialmente la reforma agraria.
Pasadas cinco décadas del estallido de la revolución,
durante las cuales han salido numerosos estudios históricos
de gran valor y han sido publicados numerosos testimonios
de los protagonistas de la época, se puede concluir que este
proceso siguió el sendero democrático como ningún otro en
el mundo. Para empezar, una vez desarticulado el Estado Novo
y sus aparatos represores, en cuestión de poco tiempo el poder
fue entregado a la sociedad civil y los militares dejaron
de ocupar responsabilidades políticas. En lo que se refiere
a los territorios coloniales, Portugal fue consecuente con
el compromiso de concederles la independencia plena, sin intentar
establecer un sistema neocolonial con el que, además de poder
ejercer influencia política, las empresas de su país hubieran
mantenido el control de los sectores estratégicos de las respectivas
economías.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
|