Hace ya dos décadas, el Panel Intergubernamental
sobre Cambio Climático (IPCC) alertó de que algunos puntos
de inflexión desencadenarían una situación catastrófica para
el planeta. Si ocurrían determinados eventos, como la pérdida
de la capa de hielo de la Antártida Occidental o la desaparición
de la selva amazónica, se desataría una cascada de consecuencias
irreversibles que, como fichas de dominó que van cayendo,
comprometerían en gran medida nuestra civilización y la vida
tal y como la conocemos en el planeta. En aquel momento, los
científicos pensaron que sólo alcanzaríamos esos puntos de
inflexión si el calentamiento global superaba los 5ºC con
respecto a los niveles preindustriales. La mala noticia es
que se equivocaron.
Timothy Lenton, director del Global Systems
Institute de la Universidad de Exeter (Reino Unido), definió
en 2008 junto a otros expertos cuáles eran exactamente esos
puntos de inflexión y ahora acaba de publicar en la revista
Nature una evaluación desalentadora: nueve de ellos podrían
cruzarse con un incremento de entre 1 y 2ºC. De hecho, hay
datos para pensar que ya se han activado cuando apenas hemos
superado ese primer grado.

Un trineo avanza por el hielo derretido en el
fiordo de Inglefield. El cambio climático alterará la estructura
y funcionamiento de los ecosistemas.
"Hace una década identificamos un conjunto de
puntos de inflexión potenciales y ahora vemos evidencias de
que más de la mitad de ellos se han activado", asegura Lenton
en declaraciones difundidas por su universidad. "La creciente
amenaza de cambios rápidos e irreversibles significa que ya
no es responsable esperar y ver. La situación es urgente y
necesitamos una respuesta de emergencia", añade.
Los nueve puntos que se consideran activos por
daño grave, alteración o riesgo inminente de desaparición
según este experto y otros autores destacados son: el hielo
marino ártico, la capa de hielo de Groenlandia, los bosques
boreales, el permafrost (capa de suelo permanentemente congelado
en regiones frías), el sistema de corrientes del Atlántico,
la selva amazónica, los corales de aguas cálidas, la capa
de hielo antártico occidental y partes de la Antártida Oriental.

La deforestación de la selva amazónica en Brasil.
Según los investigadores, es más probable que
ocurran estos desastres de lo que se pensaba y, además, las
interacciones entre diferentes puntos de inflexión podrían
hacer que todos cayeran en cascada, "comprometiendo al mundo
a cambios irreversibles a largo plazo", así que hablan incluso
de un “punto de inflexión global” que supone una amenaza para
la estabilidad y la resistencia del planeta.
Johan Rockström, director del Instituto Potsdam
para la Investigación del Impacto Climático y otro de los
coautores del artículo, explica que la situación es peor de
lo esperado hace años. “A medida que la ciencia avanza, debemos
admitir que hemos subestimado los riesgos de desatar cambios
irreversibles, el propio planeta amplifica el calentamiento
global". En vísperas de la Cumbre del Clima de Madrid (COP25),
opinó que existen fuertes evidencias científicas como
para “declarar un estado de emergencia planetaria” que haga
posible “una acción mundial que acelere el camino hacia un
mundo que pueda continuar evolucionando en un planeta estable".

Un voluntario muestra un cangrejo atrapado en
el petróleo del vertido que ha afectado una amplia zona costera
de Brasil.
Entre los puntos de inflexión, los investigadores
destacan el colapso de las capas de hielo de Groenlandia,
la Antártida Occidental y parte de la Antártida Oriental,
porque sumando su efecto condenarían al mundo a unos 10 metros
de incremento irreversible del nivel de los océanos. En este
caso, la reducción de las emisiones podría ralentizar el proceso,
dando más tiempo a la población humana asentada junto al mar
a que se pueda desplazar.
Por otra parte, la destrucción de las selvas
tropicales, el permafrost y los bosques boreales son ejemplos
de puntos de inflexión de la biosfera que provocan la liberación
de gases de efecto invernadero adicionales que amplifican
el calentamiento, sobre todo si todos ellos se combinan. Aunque
los puntos de inflexión futuros y la interacción entre ellos
son difíciles de predecir, los científicos creen que si unos
acontecimientos se encadenan con otros y, teniendo en cuenta
que no se pueden descartar efectos añadidos a nivel global,
podemos estar “ante una amenaza existencial para la civilización".
Para entender la dimensión del problema, hay
que comprender cómo todo está conectado. Así, el derretimiento
de Groenlandia hace que se viertan grandes cantidades de agua
dulce en el Atlántico Norte, lo que a su vez influye en la
alteración de las corrientes de este océano y los efectos
pueden ser catastróficos: un cambio en el Monzón de África
occidental que desencadena la sequía en la región africana
del Sahel.
Además, la desaceleración de las corrientes
del Atlántico también podría secar el Amazonas, interrumpir
el Monzón de Asia oriental y hacer que el calor se acumulase
en el océano Austral, lo que podría acelerar la pérdida de
hielo antártico, según explican los científicos en el artículo.
"Es posible que ya hayamos cruzado el umbral
para una cascada de puntos de inflexión interrelacionados”,
reconoce Lenton. Aún así, “la velocidad a la que progresan
y, por lo tanto, el riesgo que plantean, puede reducirse reduciendo
nuestras emisiones". En ese sentido, los científicos critican
que ciertas decisiones sobre el futuro del clima se basan
en análisis económicos sobre costes y beneficios: “Necesitamos
cambiar nuestro enfoque del problema climático", aseguran.
A pesar de que la mayoría de los países han
firmado el Acuerdo de París, comprometiéndose a mantener el
calentamiento global muy por debajo de los 2°C, lo cierto
es que incluso cumpliendo las promesas actuales que cada país
ha hecho con respecto a sus emisiones nacionales, se llegaría
a un aumento de 3°C.
Aunque las temperaturas globales han fluctuado
durante millones de años, los autores aseguran que esta vez
los humanos están "forzando el sistema" con la concentración
de CO2 y el consiguiente aumento acelerado de las temperaturas.
Es poco probable que el planeta pueda prescindir
de los combustibles fósiles y, por lo tanto, evitar las emisiones
antes de 2050, pero la temperatura ya está 1,1ºC por encima
de la que se registraba en la época preindustrial, así que
es probable que la Tierra cruce la barrera de los 1,5°C en
2040.
Por eso, los autores creen que estamos ante
una emergencia y en su artículo proponen una fórmula para
definirla “como el producto de riesgo y urgencia”. El riesgo
es la probabilidad multiplicada por los daños. La urgencia
es el tiempo de reacción que se necesita para responder a
una alerta dividido por el tiempo de intervención que hace
falta para evitar un mal resultado.

Un hombre recolecta botellas de plástico entre
los residuos que una malla impide que alcancen el mar en un
río en Cebu (Filipinas).
“Si el tiempo de reacción es más largo que el
tiempo de intervención que nos queda, hemos perdido el control”,
aseguran. Los riesgos que suponen los puntos de inflexión
son mucho ahora mucho más altos que en estimaciones anteriores,
así que se debería actuar aún con mayor rapidez de la prevista.
Su conclusión es que sin medidas urgentes para reducir las
emisiones de gases de efecto invernadero no se podrán evitar
los puntos de inflexión clave que agravarán el problema y
harán que el planeta sea menos habitable.
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre
el Cambio Climático (IPCC) fue creado en 1988 para que facilitara
evaluaciones integrales del estado de los conocimientos científicos,
técnicos y socioeconómicos sobre el cambio climático, sus
causas, posibles repercusiones y estrategias de respuesta.
Desde el inicio de su labor en 1988, el IPCC ha preparado
cinco informes de evaluación de varios volúmenes, que se pueden
consultar bajo el apartado Publicaciones. Ahora se encuentra
en su sexto ciclo de evaluación. El IPCC y el ex Vicepresidente
de los Estados Unidos de América, Al Gore, recibieron el premio
Nobel de la Paz en 2007 por su labor en materia de cambio
climático.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre
el Cambio Climático (IPCC) es el principal órgano internacional
para la evaluación del cambio climático. Fue creado por el
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)
y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) en 1988 para
ofrecer al mundo una visión científica clara del estado actual
de los conocimientos sobre el cambio climático y sus posibles
repercusiones medioambientales y socioeconómicas. En el mismo
año, la Asamblea General de las Naciones Unidas hizo suya
la decisión de la OMM y del PNUMA de crear conjuntamente el
IPCC. El IPCC es un órgano científico. Examina y evalúa la
más reciente bibliografía científica, técnica y socioeconómica
relacionada con la comprensión del cambio climático y producida
en todo el mundo.
No lleva a cabo investigación alguna ni supervisa
los datos o parámetros relativos al clima. El IPCC es un órgano
intergubernamental. Pueden formar parte de él todos los países
miembros de las Naciones Unidas y de la OMM. Actualmente,
195 países son miembros del IPCC. El Grupo de Expertos se
reúne por lo menos una vez al año en sesión plenaria al nivel
de representantes de los gobiernos en que se toman las principales
decisiones sobre el programa de trabajo del IPCC y se elige
a los miembros de la Mesa, entre ellos el Presidente. Los
gobiernos participan también en la exploración del alcance
de los informes, la designación de los autores, el proceso
de revisión y aceptan, adoptan y aprueban los informes en
las sesiones plenarias.
Por su carácter científico e intergubernamental,
el IPCC encarna una oportunidad excepcional de ofrecer información
científica rigurosa y equilibrada a los encargados de la adopción
de las decisiones. Al hacer suyos los informes del IPCC, los
gobiernos reconocen la autoridad de su contenido científico.
Así, pues, la labor de la organización es pertinente para
la adopción de políticas y, sin embargo, neutral al respecto,
nunca preceptiva.
Miles de científicos de todo el mundo contribuyen
a la labor del IPCC con carácter voluntario como autores,
autores contribuyentes y revisores. Ninguno de ellos recibe
pago alguno del IPCC. El Grupo de Expertos adopta decisiones
importantes en las sesiones plenarias de los representantes
de los gobiernos. Una Secretaría central del IPCC apoya la
labor de este.
Actualmente, el IPCC está organizado en tres
grupos de trabajo y un grupo especial. Los grupos de trabajo
y el grupo especial cuentan con la asistencia de Unidades
de apoyo técnico. El Grupo de trabajo I se ocupa de las bases
físicas del cambio climático; el Grupo de trabajo II, del
impacto del cambio climático y de la adaptación y la vulnerabilidad
relativas a él, y el Grupo de trabajo III, de la mitigación
del cambio climático.
Los grupos de trabajo se reúnen en sesión plenaria
al nivel de representantes de los gobiernos. El objetivo principal
del Grupo especial sobre los inventarios nacionales de gases
de efecto invernadero es el de formular y perfeccionar una
metodología para el cálculo y notificación de las emisiones
y las absorciones nacionales de gases de efecto invernadero.
Además de los grupos de trabajo y del grupo
especial, se pueden crear otros grupos especiales y grupos
directivos de duración limitada o más larga para que examinen
un tema o cuestión concreto. Un ejemplo es el Grupo especial
sobre datos y escenarios en apoyo de los análisis de impacto
y del clima (TGICA).
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