Un nuevo miembro se ha incoporado a la familia
de los abelisáuridos, los dinosaurios carnívoros que dominaron
el supercontinente de Gondwana a finales del periodo Cretácico.
Se trata del recién descubierto Llukalkan aliocranianus, del
cual se han recuperado fragmentos fosilizados del cráneo en
el yacimiento de La Invernada, en Argentina.
Llukalkan significa “el que causa terror” en
lengua mapuche y aliocranianus “cráneo diferente” en latín.
Este nombre apunta a algunas características craneales que
difieren de otras especies de abelisáuridos conocidas: los
autores del descubrimiento ponen en valor este hallazgo porque
indica, según señalan, que se produjo una gran diversificación
de esta familia de dinosaurios tras un evento de extinción
que tuvo lugar a mediados del periodo Cretácico.
Los fragmentos recuperados pertenecen principalmente
a la parte superior del cráneo, insuficientes para hacer una
descripción en profundidad de este dinosaurio pero suficientes
para distinguirlo de otras especies de la misma familia. Una
característica que enfatizan los paleontólogos es la existencia
de una cámara de aire próxima al oído que, según afirman,
habría dotado al Llukalkan aliocranianus de capacidades auditivas
superiores a sus parientes cercanos y comparables a las de
los modernos cocodrilos. Esto implica, de acuerdo con los
autores del estudio, que este dinosaurio era un depredador
y no un carroñero, puesto que necesitaría esta audición superior
para buscar a sus presas.
Hay que destacar también que el descubrimiento
se realizó muy cerca de los restos de otro dinosaurio de la
misma familia, llamado Viavenator exxoni. Esto implica, en
palabras del coautor del estudio Ariel Méndez, que “es probable
que estos dinosaurios compartieran el mismo nicho ecológico
y se alimentaran del mismo tipo de presas, por lo que habrían
competido entre ellos y, por qué no, incluso se habrían comido
unos a otros. Esto no sería distinto de lo que observamos
hoy en día, cuando depredadores de distintas especies pero
de la misma familia coexisten en el mismo ecosistema, como
leones, leopardos y guepardos”. En Gondwana, el supercontinente
del hemisferio sur, los abelisáuridos ocupaban los lugares
más altos de la cadena trófica, de forma similar a los tiranosáuridos
en el supercontinente Laurasia en el hemisferio norte. El
hecho de que hubiera tantas especies distintas coexistiendo
implica la existencia de ecosistemas muy complejos en el Cretácico
tardío, una complejidad que aumenta con cada nueva especie
descubierta.

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Abelisauridae (castellanizado como abelisáuridos,
del gr. “lagarto de Abel”) es una familia de dinosaurios
terópodos ceratosaurianos. Estos prosperaron durante el
periodo Cretácico, en el entonces supercontinente de Gondwana.
Hasta la fecha se han localizado restos fósiles de esta
familia en África y Sudamérica, también en la India y Madagascar.
El registro fósil más antiguo de los abelisáuridos data
del Jurásico Medio, y al menos un género (Majungasaurus)
sobrevivió hasta el final de la era Mesozoica, hace 65 millones
de años. Como la mayoría de los terópodos, los abelisáuridos
fueron carnívoros bípedos. Se caracterizaron por extremidades
posteriores (patas) bastante robustas y gran ornamentación
de surcos y hendiduras en el cráneo. En la mayoría de los
especímenes de la familia Abelisauridae, como el Carnotaurus,
las extremidades anteriores eran vestigiales, el cráneo
era pequeño y tenían crestas óseas por encima de la cavidad
ocular. La mayoría de las especies conocidas habrían tenido
un largo de entre 5 a 9 metros del hocico a la cola. Antes
de que la familia fuera bien reconocida, algunos fragmentos
eran identificados ocasionalmente como posibles tiranosáuridos
del hemisferio sur.

Cráneo reconstruido del Abelisaurus en la
exhibición “Dinosaurios de la Patagonia". Nótese la superficie
rugosa del hueso y las proyecciones de los huesos lacrimal
y postorbital en la cavidad ocular (circulada).
Aunque las proporciones craneales varían,
los cráneos de los abelisáuridos eran generalmente muy altos
y con frecuencia muy angostos. Por ejemplo, en el género
Carnotaurus, el cráneo era casi tan alto como lo era de
largo. El hueso premaxilar era muy largo, por lo que la
parte frontal del hocico era achatada, no cónica, como se
observa en la mayoría del resto de terópodos. Dos huesos
del cráneo, el lacrimal y el postorbital, se proyectan en
la cavidad orbital de afuera hacia adentro, casi dividiéndola
dos compartimentos. El ojo podría haberse ubicado en el
compartimento superior, el cual se inclina ligeramente hacia
el exterior en los Carnotaurus, tal vez proporcionando algún
grado de visión binocular. Los huesos lacrimal y postorbital
también se encontraban sobre la cavidad orbital, formando
una cresta o “ceja” sobre el ojo.
Muchos cráneos de los abelisáuridos parecen
labrados pues cuentan con largos surcos, huecos y protuberancias.
Como en otros ceratosaurios, los huesos frontales de la
superficie superior del cráneo están fusionados. Los carnotaurinos
comúnmente tenían proyecciones óseas del cráneo. En el Carnotaurus
se observan dos cuernos pronunciados hacia afuera por encima
de los ojos, mientras que en otra especie próxima a este,
el Aucasaurus, se encuentran proyecciones óseas más pequeñas
en la misma área. El Majungasaurus y Rajasaurus tenían un
cuerno óseo o domo arriba del cráneo. Estas proyecciones,
como de la mayoría de los cuernos de los animales modernos,
podrían haber sido exhibidas para reconocimiento o intimidación.
Solo se cuenta con registro fósil de las extremidades
anteriores en las especies carnotaurinas Aucasaurus, Carnotaurus
y Majungasaurus. Todos estos muestran que tales extremidades
eran vestigiales. Los huesos del antebrazo (radio y cúbito)
eran demasiado pequeños; en el Carnotaurus eran de solo
un veinticinco por ciento del largo de la parte superior
del brazo (húmero) y de un treinta y tres por ciento en
el Aucasaurus. Los brazos permanecían rectos en su totalidad
y las articulaciones del codo, inmóviles. Como es común
en los ceratosáuridos, las manitas de los carnotaurinos
tenían cuatro dedos básicos. Sin embargo, esa es toda la
semejanza que se guarda. No existen huesos de la muñeca,
los cuatro huesos de la palma (metacarpianos) están unidos
directamente al antebrazo. No tenían falanges en el primero
de los cuatro dedos, solo una un el segundo y dos en el
tercero. Los dos dedos externos eran muy cortos, no tenían
garras y carecían de movilidad. Se desconoce si esta estructura
peculiar de las extremidades anteriores es común a otros
Abelisauridae además de los Carnotaurinae, pues no han sido
descubiertos fósiles de tales extremidades en otras especies.
La mayoría de las especies emparentadas más primitivas como
los Noasaurus y Ceratosaurus tenían brazos largos móviles
con dedos y garras.

Comparación de tamaños entre los géneros de
Abelisauridae y la especie humana.
Las extremidades posteriores eran más típicas
respecto de los ceratosáuridos; los huesos astrágalo y calcáneo
estaban fusionados entre ellos y con la tibia, formando
el tibiotarso. La tibia era más corta que el fémur, dando
a las patas proporciones robustas. Tenían tres dedos funcionales
en las patas (el segundo, tercero y cuarto) mientras que
el primero, o hallux, no tenía contacto con el suelo.
El nombre Abelisauridae fue acuñado por los
paleontólogos José Bonaparte y Fernando Novas en 1985 cuando
describieron al espécimen Abelisaurus. El nombre fue dado
por el descubridor del Abelisaurus, Roberto Abel. Abelisauridae
es una familia clasificada, según la nomenclatura de Linneo,
dentro del infraorden Ceratosauria y la superfamilia Abelisauroidea,que
también contiene a la familia Noasauridae. Ha habido varias
definiciones de la taxonomía filogenética. Originalmente
fue definida como un taxón basado en nodos incluyendo Abelisaurus,
Carnotaurus, sus ancestros comunes y todos los descendientes
de ellos. Posteriormente la clasificación se redefinió en
un taxón basado en tallos, incluyendo a todos los animales
emparentados con mayor proximidad al Abelisaurus (o Carnotaurus,
la especie más completa) que con el Noasaurus. La definición
basada en nodos no incluía animales como Rugops o Ilokelesia,
los cuales se cree, son más basales que el Abelisaurus y
podrían ser incluidos en una definición de ramas. Dentro
de Abelisauridae está el subgrupo Carnotaurinae, y entre
los carnotaurinos, Aucasaurus y Carnotaurus están unidos
en la tribu Carnotaurini.
Los esqueletos completos de la familia han
sido descritos solo para los abelisáuridos más avanzados
(como el Carnotaurus y el Aucasaurus), haciendo difícil
establecer características del esqueleto que serían definitorias
de toda la familia. Sin embargo, de la mayoría de las especies
se conocen al menos algunos fragmentos del cráneo, por lo
que se conocen características comunes de este. La mayoría
de las características del cráneo de los abelisáuridos se
comparten con los Carcharodontosauridae. Estas características
comunes, junto al hecho de que los abelisáuridos parecen
haber reemplazado a los carcarodontosáuridos en Sudamérica,
han llevado a sugerir que ambos grupos están relacionados.
No obstante, ningún análisis cladístico ha encontrado alguna
relación y, fuera del cráneo, abelisáuridos y carcarodontosáuridos
son muy diferentes, más próximos a los ceratosaurios y alosauroides,
respectivamente.

Representación del Rugops, un abelisáurido
basal.
Los abelisáuridos son considerados comúnmente
como un grupo del Cretácico, pero son también conocidos
del Jurásico Medio de Argentina (clasificado como la especie
Eoabelisaurus mefi) y posiblemente de Madagascar (restos
fragmentarios de una especie sin determinar); Los restos
de especies de esta familia han sido encontrados únicamente
en los continentes meridionales que alguna vez formaron
el supercontinente de Gondwana. Cuando fueron descritos
por vez primera en 1985, solo el Carnotaurus y el Abelisaurus
eran conocidos, ambos pertenecientes al Cretáceo tardío
en Sudamérica. Posteriormente fueron localizados restos
del Cretáceo tardío en la India (el Indosuchus y el Rajasaurus)
y en Madagascar (Majungasaurus), los cuales estaban vinculados
a la mayor parte del Cretácico. Se llegó a pensar que la
ausencia de fósiles de abelisáuridos en África continental
indicaba que el grupo había evolucionado después de la separación
de África de Gondwana, hace cerca de 100 millones de años.
Sin embargo, el descubrimiento del Rugops y otros restos
abelisáuridos del Cretácico medio en el norte del continente
desecharon esta hipótesis. Abelisáuridos de ese periodo
ahora también son conocidos en América del Sur, lo que muestra
que el grupo existió antes de la separación de Gondwana.
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Bajo las aguas cristalinas de la isla Mauricio
duermen desde hace millones de años los restos de un continente
perdido, que nada tiene que ver con los ensueños de la Atlántida.
Un grupo de científicos cofirmaron en 2017 el hallazgo bajo
el océano Índico de rastros de la desintegración del supercontinente
Gondwana, hace 200 millones de años, para dibujar la actual
faz de la Tierra. El descubrimiento se produjo a partir de
que sobre la superficie de Mauricio, una isla volcánica joven
-de apenas nueve millones de años de edad-, había rocas (zircono)
que databan de hace 3.000 millones de años. Y eso no era normal.
Los restos hallados bajo el océano Índico (y
sobre Mauricio) son un pedazo de corteza que fue posteriormente
cubierto por lava joven durante las erupciones volcánicas
en la isla. Los investigadores estaban convencidos de que
se trata de una pequeña pieza del continente antiguo, que
se rompió desde la isla de Madagascar, cuando África, la India,
Australia y la Antártida se separaron y formaron el océano
Índico, según una investigación. El geólogo Lewis Ashwal,
de la Universidad de Wits, autor principal de la investigación,
y sus colegas Michael Wiedenbeck, del Centro Alemán de Investigación
para las Geociencias (GFZ), y Trond Torsvik de la Universidad
de Oslo, descubrieron que un mineral, el zircono, se encuentra
en rocas arrojadas por lava durante las erupciones volcánicas.
Los restos de este mineral eran demasiado antiguos para pertenecer
a la isla de Mauricio. "La Tierra está formada por dos partes:
los continentes, que son viejos y los océanos, que son jóvenes".
En los continentes se encuentran rocas de más de 4.000 millones
de años, pero no hay nada parecido en los océanos, Es donde
se forman nuevas rocas ", explicó Ashwal. "Mauricio
es una isla, y no hay roca de más de nueve millones de años
en la isla, sin embargo, al estudiar las rocas de la isla,
hemos encontrado zircones que son tan viejos como 3.000 millones
de años". Los zircones son minerales que se producen principalmente
en granitos de los continentes. Contienen trazas de uranio,
torio y plomo, y debido al hecho de que sobreviven muy bien
al proceso geológico, contienen un rico registro de procesos
geológicos y pueden fecharse con gran precisión.
Mauricio —oficialmente en español la República de Mauricio
(en inglés: Republic of Mauritius; en francés: République
de Maurice; en criollo mauriciano: Repiblik Moris)—
es un país soberano insular ubicado en el suroeste del
océano Índico, a unos 900 kilómetros de Toamasina, ciudad
en la costa oriental más cercana de Madagascar y, aproximadamente
a 3800 kilómetros en dirección suroeste del cabo Comorin
en el extremo sur de la India. Su capital y localidad
más poblada es Port Louis. Además de la isla de Mauricio,
la república incluye las islas de San Brandón o Cargados
Carajos, Rodrigues y las islas Agalega. Mauricio forma
parte de las islas Mascareñas, junto a la isla francesa
de la Reunión, a unos 170 kilómetros al suroeste.

Plantaciones de caña de azúcar en Mauricio.
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"El hecho de que hayamos encontrado zircones
de esta edad demuestra que en Mauricio existen materiales
de la corteza terrestre mucho más antiguos, que solo pudieron
originarse en un continente", dijo Ashwal. Esta no es la primera
vez que zircones de miles de millones de años se han encontrado
en la isla. Un estudio hecho en 2013 ha encontrado rastros
del mineral en la arena de la playa. Sin embargo, este estudio
recibió algunas críticas, incluyendo que el mineral podría
haber sido soplado por el viento, o llevado en los neumáticos
del vehículo o los zapatos de los científicos. "El hecho de
que encontramos los zircones antiguos en la roca (traquita
de 6 millones de años), corrobora el estudio anterior y refuta
cualquier sugerencia de zircones aerotransportados o transportados
por las olas para explicar los resultados anteriores", agregó
Ashwal. Este sugiere que hay muchas piezas de varios tamaños
del "continente desconocido", colectivamente llamado Mauritia,
extendido bajo el océano Índico, restos de la desintegración
de Gondwana.
"De acuerdo con los nuevos resultados, esta
ruptura no implicó una simple división del antiguo supercontinente
de Gondwana, sino más bien una fragmentación compleja que
tuvo lugar con fragmentos de corteza continental de tamaños
variables dejados a la deriva dentro de la cuenca del océano
Índico en evolución". Gondwana era un súper continente que
existía hace más de 200 millones de años y que contenía rocas
de 3.600 millones de años, antes de dividirse en lo que hoy
son los continentes de África, América del Sur, Antártida,
India y Australia. La división se produjo debido al proceso
geológico de la tectónica de placas. Este es el proceso donde
la cuenca del océano está en movimiento continuo, y se mueve
entre 2 cm y 11 cm por año. Los continentes montan sobre las
placas que componen el fondo oceánico, lo que provoca el movimiento
de los continentes.
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