Durante el invierno del hemisferio sur, un punto
azul de luz en la constelación Telescopium resplandece en
el firmamento. Este puntito brillante, que parece una estrella,
es en realidad dos estrellas que orbitan cerca, acompañadas
del agujero negro más próximo a la Tierra. El agujero negro,
descubierto recientemente, se encuentra en el sistema estelar
HR 6819, a casi 1011 años luz de nuestro sistema solar. El
objeto invisible, revelado en la revista Astronomy & Astrophysics,
se encuentra en órbita con dos estrellas visibles. Se estima
que tiene en torno al cuádruple de la masa del sol y que se
encuentra casi 2500 años luz más cerca que el siguiente agujero
negro. «Parece que ha estado oculto a plena vista. Es un sistema
estelar tan brillante que lo han estudiado desde los años
80, pero parece que ha dado algunas sorpresas», afirma el
astrónomo Kareem El-Badry, estudiante de doctorado de la Universidad
de California, Berkeley, que se especializa en sistemas binarios,
pero que no participó en el estudio.
A escala humana, mil años luz es una distancia
inmensa. Si se escalara un modelo de la Vía Láctea de forma
que la Tierra y el Sol estuvieran separados por la anchura
de un pelo, HR 6819 se encontraría a unos seis kilómetros.
Pero en la gran estructura de la galaxia, cuyo diámetro mide
más de 100 000 años luz, HR 6819 está bastante cerca y sugiere
que la Vía Láctea está plagada de agujeros negros. «Si encuentras
uno muy cerca de ti y asumes que no eres especial, entonces
deben de estar por todas partes», afirma Thomas Rivinius,
autor principal del estudio y astrónomo del Observatorio Europeo
Austral en Chile (ESO, por sus siglas en inglés).

HR 6819 puede verse en el centro de esta imagen
del cielo de campo amplio creada con imágenes que forman parte
de la Digitized Sky Survey 2. Las dos estrellas están tan
cerca que parecen una y el sistema triple también incluye
el agujero negro más próximo a la Tierra descubierto hasta
la fecha.
Durante años, se ha estimado que la Vía Láctea
alberga cientos de millones de agujeros negros, objetos extremadamente
densos cuyos campos gravitatorios son tan intensos que ni
siquiera puede escapar la luz. Pero encontrar estos objetos
oscuros ha sido muy difícil. Se han detectado decenas de agujeros
negros en la galaxia «alimentándose» de nubes de gas cercanas,
un proceso que emite rayos X cuando el material se arremolina
alrededor de los bordes del agujero negro. En cambio, la mayoría
de los agujeros negros de nuestra galaxia son invisibles,
así que el único modo de encontrarlos es observar sus efectos
gravitacionales sobre los objetos que los rodean. Los astrónomos
que estudian HR 6819 no estaban buscando agujeros negros.
Solo querían estudiar un par de estrellas extrañas que se
orbitan entre sí. La estrella exterior, conocida como estrella
Be, tiene mucha más masa que el Sol y es más cálida y azul.
En el ecuador, la superficie de la estrella gira a más de
480 kilómetros por segundo, o más de 200 veces la velocidad
del ecuador del Sol. «Rotan con tanta rapidez que el material
prácticamente vuela solo», afirma Rivinius.
En 2004, una campaña de observación de HR 6819
de cuatro meses con el telescopio MPG/ESO de 2,2 metros en
el Observatorio de La Silla, en Chile, reveló indicios de
que el sistema no era un par binario normal. La estrella interior
«normal» parecía orbitar otro objeto una vez cada 40,3 días,
mientras que la estrella Be más grande orbitaba a mucha más
distancia, tanto alrededor de la estrella interior como el
tercer objeto misterioso. Cinco años después, Stan Štefl del
Observatorio Europeo Austral dirigió una iniciativa para revisar
las observaciones, que contenían pistas de que había un agujero
negro acechando en HR 6819. Sin embargo, Štefl falleció en
un accidente de coche en 2014, lo que paralizó el trabajo.
En noviembre de 2019, Rivinius, experto en estrellas Be y
colega de Štefl durante años, consideró que había nuevos motivos
para reexaminar HR 6819.

Un grupo independiente había publicado un estudio
que detallaba un sistema estelar llamado LB-1 con un agujero
negro unas 70 veces más masivo que nuestro Sol. El trabajo
dejó a muchos boquiabiertos. Por lo que saben los físicos
sobre la formación de los agujeros negros de masa estelar
(los que se crean tras la supernova de una estrella inmensa),
la formación de agujeros negros de esa masa no debería ser
posible. Cuando muere una estrella lo bastante grande como
para producir agujeros negros de ese tamaño, explota de tal
modo que los restos resultantes pueden volver a colapsar sobre
sí mismos. Sin embargo, el equipo de Rivinius se percató de
que los datos de LB-1 se parecían mucho a lo que habían observado
años antes con HR 6819. Decidieron caracterizar el tercer
objeto misterioso del sistema y, según los cálculos de la
órbita y el brillo de la estrella interior, determinaron que
el objeto invisible era al menos 4,2 veces más masivo que
nuestro Sol, algo similar a otros agujeros negros conocidos
de la Vía Láctea.
El observatorio ALMA quedó consternado y profundamente
triste por la inesperada pérdida de uno de sus miembros,
el Dr. Stanislav Stefl, astrónomo de operaciones, quien
falleció en un accidente automovilístico en Santiago,
Chile, el 11 de junio de 2014. Stan era muy querido
y respetado por sus colegas, y era un renombrado astrónomo
en su área de estudio. Stan llegó a Chile en 2004 para
trabajar en el Departamento de Operaciones Científicas
del Observatorio La Silla Paranal. En noviembre de 2012
fue reasignado por el Observatorio Europeo Austral (ESO)
a las operaciones científicas del Atacama Large Millimeter/submillimeter
Array (ALMA) para trabajar como astrónomo en el Sitio
de Apoyo a las Operaciones (OSF, por su sigla en inglés),
así como en las oficinas de ALMA en Santiago donde se
dedicó a la investigación, procesamiento y control de
calidad de datos.
Rápidamente adquirió la experiencia necesaria para
planificar y asegurar la calidad de las observaciones,
al mismo tiempo que trabajó en la integración de las
antenas al conjunto de ALMA. Tras este sólido entrenamiento
y adquisición de conocimientos, Stan estaba listo para
retornar a su país natal, la República Checa, para dirigir
el Centro Regional de ALMA en Ondrejov.
Stan será recordado por sus colegas y amigos de ALMA
por su dedicación, compromiso y profesionalismo, así
como por su constante y positivo acercamiento a su trabajo.
Pero Stan era mucho más que un astrónomo y un amigo,
era un valiente y apasionado montañista, cuyo amor por
las montañas fue vivido a plenitud durante su permanencia
en Chile. Quienes trabajan en el observatorio ALMA expresaron
sinceras condolencias a su familia y sus amigos.
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Si el objeto tiene unas cuatro masas solares,
no puede ser una estrella normal, ya que si fuera tan grande
sería «muy fácil detectarla», explica el coautor del estudio
Dietrich Baade, científico emérito del ESO. También es demasiado
masivo para ser una estrella de neutrones, los núcleos estelares
densos que quedan tras las explosiones de supernovas. Solo
un tipo de objeto podría explicar el resultado: un agujero
negro. Sin embargo, El-Badry señala que todos los estudios
de sistemas como HR 6819, con varios objetos cercanos, se
enfrentan a un par de fuentes de error potenciales. La estrella
Be exterior y la estrella interior de HR 6819 están demasiado
cerca para distinguirse con un telescopio óptico. Solo pueden
identificar las dos estrellas según los diferentes espectros
de luz que emiten.
En algunos casos, las estrellas más antiguas
«despojadas» del hidrógeno exterior pueden imitar la apariencia
de estrellas más jóvenes y masivas. Si la estrella interior
de HR 6819 es una imitación, los investigadores tendrían que
recalcular la supuesta masa del agujero negro. En trabajos
posteriores, los investigadores dirigidos por el coautor Petr
Hadrava quieren «desenmarañar» la luz que emite HR 6819 y
revelar el espectro exacto de las dos estrellas, lo que debería
precisar sus identidades.
El-Badry añade que el telescopio espacial Gaia
de la Agencia Espacial Europea, que está creando un mapa de
la Vía Láctea con una precisión sin precedentes, podría proporcionar
más detalles sobre las órbitas de HR 6819. Y como el sistema
es tan próximo, los astrónomos podrían identificar las dos
estrellas individuales empleando una técnica denominada interferometría,
que vincula varios telescopios, algo similar a la red de telescopios
que consiguió la primera imagen de la silueta de un agujero
negro supermasivo. «Normalmente, cuando hay un agujero negro
con una estrella alrededor, lo que vemos es la estrella circulando
alrededor del agujero negro», afirma Marianne Heida, coautora
del estudio e investigadora posdoctoral del ESO. «Este está
tan cerca que deberíamos ser capaces de observar el movimiento
y eso quiere decir que entenderíamos mejor la masa del agujero
negro, si todo va bien».
Mientras los investigadores planean sus próximos
movimientos, también están conmemorando a Štefl, el impulsor
responsable del hallazgo del agujero negro. «Stan era muy
precavido», afirma Rivinius con una sonrisa. «Si me viera
ahora, probablemente me diría: “¿Estás seguro?”».

Esta ilustración muestra las órbitas de los
objetos en el sistema estelar triple HR 6819. El sistema consta
de una estrella interior (órbita en azul) y un agujero negro
(órbita en rojo), así como una tercera estrella en una órbita
más amplia (también en azul).
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Un agujero negro es una región finita del espacio en cuyo
interior existe una concentración de masa lo suficientemente
elevada como para generar un campo gravitatorio tal que ninguna
partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ella.
Sin embargo, los agujeros negros pueden ser capaces de emitir
un tipo de radiación, la radiación de Hawking, conjeturada
por Stephen Hawking en la década de 1970. La radiación emitida
por agujeros negros como Cygnus X-1 no procede del propio
agujero negro sino de su disco de acreción. La gravedad de
un agujero negro, o «curvatura del espacio-tiempo», provoca
una singularidad envuelta por una superficie cerrada, llamada
horizonte de sucesos.
Esto es previsto por las ecuaciones del campo de Einstein.
El horizonte de sucesos separa la región del agujero negro
del resto del universo, y a partir de él ninguna partícula
puede salir, incluidos los fotones. Dicha curvatura es estudiada
por la relatividad general, la que predijo la existencia de
los agujeros negros y fue su primer indicio. En la década
de 1970, Stephen Hawking, Ellis y Penrose demostraron varios
teoremas importantes sobre la ocurrencia y geometría de los
agujeros negros. Previamente, en 1963, Roy Kerr había demostrado
que en un espacio-tiempo de cuatro dimensiones todos los agujeros
negros debían tener una geometría cuasiesférica determinada
por tres parámetros: su masa M, su carga eléctrica total e
y su momento angular L. Se conjetura que en el centro de la
mayoría de las galaxias, entre ellas la Vía Láctea, hay agujeros
negros supermasivos.
La copia impresa más antigua de la icónica fotografía
de Albert Einstein sacando la lengua, publicada en 1951,
a sido subastada recientemente por la galería de la
ciudad de Viena Westlicht, que esperaba recaudar entre
15.000 y 18.000 euros por ella. La foto, realizada por
el reportero Arthur Sasse, de 15,8 por 14,5 centímetros,
lleva en su reverso una pegatina de su publicación en
la prensa, con International News Photos como crédito
y fechada el 16 de marzo de 1951, según informó
Westlicht en un comunicado.
Según la galería, este reverso "prueba que la impresión
se hizo sólo dos días después de que se tomara la fotografía.
Por lo tanto, es la primera impresión en prensa de la
fotografía más conocida del siglo XX".
El recorte del periódico (en el reverso) con la imagen
del genio que formuló la teoría de la relatividad lleva
el título Einstein's Fun (La broma de Einstein), y una
breve explicación de cómo fue tomada la foto."Albert
Einstein, famoso científico, dio esta respuesta cuando
un fotógrafo le pidió su foto en la celebración de su
setenta y dos cumpleaños en Princeton. Inmediatamente
le siguió una risa, pero el camarógrafo alerta capturó
la pose inicial", reza el pie de foto. La célebre instantánea
es obra del reportero Arthur Sasse, el único de un grupo
de fotógrafos que logró capturar la imagen de Einstein
cuando éste, al abandonar la celebración de su 72 cumpleaños
en el Club Princeton de Nueva York, respondió al requerimiento
de los periodistas gráficos sacándoles la lengua desde
el asiento trasero de un auto.

"El resultado fue una de las fotografías más icónicas
del mundo y uno de los temas más reproducidos e imitados",
destaca Westlicht. "El propio Einstein quedó tan entusiasmado
con esta foto, que rápidamente le dio la imagen del
'profesor loco', que ordenó nueve copias para enviarlas
a sus amigos como tarjetas de felicitación", añade la
nota.
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El 11 de febrero de 2016, las colaboraciones LIGO, Interferómetro
Virgo y GEO600 anunciaron la primera detección de ondas gravitacionales,
producidas por la fusión de dos agujeros negros a unos 410
millones de pársecs, megapársecs o Mpc, es decir, a unos 1337
millones de años luz, mega-años luz o Mal de la Tierra. Las
observaciones demostraron la existencia de un sistema binario
de agujeros negros de masa estelar y la primera observación
de una fusión de dos agujeros negros de un sistema binario.
Anteriormente, la existencia de agujeros negros estaba apoyada
en observaciones astronómicas de forma indirecta, a través
de la emisión de rayos X por estrellas binarias y galaxias
activas.
La gravedad de un agujero negro puede atraer el gas que se
encuentra a su alrededor, que se arremolina y calienta a temperaturas
de hasta 12 000 000 °C, esto es, 2000 veces mayor temperatura
que la de la superficie del Sol. El 10 de abril de 2019, el
consorcio internacional Telescopio del Horizonte de Sucesos
presentó la primera imagen jamás capturada de un agujero negro
supermasivo ubicado en el centro de la galaxia M87.

Primera imagen real en la historia de un agujero
negro supermasivo ubicado en el centro de la galaxia M87,
presentado el 10 de abril de 2019 por el consorcio internacional
Telescopio del horizonte de sucesos.
Los agujeros negros se forman en un proceso
de colapso gravitatorio que fue ampliamente estudiado a mediados
de siglo XX por diversos científicos, particularmente Robert
Oppenheimer, Roger Penrose y Stephen Hawking, entre otros.
Hawking, en su libro divulgativo Historia del tiempo: del
Big Bang a los agujeros negros (1988), repasa algunos de los
hechos bien establecidos sobre la formación de agujeros negros.
Este proceso comienza después de la "muerte" de una gigante
roja (estrella de 10 a 25 o más veces la masa del Sol), entendiéndose
por "muerte" la extinción total de su energía. Tras varios
miles de millones de años de vida, la fuerza gravitatoria
de dicha estrella comienza a ejercer fuerza sobre sí misma
originando una masa concentrada en un pequeño volumen, convirtiéndose
en una enana blanca.
En este punto, dicho proceso puede proseguir
hasta el colapso de dicho astro por la autoatracción gravitatoria
que termina por convertir a esta enana blanca en un agujero
negro. Este proceso acaba por reunir una fuerza de atracción
tan fuerte que atrapa hasta la luz en este. En palabras más
simples, un agujero negro es el resultado final de la acción
de la gravedad extrema llevada hasta el límite posible. La
misma gravedad que mantiene a la estrella estable, la empieza
a comprimir hasta el punto que los átomos comienzan a aplastarse.
Los electrones en órbita se acercan cada vez más al núcleo
atómico y acaban fusionándose con los protones, formando más
neutrones mediante el proceso.
Este proceso comportaría la emisión de un número
elevado de neutrinos. El resultado final es una estrella de
neutrones. En este punto, dependiendo de la masa de la estrella,
el plasma de neutrones dispara una reacción en cadena irreversible,
la gravedad aumenta enormemente al disminuirse la distancia
que había originalmente entre los átomos. Las partículas de
neutrones implosionan, aplastándose más, logrando como resultado
un agujero negro, que es una región del espacio-tiempo limitada
por el llamado horizonte de sucesos. Los detalles de qué sucede
con la materia que cae más allá de este horizonte dentro de
un agujero negro no se conocen porque para escalas pequeñas
sólo una teoría cuántica de la gravedad podría explicarlos
adecuadamente, pero no existe una formulación completamente
consistente con dicha teoría.
El concepto de un cuerpo tan denso que ni siquiera
la luz puede escapar de él fue descrito en un artículo enviado
en 1783 a la Royal Society por el geólogo y clérigo inglés
John Michell. Por aquel entonces la teoría de Newton de la
gravitación y el concepto de velocidad de escape eran muy
conocidas. Michell calculó que un cuerpo con un radio 500
veces el del Sol y la misma densidad, tendría, en su superficie,
una velocidad de escape igual a la de la luz y sería invisible.
En 1796, el matemático francés Pierre-Simon Laplace explicó
en las dos primeras ediciones de su libro Exposition du Systeme
du Monde la misma idea, aunque, al ganar terreno la idea de
que la luz era una onda sin masa, en el siglo XIX fue descartada
en ediciones posteriores. En 1915, Einstein desarrolló la
relatividad general y demostró que la luz era influida por
la interacción gravitatoria. Unos meses después, Karl Schwarzschild
encontró una solución a las ecuaciones de Einstein, donde
un cuerpo pesado absorbería la luz. Se sabe ahora que el radio
de Schwarzschild es el radio del horizonte de sucesos de un
agujero negro que no gira, pero esto no era bien entendido
en aquel entonces. El propio Schwarzschild pensó que no era
más que una solución matemática, no física. En 1930, Subrahmanyan
Chandrasekhar demostró que un cuerpo con una masa crítica
(ahora conocida como límite de Chandrasekhar) y que no emitiese
radiación, colapsaría por su propia gravedad porque no habría
nada que se conociera que pudiera frenarla (para dicha masa
la fuerza de atracción gravitatoria sería mayor que la proporcionada
por el principio de exclusión de Pauli).

Después de la Segunda Guerra Mundial se tenía
más interés en lo que sucedía a escala atómica
Sin embargo, Eddington se opuso a la idea de
que la estrella alcanzara un tamaño nulo, lo que implicaría
una singularidad desnuda de materia, y que debería haber algo
que inevitablemente pusiera freno al colapso, línea adoptada
por la mayoría de los científicos. En 1939, Robert Oppenheimer
predijo que una estrella masiva podría sufrir un colapso gravitatorio
y, por tanto, los agujeros negros podrían ser formados en
la naturaleza. Esta teoría no fue objeto de mucha atención
hasta los años 60, porque, después de la Segunda Guerra Mundial
se tenía más interés en lo que sucedía a escala atómica. En
1967, Stephen Hawking y Roger Penrose probaron que los agujeros
negros son soluciones a las ecuaciones de Einstein y que en
determinados casos no se podría impedir que se crease un agujero
negro a partir de un colapso.
La idea de agujero negro tomó fuerza con los
avances científicos y experimentales que llevaron al descubrimiento
de los púlsares. Poco después, en 1969, John Wheeler acuñó
el término "agujero negro" durante una reunión de cosmólogos
en Nueva York, para designar lo que anteriormente se llamó
"estrella en colapso gravitatorio completo". El 10 de abril
de 2019, el consorcio internacional Telescopio del Horizonte
de Sucesos presentó la primera imagen jamás capturada de un
agujero negro supermasivo ubicado en el centro de la galaxia
M87. Se esperaba a su vez el anuncio de otra imagen real de
un agujero negro en Sagitario A*; sin embargo, aclararon que
no se había obtenido porque la fuente era muy variable durante
los periodos de observación, resolviéndose en un futuro.
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