«Espero poder inspirar a otras jóvenes en este
campo. Es un ámbito muy placentero si te apasiona la ciencia:
aquí hay mucho que hacer», afirma Andrea Ghez momentos después
de recibir la llamada que le comunicaba que había ganado el
Premio Nobel de Física 2020 por su hallazgo junto con Reinhard
Genzel del agujero supermasivo del centro de nuestra galaxia.
Una situación «peculiar», ya que en 220 ediciones, tan solo
cuatro mujeres han recibido esta distinción en Física.
Una historia que no ha sido muy cómplice con
el género femenino, si bien no ha habido que esperar demasiado
para volver a escuchar un nombre de mujer entre los premiados
por la Academia: el último lo consiguió Donna Strickland en
2018, gracias a su método para generar los pulsos de láser
más cortos e intensos creados por la humanidad (y que se utilizan
en operaciones de oftalmología, entre otras aplicaciones).
Sin embargo hay que remontarse bastante más para encontrar
a la segunda galardonada con el Nobel de Física: en 1963 lo
recibía Maria Goeppert-Mayer por proponer el modelo de capas
nuclear. Y, antes que ellas dos, el capítulo donde una física
era reconocida con este premio solo se había producido una
vez más: allá por 1903, cuando Marie Curie fue premiada por
sus hallazgos sobre la radiación. En números totales, Ghez
es la mujer número 53 en conseguir un Nobel y la 18 en ser
premiada en la categoría de ciencias.
Andrea Mia Ghez nació en Nueva York, el 16 de
junio de 1965. Se licenció en Físicas en el Instituto Tecnológico
de Massachusetts (MIT) en 1987 e hizo su doctorado en el Instituto
de Tecnología de California (Caltech) en 1992. Durante casi
treinta años, Ghez ha liderado un equipo de astrónomos que
han cartografiado con precisión el centro de nuestra Vía Láctea,
con equipos cada vez más refinados, intentando escudriñar
esa «maraña» de polvo estelar que fue indescifrable durante
mucho tiempo. De forma paralela, su compañero Reinhard Genzel
-del Instituto Max Planck de Física Extraterrestre en Garching
(Alemania) y la Universidad de California, Berkeley (EE.UU)-
hacía lo mismo. Y ambos equipos llegaban a la misma conclusión:
existe un objeto invisible y extremadamente pesado en el centro
de la Vía Láctea que hace girar a las estrellas de forma vertiginosa.
La mejor evidencia que tenemos de que un agujero negro supermasivo
domina nuestro centro estelar.

«¿Qué es lo que sentiste la primera vez que
viste aquello?», le preguntaba un periodista nada más empezar
la rueda de prensa tras conocer los nombres de los galardones
del Nobel en Física 2020. «Duda», respondía Ghez por teléfono
mientras se podía adivinar una sonrisa al otro lado del cable.
«No sabemos qué hay dentro de un agujero negro y eso es lo
que los hace tan fascinantes», continuaba la física, que aunque
sigue muy activa en el campo de la investigación (a principios
de este año su equipo hallaba unos nuevos extraños objetos
desconocidos en la misma zona), dice sentirse más comoda en
su faceta de docente en la Universidad de California (UCLA).
«Es muy importante convencer a la generación
más joven de que su capacidad de cuestionar y pensar es crucial
para el futuro del mundo». Es decir, que «duden» siempre,
incluso aunque estén ante un hallazgo tan importante que en
el futuro pueda suponer un Premio Nobel.
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Andrea Mia Ghez (Nueva York, 16 de junio de
1965) es una astrónoma estadounidense, profesora en el Departamento
de Física y Astronomía de la Universidad de California en
Los Ángeles (UCLA). Obtuvo la licenciatura en física del Instituto
Tecnológico de Massachusetts (MIT) en 1987 y el doctorado
en el Instituto Tecnológico de California (Caltech) en 1992.
Detectó las condiciones notablemente tormentosas en un plasma
caliente que fue arrastrado hacia el agujero negro que reside
en el centro de la Vía Láctea, a 26.000 años luz de distancia.
Esta detección del plasma caliente es la primera en una longitud
de onda infrarroja, donde se emite la mayor parte de la energía
del plasma perturbado, y se realizó usando el Telescopio Keck
II. Fue elegida miembro de la Academia Nacional de Ciencias
y de la Academia Estadounidense de Artes y Ciencias. Recibió
varios premios y distinciones, incluidos el Gold Shield Alumnae
de la UCLA, el Amelia Earhart Award, el Maria Goeppert-Mayer
Award, el Premio Annie J. Cannon, el Premio Packard, el Premio
Newton Lacy Pierce, el Premio Sackler, el Escudo de Oro a
la Excelencia Académica, el Premio Crafoord y la Medalla de
la Lectura Bakeriana.

El observatorio W. M. Keck dispone de los telescopios
Keck I y Keck II que están en el tercer puesto entre los telescopios
ópticos más grandes del mundo después del Gran Telescopio
Sudafricano y del Gran Telescopio Canarias.

En el 2004, la revista Discover la incluyó
en la lista de los veinte científicos de los Estados Unidos
que han demostrado un alto grado de comprensión en sus respectivos
campos. En octubre del 2020, recibió el Premio Nobel de Física,
«por el descubrimiento de un objeto compacto supermasivo en
el centro de la galaxia», reconocimiento que compartió con
Reinhard Genzel y Roger Penrose. Sus investigaciones han abierto
nuevos caminos en el estudio de objetos compactos y supermasivos.
Es la cuarta mujer que gana el Premio Nobel de Física, en
más de 200 galardones.
Nacida en Nueva York, pero criada en Chicago,
Ghez primero quiso ser bailarina. Los alunizajes la inspiraron
en ser la primera mujer astronauta y su madre la apoyó. Su
único modelo de rol femenino fue su profesora de química en
la escuela. Comenzó el colegio con especialización en matemáticas,
pero cambió a física. En el 2004, Ghez fue elegida por la
Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos. Ha colaborado
en una lista notable de medios de comunicación y en documentales
producidos por The Learning Channel, BBC y The History Channel.
En el 2006 tuvo una aparición en la serie de divulgación científica
estadounidense Nova.
En octubre del 2020, se anunció que ella y Reinhard
Genzel obtuvieron el Premio Nobel de Física "por el
descubrimiento de un objeto supermasivo en el centro
de nuestra galaxia". Asimismo lo recibió Roger Penrose
"por el descubrimiento de que la formación de agujeros
negros es una predicción robusta de la teoría general
de la relatividad". Con ello Andrea Ghez se convirtió
en la cuarta mujer que obtiene este galardón.
Un agujero negro supermasivo es un agujero negro con
una masa del orden de millones o decenas de miles de
millones de masas solares. Estudios científicos sugieren
fuertemente que la Vía Láctea tiene un agujero negro
supermasivo en el centro galáctico, llamado Sagitario
A*. Se cree que muchas, si no todas las galaxias, albergan
un agujero negro supermasivo en su centro. De hecho,
una de las teorías más extendidas en los últimos tiempos
es la de suponer que todas las galaxias elípticas y
espirales poseen en su centro un agujero negro supermasivo,
el cual generaría la gravedad suficiente para mantenerla
unida.

Primera imagen real de la historia de un agujero negro
supermasivo ubicado en el centro de la galaxia M87 presentado
el 10 de abril de 2019 por el consorcio internacional
Telescopio del Horizonte de Sucesos.
Reinhard Genzel estudia astronomía infrarroja y submilimétrica.
Él y su grupo están activos en el desarrollo de instrumentos
terrestres y espaciales para la astronomía usándolos
para rastrear los movimientos de las estrellas en el
centro de la Vía Láctea, alrededor de Sagitario A*,
y mostrar que estaban orbitando un objeto muy masivo,
ahora conocido por ser un agujero negro. Genzel también
participa activamente en estudios de formación y evolución
de galaxias. En julio de 2018, Reinhard Genzel y su
equipo informaron que una estrella S2 en órbita alrededor
de Sgr A* se había registrado a 7.650 km/s o 2,55% de
la velocidad de la luz que conducía a la aproximación
al pericentro en mayo de 2018 a aproximadamente 120
UA ˜ 1.400 radios de Schwarzschild de Sgr A*. Esto les
permitió probar el corrimiento al rojo predicho por
la relatividad general a velocidades relativistas, encontrando
una confirmación adicional de la teoría.

Roger Penrose, OM, FRS, es un físico matemático
británico y profesor emérito de Matemáticas de la Universidad
de Oxford. Es reconocido por su trabajo en física matemática,
en particular por sus contribuciones a la teoría de
la relatividad general y a la cosmología. Pero el hito
histórico de Ghez a robado toda la atención
mediática.
"La física podría ayudarnos a entender
la conciencia".
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Es aficionada a la natación, misma que realiza
en el Club de Natación Masters, actividad que practica para
tomar un descanso de la ciencia.
Usando la alta resolución en el infrarrojo del
telescopio Keck, Ghez y sus colegas han sido capaces de observar
el centro oscuro de nuestra galaxia, descubriendo que hay
muchas estrellas orbitando elípticamente el agujero negro
central. Desde 1995, el objeto SO-2 ha hecho casi una órbita
elíptica completa, aunque serán necesarias varias décadas
más para completar las órbitas de alguna de estas estrellas.
En octubre de 2012 una segunda estrella en órbita alrededor
del centro galáctico, SO-102, fue identificada por su equipo
de la UCLA. La investigación actual de Ghez implica el uso
de técnicas de alta resolución espacial en imágenes, como
la óptica adaptativa y los Telescopios Keck, para estudiar
las regiones de la formación estelar y el agujero negro supermasivo
en el centro de la Vía Láctea conocido como Sagitario A*.
Usa la cinemática de las estrellas cerca del centro de la
galaxia como una prueba para investigar esta región. La alta
resolución de los telescopios Keck le dan una mejora significativa
en el primer gran estudio de las galaxias centrales cinemáticas
por el grupo Reinhard Genzel.
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Marie Curie (1903), Maria Goeppert-Mayer (1963) y Donna
Strickland (2018) marcaron el camino y ahora la física
estadounidense Andrea Mia Ghez ha recibido el premio
Nobel de física por el hallazgo de un objeto gigantesco
en el centro de la Vía Láctea, un agujero negro capaz
de generar el movimiento de las estrellas. Se trata
de la última mujer galardonada con esta condecoración,
continuando la estela de las escasas mujeres que lo
habían logrado previamente.
Andrea Mia Ghez se ha convertido en la cuarta mujer
en la historia en ser galardonada con el premio Nobel
de Física. Y es que, junto a su compañero Reinhard Genzel
ha conseguido hallar un objeto compacto de naturaleza
masiva en el mismo centro de nuestra galaxia, un descubrimiento
espectacular premiado por la Academia con la máxima
distinción en lo que a la Física se refiere. Desde muy
niña, esta neoyorkina quedó fascinada por las aproximaciones
humanas al espacio y soñaba, como tantas otras, con
ser astronauta y poder viajar hacia lo desconocido.
No lo consiguió, pero como contrapartida se ha convertido
en una de las astrofísicas más reputadas del globo.
El camino no ha sido corto. Cursó sus estudios en el
célebre Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT)
y se doctoró cinco años más tarde.
Desde entonces, ha dedicado casi treinta años de su
vida profesional, además de impartir clases en la Universidad
de California, a cartografiar de la forma más precisa
posible nuestra galaxia. Tras décadas de trabajo, la
convergencia de su equipo con el de Genzel ha resultado
fundamental para corroborar la presencia de un ente
gigantesco en el centro de la Vía Láctea. Un agujero
negro descomunal con un peso tal que puede desencadenar
el movimiento de las estrellas.
Ghez es el último eslabón de una larga lista de brillantes
mujeres físicas. Aunque en su caso su trabajo ha sido
convenientemente premiado, lo cierto es que antes que
ella solo tres mujeres más habían recibido el Nobel
de esta disciplina. La más reciente fue la canadiense
Donna Strickland, que obtuvo esta distinción tan solo
hace dos años, en 2018, por su trabajo para generar
pulsos ópticos láser de alta intensidad y muy cortos,
una aplicación que se ha implementado en oftalmología.

¿Por qué la Premio Nobel de Física no
tenía un perfil en la Wikipedia? Donna Strickland, la
tercera mujer en recibir el Premio Nobel de Física en
la historia y la primera en 55 años, ejemplificaba la
invisibilización que sufren muchas mujeres en distintos
ámbitos y en especial en la ciencia.

Para encontrar a la siguiente mujer de la lista debemos
retrotraernos en el tiempo mucho más atrás. Concretamente,
al año 1963, cuando la polaca nacionalizada francesa
María Goeppert-Mayer se hizo con este Nobel merced a
su análisis de la estructura de capas nuclear. En su
caso, llama la atención que una física de su talento
experimentara problemas para encontrar a un empleo acorde
a su dimensión profesional.
La pionera en este campo fue la legendaria Marie Curie,
un auténtico genio que, además de recibir el Nobel de
física en 1903, se haría posteriormente con el de Química,
algo que solo ha sucedido en tres ocasiones más, todas
ellas con protagonista masculino. Curie contó con el
respaldo de su marido y, de esta forma, pudo salvar,
en la medida de lo posible, los convencionalismos sociales
de la época, dedicándose al estudio de la radiación.
El 10 de diciembre de 1911, Marie Curie recibía el
premio Nobel de química por “los servicios para el desarrollo
de la química mediante el descubrimiento de los elementos
radio y polonio”. Fue la primera mujer en recibir un
premio Nobel y la primera persona en recibir dos (ella,
Pierre Curie y Henri Becquerel habían compartido el
premio de física de 1903 por su trabajo sobre la radiación).
El impacto de Marie en el mundo científico, y en el
papel de las mujeres en él, fue de tal magnitud que
uno de los cuatro objetivos del Año Internacional de
la Química 2011 (IYC2011) fue celebrar el centenario
de su premio. Con esta entrada Experientia docet le
rendía homenaje e inauguraba la serie Químicos Modernos
que con motivo del IYC2011 dedicó a los grandes personajes,
muchos desconocidos, de la química del último siglo
y medio.


María Goeppert-Mayer, la mujer que llegó al corazón
del átomo.

A lo largo de la historia de los premios Nobel, únicamente
54 mujeres han conseguido el galardón, o lo que es lo
mismo, el 5% de los premiados. Un bagaje muy escaso
para una distinción que se lleva concediendo ininterrumpidamente
desde el año 1900. Como se ha mencionado, la aportación
de Marie Curie es especialmente destacada pues, además
de haberlo recibido en dos disciplinas, fue madre de
otra mujer premiada, Irène Joliot-Curie, premio Nobel
de Química. El mérito de Curie es doble teniendo en
cuenta que, en el contexto de los Nobel, el que fuera
su campo de estudio ha sido tradicionalmente un coto
casi exclusivo de los hombres. Y es que, en el contexto
de las ciencias naturales, solo 21 mujeres – ahora 22
contando a Ghez – han recibido un Nobel.

Marie Curie: una energía inagotable.
Cure, la primera y única mujer en recibir
dos Nobel, en física y en química. Sin embargo, menos
se habla de lo increíblemente difícil que resultó semejante
tarea. Y es que Marie no estaba nominada al premio,
realmente. La Real Academia de las Ciencias de Suecia,
a pesar de saber fehacientemente que los descubrimientos
sobre el radio se debían por igual a su marido Pierre,
a Marie y a Henri Becquerel, se negaban a reconocerlo
en público.
El segundo plano al que ha sido condenado el género
femenino en los Nobel no oculta la brillantez de las
mujeres galardonadas. La controvertida madre Teresa
de Calcuta, la poeta Gabriela Mistral, la activista
Rigoberta Menchu o la economista Esther Duflo son solo
algunas de las mujeres que han visto reconocido su trabajo
con un Nobel mostrando a las claras el dominio de sus
disciplinas. El año 2009 ha sido, hasta la fecha, el
momento en que más féminas se alzaron con un premio
de este calado. En concreto, lo recibieron Elizabeth
Blackburn, Elinor Ostrom, Herta Müller, Ada E. Yonath
y Carol W. Greider. Sea como fuere, además de los argumentos
que apuntan a la preponderancia de los hombres en los
diversos campos del conocimiento hasta hace apenas unas
décadas, tenemos que buscar los motivos de esta tremenda
descompensación de género en los premios en la composición
de los comités electores, compuestos en su inmensa mayoría
por hombres pese a los avances que se han constatado
en los últimos años en este sentido. Habrá que ver si
en los próximos años se equipara o se invierte la tendencia.
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