Que no sabemos todo lo que esconden los océanos
es un hecho. Que con los avances en tecnología cada vez disfrutaremos
de más hallazgos supone una promesa maravillosa que se irá
haciendo realidad, como ha ocurrido recientemente con el descubrimiento
de un arrecife de coral independiente en la Gran Barrera de
Coral australiana. Es alto, muy alto. Tanto como más de 500
metros de altura que le permitirían mirar por encima del hombro
a rascacielos tan emblemáticos como el Empire State Building
y las Torres Petronas; o a otros más cercanos en el espacio
como las Cuatro Torres de Madrid. Su base mide unos 1.600
metros de ancho y a medida que asciende, el arrecife va ganando
en esbeltez hasta conseguir una forma puntiaguda en su parte
más alta, esa que se encuentra únicamente a 40 metros por
debajo del nivel del mar.

Recreación del arrecife descubierto en la Gran
Barrera de Coral.
Y ojo, que no solo impresiona por sus medidas,
impresiona también porque es el primer descubrimiento que
se hace de este tipo en más de 120 años y porque se suma a
los otros siete arrecifes de coral independientes localizados
desde finales del siglo XIX. Este hallazgo se enmarca en la
misión de un año que está llevando a cabo el barco de investigación
Falkor, del australiano Schmidt Ocean Institute. A bordo,
un equipo de la Universidad James Cook liderado por el doctor
Robin Beaman se está encargando de mapear el fondo marino
de la Gran Barrera de Coral.
En ello se encontraban cuando el pasado 20 de
octubre dieron con este arrecife. Cinco días después, utilizaron
un ROV (vehículo operado remotamente) para realizar una inmersión
y confirmar el hallazgo. ¿Lo mejor? Que este proceso se retransmitió
en vivo y puede verse en el siguiente vídeo.

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Sus 2.300 kilómetros y más de 3.000 arrecifes,
la convierten en el sistema de arrecifes más grande de la
Tierra. Sus 600 tipos de corales hacen de ella uno de los
ecosistemas naturales más complejos, albergando miles de especies
animales que van desde el minúsculo plancton hasta las gigantes
ballenas.
La imagen, que recoge 15 kilómetros de la Gran
Barrera de Coral australiana, fue tomada por un astronauta
desde la Estación Espacial Internacional el 12 de octubre
de 2015 y publicada el 31 de mayo, explican en la web de la
NASA. Para captarla se utilizó una cámara digital Nikon
D4 con un objetivo de 1.150 milímetros. La zona, que está
protegida bajo la denominación de Parque Marino, pudo ser
fotografiada porque desde el espacio los arrecifes se distinguen
fácilmente gracias al asombroso juego de colores que se crea
entre el azul brillante de los lagos de aguas poco profundas
y el azul más oscuro del océano que los rodea. El resto, puro
espectáculo visual.

Jason deCaires Taylor es uno de los artistas
y fotógrafos subacuáticos que desde hace tiempo se ha propuesto
visibilizar la importancia de preservar la diversidad biológica
de los arrecifes, como también concienciar acerca de la protección
de los océanos y la necesidad de provocar efectos positivos
en el medioambiente. Su leitmotiv lo ha llevado a crear esculturas
submarinas en distintas partes del mundo dedicadas a explorar
el entorno marino y causar un impacto en las sociedades. En
esta ocasión, el artista británico ha sorprendido con la instalación
de una sirena oceánica que cambia su tonalidad de acuerdo
a la temperatura del agua, buscando advertir sobre los posibles
riesgos del calentamiento de los mares a partir de los datos
que recibe desde la estación meteorológica Davies Reef de
la Gran Barrera de Coral.
Situada al norte de Townsville, Australia, la
escultura de cuatro metros de altura fue intervenida por Takoda
Johnson, una joven indígena de la tribu Wulgurukaba que ha
trabajado junto a Jason deCaires para erigir una figura que
se convierta en una señal de advertencia sobre el hecho de
que las altas temperaturas podrían ser devastadoras para los
arrecifes.
Una parte de Ocean Siren ha sido fabricada en
acero inoxidable, en tanto que la otra está recubierta por
un acrílico resistente. La estructura también incorpora luces
LED multicolores que se encienden al atardecer y gradualmente
cambian de color desde el centro hasta las extremidades.

Asimismo, la iluminación de la escultura erigida
por Jason deCaires Taylor se alimenta de paneles solares –situados
cerca de la instalación– para garantizar que el proyecto sea
autosuficiente y con una huella de carbono nula. ¿Y cómo funciona
la sirena oceánica? Los datos de la temperatura del agua que
se sitúa alrededor de los arrecifes son enviados al Instituto
Australiano de Ciencias Marinas, quien se encarga de introducir
la información en la escultura para que refleje las variaciones
en tiempo real. De esa manera, desde la costa o el muelle
es posible divisar cuál es el nivel de la temperatura a través
de esta flamante sirena, que posiciona su vista en Yunbenun,
mejor conocida como Isla Magnética, donde el pueblo Wulgurukaba
habitó durante miles de años hasta que fueron forzados a abandonar
las tierras. No obstante, en la actualidad un pequeño grupo
ha retornado.
"Por primera vez, el blanqueamiento severo ha afectado
a las tres regiones de la Gran Barrera de Coral: el
norte, el centro y ahora, a gran parte de los sectores
del sur", afirmaba a principios de año el profesor
Terry Hughes, director del Centro de Excelencia ARC,
que estudia los arrecifes en la universidad australiana
James Cook. El experto también advertía en un comunicado
que se trataba del tercer evento de este tipo en cinco
años, puntualizando que esta vez es más grave y está
más extendido que en ocasiones anteriores.
El fenómeno del blanqueo se produce cuando los corales
-que son animales- se estresan porque cambia drásticamente
la temperatura del mar o este se contamina. Entonces,
el alga que recubre el tejido del coral y del que se
alimenta en una relación simbiótica, abandona el lugar,
dejándolo sin color (de ahí el término "blanqueo") y
volviéndolo mucho más débil. Esta vez, el triste fenómeno
está causado, según Hughes, por las altas temperaturas
de este último febrero, inusualmente caluroso: las cifras
han sido las más elevadas contabilizadas nunca en la
Gran Barrera desde que comenzaran los registros en 1900.

"El blanqueamiento no es necesariamente fatal, y afecta
a algunas especies más que a otras", explica, a su vez,
el profesor Morgan Pratchett, también de la universidad
James Cook, que dirige estudios bajo el agua para evaluar
este fenómeno. "Un coral pálido o ligeramente blanqueado
generalmente recupera su color en unas pocas semanas
o meses y sobrevive", cuenta.
Sin embargo, en situaciones como la actual, en las
que el blanqueamiento es severo, el desenlace suele
ser fatal, como ya ocurriera en 2016. Entonces, según
Pratchett, más de la mitad de los corales de aguas poco
profundas murieron en la región norte de la Gran Barrera
de Coral. A las terribles condiciones que sufrieron
los corales en 2016 les siguieron otras de similar alcance
en 2017. Ahora, solo tres años después, el problema
vuelve a agudizarse. Los científicos de la James Cook
avisan: el hecho de que la brecha entre las temporadas
de blanqueamiento se esté reduciendo dificulta aún más
una recuperación completa. "Después de cinco eventos
de blanqueamiento, la cantidad de arrecifes que hasta
ahora han escapado del blanqueo severo continúa disminuyendo.
Esos arrecifes se encuentran en alta mar, en el extremo
norte y en partes remotas del sur", detallan desde el
centro. El Gobierno de Australia, contactado por Traveler.es,
apunta que, en las áreas turísticas, por el contrario,
se registra el daño el más agudo. Así, en estos momentos,
los datos del Gobierno muestran que las últimas observaciones
aéreas, que monitorizaron 1.036 arrecifes de aguas poco
profundas (hasta cinco metros) encontraron que alrededor
del 40% tenía poco o nada de blanqueamiento, "y eso
es una buena noticia", según las autoridades del país.

Estado de los corales en una de las zonas
más afectadas por el blanqueamiento.
Por otro lado, en torno al 35% mostraban
signos moderados de blanqueamiento. Y por último, alrededor
del 25% revelaban un blanqueamiento severo. "Es decir,
en cada arrecife, más del 60% de los corales se encuentran
blanqueados", detallan. "El blanqueamiento severo es
más generalizada que en eventos pasados de decoloración",
resumen, coincidiendo con los datos de la Universidad
James Cook.
Las autoridades australianas están llevando
a cabo tareas para tratar de aumentar la resistencia
de estos animales y de su entorno controlando las especies
que los protegen, mejorando la calidad del agua, aumentando
el monitoreo y la gestión efectiva del Parque Marino
y previniendo la pesca ilegal. Sin embargo, no es suficiente
para paliar las duras condiciones que debe soportar
la mayor estructura viva del planeta. "Este blanqueamiento
masivo reafirma que el cambio climático sigue siendo
el mayor desafío para el arrecife y que es esencial
llevar a cabo un esfuerzo mundial lo más potente posible
para reducir las emisiones", afirman desde el gobierno
australiano.
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La Gran Barrera de Coral australiana es el mayor
ecosistema de este tipo en el mundo. Su importancia no solo
se debe a que se extiende a lo largo de 345.000 kilómetros
cuadrados sobre las costas de ese país, sino que contiene
más de 3.000 tipos de arrecifes y centenares de islas tropicales.
Este enorme tesoro natural está amenazado por el blanqueo
de los corales, un fenómeno causado principalmente por el
cambio climático, por las actividades industriales o agrícolas,
y también por una nociva e invasiva estrella de mar: la "corona
de espinas" o acantáster púrpura. Esta estrella, que se alimenta
casi exclusivamente de corales, puede llegar a tener un metro
de diámetro y está dotada de un veneno tóxico para el hombre.
Todavia no existe consenso científico sobre las razones que
expliquen las invasiones de las “coronas de espinas”. Lo que
sí se sabe es que su impacto en la Gran Barrera es importante.
Según un estudio de 2012, un 42 por ciento del daño que han
sufrido los corales en los últimos 27 años se debe a esta
plaga. Pero una investigación del Instituto Australiano de
Ciencias Marinas (AIMS) mostró que estas estrellas de mar
evitan las áreas del Pacífico donde vive el “charonia tritonis”,
un caracol conocido también como “tritón gigante”. Esta especie
marina, que posee un espectacular caparazón que puede medir
hasta 50 centímetros de largo, tiene un olfato muy desarrollado
que le sirve para cazar.

Las investigaciones han demostrado que estos
caracoles son muy aficionados a alimentarse de las estrellas
de mar "coronas de espina". Pero el número de estos animales
marinos ha declinado con fuerza, ya que son muy preciados
por sus caparazones. Sin embargo, el gobierno australiano
anunció que va a otorgar fondos para financiar la investigación
sobre la cría de estas especies. “Si la investigación se revela
exitosa, los científicos estudiarán el impacto de los caracoles
gigantes en las estrellas de mar ‘corona de espina‘ y evaluarán
su potencial como herramienta para reducir la desaparición
de los corales”, declaró el parlamentario Warren Entsch. Las
caracolas marinas que están en los laboratorios del AIMS han
puesto varios huevos que han permitido en el último mes el
nacimiento de más de 100.000 larvas. Pero los conocimientos
sobre su ciclo de vida son por ahora muy limitados: el AIMS
ha necesitado dos años para poder capturar a ocho tritones
gigantes. “Todavía no sabemos mucho sobre ellos, lo que comen,
si son nocturnos o no, y es la primera vez que intentamos
hacer una labor de cría en acuicultura”, declara la ecóloga
Cherie Motti, responsable de las investigaciones. Por ahora
el trabajo se concentrará en el desarrollo de larvas y el
objetivo final es poder soltar especímenes de tritones gigantes
durante los períodos en que las estrellas de mar invaden los
arrecifes de corales. “Si podemos tener un depredador natural
capaz de hacer nuestro trabajo, ya sería un muy buen resultado”,
asegura Motti.
Los arrecifes comenzarán a sufrir el blanqueamiento
anual en 2043. Los episodios de blanqueamiento reducen
la diversidad de los peces de arrecifes. El valor económico
de la Gran Barrera de Coral supera los 37.000 millones
de euros

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Los arrecifes de la Gran Barrera de Coral australiana
tienen suficiente diversidad genética para adaptarse y sobrevivir
a las crecientes temperaturas oceánicas durante al menos otros
siglo, lo que supone 50 años más de lo que habían previsto
estudios anteriores. Así lo aseguraron cuatro biólogos evolutivos
de instituciones de Australia y Estados Unidos en un artículo
publicado en la revista Plos Genetics, después de utilizar
muestras genéticas y hacer simulaciones informáticas.
«Significa que estos corales se extinguirán
si no hacemos nada, pero también significa que tenemos la
oportunidad de salvarlos. Nos da tiempo para gestionar el
calentamiento global, que es el principal problema», apunta
Mikhail Matz, profesor asociado en el Departamento de Biología
Integrativa de la Universidad de Texas en Austin (Estados
Unidos) e investigador principal del estudio. Un clima cálido,
la acidificación de los océanos y la destrucción de los hábitats
han tenido un efecto importante en las poblaciones de coral
a lo largo de la Gran Barrera de Coral. Estudios previos ofrecieron
la esperanza de que los corales puedan adaptarse a las condiciones
de calentamiento, pero nadie sabe si pueden superar el cambio
climático.
La resiliencia de los corales radica en las
variaciones genéticas de poblaciones conectadas, pero muy
dispersas. Uno de los principales corales formadores de arrecifes
en la Gran Barrera de Coral es una especie de llamada Acropora
millepora. En un artículo de 2015 en la revista Science, Matz
y sus colegas demostraron que algunos individuos de ella tienen
genes que los hacen más tolerantes al calor que otros.

Cada colonia de coral produce un millón de larvas
cada año, las cuales flotan en las corrientes durante varias
semanas hasta que se instalan en un nuevo arrecife. A medida
que las condiciones cambian en un lugar (por ejemplo, con
el calentamiento del agua), los individuos de las especies
de corales que están menos adaptadas mueren, mientras que
los individuos mejor adaptados prosperan. Con el tiempo, si
las larvas entrantes suministran variantes genéticas para
aumentar la resistencia, la población local cambia a la variedad
más resistente. «Esta variación genética es como combustible
para la selección natural», indica Matz, quien añade: «Si
hay suficiente, la evolución puede ser notablemente rápida
porque todo lo que tiene que hacer es reorganizar las variantes
existentes entre las poblaciones. No tiene que esperar a que
aparezca una nueva mutación, ya está allí. Cuando la variación
genética se agota, se termina y el futuro no está claro»,
advierte el investigador.
Los investigadores adaptaron los métodos utilizados
para estudiar cómo las poblaciones humanas se han desarrollado
en todo el mundo con el fin de analizar cómo evolucionan las
poblaciones conectadas de corales Acropora millepora en la
Gran Barrera de Coral. Para reconstruir los patrones de migración
de las larvas, un impulsor clave de la evolución poblacional,
utilizaron miles de variantes genéticas de cinco sitios a
lo largo del arrecife, así como un modelo biofísico de dispersión
de larvas a través de las corrientes. Matz y sus colegas desarrollaron
un modelo para calcular la capacidad de la especie de coral
común Acropora millepora para evolucionar mediante la redistribución
de los genes de tolerancia al calor existentes, teniendo en
cuenta la diversidad genética actual del coral y hasta dónde
migran sus larvas antes de establecerse.

Solo las larvas que viajan desde arrecifes sanos
y en buen estado de conservación, son capaces de generar nuevos
juveniles a los arrecifes deteriorados, permitiéndoles recuperarse,
proceso llamado efecto de rescate.
El modelo predice que el coral se volverá más
sensible a los cambios de temperatura, lo que ocasionará extinciones
ocasionales, pero que las poblaciones coralinas se adaptarán
con éxito a las temperaturas de la Gran Barrera de Coral y
sobrevivirán al menos un siglo más. Si los corales serán capaces
de adaptarse más es incierto y depende de varios parámetros
actualmente desconocidos de la genética del coral. Según un
informe del Grupo Internacional de Expertos sobre el Cambio
Climático ( IPCC, por sus siglas en inglés) hecho público
en 2014, las temperaturas superficiales de la Tierra subirán
más de 2ºC con respecto al inicio del siglo si no hay grandes
reducciones en las emisiones de gases de efecto invernadero.
Los océanos absorben más del 90% del calor atrapado por los
aumentos en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Los corales viven en colonias con algas coloridas que les
proporcionan nutrientes. Cuando el agua circundante se calienta
demasiado, las algas pueden producir toxinas, lo que obliga
a los corales a expulsarlos, dejando así el coral con un blanco
espectral. Salvo que las temperaturas bajen nuevamente, los
corales pueden morir de inanición o enfermedad, con el riesgo
de repetir otro gran episodio de blanqueamiento que mató grandes
secciones en 2016 y en 2017.
Cuando nacen, las larvas inician un extraordinario
viaje a través de las corrientes oceánicas para colonizar
arrecifes distantes a cientos o miles de kilómetros.
Cuando una larva emigra desde el arrecife donde se originó,
nada hasta encontrar su nuevo hogar. Ahí, se adhiere
al fondo del mar y crece hasta transformarse en un hermoso
coral que, junto a otros, formarán el hábitat para una
rica diversidad de especies marinas. La dispersión de
larvas es un proceso vital para la sobrevivencia de
los corales y los arrecifes en el planeta puesto que,
a través de ella, se genera el efecto rescate. Pero
solo las larvas que viajan desde arrecifes sanos y en
buen estado de conservación, son capaces de generar
nuevos juveniles a los arrecifes deteriorados, permitiéndoles
recuperarse.
Una estrategia tan simple como audaz llama a criar
las propias larvas y "transplantarlas" a su
ubicación definitiva.

Un estudio en 'Nature' afirma que la congelación de
sus larvas garantizaría su conservación, amenazada debido
al aumento de la temperatura de los océanos. Con este
escenario tan poco halagüeño, los científicos buscan
medidas que protejan la biodiversidad del coral, hábitat
de miles de especies de peces y otros seres vivos. Ante
su más que probable extinción, el equipo liderado por
Jonathan Daly ha optado por un método poco ortodoxo.
Si no se puede evitar la muerte del coral, habrá que
reeinstaurarlo de nuevo en los oceános. ¿Su método para
conservarlo hasta este fatídico día? La criogenización.
Es un planteamiento semejante al del Banco global de
semillas del Ártico, en la isla danesa de Svalbard.
Un complejo cuasi inexpugnable conserva un millón de
semillas con temperaturas muy bajas durante todo el
año. El objetivo es poder reintroducir la especie en
caso de que se produzca una extinción o merma de la
misma.

Jonathan Daly, coordinador del estudio, emplea una
técnica de criogenización
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