Al igual que millones de inmigrantes que buscaban
un futuro mejor para sus hijos y los hijos de sus hijos, los
padres y abuelos de estos candidatos buscaron el sueño americano.
Hoy, sus descendientes aspiran a la presidencia de Estados
Unidos en 2020. Descubramos a algunos de ellos.
PETE BUTTIGIEG
Hijo único de un maltés y una estadounidense.
Su padre, Joseph Buttigieg, originario de la nación europea
de Malta, fue profesor de Literatura de la Universidad de
Notre Dame, Indiana, y su madre, Jennifer Anne Montgomery,
quien fue también profesora esa institución académica durante
29 años.

Es el más joven de todos los precandidatos a
la presidencia, con 37 años, y se desempeña como alcalde de
South Bend, Indiana, desde 2012. Se graduó de la Universidad
de Harvard, especializado en Historia y Literatura. Habla
español –uno de los siete idiomas que conoce– y defiende la
importancia de los inmigrantes en Estados Unidos. En 2014
interrumpió su mandato como alcalde para servir por siete
meses como teniente en una unidad antiterrorista en Afganistán.
Es crítico de los presentadores de la cadena Fox, a quienes
culpa por menospreciar a los inmigrantes y acusarlos de los
males de la nación americana Su plan para una reforma integral
contempla la protección de los soñadores que buscan un futuro
en Estados Unidos.
JULIAN CASTRO
Su abuela Victoria procedía de México y llegó
a Estados Unidos a los 7 años de edad. Es hermano gemelo del
congresista Joaquín Castro, y ambos son hijos de la activista
política chicana María "Rosie" Castro y Jessie Guzmán, nativo
de Texas, profesor jubilado y también activista político.

Fue el miembro más joven del gabinete del presidente
Barack Obama, desempeñándose como Secretario de Vivienda y
Desarrollo Urbano entre 2014 y 2017. Tiene 44 años. Las raíces
texanas de los Castro se remontan a 1920, cuando su abuela
inmigrante Victoria Castro se unió a los miembros de la familia
radicada allí. “Mi abuela nunca tuvo casa propia. Limpió casas
ajenas para pagar su alquiler. Pero vio a su hija ser la primera
de la familia en graduarse de la universidad. Y mi madre luchó
mucho a favor de los derechos civiles para que en lugar de
un trapeador, yo pudiera sostener un micrófono”, recordó Castro
en un discurso ante la Convención Demócrata en 2008. Se manifiesta
partidario de buscar un camino hacia la ciudadanía para la
mayoría de los residentes indocumentados, se opone al muro
fronterizo del presidente y cree que la agencia de Inmigración
y Control de Aduanas (ICE) necesita ser reformada.
KAMALA HARRIS
Hija de una mujer india y un jamaicano. Su madre,
Shyamala Gopalan Harris, era una científica especialista en
cáncer de seno que emigró desde Madrás, India, en 1960; su
padre, Donald Harris, llegó un año después desde Jamaica y
es profesor de Economía de la Universidad de Stanford.

Harris, de 54 años, es abogada y se desempeñó
anteriormente como Fiscal General de California (2011-2017).
Dice que está orgullosa de sus orígenes hindú tamil y africano.
Harris califica de “miope” la propuesta del presidente para
crear un sistema de inmigración basado en las habilidades
laborales y educativas de las personas. "Esta es una nación
que fue fundada sobre el principio que se declaró en 1776:
que todos somos iguales y que debemos ser tratados de esa
manera", consideró la senadora en un reciente encuentro con
líderes latinos. Es una defensora de DACA. Ha lanzado un ambicioso
plan para expandir el uso de programas de inmigración de acción
diferida por parte del presidente y usar acciones ejecutivas
para eliminar la amenaza de deportación de millones de personas
indocumentadas, consciente de que el Congreso sería incapaz
de aprobar una reforma migratoria.
MICHAEL F. BENNET
De madre judía polaca.

Nació en Nueva Delhi, India, donde su padre
servía como diplomático. Su madre es sobreviviente del Holocausto,
que nació en Polonia y emigró a Estados Unidos con su familia
en 1950. El padre, Douglas J. Bennet, dirigió la Agencia de
Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) bajo
la presidencia de Jimmy Carter, fue presidente de National
Public Radio (1983-1993) y secretario de Estado adjunto para
Asuntos de Organizaciones Internacionales en la Administración
Clinton (1993-1995). Los abuelos maternos de Bennet sobrevivieron
a la prisión en el gueto de Varsovia. Bennet fue uno de los
copatrocinadores del original DREAM Act, que otorgaba estatus
legal a quienes servían en las fuerzas armadas o buscaban
títulos universitarios. Fue integrante de la llamada Gang
of Eight, un grupo bipartidista de senadores que en 2013 intentó
impulsar reformas migratorias integrales como el camino hacia
la ciudadanía para los indocumentados.
WAYNE MARTIN MESSAM
De padres jamaicanos.

Es el cuarto de cinco hijos y el primero nacido
en Estados Unidos. Su padre se ganó la vida cortando caña
para la industria azucarera en el área de South Bay y Belle
Glade, Florida. Empresario y alcalde de la ciudad de Miramar,
Florida, desde 2015. Meesam, de 44 años, es graduado con una
Licenciatura en Sistemas de Información Administrativa por
la Universidad de Florida. Aunque con bajo perfil, sus posiciones
son claramente favorables a la inmigración, el control de
las armas y la protección del medio ambiente. Defiende la
contribución de la comunidad caribeña en Estados Unidos, la
cual debe constituir su mayor potencial de votantes.
BERNIE SANDERS
Su padre era judío polaco, su madre hija de
judíos emigrados de Polonia y Rusia.

Cree que “somos una nación de inmigrantes”,
y que en eso se basa la fortaleza de Estados Unidos. Su convicción
proviene directamente de la herencia familiar. El senador
considera que todos los estadounidenses tienen una conexión,
de una u otra forma, con los inmigrantes y deberían estar
orgullosos de ello. Es partidario de una reforma migratoria
desde 2007, considera necesario abrir rutas viables a la ciudadanía
para personas de diferentes procedencias nacionales, y respalda
otorgar residencia permanente para los soñadores.
ANDREW YANG
De padres taiwaneses. Sus padres son inmigrantes
de Taiwán que se conocieron cuando estudiaban en la Universidad
de Berkeley. Su padre es doctor en Física y trabajó en los
laboratorios de investigación de IBM y General Electric; su
madre se graduó con una Maestría en Estadística y se dedicó
al arte. Empresario y filántropo de 44 años, fundador de Venture
for America (VFA) y seleccionado como Embajador Presidencial
para el Emprendimiento Global en 2015, en reconocimiento a
su trabajo con empresas en fase inicial de crecimiento.

Respalda aumentar el programa de trabajadores
invitados y buscar un camino hacia la ciudadanía de millones
de inmigrantes que viven sin documentos en el país. Se opone
a las deportaciones masivas y aboga por la aprobación del
DREAM Act para los hijos de inmigrantes indocumentados.
Con antecedentes migratorios menos cercanos
aparecen otros 11 candidatos demócratas, quienes también han
manifestado, con mayor o menor intensidad, su rechazo a las
políticas del presidente respecto a la inmigración irregular,
las deportaciones y la construcción del muro fronterizo con
México.
El presidente Trump aspira a la reelección como
candidato del partido republicano.
El presidente Trump es nieto de Frederick Trump,
nacido en Alemania y que emigró a Estados Unidos a los 16
años de edad. Además de la rama paterna, el presidente también
tiene raíces inmigrantes por la parte materna. Su madre Mary
Anne MacLeod, nació en Escocia y emigró a Estados Unidos,
donde conoció a Fred Trump. La pareja tuvo cinco hijos, uno
de ellos es Donald J. Trump.

Las raíces históricas de Estados Unidos no se
pueden explicar sin la inmigración. Desde su independencia
a finales del siglo XVIII, el país ha vivido diversas oleadas
migratorias. A día de hoy, un modo estupendo de comprender
el alcance real de las migraciones pasadas y presentes en
Estados Unidos es observando su composición étnica, los ancestros
de la mayor parte de sus habitantes.
Desde la fundación de la misión católica Nombre
de Dios, en San Agustín, Florida, en 1565, y la llegada de
los llamados Peregrinos en 1620 hasta nuestros días, Estados
Unidos ha experimentado olas migratorias sucesivas que han
fortalecido el concepto de que éste es un país de inmigrantes.
Entre 1892 y 1954 ingresaron a Estados Unidos
12 millones de inmigrantes sólo a través de la famosa Ellis
Island, donde está colocada la Estatua de la Libertad, en
la bahía de Nueva York. Allí estableció el presidente Benjamin
Harrison la primera oficina federal de inmigración. El 2 de
enero de 1892, Annie Moore, una niña irlandesa de 15 años,
acompañada de sus dos hermanos, pasó a la historia al convertirse
en la primera inmigrante procesada en Ellis Island.

El 14 de junio de 1897, un incendio destruyó
totalmente la oficina. Pero esta se reconstruyó y se abrió
de nuevo el 17 de diciembre de 1900. Sólo ese día, la oficina
recibió a 2,251 inmigrantes. En noviembre de 1954, con la
liberación del último detenido allí, un marino mercante noruego,
se clausuró Ellis Island como centro receptor de inmigrantes.
En 1965, el presidente Lyndon Johnson declaró la Ellis Island,
parte del Monumento Nacional de la Estatua de la Libertad,
obra que fue donada a Estados Unidos por el pueblo de Francia,
en 1876, con motivo del centenario de la Declaración de Independencia
norteamericana. La estatua es una obra del escultor Frederic
Auguste Bartholdi, que llegó a la bahía de Nueva York en junio
de 1885 a bordo de la fragata Isere y se inauguró el 28 de
octubre de 1886.
De acuerdo con las autoridades norteamericanas,
únicamente el dos por ciento de los inmigrantes que arribaron
a Ellis Island en todos esos años, fue rechazado. Había dos
razones principales para la exclusión: una enfermedad contagiosa
y un contrato laboral ilegal.
El siglo XIX fue intenso en materia de inmigración,
pero desde el siglo XVIII, con la llegada de más de medio
millón Promo de ContactoMagazine.comde esclavos africanos
hasta los días de la Revolución, se consolidó uno de los procesos
migratorios más fuertes. En la década anterior a la elección
del presidente Abraham Lincoln, arribaron a Estados Unidos
dos millones 598,214 inmigrantes procedentes en su mayoría
de Gran Bretaña, Irlanda y Alemania, pero también de Noruega,
Suecia y Holanda. En la década de 1840 a 1850, llegaron alrededor
de un millón y medio de inmigrantes, en una mezcla de europeos,
chinos e inclusive latinoamericanos, éstos dos últimos grupos
arrastrados por la famosa Fiebre del Oro de 1848, en California.
La inmigración japonesa que había estado produciéndose
fue limitada en 1907, mientras que la china se detuvo entre
1892 y 1902. En el período de 1855 a 1890, sólo la oficina
migratoria de Nueva York, procesó a ocho millones de recién
llegados, la mayor parte de países del norte y el oeste de
Europa. Se calcula que entre 1905 y el comienzo de la Primera
Guerra Mundial en 1914 entraron a Estados Unidos un millón
de inmigrantes por año. Al concluir la guerra, entre 1915
y 1918 el flujo migratorio fue de aproximadamente 250 mil
personas por año. Esa cantidad se redujo hacia el final de
la confrontación bélica europea. En 1924, Estados Unidos aprobó
el Acta de Orígenes Nacionales, que impuso límites al número
de inmigrantes que se permitía entrar por año al país.
Con la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo
el 2 de febrero de 1848, concluye la llamada Guerra Mexicana,
entre Estados Unidos y México. Como resultado de la guerra,
Estados Unidos adquiere 2,378,539 kilómetros cuadrados que
pertenecían a México, en territorios de lo que hoy son los
estados de California, Arizona, Nevada y Utah, y parte de
Colorado, Nuevo México y Wyoming. Aproximadamente 100 mil
mexicanos se convierten de pronto en extranjeros dentro de
su propia tierra. Aquellos mexicanos no eran emigrantes, pero
se integraron a Estados Unidos y aportan al país sus costumbres,
su religión, su arte y su literatura. Con el paso de los años
se mezclan, aunque con sus características propias, tanto
con el resto de la población norteamericana como con los nuevos
inmigrantes mexicanos y otros latinos. Durante la Revolución
Mexicana de 1910, que cobró la vida de casi dos millones de
personas y dejó al país en ruinas, miles de mexicanos ingresaron
a Estados Unidos.

En la década de los años 40, Estados Unidos
abre un programa de trabajadores agrícolas que permite la
entrada de millones de los llamados "braceros" a partir del
4 de agosto de 1942. Según una crónica del diario El Paso
Herald Post, del 28 de abril de 1956, "más de 80 mil braceros
pasan por el Centro (migratorio) de El Paso anualmente, como
parte de 350 mil o más que cruzan la frontera para ayudar
a plantar, cultivar y cosechar algodón y otros cultivos en
todo Estados Unidos". El programa concluyó en 1964, cuando
el entonces funcionario norteamericano del Departamento del
Trabajo, Lee G. Williams, a cargo del programa, lo describió
como "una esclavitud legalizada". De acuerdo con varias fuentes,
el programa permitió en 22 años la entrada total de unos cuatro
millones de trabajadores mexicanos, los cuales, según muchos,
convirtieron los campos agrícolas norteamericanos en "los
más productivos del planeta". Miles de estos trabajadores
todavía no han cobrado parte de sus salarios, que fueron entregados
por Estados Unidos al gobierno de México hace décadas.
A mediados del siglo XIX la práctica totalidad
de la inmigración recibida en Estados Unidos era europea.
Países como Irlanda, Reino Unido y Alemania
fueron la primera generación y la más exitosa, la que mejor
se ha asimilado con el paso del tiempo, hasta el punto de,
como la alemana, pasar desapercibida pese a ser la mayoritaria
en todo el país.
Conforme avanzan los años, el patrón migratorio
hacia Estados Unidos cambia: a finales del siglo XIX son los
países de Europa del Este (húngaros, polacos), Irlanda y muy
especialmente Italia los que más población expatriada aportan
al nuevo continente. Se suman también los escandinavos: suecos
y noruegos que pueblan el norte del país (Minnesota, las Dakotas).
Hasta la Segunda Guerra Mundial, el grueso de
la inmigración hacia Estados Unidos es europeo, con puntuales
aportaciones de México, Canadá o China. Tras el conflicto,
el patrón se modifica sustancialmente. A partir de los sesenta,
México comienza a liderar la inmigración a Estados Unidos,
acompañada de otros países latinoamericanos como Cuba, Colombia
o Argentina, mucho más minoritarios. Y a partir de los setenta,
el foco, además de en México, se traslada a Asia: la India,
China y muy especialmente Filipinas, de pasado colonial estadounidense,
comienzan a copar los primeros puestos.
Durante los noventa aumenta el flujo migratorio
(se alcanzan los casi 10.000.000 de inmigrantes) con dos países
a la cabeza: México, cuya aportación neta de inmigrantes en
las últimas cuatro décadas ha sido superior a la de cualquier
otro país del mundo, y China, además de otros estados asiáticos.
Cuba, que había sido ocupada dos veces por Estados
Unidos a finales del siglo XIX y principios del XX, mantuvo
un flujo migratorio discreto en esas dos centurias. Pero a
partir de 1959, con la llegada de Fidel Castro al poder, las
olas migratorias cubanas se vuelven desproporcionadas. Castro
elimina las libertades fundamentales, confisca la propiedad
privada, se vuelve aliado de la Unión Soviética en medio de
la Guerra Fría y se declara comunista. En los primeros 20
años de castrismo, más de 600 mil cubanos viajan a Estados
Unidos por distintas vías. Otro flujo de 125 mil cubanos llega
al país en 1980 mediante el llamado éxodo del puerto cubano
de Mariel. Otros 30 mil llegan de un golpe durante el éxodo
de balseros del verano de 1994. Desde la década de los 60,
los cubanos se convierten en el tercer grupo latino con mayor
número de personas, después de los mexicanos y los puertorriqueños,
que son ciudadanos norteamericanos por la condición de Puerto
Rico de Estado Libre Asociado. Los cubanos que reúnen ciertos
requisitos pueden acogerse a los beneficios de la Ley de Ajuste
Cubano aprobada por el Congreso en 1964. Por otra parte, en
los últimos años, más de un millón de dominicanos se ha asentado
también en Estados Unidos. El predominio de los inmigrantes
del Caribe se encuentra fundamentalmente en la costa este
del país.

Pero es a partir de la década de 1980 que se
desarrolla una de las mayores olas migratorias de todos los
tiempos. En este caso son mayormente emigrantes de América
Latina. Esto obliga al Congreso norteamericano a debatir varios
proyectos de legalización de indocumentados. Llegan miles
de inmigrantes de México, Centroamérica, Colombia, Perú, Argentina,
Chile, Uruguay, Ecuador. Una fuerte crisis económica afecta
a la región, además hay varias dictaduras militares en el
cono sur, guerras civiles en tres naciones centroamericanas,
Colombia lucha contra el narcotráfico, las guerrillas y otros
grupos irregulares, Perú vive una pesadilla con las actividades
terroristas de Sendero Luminoso y otras bandas insurgentes.
En 1986, durante la presidencia de Ronald Reagan, se aprueba
el Acta de Control y Reforma Migratoria, una amplia amnistía
para los indocumentados que cumplían ciertas condiciones.
Casi 3 millones de inmigrantes reciben su residencia legal
mediante esta ley. Más de 2.5 millones son latinos, y de éstos
2.3 millones son mexicanos, según el desaparecido Servicio
de Inmigración y Naturalización de EE.UU. Cinco años después,
el presidente George Bush padre logró legalizar a un millón
y medio de inmigrantes que se habían quedado fuera de la reforma
del 86. Tres décadas después, hay en Estados Unidos aproximadamente
57 millones de latinos con un poder adquisitivo de 1.5 billones
(trillions, en inglés) de dólares al año. Hay también más
de 11 millones de indocumentados, de los cuales se calcula
que 8 millones son latinos, y de éstos unos seis millones
proceden de México. Recientemente, una verdadera ola de más
de 60 mil niños centroamericanos han cruzado solos las fronteras
de México y Estados Unidos huyendo de la violencia de las
pandillas y el crimen organizado, y de la miseria que impera
en sus países. La aprobación de una reforma migratoria integral
en Estados Unidos ha recorrido un arduo camino hacia la nada.
En 2006 y 2007, ambas cámaras del Congreso aprobaron proyectos
encaminados cambiar las leyes de inmigración, con el propósito
de legalizar a los inmigrantes que viven en las sombras y
otorgar más seguridad a las fronteras de la nación. Ambos
proyectos se diluyeron en comités de conferencia que se proponían
conciliar los textos de las dos cámaras en uno solo. Esto
nunca ocurrió. En junio de 2013, el Senado de Estados Unidos
aprobó un proyecto de reforma migratoria que incluía la legalización
de gran parte de los indocumentados pero imponiéndoles fuertes
multas por haber vivido ilegalmente en el país, hecho este
último que es un delito federal de tipo civil. Ocho senadores,
demócratas y republicanos, dieron el visto bueno al proyecto
pero éste nunca fue considerado en la Cámara de Representantes.
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