Lanzada a finales de 2014, la misión Hayabusa
2 de la Agencia de Exploración Aeroespacial Japonesa (JAXA)
pasó la mayor parte de 2018 y 2019 estudiando Ryugu. La composición
de este asteroide, rico en carbono, hacía pensar a los científicos
que allí podían encontrar restos de agua y materia orgánica.
En febrero de 2019, la sonda disparó un proyectil de un metal
llamado tántalo sobre el suelo del asteroide, que impactó
a 300 metros por segundo. Las partículas desprendidas del
suelo fueron recogidas por un instrumento especial que, en
diciembre de ese mismo año, envió a la Tierra una muestra
de 5,4 gramos (con fragmentos de roca de 10 mm) que llegarían
a la atmósfera un año después.
Este jueves un número especial de Science detalla
los análisis realizados en esas muestras, con dos nuevos estudios
que describen la composición y estructura de moléculas orgánicas,
además de una revisión de tres estudios ya publicados el verano
pasado. En el primer artículo inédito en Science, los científicos
detallan que las muestras de Ryugu contienen fragmentos de
roca en los que predominan minerales similares a la arcilla,
como la serpentina y la saponita, así como carbonatos, sulfuros
y magnetita. Las muestras de Ryugu datan de las primeras etapas
del Sistema Solar, hace unos 4.565 millones de años, cuando
un fluido templado y rico en agua se filtró a través del asteroide,
convirtiendo los componentes primordiales del Sistema Solar
en los minerales que ahora se encuentran en su interior.
Ryugu es un asteroide que forma parte de los
asteroides Apolo, descubierto el 10 de mayo de 1999 por el
equipo del Lincoln Near-Earth Asteroid Research desde el Laboratorio
Lincoln en Socorro, Nuevo México. Designado provisionalmente
como 1999 JU3. Fue nombrado Ryugu en homenaje al palacio submarino
Ryugu-jo de Ryujin, el dios dragón del mar según cuenta una
leyenda japonesa, sobre un pescador que fue recompensado con
una visita al palacio y trajo una caja con un secreto. La
sonda espacial Hayabusa 2 ha visitado este asteroide, llegando
a orbitario en julio de 2018, y trajo de vuelta una cápsula
con muestras de su superficie el 5 de diciembre de 2020.
Los trabajos publicados permiten reconstruir
la historia astroquímica de Ryugu. Los autores explican que
algunas de las moléculas orgánicas identificadas se formaron
en el medio interestelar (conjunto de materia y energía que
existe en el espacio) y que son anteriores a la formación
Sistema Solar. Dos millones de años después de que comenzara
a formarse nuestro sistema planetario, parte del material
de la región exterior colapsó por efecto de la gravedad para
formar un objeto sólido (planetesimal), identificado como
el cuerpo parental de Ryugu. Tres millones de años más tarde,
la desintegración de elementos radiactivos elevó su temperatura
interna lo suficiente como para fundir el agua congelada,
que reaccionó con la roca durante millones de años, hasta
que la temperatura volvió a descender. Esas interacciones
modificaron la geología y formaron moléculas orgánicas adicionales
en el cuerpo celeste. Alrededor de mil millones de años después,
un impacto en ese cuerpo parental expulsó material al espacio;
parte de esos fragmentos se acumularon bajo la gravedad para
formar Ryugu. Hace sólo unos cinco millones de años, las perturbaciones
gravitatorias provocaron la migración del asteroide a su actual
órbita cercana a la Tierra.
El asteroide Ryugu y el origen de la vida.
En cuanto al segundo estudio, liderado por Hikaru
Yabuta, catedrática en la Universidad de Hiroshima, los investigadores
analizaron las moléculas orgánicas solubles extraídas de las
muestras de Ryugu e identificaron aminoácidos, amino alifáticos,
ácidos carboxílicos e hidrocarburos aromáticos policíclicos.
Las moléculas identificadas compartían propiedades con los
restos orgánicos encontrados en meteoritos carbonáceos caídos
en la Tierra. De acuerdo con los autores, los hallazgos demuestran
que este tipo de moléculas orgánicas pueden sobrevivir en
la superficie de los asteroides carbonáceos, a pesar de la
dureza de las condiciones en el espacio. "Resulta sorprendente
que moléculas prebióticas como los aminoácidos y el ácido
acético puedan sobrevivir en condiciones tan severas, su presencia
sugiere que los granos de la superficie superior pueden proteger
a las moléculas orgánicas", explica Hiroshi Naraoka, investigador
de la Universidad de Kyushu (Japón). "Estas moléculas pueden
ser transportadas por todo el Sistema Solar, dispersándose
potencialmente como partículas de polvo interplanetario tras
ser expulsadas de la capa superior del asteroide por impactos
u otras causas. La humanidad podría incluso utilizar esas
moléculas orgánicas como recurso en el futuro".
Hikaru Yabuta, catedrática en la Universidad
de Hiroshima.
Además, los análisis subrayan el valor de las
misiones espaciales. "Los pequeños asteroides son material
sobrante de la formación del Sistema Solar. Sus muestras pueden
proporcionar información sobre los procesos que tuvieron lugar
durante ese periodo", escribe Christopher D. K. Herd, de la
Universidad de Alberta (Canadá) en un comentario en el mismo
número. "Estas misiones están revolucionando el conocimiento
científico de los cuerpos planetarios de los que se han obtenido
las muestras y señalan el camino para otras misiones, como
OSIRIS-REx -que está regresando con muestras del asteroide
carbonáceo Bennu- o el esfuerzo internacional para conseguir
traer muestras de Marte".
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