No daban crédito. Sentados en un saliente de
roca en la Trinchera del Ferrocarril en los yacimientos de
Atapuerca Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro
comentaban la última reunión de las jornadas científicas organizadas
en Lumley. Era 1993. Will Roebroeks y Thijs van Kolfschten
denominaban geofactos a las industrias líticas europeas más
antiguas a 500.000 años. Estas se habían localizado en Orce
(Granada), en yacimientos franceses como Le Vallonet, Soleslhac,
Carrière Carpentier, en Koroevo en Ucrania o en el Monte Poggiolo
de Italia. Y lo que más les preocupaba. En Gran Dolina.
Para los popes europeos de la ciencia no eran
restos hechos por el hombre sino cantos rodados de río, rotos
de forma natural (geofactos). Su prueba irrefutable para constatar
que no había presencia humana en Europa antes de los 500.000
años era que no había fósiles humanos de más antigüedad.
En la Trinchera del Ferrocarril llevaban trabajando
muy duro desde la época de Emiliano Aguirre. Pero si en la
Sima los cráneos ya habían asegurado todo, Dolina se mostraba
esquiva. Era un yacimiento difícil de comprender en la forma
en la que se había creado. Abajo había presencia humana pero
no humanos. En 1992 se ideó un sondeo vertical para comprender
la formación del yacimiento pero también para saber si era
viable abrir todo un espacio de excavación de 100 metros cuadrados
con los esfuerzos que para todo el equipo eso suponía.
El equipo de Gran Dolina posa con los primeros
restos hallados hace 30 años.
La superficie de TD-6 se ha excavado, en pequeñas
superficies hasta esta campaña de 2024 en la que se abordan
20 metros cuadrados. El trabajo se ha realizado en dos épocas.
El sondeo de 1993 que dio con los primeros restos de 1994
y en 2003. La colección está formada por un total de 180 restos
fósiles de, al menos, nueve individuos. La mayoría son niños
y jóvenes. El Chico de la Gran Dolina, el rostro que ayudó
a lanzar la nueva especie, tendría poco más de diez años.
A ello hay que sumar unas 300 piezas de industria lítica.
Los fósiles están muy fragmentados porque fueron canibalizados.
En TD-6 calculan que las piezas humanas de este festín caníbal
pueden alcanzar el millar. Se excavará antes de diez años.
Era el segundo año del sondeo, los niveles de
conflicto en la ciencia europea se habían sobrepasado. «Dolina
dará resultados, hay potencial, hay fósiles, estoy seguro»,
zanjó enérgicamente Eudald con la aprobación de José María.
Ambos estaban seguros que un yacimiento que había generado
tanto trabajo y esfuerzo, tenía que dar ese resultado que
todos exigían, el fósil humano.
Había pasado un año más desde la reunión de
Tautavel. Los primeros datos de arqueomagnetismo de Josep
María Parés estaban en la mesa de los codirectores encargados
de la Trinchera de Atapuerca. El sondeo suponía un duro trabajo
para los integrantes del equipo (Aurora Martín, Xosé Pedro
Rodríguez, Josep María Vergés, Marina Mosquera, Jordi Rosell,
Montserrat Esteban y María Elena Nicolás). Habían alcanzado
ya niveles por debajo de los primeros datos de cronología
de TD-7 que coincidían con la inversión del polo magnético
Matuyama/Brunhes. 780.000 años. «Ya estamos por debajo, tiene
que aparecer algo» reflexiona José María Bermúdez de Castro
en uno de sus habituales paseos matutinos por Ibeas. Apasionado
de la fotografía, el paisaje de la sierra a primeros de julio
le parecía que las primeras horas de la mañana, dotaban al
azul del cielo de un tono inmejorable.
La abertura en la roca para el paso del ferrocarril.
En la Trinchera, era el turno de Aurora Martín.
Se excavaba con cuidado pero sin pausa. La emoción era patente
en todo el equipo, todo lo que apareciera era mucho más antiguo
de los 500.000. «Vamos a batir la tibia de Boxgrove», ya veréis»,
se decían entre ellos porque los ánimos eran necesarios para
el trabajo en apenas seis metros cuadrados de espacio. Inglaterra
acababa de sacar a la luz el fósil más antiguo de Europa.
Los 500.000 años volvían a imponerse. La línea anglosajona
convencía con todos los medios y décadas de experiencia. Y
el proyecto de Atapuerca no había estado nunca boyante pero
había que ganarse la posición ante las administraciones para
garantizar su continuidad sin sobresaltos. Brocha y espátula
en mano, Aurora empezó a perfilar una pequeña pieza. «Parece
un diente», pensó sin decir nada a nadie. Era pequeño para
ser de animal pero prefirió no pensar y terminar de extraer
la pieza. Conforme limpiaba la zona aparecieron otros dos.
Miraba a su compañero. Él la miraba a ella.
Sabían qué podía ser, pero ninguno quería decir nada. Ninguno
se atrevía a decir nada.
Llegó Eudald. «¿Será?» se preguntó. Emoción
contenida entre el equipo que no decía ni mú. El trabajo en
la trinchera de Atapuerca debía seguir con normalidad. Eudald
salía al andamio cada poco para ver si llegaba José María,
especialista en dentición. A penas fueron tres minutos. Cada
segundo contaba como una eternidad para todos. Con tranquilidad
se acercaba José María al yacimiento de Gran Dolina y vio
sorprendido a Eudald llamándole a gritos. «José María ven,
vamos sube». «¿Qué ha pasado?», preguntó él asustado pensando
que alguien podía haber sufrido algún percance. En cuanto
tuvo la pequeña bolsa de plástico con los tres dientes en
sus manos se puso blanco. La mano de Eudald temblaba. Cuando
los abrió no había ninguna duda. «¡Son humanos!», gritó. La
alegría contenida estalló. El resto de los integrantes de
la excavación se volvieron hacia Dolina para ver que pasaba.
En los yacimientos de la sierra de Atapuerca,
cerca de Burgos, se han hecho importantes descubrimientos
de restos fósiles a lo largo del tiempo, entre ellos los del
"Homo antecessor", una nueva especie humana.
Aquello se convirtió en una alegría colectiva.
Tirados en el suelo celebrando un hallazgo único. Atapuerca
había encontrado aquello que Roebroeks y Kolfschten exigían
para pensar en ocupaciones europeas antes de 500.000 años.
Fósiles humanos que desde aquel verano dejaban en mera anécdota
a la tibia de Boxgrove e impulsaron el trabajo científico
en Atapuerca al primer nivel de la ciencia. Eran lo restos
más antiguos de Europa. Más de 800.000 años. A esos primeros
restos, el sondeo aporto nuevas evidencias el canibalismo,
una acumulación inédita de restos humanos que se volverían
a comprobar en el retranque de una parte de dolina que avanza
el trabajo en superficie. 30 años después afrontan una nueva
excavación en extensión del nivel que lo cambió todo en las
ocupaciones más antiguas del continente europeo.
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