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6 - Julio - 2024
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No daban crédito. Sentados en un saliente de roca en la Trinchera del Ferrocarril en los yacimientos de Atapuerca Eudald Carbonell y José María Bermúdez de Castro comentaban la última reunión de las jornadas científicas organizadas en Lumley. Era 1993. Will Roebroeks y Thijs van Kolfschten denominaban geofactos a las industrias líticas europeas más antiguas a 500.000 años. Estas se habían localizado en Orce (Granada), en yacimientos franceses como Le Vallonet, Soleslhac, Carrière Carpentier, en Koroevo en Ucrania o en el Monte Poggiolo de Italia. Y lo que más les preocupaba. En Gran Dolina.

Para los popes europeos de la ciencia no eran restos hechos por el hombre sino cantos rodados de río, rotos de forma natural (geofactos). Su prueba irrefutable para constatar que no había presencia humana en Europa antes de los 500.000 años era que no había fósiles humanos de más antigüedad.

En la Trinchera del Ferrocarril llevaban trabajando muy duro desde la época de Emiliano Aguirre. Pero si en la Sima los cráneos ya habían asegurado todo, Dolina se mostraba esquiva. Era un yacimiento difícil de comprender en la forma en la que se había creado. Abajo había presencia humana pero no humanos. En 1992 se ideó un sondeo vertical para comprender la formación del yacimiento pero también para saber si era viable abrir todo un espacio de excavación de 100 metros cuadrados con los esfuerzos que para todo el equipo eso suponía.

El equipo de Gran Dolina posa con los primeros restos hallados hace 30 años.

La superficie de TD-6 se ha excavado, en pequeñas superficies hasta esta campaña de 2024 en la que se abordan 20 metros cuadrados. El trabajo se ha realizado en dos épocas. El sondeo de 1993 que dio con los primeros restos de 1994 y en 2003. La colección está formada por un total de 180 restos fósiles de, al menos, nueve individuos. La mayoría son niños y jóvenes. El Chico de la Gran Dolina, el rostro que ayudó a lanzar la nueva especie, tendría poco más de diez años. A ello hay que sumar unas 300 piezas de industria lítica. Los fósiles están muy fragmentados porque fueron canibalizados. En TD-6 calculan que las piezas humanas de este festín caníbal pueden alcanzar el millar. Se excavará antes de diez años.

Era el segundo año del sondeo, los niveles de conflicto en la ciencia europea se habían sobrepasado. «Dolina dará resultados, hay potencial, hay fósiles, estoy seguro», zanjó enérgicamente Eudald con la aprobación de José María. Ambos estaban seguros que un yacimiento que había generado tanto trabajo y esfuerzo, tenía que dar ese resultado que todos exigían, el fósil humano.

Había pasado un año más desde la reunión de Tautavel. Los primeros datos de arqueomagnetismo de Josep María Parés estaban en la mesa de los codirectores encargados de la Trinchera de Atapuerca. El sondeo suponía un duro trabajo para los integrantes del equipo (Aurora Martín, Xosé Pedro Rodríguez, Josep María Vergés, Marina Mosquera, Jordi Rosell, Montserrat Esteban y María Elena Nicolás). Habían alcanzado ya niveles por debajo de los primeros datos de cronología de TD-7 que coincidían con la inversión del polo magnético Matuyama/Brunhes. 780.000 años. «Ya estamos por debajo, tiene que aparecer algo» reflexiona José María Bermúdez de Castro en uno de sus habituales paseos matutinos por Ibeas. Apasionado de la fotografía, el paisaje de la sierra a primeros de julio le parecía que las primeras horas de la mañana, dotaban al azul del cielo de un tono inmejorable.

La abertura en la roca para el paso del ferrocarril.

En la Trinchera, era el turno de Aurora Martín. Se excavaba con cuidado pero sin pausa. La emoción era patente en todo el equipo, todo lo que apareciera era mucho más antiguo de los 500.000. «Vamos a batir la tibia de Boxgrove», ya veréis», se decían entre ellos porque los ánimos eran necesarios para el trabajo en apenas seis metros cuadrados de espacio. Inglaterra acababa de sacar a la luz el fósil más antiguo de Europa. Los 500.000 años volvían a imponerse. La línea anglosajona convencía con todos los medios y décadas de experiencia. Y el proyecto de Atapuerca no había estado nunca boyante pero había que ganarse la posición ante las administraciones para garantizar su continuidad sin sobresaltos. Brocha y espátula en mano, Aurora empezó a perfilar una pequeña pieza. «Parece un diente», pensó sin decir nada a nadie. Era pequeño para ser de animal pero prefirió no pensar y terminar de extraer la pieza. Conforme limpiaba la zona aparecieron otros dos.

Miraba a su compañero. Él la miraba a ella. Sabían qué podía ser, pero ninguno quería decir nada. Ninguno se atrevía a decir nada.

Llegó Eudald. «¿Será?» se preguntó. Emoción contenida entre el equipo que no decía ni mú. El trabajo en la trinchera de Atapuerca debía seguir con normalidad. Eudald salía al andamio cada poco para ver si llegaba José María, especialista en dentición. A penas fueron tres minutos. Cada segundo contaba como una eternidad para todos. Con tranquilidad se acercaba José María al yacimiento de Gran Dolina y vio sorprendido a Eudald llamándole a gritos. «José María ven, vamos sube». «¿Qué ha pasado?», preguntó él asustado pensando que alguien podía haber sufrido algún percance. En cuanto tuvo la pequeña bolsa de plástico con los tres dientes en sus manos se puso blanco. La mano de Eudald temblaba. Cuando los abrió no había ninguna duda. «¡Son humanos!», gritó. La alegría contenida estalló. El resto de los integrantes de la excavación se volvieron hacia Dolina para ver que pasaba.

En los yacimientos de la sierra de Atapuerca, cerca de Burgos, se han hecho importantes descubrimientos de restos fósiles a lo largo del tiempo, entre ellos los del "Homo antecessor", una nueva especie humana.

Aquello se convirtió en una alegría colectiva. Tirados en el suelo celebrando un hallazgo único. Atapuerca había encontrado aquello que Roebroeks y Kolfschten exigían para pensar en ocupaciones europeas antes de 500.000 años. Fósiles humanos que desde aquel verano dejaban en mera anécdota a la tibia de Boxgrove e impulsaron el trabajo científico en Atapuerca al primer nivel de la ciencia. Eran lo restos más antiguos de Europa. Más de 800.000 años. A esos primeros restos, el sondeo aporto nuevas evidencias el canibalismo, una acumulación inédita de restos humanos que se volverían a comprobar en el retranque de una parte de dolina que avanza el trabajo en superficie. 30 años después afrontan una nueva excavación en extensión del nivel que lo cambió todo en las ocupaciones más antiguas del continente europeo.

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