Hace miles de años, el filósofo griego Platón
puso en boca en los diálogos de Timeo y Critias el nombre
de Atlántida. Seguramente hayan escuchado alguna vez este
nombre, pues hace referencia a la mítica isla griega que el
filósofo pretendía representar a través de la ciudad de Atenas.
En los diálogos de Platón, la Atlántida es descrita como un
estado sofisticado que sucumbió tras el fallido intento de
sus arrogantes gobernantes de invadir Grecia. Según Platón,
los dioses castigaron a la Atlántida por la ambición de su
pueblo, provocando desastres naturales que finalmente sumergieron
la isla en el mar, eliminando por completo su poder.
Sin embargo, siglos después, son muchos los
historiadores e investigadores que debaten acerca de la posible
existencia o no de esta ciudad pérdida. Lo cierto es, que
en las costas del golfo de Nápoles, se encuentra una ciudad
engullida por el mar hace 2.000 años que recibe el nombre
de la ‘Atlántida romana’. Estamos hablando de Baia, una antigua
localidad que fue un lujoso lugar de descanso para la élite
romana que ha terminado parcialmente sumergida bajo el mar,
creando un parque arqueológico submarino único en el mundo.
Baia fue, durante su apogeo en los siglos I
a.C. y I d.C., un destino predilecto para los más poderosos
de Roma. Entre sus visitantes más ilustres se encuentran emperadores
como Julio César, Augusto y Nerón, así como numerosos senadores
y ciudadanos adinerados. La ciudad ofrecía todo lo necesario
para el descanso y el esparcimiento: un clima templado, aguas
termales naturales y una ubicación idílica junto al mar. De
este modo, no es de extrañar que los romanos construyeran
en Baia suntuosas villas, complejos termales y jardines exuberantes.
Uno de los mayores atractivos eran sus impresionantes
balnearios, pues eran únicos gracias a los respiraderos volcánicos
naturales donde se asentaban. Las aguas termales, conocidas
por sus propiedades curativas, eran canalizadas hacia magníficos
baños públicos y privados, decorados con mosaicos y estatuas.
Estas instalaciones no solo servían para la relajación, sino
que también eran espacios sociales donde se discutían asuntos
políticos, se cerraban negocios y se disfrutaba de la compañía.
Sin embargo, la prosperidad de Baia no duró
para siempre. La villa se levantó en la península de Cuma,
en los Campos Flégreos, una zona volcánica activa, en la ladera
de un antiguo cráter que desciende hasta la orilla Así, la
actividad volcánica y el fenómeno del bradisismo, un levantamiento
y hundimiento periódico del suelo, provocaron que la ciudad
comenzara a sumergirse gradualmente. A lo largo de los siglos,
gran parte de Baia terminó bajo el agua, preservando de manera
excepcional sus estructuras arquitectónicas, que hoy en día
forman parte del Parque Arqueológico Sumergido de Baia.
El parque, que se extiende por unas 177 hectáreas,
es considerado uno de los yacimientos arqueológicos submarinos
más importantes del mundo. Sus aguas albergan restos de villas
romanas, mosaicos, estatuas y otras maravillas arqueológicas
que pueden ser exploradas mediante buceo o en embarcaciones
con fondo de cristal. Este sitio ofrece una experiencia única,
permitiendo a los visitantes sumergirse en la historia y admirar
de cerca el legado de la antigua Roma.
Entre los hallazgos más impresionantes del parque
se encuentran la Villa a Protiro, conocida por su entrada
con columnas y suelos de mosaico, y el Ninfeo de Claudio,
un complejo dedicado al emperador Claudio decorado con estatuas
que representan episodios mitológicos. Los arqueólogos también
han descubierto restos de calles pavimentadas, templos y almacenes,
proporcionando una visión completa de la vida en Baia durante
su época dorada. A pesar de los desafíos que supone la conservación
y el estudio de un yacimiento submarino, los esfuerzos continuos
de arqueólogos y científicos han permitido desentrañar muchos
de los secretos de Baia. Sus investigaciones no solo han arrojado
luz sobre la tecnología y el diseño arquitectónico de la época,
sino que también han ayudado a entender mejor los hábitos,
costumbres y prioridades de la élite romana.
Poderosos estadistas construyeron lujosas villas
en su playa, con spas y piscinas con mosaicos donde podían
entregarse a sus deseos más salvajes. Uno de sus residentes
llegó a encargar un ninfeo, una gruta privada rodeada por
estatuas de mármol dedicadas en exclusiva a los "placeres
terrenales". Hace más de 2000 años, Baia era el Las Vegas
del Imperio Romano, una ciudad vacacional a unos 30 kilómetros
de Nápoles, en la calurosa y picante costa occidental de Italia,
que satisfacía los caprichos de los poetas, generales y personas
de toda condición que allí recalaban.
Cicerón, el gran orador, compuso algunos de
sus discursos en su retiro junto a la bahía, mientras que
el poeta Virgilio y el naturalista Plinio mantuvieron residencias
en las cercanías de sus rejuvenecedores baños públicos.
"Hay muchos relatos de intriga asociados a Baia",
afirma John Smout, un investigador que ha colaborado con arqueólogos
locales para investigar el sitio. Circularon rumores de que
Cleopatra escapó en su barco desde Baia después de que Julio
César fuera asesinado en el 44 a.C., mientras Julia Agripina
planeaba, también en Baia, la muerte de su marido, Claudio,
para que su hijo Nerón pudiera convertirse en emperador de
Roma. Su agua mineral y un clima amable fueron lo que primero
atrajo a la nobleza de Roma en el último cuarto del siglo
II a.C. El lugar era conocido como los Campos Flégreos, así
llamados por las calderas volcánicas que salpican la región.
Bajo las aguas del Tirreno se ocultan algunas
de las ruinas de la antigua ciudad romana.
Las calderas eran veneradas por los griegos
y los romanos como entradas al inframundo, al Hades, pero
también impulsaron un gran número de avances tecnológicos.
El invento local del cemento resistente al agua, una mezcla
de limo y rocas volcánicas, espoleó la construcción de bóvedas
abiertas y fachadas de mármol, así como estanques privados
con peces y suntuosas casas de baño. Pero, dada la reputación
pecaminosa de Baia, quizá fue correcto que la abundante actividad
volcánica en la zona fuese también su perdición. Durante algunos
siglos, el bradisismo, el aumento y descenso gradual de la
superficie de la Tierra causados por la actividad sísmica
e hidrotermal, hizo que gran parte de la ciudad se hundiera
en una gran sepultura acuosa, el lugar en el que todavía hoy
se asienta.
El interés turístico por esta zona costera solo
se renovaría en los años 1940, cuando un piloto mostró una
fotografía aérea de un edificio justo bajo la superficie del
mar. Pronto, los geólogos asombrados empezaron a buscar respuestas
a los agujeros que habían dejado los moluscos en ruinas descubiertas
cerca de la orilla, indicios de que partes de la colina habían
estado alguna vez sumergidas. Dos décadas después, las autoridades
italianas enviaron un submarino a investigar las partes de
la ciudad que permanecían bajo el agua. Lo que encontraron
fue fascinante: desde los tiempos de Roma, la presión subterránea
había hecho que la tierra que rodea Baia se alzara y hundiera
continuamente, empujando las antiguas ruinas hacia lo alto,
hacia la superficie marina, antes de que lentamente el agua
se la vuelva a tragar de nuevo.
Su clima suave fue uno de los encantos que primero
atrajeron a la nobleza romana hacia Baia.
Las ruinas sumergidas han sido dominio exclusivo
de unos pocos intrépidos arqueólogos hasta muy fecha muy reciente.
El yacimiento arqueológico submarino no fue formalmente designado
como zona protegida hasta 2002, cuando abrió al público. Desde
entonces, la tecnología 3D y otros avances en arqueología
submarina han permitido los primeros vistazos a este capítulo
de la Edad Antigua. Buceadores, historiadores y fotógrafos
han podido captar rotondas y pórticos sumergidos, incluido
el del famoso templo de Venus (en realidad es un sauna), todos
ellos descubrimientos que han dado pistas sobre el más rabioso
desenfreno de la antigua Roma. Debido a la ondulación de la
corteza terrestre, las ruinas yacen en aguas relativamente
poco profundas, a una media de seis metros, permitiendo a
los visitantes ver algunas de sus misteriosas estructuras
subacuáticas desde barcos con el suelo de cristal o, como
se las conoce, videobarcas. Centros locales de buceo como
Centro Sub Campi Flegreo, que colaboró con la BBC en un reciente
documental sobre Baia, también ofrece a los submarinistas
paseos por las ciudad sumergida, ya mar Tirreno adentro. En
un día tranquilo, los visitantes pueden distinguir columnas
romanas, antiguas carreteras y plazas pavimentadas. Estatuas
de Octavia Claudia, la hermana del emperador Claudio, y Ulises
señalan la entrada a las grutas submarinas, con sus alargados
brazos cubiertos de percebes. Pero también hay mucho que ver
en la superficie. De hecho, muchas de las esculturas sumergidas
son en realidad réplicas; los originales pueden encontrarse
en lo alto de la colina, en el castillo de Baia, donde la
Superintendencia Arqueológica de Campania gestiona un museo
con las reliquias recuperadas de las aguas.
La presión sísmica ha hecho que la tierra que
rodea a Baia se alce y hunda constantemente.
El Parque Arqueológico de las Termas de Baia,
la parte de la antigua ciudad todavía sobre el nivel del mar,
excavada en la década de 1950, expone otros tesoros. Fue Amedeo
Maiuri el arqueólogo que desenterró Pompeya y Herculano, quien
sacó a la luz los restos de terrazas con mosaicos y casas
de baños con techos abovedados. Rodeando al Parque Arqueológico
está la moderna Baia, una sombra de su antigua magnificencia,
pero que aún contiene el espíritu de su molicie y placer.
Hoy en día, la costa, que estuvo antaño cubierta con mansiones
y saunas, luce una pequeña marina, un hotel y un puñado de
restaurantes especializados en pescado y marisco, todos alineados
en la estrecha carretera que conduce al noreste, hacia Nápoles.
El tiempo para ver este vestigio de la antigua opulencia de
Italia podría estar agotándose. Los sismólogos prevén un incremento
de la actividad volcánica en la costa de Baia en el futuro
próximo, haciendo su destino incierto una vez más. Solo el
pasado año, se registraron 20 pequeños temblores y en los
últimos años se ha empezado a hablar de cerrar las ruinas
sumergidas al público. Pese a ello, los visitantes pueden
por ahora buscar en esta ciudad sumergida una entrada oculta,
si no al inframundo, al menos a los espectaculares tesoros
que esconde.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
|