Boris Johnson parte con varios cuerpos de ventaja en la carrera
de diez candidatos a la sucesión de Theresa May como líder
conservadora.
Con el actual titular de la Secretaría de Exteriores, Jeremy
Hunt, subiendo enteros y con el secretario de Medio Ambiente,
Michael Gove, luchando por mantener vivas sus aspiraciones
tras confesar que esnifó cocaína "varias veces" en sus años
de periodista. Johnson contó de entrada con el respaldo de
61 diputados 'tories', frente a los 34 de Hunt y Gove, seguidos
el del ex ministro del Brexit, Dominic Raab (24), el titular
de Interior, Sajid Javid (19), y el de Salud, Matthew Hancock
(12). Los otros cuatro aspirantes, entre ellos la ex portavoz
del Gobierno ante el Parlamento, Andrea Leadsom, luchan aún
por conseguir el mínimo de ocho diputados requeridos para
poder participar en la primera "eliminatoria" prevista para
el 13 de junio. Los dos más votados participarán al final
en las elecciones internas abiertas a los 160.000 militantes
conservadores. El nombre del sucesor de May y futuro inquilino
de Downing Street se sabrá en el tercera semana de julio,
con la soga del 31 de octubre como la nueva fecha del Brexit
despuntando en el sombrío horizonte.
"Elegir a Boris Johnson o a cualquier otro partidario del
Brexit 'duro' es el camino más directo hacia las elecciones
anticipadas", ha advertido de antemano la secretaria de Trabajo
y Pensiones Amber Rudd, en el momento de dar su respaldo a
su colega Jeremy Hunt, respaldado sobre la marcha por otros
dos pesos pesados del gabinete: la secretario de Defensas,
Penny Mordaunt, y el secretario de Comercio Internacional,
Liam Fox. Hunt fue precisamente el primero en lanzar su candidatura,
con la garantía de su experiencia de este último año como
secretario de Exteriores, su buena relación con la canciller
Angela Merkel y la promesa de convertirse en "un primer ministro
que pueda negociar con mejores opciones en su mano". Pese
a su implicación en el acuerdo fallido negociado por Theresa
May, Jeremy Hunt, 52 años, con su experiencia de empresario
previa a la de político, goza de una credibilidad en el sector
moderado del partido y ha lanzado un guiño a la dura anticipando
que el 'no acuerdo' vuelve a estar sobre la mesa. Sus declaraciones
a favor de restringir a la mitad (de 24 a 12 semanas) el tiempo
máximo permitido para una aborto legal ha despertado sin embargo
cierta inquietud entre sus correligionarias.
Presionado por el sector euroescéptico de su partido, el
entonces primer ministro británico, David Cameron, resolvió
convocar la consulta el 23 de junio del 2016 para que los
británicos decidieran con su voto si deseaban o no abandonar
la UE. Cameron necesitaba cohesionar al Partido Conservador
ante el avance del euroescepticismo y del populista partido
UKIP de Nigel Farage. El 51,9% de los votantes apostaron por
el ‘brexit’, frente al 48,1% que votó en contra. Hubo divisiones
importantes dentro del país: Inglaterra y Gales apoyaron la
marcha de la UE, Escocia e Irlanda del Norte en cambio votaron
la permanencia. Ahora, la sucesora que vivió años
muy dificiles, Theresa May, entroncada en su voluntad de hacer
resperar la voluntad de las votaciones deja el conflicto en
el aire. Tres años después, ante el pelotón de fusilamiento
de sus propios compañeros conservadores, Theresa May había
de recordar el momento en que abrazó con ingenuidad redentora
la promesa del Brexit. Cegada por la lealtad a un partido
al que dedicó su vida, no entendió que su elección por descarte,
cuando ninguno de sus rivales tuvo las agallas de hacerse
con las riendas de una formación en proceso de descomposición
por la eterna cuestión de Europa, era el primer paso hacia
un fracaso inevitable. Y un empeño imposible. La dimisión
de May resucita la amenaza de un Brexit salvaje, donde pierde
Inglaterra y Europa.

El origen de la edificación que hoy alberga
la residencia del primer ministro de Reino Unido podría
cifrarse en 1732. Ésta fue entregada por el Rey George
II a Robert Walpole en agradecimiento a los servicios
prestados. En lugar de quedársela a título privativo,
Walpole mencionó que ésta debería de convertirse en
residencia del que ocupase el cargo de primer ministro,
y así se mantiene en la actualidad.
Downing Street es en realidad la suma
de tres espacios que en su día fueron independientes
y que juntos suman más de 100 habitaciones. Las tres
casas eran una mansión con vistas a St. James Park,
una casa adosada y una cabaña o casa rural (cottage).
Una vez cedidas por el rey Jorge II se llevó a cabo
un proceso de reestructuración integral que jamás se
ha culminado, dado que periódicamente debe ser reformada.
Por ello, y aunque resulte extraño, la mayoría de primeros
ministros que ha habido no han utilizado esta residencia,
o no al menos durante la totalidad de su mandato. La
residencia privada, donde el primer ministro y su familia
viven y a la cual no se puede acceder está ubicada en
el tercer piso.
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Los euroescépticos se vuelcan en la candidatura de Boris
Johnson para salvar el Brexit. El exalcalde de Londres ofrece
unir al partido y al país si se hace con el liderazgo conservador.
La única persona capaz de derrotar a Boris Johnson sería el
propio Boris Johnson. El exalcalde de Londres presentó
su campaña para liderar el Partido Conservador, arropado por
los principales euroescépticos de la formación. Cualquier
duda sobre su imprevisible carácter o su programa político
ha quedado aparcada, ante su promesa de que el Reino Unido
saldrá de la UE el 31 de octubre, con o sin acuerdo. “Después
de tres años de debate y dos fechas de salida aplazadas,debemos
abandonar la Unión Europea el próximo 31 de octubre”, anunció
Johnson. “Un retraso sería una derrota. Un retraso significa
entregar el poder a [Jeremy] Corbyn [el líder del Partido
Laborista]. Una nueva patada hacia adelante de la pelota y
estaremos muertos”. Era la metáfora para expresar el terror
extendido entre todos los diputados conservadores de que el
desastre del Brexit puede arrasar por completo el apoyo electoral
del partido, en beneficio del ultranacionalista Nigel Farage,
y que ese fraccionamiento del voto de derechas sería el trampolín
para la victoria de los laboristas en unas elecciones.
Por eso los principales euroescépticos de la formación han
decidido obviar las numerosas dudas que sigue levantando la
atrabiliaria e imprevista personalidad del exalcalde de Londres
y apostar por su liderazgo. “Boris Johnson nos ha convencido
de que hará lo correcto. Y sabemos que, como primer ministro,
haría las mismas cosas que hizo como alcalde. Porque no se
sitúa a la derecha del partido, aunque sea el candidato elegido
por el ala derecha. Boris es más bien lo que llamamos un One
Nation (Una Nación) tory, y su posición está en la margen
izquierda de la organización”, explicó Steve Baker,
el número dos del Grupo de Investigaciones Europeas [la organización
parlamentaria que agrupa a los euroescépticos]. Baker se ha
especializado en disciplinar las filas de sus diputados y
asegurar los apoyos.

Su campaña está siendo muy calculada, con apariciones mínimas
ante los medios y un intento de transmitir la seriedad y el
rigor que no ha tenido en los últimos años. Fue todo un golpe
de efecto que la estrella invitada para presentar al candidato
fuera Geoffrey Cox, el abogado general del Estado. Este brillante
abogado ha sido leal hasta el último minuto a Theresa May,
le ha plantado cara en las reuniones internas del Gobierno
para explicarle lo que podía y no podía hacer jurídicamente,
ha defendido apasionadamente el plan del Brexit de la primera
ministra ante un Parlamento hostil, y, sobre todo, tiene la
fama de metódico y riguroso de la que Johnson carece. “Son
tiempos extraordinarios y necesitamos imaginación política
y capacidad de liderazgo, en vez de respuestas burocráticas,
para estar a la altura del reto”, ha dicho Cox. Johnson aparece
ahora mucho más centrado y decidido a dar la batalla que hace
tres años, cuando la puñalada por la espalda de su entonces
aliado y hoy rival, el ministro de Medio Ambiente, Michael
Gove, le llevó a retirarse de la carrera el mismo día en que
tenía previsto lanzar su candidatura. Ayer se presentó como
el único capaz de hacer frente a las amenazas que suponen
para el Partido Conservador Nigel Farage y Jeremy Corbyn,
prometió acabar con las divisiones en el partido y en el país
provocadas por el Brexit, y anunció un conservadurismo con
preocupaciones sociales y medioambientales. Frente a una prensa
que no dejaba de preguntarle por sus errores pasados y sus
meteduras de pata, no se salió del guion y recordó constantemente
su exitosa etapa al frente de la alcaldía de Londres.

Brexit blando o Brexit duro, esa es la cuestión.
El Gobierno de Theresa May se divide entre los partidarios
de una salida suave de la Unión Europea y los que apuestan
por una ruptura total.
¿Brexit suave? Se trata del plan aprobado
por el Gobierno de Theresa May. También se conoce como Brexit
suave o, como le llaman sus detractores, BINO (Brexit In Name
Only, Brexit sólo de nombre). En definitiva podría definirse
como un Brexit sin Brexit. Contempla una zona de libre comercio
entre el Reino Unido y la Unión Europea e incluso establece
que los ciudadanos del resto de países de la UE pueden continuar
viajando libremente al territorio para estudiar o trabajar.
May pretende evitar la frontera irlandesa y poner a salvo
a la industria británica haciendo que Reino Unido se mantenga
dentro de la unión aduanera europea. También dentro del mercado
único de productos y bienes agrícolas. Así, Londres se encontraría
con la kafkiana situación de que deberá seguir acatando las
reglas de la Unión Europea en este sentido, pero ahora sin
tener ningún poder de decisión ni poder director en Bruselas.
La estrategia aprobada el pasado viernes plantea una especie
de área de libre comercio de mercancías que, entre otras cosas,
obligaría a Reino Unido a respetar la normativa europea, sin
participar en su creación. Esto traspasa claramente las líneas
rojas marcadas por el sector euroescéptico del partido. El
Brexit blando se entendería por la búsqueda por parte de Londres
de un vínculo con la UE similar al que tiene Noruega, que
no es miembro de la Unión pero que tiene pleno acceso al mercado
único europeo. A cambio, debería contribuir al presupuesto
comunitario, permitir a los ciudadanos de la UE vivir y trabajar
en el país y asumir una gran parte de la legislación europea.
Tras las últimas dimisiones, May insiste en su propuesta.
La jefa de Gobierno británico asegura que su plan sienta unas
bases de negociación con Bruselas “responsables y creíbles”
y que la propuesta para una futura relación comercial con
la Unión Europea va en favor del “interés nacional” de Reino
Unido.

¿Brexit duro? El Brexit duro, radical
o limpio es que abanderan los ministros disidentes y los que
todavía quedan dentro del grupo tory, los conocidos como ‘brexiteers’.
Apuestan por una ruptura total con Bruselas. Se trataría de
sacar al país no sólo de la UE, sino también del mercado común
europeo y de la unión aduanera. La relación entre Reino Unido
y los 27 Estados miembros restantes sería comparable a la
actual de la UE con Canadá. Los ciudadanos europeos deberían
solicitar permiso de trabajo para poder vivir y trabajar en
el país, con lo que Reino Unido recuperaría el control de
las fronteras y controlar la inmigración. En su carta de renuncia,
Boris Johnson afirma que con el plan de May el “sueño” del
Brexit “se está muriendo, ahogado por unas dudas innecesarias”.
Considera que se trata de un “Brexit a medias” que convertiría
a Reino Unido en una “colonia” de la UE.
El gran problema de un Brexit blando es que
el Reino Unido continuaría dentro la unión aduanera europea,
por lo que no podría negociar acuerdos unilaterales con terceros,
mientras que si mantuviera la libre circulación de personas
dentro de la Unión tendría que seguir aportando fondos, por
lo que sería una salida que prácticamente no cambiaría su
actual participación con la Unión Europea. La otra posibilidad,
la que generaría una mayor volatilidad e incertidumbre sería
un Brexit duro, ya se tendrían que negociar nuevos acuerdos
sobre todo en materia de circulación de personas y mercancías.
Este escenario es el más negativo para las bolsas, y el que
más podría empeorar las perspectivas económicas.
Uno de los sectores más perjudicados seria la
banca, ya que tendría que enfrentarse a nuevas regulaciones,
con la duda sobre lo que ocurriría con el tratamiento de sus
empleados no británicos. Sabadell y Santander son los que
más exposición tienen en el mercado británico, por lo que
en un primer momento serían los más penalizados. Es el caso
de Sabadell, que cuenta con su mayor posición fuera de nuestras
fronteras en Reino Unido, con el banco comercial TSB. Caso
similar es el de Banco Santander, que su filial británica
supone más de un 10% de sus resultados anuales. La depreciación
de libra unida a nuevas regulaciones podría reducir sus beneficios
en términos reales. Por otro lado, todas las empresas españolas
que tengan un flujo de exportaciones e importaciones con el
Reino Unido se verían gravemente perjudicadas, ya que habría
que esperar a un nuevo marco comercial a partir de la salida.
Además, muchas de las mercancías podrían empezar a gravarse
con aranceles al no participar de mismo acuerdo comercial.
Las empresas españolas con mayor exposición al mercado británico
son las que mayor volatilidad podrían sufrir en el caso de
que se produjera una salida sin acuerdo. Esta situación generaría
grandes interrogantes sobre la viabilidad de sus negocios
en un país que dejaría de ser miembro de la Unión Europea.
Telefónica sigue con gran exposición a Reino Unido a través
de su filial O2. A pesar de que ha intentado deshacerse de
ella en dos ocasiones, continúa significando una de las mayores
posiciones de la compañía de telefonía en Europa. Por último,
IAG es el que más podría sufrir, ya que más del 30% de sus
ingresos provienen de Gran Bretaña. Un paso atrás en materia
de integración económica supone toda una incógnita para la
liberta de capitales, libertad de fronteras y regulación aérea.
Además del flujo constante de mercancías, el sector inmobiliario
también se podría ver perjudicado en España, ya que los británicos
tienen un peso muy importante tanto en el turismo hotelero,
como en la compra de propiedades en zonas costeras. En España
hay cerca de 300.000 británicos registrados, de los cuales
115.000 están en edad de jubilación. Muchos de ellos viven
en España con la pensión de su país de origen. Las comunidades
más pobladas de británicos son Andalucía, Valencia y las Islas
Baleares y Canarias, con una especial concentración en Alicante
y Málaga. Desde hace dos años se ha experimentado una ligera
reducción de británicos a la espera de la resolución final
del Brexit, lo que afectaría al mercado inmobiliario local
y al turismo de zona. La incertidumbre sobre cómo sería el
tratamiento de los británicos en España en el caso de que
hubiera un Brexit duro podría generar la paralización de la
inversión británica hasta que se creara un nuevo marco legal.
Desde hace varios meses la inversión británica ha disminuido
mucho en nuestro país a la espera de la decisión que tome
el Parlamento británico. Podría darse el caso de que los ciudadanos
británicos necesitaran de visados para viajar a España, o
que los que residen aquí pasaran a estar de manera irregular.
¿Que medidas se están barajando
en Bruselas en caso de Brexit duro? La UE prolongará las licencias
para los transportistas británicos y los conductores de camiones
hasta fines de 2019: el intercambio de mercancías en carretera,
sobre todo, puede seguir efectuándose en el puerto de Dover.
Gran Bretaña debe aceptar esta medida. En estos nueve meses,
se negociarán nuevas regulaciones o el transporte de camiones
estaría sujeto a acuerdos internacionales. Esto significa
que, por ejemplo, pueden limitarse las asignaciones de licencias.
La UE también quiere extender parte del acuerdo de tráfico
aéreo hasta un año: por ejemplo, las aerolíneas británicas
podrán volar desde su base de operaciones a un destino en
la UE por el momento, pero no pueden hacer escala. Es posible
volar de Londres a París, pero no de Londres a París aterrizando
antes en el aeropuerto de Roma. La Comisión de la UE advierte
a sus Estados miembros de que, a partir del 30 de marzo del
próximo año, se exigirán controles aduaneros, veterinarios
y exámenes similares para las exportaciones procedentes de
Gran Bretaña como se llevan a cabo con terceros países. Se
ampliarán los puntos de control y la dotación de personal,
sobre todo, en Francia, Países Bajos y Bélgica, por donde
circula gran parte del tráfico de mercancías británico. Además,
habrá muchas horas de espera en los puntos fronterizos. Los
expertos han calculado que solo un registro de dos minutos
en Dover llevaría a más de 40 kilómetros de embotellamiento
en la frontera. ¿Que pasa con Irlanda? La Comisión
de la UE no se ha pronunciado al respecto. En principio, en
el caso de un "brexit” duro, debe haber controles aduaneros
y una frontera dura entre Irlanda, miembro de la UE, e Irlanda
del Norte, del Reino Unido. Pero Bruselas no quiere hacer
comentarios sobre este tema tan controvertido. La Comisión
recomienda a los 27 Estados miembros a agilizar, sin obstáculos
burocráticos, el derecho a residencia y el acceso a las prestaciones
de la seguridad de los ciudadanos británicos. Sin embargo,
la competencia jurídica recae en cada uno de los países. Ya
hay quejas en Holanda y Francia al respecto. El acceso a la
UE para el mercado financiero del Reino Unido, conocido como
"passaporting", finaliza el 30 de marzo del próximo año. "Esto
será extremadamente perjudicial para la ciudad", afirma la
Comisión de la UE. Se hace una excepción con la compensación
de derivados. Esta puede continuar durante un año más, principalmente
porque los proveedores de servicios financieros europeos no
pueden aún asumir el volumen existente.
En total, se trata de 14 medidas de emergencia.
Sólo son válidas para la lista de actividades enumeradas.
Todos los demás sectores económicos, la cooperación policial
y en tema de seguridad con las agencias de inteligencia, el
intercambio científico y mucho más no se verán afectados.
La UE presupone que el Reino Unido pagará sus deudas, que
cumplirá con las obligaciones contractuales que se han ido
acumulando hasta ahora. Si fuese necesario, la UE obligaría
a Gran Bretaña a hacerlo por la vía judicial.

El caso de Gibraltar es único. Hay referencias
explícitas en la Comunicación y en los corrillos de funcionarios
y expertos a que lo vale para todo Reino Unido no se aplicará
en ningún caso a la Roca. Las razones son dos. La primera,
que a partir de abril deja de aplicarse a Reino Unido y por
tanto al Peñón el derecho comunitario, primario y secundario.
La segunda, que los planes de contingencia son para evitar
catástrofes y un perjuicio económico serio a la UE, y nada
de eso aplica a Gibraltar. Puede ser un drama para la zona
del Campo, pero no para el conjunto de los 27. Así, el territorio,
que ayer fue obligado por la Comisión a recuperar hasta 100
millones de euros en impuestos no pagados por empresas beneficiarias
de ayudas ilegales en su sistema fiscal, quedaría todavía
más aislado, en situación crítica y en algunos temas prácticamente
en un limbo a su suerte. Todo pendiente de la buena relación
con España para los intercambios mínimos diarios y para el
reconocimiento de los derechos de trabajadores y el paso demercancías
por tierra. Dado que sin acuerdo, tampoco vale ni el Protocolo
establecido ni los cinco memorandos de entendimiento bilaterales
ya firmados.
En el peor escenario, los aviones británicos
no podrían cruzar el espacio aéreo comunitario ni viceversa.
Los bienes y servicios colapsarían las fronteras o las empresas
financieras dejarían de poder operar recíprocamente. La situación
es tan dantesca que se requieren planes de emergencia para
que, en la medida de lo posible, se mitigue todo ese caos.
En 1955, un grupo de políticos y ministros de
diversos gobiernos se reunió en Mesina, Sicilia, para hablar
del futuro de Europa. El debate se centró en cómo procurar
al continente paz y prosperidad en lugar de la guerra y el
derramamiento de sangre que habían sembrado el pánico en su
suelo dos veces durante la primera mitad del siglo. Las deliberaciones
no impresionaron al representante británico, que abandonó
la conferencia afirmando: “De aquí no va a salir nada, y si
sale, no funcionará. Y si funciona, será un desastre”. Es
posible que la anécdota sea apócrifa, pero para muchos socios
europeos el comentario resumía la actitud británica hacia
la embrionaria Comunidad Económica Europea (CEE), nacida en
1957, y la evolución del proyecto europeo desde entonces.
La percepción de gran parte de Europa continental es que,
desde 1955 hasta la actualidad, Reino Unido ha sido una grieta
escéptica y eurófoba en un continente más unido y progresista.
Para los que opinan así, el referéndum convocado por el entonces
primer ministro, David Cameron, en Reino Unido, pone en peligro
todo el futuro de la Unión Europea, y es una prueba más de
que los británicos son, sencillamente, “malos europeos”.
Reino Unido es el único miembro de la Unión
Europea que nunca ha sufrido una invasión ni ha sido ocupado.
El Partido Liberal Demócrata es el único de los tres principales
partidos nacionales de Reino Unido que está, como lo ha estado
siempre, decididamente a favor de la pertenencia a la UE.
En este caso el problema es que el partido quedó prácticamente
aniquilado en las elecciones generales de mayo de 2015. De
ser un socio de los conservadores en el gobierno de coalición
ha pasado a tener solo ocho escaños de los 650 de la Cámara
de los Comunes. Es posible que el partido resucite y que algún
día vuelva a ser una fuerza significativa en la política de
Reino Unido, pero ese momento no ha llegado todavía, y en
la campaña del referéndum apenas se oirá la voz de los liberal-demócratas.
El último referéndum de Reino Unido sobre la
cuestión de la pertenencia a la CEE se celebró hace 41 años,
en 1975. En esa ocasión, el resultado fue una clara victoria
de los partidarios del “sí”, pero esta vez el margen (por
ambas partes) será mucho más estrecho. En 1975, los partidos
políticos, los sindicatos, los líderes empresariales y la
prensa nacional respaldaron el voto a favor de forma mayoritaria.
Incluso Thatcher hizo activamente campaña por el ”sí”. Ahora,
no es el caso. Las opiniones están mucho más divididas. Desde
1975, Reino Unido es mucho más diverso culturalmente y más
cosmopolita que nunca. En ciudades como Leicester, la mayoría
de la población es de origen asiático, y Londres es un centro
financiero y empresarial mundial con una de las poblaciones
más mezcladas del planeta. Sin embargo, irónicamente, la actitud
de Reino Unido apenas se ha vuelto más europea.
En Reino Unido el euroescepticismo se había
asociado con una élite socialmente conservadora, chovinista
y provinciana. Pero los nuevos eurófobos han ampliado y diversificado
su base electoral, transformando un viejo y manido debate
intelectual en una causa popular. Por razones geográficas,
históricas y culturales la relación de Reino Unido con Europa
ha sido siempre algo problemática, especialísima en su asimetría.
Los británicos han tratado de conciliar su naturaleza insular,
su vocación atlántica y la proximidad geográfica con Europa
con la preservación de una identidad propia que hiciera compatible
la integración con sus socios europeos y el respeto a su soberanía
y costumbres políticas.
Con el Parlamento británico completamente embarrado
por el Brexit y con los dos principales partidos políticos
en una crisis constante, muchos miran al resquebrajamiento
de la política en el país cuando otros advierten sobre
la otra cara del proceso de salida de Reino Unido de
la UE, la más preocupante. No es otra que el estado
de la economía británica una vez el país quede fuera
del club comunitario. La incertidumbre que se ha generado
y, sobre todo, la amenaza de salir abruptamente ha metido
el miedo en el cuerpo a decenas de grandes empresas
que tienen en suelo británico su sede y que temen que
Reino Unido salga sin acuerdo de la UE. El cierre de
la fábrica de Honda en la localidad de Swindon, situada
en el suroeste de Ingalterra, para el año 2021 ha sido
portada en los principales periódicos del país en los
últimos días.
No es para menos. El fabricante japonés daba trabajo
a 3.500 ciudadanos que ahora se verán en la calle y
su clausura es un quebradero de cabeza también para
las autoridades ya que esta produce actualmente unos
150.000 coches al año (aproximadamente un 10% del total
de la producción de automóviles en el Reino Unido).
El presidente de la compañía no lo achaca al brexit,
dice que es por «la reestructuración global» de su compañía,
pero en las islas británicas todos creen que el futuro
incierto al que se aboca el país ha tenido mucho que
ver en la decisión. Sobre todo, porque lo llevan viendo
desde hace meses, desde que la partida de ajedrez que
juegan Londres y Bruselas parece imposible de resolver
y la sombra del no acuerdo sobrevuela sobre el proceso.
La fuga de empresas que se avecina si todo acaba mal
puede ser devastadora para las arcas británicas y el
último gran ejemplo de todo ello vino de alguien que
pocos se esperaban. James Dyson es, quizá, el espejo
en el que muchos emprendedores y empresarios británicos
se miran para tratar de llegar a la cima del éxito.
Él, ya se encuentra en ella. El fundador de la empresa
que lleva su apellido, famosa por sus aspiradoras y
secadores de diseño, es el hombre más rico de todo Reino
Unido (se calcula que posee una fortuna de 12.000 millones
de euros) y, además, es un ferviente «brexiter» que
hizo campaña en su día por la salida de Reino Unido
de la UE.

Sin embargo, antes de que suceda algo tan esperado
por este magnate euroescéptico como es el Brexit, Dyson
ha decidido sacar su empresa de Gran Bretaña para llevársela
a Singapur. Un golpe que sorprendió y que ha llamado
mucho la atención. Aunque quizá la mayor amenaza de
todas, y la que más puede afectar económicamente hablando
es la de la compañía Airbus. La empresa advirtió que
se vería forzada a redireccionar sus futuras inversiones
si se produce un brexit abrupto. El gigante aeronáutico
europeo dejaría de fabricar sus alas de sus aviones
en la isla, donde emplea a 14 mil personas. Este caso
es otra ficha más en el dominó de empresas que no quieren
jugarse permanecer en el país si esto pasa. Otras temen
quedarse sin representación en suelo europeo y por eso
muchas están anunciando su intención de trasladar sus
sedes fuera de Reino Unido. Tanto la firma japonesa
Sony, cuyo destino de su cuartel general será Amsterdam
(sin trasladar ni oficinas ni trabajadores) como su
principal rival, Panasonic harán lo mismo sobre todo
debido a los problemas fiscales potencialmente creados
por el Brexit. También otra histórica marca cuyos planes
han cambiado por la incertidumbre provocada por el bloque
político en Westminster es la histórica empresa de transbordadores
de canales P&O. A principios de mes anunciaban que también
se suman al carro de los que se marchan del país. A
partir de ahora, su flota se volverá a registrar bajo
la bandera chipriota. Las primeras que anunciaron su
intención de mover su sede y oficina fuera de Reino
Unido fueron las principales financieras, que buscan
acomodo en Europa para no perder negocio. Dublín dio
un golpe de mano en este aspecto con la confirmación
por parte de dos gigantes como Barclays o Bank of America
de que instalarán su sede europea en la capital irlandesa.
También el banco de inversiones JP Morgan espera trasladar
más puesto de trabajo intermedios y administrativos
allí desde donde pretende realizar la gestión de riesgos
y el procesamiento del negocio entre otras actividades.
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¿Cual será el escenario dentro
de unos años?
Si hay algo que celebrar, después de todo, es
que esta decisión se tomará en Reino Unido, cuna del parlamentarismo
moderno, meca del liberalismo político. Para Cameron una derrota
en el referéndum supondría un final amargo a una carrera política
caracterizada por la eterna supervivencia. Pero la casi segura
irreversibilidad de esa derrota condenaría a toda una generación
de británicos a soñar en pequeño. Hamlet, acto tercero, escena
primera: “Ser o no ser, esa es la cuestión”. Hoy la pregunta
es: Great Britain or Little England ? Pronto lo sabremos.
«Cuando los nazis sobrevolaron los blancos acantilados
de Dover, Gran Bretaña les combatió con valor, sin más compañía
que bastantes pilotos de Europa del Este, Canadá, África y
el Caribe. Cuando penetramos los secretos de la máquina de
codificación Enigma de los nazis no necesitamos más que la
ingenuidad británica y que unos espías polacos robaran una
de esas maquinas. Estuvimos solos antes. Podemos hacerlo de
nuevo ¿no lo creen?» Ésta es la conclusión del libro «La historia
del Brexit», recientemente publicado en el Reino Unido en
la colección Ladybird. Éste era el nombre de una editorial
que publicaba libros educativos para niños, de tapa dura y
formato reducido: 11,5 x 18 cms y 56 páginas -un número total
de páginas casi inalterable- en las que se alternan una de
texto con una de preciosistas ilustraciones de lo narrado
en la página opuesta. La editorial nació en 1914 y marcó a
generaciones de británicos, explicando los elementos de la
vida y la sociedad. Desde la organización en una colmena de
abejas hasta el funcionamiento de una fábrica de automóviles.
Generaciones y generaciones de británicos, y de admiradores
de esa cultura, educaron a sus hijos con esos libros que se
daban para lectura en casa, en los ratos de esparcimiento.
«Como a muchos de sus amigos, a Iggy no le interesaba
mucho la política federal europea. Él no sabía si votar por
la salida o por la permanencia. Él esperaba que hubiese una
tercera opción para echar al primer ministro de una patada
por la ventana. A él le hubiera encantado apostar por esa
opción (…) El primer ministro organizó el referendo porque
estaba seguro de que todo el mundo querría que las cosas se
quedasen exactamente como estaban. Pero resultó que no todo
el mundo estaba disfrutando tanto como el primer ministro.
Así que el primer ministro salió corriendo». Como resumen
de la historia del Brexit, no está mal. Pero afirmaciones
como esa se dan después de explicar que los británicos son
los únicos que tienen lo que hay que tener. «Gran Bretaña
es una isla orgullosa. Durante siglos estuvimos solos. Ahora
volvemos a estarlo. Otros países, como Croacia y España, necesitan
ser parte de Europa, porque ellos, claramente, son cobardes.
Pero nuestro país es especial y otros países se están poniendo
a la cola para conseguir lo que tenemos para ofrecer, ya sea
la música de Sting o cualquiera de nuestros quesos. Éste es
el futuro».
«Evelyn hace mucha miel. La miel se vende en
todo el mundo. La miel británica es muy popular. El Brexit
ha facilitado mucho el trabajo de Evelyn. Puede poner lo que
quiera a su miel y vendérselo a quienquiera que le plazca.
Sin la miel de Evelyn, la economía británica colapsaría».
Y la pregunta es si el Brexit permite que Evelyn venda en
el mundo entero su miel ¿para qué necesitan los británicos
un acuerdo? ¿Por qué no intentan venderla directamente en
España, Alemania, Bulgaria, Dinamarca e… Irlanda?
Cientos de miles de británicos tuvieron una
infancia marcada por estos libros y miles lo habrán comprado.
Un libro que también acusa a amplios sectores británicos,
como cuando explica que «Diggory vive en Islington. Es un
Parliamentary Private Secretary en el Departamento para la
Salida de la Unión Europea. Ha dedicado los dos últimos años
a cumplir con la voluntad del pueblo. No es la voluntad de
nadie que él conozca, así que no ha hecho mucho por ponerla
en práctica. “Alguien lo resolverá” se dice. “Lo hacen habitualmente”».
Pero la mayor certeza de que, en contra de lo que dicen los
apóstoles del Brexit, nosotros apostamos por la Europa de
las libertades, de todas las libertades, es que la editorial
que publica este libro que empieza con una diatriba contra
España y Croacia y termina con otra contra Alemania, Penguin
Random House UK, es propiedad de una casa editorial alemana:
Bertelsmann. El libro de marras, en la libreria relacionada
de este artículo.
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