Un estudio publicado por The Breakthrough National Center
for Climate Restoration prevé "una alta probabilidad de que
la civilización humana llegue a su fin" para el año 2050 como
consecuencia del cambio climático.
La organización cree que es necesario que cambiemos el sistema
industrial a uno de cero emisiones si no queremos vivir un
escenario apocalíptico donde existirán "condiciones más allá
del umbral de la supervivencia humana".En el informe se describe
un posible futuro con unas temperaturas altísimas, incluso
"por encima de las que puede soportar un ser humano", y una
guerra global por la obtención de los pocos recursos que quedarían
en el planeta. Las medidas establecidas en el Acuerdo de París
son insuficientes, según establecen los autores, y se prevé
un aumento de la temperatura media del planeta en 1,6ºC. Además,
el dióxido de carbono podría llegar a alcanzar niveles que
no se han visto en la Tierra desde hace más de 20 millones
de años. Según el informe, bajo este escenario "el 55% de
la población mundial estaría sujeta a más de 20 días al año
de condiciones de calor letal" en las que el ser humano no
lograría sobrevivir. Además, la producción de alimentos en
muchos lugares sería inviable por lo que "millones de personas
serían desplazadas". Esto, a su vez, traería "brotes de enfermedades
pandémicas", por lo que comenzarían los conflictos armados,
llegando incluso a existir la posibilidad de una guerra nuclear.
Lo expertos del estudio hablan de "examinar con urgencia el
papel que puede desempeñar el sector de seguridad nacional
en la provisión de liderazgo y capacidad para una movilización
de mano de obra y recursos a corto plazo en toda la sociedad,
de una escala sin precedentes en tiempos de paz, para construir
un sistema industrial de cero emisiones y reducir el carbono
para proteger la civilización humana". Este estudio, que por
su drasticidad y lo inmediato de sus fechas, ha causado revuelo
y logrado la atención de medios de comunicación
a nivel global. En el año 1972, hace ya 43 años, un estudio
publicado por investigadores estadounidenses predijo que la
Tierra se convertiría en un lugar inhabitable, dando el mismo
año 2050, cuando ya no quedarían ni alimentos ni recursos
naturales. Ahora, científicos del Instituto Global de Sostenibilidad
de la Universidad Anglia Ruskin (Reino Unido), aseguran que
tenemos un poco más de tiempo, hasta 2100. Para llegar a esta
conclusión, el equipo actualizó el modelo informático utilizado
en la década de 1970 para predecir cuán limitados son los
recursos de la Tierra, y encontraron que en el estudio de
entonces no se tuvieron en cuenta varios factores, como el
hecho de que "el sector industrial produce menos contaminación",
o que no previeron las innovaciones en la agricultura, entre
otros coeficientes. "Hicieron un buen estudio, pero podrían
haber sido demasiado pesimistas. Quedan muchas preguntas sobre
cuándo exactamente se alcanzará el límite de los recursos
y cuáles serán las consecuencias", comentó el doctor Aled
Jones, coautor del nuevo estudio. Sin embargo, Jones destacó
que el rápido crecimiento de la población mundial está teniendo
serias consecuencias para el medioambiente e insistió en que
hay que "comprender que nuestro planeta tiene recursos limitados".
La ecología surgió como el estudio de ecosistemas y hábitats
locales, y no fue hasta principios del siglo XX, cuando el
científico ruso Vladimir Vernadsky amplió este concepto para
incluir la organización biológica y geológica del Planeta
como un todo. El término ökologie fue acuñado en 1866 por
el naturalista y filósofo alemán prusiano Ernst Haeckel a
partir de las palabras griegas oikos (casa, vivienda, hogar)
y logos (estudio o tratado), por ello ecología significa el
estudio del hogar». Pero fue Vernadsky el que, apartándose
del pensamiento científico convencional de la época, dio un
nuevo sentido al término.
Este investigador publicó un libro fundamental en el que
proponía la teoría radical de que los procesos geológicos
y los biológicos habían evolucionado en una relación simbiótica.
Su libro La Biosfera (1926), presenta a la vida como la fuerza
geológica que da forma a la Tierra. Vernadsky fue fundador
de varias nuevas disciplinas como la geoquímica, la biogeoquímica
y la radiogeología.

Habiéndole dado al concepto de Biosfera su contenido
actual, es considerado como uno de los fundadores de la ecología
y el padre de la visión moderna de los ecosistemas de la Tierra
Vernadsky proponía que la calidad y la cantidad de la materia
viva inciden en los ciclos de los compuestos químicos inertes
de la Tierra. A su vez, la materia viva se ve afectada por
la cantidad y calidad de los ciclos de estos compuestos químicos.
A esto lo denominó la Teoría de la Biosfera. Concebía la Tierra
como la superposición de 5 realidades integradas: la litosfera,
entendida como esfera sólida de la Tierra; la atmósfera; la
biosfera; la tecnosfera, el resultado de la alteración producida
por el hombre; y la noosfera, la esfera del pensamiento. A
la vez veía la historia del Planeta como una evolución autónoma
con 3 etapas dominadas respectivamente por la evolución geológica,
la evolución biológica y la evolución de la cultura. Vernadski
observó la dependencia de la composición atmosférica con respecto
a la actividad biológica. Sus ideas sobre la evolución de
la Tierra cambiaron el marco de referencia para el estudio
del funcionamiento del Planeta, considerando que la Biosfera
es un sistema que incluye el espacio donde se desarrolla toda
la vida que hay en la Tierra. Está constituido por la vida
y por su área de influencia, desde el subsuelo hasta la atmósfera.
La Biosfera abarca unos 65 kilómetros, desde el fondo de los
océanos habitados por formas de vida más primitivas hasta
la estratosfera. En este estrecho espacio, los procesos biológicos
y geológicos interactúan con una coordinación que determina
el camino evolutivo de la vida en la Tierra.
La ciencia de la Biosfera adquirió más importancia
en la década de los 70, cuando la opinión pública empezó a
concienciarse de la contaminación mundial y la destrucción
de los ecosistemas. Es precisamente en ese tiempo cuando surge
la Hipótesis de Gaia por parte de James Lovelock. La hipótesis
de Gaia es un conjunto de modelos científicos de la biosfera
en el cual se postula que la vida fomenta y mantiene unas
condiciones adecuadas para sí misma, afectando al entorno.
Los antiguos filósofos griegos, como Hipócrates
y Aristóteles, sentaron las bases de la ecología en sus estudios
sobre la historia natural. Los conceptos evolutivos sobre
la adaptación y la selección natural se convirtieron en piedras
angulares de la teoría ecológica moderna transformándola en
una ciencia más rigurosa en el siglo XIX. Está estrechamente
relacionada con la biología evolutiva, la genética y la etología.
La comprensión de cómo la biodiversidad afecta a la función
ecológica es un área importante enfocada en los estudios ecológicos.
Los ecólogos tratan de explicar: Los procesos de la vida,
interacciones y adaptaciones El movimiento de materiales y
energía a través de las comunidades vivas El desarrollo sucesional
de los ecosistemas La abundancia y la distribución de los
organismos y de la biodiversidad en el contexto del medio
ambiente. Hay muchas aplicaciones prácticas de la ecología
en biología de la conservación, manejo de los humedales, manejo
de recursos naturales (la agroecología, la agricultura, la
silvicultura, la agroforestería, la pesca), la planificación
de la ciudad (ecología urbana), la salud comunitaria, la economía,
la ciencia básica aplicada, y la interacción social humana
(ecología humana). Los organismos (incluidos los seres humanos)
y los recursos componen los ecosistemas que, a su vez, mantienen
los mecanismos de retroalimentación biofísicos son componentes
del planeta que moderan los procesos que actúan sobre la vida
(bióticos) y no vivos (abióticos). Los ecosistemas sostienen
funciones que sustentan la vida y producen el capital natural
como la producción de biomasa (alimentos, combustibles, fibras
y medicamentos), los ciclos biogeoquímicos globales, filtración
de agua, la formación del suelo, control de la erosión, la
protección contra inundaciones y muchos otros elementos naturales
de interés científico, histórico o económico.
No es, pués, cosa de cuatro desarrapados.
Hay que reconocer a los biólogos y geógrafos
el papel fundamental en los inicios de la ecología. Es justo
recordar el aporte considerable de los griegos clásicos. Por
ejemplo, Aristóteles, además de filósofo, fue un biólogo y
naturalista de gran talla. Baste citar sus libros sobre la
vida y costumbres de los peces, fruto de sus diálogos con
pescadores, y sus largas horas de observación personal. Si
nos trasladamos al siglo XVIII, cuando la biología y la geografía
se estaban transformando en las ciencias modernas que hoy
conocemos, es imprescindible reconocer el carácter absolutamente
ecológico del trabajo de los fisiologistas en su progresivo
descubrimiento de las relaciones entre la vida vegetal y animal
con los factores abióticos tales como la luz, el agua o el
carbono. Entre los muchos ejemplos posibles, es suficiente
recordar las investigaciones de René Antoine Ferchault de
Réaumur en el campo de la temperatura, así como las de Anton
van Leeuwenhoek acerca de la formación del almidón en las
plantas verdes. Destacan también en esta época, los trabajos
de Louis Receveur, botánico , geólogo , químico , meteorólogo,
astrónomo y sacerdote francés. También se realizaron durante
el siglo algunos de los grandes viajes científicos que permitieron
un conocimiento más metodológico de los paisajes geográficos
de los diversos continentes, ejemplo entre otros de Georges
Louis Leclerc, Conde de Buffon, autor de los primeros tratados
de biología y geología no basados en la Biblia; o Alexander
von Humboldt, que exploró y estudió durante cinco años las
tierras de América Latina. El papel de los precursores del
evolucionismo es asimismo fundamental, porque intuían que
no había ningún tipo de predeterminismo en la gran variedad
de especies vivientes existentes, sino progresivas adaptaciones
ambientales. Erasmus Darwin, abuelo del universalmente famoso
Charles Darwin, predijo algunas de las grandes tesis evolucionistas
que desarrolló años más tarde su nieto y que influyeron de
modo decisivo en las corrientes de pensamiento del siglo XIX.
Sin duda alguna, la polémica entre deterministas y evolucionistas
fue uno de los principales debates científicos del siglo XIX,
enfrentando a hombres de la categoría de Cuvier, Owen, Agassiz
y Kölliker, contra los nuevos "transformistas" Lamarck, Darwin,
Herbert Spencer, Muller, Haeckel, etc. El calor de la polémica
fue muy fecundo, porque exigió de los transformistas que multiplicaran
sus observaciones para justificar las nuevas teorías del evolucionismo.
En alguno de ellos se manifestó una conversión forzada por
las evidencias; por ejemplo en el científico galés Richard
Owen, que aún siendo vivamente adversario de la nueva teoría
evolucionista, realizó descubrimientos que él mismo no podía
justificar si no era recurriendo a la teoría de Darwin.
Un principio central de la ecología es que cada
organismo vivo tiene una relación permanente y continua con
todos los demás elementos que componen su entorno. La suma
total de la interacción de los organismos vivos (la biocenosis)
y su medio no viviente (biotopo) en una zona que se denomina
un ecosistema. Los estudios de los ecosistemas por lo general
se centran en la circulación de la energía y la materia a
través del sistema. Casi todos los ecosistemas funcionan con
energía del sol capturada por los productores primarios a
través de la fotosíntesis. Esta energía fluye a través de
la cadena alimentaria a los consumidores primarios (herbívoros
que comen y digieren las plantas), y los consumidores secundarios
y terciaria (ya sea omnívoros o carnívoros). La energía se
pierde a los organismos vivos cuando se utiliza por los organismos
para hacer el trabajo, o se pierde como calor residual. La
materia es incorporada a los organismos vivos por los productores
primarios. Las plantas fotosintetizadoras fijan el carbono
a partir del dióxido de carbono y del nitrógeno de la atmósfera
o nitratos presentes en el suelo para producir aminoácidos.
Gran parte de los contenidos de carbono y nitrógeno en los
ecosistemas es creado por las instalaciones de ese tipo, y
luego se consume por los consumidores secundarios y terciarios
y se incorporan en sí mismos. Los nutrientes son generalmente
devueltos a los ecosistemas a través de la descomposición.
Todo el movimiento de los productos químicos en un ecosistema
que se denomina un ciclo biogeoquímico, e incluye el ciclo
del carbono y del nitrógeno. Los ecosistemas de cualquier
tamaño se pueden estudiar, por ejemplo, una roca y la vida
de las plantas que crecen en ella puede ser considerado un
ecosistema. Esta roca puede estar dentro de un llano, con
muchas de estas rocas, hierbas pequeñas, y animales que pastorean
- también un ecosistema-. Este puede ser simple en la tundra,
que también es un ecosistema (aunque una vez que son de este
tamaño, por lo general se denomina ecozonas o biomas). De
hecho, toda la superficie terrestre de la Tierra, toda la
materia que lo compone, el aire que está directamente encima
de éste, y todos los organismos vivos que viven dentro de
ella puede ser considerados como una solo, gran ecosistema.
Los ecosistemas se pueden dividir en los ecosistemas terrestres
(incluidos los ecosistemas de bosques, estepas, sabanas, etc),
los ecosistemas de agua dulce (lagos, estanques y ríos), y
los ecosistemas marinos, en función del biotopo dominante.

En la imagen, el Daintree Rainforest de Queensland,
Australia como ejemplo de un ecosistema forestal tropical.
Los ecosistemas no están aislados unos de otros
sino interrelacionadas; por ejemplo, el agua puede circular
entre los ecosistemas por medio de un río o corriente oceánica.
El agua en sí, como un medio líquido, incluso define los ecosistemas.
Algunas especies, como el salmón o la anguila de agua dulce
se mueven entre los sistemas marinos y de agua dulce. Estas
relaciones entre los ecosistemas conducen a la idea de "bioma".
Un bioma es una formación homogénea ecológica que existe en
una amplia región, como la tundra y las estepas. La biosfera
comprende la totalidad de los biomas de la Tierra - la totalidad
de los lugares donde la vida es posible - desde las montañas
más altas a las profundidades oceánicas. Los biomas están
bastante bien distribuidos a lo largo de las subdivisiones
a las latitudes, desde el ecuador hacia los polos, con las
diferencias basadas en el entorno físico (por ejemplo, los
océanos o cordilleras) y el clima. Su variación está generalmente
relacionada con la distribución de las especies de acuerdo
a su capacidad para tolerar la temperatura, la sequedad, o
ambos. Por ejemplo, se pueden encontrar algas fotosintéticas
solo en la parte luminosa de los océanos (donde penetra la
luz), mientras que las coníferas se encuentran principalmente
en las montañas. Aunque esta es una simplificación de un sistema
más complicado, la latitud y la altitud representan de manera
adecuada la distribución de la diversidad biológica dentro
de la biosfera. En general, la riqueza de la diversidad biológica
(así como de los animales como para las especies de plantas)
está disminuyendo más rápidamente cerca del ecuador y más
lentamente a medida que nos aproximamos a los polos. La biosfera
también puede ser dividida en ecozonas, que están muy bien
definidas y sobre todo hoy en día sigue las fronteras continentales.
Las zonas ecológicas son divididas en las ecorregiones, aunque
no hay acuerdo sobre sus límites.
Como disciplina científica en donde intervienen diferentes
caracteres la ecología no puede dictar qué es "bueno" o "malo".
Aun así, se puede considerar que el mantenimiento de la biodiversidad
y sus objetivos relacionados han provisto la base científica
para expresar los objetivos del ecologismo y, asimismo, le
ha provisto la metodología y terminología para expresar los
problemas ambientales. La economía y la ecología comparten
formalismo en muchas de sus áreas; algunas herramientas utilizadas
en esta disciplina, como tablas de vida y teoría de juegos,
tuvieron su origen en la economía. La disciplina que integra
ambas ciencias es la economía ecológica. La aerobiología es
una ciencia multidisciplinar en la que se incluyen los procesos
ecológicos relacionados con las partículas biológicas transportadas
pasivamente a través del aire. La ecología microbiana es la
rama de la ecología que estudia a los microorganismos en su
ambiente natural, los cuales mantienen una actividad continua
imprescindible para la vida en la Tierra. En los últimos años
se han logrado numerosos avances en esta disciplina con las
técnicas disponibles de biología molecular. Los mecanismos
que mantienen la diversidad microbiana de la biosfera son
la base de la dinámica de los ecosistemas terrestres, acuáticos
y aéreos. Es decir, la base de la existencia de las selvas
y de los sistemas agrícolas, entre otros. Por otra parte,
la diversidad microbiana del suelo es la causa de la fertilidad
del mismo. La biogeografía: es la ciencia que estudia la distribución
de los seres vivos sobre la Tierra, así como los procesos
que la han originado, que la modifican y que la pueden hacer
desaparecer. Es una ciencia interdisciplinaria, de manera
que aunque formalmente es una rama de la geografía, recibiendo
parte de sus fundamentos de especialidades como la climatología
y otras ciencias de la Tierra, es a la vez parte de la biología.
La superficie de la Tierra no es uniforme, ni en toda ella
existen las mismas características. El espacio isotrópico
que utilizan, o suponen, los esquemas teóricos de localización
es tan solo una construcción matemática del espacio. La ecología
matemática se dedica a la aplicación de los teoremas y métodos
matemáticos a los problemas de la relación de los seres vivos
con su medio y es, por tanto, una rama de la biología. Esta
disciplina provee de la base formal para la enunciación de
gran parte de la ecología teórica La ecología urbana es una
disciplina cuyo objeto de estudio son las interrelaciones
entre los habitantes de una aglomeración urbana y sus múltiples
interacciones con el ambiente. La ecología de la recreación
es el estudio científico de las relaciones ecológicas entre
el ser humano y la naturaleza dentro de un contexto recreativo.
La ecología del paisaje es una disciplina a caballo entre
la geografía física y la biología. Estudia los paisajes naturales
prestando especial atención a los grupos humanos como agentes
transformadores de la dinámica físico-ecológica de estos.
Ha recibido aportes tanto de la geografía física como de la
biología: la geografía aporta las visiones estructurales del
paisaje (el estudio de la estructura horizontal o del mosaico
de subecosistemas que conforman el paisaje), mientras que
la biología aporta la visión funcional del paisaje (las relaciones
verticales de materia y energía). Este concepto comienza en
1898, con el geógrafo, padre de la pedología rusa, Vasily
Vasilievich Dokuchaev y fue más tarde continuado por el geógrafo
alemán Carl Troll. Es una disciplina muy relacionada con otras
áreas como la geoquímica, la geobotánica, las ciencias forestales
o la pedología. La limnología es la rama de la ecología que
se centra en el estudio de los sistemas acuáticos continentales:
ríos, lagos, lagunas, etcétera. La dendroecología se centra
en el estudio de la ecología de los árboles. La ecología regional
es una disciplina que estudia los procesos ecosistémicos como
el flujo de energía, el ciclo de la materia o la producción
de gases de invernadero a escala de paisaje regional o bioma.
Considera que existen grandes regiones que funcionan como
un único ecosistema. La agronomía, pesquería y, en general,
toda disciplina que tenga relación con la explotación o conservación
de recursos naturales, en especial seres vivos, pueden interpretarse
como ecología aplicada. Es decir, tienen la misma relación
con la ecología que gran parte de las ingenierías con la matemática,
la física o la química.
Los cambios climáticos han existido desde el inicio de la
historia de la Tierra, han sido graduales o abruptos y se
han debido a causas diversas, como las relacionadas con los
cambios en los parámetros orbitales, variaciones de la radiación
solar, la deriva continental, periodos de vulcanismo intenso,
procesos bióticos o impactos de meteoritos. El cambio climático
actual es antropogénico y se relaciona principalmente con
la intensificación del efecto invernadero debido a las emisiones
industriales procedentes de la quema de combustibles fósiles.
En raras ocasiones ocurren acontecimientos de tipo catastrófico
que cambian la faz de la Tierra para siempre. Se trata de
los impactos de meteoritos de gran tamaño. El último de tales
acontecimientos globalmente catastrófico y bien documentado,
el suceso de Chicxulub (en Yucatán, México) conocido como
impacto K/T, se produjo hace 66 millones de años y provocó
una extinción masiva que acabó con muchas especies además
de los dinosaurios. El causante, un asteroide de unos 10 km
de diámetro, creó un cráter de unos 200 km y puso en juego
una energía en torno a mil millones de Mt, equivalente en
orden de magnitud a la energía que nuestro planeta recibe
del Sol durante todo un año. Es indudable que tales fenómenos
pueden provocar un efecto devastador sobre el clima al liberar
grandes cantidades de aerosoles (principalmente como óxidos
de azufre que producen ácido sulfúrico), polvo, vapor de agua
y CO2 a la atmósfera debido a la eyección de materiales, tanto
del propio objeto como de la superficie terrestre, y a los
incendios provocados por el impacto.
La Tierra ha sufrido muchos cambios desde su origen hace
4600 millones de años. Hace 225 millones de años todos los
continentes estaban unidos, formando lo que se conoce como
Pangea, y había un océano universal llamado Panthalassa. La
tectónica de placas ha separado los continentes y los ha puesto
en la situación actual. El Océano Atlántico se ha ido formando
desde hace 200 millones de años. Es un proceso sumamente lento,
por lo que la posición de los continentes fija el comportamiento
del clima durante millones de años. Hay dos aspectos a tener
en cuenta. Por una parte, las latitudes en las que se concentra
la masa continental: si las masas continentales están situadas
en latitudes bajas habrá pocos glaciares continentales y,
en general, temperaturas medias menos extremas. Así mismo,
si los continentes se hallan muy fragmentados habrá menos
continentalidad. Un proceso que demuestra fehacientemente
la influencia a largo plazo de la deriva de los continentes
(o de igual manera, la tectónica de placas) sobre el clima
es la existencia de yacimientos de carbón en las islas Svaldbard
o Spitbergen, en una latitud donde ahora no existen árboles
por el clima demasiado frío: la idea que explica estos yacimientos
es que el movimiento de la placa donde se encuentran dichas
islas se produjo hacia el norte desde una ubicación más meridional
con un clima más cálido.
De la misma manera que el viento solar puede afectar al clima
directamente, las variaciones en el campo magnético terrestre
pueden afectarlo de manera indirecta ya que, según su estado,
detiene o no las partículas emitidas por el Sol. Se ha comprobado
que en épocas pasadas hubo inversiones de polaridad y grandes
variaciones en su intensidad, llegando a estar casi anulado
en algunos momentos. Se sabe también que los polos magnéticos,
si bien tienden a encontrarse próximos a los polos geográficos,
en algunas ocasiones se han aproximado al Ecuador. Estos sucesos
tuvieron que influir en la manera en la que el viento solar
llegaba a la atmósfera terrestre.
Se conoce como Viento Solar a un fenómeno caracterizado
por la emisión de gas el cual se encuentra conformado
por una serie de partículas que poseen carga eléctrica,
principalmente de los núcleos de átomos de hidrógeno
con una alta carga energética la cual puede alcanzar
los 100 keV, además de ello también incluyen núcleos
de átomos de helio así como electrones. Dichos iones
se producen en la corona solar, una superficie que puede
superar los dos millones de grados centígrados, en aquellos
lugares en donde el campo magnético es un poco más tenue.
Un dato importante es que las partículas pueden llegar
a alcanzar velocidades que oscilan entre los 350 y los
800 km por segundo; por su parte en en las cercanías
de la órbita de la tierra, tiene una densidad aproximada
de 5 unidades por cada centímetro cúbico.
Éste es considerado como un fenómeno astronómico, él
es producido en forma de ciclos, a al cual se le denomina
como ciclo de actividad solar, posee una duración aproximada
de unos once años y está controlado por los campos magnéticos
del sol, en ellos que alternan épocas de una gran actividad
solar con aquellas en donde la misma es menos activa
tanto en la frecuencia como la intensidad de las mismas.

Aquellas partículas que componen el viento solar son
capaces de viajar a través del espacio a velocidades
que alcanzan los 450 kilómetros por segundo, por esa
razón tiene la capacidad de alcanzar a la tierra en
un lapso de 3 a 5 días. Este fenómeno se transmite en
el espacio como una onda expansiva que puede alcanzar
la superficie de los distintos planetas e incluso extenderse
más allá de los límites de nuestro sistema solar, acompañando
del campo magnético del sol y además una importante
cantidad de materia de su superficie.
La existencia de un flujo continuo de partículas que
se expulsan hacia el exterior del Sol, fue una hipótesis
sugerida por el astrónomo británico Richard C. Carrington.
Posteriormente en el año 1859 Carrington y Richard Hodgson
observaron de forma independiente por primera vez lo
que posteriormente se denominaría como llamarada solar.
Dicho fenómeno se refiere a un estallido repentino de
energía de la atmósfera solar, un día después de tal
hecho se observó una tormenta geomagnética y Carrington
supuso que existía una conexión entre ambas.
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