Más de 11.000 científicos de todo el mundo han advertido
que es inevitable “un sufrimiento humano sin par” a menos
que haya cambios radicales en la actividad humana para reducir
las emisiones de dióxido de carbono y otros factores que contribuyen
al cambio climático.
“Los científicos tienen una obligación moral de advertir
a la humanidad acerca de cualquier gran amenaza. Sobre la
base de la información que tenemos, es claro que encaramos
una emergencia climática”, dijo Thomas Newsome, de la Universidad
de Sydney, en Australia, en un artículo que publicó
la revista BioScience.
Los científicos analizaron la información recogida y publicada
durante más de 40 años sobre el uso de la energía, las temperaturas
en la superficie terrestre, el crecimiento de la población,
la extensión de cultivos, la deforestación, la pérdida de
hielo polar, los índices de fertilidad, las emisiones de dióxido
de carbono y el producto interior bruto de las naciones.
Desde la Primera Conferencia sobre Cambio Climático, celebrada
en Ginebra (Suiza) en 1979, los científicos que han participado
en asambleas similares han citado la amenaza del cambio climático
y han advertido a los gobiernos y las corporaciones sobre
la necesidad de adoptar medidas para moderarlo.
El artículo, que se enfoca en las acciones para reducir el
daño que causa el cambio climático, incluye indicadores que
los investigadores describen como “señales vitales” relacionadas
con ese cambio y las áreas que requieren una acción global
inmediata.
Algunos de esos indicadores de la actividad humana son positivos,
como la disminución de los índices de natalidad y la incorporación
creciente de fuentes de energía renovables. Pero la mayoría
de los indicadores muestra un panorama sombrío, incluida la
creciente población de ganado para consumo humano, la pérdida
de bosques y las emisiones de dióxido de carbono.
Los autores expresaron su esperanza de que estas “señales
vitales” orienten a los gobiernos, el sector privado y el
público en general a “comprender la magnitud de esta crisis,
vigilar los progresos que se logren y reacomodar las prioridades
para paliar el cambio climático”.
Estas metas “requerirán transformaciones enormes en la forma
en que funciona nuestra sociedad global y su interacción con
los ecosistemas naturales”, señaló la declaración. Los científicos
firmantes enfatizaron seis objetivos: reforma del sector energético,
reducción de los contaminantes de corta duración, restablecimiento
de los ecosistemas, optimización del sistema de alimentación,
el establecimiento de una economía libre de dióxido de carbono
y una población humana estable.
A pesar de la amplitud de sus preocupaciones y la magnitud
de los esfuerzos que reclaman, los científicos expresaron
cierto optimismo al mencionar “un reciente aumento de la atención
a este problema”. “Los organismos gubernamentales formulan
declaraciones de emergencia climática”, apuntaron. “Los escolares
hacen huelgas. Los tribunales procesan demandas por daño ambiental.
Los movimientos ciudadanos demandan cambios y muchos países,
estados y provincias, ciudades y empresas responden”, añadieron.
La lucha de la activista Greta Thunberg contra el cambio
climático ha movilizado a miles de jóvenes de todo el
mundo, aunque también a sus detractores, entre los cuales
se cuenta el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Pero, ¿hasta qué punto se están notando ya realmente
los efectos de su lucha?
Uno de los debates que ha suscitado más polémica, de
los que ha contribuido a generar Greta Thunberg, es
la necesidad de utilizar menos el avión. Ella misma
viaja en tren o en barco para dar ejemplo. Sea como
sea, el grupo IAG ya ha avisado de una caída de la demanda
en el sector aéreo.

Greta Thunberg, de 16 años, en la Cumbre del clima.
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A modo de celebración del aniversario de la cumbre climática
de Ginebra en 1979, el artículo recuerda que "la crisis ha
llegado antes y está acelerándose más de lo que los científicos
esperaban. Y es más grave de lo anticipado amenazando los
ecosistemas y el futuro de la humanidad".
Arranca el documento diciendo que "los científicos tienen
la obligación moral de alertar ante cualquier amenaza". Y
declaran que "clara e inequívocamente el planeta Tierra afronta
una emergencia climática". En sus párrafos y mediante gráficos
aportan a los "responsables políticos" además de al público
en general toda una batería de datos que ilustran el cambio
climático durante los últimos 40 años."La crisis climática
está estrechamente vinculada al consumo excesivo del estilo
de vida rico", concluyen. El artículo explica que en la primera
Conferencia Mundial del Clima celebrada en Ginebra (Suiza)
hace 40 años, en 1979, ya se acordó que se detectaban "signos
alarmantes del cambio climático que hacían urgente actuar".
Alertas similares se repitieron en citas históricas como en
Río de Janeiro (1992), el Protocolo de Kioto (1997) y el Acuerdo
de París (2015).
"Sin embargo, las emisiones de gases de efecto invernadero
están todavía creciendo rápidamente", subraya el texto. "Es
necesario un incremento inmenso de esfuerzos a gran escala
para conservar la biosfera de manera que se evite un sufrimiento
indecible debido a la crisis climática", sentencian. A pesar
de estas cuatro décadas de negociaciones climáticas, "y salvo
alguna excepción, hemos visto que las cosas seguían como estaban".
De hecho, este lunes, EEUU notificó oficialmente que inicia
el proceso para abandonar el Acuerdo de París.
Un cambio climático se define como la variación en el estado
del sistema climático, formado por la atmósfera, la hidrosfera,
la criosfera, la litosfera y la biosfera, que perdura durante
periodos de tiempo suficientemente largos (décadas o más tiempo)
hasta alcanzar un nuevo equilibrio. Puede afectar tanto a
los valores medios meteorológicos como a su variabilidad y
extremos. Los cambios climáticos han existido desde el inicio
de la historia de la Tierra, han sido graduales o abruptos
y se han debido a causas diversas, como las relacionadas con
los cambios en los parámetros orbitales, variaciones de la
radiación solar, la deriva continental, periodos de vulcanismo
intenso, procesos bióticos o impactos de meteoritos. El cambio
climático actual es antropogénico y se relaciona principalmente
con la intensificación del efecto invernadero debido a las
emisiones industriales procedentes de la quema de combustibles
fósiles.
Los científicos trabajan activamente para entender el clima
pasado y futuro mediante observaciones y modelos teóricos.
Para ello recopilan un registro climático del pasado remoto
de la Tierra basado en la evidencia geológica a partir de
sondeos geotécnicos de perfiles térmicos, testigos de hielo,
registros de la flora y fauna como crecimiento de anillos
de árboles y de corales, procesos glaciares y periglaciares,
análisis isotópico y otros análisis de las capas de sedimento
y registros de los niveles del mar del pasado. Cualquier variación
a largo plazo observado a partir de estos indicadores (proxies)
puede indicar un cambio climático. El registro instrumental
provee de datos más recientes. Buenos ejemplos son los registros
instrumentales de temperatura atmosférica y las mediciones
de la concentración de CO2 atmosférico. No debemos olvidar
el enorme flujo de datos climatológicos procedente de los
satélites en órbita pertenecientes principalmente de los programas
de observación de La Tierra de NASA5 y ESA.
Los modelos de circulación general se utilizan a menudo
en los enfoques teóricos para intentar reconstruir los climas
del pasado, realizar proyecciones futuras y asociar las causas
y efectos del cambio climático. Los factores externos que
pueden influir en el clima son llamados forzamientos climáticos.
Los forzamientos climáticos son factores que inciden en el
balance de energía del sistema climático, modificando la cantidad
de energía que el sistema recibe del Sol o la cantidad de
energía que el sistema pierde por emisión desde la Tierra
al espacio exterior. Los climatólogos que estudian el cambio
climático actual suelen denominarlos forzamientos radiativos
y consideran básicamente cuatro de ellos: la cantidad de la
radiación solar en lo alto de la atmósfera (constante solar),
el albedo terrestre, la concentración de gases de efecto invernadero
y la concentración de aerosoles tanto de procedencia natural,
como son los procedentes de erupciones volcánicas, como los
de origen antropogénico que proceden de actividades humanas,
entre otros.
Los paleoclimatólogos, sin embargo, consideran como forzamientos
climáticos externos un rango mucho más amplio de fenomenología
extraterrestre que incluyen las variaciones en los parámetros
orbitales de la Tierra o la caída de meteoritos. Las variaciones
orbitales, por ejemplo, cambian la distribución geográfica
y estacional de la radiación solar pero apenas modifican el
balance de energía planetario, es decir, no constituyen un
forzamiento radiativo relevante. Precisamente, uno de los
objetivos de climatólogos y paleoclimatólogos es entender
qué mecanismos amplificadores inducen estas variaciones orbitales
para explicar los diferentes ciclos glaciales que se han producido
en la historia de nuestro planeta. En cuanto a los procesos
internos, desde el punto de vista climatológico se estudia
principalmente la variabilidad natural dentro del mismo sistema
climático que no provoca cambios en el balance radiativo de
la atmósfera. Esta variabilidad se produce como resultado
de la interacción dinámica entre la atmósfera y el océano
típicamente en escalas temporales de unos años a unas pocas
décadas. Los fenómenos más conocidos de esta variabilidad
interna son la circulación termohalina y ENSO (El Niño).

En este mapa, las zonas mostradas en púrpura
son aquellas zonas vulnerables a la subida del nivel del mar.
Así por ejemplo, los años El Niño, como 1997, se corresponden
con temperaturas globales por encima de la media. Los paleoclimatólogos
añaden a los procesos internos aquellos inherentes a la dinámica
planetaria que afectan al clima. Estos incluyen la orogénesis
(formación de montañas), tectónica de placas, vulcanismo y
cambios biológicos a largo plazo como la evolución de las
plantas terrestres. La tectónica de placas junto a la erosión,
por ejemplo, puede contribuir, mediante el Ciclo Geoquímico
Carbonato-Silicato, al secuestro de CO2, disminuyendo la cantidad
de gases de efecto invernadero y disminuyendo por tanto la
temperatura global. El vulcanismo masivo y constante devuelve
a la atmósfera el dióxido de carbono secuestrado en el manto
por los procesos de subducción. Estos procesos actúan en peridodos
geológicos de entre decenas de miles a varios millones de
años.
La definición más general de cambio climático es un cambio
en las propiedades estadísticas (principalmente su promedio
y dispersión) del sistema climático al considerarse durante
periodos largos de tiempo, independiente de la causa. Por
consiguiente, las fluctuaciones durante periodos más cortos
que unas cuantas décadas, como por ejemplo El Niño, no representan
un cambio climático. El término a veces se usa para referirse
específicamente al cambio climático causado por la actividad
humana, en lugar de cambios en el clima que pueden haber resultado
como parte de los procesos naturales de la Tierra.
En este sentido, especialmente en el contexto de la política
medioambiental, cambio climático se ha convertido en sinónimo
de calentamiento global antropogénico. En las publicaciones
científicas, calentamiento global se refiere a aumento de
las temperaturas superficiales mientras que cambio climático
incluye al calentamiento global y todos los demás efectos
que el aumento de los niveles de gases de efecto invernadero
produce. La Convención Marco de la Naciones Unidas sobre el
Cambio Climático, define al cambio climático en su artículo
1 párrafo segundo, como un cambio de clima atribuido directa
e indirectamente a la actividad humana que altera la composición
de la atmósfera y que se suma a la variabilidad natural del
clima observadas durante períodos de tiempos comparables.
A veces se confunden los términos Cambio climático con Cambio
global.
Nota de prensa, Febrero 2024:
Según un nuevo estudio, las pruebas obtenidas de un núcleo
de hielo de 600 metros de longitud revelan que la capa de
hielo de la Antártida Occidental se redujo repentina y drásticamente
hace unos 8.000 años, lo que proporciona una visión alarmante
de la rapidez con la que el hielo antártico podría derretirse
y disparar el nivel del mar. Según el estudio publicado el
miércoles en la revista Nature Geoscience, parte de la capa
de hielo se redujo 450 metros -una altura superior a la del
Empire State Building- en un periodo de solo 200 años al final
de la última Edad de Hielo. Se trata de la primera prueba
directa que demuestra una pérdida de hielo tan rápida en cualquier
lugar de la Antártida, de acuerdo con los autores del estudio.
Aunque los científicos sabían que la capa de hielo era más
grande al final de la última Edad de Hielo que en la actualidad,
se sabía mucho menos sobre cuándo ocurrió exactamente esa
reducción, dijo Eric Wolff, glaciólogo de la Universidad de
Cambridge en el Reino Unido y autor del estudio.
Este estudio cambia las cosas, dijo a CNN. "Pudimos decir
exactamente cuándo retrocedió, pero también a qué velocidad
lo hizo". Ahora está claro que la capa de hielo retrocedió
y se adelgazó muy rápidamente en el pasado, dijo Wolff, el
peligro es que podría comenzar de nuevo. "Si empieza a retroceder,
lo hará muy deprisa", añadió. Esto podría tener consecuencias
catastróficas para el aumento del nivel del mar. La capa de
hielo de la Antártida Occidental contiene agua suficiente
para elevar el nivel del mar unos 5 metros, lo que provocaría
inundaciones devastadoras en ciudades costeras de todo el
mundo. Según Ted Scambos, glaciólogo de la Universidad de
Colorado en Boulder, el estudio es "un excelente trabajo detectivesco"
sobre una parte importante de la capa de hielo antártica.
El mensaje clave es que "la cantidad de hielo almacenada en
la Antártida puede cambiar muy rápidamente, a un ritmo que
sería difícil de afrontar para muchas ciudades costeras",
declaró a la CNN.

Dentro de la tienda de perforación en Skytrain Ice Rise,
los científicos preparan el taladro para su próxima caída
en el pozo.
Los núcleos de hielo son archivos históricos de la atmósfera
terrestre. Constituidos por capas de hielo que se formaron
al caer la nieve y compactarse durante miles de años, contienen
burbujas de aire antiguo, así como contaminantes que proporcionan
un registro de los cambios ambientales a lo largo de milenios.
El núcleo de hielo analizado en el estudio fue perforado en
Skytrain Ice Rise, ubicado en el borde de la capa de hielo,
cerca del punto donde el hielo comienza a flotar y se convierte
en parte de la plataforma de hielo Ronne. Los científicos
lo extrajeron en 2019, en un laborioso proceso que implicó
perforar constantemente durante 40 días, arrancando un fino
cilindro de hielo de unos pocos metros cada vez. A continuación,
cortaron el núcleo en secciones, las empaquetaron en cajas
aisladas mantenidas a 20 grados bajo cero y las enviaron al
Reino Unido por avión y luego por barco. Una vez en el Reino
Unido, los científicos midieron los isótopos de agua del núcleo
de hielo, que proporcionan información sobre la temperatura
en el pasado. Según Wolff, las temperaturas más cálidas indican
que el hielo se encuentra a menor altitud; piensa que es como
una montaña: cuanto más subes, más frío hace. También midieron
la presión de las burbujas de aire atrapadas en el hielo.
El hielo más fino y más bajo contiene burbujas de aire a mayor
presión.

Cajas aisladas llenas de núcleos de hielo cargados en el
avión Twin Otter, Skytrain Ice Rise, Antártida.
Según Wolff, fue una sorpresa cuando los datos revelaron
lo rápido que se había reducido el espesor del hielo al final
de la última Edad de Hielo. "De hecho, pasamos mucho tiempo
comprobando que no nos habíamos equivocado con el análisis".
La capa de hielo de la Antártida Occidental es especialmente
vulnerable al cambio climático, porque la tierra que hay bajo
ella está por debajo del nivel del mar y se inclina hacia
abajo. Cuando el agua caliente penetra por debajo, puede derretirse
muy rápidamente. "Puede producirse un proceso galopante, y
eso es lo que ocurrió evidentemente hace 8.000 años", afirma
Wolff.

Según Isobel Rowell, científica especializada en núcleos
de hielo del British Antarctic Survey y coautora del estudio,
lo que hace tan alarmante este hallazgo es que, una vez que
se produce el proceso de deshielo, "hay muy poco o nada que
podamos hacer para detenerlo", dijo a CNN. Lo crucial "es
no ir demasiado lejos", señaló Wolff, y eso significa abordar
el cambio climático. "Todavía podemos evitar estos puntos
de inflexión", afirmó. De acuerdo con el informe, los nuevos
datos ayudarán a mejorar la precisión de los modelos que los
científicos utilizan para predecir cómo responderá la capa
de hielo al futuro calentamiento global.
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