Uno de los principales enemigos de la humanidad
es la metástasis, la temible propagación de un tumor a otros
órganos del cuerpo. El 90% de las muertes por cáncer son provocadas
por esta diseminación letal de las células tumorales. Un equipo
internacional de científicos ha descubierto ahora un posible
talón de Aquiles del adversario. El grupo, capitaneado por
el biólogo español Eduard Batlle, ha cazado in fraganti a
las células malignas que se desprenden del cáncer de colon,
viajan por el torrente sanguíneo e invaden el hígado. Este,
tras el de pulmón, es el segundo tumor más mortífero del planeta,
con un millón de fallecimientos al año. El hallazgo se ha
publicado el miércoles en la revista Nature, templo de la
mejor ciencia mundial.
Batlle, nacido en Barcelona hace 52 años, explica
que estas células malignas eran invisibles hasta ahora, con
las herramientas tradicionales. Su equipo ha concebido un
nuevo método que es capaz de capturar, gracias a un poro microscópico,
metástasis minúsculas, de tan solo tres o cuatro células,
para poder estudiarlas. “Estamos investigando si este tipo
de células también existe en otros tumores. De hecho, estas
células tienen similitudes genéticas con las del cáncer de
páncreas más agresivo”, apunta Batlle, del Instituto de Investigación
Biomédica de Barcelona.
El biólogo Eduard Batlle.
El tratamiento habitual del cáncer de colon
y recto es la extirpación de la zona afectada y, posteriormente,
quimioterapia para evitar las recaídas. Sin embargo, alrededor
del 35% de los pacientes con un tumor aparentemente localizado
sufren una metástasis en los años siguientes, con una letalidad
que supera el 85%. Las células identificadas por el equipo
de Batlle, bautizadas células de alta probabilidad de recaída,
son las que permanecen agazapadas en otros órganos, como el
hígado o el pulmón, y generan esos tumores secundarios mortales.
El biólogo cree que su descubrimiento tiene el potencial de
cambiar el tratamiento de la enfermedad.
El cáncer, en general, ha dejado de ser una
sentencia de muerte. Más de la mitad de los pacientes sobreviven.
En algunos tipos de tumores —leucemias, linfomas y mielomas—
se consiguen incluso curaciones de apariencia milagrosa, en
unas semanas, gracias a la revolución de la inmunoterapia,
que utiliza las propias defensas naturales del cuerpo humano
para combatir las células cancerosas. Estos tratamientos,
sin embargo, no suelen funcionar contra los tipos más frecuentes
de cáncer de colon y sus metástasis, según lamenta Batlle.
Los estudios del biólogo en ratones, en cambio, sí sugieren
que la inmunoterapia puede ser eficaz si se aplica en el momento
adecuado.
El tumor primario, en el colon, forma a su alrededor
un auténtico búnker, un microambiente con vasos sanguíneos
y un material celular fibroso, que protege a las células cancerosas
de las defensas del organismo. “Las células de alta probabilidad
de recaída, sin embargo, llegan desnudas al hígado o a los
pulmones, todavía no tienen su microambiente tumoral. Hay
una ventana de oportunidad para que sean reconocidas por el
sistema inmunitario”, celebra Batlle. En ratones con tumores
localizados, los científicos han inyectado la inmunoterapia
estándar, para limpiar las células residuales desprendidas
del cáncer, y después han extirpado el tumor primario. “Estos
ratones, después de la intervención quirúrgica, están curados.
No recaen nunca más”, aplaude el biólogo.
Hígado de ratón con micrometástasis (izquierda)
y metástasis de mayor tamaño.
Ahora falta demostrar la eficacia de esta estrategia
en humanos. De manera independiente y sin conocer la existencia
de las células de alta probabilidad de recaída, la oncóloga
Myriam Chalabi ya inició en 2017 un ensayo clínico para probar
la inmunoterapia preoperatoria en personas con tumores de
colon, en el Instituto del Cáncer de Países Bajos. Su experimento
utiliza un cóctel de medicamentos, entre ellos el nivolumab,
un fármaco que suelta los frenos naturales de las defensas
del organismo y hace que el sistema inmunitario ataque con
ferocidad a las células tumorales. El padre del nivolumab,
el investigador japonés Tasuku Honjo, ganó el Nobel de Medicina
en 2018. En la ceremonia de entrega del premio, Honjo proclamó
que en 2050 el cáncer podría ser una enfermedad crónica, sin
causar la muerte en la inmensa mayoría de los casos.
Myriam Chalabi reconoce su asombro al conocer
los nuevos datos. “Es muy intrigante ver que un fenotipo específico
de célula tumoral parece ser el principal responsable de la
formación de metástasis y, en última instancia, también del
pronóstico y de la supervivencia de los pacientes”, reflexiona.
La oncóloga ya ha obtenido resultados excepcionales administrando
inmunoterapia preoperatoria a 107 pacientes con cáncer de
colon con inestabilidad de microsatélites, un subtipo de tumor
con una ingente cantidad de mutaciones en sus células. En
dos terceras partes de los enfermos, esa inmunoterapia temprana
eliminó todas las células malignas. Este subtipo de cáncer,
sin embargo, no es el mayoritario: solo afecta al 15% de los
pacientes con cáncer de colon localizado. Chalabi cree que
los nuevos resultados son un impulso para probar la estrategia
en más ensayos clínicos.
El IRB Barcelona es un centro de investigación
biomédica que trabaja para conseguir una vida libre de enfermedades.
Su misión es hacer investigación de excelencia para curar
el cáncer y otras enfermedades vinculadas al envejecimiento.
Batlle también es optimista. “Aproximadamente
medio millón de pacientes de cáncer de colon al año podrían
ser susceptibles de ser tratados con una terapia que prevenga
las recaídas”, calcula. Su equipo ha identificado 99 genes
que están activados en enfermos que tienen hasta cinco veces
mayor riesgo de recaer tras el tratamiento habitual de intervención
quirúrgica y quimioterapia. Esos 99 genes están desbocados
en las células de alta probabilidad de recaída, que residen
en la periferia del tumor primario hasta que se desprenden
y forman pequeños grupos que colonizan el hígado o el pulmón
a través de la sangre. Los investigadores creen que su hallazgo
podría servir también para identificar a los pacientes con
un mayor riesgo de metástasis.
Los científicos del Instituto de Investigación
Biomédica de Barcelona, con Batlle y el biotecnólogo Adrià
Cañellas a la cabeza, han colaborado con colegas españoles
y de otros países, como el genetista Simon Leedham, de la
Universidad de Oxford (Reino Unido), y la oncóloga Sabine
Tejpar, de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica). El
equipo de Eduard Batlle sigue investigando por su cuenta esta
prometedora línea de investigación, pero está muy atento a
los resultados del ensayo clínico en humanos en Países Bajos.
“Estamos expectantes. Pensamos que muchos pacientes se van
a beneficiar”, sostiene Batlle.
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