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15 - Noviembre - 2023
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El reciente anuncio que el calentamiento del agua del oceáneo atlántico y el permanente deshielo de casquetes polares podría acabar por cortar las corrientes oceánicas en el Atlántico ha hecho saltar todas las alarmas. Estas corrientes, y concretamente la del golfo, está detrás de la regulación climática de parte del continente europeo. Esta gran autopista oceánica desplaza agua cálida desde el Mar Caribe hacia el este y de ahí hacía el norte de la costa europea. Este agua caliente permite templar el clima del viejo continente y es una de las corrientes que regulan el clima de todo el planeta. Es por esto que la confirmación de que la corriente oceánica podría colapsarse en apenas unas décadas he llevado a todo tipo de conclusiones, algunas menos acertadas y un tanto apolípticas. Uno de ellos ha sido el astrofísico ruso Habibullo Abdusamatov, que ha asegurado que en breve comenzará en el hemisferio norte una nueva Pequeña Edad de Hielo y que los primeros efectos de este ciclo frío se comenzarán a notar a partir de este mismo invierno.

La teoría de Abdusamatov lleva años circulando pero el anuncio sobre la corriente del Golfo la ha vuelto a poner de actualidad. El ruso cree que las glaciaciones son cíclicas y que forman parte del ciclo climatológico del planeta. Para este experto, la Tierra ha atravesa a lo largo de sus millones de años de historia varias veces por situaciones como ésta. Se trata de un mecanismo que permite, según algunas teorías poco respaldadas por la ciencia, regular la temperatura dle planeta y acabar con el calentamiento global. Si la corriente del Golfo se interrumpe y los casquetes polares avanzan hacia el sur, el planeta volvía a enfriarse y regulares hasta que, de nuevo, se volviera activar la corriente y con ella el retemplado del atlántico norte.

Además de las corrientes oceánicas, como la del golfo, el astrofísico destaca que otro de los factores predominante que influye sobre el clima de la Tierra es la actividad solar, que sigue una fluctuación cíclica y que guarda mucha relación con el calentamiento global.

Sin tener en cuenta los factores relacionados con la contaminación y la acción humana, una mayor radiación solar conlleva un calentamiento de las masas de agua del planeta (mares y océanos). En varias entrevistas sostiene que el ciclo anterior de calentamiento del planeta ha terminado a causa de la reducción de la radiación solar, lo que se transformará en su contrario, un enfriamiento generalizado del clima al que llama “Pequeña Edad de Hielo”.

Si finalmente, y tal como apunta el experto ruso y otros científicos que han dado la voz de alarma sobre la interrupción de la corriente del golfo, se produce el colapso de esta autopista oceánica y desaparece la regulación climática, es posible que cambien las condiciones meteorológicas y bajen las temperaturas en algunos países situados al norte del continente Europeo. Es a esta bajada de las temperaturas a las que se refieren los científicos más catastrofistas. Sin el agua caliente procedente del Golfo de México, no habrá ningún factor atenuador que rebaje el frío en países como Suecia, Noruega, Finlandia o el resto de zona escandinava. Uno de los escenarios más extremos es que la bajada de las temperaturas propicie la recuperación de las masas de los campos de hielo de los polos y su avance.

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Empieza a ser recurrente. Un grupo de científicos modeliza el futuro de las circulaciones termohalinas en el Atlántico y, acto seguido, todos los medios se lanzan a asegurar que la Corriente del Golfo tiene los días contados. Y esto, queramos o no, es un problema. La AMOC es uno de los elementos clave del clima europeo. Lo ha sido durante años y su interrupción tendría consecuencias muy serias sobre el metabolismo social, económico y político del continente. No es algo para jugar a Pedro y el lobo. El problema es que su debilitamiento es real y, precisamente por eso, conviene entender qué es lo que está pasando (y qué dicen los últimos estudios al respecto).

Empecemos por explicar qué es eso de la Corriente del Golfo. Como el sol no calienta por igual en todos los lugares del planeta y los flujos de agua dulce llegan a los océanos por puntos (y con cantidades) muy concretos, bajo la apariencia calma y chata de las superficies de los mares, hay una enorme red de circulaciones y dinámicas generales. Entre todas ellas, sobresale la circulación termohalina: la vía principal por la que los océanos organizan sus temperaturas y salinidades a escala global. Y dentro de esa circulación termohalina, la rama que nos afecta especialmente es la "circulación de retorno meridional del Atlántico" (AMOC, por sus siglas en inglés) porque es un elemento clave que asegura las temperaturas templadas de Europa. Se la conoce como 'Corriente del Golfo' porque, en esencia, es "un flujo hacia el norte de aguas cálidas y saladas en las capas superiores del Atlántico, y un flujo hacia el sur de aguas más frías y profundas". Es decir, el calor va del Golfo de México hasta Europa.

Imagen conceptual de la Corriente del Golfo que influye en el tiempo y clima en zonas de los dos lados del Océano Atlántico Norte.

Pero el mundo está cambiando. El problema es que, desde hace tiempo, sabemos que la AMOC corre peligro y eso puede tener un impacto enorme en nuestro continente. Un efecto paradójico, la verdad. El efecto del mundo calentándose es que Europa pasaría a sufrir frío, mucho frío. Todo el Atlántico Norte podría sufrir un descenso de temperaturas medias de entre 10 y 30 grados.

Eso conllevaría una cobertura marina mucho mayor (con los problemas que eso generaría al comercio transcontinental), un "fortalecimiento de las borrascas de invierno, con más frecuentes y potentes ciclogénesis explosivas que afectan a Europa", más nieve y una caída generalizada de la productividad de los cultivos, entre otros muchos efectos.

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