El agua caía a cántaros en Copenhague durante
la noche de las elecciones municipales y regionales celebradas
el pasado martes en el país nórdico. Para algunos, la lluvia
traía la alegría y la esperanza por el comienzo de una nueva
etapa política como, por ejemplo, para el partido de los anticapitalistas
y ecologistas Enhedslisten De Røde-Grønne (Alianza Roja-Verde),
que con el 24,6% de los votos conseguían un resultado sorprendente
e histórico al convertirse en la lista más votada en la capital.
Para otros, el mal tiempo era un augurio de la tormenta política
que les estaba a punto de caer.
La cara y la rigidez de la primera ministra
y líder de los socialdemócratas, Mette Frederiksen, al comparecer
esa misma noche para valorar los resultados, era evidente.
"Continuamos siendo el partido más votado de Dinamarca", afirmaba
Frederiksen, aferrándose a casi la única lectura positiva
que podía hacer de los comicios. El otro punto favorable para
su partido era que, pese a no haber ganado, habían conseguido
mantener la alcaldía en Copenhague.
En la capital fueron la segunda fuerza más votada,
con el 17,3% de los votos. La victoria fue de los anticapitalistas,
con el 24,6%. Pero gracias al polémico apoyo del Konservative
Folkepati (Partido Popular Conservador) y Venstre (Liberales),
que querían evitar a toda costa que los anticapitalistas se
hicieran con el cargo, los socialistas se mantendrán en el
poder. Su candidata, Sophie Hæstorp Andersen, será la nueva
alcaldesa en el indiscutible feudo socialdemócrata, que llevaban
112 años ganando y gobernando ininterrumpidamente en todas
las elecciones municipales hasta ahora.
Los malos resultados cosechados en Copenhague
no han sido una excepción y se generalizaron en las otras
tres principales ciudades danesas (Aarhus, Odense y Aalborg),
donde el partido perdió más de un 10% de los votos (en Aalborg,
un 12%). Más allá de los núcleos urbanos, el tropiezo de los
socialdemócratas se ha dado en todo el país y han empeorado
sus resultados respecto a las elecciones locales de 2017 en
70 del total de 98 municipios, pasando de obtener el 32,4%
de los votos al 28,5% actual. "Son unos resultados inesperadamente
malos para los socialdemócratas", decía en directo por la
cadena pública DR la politóloga Christine Cordsen.

La candidata a la alcaldía de Copenhague, Sophie
Haestorp Andersen (i), y la primera ministra de Dinamarca,
Mette Frederiksen.
Esta crisis electoral se ve más agraviada por
los buenos resultados obtenidos en Copenhague por el bloque
de partidos progresistas, con la victoria de los anticapitalistas
y el ascenso de Radikale Venstre (Partido Social Liberal),
obteniendo el 11,9% de los votos y del Socialistisk Folkeparti
(Partido Popular Socialista) con el 11%. El resurgimiento
del Partido Popular Conservador, con el 15,2% de votos, supone
sus mejores resultados en unas elecciones locales en décadas,
y se consolidan, dando fuerza al bloque de derechas de cara
a las próximas elecciones nacionales previstas para dentro
de un año y medio. Los malos resultados socialdemócratas ahondan
más en la crisis provocada por la comisión parlamentaria,
celebrada a principios de mes, que investiga la decisión tomada
por el Gobierno hace un año de sacrificar 15 millones de visones.
"Sin duda Mette Frederiksen se enfrenta a su crisis más grave
como primera ministra, agraviada por unos resultados electorales
decepcionantes por los que muchos socialdemócratas la culparán
a ella", aseguraba Cordsen.
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Cómo el sacrificio de millones de visones para
frenar el covid-19 desató una crisis política en el país escandinavo.

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"Hasta ahora, todo el mundo pensaba que Mette
Frederiksen era invencible y que sería la primera ministra
danesa durante muchos años", afirma el politólogo y profesor
en la Danish School of Media and Journalism, Roger Buch. El
analista se refiere a la buena gestión que ha avalado hasta
ahora al Gobierno socialdemócrata desde que llegó al poder
en 2019 y que ha conseguido gobernar en minoría llegando a
acuerdos en el Parlamento. "Estas elecciones locales han hecho
evidentes los problemas que atraviesa el partido", afirma.
"El tropiezo electoral ha sido muy mayoritario entre la población
joven y urbana, que en aspectos como las políticas climáticas
no ven que sean un partido suficientemente progresista", asegura
Buch. Desde el inicio de la legislatura, el Ejecutivo de Frederiksen
también ha destinado muchos recursos en desarrollar un plan
para descentralizar los centros educativos universitarios
o las oficinas e instituciones públicas trasladándolas de
las grandes ciudades a pequeños pueblos e islas, con el objetivo
de repoblar las zonas rurales del país.
"Esta estrategia se ha visto como una manera
de penalizar a las poblaciones urbanas", comenta Buch, que
asegura que los jóvenes han dejado de votar a los socialdemócratas.
"Deben recuperar su voto si quieren tener opciones de ganar
en los próximos comicios generales", dice el experto.
La investigación sobre la orden de matar a los
visones durante la segunda ola de COVID-19 está tomando un
camino peligroso y que pone a la misma Frederiksen en el foco
del escándalo. La comisión debe determinar si, en el momento
en que la primera ministra dio la orden de sacrificar a los
animales, ella y su equipo de Gobierno sabían que no tenían
los poderes constitucionales para hacerlo. La decisión de
erradicar a los visones se tomó cuando la Agencia de Salud
Danesa identificó una nueva mutación del coronavirus desarrollada
entre los animales de las granjas. Se temía que esta pudiera
ser transmitida a los humanos. En su momento, esta orden se
saldó con la dimisión inmediata del entonces ministro de Agricultura,
Alimentación y Pesca, Mogens Jensen.
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El entonces primer ministro danés, Lars Lokke
Rasmussen, y su esposa, Solrun Jakupsdotti, llegan para votar
a su colegio electoral en Graested (Dinamarca)

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Ahora, la comisión que investiga el caso ha
pedido tener acceso a todas las comunicaciones del Ejecutivo
desde el día en que se tomó la decisión, pero la policía ha
confirmado que entre las comunicaciones hay varios mensajes
SMS intercambiados entre Frederiksen y Jensen que han sido
eliminados y no se pueden recuperar. La primera ministra siempre
ha negado que ella y el equipo de Gobierno "supieran que la
decisión era ilegal y anticonstitucional cuando fue tomada",
unos argumentos que ella misma podrá defender delante de la
comisión cuando comparezca a principios de diciembre, pero
que han abierto una crisis de credibilidad en el Ejecutivo.
Sin embargo, si la noche electoral fue mala
para los socialdemócratas, para el Dansk Folkeparti (Partido
Popular Danés) fue una auténtica pesadilla. El partido de
ultraderecha xenófobo, que en 2015 consiguió ser la segunda
fuerza a nivel nacional e influir con sus políticas contra
la inmigración a todo el arco parlamentario, confirmó su declive
perdiendo la mitad de los votos respecto a los últimos comicios
locales y quedándose solamente con el 4%. El día después de
la noche electoral, su presidente, Kristian Thulesen Dahl,
presentó la dimisión y ahora el partido está en búsqueda de
un líder carismático, que podría ser la exministra de los
liberales en 2015, Inger Støjberg, impulsora de unas polémicas
leyes de refugiados.
Sin embargo, la debacle del Partido Popular
Danés no significa la desaparición de la ultraderecha en Dinamarca,
ya que los comicios han consolidado con el 3,6% de los votos
a Nye Borgerlige (Nueva Derecha), un partido abiertamente
aún más racista que se define como anti-islámico y defiende
un ultra liberalismo económico radical. "Cuando la socialdemocracia
abraza las ideas contra la inmigración ya no tiene sentido
votar a la ultraderecha tradicional y surgen opciones aún
más radicales y alejadas", concluye el analista Buch.
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