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25 - Mayo - 2024
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Tortugas con trozos de plástico en su organismo, lobos marinos atrapados en redes de pesca y un cangrejo ermitaño que cambió su concha por un caparazón de plástico. Esta es la postal más visible de cómo afecta el monstruo de la contaminación plástica a las Islas Galápagos. A más de 1.000 kilómetros del archipiélago, en el río San Pedro, en Quito, una barrera de 15 metros de largo y 60 centímetros de profundidad impide que partes de coches, computadores, bolsas y botellas plásticas naveguen por los principales ríos de Ecuador hasta ser transportados por las corrientes marinas hacia el Océano Pacífico y, finalmente, a las Galápagos.

Juan Bedoya, responsable de clasificar y registrar los materiales extraídos del Río San Pedro, estos residuos son extraídos del agua en Cununyacu, valle de Quito, el 22 de marzo de 2024.

La barrera flotante que atraviesa el río de extremo a extremo evita que los residuos avancen con el caudal y los conduce hacia la orilla. Se conecta con una banda móvil, que transporta los plásticos hacia una canasta de metal, donde se depositan los desechos que las personas arrojan a las quebradas de la ciudad. Esta tecnología tan sencilla y metódica es el sistema Azure. Fue desarrollada hace siete años por el ecuatoriano Inty Grønneberg, CEO de Ichthion, una startup tecnológica especializada en eliminar y prevenir la contaminación plástica en los ríos. El proyecto de Grønneberg va más allá de recolectar desechos: pone el foco en solucionar el problema. “No es solo instalar la máquina en el río y extraer plástico. Nosotros analizamos el material que recolectamos y, en función de eso, detectamos el origen de la contaminación para realizar intervenciones de limpieza”, señala el inventor de 40 años. Lo siguiente es crear campañas focalizadas por sectores y trabajar con recicladores de base para concienciar a las personas y evitar que la contaminación avance hacia el océano. Solo en 2023, el sistema Azure del río San Pedro ha extraído 10 toneladas de residuos.

Con la recolección, el proceso no termina. El material se clasifica, fotografía y, con ayuda de inteligencia artificial, se cataloga por el tipo de plástico. Pero José Carlos Pérez, ingeniero senior y desarrollador del sistema de clasificación de inteligencia artificial, asegura que están trabajando en mejorar el sistema: “Nos encontramos en pruebas y avanzando con la implementación de una cámara de vídeo, que estará sobre la banda móvil, y podrá identificar el material mientras es recolectado”. Una pila de retazos de tela, envases plásticos y partes de coches reposan sobre un descampado. Todos fueron recolectados del río San Pedro. “Estos desechos son del mes”, cuenta Juan Bedoya, operario encargado de clasificar el material. Pero con la lluvia, la cantidad de basura aumenta: “Cuando el caudal es muy fuerte, sube todo y tengo que direccionar los residuos hacia la banda. Bajan textiles, botellas, de todo”, asegura Bedoya mientras se prepara, con sus botas, guantes y overol amarillo, para bajar hacia el río. La noche anterior fue lluviosa y los plásticos se han acumulado en la barrera.

“Muchos de los desechos del río San Pedro llegan desde descargas ilegales en zonas rurales, donde no hay un buen sistema de recolección de desperdicios, y de invasiones, que nunca van a tener un servicio de gestión de residuos”, señala Grønneberg. Hay zonas como las cercanas al río Guayas —en la costa ecuatoriana— empobrecidas, donde sus habitantes sobreviven en medio de los desechos y la contaminación frente a la ausencia de un sistema de recolección. Lo cuenta Grønneberg, un ingeniero mecánico, que encontró su interés en los temas ambientales cuando cursaba su doctorado en Ecosistemas de Innovación en el Imperial College London. Este científico se preguntaba cómo una región tan megadiversa como América Latina y Ecuador no apuesta por un nuevo modelo de desarrollo: “Me di cuenta de que una arista fundamental es el desarrollo sostenible y que esta región incluso debería liderarlo, pero no sucede”.

Una hilera de botellas y tapas plásticas flotan en el río San Pedro en Quito. La barrera flotante hace su trabajo y se nota la diferencia. El agua que corre después de la barrera ya no avanza cargada de basura. El cambio ha sido drástico, resalta la cofundadora de Ichthion y vicepresidenta de relaciones estratégicas, Yessica Benavides. “Cuando intervinieron el río, la cantidad de residuos era muy alta”, reconoce. Benavides recuerda que, cuando apenas comenzaban con el proyecto, hicieron una minga de tres horas, un trabajo voluntario junto con estudiantes, activistas y habitantes de la zona, y recolectaron 1,5 toneladas de desechos. Ahora, dice orgullosa, recogen 500 kilogramos.

Tapas de plástico que han sido extraídas del Río San Pedro.

Pero el sistema Azure del San Pedro no es el único: a ese se suman otros tres en el río Tajamar, en el Carchi; el río Portoviejo y Charapotó, en la provincia costera de Manabí. Se estima que el 80% del plástico que llega a los océanos procede de las costas. Pero, además, añade Benavides, el objetivo no es industrializar el río y extraer la mayor cantidad de residuos. “Nos interesa recuperar los ríos, que la gente que habita en esos lugares y vive de esos ríos, que pesca y realiza sus actividades cotidianas, pueda vivir dignamente. Eso nos mueve”, zanja. El recorrido de la basura plástica comienza en las quebradas, sigue por el San Pedro hasta el río Guayllabamba, viaja por el Esmeraldas hasta llegar al Océano y, finalmente, a las Islas Galápagos. La contaminación ya tiene graves consecuencias en el archipiélago: 52 especies han ingerido o se han enredado con plásticos. Un estudio publicado en la revista científica Frontiers demuestra que 20 de las especies afectadas son endémicas, es decir, que habitan solo en este lugar. Las tortugas verdes, iguanas marinas, tiburones ballena, mobulas de cola espinosa y pinzones medianos son las que tienen mayor riesgo de sufrir daños graves.

La contaminación de las Galápagos no viene de la isla. El 40% llega desde el continente por las corrientes marinas. También llega desde Perú y los buques pesqueros chinos, que arrojan basura en alta mar. En el archipiélago está prohibido desde 2018 el uso de plásticos de un solo uso. Y en Ecuador rige desde 2020 la Ley Orgánica para la Racionalización, Reutilización y Reciclaje de Plásticos de un solo uso, pero en la práctica no se aplica. Para resolver el problema de la contaminación en las islas, Grønneberg creó el Fondo de Protección de Galápagos. Gran parte del trabajo para salvar esta zona —declarada como Patrimonio Natural de la Humanidad y Reserva de la Biosfera por la UNESCO— de la basura plástica consiste en replicar el invento de Grønneberg en algunos de los ríos más grandes del Ecuador: el Guayllabamba y el Guayas. En el primero desembocan todos los ríos de la capital y el segundo es uno de los más contaminados. La idea es implementar el sistema Azure en el Guayllabamba y en dos de los ríos que alimentan al Guayas: el Daule y Babahoyo. “Estamos hablando de tres sistemas Azure, más grandes que el del río San Pedro”, apunta. Pero en el Guayas, que es navegable y puede llegar a tener un kilómetro de ancho, colocar una barrera no es la opción: “Es una adaptación, se trata del sistema Cyan”. Este es un diseño que se asemeja a un contenedor flotante con celdas, que impiden que los desechos plásticos sigan con la corriente. “Para que el contenedor no sea arrastrado por el río tiene un ancla, que permite que se mueva con la corriente. Entonces va acumulando el material conforme llegue la corriente”. Cuando se llenan los contenedores, un barco extrae los desechos y queda libre otra vez.

Residuos y desechos sólidos que han sido extraídos del Río San Pedro son separados para su clasificación.

“Queremos demostrar que hasta el 2030 es posible una reducción del 30% del plástico que se va al océano”, dice orgulloso. Si no hay un cambio en la curva de la contaminación, afirma el científico, lo siguiente es poner en peligro las Islas Galápagos. La iniciativa del Fondo de Protección de Galápagos alcanza los 13 millones de dólares. El financiamiento, explica Yessica Benavides, se dividirá en: cinco millones de las empresas locales, cuatro de empresas privadas y multilaterales en el exterior y cuatro de una campaña de crowdfunding. El Fondo de Protección de Galápagos, cuenta Grønneberg, lo van a llevar a cabo este año a propósito de la firma del Tratado Global de Plásticos, una de las apuestas más ambiciosas en la lucha por poner fin a la contaminación plástica a nivel mundial. “Con la implementación del proyecto esperamos en seis años haber llegado a la meta: recuperar las cuatro cuencas hídricas del río Daule, Babahoyo, Guayas y Guayllabamba para salvar a las islas Galápagos. No podemos esperar más”, resalta Benavides. El tiempo para mitigar el problema de la contaminación plástica y proteger a las Galápagos tiene fecha de caducidad si no se toman medidas rápidas. “El día que llegue una cantidad de basura muy grande, destruyes el ecosistema de las islas Galápagos”, sostiene. “Sin intervenciones disruptivas, probablemente no podamos combatir la contaminación plástica. El infierno no es de fuego: es de plástico”, finaliza Grønneberg.

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