Tortugas con trozos de plástico en su organismo,
lobos marinos atrapados en redes de pesca y un cangrejo ermitaño
que cambió su concha por un caparazón de plástico. Esta es
la postal más visible de cómo afecta el monstruo de la contaminación
plástica a las Islas Galápagos. A más de 1.000 kilómetros
del archipiélago, en el río San Pedro, en Quito, una barrera
de 15 metros de largo y 60 centímetros de profundidad impide
que partes de coches, computadores, bolsas y botellas plásticas
naveguen por los principales ríos de Ecuador hasta ser transportados
por las corrientes marinas hacia el Océano Pacífico y, finalmente,
a las Galápagos.
Juan Bedoya, responsable de clasificar y registrar
los materiales extraídos del Río San Pedro, estos residuos
son extraídos del agua en Cununyacu, valle de Quito, el 22
de marzo de 2024.
La barrera flotante que atraviesa el río de
extremo a extremo evita que los residuos avancen con el caudal
y los conduce hacia la orilla. Se conecta con una banda móvil,
que transporta los plásticos hacia una canasta de metal, donde
se depositan los desechos que las personas arrojan a las quebradas
de la ciudad. Esta tecnología tan sencilla y metódica es el
sistema Azure. Fue desarrollada hace siete años por el ecuatoriano
Inty Grønneberg, CEO de Ichthion, una startup tecnológica
especializada en eliminar y prevenir la contaminación plástica
en los ríos. El proyecto de Grønneberg va más allá de recolectar
desechos: pone el foco en solucionar el problema. “No es solo
instalar la máquina en el río y extraer plástico. Nosotros
analizamos el material que recolectamos y, en función de eso,
detectamos el origen de la contaminación para realizar intervenciones
de limpieza”, señala el inventor de 40 años. Lo siguiente
es crear campañas focalizadas por sectores y trabajar con
recicladores de base para concienciar a las personas y evitar
que la contaminación avance hacia el océano. Solo en 2023,
el sistema Azure del río San Pedro ha extraído 10 toneladas
de residuos.
Con la recolección, el proceso no termina. El
material se clasifica, fotografía y, con ayuda de inteligencia
artificial, se cataloga por el tipo de plástico. Pero José
Carlos Pérez, ingeniero senior y desarrollador del sistema
de clasificación de inteligencia artificial, asegura que están
trabajando en mejorar el sistema: “Nos encontramos en pruebas
y avanzando con la implementación de una cámara de vídeo,
que estará sobre la banda móvil, y podrá identificar el material
mientras es recolectado”. Una pila de retazos de tela, envases
plásticos y partes de coches reposan sobre un descampado.
Todos fueron recolectados del río San Pedro. “Estos desechos
son del mes”, cuenta Juan Bedoya, operario encargado de clasificar
el material. Pero con la lluvia, la cantidad de basura aumenta:
“Cuando el caudal es muy fuerte, sube todo y tengo que direccionar
los residuos hacia la banda. Bajan textiles, botellas, de
todo”, asegura Bedoya mientras se prepara, con sus botas,
guantes y overol amarillo, para bajar hacia el río. La noche
anterior fue lluviosa y los plásticos se han acumulado en
la barrera.
“Muchos de los desechos del río San Pedro llegan
desde descargas ilegales en zonas rurales, donde no hay un
buen sistema de recolección de desperdicios, y de invasiones,
que nunca van a tener un servicio de gestión de residuos”,
señala Grønneberg. Hay zonas como las cercanas al río Guayas
—en la costa ecuatoriana— empobrecidas, donde sus habitantes
sobreviven en medio de los desechos y la contaminación frente
a la ausencia de un sistema de recolección. Lo cuenta Grønneberg,
un ingeniero mecánico, que encontró su interés en los temas
ambientales cuando cursaba su doctorado en Ecosistemas de
Innovación en el Imperial College London. Este científico
se preguntaba cómo una región tan megadiversa como América
Latina y Ecuador no apuesta por un nuevo modelo de desarrollo:
“Me di cuenta de que una arista fundamental es el desarrollo
sostenible y que esta región incluso debería liderarlo, pero
no sucede”.
Una hilera de botellas y tapas plásticas flotan
en el río San Pedro en Quito. La barrera flotante hace su
trabajo y se nota la diferencia. El agua que corre después
de la barrera ya no avanza cargada de basura. El cambio ha
sido drástico, resalta la cofundadora de Ichthion y vicepresidenta
de relaciones estratégicas, Yessica Benavides. “Cuando intervinieron
el río, la cantidad de residuos era muy alta”, reconoce. Benavides
recuerda que, cuando apenas comenzaban con el proyecto, hicieron
una minga de tres horas, un trabajo voluntario junto con estudiantes,
activistas y habitantes de la zona, y recolectaron 1,5 toneladas
de desechos. Ahora, dice orgullosa, recogen 500 kilogramos.
Tapas de plástico que han sido extraídas del
Río San Pedro.
Pero el sistema Azure del San Pedro no es el
único: a ese se suman otros tres en el río Tajamar, en el
Carchi; el río Portoviejo y Charapotó, en la provincia costera
de Manabí. Se estima que el 80% del plástico que llega a los
océanos procede de las costas. Pero, además, añade Benavides,
el objetivo no es industrializar el río y extraer la mayor
cantidad de residuos. “Nos interesa recuperar los ríos, que
la gente que habita en esos lugares y vive de esos ríos, que
pesca y realiza sus actividades cotidianas, pueda vivir dignamente.
Eso nos mueve”, zanja. El recorrido de la basura plástica
comienza en las quebradas, sigue por el San Pedro hasta el
río Guayllabamba, viaja por el Esmeraldas hasta llegar al
Océano y, finalmente, a las Islas Galápagos. La contaminación
ya tiene graves consecuencias en el archipiélago: 52 especies
han ingerido o se han enredado con plásticos. Un estudio publicado
en la revista científica Frontiers demuestra que 20 de las
especies afectadas son endémicas, es decir, que habitan solo
en este lugar. Las tortugas verdes, iguanas marinas, tiburones
ballena, mobulas de cola espinosa y pinzones medianos son
las que tienen mayor riesgo de sufrir daños graves.
La contaminación de las Galápagos no viene de
la isla. El 40% llega desde el continente por las corrientes
marinas. También llega desde Perú y los buques pesqueros chinos,
que arrojan basura en alta mar. En el archipiélago está prohibido
desde 2018 el uso de plásticos de un solo uso. Y en Ecuador
rige desde 2020 la Ley Orgánica para la Racionalización, Reutilización
y Reciclaje de Plásticos de un solo uso, pero en la práctica
no se aplica. Para resolver el problema de la contaminación
en las islas, Grønneberg creó el Fondo de Protección de Galápagos.
Gran parte del trabajo para salvar esta zona —declarada como
Patrimonio Natural de la Humanidad y Reserva de la Biosfera
por la UNESCO— de la basura plástica consiste en replicar
el invento de Grønneberg en algunos de los ríos más grandes
del Ecuador: el Guayllabamba y el Guayas. En el primero desembocan
todos los ríos de la capital y el segundo es uno de los más
contaminados. La idea es implementar el sistema Azure en el
Guayllabamba y en dos de los ríos que alimentan al Guayas:
el Daule y Babahoyo. “Estamos hablando de tres sistemas Azure,
más grandes que el del río San Pedro”, apunta. Pero en el
Guayas, que es navegable y puede llegar a tener un kilómetro
de ancho, colocar una barrera no es la opción: “Es una adaptación,
se trata del sistema Cyan”. Este es un diseño que se asemeja
a un contenedor flotante con celdas, que impiden que los desechos
plásticos sigan con la corriente. “Para que el contenedor
no sea arrastrado por el río tiene un ancla, que permite que
se mueva con la corriente. Entonces va acumulando el material
conforme llegue la corriente”. Cuando se llenan los contenedores,
un barco extrae los desechos y queda libre otra vez.
Residuos y desechos sólidos que han sido extraídos
del Río San Pedro son separados para su clasificación.
“Queremos demostrar que hasta el 2030 es posible
una reducción del 30% del plástico que se va al océano”, dice
orgulloso. Si no hay un cambio en la curva de la contaminación,
afirma el científico, lo siguiente es poner en peligro las
Islas Galápagos. La iniciativa del Fondo de Protección de
Galápagos alcanza los 13 millones de dólares. El financiamiento,
explica Yessica Benavides, se dividirá en: cinco millones
de las empresas locales, cuatro de empresas privadas y multilaterales
en el exterior y cuatro de una campaña de crowdfunding. El
Fondo de Protección de Galápagos, cuenta Grønneberg, lo van
a llevar a cabo este año a propósito de la firma del Tratado
Global de Plásticos, una de las apuestas más ambiciosas en
la lucha por poner fin a la contaminación plástica a nivel
mundial. “Con la implementación del proyecto esperamos en
seis años haber llegado a la meta: recuperar las cuatro cuencas
hídricas del río Daule, Babahoyo, Guayas y Guayllabamba para
salvar a las islas Galápagos. No podemos esperar más”, resalta
Benavides. El tiempo para mitigar el problema de la contaminación
plástica y proteger a las Galápagos tiene fecha de caducidad
si no se toman medidas rápidas. “El día que llegue una cantidad
de basura muy grande, destruyes el ecosistema de las islas
Galápagos”, sostiene. “Sin intervenciones disruptivas, probablemente
no podamos combatir la contaminación plástica. El infierno
no es de fuego: es de plástico”, finaliza Grønneberg.
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