En la mañana del lunes 26 de abril, David Beriain
y Roberto Fraile, junto con el cooperante irlandés de ascendencia
zambiana Rory Young, patrullaban con un convoy militar la
carretera N18 que bordea la reserva natural de Pama, en el
este de Burkina Faso. Los periodistas españoles y Young, director
de la fundación Chengeta Wildlife, llevaban una semana empotrados
con una unidad de soldados-guardabosques trabajando en la
producción de un documental sobre caza furtiva para Movistar.
El destacamento, con unos 40 soldados en dos camionetas pick-up
con ametralladoras y una veintena de motos, había salido temprano
de su base en Natiaboni, una localidad de 15.000 habitantes
cerca de la frontera con Benin y Togo. En torno a las 09.00
horas, cuando llevaban recorridos 15 kilómetros hacia el sur,
los europeos se bajaron de los vehículos, acompañados de un
escolta militar de seguridad, para grabar unas tomas aéreas
con un dron cerca de los enclaves PK60 y Kpengagboanga. En
ese momento, fueron emboscados.
Un grupo con dos vehículos y una decena de motos
cortó el paso al contingente y abrió fuego. Los militares
hicieron una formación defensiva para intentar proteger a
los periodistas. Sin embargo, los asaltantes los superaban
en número y acabaron rompiendo la línea de defensa, relataron
dos efectivos que estuvieron en el atentado a la agencia AP.
Cuando acabó el intercambio de disparos, los europeos y el
escolta habían desaparecido. Al menos seis soldados resultaron
heridos durante la emboscada y dos tuvieron que ser evacuados
a un hospital militar en la capital Uagadugú, donde fueron
amputados por sus heridas. Las autoridades todavía no han
dado detalles oficiales sobre el atentado. “Es descorazonador.
Es como salir de tu casa con 10 personas, ir a trabajar y
volver con ocho. ¿Qué le dices a las familias de esas personas?”,
dijo uno de los soldados, citado por la agencia estadounidense.
Esta era la primera misión de la unidad, que acababa de finalizar
seis meses de entrenamiento en operaciones de lucha contra
el contrabando y de conservación.
La caza furtiva en Burkina Faso, lo que Beriain y Fraile
querían contarte cuando los mataron.


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A las 15.30 horas del lunes ya se había perdido
el contacto con Beriain, Fraile y Young, mientras la noticia
del ataque comenzaba a salir en medios locales. En un primer
momento, se informó de que habían sido secuestrados por algunos
de los múltiples grupos terroristas que operan en esta selvática
región, parte del complejo natural W-Arly Pendjari que se
extiende por Benín, Níger y Burkina Faso. "Tres periodistas,
entre ellos dos españoles y un irlandés, fueron secuestrados.
Los secuestradores lograron llevarse equipo militar. Están
en marcha operaciones de búsqueda", dijo en ese momento a
Efe una fuente militar. Los criminales, agregó la fuente,
podrían haber tratado de refugiarse en los densos bosques
de la zona.
Sin embargo, al día siguiente, el Grupo de Apoyo
al Islam y los Musulmanes (JNIM), una federación de grupos
yihadistas vinculada a Al Qaeda, asumía el atentado. “Hemos
matado a tres blancos. También tenemos dos vehículos con ametralladoras
y 12 motocicletas”, dijo un portavoz en nombre del JNIM en
un audio que todavía no ha podido ser verificado. Al cierre
de esta edición, se desconoce el paradero del escolta que
los acompañaba en el momento del ataque. El grupo, liderado
por el terrorista Iyad Ag Ghali y con base en Mali, también
publicó supuestas fotos de las víctimas. Entre las imágenes,
parte del equipo que llevaban los periodistas y el material
militar robado, incluyendo las motos Apsonic Aloba, varias
cámaras, teléfonos, el dron y las ametralladoras.
Las autoridades burkinesas han atribuido el
ataque a “terroristas” pero sin especificar el grupo, según
declaró el ministro de Comunicación y portavoz del Gobierno,
Ousséni Tamboura. Analistas destacan que este ataque pone
de relevancia la creciente capacidad de los grupos yihadistas
para organizar ataques coordinados contra un convoy militar
muy protegido por militares y guardabosques. Todavía se desconoce
si el objetivo de la operación era capturar a los extranjeros
o atacar al grupo militar.

“El grupo que había raptado (a los europeos)
fue perseguido por fuerzas de seguridad y puede que fuera
esta presión la que empujó a los secuestradores a matarlos
en el camino en vez de llevarlos a otro sitio”, dijo el analista
y autor Wassim Nasr a la cadena France 24. El experto en grupos
yihadistas agregó que, basándose en las imágenes de los cuerpos,
se trataba “sin duda” de una ejecución. El secuestro de extranjeros
para pedir rescate apuntaría al ‘modus operandi’ de la órbita
de Al Qaeda, mientras que una ejecución directa suele ser
más frecuente en facciones alineadas con el Estado Islámico.
En la noche del lunes se produjeron varios ataques armados
contra pueblos de la localidad de Seytenga, en el norte del
país, con un saldo de al menos 10 víctimas, según el Gobierno.
"El Gobierno presenta sus condolencias a todas las familias
afligidas y desea una pronta recuperación a los heridos. Invita
asimismo a los amigos de Burkina Faso a cumplir con las medidas
de seguridad dictadas por las fuerzas de defensa y seguridad
durante su estancia en el país", dijo el ministro Tamboura
en un comunicado el martes sin más detalles que "incursiones
de individuos armados en varias localidades del Sahel".
La emboscada, rapto y ejecución de los dos ciudadanos
españoles y el irlandés es una nueva muestra de la acelerada
descomposición que sufre Burkina Faso desde que, en 2015,
comenzaran los primeros atentados terroristas tras la victoria
electoral de Roch Marc Christian Kaboré, el primer presidente
democrático tras 50 años de gobiernos de facto. En apenas
cinco años, la violencia yihadista, que se contagió por la
frontera norte de las vecinas Malí y Níger (que forman parte
de la vasta zona conocida como el Sahel), se ha ido expandiendo
paulatinamente a otras provincias dejando un rastro de miles
de muertos, más de un millón de desplazados y tres millones
con necesidad de ayuda humanitaria. Pero no siempre fue así.
Aunque siempre ha sido uno de los países más pobres del mundo,
hace tan solo una década esta nación africana era un pequeño
oasis de convivencia relativamente pacífica entre la mayoría
musulmana con cristianos y animistas. Un país jovial donde
expatriados de toda la región -con sociedades muy estrictas-
iban a salir de fiesta y relajarse. “Para nada un infierno”,
asegura Enrique Vaquerizo, reportero habitual en el país entre
2011 y 2012. “Era relativamente tranquilo, para ser el Sahel”,
asegura el profesor y autor, quien contó algunos de sus viajes
por el país africano en ‘Historias de Salacot y Fortasec’
(Ed. Viajes al Pasado, 2017).
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Este país de África Occidental, con unos 20
millones de habitantes y sin acceso al mar, no es lugar
de tránsito para las principales rutas migratorias, donde
prosperan diversas mafias, y tampoco entra en los circuitos
turísticos que pueden atraer más grupos criminales. “El
terrorismo les tocaba de refilón y, aunque el norte siempre
ha sido peligroso, era una zona salvaje pero segura. Extranjeros
solo te cruzabas camioneros y cooperantes”, agrega Vaquerizo,
quien recorría el país en transporte local. Ahora, varias
facciones yihadistas operan en el país, especialmente en
el norte y el este donde la presencia del Estado es débil.
Además del Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM),
aliados de Al Quaeda, está presente una franquicia del Estado
Islámico (Estado Islámico en el Gran Sahara o ISGS, por
si sigla en inglés) y un grupo terrorista autóctono, conocido
como Ansarul Islam. Estos grupos están enfrentados entre
sí en algunas áreas.
"En el contexto del atentado (contra Beriain,
Fraile y Young) la militarización de las reservas naturales
en medio del conflicto es un aspecto a tener necesariamente
en cuenta", explicó MenaStream, la consultora especializada
en seguridad en el Sahel y el Norte de África, en un hilo
en Twitter. "La Red Africana de Parques (APN, por su sigla
en inglés) se ha convertido en la fuerza anti-terrorista
'de facto' en Nein y provee capacidad militar e intervención
directa contra grupos militantes (...) en los últimos meses
se han producido al menos dos incidentes que involucran
a los guardabosques de Burkina Faso y Bening, probablemente
con el JNIM como objetivo en los que hirieron a un yihadista",
agrega.
Ahora los asaltos a pueblos de grupos en motocicletas
son cada vez más frecuentes, obligando a los residentes
a convertirse al Islam y asesinando a los que se niegan
-e incluso a algunos que acceden-. Cientos de escuelas han
sido forzadas a cerrar por el temor a la violencia integrista
y las emboscadas como las sufridas por los periodistas españoles
-a veces perpetradas por grupos terroristas, otras por contrabandistas
o traficantes- se suceden en varias partes del país. En
febrero de 2019, el misionero español Antonio César Fernández
fue asesinado durante un ataque de un grupo yihadista al
puesto fronterizo de Nohao, en el sur del país, cuando regresaba
por carretera a su hogar en la capital. Antes en enero,
el geólogo canadiense Kirk Woodman fue secuestrado y asesinado.
Posterioremente, en mayo de ese año, dos turistas franceses,
un estadounidense y un surcoreano fueron capturados por
un grupo en Benin, cerca de la frontera con Burkina Faso.
En esa ocasión, los cuatro rehenes fueron rescatados una
semana después en una operación en la que murieron dos soldados
franceses.

El misionero español Antonio César Fernández
fue fundador de la misión salesiana en Togo, desarrolló
su labor evangelizadora en diversos países de África. Asesinado
por un ataque yihadista, recibió la Gran Cruz del Mérito
Civil a título póstumo.
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David Beriain, un disparo de nieve.


Roberto Fraile será enterrado en Valdespino
Cerón, la localidad leonesa que le marcó en su juventud.


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Los yihadistas que asumen el atentado contra
los periodistas atacaron al Ejército español en 2019. Especializado
en emboscadas y rápidos golpes de mano tras los que desaparecen
en pocos minutos, se creó en 2017 a partir de una fusión
de distintos grupúsculos islamistas que se habían activado
en la región a raíz del conflicto del vecino país de Mali.
Esa circunstancia dio lugar a lo que se ha denominado 'yihadización
del bandidaje', ya que muchos de las partidas que se incorporaron
a se dedicaban a la delincuencia. Como curiosidad, entre las
bandas que se afiliaron a JNIM (siglas de Jama'at Nusrat al
-Islam wal Muslim, grupo de apoyo al Islam y los musulmanes)
se encuentra los almorávides, (Al Morabitum, en árabe), que
asumen el nombre de una de las disnastías que dominó la península
ibérica en el siglo XI. La unión de todas las ramas se realizó
bajo el paraguas del Al Qaida para el Magreb Islámico. Este
grupo terrorista es el más poderoso de la región y consiguió
imponerse al Estado Islámico.
El grupo terrorista intentó implantar la 'sharia'
-ley islámica- en el área. En especial, en las inmediaciones
de varias minas de oro que se encuentran en el territorio
y en las que han perseguido las tendencias occidentales en
el vestir, el consumo de alcohol y la prostitución. Con anterioridad,
el grupo había protagonizado una serie de ataques que habían
costado la vida a más de 700 personas, según datos del Centro
Memorial de las Víctimas del Terrorismo . Entre sus objetivos
se encuentra de manera preferente las fuerzas de seguridad,
las iglesias cristianas y los intereses franceses. En noviembre
de 2019, los miembros de JNIM asesinaron a 37 empleados de
una empresa minera canadiense. A finales de ese año también
acabaron con la vida de 14 personas en una iglesia protestante.
Al grupo se le atribuye también el ataque contra puestos militares
en Kafolo, una ciudad de Costa Marfil situada en la frontera
con Burkina Faso. Este ataque activó todas las alertas en
la región puesto que significaba que JNIM comenzaba a expandirse
a otros países limítrofes y que estaba actuando cada vez con
mayor osadía. En la acción contra los cuarteles de Kafolo
los terroristas robaron pertrechos militares y también motocicletas.
Este tipo de vehículo es vital en la región, una de las más
pobres del planeta. En Burkina Faso, las motos son el equivalente
de los todoterrenos en los que los talibanes afganos basaban
toda su capacidad terrorista sobre el terreno. Una de las
prácticas habituales de los miembros de JNIM es viajar de
dos en dos y llevar a cabo emboscadas y golpes de mano en
los que los activistas desaparecen en minutos tras haber perpetrado
su ataque.
El Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes es
una organización militar y terrorista de ideología salafista
yihadista. Se creó el 1 de marzo de 2017 durante la
guerra del Malí.

El material robado al convoy de David
y Roberto.

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La región tiene una presencia militar española
importante, delegada en las actuaciones de los Grupos de Acción
Rápida (GAR) de la Guardia Civil. Estas unidades antiterroristas
del instituto armado, creadas para hacer frente al terrorismo
de ETA, están desplegadas en Mali tanto para formar unidades
similares en las policías locales como para luchar contra
las partidas terroristas. Bajo el nombre de GAR-Sahel, la
Guardia Civil lidera un contingente de fuerzas de Francia,
Portugal e Italia que lidera el combate al terrorismo en el
territorio. El contingente del Ejército español desplegado
en Mali ha sido también objeto de ataques por parte del JNIM.
El 24 de febrero del 2019, las tropas neutralizaron un ataque
con dos coches bomba tripulados por terroristas suicidas contra
su acuartelamiento en la localidad de Koulikoro. En julio
del año pasado los artificieros españoles consiguieron desactivar
una bomba lapa colocada en un vehículo militar de la coalición
que adiestra a los militares malienses en la lucha contra
el terrorismo.
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