Puede que aún no sepamos quiénes somos ni adónde vamos, pero
los humanos comenzamos a responder a otra de las grandes preguntas:
de dónde venimos. Y todos procedemos de una región que hoy
en día está marcada por un paisaje desértico con salinas,
pero que hace miles de años estuvo dominada por un enorme
lago. Una investigación publicada por Nature asegura que es
ahí, al norte de Botsuana y al sur del río río Zambeze, donde
comenzó la historia de los humanos modernos hace 200.000 años.
Los científicos ya sabían que esa patria común de todos los
Homo sapiens actuales estaba en África, pero determinar un
lugar concreto había sido un reto hasta que ahora, la investigadora
australiana Vanessa Hayes y su equipo han analizado el genoma
mitocondrial de 1.000 habitantes de esta zona del sur del
continente y han comparado los datos sobre el clima del pasado.
El resultado es que la población original que luego se extendió
por el mundo probablemente surgió en torno al antiguo lago
Makgadikgadi y de lo que hoy se conoce como delta del Okavango.
El delta del Okavango, el lugar en el que, según
un nuevo estudio, procede el ser humano moderno.
“Creo que es un estudio interesante y bastante completo,
combinar los datos genéticos con la modelización climática
es una buena forma de intentar reconstruir un escenario evolutivo”,
explicó María Martinón Torres, directora del Centro
Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH)
de Burgos, que no ha participado en la investigación pero
valora la importancia de este hallazgo.
Hasta ahora las excavaciones arqueológicas indicaban que
el origen de la humanidad actual debía estar en África Oriental,
pero la genética ya apuntaba hacia el sur del continente.
“El principal problema es que tanto la evidencia genética
disponible como los fósiles siguen siendo muy incompletos,
y de ahí la aparente divergencia entre los resultados que
se derivan de estudios genéticos y los paleontológicos y arqueológicos.
Ambos puzles están incompletos”, señala.
“Curiosamente sabemos mucho genéticamente sobre los neandertales,
sobre los denisovanos y sobre los pre-neandertales a través
del análisis del ADN de la Sima de los Huesos de Atapuerca,
pero nuestro conocimiento sobre la variabilidad actual y,
especialmente, sobre el genoma de los primeros representantes
de nuestra especie sigue siendo muy limitado”, comenta. El
motivo es que “no se ha recuperado hasta ahora ningún ADN
de ningún potencial early H. sapiens u Homo sapiens temprano
y ahí estaría la clave para poder comprender muchas cosas
sobre nuestro origen”.
Por eso esta nueva investigación ha optado por analizar el
genoma de habitantes del sur de África actuales, buscando
sus conexiones. En concreto, se ha utilizado el ADN de las
mitocondrias, orgánulos celulares, que es diferente al del
núcleo de la célula y sólo se hereda de la madre.
Esta información se combina con los datos sobre cambios climáticos
de la región. En concreto, el gran lago comenzó a desaparecer
hace 200.000 años, dando origen a un gran humedal. Según este
estudio, los humanos modernos se establecieron en esta exuberante
región verde y permanecieron unos 70.000 años, hasta que el
clima cambió y comenzaron a dispersarse. La aparición de nuevas
zonas verdes les llevó a migrar primero al noreste y luego
al suroeste. Estos pasos habrían allanado el camino para que
los humanos modernos migraran más tarde a otras zonas de África
y fuera del continente.
A pesar de la publicación de Nature, la experta cree que
“quizá es momento de abandonar narrativas lineales para explicar
el origen y primeras dispersiones de nuestra especie. Estamos
constreñidos por los diagramas con flechas, en las que nos
imaginamos a los homínidos “marchando” con un origen y un
destino final, cuando en realidad el “out-of-Africa” no fue
un evento único ni sencillo, sino probablemente movimientos
de expansión y contracción de grupos cuando las barreras biogeográficas
y climáticas lo permitieron”.
Desde el punto de vista del registro fósil tampoco está clara
la geografía de nuestro origen, fósiles como los de Jebel
Irhoud (norte de África), los de Herto y Omo (Etiopía) o los
de Florsibad (sur de África), son posibles candidatos a representar
nuestras raíces más profundas. Por eso, la evidencia paleontológica
y arqueológica está apuntando ahora a un modelo más complejo
en el que varias regiones de África hayan tenido un peso importante
en el origen de las poblaciones modernas actuales y hayan
estado interconectadas.
“Probablemente había más movilidad de la que habíamos imaginado.
Aunque las primeras dispersiones puedan haber partido de un
lugar geográfico particular y concreto, eso no quiere decir
que esa población solo esté reflejando la variabilidad genética
de ese punto geográfico, pues puede ser ya un crisol genético
de varios grupos humanos que habitan el continente africano
y entre los que se ha producido intercambio genético”, opina
Martinón.
“En mi opinión este estudio aporta evidencia no tanto hacia
la idea de que el origen de nuestra especie tiene que estar
en el sur de África como que también el sur de África es una
zona de peso para haber contribuido a él”, señala.
En cualquier caso, las evidencias fósiles más antiguas de
Homo sapiens fuera de África tienen entre 80.000 y 100.000
años y su situación (por ejemplo, Arabia Saudí o China) hacen
que no sea descabellado pensar que el origen de las primeras
poblaciones pueda estar en el sur, ya que un viaje así requeriría
menos adaptaciones que aventurarse a las inclemencias climáticas
y cambiantes de las latitudes del norte.
La investigadora Vanessa Hayes con habitantes
de Namibia que han participado en el estudio de ADN.
La evolución humana u hominización es el proceso
de evolución biológica de la especie humana desde sus ancestros
hasta la actualidad. El estudio de dicho proceso requiere
de un análisis interdisciplinario en el que se complementen
conocimientos desde ciencias como la genética, la antropología
física, la paleontología, la estratigrafía, la geocronología,
la arqueología y la lingüística. El término humano, en este
contexto, se refiere a los individuos de la especie Homo sapiens.
Evidencias morfológicas, genéticas y moleculares han determinado
que la especie viva más cercana a Homo sapiens es el chimpancé
(Pan troglodytes). De esta manera, el estudio específico de
la evolución humana es el estudio del linaje, o clado, que
incorpora a todas las especies más cercanas a los humanos
modernos que a los chimpancé. Evidencias moleculares y paleontológicas
han estimado que el ancestro común entre Homo sapiens y Pan
troglodytes, vivió en África entre 5 a 7 millones de años
(Ma). A partir de esta divergencia, dentro del linaje hominino
continuaron emergiendo nuevas especies, todas ellas extintas
actualmente a excepción de Homo sapiens.
La taxonomía se encarga de la clasificación de los organismos.
Por ende, la definición de especie es un aspecto fundamental
para clasificar especímenes como pertenecientes a distintas
o mismas especies. En organismos vivos es posible definir
especies bajo el criterio de la capacidad que tienen distintos
individuos de reproducirse y tener descendencia fértil
(definición de especie biológica). Sin embargo, el registro
fósil plantea más problemas, ya que es imposible ver el
potencial reproductivo entre organismos extintos. Esto
hace que el definir especies en paleontología sea extremadamente
complejo. Un supuesto para definir y nombrar especies
basadas en el registro fósil es a partir de la morfología;
bajo esta premisa esperamos que exista mayor variación
morfológica entre especies que entre individuos de la
misma especie. En el estudio de la evolución humana, definir
y nombrar especies es, como en toda disciplina paleontológica,
no sólo un fenómeno científico pero también político.
En ese sentido, podemos dividir a los paleontólogos en
dos extremos de acuerdo a la cantidad de especies que
están dispuestos a definir en el registro fósil: los agrupadores
(lumpers) tratarán de definir unas pocas especies, con
mayor variación inter-específica (es decir, dentro de
la especie), mientras que los divisores (splitters) definirán
nuevas especies cuando existe una pequeña diferencia morfológica
entre especímenes. Obviamente estos son dos extremos de
un fenómeno y la mayoría de los paleontólogos se ubicarán
en algún punto medio. |
Al analizar el genoma humano actual se ha descubierto
que en su proceso evolutivo hay varios hechos que destacar.
Así, se observa por ejemplo que el Homo sapiens comparte casi
el 99 % de los genes con el chimpancé y con el bonobo. Para
mayor precisión, el genoma de cualquier individuo de nuestra
especie tiene una diferencia de sólo el 1,24 % respecto al
genoma de Pan troglodytes (chimpancés) y de 1,62 % respecto
al genoma de los gorilas.
A partir del análisis genético, se ha postulado
que la historia evolutiva humana, dentro de la genealogía
humana se habría producido introgresión en varias ocasiones;
Ejemplo de ello, el cromosoma Y actual más antiguo (cromosoma-Y
A00), el cual se remontaría hasta los Homo sapiens arcaicos
(hace unos 340 000 años aprox.). También destaca el descubrimiento
de la existencia de hibridación con otras especies homínidas
más antiguas, tales como el Homo neanderthalensis (de un 1
% a un 4 % de genes neandertales por persona, principalmente
en Europa), y con el homínido de Denisova (la población local
que vive actualmente en Papúa Nueva Guinea, en el Sudeste
Asiático, le debe al menos el 3 % de su genoma por persona
a los homínidos de Denisova). Sin embargo, destaca que al
analizar el porcentaje total de ADN del Homo neanderthalensis
dentro de la población humana actual no africana (no dentro
de un solo individuo actual), este porcentaje aumenta significativamente
a un 20 %; estando este genoma neandertal relacionado con
genes que produjeron una "heterosis" a adaptaciones ambientales
(como fenotipos de la piel), pero también implicado en enfermedades
como la diabetes tipo 2, la enfermedad de Crohn, el lupus
y la cirrosis biliar.
Igualmente destaca que los retrovirus endógenos
humanos (ERV) (Secuencia de ADN derivado de virus pertenecientes
al grupo de los retrovirus) comprenden una parte significativa
del genoma humano. Con aproximadamente 98 000 fragmentos y
elementos ERV, estos componen casi el 8 % del genoma actual
del ser humano, los cuales ha adquirido el ser humano en diferentes
periodos temporales de su evolución.
Etapas en la línea evolutiva humana:
Pre-australopitecinos.
Los primeros posibles homínidos bípedos (homininos)
son Sahelanthropus tchadiensis (con una antigüedad de 7 millones
de años y encontrado en el Chad, pero que genera dudas acerca
de su adscripción a nuestra línea evolutiva), Orrorin tugenensis
(con unos 6 millones de años y hallado en África Oriental)
y Ardipithecus (entre 5,5-4,5 millones de años y encontrado
en la misma región). Los fósiles de estos homínidos son escasos
y fragmentarios y no hay acuerdo general sobre si eran totalmente
bípedos. No obstante, tras el descubrimiento del esqueleto
casi completo de un individuo de Ardipithecus ramidus apodado
Ardi, se han podido resolver algunas dudas al respecto; así,
la forma de la parte superior de la pelvis indica que era
bípedo y que caminaba con la espalda recta, pero la forma
del pie, con el dedo gordo dirigido hacia adentro (como en
las manos) en vez de ser paralelo a los demás, indica que
debía caminar apoyándose sobre la parte externa de los pies
y que no podía recorrer grandes distancias.
Australopitecinos.
Los primeros homínidos de los que se tiene la
seguridad de que fueron completamente bípedos son los miembros
del género Australopithecus, de los que se han conservado
esqueletos muy completos (como el de la famosa Lucy). Este
tipo de homininos prosperó en las sabanas arboladas del este
de África entre 4 y 2,5 millones de años atrás con notable
éxito ecológico, como lo demuestra la radiación que experimentó,
con al menos cinco especies diferentes esparcidas desde Etiopía
y el Chad hasta Sudáfrica. Su desaparición se ha atribuido
a la crisis climática que se inició hace unos 2,8 millones
de años y que condujo a una desertificación de la sabana con
la consiguiente expansión de los ecosistemas abiertos, esteparios.
Como resultado de esta presión evolutiva, algunos Australopithecus
se especializaron en la explotación de productos vegetales
duros y de escaso valor nutritivo, desarrollando un impresionante
aparato masticador, originando al Paranthropus; otros Australopithecus
se hicieron paulatinamente más carnívoros, originando a los
primeros Homo.
Primeros Homo.
No se sabe con certeza de qué especie proceden
los primeros miembros del género Homo; se han propuesto Australopithecus
africanus, A. afarensis y A. garhi, pero no hay un acuerdo
general. También se ha sugerido que Kenyanthropus platyops
pudo ser el antepasado de los primeros Homo. Clásicamente
se consideran como pertenecientes al género Homo los homínidos
capaces de elaborar herramientas de piedra. No obstante, esta
visión ha sido puesta en duda; por ejemplo, se ha sugerido
que Australopithecus ghari fue capaz de fabricar herramientas
hace 2,5 millones de años. Las primeras herramientas eran
muy simples y se encuadran en la industria lítica conocida
como Olduvayense o Modo 1. Las más antiguas proceden de la
región de Afar (Etiopía) y su antigüedad se estima en unos
2,6 millones de años, pero no existen fósiles de homínidos
asociados a ellas. De esta fase se han descrito dos especies,
Homo rudolfensis y Homo habilis, que habitaron África Oriental
entre 2,5 y 1,8 millones de años atrás, que a veces se reúnen
en una sola. El volumen craneal de estas especies oscila entre
650 y 800 cm³.
Esta es sin duda la etapa más confusa y compleja
de la evolución humana.
El Homo erectus, en ocasiones se alude a él
como «Homo erectus africano», se supone que fue el primero
de nuestros antepasados en abandonar África; se han hallado
fósiles asimilables a H. ergaster (o tal vez a Homo habilis)
en Dmanisi (Georgia), datados en 1,8 millones de años de antigüedad
y que se han denominado Homo georgicus que prueban la temprana
salida de África de nuestros antepasados remotos.
El homo erectus fue una especie muy longeva. Duró caminando
sobre la superficie de nuestro planeta durante casi
un millón de años hasta algún momento hace 50.000 o
100.000 años atrás. Debido a este tiempo de existencia,
fácilmente se podría interpretar que hicieron lo posible
por sobrevivir. Sin embargo, no fue así; estudios recientes
apuntarían que una de las razones de la extinción del
homo erectus habría sido la pereza.
Arqueólogos de la Universidad Nacional de Australia
habrían revelado este hecho. Los investigadores estuvieron
analizando artefactos obtenidos en una excavación ubicada
en Saffaqah, Arabia Saudí en 2014. Estos habrían pertenecido
a grupos de homo erectus que habitaron la zona hace
miles de años.
Por vago, se fue al carajo.
En ese momento los científicos se dieron cuenta que
los instrumentos hallados eran de muy mala calidad.
Argumentaron que era notorio que sus creadores pusieron
el mínimo esfuerzo posible en ellos, a comparación de
otros que datan de la misma época. Al parecer no tenían
cuidado ni siquiera del tipo de material que usaban.
Básicamente, tomaban lo que veían a su alrededor sin
hacer algún esfuerzo adicional.
Así lo explicó Ceri Shipton, un arqueólogo del grupo
de investigación: "Para hacer sus herramientas,
usarían cualquier piedra que pudieran encontrar en su
campamento, que en su mayoría eran de baja calidad en
comparación con lo que otros creadores de herramientas
de piedra lograban hacer".
Además, mencionan que una de las razones de la pereza
de los homo erectus era el buen lugar que frecuentaban.
Allí generalmente tenían agua, roca y otros recursos
a la mano, por lo que no se tenían que esforzar casi.
Un hallazgo cercano proporcionó más evidencia para
esta teoría. En una colina cercana a la excavación se
logró identificar piedra de mejor calidad que la que
se usó para las herramientas. Todo lo que tenían que
hacer los homo erectus era escalar un poco, pero prefirieron
ahorrarse el esfuerzo. Así, prefirieron solo coger algunas
de las que habían rodado cuesta abajo en vez de recolectar
una buena cantidad en la cima.
En ese tiempo los homo erectus alcanzaron a existir
al mismo tiempo que los Homo neanderthalensis y los
homo sapiens (nosotros). En comparación, estas dos últimas
especies demostraron tener mas iniciativa que los primeros.
Según describen los arqueólogos, los neandertales y
nuestros ancestros se esmeraban por hacer buenas herramientas.
Sabían dónde buscar buenos materiales y trataban de
aplicar técnicas para una correcta fabricación de los
elementos. Esto sumando al hecho de que solíamos hacer
planes de un año o más en el futuro, previendo ciertas
rutas de migración, por ejemplo. En cambio, los homo
erectus no parecían planear nada más allá de lo que
concernía al día a día.
También se notó lo conservadora y poco preparada para
el cambio que estaba la especie. La región en la que
vivían comenzó a secarse y a tomar las características
que conocemos hoy en día como el desierto árabe. A pesar
de darse cuenta de ello no tomaron medidas para migrar
o hacer frente al cambio del clima.
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