Un grupo de investigadores del MIT, el Instituto
Astrofísico de Canarias (IAC) y el Instituto Max Planck de
Astronomía de Heidelberg, en Alemania, han publicado un estudio
que nos presenta un nuevo hallazgo del TESS (Transiting Exoplanet
Survey Satellite), el recién lanzado cazaplanetas que ayuda
a buscar otros mundos en otros sistemas solares. Este descubrimiento
nos muestra tres nuevos exoplanetas ubicados a aproximadamente
73 años luz de la Tierra, los cuales se encuentran en un sistema
llamado TOI 270. Lo interesante de este hallazgo, es que uno
de estos planetas tiene características que lo harían potencialmente
habitable.
El descubrimiento fue posible después de detectar
periódicas inmersiones en la luz, en la estrella causadas
por cada uno de estos planetas en órbita. Los tres están ubicados
en la región sur de la Constelación Pictor y tienen órbitas
muy cortas alrededor de TOI 270, que es una estrella enana
roja o M. El 'planeta b' es una supertierra rocosa con una
órbita de aproximadamente tres días; el 'planeta c' un "subneptuno"
con una órbita de cinco días; y el 'planeta d' es otro "subneptuno"
ligeramente más alejado, con una órbita de 11 días.
Los "subneptunos" son planetas de aproximadamente
la mitad del tamaño que nuestro propio Neptuno. El "subneptuno"
más alejado de la estrella parece estar dentro de una zona
"templada", lo que significa que la parte superior de la atmósfera
del planeta está dentro de un rango de temperatura que podría
soportar algunas formas de vida. Los investigadores creen
que los "subneptunos" del TOI-270 pueden ser el "eslabón perdido"
de la formación planetaria, ya que su tamaño intermedio y
características podrían ayudar a determinar si los planetas,
pequeños y rocosos como la Tierra y más grandes y helados
como Neptuno, siguen un mismo camino de formación o evolucionan
por separado.
Por su parte, TOI-270 es una estrella enana
M inusualmente silenciosa, un tipo de estrella que normalmente
es extremadamente activa, con frecuentes llamaradas y tormentas
solares. De acuerdo a los investigadores, parece ser una enana
M antigua debido a su baja actividad, la cual emite un brillo
constante que es ideal para medir muchas propiedades de los
planetas en órbita, tales como su masa y composición atmosférica.
En los siguientes meses se estudiará a fondo
este sistema, lo que nos podría dar nuevos indicios de la
evolución de los planetas y su formación. Mientras tanto,
el TESS sigue demostrando su capacidad al superar por mucho
las expectativas que se tenían. A día de hoy, a sólo un año
y tres meses de su lanzamiento, ya ha encontrado 21 nuevos
planetas y otros 850 mundos potenciales en espera de confirmación.
Hace unos meses un equipo de astrónomos descubrieron
2018 VG18, apodado como FarOut, era el objeto más lejano en
nuestro sistema solar descubierto hasta el momento. Una característica
de FarOut efímera, pues se ha encontrado un nuevo objeto mucho
más lejano que, a modo irónico, recibe el nombre de FarFarOut.
El astrónomo Scott S. Sheppard del Instituto Carnegie anunció
que acababa de descubrir un objeto nuevo que se encuentra
a 140 UA. Para poner los números en contexto, cada unidad
astronómica equivale a casi 150.000.000 kilómetros, se trata
de la distancia entre la Tierra y el Sol. El FarOut por ejemplo
se encontraba a 120 UA de distancia. Plutón, que es más conocido,
se encuentra a sólo unos 40 UA.
Al igual que ocurre con FarOut y con todos los
objetos lejanos del sistema solar, el equipo de astrónomos
que ha descubierto FarFarOut sabe muy poco sobre él. De momento
se desconoce su órbita, también el tamaño total que tiene
o la forma. Su composición por supuesto, también sigue siendo
un misterio. El equipo sólo consiguió vislumbrarlo una vez,
pero seguirán intentándolo para estudiarlo mejor.
¿Por qué esto es relevante? Objetos nuevos en
el sistema solar se descubren de forma regular y continua.
No debería ser una gran sorpresa el descubrimiento de FarFarOur,
pero lo es por estar tan lejos del Sol. Según indicaron los
descubridores, conocer a FarFarOut nos puede ayudar a saber
más sobre el borde exterior del sistema solar, que es más
poblado y diverso de lo que esperábamos.
'2018 VG18' fue descubierto como parte de la
búsqueda continua del equipo de astrónomos de objetos extremadamente
distantes del Sistema Solar, incluido el supuesto Planeta
X, también denominado Planeta 9. De hecho, el pasado mes de
Octubre, el mismo grupo de investigadores anunció el descubrimiento
de otro objeto distante del Sistema Solar, llamado '2015 TG387'
y apodado 'The Goblin' ('El Duende'), ya que se vio por primera
vez cerca del día de Halloween. Este cuerpo se descubrió a
aproximadamente 80 UA y tiene una órbita que es coherente
con la influencia de un Planeta X invisible del tamaño de
la Súper Tierra, en las franjas muy distantes del Sistema
Solar.
La existencia de un noveno planeta en los márgenes
del Sistema Solar fue propuesta por primera vez por este mismo
equipo de investigación en 2014, cuando descubrieron '2012
VP113', apodado 'Biden', que actualmente está cerca, a 84
UA. '2015 TG387' y '2012 VP113' nunca se acercan lo suficiente
a los planetas gigantes del Sistema Solar, como Neptuno y
Júpiter, para tener interacciones gravitacionales significativas
con ellos. Esto significa que estos objetos extremadamente
distantes pueden ser pruebas de lo que está sucediendo en
los alcances externos del Sistema Solar. El equipo aún no
conoce muy bien la órbita de '2018 VG18', por lo que no han
podido determinar si muestra signos de estar modelado por
el Planeta X.
El '2018 VG18' es mucho más distante y lento
que cualquier otro objeto observado del Sistema Solar, por
lo que se tardará algunos años para determinar su órbita por
completo. Pero se encontró en una ubicación similar en el
cielo a los otros objetos extremos conocidos del Sistema Solar,
lo que sugiere que podría tener el mismo tipo de órbita que
la mayoría de ellos. Las similitudes orbitales mostradas por
muchos de los cuerpos pequeños y distantes conocidos del Sistema
Solar fueron el catalizador de la afirmación original de que
hay un planeta masivo y distante en varios cientos de UA que
pastorean estos objetos más pequeños.
Todo lo que se sabe actualmente acerca de '2018
VG18' es su distancia extrema al Sol, su diámetro aproximado
y su color. Debido a que '2018 VG18' es muy distante, orbita
muy lentamente, probablemente tardando más de 1.000 años en
tomar un viaje alrededor del sol. Las imágenes de su descubrimiento
se tomaron el 10 de Noviembre de ese año con el telescopio
japonés de 8 metros Subaru, ubicado en la cima de Mauna Kea.
Una vez que se encontró, fue necesario volver a observarlo
para confirmar su naturaleza muy distante. Así, '2018 VG18'
se vio por segunda vez a principios de Diciembre con el Telescopio
Gigante de Magallanes, en el Observatorio Las Campanas de
Carnegie, en Chile, unas observaciones que confirmaron que
'2018 VG18' está a alrededor de 120 UA, lo que lo convierte
en el primer objeto del Sistema Solar observado más allá de
las 100 UA. Su brillo sugiere que tiene aproximadamente 500
kilómetros de diámetro, lo que explicaría su forma esférica
y que sea un planeta enano. Y tiene un tono rosado, un color
generalmente asociado con objetos ricos en hielo.
Estudiar a FarFarOut también puede ayudar a
la búsqueda de el misterioso "Planeta 9", un objeto que lleva
unos años entre ceja y ceja de los astrónomos y con el que
no hemos podido dar aún a pesar de que hay indicios de su
existencia. Este misterioso planeta parece estar orbitando
al Sol en una orbita en el borde del sistema solar. Es posible
que la gravedad de este planeta también afecte a FarOut y
FarFarOut, de ahí la relación entre sí. Hemos llegado más
allá de nuestro sistema solar, pero sigue habiendo mucho que
descubrir aquí por ahora.
El pasado mes de Noviembre un estudiante de
la Universidad de Varsovia en Polonia anunció que habían descubierto
dos nuevos planetas rebeldes en la Vía Láctea. Se trata de
dos cuerpos celestes que no orbitan alrededor de ninguna estrella.
Aunque parezca el título de una película de
adolescentes, no lo es. En el universo hay una gran variedad
de cuerpos celestes.
¿Qué son? Se trata de astros que, a diferencia
de otros como los que están en el sistema solar, no orbitan
alrededor de ninguna estrella. Estos planetas rebeldes circulan
libremente en el espacio sin seguir una trayectoria específica.
La dificultad de este descubrimiento radica
en que se trata de cuerpos celestes muy raros y que, al no
orbitar en una estrella, no generan una sombra al pasar frente
a ella que pueda ser captada por los telescopios. Así es cómo
se descubren los planetas comunes, fijas tu mirada en un punto
del cielo, ves una sombra en un punto de luz de una estrella,
y esperas para ver si pasa la misma sombra tras un periodo
de tiempo determinado. En este caso, Przemek Mróz hizo uso
del llamado fenómeno microlente gravitacional. Esto consiste
en detectar al planeta cuando pasa en un espacio entre la
Tierra y una estrella lejana, deformando o ampliando la luz
de la estrella. «Es como si estuvieras mirando las estrellas,
y alguien tuviera un montón de lentes de aumento y las mueve
ocasionalmente frente a la estrella», señaló Mróz en una entrevista
en la reputada revista New Scientist.
Están muy lejos y todavía no se sabe mucho acerca
de estos dos planetas rebeldes de la Vía Láctea. Sin embargo,
creen que uno de ellos tendría entre una y veinte veces el
tamaño de Júpiter. El segundo tendría un tamaño superior al
de la Tierra e inferior al de Neptuno, uno de los planetas
rebeldes más pequeños que se hayan descubierto. Aunque todavía
no se sabe el origen de estos planetas, se cree que habrían
sido expulsados de su sistema solar por el choque con otro
cuerpo celeste. Es algo que ocurre frecuentemente en el espacio,
y es que, se estima que hay millones de planetas rebeldes
en la Vía Láctea.
La historia de la astronomía es el relato de
las observaciones, descubrimientos y conocimientos adquiridos
a lo largo de la historia en materia astronómica. La astronomía
surge desde que la humanidad dejó de ser nómada y se empezó
a convertir en sedentaria; luego de formar civilizaciones
o comunidades empezó su interés por los astros. Desde tiempos
inmemorables se ha visto interesado en los mismos, estos han
enseñado ciclos constantes e inmutabilidad durante el corto
periodo de la vida del ser humano lo que fue una herramienta
útil para determinar los periodos de abundancia para la caza
y la recolección o de aquellos como el invierno en que se
requería de una preparación para sobrevivir a los cambios
climáticos adversos. La práctica de estas observaciones es
tan cierta y universal que se han encontrado a lo largo y
ancho del planeta en todas aquellas partes en donde ha habitado
el hombre. Se deduce entonces que la astronomía es probablemente
uno de los oficios más antiguos, manifestándose en todas las
culturas humanas.
En casi todas las religiones antiguas existía
la cosmogonía, que intentaba explicar el origen del universo,
ligando este a los elementos mitológicos. La historia de la
astronomía es tan antigua como la historia del ser humano.
Antiguamente se ocupaba, únicamente, de la observación y predicciones
de los movimientos de los objetos visibles a simple vista,
quedando separada durante mucho tiempo de la Física. En Sajonia-Anhalt,
Alemania, se encuentra el famoso disco celeste de Nebra, que
es la representación más antigua conocida de la bóveda celeste.
Quizá fueron los astrónomos chinos quienes dividieron, por
primera vez, el cielo en constelaciones. En Europa, las doce
constelaciones que marcan el movimiento anual del Sol fueron
denominadas constelaciones zodiacales. Los antiguos griegos
hicieron importantes contribuciones a la astronomía, entre
ellas, la definición de magnitud. La astronomía precolombina
poseía calendarios muy exactos y parece ser que las pirámides
de Egipto fueron construidas sobre patrones astronómicos muy
precisos. La inmutabilidad del cielo, está alterada por cambios
reales que el hombre en sus observaciones y conocimiento primitivo
no podía explicar, de allí nació la idea de que en el firmamento
habitaban poderosos seres que influían en los destinos de
las comunidades y que poseían comportamientos humanos y por
tanto requerían de adoración para recibir sus favores o al
menos evitar o mitigar sus castigos. Este componente religioso
estuvo estrechamente relacionado al estudio de los astros
durante siglos hasta cuando los avances científicos y tecnológicos
fueron aclarando mucho de los fenómenos que en un principio
no eran comprendidos. Esta separación no ocurrió pacíficamente
y muchos de los antiguos astrónomos fueron perseguidos y juzgados
al proponer una nueva organización del universo. Actualmente
estos factores religiosos superviven en la vida moderna como
supersticiones.
A pesar de la creencia común, los griegos sabían
de la esfericidad de la Tierra. No pasó desapercibido para
ellos el hecho de que la sombra de la Tierra proyectada en
la Luna era redonda, ni que no se ven las mismas constelaciones
en el norte del Mediterráneo que en el sur. En el modelo aristotélico
lo celestial pertenecía a la perfección («cuerpos celestes
perfectamente esféricos moviéndose en órbitas circulares perfectas»)
mientras que lo terrestre era imperfecto; estos dos reinos
se consideraban como opuestos. Aristóteles defendía la teoría
geocéntrica para desarrollar sus postulados. Fue probablemente
Eratóstenes quien diseñara la esfera armilar que es un astrolabio
para mostrar el movimiento aparente de las estrellas alrededor
de la tierra. La astronomía observacional estuvo casi totalmente
estancada en Europa durante la Edad Media, a excepción de
algunas aportaciones como la de Alfonso X el Sabio con sus
tablas alfonsíes, o los tratados de Alcabitius, pero floreció
en el mundo con el Imperio persa y la cultura árabe.
La astronomía griega recibió importantes influencias
de otras civilizaciones de la antigüedad, principalmente la
India y Babilonia. Durante la época helenística y el imperio
romano, muchos astrónomos trabajaron en el estudio de las
tradiciones astronómicas clásicas, en la Biblioteca de Alejandría
y en el Museion.
Al final del siglo X, un gran observatorio fue
construido cerca de Teherán (Irán), por el astrónomo persa
Al-Khujandi, quien observó una serie de pasos meridianos del
Sol, lo que le permitió calcular la oblicuidad de la eclíptica.
También en Persia, Omar Khayyam elaboró la reforma del calendario
que es más preciso que el calendario juliano acercándose al
Calendario Gregoriano. A finales del siglo IX, el astrónomo
persa Al-Farghani escribió ampliamente acerca del movimiento
de los cuerpos celestes. Su trabajo fue traducido al latín
en el siglo XII. Abraham Zacuto fue el responsable en el siglo
XV de adaptar las teorías astronómicas conocidas hasta el
momento para aplicarlas a la navegación de la marina portuguesa.
Esta aplicación permitió a Portugal ser la puntera en el mundo
de los descubrimientos de nuevas tierras fuera de Europa.
Diferentes lugares arqueológicos son considerados
por algunos como lugares para la observación astronómica.
Entre los más antiguos se encuentran:
- Abu Simbel en Egipto
- Stonehenge en Gran Bretaña
- Angkor Wat en Camboya
- Kokino en Macedonia del Norte
- Goseck en Alemania
- Chichén Itzá en México
- Medicine Wheels en Estados Unidos
- Cañón del Chaco en Estados Unidos
- Externsteine en Sajonia, Alemania
- Nabta Playa en Alto Egipto
Estos lugares no pueden ser calificados como
observatorios propiamente dichos, ya que su función principal
era religiosa y la observación fue limitada a la localización
ritual de alineaciones solares, a veces lunares o planetarias
(Venus) en los momentos de su salida y puesta de estos astros
en ciertas épocas del año. Su estudio depende más de la arqueoastronomía.
La astronomía babilónica designa las teorías
y métodos astronómicos desarrollados en la antigua Mesopotamia,
región situada entre los ríos Tigris y Éufrates (en el actual
Irak) y donde se desarrollaron algunas de las civilizaciones
precursoras de la astronomía occidental. Entre estas civilizaciones
se destacan los sumerios, los acadios, los babilonios y los
caldeos. La astronomía babilónica cimentó las bases de la
astronomía de civilizaciones posteriores como la griega, la
hindú, la de los sasánidas, la del imperio bizantino y la
de los sirios así como la astronomía medieval musulmana y
europea. Los autores clásicos griegos y latinos citan frecuentemente
astrónomos de mesopotamia llamándolos «caldeos», los cuales
eran en realidad sacerdotes y escribas especializados en la
astrología y otras formas de adivinación. Entre el siglo VIII
y VII a. C., los caldeos desarrollaron un acercamiento empírico
a la astronomía, elaborando una cosmología que detalla una
versión ideal del universo. También desarrollan la astrología,
ligada a la posición de los planetas, se basa sobre un razonamiento
lógico, contribución decisiva a la astronomía y a la filosofía
de la ciencia. Para algunos pensadores e investigadores esta
podría ser la primera revolución científica.
Las técnicas y métodos desarrollados por la
astronomía babilónica serían retomados en gran medida por
la astronomía clásica y helenística.
La astronomía griega recibió importantes influencias
de otras civilizaciones de la antigüedad, principalmente la
India y Babilonia. Durante la época helenística y el imperio
romano, muchos astrónomos trabajaron en el estudio de las
tradiciones astronómicas clásicas, en la Biblioteca de Alejandría
y en el Museion. Uno de los primeros en realizar un trabajo
astronómico fue el científico Aristarco de Samos (310-230
a. C.) quien calculó las distancias que separan a la Tierra
de la Luna y del Sol, y además propuso un modelo heliocéntrico
del sistema solar en el que, como su nombre lo indica, el
Sol es el centro del universo, y alrededor del cual giran
todos los otros astros, incluyendo la Tierra. Este modelo,
imperfecto en su momento, pero que hoy sabemos se acerca mucho
a lo que hoy consideramos como correcto, no fue acogido debido
a que chocaba con las observaciones cotidianas y la percepción
de la Tierra como centro de la creación. Este modelo heliocéntrico
está descripto en la obra El arenario de Arquímedes (287-212
a. C.). El modelo geocéntrico fue una idea original de Eudoxo
de Cnido (390-337 a. C.) y años después recibió el apoyo decidido
de Aristóteles y su escuela. Este modelo, sin embargo, no
explicaba algunos fenómenos observados, el más importante
de ellos era el comportamiento diferente del movimiento de
algunos astros cuando se comparaba este con el observado para
la mayoría de las estrellas. Estas parecen siempre moverse
todas en conjunto, con la misma rapidez angular, lo que hace
que, al moverse, mantengan «fijas» sus posiciones unas respecto
de las otras. Por esta razón se les conoció siempre como «estrellas
fijas». Sin embargo, ciertos astros visibles en el firmamento
nocturno, si bien se movían en conjunto con las estrellas,
parecían hacerlo con menor velocidad (movimiento directo).
De hecho, se observa cierto retraso diario respecto de ellas;
pero, además, y solo en ciertas ocasiones, parecen detener
el retraso e invertir su movimiento respecto de las estrellas
«fijas» (movimiento retrógrado), para luego detenerse nuevamente,
y volver a retomar el sentido del movimiento de ellas, pero
siempre con un pequeño retraso diario (movimiento directo).
Debido a estos cambios aparentemente irregulares
en su movimiento a través de las estrellas «fijas», a estos
astros se les denominó estrellas planetas (estrellas errantes)
para diferenciarlas de las otras. Ptolomeo fue el autor de
un tratado sobre astronomía conocida como el Almagesto (en
árabe «Al», seguido de un superlativo griego que significa
‘grande’). Aquí puede encontrarse el catálogo de estrellas
de Hiparco, en los libros VII y VIII. Aunque Ptolomeo afirmaba
ser su observador, muchas evidencias apuntan a Hiparco como
su verdadero autor. El catálogo contiene las posiciones de
850 estrellas en 48 constelaciones. Las posiciones de las
estrellas se dan en coordenadas eclípticas universales. En
este trabajo propuso un modelo geocéntrico del sistema solar,
que fue aceptado como modelo en el mundo occidental y los
países árabes durante más de 1300 años. El Almagesto también
contiene un catálogo de 1025 estrellas y una lista fija de
48 constelaciones.
Fue Ptolomeo quien se dio a la tarea de buscar
una solución para que el sistema geocéntrico pudiera ser compatible
con todas estas observaciones. En el sistema ptolemaico la
Tierra es el centro del universo y la Luna, el Sol, los planetas
y las estrellas se encuentran fijas en esferas de cristal
girando alrededor de ella; para explicar el movimiento diferente
de los planetas ideó un particular sistema en el cual la Tierra
no estaba en el centro exacto y los planetas giraban en un
epiciclo alrededor de un punto ubicado en la circunferencia
de su órbita o esfera principal (conocida como 'Deferente').
Los epiciclos habían sido una idea original de Apolonio de
Pérgamo (262-190 a. C.) y mejorada por Hiparco de Nicea (190-120
a. C.). Como el planeta gira alrededor de su epiciclo mientras
el centro de este se mueve simultáneamente sobre la esfera
de su deferente, se logra, por la combinación de ambos movimientos,
que el planeta se mueva en el sentido de las estrellas 'fijas'
(aunque con cierto pequeño retraso diario) y que, en ocasiones,
revierta este movimiento (de retraso) y parezca (por cierto
período de tiempo) adelantarse a las estrellas fijas, y con
esto se logra explicar el movimiento retrógrado de los planetas
respecto de las estrellas.
El esquema ptolemaico, con todo y sus
complicados epiciclos y deferentes, fue aceptado por
muchos siglos por variadas razones pero, principalmente,
por darle a la raza humana una supremacía y un lugar
privilegiado o 'central' en el universo. Otros estudios
importantes durante esta época fueron la composición
de la tierra, la compilación del primer catálogo de
estrellas, el desarrollo de un sistema de clasificación
de las magnitudes de los brillos estelares basado en
la luminosidad aparente de las diferentes estrellas
o la determinación del ciclo de Saros para la predicción
de los eclipses solares y lunares, entre muchos otros.
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La astronomía maya forma parte de una tradición
más amplia. Entre los pueblos mesoamericanos, la observación
de los astros era de vital importancia para el desarrollo
de la vida material y espiritual compartida por las demás
sociedades de Mesoamérica, aunque posee ciertas características
que la hacen única. Una de ellas, la más representativa, es
el empleo del calendario de Cuenta Larga, por el que los mayas
del período clásico pudieron hacer estimaciones de más largo
plazo. Los Mayas, hicieron cálculos exactos, de los periodos
sinódicos de Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Calcularon
con exactitud, los períodos de la Luna , el Sol y de estrellas
como las Pléyades, a las que llamaban Tzab-ek (estrella cascabel)
y marcaba los inicios de festividades rituales. El Tzol'kin
de 260 días es uno de los calendarios más enigmáticos en cuanto
su origen, algunos postulan que se basa en una aproximación
a la gestación humana y otros autores lo relacionan con ciclos
de astros visibles desde la tierra. También hay una hipótesis
formulada por el geógrafo Vincent Malmstrom en la que su origen
estuvo determinado por los ciclos del Sol por el cenit de
la región sur del Estado Mexicano de Chiapas (Izapa) y de
la nación de Guatemala a unos 15º norte, en donde los mismos
días que ocurren (29 de abril el primero y 13 de agosto el
segundo) tienen un intervalo de 260 días entre uno y otro.
La Vía Láctea era parte central de su Cosmología y la llamaban,
aparentemente, Wakah Chan, y la relacionaban con Xibalbá,
incluso los Kiche' de Guatemala aún la llaman Xibalbá be o
camino a el inframundo. Tenían un Zodiaco, basado en la Eclíptica,
que es el paso del Sol a través de las constelaciones fijas.
Este se encuentra en la Estela 10 de Tikal y la 1 de Xultún,
ambos yacimientos la zona de Petén, en Guatemala y también
en el Códice Grolier. Los conocimientos astronómicos mayas
eran propios de la clase sacerdotal, el pueblo los respetaba
y conducía su vida de acuerdo a sus predicciones. Mucho del
mismo conocimiento perduró aún después de la conquista, practicándose
en la clandesdinidad y posteriormente, mezclándose con los
rituales de la vida diaria del pueblo maya, muchos de las
cuales siguen vigentes en la actualidad. Los sacerdotes conocían
los movimientos de los cuerpos celestes y eran capaces de
aproximarse a la predicción de los eclipses y el curso del
planeta Venus visto desde la tierra. Esto les daba un especial
poder sobre el pueblo que los consideraba así íntimamente
ligados a las deidades. Muchas de las deidades recibían distintos
nombres y propiedades, por ejemplo a Venus la llamaban los
mayas Ah-Chicum-Ek', la gran estrella de la mañana, y Xux
ek, la estrella avispa. Estrella se dice en maya "ek" y es
también el apellido de muchas personas de la región maya.
De los Códices mayas conocidos el de Dresde es esencialmente
un tratado de astronomía. En conclusión, los mayas fueron
reconocidos por sus escritos, la arquitectura y sus obras
de arte, sus cálculos matemáticos, llenos de simbolismos y
representaciones fantásticas sobre el pasado, presente y el
futuro de su sociedad.
La astronomía china es considerada más antigua
que la desarrollada en la antigua Europa y el Oriente Próximo,
aunque es poco lo que se conoce sobre ella, y ha evolucionado
de manera independiente. Los expertos consideran que los chinos
eran los observadores de fenómenos celestes más perseverantes
y precisos de todo el mundo, incluso antes de los estudios
astronómicos de los árabes medievales. Los chinos consideraban
que la estructura del universo era como una fruta que colgaba
de lo que se conoce en occidente como la estrella polar y
describieron 284 constelaciones distribuidas en 28 «casas»,
templos o cuadrículas que ocupaban todo el firmamento. En
el 2357 a. C. habían desarrollado uno de los primeros calendarios
solares de los que se tiene noticia. Del 2137 a. C. data el
primer registro de un eclipse solar. Desde el 1766 a. C. utilizaban
un calendario lunar con un ciclo de 19 años, coincidente con
el de Metón de Atenas del 432 a. C. En el IV a.C. constataron
la existencia de manchas solares, su descubridor Shi Shen
catalogó en el 350 a. C. 800 estrellas en el primer catálogo
de estrellas, titulado el Gan Shi Xing Jing. En el 100 a.
C. descubrieron la brújula, comparando su direccionamiento,
aún incierto, con las posiciones solares y estelares. Inicialmente
concebían una tierra y un cielo planos, separados por 40.000
km. Creían que el Sol, al que calculaban un diámetro de unos
625 km, giraba en el cielo excéntrico respecto de la vertical
de China, de modo que, cuando se acercaba se hacía de día
y, cuando se alejaba, de noche. Esto no explicaba el tránsito
solar por el horizonte, de forma que tuvieron que curvar tal
concepción en dos semiesferas concéntricas, calculando el
radio de la terrestre en 30.000 km. No se conoce la forma
de deducir tales dimensiones. Tal vez la de la Tierra fuese
consecuencia del cálculo de la curvatura de cada grado de
su circunferencia.
Aunque los chinos fueron de los primeros astrónomos
en documentar la actividad estelar, algunos de los observatorios
astronómicos terrestres más antiguos que han existido, o existen
aún en día, se encuentran en Corea, Egipto, Camboya, Inglaterra
o Alemania. Sin embargo, China tiene un número importante
de observatorios pretelescópicos, como el antiguo observatorio
de Pekín, construido en el siglo XIII y equipado con una gran
colección de instrumentos revolucionarios, tales como una
esfera armilar, un cuadrante, un sextante y un teodolito.
A partir del siglo II se llega a una concepción totalmente
esférica, a partir de la cual inventan la esfera armilar,
formada por reglas anulares de cálculo y medición, que representan
el recorrido celestial aparente de los distintos astros, vistos
desde la Tierra. Este instrumento fue también asumido por
los científicos europeos dos siglos después de manera independiente.
Aún se desarrolló más la visión cósmica de los chinos, que
llegaban a explicar que el universo era una especie de huevo
descomunal (es decir, una forma cóncava, lo que la asemeja
a la concepción sumeria del universo, heredada por los asirio-babilonios
y asumida por el judaísmo, aunque los chinos no creían que
flotase «entre dos aguas», sumergido en ellas) cuya yema era
la Tierra, aunque ellos la situaban en el centro, sola y pequeña,
y no en un foco de la elíptica u ovoide. Estos descubrimientos,
que podemos considerar confucianos, se trastocaron a partir
de la visión taoísta, según la cual, consecuencia de la contradicción
entre el movimiento y la inmovilidad, el yin y el yang, y
«Lo Absoluto» (o «Lo Infinito», con un sentido cósmico generatriz;
en chino Tai-chi) el universo estaba formado por fuego, tierra,
metal, agua y madera, mutuamente generadores y mutuamente
aniquiladores, y que, por todo ello, era amorfo, infinito
y superficial, es decir, vacío en su interior. Obsérvese que
ambas concepciones concuerdan, parcialmente, con las actuales,
aunque fueron incapaces de conseguir una imbricación integradora
de ellas, unificándolas. En el 336, Ju Jsi determinó la precesión
de los equinoccios en 1 grado cada 50 años. En el 635 concluyeron
que la cola de los cometas siempre apunta en dirección opuesta
a la situación relativa del Sol. En el 1006 observaron una
supernova que se podía ver durante el día, lo que no ha vuelto
a ocurrir desde entonces. En el 1181 registraron la explosión
de otra supernova, a partir de la cual se formó la Nebulosa
del Cangrejo. El filósofo Zhu Xi (1131-1200) concebía el universo
originado a partir de un caos primordial de materia en movimiento,
cuya rotación hizo separar los elementos. Los más pesados,
como la Tierra, ocuparon el centro, y los más livianos los
bordes. Así establecía una jerarquía, según sus pesos relativos,
de estrellas, Sol, planetas, Luna, nubes, aves, árboles, mamíferos,
reptiles e insectos reptantes (en chino yuan-yuan, insulto
con el que denominaban a los bárbaros, por lo que no sabemos
si existían hunos o Xiongnu amarillos y blancos, o si confundían
razas y culturas distintas, como los t'u-kiu o turcos, bajo
la misma denominación) etc. Obsérvese la interrelación con
la nueva concepción budista, la religión oficial de China
desde el siglo V, con todo ello.
Observatorio astronómico Cheomseongdae (siglo
VII) en Corea del Sur.
Durante la Edad Media la astronomía no fue ajena
al estancamiento que sufrieron las ciencias y artes. Durante
este largo periodo predominó el legado ptolemaico de sistema
geocentrista apoyado por la Iglesia, debido esencialmente
a que este era acorde con las escrituras en las cuales la
Tierra y el hombre son los centros de la creación divina.
En el siglo XV se renovó el interés en el estudio de los cielos
gracias, en parte, a la escuela de traductores de Toledo,
creada por el rey Alfonso X el Sabio (1221-1284) quienes empiezan
a traducir antiguos textos astronómicos. Personajes como Johannes
Müller Regiomontano (1436-1476), comenzaron a realizar observaciones
astronómicas y a discutir las teorías establecidas al punto
que Nicolás de Cusa (1401-1464), en 1464 planteó que la Tierra
no se encontraba en reposo y que el universo no podía concebirse
como finito, comenzando de alguna manera a resquebrajarse
el sistema imperante hasta ese momento. Durante este desafortunado
periodo oscurantista fueron los árabes quienes continuaron
los estudios astronómicos aportando trabajos importantes y
que tendrían posterior repercusión en la astronomía occidental:
tradujeron el Almagesto; dieron nombre y catalogaron muchas
estrellas. Dentro de sus principales exponentes se encuentran
Al-Batani (858-929), Al Sufi (903-986) y Al-Farghani (805-880),
una autoridad en el sistema solar. Estos conocimientos llegan
a Europa Central con las invasiones turcas de Europa Oriental
a lo largo del siglo XV.
En la historia de la astronomía, la astronomía
árabe o musulmana hace referencia al trabajo astronómico dentro
del mundo islámico, especialmente durante la Edad de Oro del
islam (siglo VIII a siglo XVI) y transcrito en su mayoría
en árabe. Estos descubrimientos fueron realizados principalmente
en los sultanatos de Oriente Medio, Asia Central, Al-Ándalus,
el norte de África, y más tarde en China e India. En sus inicios,
la astronomía en el mundo islámico llevó a cabo una trayectoria
similar a otras ciencias en el Islam, la asimilación de conocimientos
extranjeros y la composición de estos elementos dispares para
dar a luz a una tradición original. Las principales contribuciones
son indias, persas y griegas, conocidas y asimiladas por traducciones.
Posteriormente, la astronomía árabe ejerce a su vez una influencia
significativa en las astronomías india y europea e incluso
en la astronomía china. Muchas estrellas visibles a simple
vista en el cielo, como Aldebarán (a Tauri) o Altair (Aquilaea),
y varios términos astronómicos como «alidada», «acimut» o
«Almicantarat» evidencian por su morfología su origen árabe.
Con cerca de 10.000 manuscritos en el mundo, muchos de los
cuales no han sido objeto de un inventario bibliográfico,
el cuerpo astronómico árabe es uno de los componentes de la
literatura científica medieval mejor conservados. A pesar
de las lagunas bibliográficas, los textos estudiados hasta
la fecha proporcionan una imagen fiable de la actividad astronómica
de los pueblos de habla árabe.
Una de las láminas de un astrolabio planisférico
andalusí.
Durante el siglo XV hay un crecimiento acelerado
del comercio entre las naciones mediterráneas, lo que lleva
a la exploración de nuevas rutas comerciales hacia Oriente
y a Occidente, estas últimas son las que permitieron la llegada
de los europeos a América. Este crecimiento en las necesidades
de navegación impulsó el desarrollo de sistemas de orientación
y navegación y con ello el estudio a fondo de materias como
la geografía, astronomía, cartografía, meteorología, y la
tecnología para la creación de nuevos instrumentos de medición
como compases y relojes. Nicolás Copérnico (1473-1543) retoma
las ideas heliocentristas y propone un sistema en el cual
el sol se encuentra inmóvil en el centro del universo y a
su alrededor giran los planetas en órbitas con «movimiento
perfecto», es decir circular. Este sistema copernicano, sin
embargo, adolecía de los mismos o más errores que el geocéntrico
postulado por Ptolomeo, en el sentido de que no explicaba
el movimiento retrógrado de los planetas y erraba en la predicción
de otros fenómenos celestes. Copérnico, por tanto, incluyó
igualmente epiciclos para aproximarse a las observaciones
realizadas. Tycho Brahe (1546-1601), hombre acomodado y de
vida disipada, fue un gran observador del cielo y realizó
las más precisas observaciones y mediciones astronómicas para
su época, entre otras cosas porque tuvo la capacidad económica
para construir su propio observatorio e instrumentos de medición.
Imagen del sistema copernicano. Extraída de
la obra: De revolutionibus orbium coelestium.
Las mediciones de Brahe no tuvieron, sin embargo,
mayor utilidad hasta que Johannes Kepler (1571-1630) las utilizara.
Kepler gastó muchos años tratando de encontrar la solución
a los problemas que se tenían con el sistema enunciado por
Copérnico, utilizando modelos de movimiento planetario basados
principalmente en los sólidos perfectos de Platón. Con los
datos completos obtenidos después de la muerte de Brahe, llegó
por fin al entendimiento de las órbitas planetarias, probando
con elipses en vez de los modelos perfectos de Platón, y pudo
entonces enunciar sus leyes del movimiento planetario.
1.- Los planetas giran alrededor del Sol en
órbitas elípticas estando este en uno de sus focos.
2.- Una línea dibujada entre un planeta y el
Sol barre áreas iguales en tiempos iguales.
3.- Publicada años después al mundo (1619):
El cubo de la distancia media al sol es proporcional al cuadrado
del tiempo que tarda en completar una órbita.
Galileo Galilei (1564-1642) fue uno de los defensores
más importantes de la teoría heliocentrista. Construyó un
telescopio a partir de un invento del holandés Hans Lippershey
y fue el primero en utilizarlo para el estudio de los astros,
descubriendo los cráteres de la Luna, las lunas de Júpiter,
las manchas solares y las fases de Venus. Sus observaciones
tan solo eran compatibles con el modelo copernicano. El trabajo
de Galileo lo enfrento a la Iglesia católica que ya había
prohibido el libro de Copérnico de Revolutions. Después de
varios enfrentamientos con los religiosos en los cuales fue
respaldado por el papa Urbano VIII, y a pesar de que se le
pidiese moderación en la difusión de sus estudios, Galileo
escribió El Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo.
En esta obra ridiculizó la posición de la iglesia a través
de Simplicio el Simplón. Por esta desobediencia fue llevado
a juicio en donde fue obligado a abjurar de sus creencias
y posteriormente recluido bajo arresto domiciliario, que duró
poco. Murió con la bendición papal a los 88 años. Durante
el siglo XX el papa Juan Pablo II pidió disculpas al mundo
por esta injusticia que su Iglesia había cometido contra Galileo.
En historia de la astronomía, la astronomía pretelescópica
designa el conjunto de observaciones, instrumentos, teorías,
conceptos astronómicos desarrollados en las distintas civilizaciones
durante el período histórico que precede a la aparición y
uso del telescopio refractor. Los telescopios refractores
cohabitaron con las últimas observaciones pretelescópicas.
Fueron rápidamente utilizados a gran escala por los observadores
como Galileo en 1609 con su perspicillum apuntando hacia el
cielo.
A partir de los desarrollos técnicos, ópticos
y de las nuevas teorías matemáticas y físicas se dio un gran
impulso a las ciencias y en el tema que nos toca a la astronomía.
Se descubrieron y catalogaron miles de objetos celestes. Aparecen
en el siglo XVII grandes hombres constructores de lo que hoy
conocemos como astronomía moderna: Johannes Hevelius (observaciones
de la luna y cometas), Christian Huygens (anillos de Saturno
y Titán), Giovanni Domenico Cassini (satélites de Saturno),
Ole Rømer (velocidad de la luz a partir de los eclipses de
los satélites de Júpiter en 1676) y John Flamsteed (fundador
del Observatorio de Greenwich en 1675).
Dentro de este ambiente Isaac Newton promulgó
sus tres leyes que quitaron definitivamente el empirismo en
la explicación de los movimientos celestes. Estas leyes son:
- Un cuerpo permanece en reposo o en movimiento
en línea recta y a una velocidad constante a menos que una
fuerza externa actúe sobre él.
- La fuerza aplicada por un cuerpo sobre otro,
genera una fuerza de igual magnitud sobre el primero pero
en dirección contraria. Se dice que Newton fue inspirado por
la caída de una manzana para imaginar el efecto de la gravedad,
aunque está comprobado que esto es tan solo una leyenda, sirve
como herramienta para entender la fuerza de la gravitación:
la misma fuerza gravitatoria que hace caer la manzana se extiende
hacia la Luna y si no fuera por ella la Luna escaparía de
la órbita terrestre. La Ley de la gravitación universal dice
que:
Dos cuerpos se atraen uno al otro con una fuerza
que es directamente proporcional a la masa de cada uno e inversamente
proporcional al cuadrado de la distancia que los separa.
Newton realizó muchos otros trabajos en astronomía,
como la modificación del diseño de los telescopios de la época
en un modelo por él llamado reflectores newtonianos; escribió
Philosophiae naturalis principia mathematica, en ella expuso
sus leyes y explicó la dinámica del sistema solar.
Isaac Newton (1643-1727).
La teoría de Newton tomó tiempo para establecerse
en Europa. Descartes planteaba la teoría de vórtices y Christiaan
Huygens, Gottfried Wilhelm Leibniz y Jacques Cassini habían
aceptado solo partes del sistema de Newton, prefiriendo su
propia filosofía. No fue sino hasta Voltaire que se publicó
un experimento sobre las mareas en 1738. Finalmente en 1748,
la Academia de las Ciencias francesa ofreció una recompensa
para la resolución de las perturbaciones de Júpiter y Saturno
que finalmente fue resuelto por Euler, Joseph-Louis de Lagrange
(1736-1813) y Laplace, estableciendo las bases del sistema
solar.
La observación astronómica cada vez más detallada
permitió el descubrimiento de objetos celestes diferentes
a las estrellas fijas, los planetas y cometas. Estos nuevos
objetos observados eran como parches de luz que por su aspecto
se les dio el nombre de nebulosas. El alemán Friedrich Wilhelm
Herschel (1738-1822) fue uno de los primeros en estudiar estos
objetos, músico de profesión, finalmente abandonó las notas
por las estrellas, su hermana Caroline Herschel (1750-1848),
trabajó con él realizando barridos de zonas del cielo, con
lo cual dibujaron un mapa de la galaxia con un gran número
de estrellas observadas. Herschell también realizó otros importantes
descubrimientos como Urano, Sus lunas Titania y Oberón y las
lunas de Saturno Enceladus y Mimas. Durante el siglo XVIII
uno de los objetivos de los estudios astronómicos fue el de
calcular las distancias en el universo. El sistema de medición
fue la paralaje, que mide el movimiento de una estrella con
respecto a las estrellas vecinas cuando se observa desde dos
puntos diferentes. La primera distancia a una estrella medida
con este método fue realizada por Friedrich Bessel (1784-1846)
en 1838 fue a 61 del Cisne (constelación) obteniendo una distancia
de 11 años luz y, posteriormente, Alfa Centauro con una distancia
de 4,3 años luz.
Forma de la Vía Láctea deducida por W. Herschel
a partir del recuento de estrellas en el cielo.
La teoría heliocéntrica llega al siglo XX en
todo su esplendor, el sol es el centro del universo y todo
gira alrededor de él incluidos todos los objetos del espacio
profundo dentro de los cuales se encontraban unas nebulosas
muy especiales llamadas nebulosas espirales. El descubrimiento
y estudio de las estrellas variables (estrellas que varían
en brillo periódicamente), iniciado principalmente por Harlow
Shapley (1885-1972) llevó a descubrir un tipo especial de
ellas cuya característica era que los cambios de brillo estaban
relacionas con su luminosidad intrínseca, como la estrella
prototipo se encontró en la constelación de cefeo se les denominó
Cefeidas. Al conocer su luminosidad de un objeto celeste basta
aplicar la ley del cuadrado inverso que dice que el brillo
disminuye de acuerdo al cuadrado de la distancia para calcular
la distancia a la que se encuentra del observador. Shapley
encontró que los cúmulos globulares, grupos de millones de
estrellas que forman un cúmulo compacto y redondo que giran
alrededor de los centros galácticos, están mucho más alejados
del Sol que del centro de la galaxia y de esta manera el sistema
solar debería estar localizado en la periferia lejos del centro
del universo alrededor del cual giran los cúmulos globulares
y los demás astros observados. A principios del siglo pervivía
la teoría de los universos isla esbozada por Kant en la cual
las nebulosas espirales eran universos islas separados de
la vía láctea a la cual pertenecía el sol, esta teoría fue
fuertemente apoyada por Herschel pero no se tenían pruebas
que la sustentaran. Estas pruebas llegarían a partir de las
observaciones de Edwin Hubble (1889-1953) realizadas en el
observatorio de Monte Wilson. Hubble, el 19 de febrero de
1924, escribió a Shapley su contradictor quien defendía la
existencia de una sola galaxia: «Seguramente le interesará
saber que he hallado una variable cefeida en la nebulosa de
Andrómeda». De esta manera se reveló que las nebulosas espirales
no eran simples cúmulos de gas dentro de la vía láctea sino
verdaderas galaxias independientes o como Kant describió «universos
isla». Durante esta época Albert Einstein expuso su Teoría
de la Relatividad General de la que se deduce que el universo
no es estático sino que se expande, Einstein sin embargo le
introdujo una constante llamada cosmológica para «detener»
la expansión y adecuar su teoría a los conocimientos del momento.
Los descubrimientos de Hubble estimularon el estudio de las
nebulosas espirales, el joven Vesto Slipher quien trabajaba
en el observatorio Lowell bajo las órdenes del tristemente
célebre Percival Lowell, estaba encargado de su estudio, durante
sus investigaciones encontró que dichas nebulosas espirales
tenían un corrimiento al rojo persistente en sus espectros
(un objeto que se aleja del observador alarga las longitudes
de onda por él emitidas corriéndose hacia el rojo en el espectro
estudiado).
Sin embargo Slipher no encontró la explicación
a su hallazgo. En un trabajo independiente Hubble al medir
las distancias de 25 galaxias encontró una correlación directa
entre su distancia y el grado de corrimiento o en otras palabras
la velocidad a la que se alejan. El hombre que fusionó los
resultados de las investigaciones de Slipher, Hubble y Einstein
fue un matemático sacerdote llamado Georges Lemaitre (1894-1966)
quien en 1927 publicó un artículo donde desarrollaba la relación
del corrimiento al rojo con un universo en expansión. Cuando
su artículo se divulgó la comunidad científica concluyó que
si el universo se encuentra en expansión alguna vez debió
estar unido en un punto de luz al cual llamó singularidad
o «átomo primordial» y su expansión «gran ruido». El astrónomo
Fred Hoyle (1915-2001) —contradictor de esta teoría— la llamó
despectivamente «Big Bang», que es como se conoce en la actualidad
a la teoría más aceptada como origen del universo. Si se tiene
que el universo se expande hacia todos lados a partir de un
momento inicial se cree que esta expansión puede ser constante
o detenerse en algún momento determinado, una u otra posibilidad
dependerá de la cantidad de materia presente en el universo
y si la fuerza de gravedad entre ella será suficiente para
contraer la materia o no, esta cantidad no se ha determinado.
En la actualidad se ha demostrado que la expansión del universo
se está acelerando. Estos últimos hallazgos aún están bajo
intenso estudio para lograr aclarar el futuro del universo,
nuestra galaxia, nuestro Sol y nuestra casa, la Tierra.
Es imposible entender quién era George Lemaitre
y cómo cambió lo que sabemos del mundo, sin reconocer que
su ciencia y su fe fueron una parte integral e inseparable
de su vida.
En la actualidad sabemos que habitamos un minúsculo
planeta de un sistema solar regido por el Sol que avanza en
el primer tercio de su vida y que está localizado en la periferia
de la Vía Láctea, una galaxia espiral barrada compuesta por
miles de millones de soles, que posee como las demás galaxias
un agujero negro súper masivo en su centro y que forma parte
de un conjunto galáctico llamado Grupo Local, el cual, a su
vez, se encuentra dentro de un supercúmulo de galaxias. El
universo está constituido por miles de millones de galaxias
como la Vía Láctea y se le ha calculado una edad entre 13
500 y 13 900 millones de años, y su expansión se acelera constantemente.
Muchos adelantos científicos y técnicos nos abren nuevas ventanas
al estudio del espacio: tenemos poderosos telescopios terrestres
y orbitales, sondas interplanetarias llegan a los confines
del sistema solar y robots se encuentran en la superficie
de otros mundos aumentando la capacidad del hombre de su maravilloso
entorno astronómico.
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