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Dos profesores de la Universidad de Stanford
han creado Orbis, un atlas multimedia del antiguo Imperio
romano que permite calcular las distancias entre diversas
poblaciones, y saber el tiempo que tardaríamos en llegar si
pudiéramos trasladarnos miles de años atrás.
Walter Scheidel, profesor de Cultura Clásica,
y Elijah Meeks, especialista en Humanidades, dos profesores
de la Universidad de Stanford, se plantearon crear una plataforma
que recrease fielmente el modo en que los antiguos romanos
percibían el tiempo y las distancias, y calcular al detalle,
como si de un Google maps de la antigüedad se tratara, cómo
sería un viaje de la época.
Orbis, que es como han llamado a este atlas
multimedia, está ambientado en el año 200 de nuestra era,
el momento en que el poder de Roma se hallaba en su máximo
apogeo y el Imperio había alcanzado su mayor extensión territorial,
que abarcaba tres continentes. La plataforma, que recrea digitalmente
y de forma interactiva el sistema de transporte romano, contiene
los datos de 751 lugares, casi todos ciudades y villas, pero
también 268 puertos, los principales ríos navegables y numerosas
rutas marítimas. Las vías que recorrían el Imperio en esa
época abarcaban 85.000 kilómetros, un total de seis millones
de kilómetros cuadrados.
Clicka en la imagen.
Así, el usuario que quiera realizar la simulación
de un trayecto como si viviera en la antigua Roma sólo tiene
que acceder a Orbis, poner un origen y un destino y pulsar
"calcular ruta". El programa ofrece el camino más corto y
la duración del viaje. Además, el usuario puede elegir estación
del año para tener en cuenta la meteorología y escoger diferentes
opciones para viajar por carretera (a pie, marcha militar,
a caballo, en carro...), y también puede viajar en barco tanto
por mar como por río. Más opciones son elegir el camino más
corto, el más rápido, e incluso el más barato.
También se puede escoger la cantidad de bienes
que se quieren transportar. Para calcular los precios de estos
productos, los autores de Orbis se basaron el edicto sobre
precios máximos del emperador Diocleciano, promulgado en el
año 301 d.C., y que da información sobre el coste de la mayoría
de bienes del Imperio romano.
Walter Scheidel se inspiró para crear Orbis
en un mapa interactivo del metro de Londres. En él, en lugar
de la distancia a recorrer, se representaba el tiempo real
del trayecto. Un poco después, Elijah Meeks se incorporó al
proyecto. Ambos añadieron a su plataforma asimismo datos de
latitud y longitud del Proyecto Pleiades, un diccionario geográfico
online de lugares antiguos, y también incorporaron las redes
de vías del Atlas Barrington de Grecia y Roma.
Así que, si nos apetece convertirnos en romanos
por un rato, este verano hacemos las maletas y buscamos un
trayecto que nos convenga entre dos rincones del Imperio.
¿Qué tal de Tarraco a Corduba? El camino más corto son 1.442
kilómetros y sólo nos llevará 14 días... También podemos optar
por ir a la capital del Imperio, pero mejor por tierra si
nos marea viajar en barco (en esa época no eran como los grandes
transatlánticos actuales). Aunque si decidimos ir a pie, posiblemente
no lleguemos allí hasta la celebración de las Saturnales ...
El Imperio romano (en latín: Imperium Romanum,
Senatus Populusque Romanus o Res publica populi romani) fue
el tercer periodo de civilización romana en la Antigüedad
clásica, posterior a la República romana y caracterizado por
una forma de gobierno autocrática. El nacimiento del Imperio
viene precedido por la expansión de su capital, Roma, que
extendió su control en torno al mar Mediterráneo.
Bajo la etapa imperial los dominios de Roma
siguieron aumentando hasta llegar a su máxima extensión durante
el reinado de Trajano, momento en que abarcaba desde el océano
Atlántico al oeste hasta las orillas del mar Caspio, el mar
Rojo y el golfo Pérsico al este, y desde el desierto del Sahara
al sur hasta las tierras boscosas a orillas de los ríos Rin
y Danubio y la frontera con Caledonia al norte. Su superficie
máxima estimada sería de unos 6,5 millones de km².
El término es la traducción de la expresión
latina «Imperium Romanum», que significa literalmente «El
dominio de los romanos». Polibio fue uno de los primeros hombres
en documentar la expansión de Roma aún como República.
Durante los casi tres siglos anteriores al gobierno
del primer emperador, César Augusto, Roma había adquirido
mediante numerosos conflictos bélicos grandes extensiones
de territorio que fueron divididas en provincias gobernadas
directamente por propretores y procónsules, elegidos anualmente
por sorteo entre los senadores que habían sido pretores o
cónsules el año anterior. Durante la etapa republicana de
Roma su principal competidora fue la ciudad púnica de Cartago,
cuya expansión por la cuenca sur y oeste del Mediterráneo
occidental rivalizaba con la de Roma y que tras las tres guerras
púnicas se convirtió en la primera gran víctima de la República.
Las guerras púnicas llevaron a Roma a salir
de sus fronteras naturales en la península itálica y a adquirir
poco a poco nuevos dominios que debía administrar, como Sicilia,
Cerdeña, Córcega, Hispania, Iliria, etc. Los dominios de Roma
se hicieron tan extensos que pronto fueron difícilmente gobernables
por un Senado incapaz de moverse de la capital ni de tomar
decisiones con rapidez.
Asimismo, un ejército creciente reveló la importancia
que tenía poseer la autoridad sobre las tropas para obtener
réditos políticos. Así fue como surgieron personajes ambiciosos
cuyo objetivo principal era el poder. Este fue el caso de
Julio César, quien no solo amplió los dominios de Roma conquistando
la Galia, sino que desafió la autoridad del Senado romano.
El Imperio romano como sistema político surgió
tras las guerras civiles que siguieron a la muerte de Julio
César, en los momentos finales de la República romana. Tras
la guerra civil que lo enfrentó a Pompeyo y al Senado, César
se había erigido en mandatario absoluto de Roma y se había
hecho nombrar Dictator perpetuus (dictador vitalicio). Tal
osadía no agradó a los miembros más conservadores del Senado
romano, que conspiraron contra él y lo asesinaron durante
los Idus de marzo dentro del propio Senado, lo que suponía
el restablecimiento de la República, cuyo retorno, sin embargo,
sería efímero. El precedente no pasó desapercibido para el
joven hijo adoptivo de César, Octavio, quien se convirtió
años más tarde en el primer emperador de Roma, tras derrotar
en el campo de batalla, primero a los asesinos de César, y
más tarde a su antiguo aliado, Marco Antonio, unido a la reina
Cleopatra VII de Egipto en una ambiciosa alianza para conquistar
Roma. A su regreso triunfal de Egipto, convertido desde ese
momento en provincia romana, la implantación del sistema político
imperial sobre los dominios de Roma deviene imparable, aún
manteniendo las formas republicanas.
Augusto aseguró el poder imperial con importantes
reformas y una unidad política y cultural (civilización grecorromana)
centrada en los países mediterráneos, que mantendrían su vigencia
hasta la llegada de Diocleciano, quien trató de salvar un
Imperio que caía hacia el abismo. Fue este último quien, por
primera vez, dividió el vasto Imperio para facilitar su gestión.
El Imperio se volvió a unir y a separar en diversas ocasiones
siguiendo el ritmo de guerras civiles, usurpadores y repartos
entre herederos al trono hasta que, a la muerte de Teodosio
I el Grande en el año 395, quedó definitivamente dividido.
En el inmenso territorio del Imperio Romano
se fundaron muchas de las grandes e importantes ciudades de
la actual Europa Occidental, el norte de África, Anatolia
o el levante europeo. Ejemplos son: París (Lutecia), Estambul
(Constantinopla), Vienna (Vindobona), Barcelona (Barcino),
Zaragoza (Caesaraugusta), Mérida (Emerita Augusta), Milán
(Mediolanum), Londres, (Londinium), Colchester (Camulodunum)
o Lyon (Lugdunum) entre otros.
Finalmente en 476 el hérulo Odoacro depuso al
último emperador de Occidente, Rómulo Augústulo. El Senado
envió las insignias imperiales a Constantinopla, la capital
de Oriente, formalizándose así la capitulación del Imperio
de Occidente. El Imperio romano oriental proseguiría casi
un milenio en pie como el Imperio romano (aunque usualmente
se use el moderno nombre historiográfico de Imperio bizantino),
hasta que en 1453 Constantinopla cayó bajo el poder del Imperio
otomano.
El legado de Roma fue inmenso; tanto es así
que varios fueron los intentos de restauración del Imperio,
al menos en su denominación. Destaca el intento de recuperar
occidente de Justiniano I, por medio de sus generales Narsés
y Belisario, el de Carlomagno con el Imperio Carolingio o
el del Sacro Imperio Romano Germánico, sucesor de este último,
pero ninguno llegó jamás a reunificar todos los territorios
del Mediterráneo como una vez lograra la Roma de tiempos clásicos.
Con el colapso del Imperio romano de Occidente
finaliza oficialmente la Edad Antigua dando inicio la Edad
Media.
A principios del siglo v, las tribus germánicas,
empujadas hacia el oeste por la presión de los pueblos hunos,
procedentes de las estepas asiáticas, penetraron en el Imperio
romano. Las fronteras cedieron por falta de soldados que las
defendiesen y el ejército no pudo impedir que Roma fuese saqueada
por visigodos y vándalos. Cada uno de estos pueblos se instaló
en una región del imperio donde fundaron reinos independientes.
Uno de los más importantes fue el que derivaría a la postre
en el Sacro Imperio Romano Germánico. El emperador ya no controlaba
el Imperio, de tal manera que en el año 476 Odoacro, rey de
los hérulos, destituyó a Rómulo Augústulo, un niño de quince
años que fue el último emperador romano de Occidente y envió
las insignias imperiales a Zenón, emperador romano de Oriente.
A lo largo de los siglos que suceden a la caída
del Imperio romano de Occidente, muchas civilizaciones de
la edad media y más tarde, de la edad moderna, se proponen
restaurar el Imperio Romano a su antigua gloria. El intento
más antiguo y el que más se acercó fue el del Imperio bizantino,
por decisión de Justiniano I, en el siglo vi utilizó a sus
mejores generales (Narsés y Belisario) para devolver la antigua
gloria del Imperio.
Tres siglos más tarde, un rey Franco, Carlomagno,
hijo de Pipino el Breve, fundó la dinastía Carolingia, convirtiendo
el reino Franco en el Imperio carolingio. Carlomagno se hizo
con el poder de la mayoría de territorios en Europa Central,
convirtiéndose en la principal potencia de Europa en ese momento.
Más tarde, se firmó el tratado de Verdún (843), que repartía
el imperio entre los tres nietos de Carlomagno, los reinos
sucesores fueron la Francia Occidental (Francia Occidentalis),
que se convertiría en el reino de Francia, Francia Media y
Francia Oriental (Francia Orientalis), que se convertiría
en el Sacro Imperio Romano. A pesar de que fuera muy extenso,
no se asemejaba en tamaño ni siquiera al Imperio de Occidente
en su apogeo territorial.
Un reino sucesor del Imperio carolingio se hizo
con mucho territorio en Europa, fue entonces cuando fue rebautizado
como Sacro Imperio Romano. Este Imperio no fue tan extenso
como su antecesor, el Imperio carolingio, pero fue mucho más
duradero, llegando hasta la Edad Contemporánea.
Una típica legión romana (cuyo emblema era un
águila plateada) consistía en diez cohortes (con su respectivo
estandarte) cada una de ellas con cinco o seis centurias de
ochenta hombres subdivididas en diez contubernios (unidad
básica de ocho legionarios que compartían tienda), contando
pues cada legión cinco o seis mil hombres de infantería, divididos
en cincuenta o sesenta centurias.
Contaba también con las guerrillas regulares
auxiliares y de caballería (alae) con ciento veinte hombres
de caballería. El emperador y en su nombre el gobernador provincial
designaban a los legatus legionis, lugartenientes de la legión
con funciones de pretor, y a sus asistentes los tribunos militares
y los centuriones. Junto a los legados de la legión estaban
los benefiaciarii (encargados de misiones de confianza), los
strato (escuderos), los comentarienses (archiveros), los cornicularii
(contadores) y los actuario (escribientes). Los tribunos militares
se dividían en laticlavii (afectos a la administración) y
angusticlavii (misiones propiamente militares). Los centuriones
eran los oficiales básicos de infantería (la centuria de 80
hombres) y de caballería (la turma de 30 hombres).
Cada centuria y turma tenía un suboficial llamado
optio (equivalente a sargento), que también ejercía funciones
administrativas. Los decuriones eran suboficiales que en la
infantería mandaban una decuria (nueve hombres) y en la caballería
de las unidades auxiliares mandaba un escuadrón o turma (30
jinetes). Otros suboficiales eran el tesserarius (equivalente
a un sargento), el signifer o vexillarius (portaestandartes),
el aquilifer (el portador del águila legionaria), el campiductor
(instructor) y el pecunarius (furriel).
La Armada romana (en latín classis, literalmente
flota) comprendió las fuerzas navales del antiguo Estado romano.
A pesar de jugar un papel decisivo en la expansión romana
por el Mediterráneo, la armada nunca tuvo el prestigio de
las legiones romanas. A lo largo de su historia los romanos
fueron un pueblo esencialmente terrestre, y dejaron los temas
náuticos en manos de pueblos más familiarizados con ellos,
como los griegos y los egipcios, para construir barcos y mandarlos.
Parcialmente debido a esto, la armada nunca fue totalmente
abrazada por el Estado romano, y se consideraba «no romana».
En la Antigüedad, las armadas y las flotas comerciales no
tenían la autonomía logística que en la actualidad. A diferencia
de las fuerzas navales modernas, la armada romana, incluso
en su apogeo, no existió de forma autónoma, sino que operó
como un adjunto del Ejército romano. En el transcurso de la
primera guerra púnica la armada fue expandida masivamente
y jugó un papel vital en la victoria romana y en la ascensión
de la República romana a la hegemonía en el Mediterráneo.
Durante la primera mitad del siglo II a. C.
Roma destruyó Cartago y subyugó los reinos helenísticos del
este del Mediterráneo, logrando el dominio completo de todas
las orillas del mar interior, que ellos llamaron Mare Nostrum.
Las flotas romanas volvieron a tener un papel preponderante
en el siglo I a. C. en las guerras contras los piratas y en
las guerras civiles que provocaron la caída de la República,
cuyas campañas se extendieron a lo largo del Mediterráneo.
En el 31 a. C. la batalla de Accio puso fin a las guerras
civiles con la victoria final de Augusto y el establecimiento
del Imperio romano. Durante el período imperial el Mediterráneo
fue un pacífico «lago romano» por la ausencia de un rival
marítimo, y la armada quedó reducida mayormente a patrullaje
y tareas de transporte.
Las ciudades romanas eran el centro de la cultura,
la política y la economía de la época. Base del sistema judicial,
administrativo y fiscal eran también muy importantes para
el comercio y a su vez albergaban diferentes acontecimientos
culturales. Es importante destacar que Roma fue, a diferencia
de otros, un imperio fundamentalmente urbano. Las ciudades
romanas estaban comunicadas por amplias calzadas que permitían
el rápido desplazamiento de los ejércitos y las caravanas
de mercaderes, así como los correos.
Las ciudades nuevas se fundaban partiendo siempre
de una estructura básica de red ortogonal con dos calles principales,
el cardo y el decumano que se cruzaban en el centro económico
y social de la ciudad, el foro, alrededor del cual se erigían
templos, monumentos y edificios públicos. También en él se
disponían la mayoría de las tiendas y puestos comerciales
convirtiendo el foro en punto de paso obligado para todo aquel
que visitase la ciudad. Así mismo un cuidado sistema de alcantarillado
garantizaba una buena salubridad e higiene de la ciudad romana.
Curiosamente, este riguroso ordenamiento urbanístico,
ejemplo del orden romano, nunca se aplicó en la propia Roma,
ciudad que surgió mucho antes que el imperio y que ya tenía
una estructura un tanto desordenada. El advenimiento del auge
del poder imperial motivó su rápido crecimiento con la llegada
de multitud de nuevos inmigrantes a la ciudad en busca de
fortuna. Roma nunca fue capaz de digerir bien su grandeza
acentuándose más aún el caos y la desorganización.
Anfiteatro de Tarraco (hoy Tarragona).
La capital construía hacia lo alto, el escaso
espacio propició la especulación inmobiliaria y muchas veces
se construyó mal y deprisa siendo frecuentes los derrumbes
por bloques de pisos de mala calidad. Famosos eran también
los atascos de carros en las intrincadas callejuelas romanas.
La fortuna sin embargo quiso que la capital imperial se incendiara
el año 64 d. C., durante el mandato de Nerón. La reconstrucción
de los diferentes barrios se realizó conforme a un plan maestro
diseñado a base de calles rectas y anchas y grandes parques
lo que permitió aumentar muchísimo las condiciones higiénicas
de la ciudad.
Ahora un nuevo estudio sostiene que los antiguos
ingenieros y arquitectos romanos conocían la ciencia de la
invisibilidad estructural, y que estaban en condiciones de
lograr que sus edificios fueran «invisibles» a los efectos
de las ondas destructivas.
El estado de conservación del Coliseo
es impresionante.
La invisibilidad no es ciencia ficción. Los
romanos disponían de la tecnología para crear capas invisibles
en torno a los monumentos, utilizando para ello metamateriales,
según un estudio liderado por Stéphane Brûlé y los ingenieros
civiles de la empresa Ménard de Lyon, junto con investigadores
del Instituto Fresnel de Marsella. Se denomina metamaterial,
en sentido amplio, al material artificial con propiedades
electromagnéticas inusuales, capaz de influenciar las ondas,
ya sean electromagnéticas o de otro tipo, como desviar la
luz en torno a un objeto usando un especial modelo. Brûlé
se encontraba de vacaciones contemplando los restos arqueológicos
de la ciudad de Autun, en el centro de Francia, cuando vio
una fotografía aérea que mostraba los cimientos de un teatro
galo-romano enterrados bajo un campo justo al lado de la carretera.
Al contemplar la estructura semicircular que formaban, pensó
que tenía una extraña semejanza con la mitad de una de las
mencionadas capas de invisibilidad.
Así lo confirmó una foto de un estudio arqueológico
más detallada que superpusieron a una capa de invisibilidad
de 20 centímetros de diámetro construida por Brûlé y sus colegas
del Instituto Fresnel: los pilares del teatro y los elementos
de la capa estaban casi completamente alineados. Ulteriores
investigaciones sobre el Coliseo de Roma, el más grande anfiteatro
del mundo, y otras construcciones presentaban el mismo esquema,
lo que hace suponer que fuera una elección deliberada de los
constructores romanos, para desviar las ondas sísmicas. Si
al descubrimiento se le da finalmente validez científica,
podría ser aplicado en los edificios de ciudades con riesgo
sísmico.
¿Cuales fueron las causas más importantes
de la caída del Imperio romano?
1- Declive en valores y moral: Incluso durante la
Pax Romana (período estable y relativamente pacífico),
existieron más de 30.000 prostitutas en Roma. Los emperadores
como Calígula y Nerón son históricamente famosos por
sus derroches de dinero en lujosas fiestas, donde los
invitados comían y bebían vino y licores hasta enfermarse.
El entretenimiento popular más famoso durante esta época
era ver los combates de los gladiadores del coliseo
romano.
2- Salud pública y enfermedades: En el Imperio romano
hubo muchos problemas ambientales y de salud pública.
Solo quienes eran más acaudalados contaban con agua
que llegaba hasta sus casas a través de tuberías de
plomo. Anteriormente a eso, los acueductos incluso purificaban
el agua, pero finalmente se pensó que las tuberías de
plomo eran mejores. Debido al envenenamiento del agua,
la tasa de muerte era muy elevada en los ciudadanos
de mayor status. Pero el envenenamiento por plomo no
solo causaba la muerte, sino también infertilidad, pérdida
de memoria y una reducción importantes de las habilidades
cognitivas, además de otros síntomas que se expandieron
en la nobleza romana. La clase dirigente se volvió menos
inteligente, otra de las causas de la caída el Imperio.
Además de esto, la continua interacción de la gente
con el coliseo, donde el contacto con cuerpos muertos
y la sangre eran frecuentes, esparcían una gran cantidad
de enfermedades. Los más afectados eran la personas
que vivían en las calles, contagiándose de una gran
cantidad de enfermedades. También, el consumo de alcohol
era importante, lo que generaba otro problema significativo
de salud pública.
3- Pobre desarrollo tecnológico: Otro factor que contribuyó
a la caída del Imperio romano fue que durante los últimos
400 años del imperio, los logros científicos de los
romanos solo se limitaron a la ingeniería y a la organización
de servicios públicos. Los romanos llegaron a construir
caminos maravillosos, puentes y acueductos, además de
establecer también el primer sistema de medicina en
beneficio de los pobres. El problema es que confiaban
demasiado en la labor de los humanos y los animales,
por lo que se quedaron atrás en la invención de mucha
maquinaria que podría haber realizado las mismas tareas
de forma mucho más eficiente, como la producción de
materias primas. Los romanos llegaron al punto de no
ser capaces de proveer suficientes bienes para toda
su creciente población, mientras que paralelamente ya
no conquistaban otras civilizaciones para absorber su
tecnología. De esto modo, comenzaron a perder territorios
que no podían mantener con sus legiones.
4- Inflación: La economía romana sufrió inflación (aumento
excesivo de precios) justo después del reinado del emperador
Marco Aurelio. Cuando las conquistas del Imperio romano
se detuvieron, el flujo de oro de los nuevos territorios
hacia Roma comenzó a disminuir. Además de esto, los
romanos habían gastado mucho oro para pagar por sus
lujosos bienes, por lo tanto había menos oro para poder
usar en las monedas. De esto modo, mientras la cantidad
de oro usado en las monedas iba disminuyendo, las monedas
se convertían en algo menos valioso. Para poder sostener
esta pérdida de valor, los mercaderes elevaron los precios
de los bienes que estaban vendiendo. Debido a esta medida,
muchas personas dejaron de usar monedas y comenzaron
a realizar trueques por las cosas que necesitaban. Eventualmente,
los salarios empezaron a ser pagados en comida y ropa
y los impuestos a ser recolectados en forma de frutas
y vegetales.
5- Decadencia urbana: Los romanos acaudalados vivían
en “domus”, o casas con paredes de mármol, pisos hechos
de azulejos de múltiples colores y ventanas cerradas
por pequeños vidrios. Pero la mayoría de los romanos
no eran ricos. La población común vivía en casas pequeñas
y malolientes, como departamentos de seis o más pisos
que eran conocidos como islas. Cada isla cubría una
manzana completa. Al principio había más de 44.000 departamentos
dentro de los muros de la ciudad de Roma. Los departamentos
del primer piso no eran ocupados por los pobres, ya
que el arriendo era más caro. Pero mientras más alta
fuera la escalera endeble que tenían que subir, más
barato era el arriendo. Los departamentos altos que
arrendaban los más pobres estaban sucios, sin ventilación,
atiborrados de gente, peligrosos y demasiado calurosos.
Sin embargo, si las personas no tenían dinero para pagar
estas rentas, debían vivir en las calles, infestadas
de crímenes y enfermedades. Todos estos hechos provocaron
que las ciudades comenzaran a decaer.
6- Un Imperio dividido: El Imperio romano estaba dividido
no solo geográficamente, sino también culturalmente.
Había un imperio latino y un imperio griego, donde el
griego había sobrevivido solamente porque tenía más
población, un mejor ejército, más dinero y un liderazgo
más efectivo. Para el siglo III, la ciudad de Roma ya
no era el centro del Imperio romano, que se había extendido
de las Islas Británicas hasta los ríos Tigris y Éufrates
en Egipto, África. El inmenso territorio presentó un
problema que necesitaba una solución rápida, y esta
llegó durante el reinado del emperador Diocleciano.
Él decidió dividir el imperio en dos, dejando a la capital
en Roma y otra al este de Nicomedia. Luego, la capital
oriental sería movida a Constantinopla- antigua ciudad
de Bizancio- por el emperador Constantino. Cada una
de las capitales tenía su propio emperador. Por otra
parte, el Senado, que desde siempre funcionó por su
capacidad de aconsejar al emperador, comenzó a ser mayormente
ignorado y el poder a centrarse en una milicia más fuerte.
Roma dejó de ser el centro del Imperio romano -algunos
emperadores ni siquiera la conocieron- y el centro cultural,
económico y político del Imperio comenzó a ser Constantinopla
o la Nova Roma. Además de esto, existían las competencias
entre los mismos miembros de posiciones de poder y las
aspiraciones de los comandantes de los ejércitos de
convertirse en emperadores. En la Antigua Roma, los
romanos se mantenían unidos por una creencia en común,
algo en lo que creían y a lo que servían. Durante sus
últimos años, los emperadores tenían temor de ser derrocados
por sus comandantes de ejército y los asesinaban, como
fue el caso del gran general Flavio Estilicón, quien
murió por órdenes del emperador Valente. Si el mismo
Imperio romano mataba a sus generales, luego no tenían
quien los protegiera
7- Invasiones de bárbaros: Roma recibió a los bárbaros,
término que se utilizó para todo tipo de extranjeros
y grupos que llegaron al Imperio romano. Estos sirvieron
como proveedores de impuestos o soldados para la milicia,
incluso algunos de ellos alcanzaron puestos de poder.
Sin embargo, Roma comenzó a perder territorios a manos
de los bárbaros- vándalos y godos-, en especial en África
del Norte, que nunca logró ser recuperado. A pesar de
esto, los historiadores concuerdan que una cultura tan
fuerte como la romana no iba a caer tan fácilmente en
relación a la cultura de los bárbaros, que no poseían
ningún conocimiento en cuanto a política, economía o
temas sociales. Es por esto que no fue la cultura lo
que hizo caer al Imperio romano, sino las debilidades
que el mismo sistema tenía en su interior, incluyendo
ciudades decadentes (tanto en términos materiales como
morales), falta de impuestos, sobrepoblación, liderazgo
inadecuado y lo más importante, una defensa que no era
capaz de resistir los asedios de los invasores. Un ejemplo
de esto fue la caída del último emperador romano, Rómulo
Augústulo, a manos de Odoacro, quien había sido comandante
del Ejército Romano. Ingresando a la ciudad sin encontrar
oposición, Odoacro destronó fácilmente al joven emperador
de tan solo 16 años. Al tomar la ciudad, Odoacro se
convirtió en el líder de lo único que quedaba del poderoso
oeste del Imperio romano, la península de Italia. Para
este momento, Roma ya había perdido el control de Britania,
España, Galia y por supuesto el Norte de África.
8- Demasiado gasto militar: Mantener a una armada que
defendiera las fronteras del Imperio romano de los constantes
ataques de los bárbaros era un gasto permanente para
el gobierno. Los fondos destinados en mantener la milicia
dejaba muy pocos recursos para otras actividades vitales,
como brindar albergues públicos, mantener caminos de
calidad y mejorar los acueductos. Los romanos – frustrados
por estas decadentes condiciones de vida- perdieron
el deseo de defender su Imperio. Por esto, el ejército
tuvo que comenzar a contratar soldados extranjeros,
reclutados de otros países o sacados de las hordas y
muchedumbres. Un ejército así no solo era muy poco fiable
y además tremendamente caro. Por esto los emperadores
se vieron obligados a aumentar los impuestos frecuentemente
y esto nuevamente llevó a la economía a la inflación.
9- Cristianismo y disminución de la virtud cívica:
El famoso historiador Edward Gibbon explica que fue
la adopción del cristianismo lo que hizo que los romanos
se volvieran “blandos”. De ser una República brutal
y testaruda, con una férrea resistencia a los invasores,
se convirtieron en una población más interesada en la
vida después de la muerte, que vivir en el presente.
Esta es una teoría más bien ideológica, ya que el cristianismo
también sirvió como cohesión para el Imperio romano
al momento de dividirse en Roma y Constantinopla.
10- Corrupción política: Roma es famosa por algunos
emperadores cuestionables, entre ellos Nerón y Calígula,
por mencionar algunos. Siempre el escoger un nuevo emperador
era una dificultad y el Imperio romano nunca determinó
claramente (a diferencia de los griegos) cómo debía
escogerse un nuevo regente. La elección siempre era
un debate entre el emperador antiguo, el Senado, la
Guardia Pretoriana (el ejército privado del emperador)
y el ejército común. Eventualmente, la Guardia Pretoriana
comenzó a tener todo el poder para elegir el nuevo emperador,
quien posteriormente los recompensaba. Esto comenzó
a generar problemas como en el año 186, cuando la Guardia
estranguló al nuevo emperador. Entonces la práctica
de vender el trono al mejor postor se hizo una institución.
El Imperio romano tuvo 37 emperadores que fueron asesinados
a lo largo de 25 años.
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