Muere Hilari Raguer, el monje que quería que
la Iglesia pidiera perdón por la Guerra Civil. Antifranquista,
republicano e independentista, formó parte de la comunidad
de Montserrat durante 65 años a la vez que recorría los archivos
vaticanos. Nacido en Madrid en 1928, Raguer, uno de los mayores
expertos en España en el papel de la Iglesia católica durante
la Guerra Civil y el franquismo, deja un legado en forma de
libros, artículos y publicaciones sobre memoria histórica,
espiritualidad, catalanismo y antifranquismo. Conversador
incombustible, de memoria prodigiosa incluso en sus últimos
años y con gran sentido del humor e ironía, las convicciones
religiosas de Raguer le hicieron ingresar en el monasterio
de Montserrat en 1954 y ordenarse sacerdote en 1960. Unos
años antes, mientras hacía el servicio militar, Raguer fue
detenido tras descubrirse una carta que iba a enviar al sindicato
de estudiantes belgas para evitar que entablara relaciones
con el sindicato de estudiantes franquista. Pasó siete meses
preso en Montjuic, lo que le ayudo a descubrir su vocación
religiosa, aunque finalmente evitó el consejo de guerra.
Compaginó la vida monacal con sus estudios,
licendiándose primero en Derecho en la Universidad de Barcelona
y después en Ciencias Políticas en la Sorbonne de París. En
Francia empezó a investigar sobre el cristianismo político
durante la Guerra Civil y en particular sobre Unió Democràtica
y uno de sus líderes, Manuel Carrasco i Formiguera, representantes
del republicanismo y catalanismo católicos y doblemente perseguidos,
primero por su religión y después por su lealtad a la II República
y a la Generalitat.
Las investigaciones culminarían en la tesis
’La Unió Democràtica de Catalunya i el seu temps’ (1931-39),
no publicada hasta 1976, siendo una de las primeras tesis
defendidas en catalán tras la dictadura. Además de Carrasco
y Formiguera, otro personaje que centró su interés fue el
general Batet, a quienes dedicó los libros 'Divendres de passió.
Vida i mort de Manuel Carrasco i Formiguera' (1984), 'El general
Batet' (1994) o 'Carrasco i Formiguera. Un cristiano nacionalista'
(1890-1938) (2002).
Habitual de los archivos vaticanos, Raguer también
investigó sobre el papel de la Iglesia en la Guerra
Civil. Crítico con la línea oficial de la jerarquía
católica, defendía sin ambages que la Iglesia debía
pedir perdón por su apoyo a los sublevados y se oponía
a la campaña de beatificaciones impulsada por la Conferencia
Episcopal. "La Iglesia no ha asumido la responsabilidad
de su silencio ante la represión franquista", defendió
Raguer en una entrevista con elDiario.es en 2017.

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Para este monje e historiador, la persecución
religiosa de la Guerra Civil no se produjo por la condición
de católicos de los sacerdotes, sino porque formaban parte
de una institución, la Iglesia, que tradicionalmente se identificaba
con las derechas y estaba muy unida a los ricos y a los poderosos.
Su obra de cabecera en este capítulo es 'La pólvora y el incienso'
(2001). Uno de sus últimos descubrimientos fue el intento
del secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Pacelli,
más tarde el Papa Pío XII, de evitar la publicación de la
carta colectiva de los obispos dando su apoyo a Franco en
1937. Abiertamente independentista en el plano político –lo
que le valió reproches por parte de la jerarquía eclesiástica–,
Raguer formó parte de la junta del Memorial Democràtic de
la Generalitat y de la comisión de expertos sobre el futuro
del Valle de los Caídos que creó el gobierno de Zapatero en
2011. También recibió la Creu de Sant Jordi en 2014 y la medalla
de honor de la Universitat de Barcelona en 2016.
Partidario de ir más allá que de la mera retirada
de Franco del Valle de los Caídos, que finalmente se efectuó
el año pasado, no escondió su decepción con los vocales –Miguel
Herrero de Miñón, Feliciano Barrios y Pedro González-Trevijano–
que realizaron votos particulares contra la propuesta de sacar
al dictador del templo, al considerar que habían roto el pacto
entre los expertos tras cesiones de ambos lados. La biografía
de Raguer quedaría incompleta si no se recordara su destierro
de Montserrat de principios de este siglo tras denunciar internamente
las prácticas homosexuales de algunos monjes. Tras unos meses
desterrado en el monasterio de El Miracle, cerca de Solsona,
volvió a la montaña.
La muerte de Raguer se suma a los recientes
decesos de Pere Casaldàgia y el 'pare' Manel, tres sacerdotes
catalanes muy diferentes a la par que excepcionales, representantes
de una Iglesia abierta y por ello a veces enfrentada a la
jerarquía.

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Bautizado como Ernest, adoptó el nombre de Hilari
al profesar. Nació en Madrid, donde su padre, empleado de
Fomento de Construcciones y Contratas, trabajaba. Al año su
familia retornó a Barcelona. Durante la Guerra Civil, permaneció
con su familia en la ciudad, ocultando su condición de católicos
por miedo a los anarquistas. Se licenció en Derecho en la
Universidad de Barcelona, donde participó en el grupo de oposición
antifranquista Torres i Bages, de orientación democristiana
y catalanista, en el que coincidió con otros antifranquistas
como Jordi Pujol o Joan Reventós. En 1951 fue detenido, durante
la huelga de tranvías de Barcelona, permaneciendo siete meses
preso en el castillo de Montjuich por "ultraje a la nación
española y al sentimiento de su unidad", al ser oficial de
milicias.
Según sus propias declaraciones, en la cárcel
descubrió su vocación sacerdotal. Gracias a las gestiones
de un tío suyo, sacerdote, pudo evitarse que fuera sometido
a un consejo de guerra sumarísimo, pero tras su salida de
la cárcel debió permanecer dos años en arresto domiciliario.
En 1954 ingresó en el monasterio de Montserrat, siendo ordenado
sacerdote en 1960. Estudió Sociología en el Instituto Católico
de París y ese mismo año, elaboró una memoria para la facultad
de Derecho de la Sorbona sobre la Unió Democràtica de Catalunya,
que posteriormente sería la base para su tesis doctoral, publicada
en 1976 (La Unió Democràtica de Catalunya i el seu temps (1931-39)).
Posteriormente estudió Teología en el Pontificio Ateneo Anselmiano
de Roma. En 1966 fundó la revista Documents d'Església. Ha
destacado en tareas de divulgación bíblica y litúrgica y también
en estudios sobre la historia política de Cataluña en el siglo
XX, el papel de la Iglesia católica en la Guerra Civil Española
y la biografía de católicos catalanes represaliados por el
franquismo, como el general Domingo Batet o el diputado de
UDC Manuel Carrasco Formiguera.
En 1999 se encargó con Agustí Colomines de la
evaluación del archivo de la Generalidad de Cataluña en el
exilio, depositado en el Archivo del Nacionalismo de la Fundación
Sabino Arana y devuelto al Archivo Nacional de Cataluña. Colaborador
asiduo con La Vanguardia. Desde 2001, con motivo de la elección
de abad, en las que Raguer era una de las figuras más significadas
del sector "catalanista" de los monjes, enfrentada al nuevo
abad, Josep María Soler, Raguer abandonó el monasterio y se
fue a vivir con la comunidad benedictina del santuario del
Miracle, junto a Solsona. En julio de 2008 fue nombrado, a
propuesta de CiU, miembro de la junta de gobierno de Memorial
Democrático de Cataluña. El 23 de abril de 2014 le fue entregada
la Cruz de Sant Jordi por la Generalidad de Cataluña. Formó
parte de la Comisión de Expertos sobre el futuro del Valle
de los Caídos (2011).
El 1 de octubre de 2020, la Abadía de Montserrat
anunció su fallecimiento.
Hilari Raguer se definó como antifranquista,
demócrata, nacionalista catalán e independentista, y ha sido
identificado como uno de los religiosos más significados de
la tendencia catalanista del monasterio de Montserrat. Con
respecto a la Iglesia Católica y la Guerra Civil, ha mantenido
opiniones que contrastan con la visión predominante en la
Iglesia católica en España. Así, ha negado la condición de
mártires a los religiosos católicos asesinados durante la
Guerra Civil en la retaguardia republicana, al considerar
que no fueron asesinados por su fe cristiana sino por la asociación
de la Iglesia con la derecha política, por lo que sus asesinatos
serían de naturaleza política y no religiosa, y ha criticado
la actitud de la Iglesia española por no pedir perdón por
su "complicidad y su silencio" con la represión franquista,
o por su apoyo al franquismo. Al respecto ha acusado al episcopado
español de mantener una "ideología franquista". Ha apoyado
también la Ley de Memoria Histórica. También ha negado enérgicamente
el carácter de "cruzada" a la Guerra Civil, término usado
por la jerarquía católica española de la época pero evitado
por el Vaticano. Hilari Raguer era también uno de los máximos
defensores de la tesis de que Manuel Irurita, arzobispo de
Barcelona, sobrevivió a la Guerra Civil y no fue asesinado,
como habitualmente se sostiene, en diciembre de 1936.

El 9 de abril del año 1938, en el contexto de la Guerra
Civil española (1936-1939) un pelotón paramilitar del
bando franquista fusilaba, en Burgos, al político demócrata
cristiano Manuel Carrasco i Formiguera. Nacido en Barcelona
el año 1890, doctorado en Derecho Mercantil, había sido
docente de la red de escuelas técnicas de la Mancomunitat,
concejal del Ayuntamiento de Barcelona (1920-1922) por
la Lliga Regionalista, fundador del partido catalanista
Acció Catalana (1922), creador del semanario nacionalista
El Estevet (1922), diputado en las Cortes republicanas
(1931-1933) por Acció Catalana, conseller de Sanitat
de la Generalitat del primer gobierno Macià (1931) y
líder de la Unió Democràtica de Catalunya (1932-1938).

Al estallar la Guerra Civil española (1936) el acoso
que sufrió a manos de elementos incontrolados anarquistas
y comunistas lo obligó a marcharse con su familia a
Guipúzcoa (1937), desde donde colaboraría activamente
con el gobierno vasco del lehendakari Aguirre. Poco
después se producía la caída de Guipúzcoa en manos del
bando franquista y Carrasco i Formiguera se desplazaría
primero a Barcelona, y acosado de nuevo, a Vizcaya.
Durante el trayecto, el barco donde viajaba —también
con su familia— fue interceptado por la marina de guerra
franquista. Carrasco i Formiguera sería detenido, trasladado
a Burgos, encarcelado, maltratado, juzgado sin garantías
procesales y condenado a muerte (28 de agosto de 1937)
por un tribunal militar del bando franquista.

Las múltiples gestiones diplomáticas que llevó a cabo
el Vaticano, dirigidas a evitar el cumplimiento de la
sentencia, sólo consiguieron demorar la ejecución. Carrasco
i Formiguera estuvo en el corredor de la muerte durante
ocho meses. Según las investigaciones llevadas a cabo
por los profesores Solé i Sabaté y Villarroya i Font
(de la Universitat de Barcelona), sería finalmente el
general Franco quien ordenaría personalmente la ejecución,
como reacción a las protestas de varios gobiernos europeos
(el del Vaticano incluido) por los brutales bombardeos
—perpetrados por la aviación del régimen fascista italiano
aliado del bando franquista— contra la población civil
de Barcelona de los días 16, 17 y 18 de marzo anteriores,
que habían causado cerca de 1.000 muertos y más de 2.000
heridos.
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