El pasado 3 de noviembre, dos bulldozers y dos
excavadoras llegaron escoltados por el ejército israelí dispuestos
a arrasar la aldea beduina palestina de Humsa al Bqai’a, situada
en el Valle del Jordán, en Cisjordania. Derribaron 18 tiendas
y casetas en las que se alojaban 73 personas, incluidos 41
menores. El 75% de la comunidad perdió su hogar, según la
ONU. También derribaron otras 29 tiendas para el ganado, tres
almacenes, nueve carpas utilizadas como cocinas, 10 baños
portátiles, 10 corrales, 23 depósitos de agua y dos paneles
solares, entre otros. Fue la mayor operación de demolición
en más de una década. Israel tiene a Humsa al Bqai’a en el
punto de mira y el mes pasado repitió la operación hasta en
cinco ocasiones los días 1, 3, 8, 16 y 22 de febrero. En total,
entre noviembre y febrero, Israel ha destruido o confiscado
165 estructuras y desplazando a 311 personas de Humsa al Bqai’a
(la cifra suma todas las veces que una misma persona ha sido
expulsada). Además, buena parte de la infraestructura destruida
y confiscada había sido donada a los palestinos como asistencia
humanitaria, entre otros por la Unión Europea y sus Estados
miembros.
"Es una aldea beduina tradicional en territorio
ocupado que depende de sus casas tradicionales, sus rebaños
y sus depósitos de agua para su cobijo, su seguridad alimenticia
y su supervivencia económica", señalaron a principios de marzo
el relator especial de la ONU sobre la situación de derechos
humanos en el territorio palestino ocupado desde 1967, Michael
Lynk, y el relator sobre el derecho a una vivienda adecuada,
Balakridhnan Rajagopal. "Separar a esta gente de sus tierras
y sus casas es particularmente punitivo dado el duro invierno
al que se están enfrentando y el peligro siempre presente
de una pandemia global". La explicación que ha dado Israel
para justificar sus operaciones en Humsa al Bqai’a es que
la aldea se sitúa sobre una zona de tiro para la formación
de militares israelíes. "En las últimas semanas, el personal
de la Administración Civil ha mantenido varias reuniones con
los residentes palestinos de Khirbat Humsa y les explicó el
peligro de permanecer dentro del área de prácticas militares
y les ofreció un espacio alternativo fuera de él", señala
a elDiario.es una fuente de la embajada israelí en España.
"La razón de esta medida es evitar situaciones de peligro
para los habitantes de la zona. En cualquier caso, las carpas
se habían instalado de forma ilegal y sin los permisos necesarios.
A pesar de la oferta, los residentes se negaron a trasladarlas",
añade la misma fuente, que dice que las carpas se confiscaron
porque los residentes se negaron a abandonar la zona. "El
decomiso, debidamente autorizado, se ejecutó conforme al procedimiento
correspondiente". El activista israelí Jeff Halper, fundador
de la organización Israeli Committee Against House Demolitions
(comité israelí contra la demolición de casas), ha pasado
buena parte de su vida promoviendo la resistencia pacífica
e intentando parar este tipo de operaciones poniéndose delante
de las excavadoras. "La demolición de casas no tiene nada
que ver en absoluto con la seguridad", dice. "Con Hamsa al
Bqai’a dicen que es una zona de tiro, pero eso solo es una
excusa. En la gran mayoría casos se demuelen porque no obtienen
permisos para construir, pero cuando quieren deshacerse de
aldeas enteras, lo que hacen es declarar el territorio como
zona de tiro y entonces utilizan la seguridad como justificación
para eliminar estas comunidades. En realidad no tiene nada
que ver con seguridad", denuncia Halper.

Jeff Halper, durante una de sus acciones hace
años para impedir la demolición de una construcción palestina
en territorio ocupado.
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Desde los años 70, Israel ha declarado alrededor
del 18% de Cisjordania como "zonas de tiro" para entrenamiento
militar. Esto se da sobre el territorio designado como Área
C –el de mayor control israelí–, que representa el 60% de
todo Cisjordania. Alrededor del 30% del Área C ya es un
campo de tiro para Israel. En este sentido, Humsa al Bqai’a
es una de las 38 comunidades beduinas que han quedado atrapadas
en estas zonas de entrenamiento militar. En total, son alrededor
de 6.200 palestinos los que están en esta situación. "Son
algunas de las comunidades más vulnerables de Cisjordania,
con acceso limitado a servicios educativos y sanitarios,
agua e infraestructura de saneamiento y electricidad", señala
la OCHA (Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación
de Asuntos Humanitarios). La aldea de Humsa al Bqai’a tiene
su origen en el desplazamiento provocado por la primera
guerra árabe-israelí de 1948. Desde entonces, la comunidad
se ha ido asentando gradualmente "debido a la expansión
de los asentamientos israelíes y a las restricciones impuestas
en el acceso a sus tierras de pasto", señala el organismo
de la ONU. "El objetivo real es tomar la tierra. Primero
se quita y luego se entrega a los asentamientos israelíes",
dice Halper. "Están atacando todo Cisjordania, pero el Valle
del Jordán es el principal objetivo porque Israel quiere
limpiarlo para asentamientos israelíes y de esa forma rodear
a la población Palestina. Las zonas A y B –de mayor control
palestino– quedan en el centro y así lo dominas geográficamente".
"Los hogares y las pertenencias de las familias que viven
ahí fueron demolidas o confiscadas cinco veces desde principios
de febrero. Tiendas, comida, depósitos de agua y pienso
para el ganado han sido confiscados a pesar de las repetidas
peticiones de la comunidad internacional para frenar estas
acciones y cumplir con la legislación internacional", señaló
Lynn Hastings, coordinador humanitario para el territorio
ocupado palestino de la OCHA, tras la operación del 22 de
febrero.
Israel ha aumentado considerablemente las
demoliciones durante la pandemia de coronavirus, incumpliendo
una promesa que había hecho al inicio de la crisis sanitaria.
En abril de 2020, la Administración Civil prometió que no
derribaría "edificios habitados" y que se esforzaría en
"reducir la tensión con la población palestina". En 2020,
sin embargo, destruyó 851 estructuras, un 36% más que el
año anterior, según datos de OCHA. De hecho, es la segunda
cifra más alta desde hace 12 años. En 2021, las autoridades
israelíes ya han derribado 273 estructuras, 100 de ellas
financiadas por donantes internacionales, lo que también
representa un mayor ritmo de demoliciones que en 2020 (alrededor
de un 28% más).

"La política de las autoridades israelíes
de demoler construcciones palestinas ha continuado incluso
durante el brote de COVID-19. Como resultado, muchos palestinos
se han quedado sin casa y muchos han perdido acceso a servicios
y a su sustento", señaló en septiembre Jamie McGoldrick,
coordinador humanitario de la ONU en Palestina. "La destrucción
de propiedad en un territorio ocupado está prohibida bajo
el derecho internacional a no ser que sea absolutamente
necesaria para operaciones militares". "La destrucción de
infraestructura esencial durante la pandemia de COVID-19
es especialmente preocupante. La pandemia ha aumentado las
necesidades y vulnerabilidades de los palestinos, que ya
están atrapados en la anormalidad de una larga ocupación
militar. por tanto, las demoliciones ilegales agravan estas
vulnerabilidades y deben parar inmediatamente", añadió.
Desde 2009, Israel ha demolido 7.515 construcciones,
desplazando a 11.000 personas. "En el 99% de los casos dicen
que es un problema de construcción y en un 1% alegan razones
de seguridad. Es imposible obtener un permiso de construcción
y además puede costarte entre 20.000 y 30.000 euros, pero
el 77% de los palestinos vive bajo el umbral de la pobreza.
Por un lado sabes que si no tienes permiso, te pueden demoler,
pero por otro lado no tienes suficiente dinero ni siquiera
para solicitarlo y, si lo tuvieses, sabes que no lo vas
a obtener", explica.
ONU reitera su llamado para que se acaben las demoliciones
y se respete el derecho internacional.
Declaración de Sarah Muscroft, jefa de OCHA en el
territorio palestino ocupado, James Heenan, jefe de
la Oficina de Derechos Humanos de la ONU en el territorio
palestino ocupado, y Lucia Elmi, Representante Especial
de UNICEF en el Estado de Palestina.

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La historiografía del territorio llamado Palestina
está marcada en gran medida por dos factores relacionados
que son las tradiciones religiosas y las disputas territoriales.
Algunos autores, como Dever o Pfoh, sostienen que para evitar
la lectura fundamentalista o nacionalista debe interpretarse
de manera crítica la evidencia arqueológica y epigráfica utilizando
los textos bíblicos con extrema cautela, dado su carácter
secundario. Pfoh destaca que: "... la historia que obtendremos
siguiendo esta metodología será bastante diferente de la que
podemos leer en la narrativa bíblica, o incluso en ciertos
estudios históricos modernos". Uno de los antecedentes más
remotos de asentamientos humanos en la región del levante
mediterráneo corresponden a la Cultura Natufiense que tuvo
presencia entre el 12.500–9.500 a.C., extendiéndose por los
actuales territorios de Siria, Jordania, Líbano, Israel y
Palestina. Los cananeos por su parte, serían los primeros
habitantes históricos de la región, conocida entonces como
Canaán (un término que aparece en documentos egipcios del
Antiguo Imperio). Durante el III milenio a. C. los cananeos
establecieron ciudades-estado, entre ellas Jericó, Megido
y Hazor.

En 2019 Jordania recuperó las tierras
que cedió a Israel 25 años atrás.
Desarrollaron un alfabeto a partir del cual
se derivaron otros sistemas de escritura; por otro lado, su
religión tuvo una importante influencia en las creencias y
prácticas del judaísmo, y, más tarde, en el cristianismo y
el islamismo. En el siglo XIII o XII a. C. aparecieron en
el territorio los filisteos, un pueblo ligado a las migraciones
de los pueblos del mar, quienes se instalaron en la costa,
la actual franja de Gaza, formando una federación de cinco
ciudades. En la misma época aparecieron en la región interior
las tribus hebreas, seminómadas y ganaderas emparentadas con
los posteriores arameos, las cuales formaron una confederación
que aparece testimoniada hacia el 1210 a. C. (estela de Merenptah).
Según sus propios relatos, conservados en la Biblia y puestos
por escrito siglos después, estas tribus habían sido oprimidas
en Egipto hasta que el profeta Moisés, por orden de su dios
Yavé, las liberase y condujera hasta Canaán. El lugarteniente
y sucesor del Moisés, Josué, habría conquistado la mayor parte
de Canaán, la "Tierra Prometida" por Yavé a los Patriarcas
hebreos. Estas tribus hebreas tenían el mismo origen que los
cananeos y hablaban su mismo idioma, por lo que los investigadores
se inclinan a considerarlas un emergente de las poblaciones
locales que tomó el control del territorio a expensas de las
ciudades estado al final de la edad de Bronce. Los israelitas,
una confederación de tribus hebreas, parecen haber controlado
el territorio interior en torno al siglo XII a. C., pero no
ocurrió lo mismo con los filisteos, que habrían establecido
un estado propio en la costa meridional de Palestina y controlaban
varias ciudades al norte y al este, pero siempre en la costa,
quedando sus límites territoriales aproximadamente entre la
franja terrestre de Gaza, Ascalón y Asdod. Con una organización
militar superior y gracias al uso de armas de hierro, derrotaron
severamente a los israelitas en torno al 1050 a. C.
La amenaza filistea obligó a los israelitas
a unirse y a establecer una monarquía. Según la Biblia, David,
rey de Judá e Israel, derrotó a los filisteos poco después
del año 1000 a. C. La federación filistea perdió su autonomía
temporalmente durante el siglo X a. C. bajo la hegemonía egipcia,
y definitivamente tras la conquista asiria de 722 a. C. Nabucodonosor
II devastó el territorio filisteo en 604 a. C. y, como el
resto de Oriente Medio, cayeron en manos del imperio de Alejandro
Magno. Para dicho momento, parece que los filisteos ya habían
perdido buena parte de o prácticamente toda su identidad cultural.
El ADN revela el origen de los antiguos filisteos.
En la Biblia aparecen como enemigos del pueblo de Israel
y hasta el momento no se conocía bien la procedencia
de los filisteos tales como Goliat o Dalila. En 2019
un estudio pareció demostrar el origen europeo
de los filisteos que se establecieron en la zona del
actual Israel, y también cómo se acabaron mezclando
con las poblaciones locales.

Los filisteos fueron un pueblo originario del Bronce
Reciente, del cual existen testimonios en diferentes
fuentes textuales o arqueológicas

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La unidad de Israel y la debilidad de los imperios
adyacentes permitió a David, según el relato bíblico, establecer
un gran reino independiente, cuya capital fue Jerusalén. Bajo
su hijo y sucesor, Salomón, Israel disfrutó de paz y prosperidad,
pero a su muerte en el año 922 a. C. el reino fue dividido
en dos: Israel, al norte, y Judá, al sur. Algunos autores
como Finkelstein y Silberman, sin embargo, basándose en la
interpretación de los restos arqueológicos y el estudio crítico
de los textos bíblicos, consideran problemática esta reconstrucción
de la historia de Israel. Sostienen que el reino de Israel,
basado en las ciudades de la región central (la tribu de Efraím)
surgió en torno al siglo IX a. C. y que Judá, el reino del
sur, era un estado menor hasta la invasión asiria. Cuando
los imperios cercanos reanudaron su expansión, los israelitas,
divididos, no pudieron mantener durante más tiempo su independencia.
Israel cayó ante Asiria en los años 722 y 721 a. C., y Judá
fue conquistado en el año 586 a. C. por Babilonia, que destruyó
Jerusalén y exilió a gran parte de los judíos que la habitaban.
Las tribus israelitas fueron deportadas y, según la Biblia,
su lugar fue ocupado por una población extranjera; los samaritanos.
Este pueblo, sin embargo, sostiene que es descendiente directo
de los antiguos israelitas. Los judíos deportados a Bablionia,
sin embargo, mantuvieron su identidad nacional y religiosa
en el exilio; algunos de sus mejores escritos teológicos y
muchos libros históricos del Antiguo Testamento fueron escritos
durante este periodo. El recuerdo de la tierra de Israel estaba
patente en sus escritos. Cuando Ciro II el Grande de Persia
conquistó Babilonia en el año 539 a. C. les permitió regresar
al antiguo territorio. Bajo el dominio persa los judíos recibieron
una considerable autonomía. Reconstruyeron las murallas de
Jerusalén y codificaron la ley mosaica, la Torá, que se convirtió
en el código de la vida social y la práctica religiosa.

Torá es el texto que contiene la ley y el patrimonio
identitario del pueblo judío; es llamada Pentateuco en el
cristianismo; y constituye la base y el fundamento del judaísmo.
A la dominación persa, le siguió el gobierno
griego cuando Alejandro Magno conquistó la región en el 333
a. C. Los sucesores de Alejandro, miembros de la dinastía
Tolemaica de Egipto y de la Seléucida de Siria, continuaron
gobernando la zona. Estos últimos intentaron imponer la cultura
y religión helenística a la población. En el siglo II a. C.,
sin embargo, los judíos, dirigidos por la familia de los Macabeos,
se rebelaron y organizaron un estado independiente (entre
el 141 y el 63 a. C.) que sería llamado o conocido como el
Reino Asmoneo hasta que Cneo Pompeyo Magno conquistó el Reino
Asmoneo para Roma y la convirtió en una provincia gobernada
por dirigentes judíos cambiando su nombre a Provincia de Judea.
Durante el reinado del rey Herodes el Grande (desde el 37
hasta el 4 a. C.), nació Jesús de Nazaret, figura central
del cristianismo. Estallaron dos revueltas judías contra la
dominación romana (del 66 al 73 d. C. y del año 132 al 135),
pero fueron reprimidas. Después de la segunda, la destrucción
de Jerusalén y la dura represión sobre los judíos provocó
su diáspora hacia otros territorios. Según algunos autores
el territorio de la provincia de Judea pasó a llamarse Palestina
con el fin de desligar a los judíos del territorio. Prohibiéndoseles,
además, entrar en la ciudad de Jerusalén que fue renombrada
Aelia Capitolina. La región, ahora conocida como Palestina,
recibió una atención especial cuando el emperador romano Constantino
I el Grande legalizó la actividad de la hasta entonces perseguida
Iglesia cristiana en el año 313 a través del denominado Edicto
de Milán. Su madre, Elena, visitó Jerusalén. Palestina, considerada
la Tierra Santa, se convirtió en el centro de las peregrinaciones
cristianas. La consecuencia de esto fue una época de prosperidad,
seguridad y desarrollo de la actividad cultural. La mayor
parte de la población se helenizó y cristianizó. No obstante,
el gobierno bizantino fue interrumpido durante una breve ocupación
persa (614-629) y finalizó por completo cuando los ejércitos
musulmanes conquistaron Jerusalén en el año 638.

El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, planea
anexar parte del territorio ocupado de Cisjordania,
lo cual estaba programado para comenzar el pasado 1
de julio. La alta comisionada de la ONU para los derechos
humanos, Michelle Bachelet, calificó la anexión de "desastrosa"
y dijo que sus consecuencias "durarán décadas y serán
extremadamente dañinas para Israel y los palestinos".
Un panel de 50 expertos en derechos humanos de Naciones
Unidas condenó una iniciativa que calificaron de “una
visión del apartheid en el siglo XXI”.
1. ¿Qué es Cisjordania y qué partes planea anexar
Israel?
Cisjordania es un territorio en la ribera occidental
del río Jordán que limita con Israel, en el norte, oeste
y sur, y con Jordania en el este. El territorio ha estado
ocupado por Israel desde la Guerra de Medio Oriente
de 1967 y tanto este país como los palestinos reivindican
derechos allí. Pero a pesar de décadas de difíciles
conversaciones entre ambas partes, el estatus del territorio
continúa sin resolverse. Entre 2,1 y 3 millones de árabes
palestinos viven en Cisjordania. La región está parcialmente
bajo control militar de Israel y parcialmente bajo la
administración de la Autoridad Nacional Palestina. En
el territorio también habitan unos 430.000 judíos israelíes
que viven en 140 asentamientos construidos durante la
ocupación de Israel. Gran parte de la comunidad internacional
considera que estos asentamientos son ilegales bajo
las leyes internacionales. Pero Israel y Estados Unidos
(bajo el gobierno de Donald Trump) disputan esa interpretación.
Los planes de anexión del primer ministro Netanyahu,
cuyos contornos precisos están siendo trazados por Israel
y Estados Unidos, comprenden casi 30% de Cisjordania.
Incluyen decenas de asentamientos judíos, y el valle
del Jordán, una zona estratégicamente importante con
la que Israel podría crear una frontera en el este colindando
con Jordania.

2. ¿Qué es "anexión" y por qué importa en este contexto?
Anexión es el término que se aplica cuando un Estado
proclama unilateralmente su soberanía sobre otro territorio.
La anexión está prohibida bajo las leyes internacionales.
El ejemplo más reciente es el de Rusia, cuando se anexó
la península de Crimea en Ucrania en 2014. Netanyahu
declaró que su plan “no es una anexión”, aunque éste
involucra aplicar la soberanía israelí en las partes
de Cisjordania que contienen los asentamientos judíos,
y en el valle del Jordán. La medida podría resultar
en que casi 4,5% de los palestinos en Cisjordania vivirían
en enclaves dentro del territorio anexado. Netanyahu
ha indicado que no se aplicará la soberanía israelí
a los palestinos que viven en el valle del Jordán y
hay informes de que esa exclusión se extenderá a los
palestinos en otras zonas anexadas en Cisjordania. El
primer ministro israelí podría inicialmente anexar sólo
los asentamientos, que suman un 3% de Cisjordania. Quizás
tendrá que esperar a la anexión del restante 27% cuando
se acuerden los límites con Washington. Los palestinos
reclaman todo el territorio de Cisjordania como un derecho
histórico y es, junto con la Franja de Gaza, esencial
para cualquier Estado independiente futuro. Cualquier
anexión de Israel, argumentan, dejaría fragmentadas
las áreas palestinas y a los palestinos con considerablemente
menos tierra para un país propio.
3. ¿Por que Israel quiere llevar a cabo un plan
tan controvertido?
Israel reclama derechos históricos y religiosos en
Cisjordania como una tierra ancestral del pueblo judío.
También dice que su presencia allí, especialmente en
el valle del Jordán, es estratégicamente vital para
su autodefensa. Indica que los asentamientos no son
un obstáculo para la paz y que deberían formar parte
de Israel bajo cualquier acuerdo de paz con los palestinos,
ya sea que estén anexados o no. Desde hace mucho tiempo
Netanyahu ha estado abogando por los asentamientos.
Y por medio de la anexión quiere eliminar cualquier
duda sobre su futuro, algo que es sumamente atractivo
para su base política.
Por el Valle del Jordán discurre el río Jordán, en
Oriente Medio. Esta región geográfica forma parte del
Valle del Rift de Jordania. Tiene unos 105 kilómetros
de largo y se extiende desde el mar de Galilea en el
norte hasta la ribera norte del mar Muerto en el sur,
donde desemboca el río Jordán. Los 155 kilómetros adicionales
del rift al sur del mar Muerto hasta Aqaba, un área
también conocida como Wadi Arabah o valle de Arava,
no pertenecen al valle del río Jordan. Dado que el río
Jordán marca la frontera occidental de Jordania en la
región, la ribera este del valle se encuentra en este
país mientras que su ribera oeste se encuentra en Israel
en su tramo norte, y en Cisjordania (Palestina) en su
tramo central y meridional. Esta última región se incluye
en el Área C de los Territorios Palestinos (exceptuando
la ciudad de Jericó), bajo control de Israel que la
considera un territorio en disputa. Una semana antes
de la repetición de las elecciones generales de Israel
de septiembre de 2019, el primer ministro Netanyahu
anunció su intención de anexionar el valle del Jordán
a Israel si salía reelegido.

El Valle del Jordán y la parte sur del mar de Galilea.
4. ¿Qué cambiaría con la anexión?
No hay ninguna certeza de que la anexión se llevará
a cabo. De hecho, Estados Unidos recientemente pareció
moderar su posición. Pero asumiendo que ocurrirá, los
asentamientos y las áreas circundantes se volverían
parte permanente de Israel (al menos desde la posición
israelí). Revertirlo requeriría del apoyo de la gran
mayoría de los parlamentarios israelíes, algo que es
muy poco probable.
En la práctica, las leyes israelíes ya se aplican a
los colonos, aunque no a los palestinos. Estos están
sometidos a las órdenes militares israelíes y a las
leyes palestinas, de manera que habría muy pocos cambios
notables al respecto. Una de las diferencias más significativas
que marcaría la anexión sería en lo que se refiere a
la construcción en los asentamientos, que durante mucho
tiempo ha sido uno de los asuntos más espinosos entre
Israel y los palestinos. Actualmente, la construcción
y la gestión de suelo en Cisjordania requiere la aprobación
del Ministerio de Defensa de Israel y del primer ministro,
y puede tomar meses o años. Después de la anexión, estos
asuntos se volverían cuestiones locales y consecuentemente
sería más fácil para Israel construir allí. Más allá
de las áreas anexadas, las fuerzas armadas israelíes
continuarían ejerciendo la autoridad general, algo que,
según los palestinos, los ha privado de derechos civiles
básicos durante generaciones.
5. ¿Por qué se está hablando ahora de la anexión?
Hasta hace recientemente, Netanyahu habría enfrentado
una fuerte oposición entre la comunidad internacional
por sus planes de anexión. Sin embargo, el plan de paz
palestino-israelí de Donald Trump permitia a Israel
“incorporar” los asentamientos, un cambio radical de
las anteriores posiciones de Estados Unidos. Joe Biden
se opone a la anexión. El acuerdo con Trump permitió
al primer ministro el regreso al poder como jefe de
un gobierno de unidad nacional.

6. ¿Cuál ha sido la reacción global al plan de Israel?
En líneas generales, tanto amigos como enemigos le
han advertido a Israel que no lleve a cabo la anexión.
Hay temores de que la medida aleje aún más la posibilidad
de lograr la paz entre Israel y los palestinos. Los
palestinos están pidiendo a la comunidad internacional
que ejerza presión para evitar el plan de Netanyahu
y sus líderes indicaron que si Israel anexa territorio
en Cisjordania ellos declararán su propio Estado independiente
en todo el territorio.
El enviado de Naciones Unidas para Medio Oriente advirtió
que la anexión “cambiaría drásticamente la dinámica
local y que hay muchas probabilidades de que ésta provoque
un conflicto e inestabilidad en Cisjordania y la Franja
de Gaza”. Asimismo, unos 50 expertos de derechos humanos
de la ONU condenaron en un comunicado los planes de
Israel que calificaron como “una visión del apartheid
en el siglo XXI” e indicaron que la medida violaría
las leyes internacionales. Y varios Estados árabes también
han criticado fuertemente los planes de Israel. Sin
embargo, es probable que Estados Unidos bloquee cualquier
intento de aprobar una resolución en el Consejo de Seguridad
de la ONU condenando a Israel. Y la Unión Europea, el
mayor socio comercial de Israel, indicó que usará medios
diplomáticos para “desalentar” a Israel de llevar a
cabo la anexión, pero hasta ahora no ha hablado de tomar
medidas más firmes si éste sigue adelante con sus planes.
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8 preguntas para entender por qué pelean israelíes
y palestinos.


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