Cada año, por esta misma época, comienza a vislumbrarse
lo que será la temporada de huracanes y tormentas tropicales
que afectarán principalmente a Norteamérica y el Caribe. Y
como si no faltara otra cosa por apuntar en este 2020, por
segunda vez en la historia este lunes se detectaron cinco
ciclones tropicales simultáneamente activos en el océano Atlántico.
La última vez que se presentó un fenómeno similar
fue en 1971, cuando se registró el mismo número de tormentas
tropicales en el Atlántico en un mismo momento. De acuerdo
al Centro de Nacional de Huracanes de EE.UU. (NHC, por sus
siglas en inglés) las formaciones son el huracán Paulette,
el huracán Sally, las tormentas tropicales Teddy y Vicky y
la depresión tropical Rene (que ya se debilitó y no entra
dentro del registro). Mientras el huracán Paulette estaba
pasando por las Bahamas, Sally ingresó este miércoles en territorio
estadounidense, en Alabama, como tormenta de categoría 2.
Por qué es insólito que haya 5 ciclones tropicales
en el Atlántico al mismo tiempo Pero, ¿por qué se presenta
este inusual fenómeno? ¿Y es un anuncio de lo que ocurrirá
con la temporada de huracanes en el futuro?
"Hay que tener algo claro: no hay una sola respuesta
a este fenómeno. Lo que vemos aquí es la suma de muchos factores
que coinciden para producir estas cinco tormentas tropicales
al mismo tiempo", le dijo a BBC Mundo el meteorólogo de British
Weather Services, Jim Dale. Dale, quien escribió el libro
"Weather or Not", señala que la causa de este incidente no
es únicamente el calentamiento global. "Este fenómeno también
se presentó en 1971, cuando el calentamiento global apenas
estaba siendo notado, así que hay que tener siempre en cuenta
los otros elementos que hacen parte de la formación de los
huracanes", agrega. "Igual este año ha sido tan inusual con
tantas tormentas tropicales, que ya se están acabando los
nombres de la lista para nombrar estas formaciones. Solo queda
uno: Wilfred", anotó.
Según señalan los científicos, en la formación
de los ciclones tropicales -que de acuerdo a su avance se
van transformando en huracanes o en tormentas tropicales-
juegan varios factores. "El calentamiento del agua, las zonas
de baja presión en aguas cálidas, la dirección de los vientos,
la absorción de vientos cálidos y fríos que le otorgan velocidad,
entre otros", señala Dale.

Desde 1971 no se registraban cinco ciclones
tropicales activos al mismo tiempo.
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Para el meteorólogo, este año se pueden encontrar
dos fenómenos que pueden haber influenciado el alto número
de ciclones tropicales. "La influencia de 'La Niña', la corriente
en el Pacífico y, por supuesto, el aumento de las temperaturas
del océano, que afectó algunas zonas del océano Atlántico,
especialmente en la costa Occidental de África donde se originan
la mayoría de estos ciclones, pudieron incidir en este fenómeno
histórico", señala. Dale también apunta que el factor del
calentamiento global seguramente incidirá en el número de
huracanes y tormentas tropicales que afectarán esta zona del
planeta en el futuro. "Por ejemplo: ahora estamos viendo cómo
los incendios forestales arrasan con miles de hectáreas. Aunque
los incendios de este tipo los conocemos desde hace más de
100 años, lo cierto es que ahora son mucho más agresivos por
la sequía y el aumento de las temperaturas", explica Dale.
"Con los huracanes pasa algo similar: los conocemos desde
siempre, pero los efectos climáticos que la Tierra ha sufrido
en los últimos años van a causar que se presenten con mayor
frecuencia y en situaciones inusuales como la que estamos
viendo".
Los modelos predecían que los cinco ciclones
se dirigían en diferentes direcciones tanto hacia EE.UU. como
hacia el este en el Atlántico. De acuerdo al NHC, el paso
del huracán Paulette por Bahamas "puede poner en peligro la
vida de las personas".

Las autoridades de EE.UU. se preparaban para
la llegada del huracán Sally.
"Las marejadas producidas por Paulette están
afectando parte de las Islas de Sotavento, las Antillas Mayores,
las Bahamas y Estados Unidos. Estas marejadas podrían causar
olas que pongan en peligro la vida de quienes habitan estas
zonas", explicó el NHC en un comunicado. A esta advertencia
se sumaba el huracán Sally, que ingresó a a EE.UU. por la
costa sur y que el NHC llamó a observar con cuidado no sólo
en su recorrido sino sobre todo en el efecto de los vientos
en las zonas por donde pase. Sin embargo, el NHC señaló que
las tormentas tropicales Teddy y Vicky y la depresión tropical
Rene, que ya se debilitó, en su estado actual no representan
un peligro para esta región del planeta. "Hay que tener en
cuenta que tradicionalmente las temporadas de huracanes traen
tres huracanes mayores. Apenas vamos en septiembre y ya contamos
al menos ocho huracanes", señala Dale. "Es una situación para
monitorear e investigar, para así poder prevenir con mayor
rigor los daños que causan estos fenómenos", agrega el meteorólogo.

Las personas que viven en las zonas de la costa
de sur de EE.UU. preparaban sus casas para la llegada del
huracán Sally.
Cada año, entre los meses de junio y noviembre, azotan
la zona del Caribe, el Golfo de México y la costa este
de Estados Unidos, en algunas ocasiones arrasando con
edificios y poblaciones. Sus homólogos son los tifones,
que afectan al noroeste del océano Pacífico, y los ciclones,
que lo hacen al sur del Pacífico y el océano Índico.
Todos son ciclones tropicales, pero el nombre "huracán"
se usa exclusivamente para los del Atlántico norte y
del noreste del Pacífico. Pero, ¿cómo se forman y por
qué suelen afectar a esta zona del mundo?
El mecanismo más común de formación de huracanes en
el Atlántico — que provoca más del 60% de estos fenómenos
— es una onda tropical. La onda empieza como una perturbación
atmosférica que crea un área de relativa baja presión.
Suele generarse en África Oriental a partir de mediados
de julio. Si encuentra las condiciones adecuadas para
mantenerse o desarrollarse, esta área de baja presión
empieza a moverse de este a oeste, con la ayuda de los
vientos alisios.

Cuando llega al océano Atlántico, la onda
tropical puede ser el germen de un huracán, pero para
que este se forme necesita fuentes de energía, como
el calor y el viento adecuado. En concreto, es necesario
que la superficie del agua esté por encima de los 27ºC
y que haya una capa espesa de agua caliente en el océano.
También tiene que haber, por un lado,
vientos con un giro horizontal para que la tormenta
se concentre. Por el otro, vientos que mantengan su
fuerza y velocidad constante a medida que suben desde
la superficie del océano. Si hay cortante de viento,
o variaciones del viento con la altura, esto puede interrumpir
el flujo de calor y humedad que hace que el huracán
se forme. Además, tiene que haber una concentración
de nubes cargadas de agua y una humedad relativa alta
presente en la atmósfera.

Todo esto tiene que ocurrir en las latitudes
adecuadas, en general entre los paralelos 10° y 30°
del hemisferio norte, ya que aquí el efecto de la rotación
de la Tierra hace que los vientos puedan converger y
ascender alrededor del área de baja presión. Cuando
la onda tropical encuentra todos estos ingredientes,
se crea un área de unos 50-100 km, donde empiezan a
interactuar. "El movimiento de la onda tropical funciona
como el disparador de esa tormenta", explica a BBC Mundo
Jorge Zavala Hidalgo, coordinador general del Servicio
Meteorológico Nacional de México.

Y es esta tormenta la que hace de catalizador:
empieza el baile de calor, aire y agua. El área de baja
presión hace que el aire húmedo y caliente que viene
del océano suba y se enfríe, lo que alimenta las nubes.
La condensación de este aire libera calor y provoca
que la presión sobre la superficie del océano baje aún
más, lo que atrae más humedad del océano, engrosando
la tormenta. Los vientos convergen y ascienden dentro
de este área de baja presión, girando en dirección contraria
a las agujas del reloj — por influencia de la rotación
de la Tierra — y dando a los huracanes esa imagen tan
característica.

A medida que la tormenta se hace más poderosa,
el ojo del huracán — el área central de hasta 10 km
— permanece relativamente tranquilo. A su alrededor
se levanta la pared del ojo, compuesta de nubes densas
donde se localizan los vientos más intensos. Más allá,
están las bandas nubosas en forma de espiral, donde
hay más lluvias. La velocidad de los vientos es la que
determina en qué momento podemos llamar a este fenómeno
"huracán": en su nacimiento es una depresión tropical,
cuando aumenta de fuerza pasa a ser una tormenta tropical
y se convierte en huracán cuando pasa de los 118 km
por hora.

A partir de ahí, se suelen clasificar
en cinco categorías según la velocidad sostenida del
viento. En el Atlántico, se usa la escala de vientos
Saffir-Simpson para medir su poder destructivo. Tal
es su fuerza que los vientos de un huracán podrían producir
la misma energía que casi la mitad de la capacidad de
generación eléctrica del mundo entero, según la Administración
Nacional de Océanos y de la Atmósfera de Estados Unidos
(NOOA, por sus siglas en inglés).

Sin embargo, no es el viento sino la marejada
y las inundaciones que provoca la lluvia que descarga
el huracán las que generalmente causan la mayor destrucción
y pérdida de vidas. En Estados Unidos, por ejemplo,
la marejada provocada por ciclones tropicales en el
Atlántico fue responsable de casi la mitad de muertes
entre 1963 y 2012, según datos de la Sociedad Americana
de Meteorología (AMS, por sus siglas en inglés). Además
de estos factores, la destrucción causada por un huracán
va a depender de otras circunstancias, como la velocidad
a la que pasa, la geografía del territorio y la infraestructura
de la zona afectada.

"Amanda" y "Cristóbal" no llegaron a ser
huracanes pero dejaron lluvias extraordinarias y mucha
destrucción en México y Guatemala en mayo de 2020.
"No necesariamente el daño o el peligro
asociado a un ciclón tropical corresponde a su categoría.
Por ejemplo, el ciclón de mayor categoría no tiene por
qué tener asociada más precipitación", dice Jorge Zavala
Hidalgo a BBC Mundo.
¿Por qué no hay huracanes en Sudamérica?
Los huracanes se forman por la acumulación
de tormentas eléctricas que se desplazan sobre aguas
oceánicas cálidas. Cuando el aire cálido de la tormenta
y de la superficie oceánica se combinan, empiezan a
elevarse en forma de remolinos que se desplazan hacia
el oeste.
Y este es un fenómeno que, en el Atlántico,
ocurre en el hemisferio norte y no en el sur. ¿Por qué?
"La razón principal es la ausencia de núcleos de lluvias
y tormentas como existe en el hemisferio norte, una
banda nubosa que rodea en forma fragmentada todo el
planeta y que se denomina Zona de Convergencia Intertropical.
De esa zona es que surgen las 'semillas' de huracán",
explica John Morales, director de Meteorología de la
cadena de televisión estadounidense NBC en Miami. Esta
característica se suma a que "la temperatura del mar
en el Atlántico sur es en promedio más fría y que hay
vientos desfavorables en altura", aclara el meteorólogo
a BBC Mundo.
"Los vientos en la alta troposfera (alrededor
de 10 km de altura) son unos 32 km/h más veloces que
los vientos en la superficie del océano. Y esta diferencia,
o corte, destruye las tormentas antes de que se intensifiquen
demasiado", explica por su parte el portal de ciencia
de la agencia espacial estadounidense NASA. Por estas
condiciones se hace de muy difícil y hasta casi imposible
que se formen huracanes. Sin embargo, nunca digas nunca
jamás.

El huracán María en septiembre de 2017
devastó Puerto Rico. No por escaso es menos destructor.
En 2004, ocurrió una situación particular.
Se formó un huracán frente a la costa sur de Brasil
y tocó tierra en la frontera entre los estados de Río
Grande do Sul y Santa Catarina. El fenómeno natural
generó controversia entre meteorólogos de Estados Unidos
y Brasil ya que fue el primero que se formó en esa zona
desde que se tiene registro, según confirman numerosos
estudios.
Se trató de un huracán categoría 1, con
vientos de entre 120 y 150 km por hora, según un estimado
confirmado por el satélite QuikScat de la NASA.

El huracán Irma de septiembre de 2017
también golpeó fuerte a los cayos de Florida.
Y como no son usuales este tipo de fenómenos
en el Atlántico sur, el huracán no tenía hombre, al
menos oficialmente. Sin embargo, más tarde los brasileños
le pusieron Catarina, por su proximidad con el estado
de Santa Catarina, en el sureste de Brasil. El fenómeno
provocó la muerte de al menos tres personas, causó importantes
inundaciones con decenas de miles de evacuados y produjo
significativas pérdidas económicas.
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Uno de los factores que explica que esta parte del mundo
sea propensa a los huracanes es que el océano Atlántico, en
las latitudes tropicales, tiene la temperatura adecuada para
su formación durante más meses al año. Otro es el movimiento
de las grandes corrientes de vientos que empujan a los huracanes.
Los vientos alisios — las corrientes de vientos globales en
el trópico — van de este a oeste llevándolos hacia las costas
del Caribe, el Golfo de México y el sur de Estados Unidos.
El recorrido de estos vientos también está influenciado por
la rotación de la Tierra — el llamado efecto Coriolis — que
hace que tiendan a desviarse hacia el norte.

Los huracanes que se formaron en el Atlántico
norte durante el 2019 siguieron distintos recorridos según
las corrientes globales de viento u otros fenómenos - como
los anticiclones - que encontraban en su camino.
En el Atlántico, mientras los huracanes avanzan
se desvían levemente hacia el norte; y al superar aproximadamente
los 30°N, suelen encontrase con los vientos del oeste, otra
de las grandes corrientes globales, que hacen que se curven
hacia el este. En su camino van a toparse con el anticiclón
de Bermudas-Azores que va a determinar si se dirigen hacia
el Golfo de México o hacia Estados Unidos. Los anticiclones
son regiones de alta presión atmosférica con aire más seco,
menos nubes y vientos que giran en la dirección de las agujas
del reloj en el hemisferio norte. El anticiclón de Bermudas
actúa como un obstáculo y si los huracanes quieren avanzar
tienen que bordearlo. Por este motivo, el tamaño y la posición
del anticiclón puede determinar hacia dónde va un ciclón tropical.

Si es débil y está más posicionado hacia
el este, los huracanes lo rodean y siguen hacia el norte,
alejándose del Caribe. Por lo contrario, si es más fuerte
y se encuentra al suroeste, un ciclón tropical puede
dirigirse hacia el Golfo de México o hacia Florida.
La posición del anticiclón cambia según el año, las
estaciones y puede variar en cuestión de días. "A causa
de esas variaciones, un huracán puede seguir una trayectoria
muy distinta hoy que otro que pasa tres o cinco días
después", explica Jorge Zavala Hidalgo, del Servicio
Meteorológico Nacional de México. Siguiendo la misma
lógica, los anticiclones y otras masas de aire son responsables
de que un huracán se recurve hacia el oeste, como pasó
en 2012 con el huracán Sandy, por ejemplo.

En su camino hacia el norte, el huracán
Sandy (2012) se curvó azotando las costas de Nueva York
y Nueva Inglaterra, en Estados Unidos.
Después de tocar tierra en Cuba, Sandy
empezó a desplazarse hacia el noreste, pero un anticiclón
en Groenlandia y un frente frío bloquearon su camino.
Eso provocó que Sandy retrocediera hacia la costa este
de Estados Unidos, causando destrucción en Nueva York
y Nueva Jersey. En el Pacífico Este, a pesar de que
es una zona más activa que el Atlántico Norte, tocan
tierra menos huracanes. "Lo que sucede es que esas tormentas
suelen dirigirse hacia el oeste o noroeste. Algunas
pueden retroceder hacia las costas de México si los
vientos son los adecuados, pero la mayoría se dirigen
a latitudes más altas, encuentran aguas más frías y
desaparecen", dice a BBC Mundo Gary M. Barnes, profesor
retirado de la Universidad de Hawái, Estados Unidos.
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Si bien la parte norte del Atlántico puede ofrecer las condiciones
ideales para la formación de huracanes, no ocurre lo mismo
bajo la línea del Ecuador. "El Atlántico Sur es más tranquilo
porque no hay onda tropical — es un fenómeno más común en
el hemisferio norte — y hay más variaciones en la velocidad
y en la dirección del viento, algo que inhibe la formación
de huracanes", explica Barnes.
Además, los ciclones tropicales normalmente no se forman
si no están al menos a unos 500 kilómetros del Ecuador, ya
que el efecto Coriolis es demasiado débil para hacer que los
vientos giren y formen un huracán.
Aunque es un fenómeno que pasa con poquísima frecuencia en
Sudamérica, sí se han registrado huracanes en las costas del
sur de Brasil. En 2004, el ciclón tropical Catarina dejó 11
muertos y más de 30.000 personas desplazadas.

El efecto Coriolis es demasiado débil en la
línea del Ecuador para que los vientos giren y formen huracanes.
"El cambio climático provoca que la temperatura de la superficie
del océano y la capa gruesa sean más calientes y eso es un
problema. Tenemos teorías que dicen que si el océano es más
cálido eso puede traducirse en tormentas más fuertes e intensas.",
dice el meteorólogo Gary M. Barnes. Hay indicaciones de que
las áreas en que un ciclón encuentra condiciones para mantenerse
y sobrevivir se están extendiendo con el paso del tiempo,
según Jorge Hidalgo, coordinador del Servicio Meteorológico
Nacional de México.
"Quizás el número de ciclones no aumente pero la distribución
de categorías puede cambiar. Es decir, que haya más huracanes
de categoría mayor y menos de categoría menor", añade Zavala.
Los científicos coinciden, ,sin embargo, en que es muy pronto
para medir el impacto del cambio climático en la formación
y avance de los huracanes. "Es probable que las tormentas
se intensifiquen muy poco a poco, pero vamos a necesitar muchísima
data para probar que el calentamiento global va a provocar
huracanes más fuertes. En 25 años puede que tengamos evidencias",
concluye Barnes.
Las cámaras situadas en el exterior de la Estación
Espacial Internacional (EEI) captaron imágenes del huracán
Dorian a su paso por Bahamas a finales de 2019, desde
una altitud desde unos 418 kilómetros de altura. Considerado
de categoría 5, la máxima, de acuerdo a la escala Saffir
Simpson, causó daños catastróficos en el archipiélago
caribeño. Dorian, que llegó a Bahamas, continuó
por las Islas Ábaco, mientras se acercaba a la isla
de Gran Bahama.

Las cámaras de la EEI ya captaron al huracán
Dorian mientras cruzaba el Atlántico el pasado 31 de
agosto.

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Usar nombres propios en lugar de números o términos técnicos
tiene el objetivo de evitar confusión y facilitar la divulgación
de alertas. El listado de nombres para los ciclones tropicales
del Atlántico fue creado en 1953 por el Centro Nacional de
Huracanes de EE.UU. (NHC, por sus siglas en inglés) y se ha
utilizado como estándar para las listas de otras regiones
del mundo. Dichas listas son mantenidas y actualizadas por
la Organización Meteorológica Mundial (OMM), agencia de Naciones
Unidas con sede en Ginebra, Suiza.
De este modo, los huracanes se organizan cada año en orden
alfabético -a excepción de las letras Q, U, X Y y Z-, alternando
nombres masculinos y femeninos. Y los nombres de estos son
diferentes para cada región. Hasta septiembre de 2017 hubo
cuatro en el Atlántico: Frankly, Gert, Harvey e Irma. Las
listas -elaboradas con nombres en inglés, español y francés-
se reciclan cada seis años. Así, por ejemplo, la lista que
se utilizó en 2010 sirvió también para 2017. Los comités regionales
de la OMM se reúnen anualmente para decidir cuáles nombres
de tormentas del año anterior deben ser "congelados" por haber
causado un impacto particularmente devastador. Un ejemplo
es Katrina, el huracán que dejó más de 2.000 muertos en Nueva
Orleans (EE.UU.) en 2005, cuyo nombre no se ha reutilizado.
En 2011 apareció Katia en sustitución.
Koji Kuroiwa, jefe del programa de ciclones tropicales de
la OMM, le explicó a la BBC que la práctica de ponerle nombre
femenino a los huracanes se extendió entre los meteorólogos
del ejército estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial.
"Preferían escoger nombres de sus amantes, esposas o madres.
En aquella época, la mayoría recibía nombre de mujer". El
hábito se convirtió en norma en 1953, pero se añadieron también
nombres masculinos durante la década de 1970, para evitar
el desequilibrio de género.

El huracán Harvey causó grandes inundaciones
en Texas en agosto de 2017.
En 2014, un estudio de la Universidad de Illinois (EE.UU.)
afirmó que los huracanes con nombres de mujer mataban a más
personas que aquellos con nombre masculino. ¿La razón? Que
los llamados como mujeres se toman menos "en serio" y por
ello hay menos preparación para enfrentarlos, según la investigación.
Los científicos analizaron las cifras de muertes causadas
por huracanes en EE.UU. durante más de seis décadas, concluyendo
que las tormentas con nombre de mujer mataron a casi el doble
de personas. Tras conocerse estas conclusiones, desde el Centro
Nacional de Huracanes de EE.UU. subrayaron que las personas
deberían poner el foco en la amenaza que supone cada tormenta,
independientemente de si llama Sam o Samantha.

Matthew, en 2016, causó los mayores destrozos
en Haití.
Durante la era victoriana en Gran Bretaña, las tormentas
se nombraban al azar. Una tempestad en el océano Atlántico
que destruyó el mástil de un barco llamado Antje en 1842 terminó
llamándose huracán Antje. En la región Caribe, por ejemplo,
los huracanes se nombraban en honor a los santos católicos.
Por eso un huracán que golpeó Puerto Rico en julio de 1825
recibió el nombre de "Santa Ana".
En la actualidad, los nombres cambian de acuerdo con la región
donde ocurren los ciclones. En el oeste del océano Pacífico,
por ejemplo, también se utilizan nombres de flores, animales,
personajes históricos y mitológicos y alimentos, como Kulap
("rosa" en tailandés), según le dijo a la BBC Julian Heming,
científico de previsiones tropicales del servicio meteorológico
británico Met Office. En el caso de que más de 21 huracanes
se formen en el Atlántico en una misma temporada y agoten
las letras latinas, las tormentas adicionales se nombrarán
a partir del alfabeto griego.
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Cuando el ojo de un gran huracán como Dorian
toca tierra, los que viven dentro de la zona que cubre el
centro de la tormenta ven regresar la calma. Generalmente,
cesan los vientos y las lluvias, el cielo se despeja e incluso,
sale el sol o se ven las estrellas si ya se hizo de noche.
En Bahamas, luego de horas de vientos feroces, marejadas bíblicas
y lluvias intensas, muchos de los habitantes de las islas
Ábaco y Gran Bahama creyeron que Dorian se alejaba. En las
redes sociales comenzaron a circular videos de personas que
salían de sus casas a filmar los desastres que el huracán
había dejado. A tal punto llegó que el Centro Nacional de
Huracanes (NHC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos
usó sus redes sociales e incluso sus boletines para llamar
a precaución y pedirles a los fotógrafos aficionados que tomaran
refugio. "IMPORTANTE: Hemos visto videos en las Ábacos de
personas que se aventuran en el ojo de Dorian. Todos deben
refugiarse de inmediato ya que los vientos aumentarán rápida
e impredeciblemente después de que pase el ojo", escribió
el NHC en Twitter.
En efecto, pocas horas después volvieron las
lluvias y los vientos con una fuerza peor de la que habían
experimentado hasta entonces. Y por más de 24 horas siguió
diluviando en Bahamas y, según medios y autoridades, la devastación
es considerable. Pero, ¿cómo se explica la calma que vivieron
muchos por varias horas antes de que volviera la tempestad?
Para comprender la calma en el ojo de los huracanes
es preciso entender la propia estructura de estas tormentas.
Los huracanes se forman a partir de centros de bajas presiones
atmosféricas en aguas cálidas alrededor de los cuales comienzan
a circular fuertes corrientes de aire. Cuando el agua del
océano se calienta, el aire se eleva y forma remolinos para
rellenar la baja presión que esto crea. Esto hace que se succione
el aire hacia adentro y hacia arriba, lo cual refuerza la
baja presión en el centro. Así, cuando la velocidad del viento
aumenta a 128 km/h, se crea una especie de "vacío" que los
meteorólogos llaman "ojo", dado que tiene una forma casi circular.

El mecanismo exacto que genera el centro es
todavía un tema de controversia y sujeto a varias teorías.
Para ilustrarlo con un ejemplo cotidiano, es como una una
secadora de ropa: a medida que gira, en el centro se crea
un vacío. Algo parecido pasa en los huracanes, donde varias
fuerzas, entre ellas la centrífuga, hacen que el centro sea
un lugar despejado.
También pasa que en el ojo, dada la presencia
de alta temperatura y aire caliente, el agua evaporada es
arrastrada rápidamente hacia arriba, lo que origina un aire
seco, incapaz de condensarse y por ende, generalmente no genera
nubes. En la actualidad, la presencia de satélites y radares
permite seguir el ojo de los huracanes en todo momento. Y
los aviones de reconocimiento generalmente entran a ellos
para tomar datos (su presión es uno de los principales indicadores
de aumento de la intensidad).
La proverbial calma en el ojo de los huracanes
ha dado título desde libros hasta canciones. Así se llama
un tema de Soda Stereo y películas (con mayor o menor
presupuesto), que de una forma u otra, también anuncian que
lo peor está por venir. Sin embargo, la causa de que después
del ojo generalmente venga la parte más intensa de la tormenta
hay que buscarla en la física. Para que tengas una idea, fíjate
hacia dónde rota el agua cuando se va por el desagüe de tu
ducha o fregadero.
En condiciones físicas ideales (en la que otras
fuerzas mayores o condiciones ambientales no lo impidan),
si vives en el hemisferio norte, siempre rotará en el sentido
contrario a las manecillas del reloj y si vives en el sur,
pasará lo contrario. La causa detrás de esto fue descubierta
en el siglo XIX y se le conoce como efecto Coriolis y es resultado
del movimiento de la Tierra sobre su eje. Esta fuerza es la
que hace que los huracanes en el hemisferio norte giren en
contra de las manecillas del reloj. Según explica la NOAA,
a esto se debe que la mayor intensidad de sus vientos se acumule
del lado derecho, debido al propio efecto de Coriolis, que
contribuye a la generación de remolinos de viento en ese lado.

Helen Hunt y Bill Paxton en el cúlmen
de Twister.
"Un huracán con vientos sostenidos de 145 km/h,
mientras se encuentra estacionario, va a generar vientos hasta
160 km/h en el lado derecho y solamente de 130 km/h en el
lado izquierdo si comenzará a moverse (en cualquier dirección)",
señala la NOAA. Pero hay otro elemento que hace que después
del ojo vengan también lluvias y vientos de gran intensidad.
Y es que el centro de los huracanes está delimitado por una
estructura de nubes de tormenta.
Son los llamados cumulonimbos, unas nubes de
gran desarrollo vertical, que son una pesadilla para los pilotos.
Estas nubes forman lo que se denomina pared del ojo, que tiene
los vientos más fuertes a nivel de la superficie en el ciclón
tropical. Por eso, generalmente los meteorólogos sugieren
tomar resguardo cuando pasa el ojo, porque de forma repentina
pueden llegar esta pared de tormentas y comenzar la verdadera
pesadilla.
La pesadilla duró casi un día: por más de 18 horas,
el huracán Dorian no se movió de Bahamas. Los que siguen
los pronósticos del Centro Nacional de Huracanes de
Estados Unidos no daban crédito entre un boletín y otro:
el huracán se mantuvo estacionario con una fuerza nunca
antes vista por allí, lluvias, vientos y destrucción.
Aunque estaba previsto que ralentizara su desplazamiento
e incluso se detuviera, muy pocos esperaban que su parada
sobre Bahamas fuera a durar tanto. 48 horas se mantuvo
casi sobre el mismo lugar hasta el amanecer de un martes,
cuando comenzó a desplazarse al noroeste a la velocidad
de una tortuga: 2 km/h que subieron después a 7 km/h.
En redes sociales, muchos habitantes de Bahamas se cuestionaban
cuánto terminaría el vendaval, que comenzó a azotar
las islas también a paso muy lento desde la tarde del
domingo.
El caso de Dorian, sin embargo, no fue una excepción:
Harvey también se detuvo al entrar en Texas en 2017
y, el año pasado, Florence se ensañó por horas con las
Carolinas luego de tocar tierra en el este de Estados
Unidos. De hecho, un estudio de la agencia espacial
de EE.UU. (NASA) y la Administración Nacional Oceánica
y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) de EE.UU.
señala que de los 66 ciclones que se detuvieron o ralentizaron
su movimiento en los últimos 70 años, casi la mitad
lo hizo en las últimas tres décadas. Es, de acuerdo
con los expertos, una tendencia inquietante.
La investigación, publicada en junio en la revista
Nature, indica, de hecho, que desde mediados del siglo
XX los ciclones tropicales se han hecho más propensos
a "detenerse" cerca de la costa y pasar muchas horas
sobre dichas regiones. De acuerdo con sus resultados,
en el periodo comprendido entre 1944 y 2017, la velocidad
promedio de los huracanes ha disminuido 17%, entre los
15,4 km/h y 18,5 km/h. "Harvey en 2017, Florence en
2018 y ahora Dorian, en 2019, son excelentes ejemplos
de esta situación, pero la tendencia se remonta a varias
décadas", explica a BBC Mundo Tim Hall, investigador
principal del Instituto Goddard de la NASA y autor principal
del estudio.

El huracán Dorian se mantuvo durante más
de 18 horas estacionario sobre Bahamas.
El hecho de que un huracán se detenga sobre un área
implica que la devastación sobre esa zona será exponencialmente
mayor, dado que la fuerza de sus vientos y lluvias las
impactarán por más tiempo. Harvey, por ejemplo, arrojó
más de 1.500 mm de lluvia sobre Houston luego de detenerse
allí durante días. Y ahora Dorian ha castigado a Bahamas
con marejadas de seis metros y lluvias torrenciales
por más de 48 horas.
De acuerdo con Hall, para cada caso de tormentas que
se han detenido o ralentizado su paso durante el último
medio siglo, existe una causa particular, que se vincula
con el debilitamiento o colapso de los patrones de viento
a gran escala. Sin embargo, señala, se cree que es esta
situación es provocada por una desaceleración general
de la circulación atmosférica (vientos globales), tanto
en los trópicos, donde se forman los huracanes, como
en las latitudes medias, hacia donde se desplazan en
su rumbo a los polos. De hecho, una de las principales
causas que hizo a Dorian permanecer por casi un día
detenido sobre Bahamas fue precisamente la calma de
los vientos en la atmósfera superior. "Los detalles
de cada caso difieren, por supuesto. Pero las probabilidades
de que tales eventos ocurran están aumentando", indica
el experto en huracanes de la NASA.
Los huracanes no se desplazan por sí solos: son movidos
por las corrientes de vientos globales, que están influidas
por los gradientes de presión de la atmósfera. Para
que tengas una idea de cómo funciona, imagina que un
huracán es como un barco de papel que soltamos en un
río crecido: las corrientes lo llevaran de un lado a
otro y si se encuentra alguna barrera en su camino,
se detendrá hasta que las corrientes lo lleven hacia
otro rumbo.
Entonces, si esos vientos se ralentizan o cambian de
dirección, afecta la rapidez con la que los huracanes
avanzan y dónde terminan. Ahora, por ejemplo, las corrientes
de aire 5.500 metros de altura son tan débiles que dejaron
a Dorian a merced de un sistema de altas presiones (o
anticiclón) en la zona de Bermudas. Solo cuando ese
anticiclón comenzó a retirarse lentamente también comenzó
Dorian a moverse hacia el noroeste.
En otra investigación de la NOAA en 2018, el investigador
James P. Kossin también encontró que el aumento en los
estancamientos de los ciclones tropicales es una tendencia
no solo en el Atlántico. Su estudio fue un paso más
allá: consideró que dichos patrones eran "generalmente
consistentes con los cambios esperados en la circulación
atmosférica forzados por las emisiones antropogénicas".
Ahora que un ciclón de gran intensidad vuelve a repetir
un comportamiento similar que el que han tenido otros
en los últimos años, muchos medios y expertos no han
dudado en señalar que podría estar condicionado por
la misma causa: el cambio climático.

Casi ningún académico duda de la influencia que ya
está teniendo el calentamiento global sobre los ciclones
tropicales. De acuerdo con el meteorólogo Philip Klotzbach,
de la Universidad Estatal de Colorado (EE.UU.), no existe
evidencia de que el cambio climático esté produciendo
más huracanes, pero sí de que está generando las condiciones
para que se hagan cada vez más destructivos. Dorian,
por ejemplo, es el quinto huracán de categoría 5 que
se forma en el Atlántico en solo cuatro años, un récord
nunca antes alcanzado desde que se tiene registro. "Una
atmósfera más cálida puede retener más humedad y, por
lo tanto, traer más lluvia. Además, con el aumento del
nivel del mar, la marejada ciclónica penetrará más tierra
adentro, dado que el nivel del mar de fondo es más alto",
señala.
Hall, por su parte, señala que hay un consenso en la
comunidad científica de que los océanos más cálidos
-principal alimento de los huracanes- están conduciendo
a una mayor intensidad de los ciclones (aunque no a
su frecuencia). De acuerdo con la investigación de la
NOAA y la NASA, la frecuencia de tormentas tropicales
intensas se ha multiplicado desde 1980 y el riesgo de
huracanes con vientos de más de 250 km/h se ha triplicado
desde entonces.
De acuerdo con los expertos consultados por BBC Mundo,
la influencia de un clima más cálido en las rutas de
huracanes (incluido su estancamiento) es mucho menos
segura. "Una sospecha es que un clima más cálido conduce
a una reducción de los vientos sobre los trópicos. Esto
se ha visto en estudios de modelación climática, pero
es una señal muy difícil de obtener directamente de
las observaciones", señala Hall. "Si esto fuera correcto,
la velocidad reducida del viento tropical ralentizaría
la propagación de huracanes y generaría mayores probabilidades
de estancamiento. Pero quedan muchos detalles por resolver
aquí", señala.

La velocidad reducida del viento tropical
ralentizaría la propagación de huracanes y generaría
mayores probabilidades de estancamiento.
Klotzbach explica a BBC Mundo que un análisis preliminar
que realizó sobre la velocidad de las tormentas en el
Atlántico no indica una mayor lentitud de los vientos
alisios que las arrastran. "En consecuencia, las tormentas
que se mueven de este a oeste en el Atlántico tropical
se mueven aproximadamente a la misma velocidad ahora
que hace 30-40 años", explica a BBC Mundo. Sin embargo,
de acuerdo con el especialista, parece que las tormentas
que se mueven de oeste a este en el Atlántico en latitudes
más altas sí se están desacelerando. "Esto tiene sentido,
ya que la corriente de chorro impacta las tormentas
que se mueven en latitudes más altas", agrega.
Klotzbach coincide en que determinar cómo la desaceleración
de los huracanes está conectada con el calentamiento
global es todavía un tema de debate. "El argumento que
se propone es que con el cambio climático, la corriente
en chorro se debilita, ya que los polos se calientan
más rápido que los trópicos", señala. Sin embargo, la
mayoría de las investigaciones han investigado encontrado
ese proceso manifestarse en los meses de calor. "Y la
corriente en chorro es normalmente más débil en el hemisferio
de verano, dado que las latitudes medias se calientan
en relación con los trópicos en esa época del año",
señala el profesor de la Universidad de Colorado. Hall,
por su parte, señala que más allá de las incertidumbres
sobre las causas que están generando estos estancamientos,
ya son una realidad y sus efectos ya se están haciendo
sentir por todo el mundo.

Al ascender en latitud, las tormentas
sufren el impacto de los vientos de las corrientes altas
de la atmósfera.
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