Un efecto secundario de la tremenda sequía que
asola el Kurdistán iraquí ha sido que, bajo las aguas de la
presa de Mosul, han aparecido las ruinas de una milenaria
edificación del Imperio Mitanni.
En 2010, los arqueólogos quedaron sorprendidos
cuando durante un período de sequía en el Kurdistán iraquí,
las aguas de la presa de Mosul, en un lugar llamado Kemune,
bajaron y pudieron vislumbrar lo que parecían unas antiguas
ruinas. Pero la falta de medios impidió realizar una excavación
en el lugar, que pronto volvió a ser cubierto por las aguas
de la presa.
Durante los últimos tiempos, Iraq se está viendo
azotado por una terrible sequía, y las aguas de la presa de
Mosul han alcanzado niveles mínimos, con lo que las ruinas
que fueron vistas en 2010 volvieron a aparecer en otoño de
2018. Entonces sí, una expedición conjunta dirigida por Hasan
Ahmed Qasim, de la Organización Arqueológica del Kurdistán,
y por Ivana Puljiz, de la universidad alemana de Tubinga,
iniciaron una campaña en este lugar.
Al parecer, las ruinas se han identificado como
un antiguo complejo residencial de unos 3.400 años de antigüedad,
que en su día se alzó a siete metros de altura sobre una terraza
en la orilla oriental del río Tigris. Los arqueólogos han
atribuido este edificio al Imperio mitanni, un pueblo que
dominó gran parte de Mesopotamia y Siria entre los siglos
XV y XIV a.C., y que llegó a establecer alianzas matrimoniales
con otras potencias tan importantes como Egipto, pero que,
a pesar de ello, es uno de los menos conocidos y estudiados
del Próximo Oriente.

El "palacio", según los arqueólogos, fue minuciosamente
diseñado, con paredes de adobe de hasta dos metros de espesor.
Algunas de ellas aún se mantienen en pie, alcanzando los dos
metros de altura, y están construidas con ladrillos de barro.
Se han identificado al menos ocho estancias, que han sido
parcialmente excavadas. Algunos muros conservan todavía restos
de pinturas en brillantes tonos de rojo y azul, un descubrimiento
importante puesto que es difícil que los pigmentos se conserven
tanto tiempo y menos aún si han pasado años bajo el agua.
Los arqueólogos también han hallado diez tablillas de arcilla
con escritura cuneiforme. Los textos han sido fotografiados
y enviados a Alemania, concretamente a la Universidad de Heidelberg,
donde la filóloga Betina Faist procederá a su estudio y traducción.
Los investigadores ya han avanzado que una de las tablillas
indica que Kemune, el nombre recibido a la zona, fue posiblemente
la antigua ciudad de Zakhiku, que es mencionada en una antigua
fuente datada hacia 1800 a.C., y que indicaría que el lugar
estuvo habitado durante unos 400 años.
Los arqueólogos coinciden en que este es un
gran descubrimiento que permitirá profundizar más en los conocimientos
que se tenían sobre los antiguos mittani, puesto que hasta
ahora sólo se habían localizado restos de esta civilización
en los yacimientos de Tell Brak, en Siria, y en Nuzi (Iraq)
y Alalakh (Turquía), ambos lugares situados en la periferia
del Imperio mitanni.
Mitanni fue probablemente un término nativo
del país. Los hititas llamaban al país Hurri o Jurri y en
un texto de Mursili I (siglo XVI a. C.) se cita a un "rey
de los hurritas". Los asirio-acadios lo citan como Hanigalbat
(Janigalbat) y los asirios no usaron el nombre de Mittani
hasta una época en la que ya el reino no existía (indicando
entonces un término geográfico y no político). Los egipcios
lo citan como Naharina (en asirio-acadio quiere decir "río").
Mitanni es mencionado por primera vez en las fuentes egipcias
hacia 1480 a. C. en las memorias de un oficial egipcio llamado
Amememhet, que sirvió a Amenhotep I (en torno al 1525-1504
a. C.) y tal vez a sus dos sucesores.

Desde los tiempos de los acadios, los hurritas
vivían al este del río Tigris, en la zona septentrional de
Mesopotamia y en el valle del Jabur. Se los menciona en los
textos encontrados en Nuzi, en Ugarit y en los archivos hititas
de Hattusa. Textos cuneiformes mencionan gobernantes de ciudades-estado
del norte de Mesopotamia con nombres en amorita (amurru) y
hurrita. Se cree que las tribus enemigas hurritas y las ciudades-estado
se unieron bajo una sola dinastía, gobernada por una élite
indoeuropea, tras el colapso de Babilonia debido al saqueo
hitita de Mursili I en 1595 a. C. y la invasión de los casitas.
La conquista hitita de Alepo, la debilidad de los reyes asirios
del momento y las luchas internas de los hititas crearon un
vacío de poder en el norte de Mesopotamia. Esto llevó a la
creación del reino de Mitani. Los nombres indoarios se reflejan
sobre todo en la onomástica de los reyes y de los dioses mitanios.
Por otra parte, el componente hurrita fue el transmisor de
la vieja cultura sumeria. La primera mención escrita de Mitani
o Janigalbat figura en la versión acadia de los textos hititas
de Bogazköy, correspondientes al reinado de Hattusili I. Janigalbat
y Mitani se usan indistintamente, aunque el primer término
es más antiguo. Asimismo, Jurri y Mitani son términos estrechamente
relacionados, pues corresponden a territorios vecinos de la
misma comunidad lingüística, habitualmente gobernados por
el mismo monarca. Sin embargo, geográficamente, Hurri se corresponde
con la Alta Siria, entre el Cáucaso y el lago Van, mientras
que Janigalbat está en la Alta Mesopotamia, al norte y nordeste
de la anterior, entre los ríos Tigris y Éufrates.

La idea que se tiene de la historia de Mitani
es forzosamente vaga, porque se dispone de pocos datos, y
además proceden del exterior, principalmente las cartas de
Amarna y las introducciones históricas de varios tratados
hititas hallados en Bogazköy. El Estado de Mitani llegó a
adquirir una importancia capital en torno al 1600 a. C. debido
a su privilegiada situación entre los imperios asirio, egipcio
e hitita. Alcanzó su máximo poder en el siglo XV a.C. y expandiéndose
al sudoeste hacia Siria, donde logró contener a Egipto, hasta
ser sustituido por Hatti como potencia dominante en el siglo
XIV a. C. Contando con un ejército que introdujo mejoras determinantes
como los carros de guerra y una potente caballería, la maquinaria
bélica de Mitani infligió varias duras derrotas al inmenso
Egipto faraónico y llegó a invadir Asiria (hecho que aún los
historiadores no se explican dado el potencial bélico del
imperio semita). Mitani no conseguiría mantener su territorio
a salvo de conquistas. Por un lado, el territorio entre el
alto Éufrates y el Tigris había sido objetivo de la expansión
hitita desde los tiempos de Hattusili I. Por otro lado, tras
las derrotas de los hicsos, los faraones egipcios trataron
de reconquistar los territorios de Retenu que una vez poseyeron
en el norte de Siria. El auge hitita y los conflictos dinásticos
de Mitani debilitaron el reino, siendo finalmente subyugado
por una resurgida y de nuevo poderosa Asiria, tan solo 250
años después de su surgimiento. Nos dejaron un valioso legado
destacando su innovadora organización administrativa y un
refinado arte con influencias diversas, tanto asirias como
semitas y egipcias.

Ilustración de un posible carro de guerra y
soldados hurritas de Mitanni.
La etnicidad u origen de los mitanni es difícil
de discernir. Un tratado sobre el entrenamiento de caballos
de carros de guerra de Kikkuli contiene un buen número de
glosas de origen indoario. Kammenhuber (1968) conjeturó que
este vocabulario derivaría de una lengua cercana al protoindoiranio
aunque Mayrhofer (1974) demostró que presentaba características
específicamente indoarias. Los nombres de la aristocracia
de Mitanni frecuentemente son de origen indoario, pero son
los nombres de sus deidades los que traslucen raíces léxicas
indoarias (asocidas a nombres como Mitra, Varuna, Indra, Nasatya),
aunque algunos piensan que estos nombres podrían estar relacionados
con la influencia de los casitas (kašku). La lengua común
del pueblo era el idioma hurrita, que no es una lengua indoeuropea
ni semítica pero que muestra características tipológicas de
las lenguas caucásicas nororientales. De hecho algunos lingüistas
han conjeturado un parentesco con estas lenguas, según
la hipótesis alarodiana.
Las lenguas alarodianas serían una supuesta
macrofamilia dentro de las lenguas caucásicas que incluiría
tanto a dos familias lingüísticas comprobadas: Lenguas caucásicas
del nordeste y lenguas hurrito-urartianas.
La familia alarodiana fue propuesta inicialmente
por Fritz Hommel (1854–1936). El término proviene del nombre
que Heródoto usó para referirse al reino de Urartu. La conexión
entre las lenguas caucásicas del Nordeste y las lenguas caucásicas
norcentrales se basó en similaridades fonéticas y gramaticales,
tales como el alineamiento morfosintáctico de tipo ergativo.
Hoy en día sabemos que dichas similaridades podrían ser el
resultado de convergencia lingüística típica de un área lingüística
en formación. Por era razón las similaridades señaladas no
constituyen una prueba concluyente para demostrar la relación
filogenética. Peor aún, ninguna de las características señaladas
es exclusiva del área caucásica, por lo que ni siquiera puede
argumentarse que haya existido un contacto especialmente estrecho
entre las lenguas hurrita-urarteas y las lenguas caucásicas
septentrionales.
Posterioremente K. Ostir (1921, 1922), y A.
Svanidze (1937), G. Melikishvili (1965), I.M. Diakonoff y
S. A. Starostin (1986) retomaron la idea de Hommel tratando
de aportar evidencia léxica en favor de la hipótesis, ya que
la evidencia léxica y las correspondencias fonéticas regulares
son el único medio universalmente aceptado para probar un
parentesto filogenético.
Lo único seguro es que el hurrita está filogenéticamente
emparentado con el urartiano, formando la familia hurrito-urartiana.
Un pasaje en hurrita en las cartas de Amarna – que usualmente
están escritas en acadio, la lingua franca de ese tiempo–
señala que la familia real de Mitanni también solía hablar
hurrita.
Hurrita es el nombre que se usa por lo general
para el idioma de los hurritas, un pueblo que llegó al norte
de Mesopotamia alrededor del 2300 a. C. y que prácticamente
había desaparecido hacia el 1000 a. C. El hurrita fue el idioma
del reino Mitanni en Mesopotamia Septentrional y probablemente
se habló al menos al comienzo de los asentamientos hurritas
en Siria. Se cree que los hablantes de este idioma llegaron
de las montañas de Armenia y se expandieron por el sureste
de Anatolia y el Norte de Mesopotamia a comienzos del segundo
milenio antes de Cristo. Los centros más importantes donde
se hablaba era la capital Wassukanni y las ciudades Taite,
Nuzi, Qatna y Alalach, así como la capital del reino hitita,
Hattuša.
El hurrita de la carta de Mitani se diferencia
claramente de los textos de Hattuša. También hay diferencias
en la morfología. Aun así, se asume que los diferentes dialectos
pertenecían a la misma lengua. Se sabe de una lengua mezclada
entre el hurrita y el acadio en Nuzi, una ciudad en la provincia
de Mitani de Arrapha y en Qatna en Siria.

Los textos más antiguos que se tiene del hurrita
son nombres de personas y topónimos del final del tercer milenio
antes de Cristo. Los primeros textos son del tiempo del rey
Tishatal de Urkesh (comienzos del segundo milenio a. C.).
Los arqueólogos hallaron numerosas épicas, juramentos, textos
de predicciones y cartas en Hattuša, Mari, Tuttul, Babilonia,
Ugarit y otros sitios. Sin embargo, el texto más importante
para entender el idioma ha sido una larga carta (la carta
de Mitani) que se halló en Amarna, Egipto. El rey hurrita
Tushratta la había escrito al faraón Amenhotep III. A partir
del siglo XIV a. C. comienzan a penetrar al territorio hurrita
desde el norte y oeste los hititas y algo después desde el
este y el sur los asirios hasta que ambas potencias terminaron
por dividirse por completo el territorio hurrita.
Las invasiones de los pueblos del mar en el
siglo XII a. C. llevaron a más cambios políticos. Otros idiomas
escritos como el hitita y el ugarítico se extinguieron. A
partir de ese tiempo solo hay indicios del hurrita en nombres
de personas y topónimos que se hallan en textos en acadio
o en urarteo. Es por eso que no se sabe si el hurrita aun
existió un tiempo más como idioma hablado.
El único idioma del que se conoce una conexión
clara con el hurrita es el antiguo artaico, un idioma que
se habló a comienzos y mitad del primer milenio antes de Cristo
en un territorio que iba del lago de Sewan, al lago de Van
y al lago de Urmia. Se han sugerido relaciones con otros idiomas
como el eteochipriota, sobre el chipriominoico así como sobre
el casita. También se considera posible una relación con los
idiomas del noreste del Cáucaso, aunque esto no se ha podido
probar. La razón estriba en la gran variedad de esta familia,
lo que dificulta la reconstrucción del idioma madre. Además,
es difícil comparar una familia lingüística extinta hace unos
2500 años con una de la que no hay registros tan antiguos.
Un batiburrillo de culturas extintas y un enigma
casi imposible de descifrar.
En el territorio de la actual Turquia
Tras el kurdo se situa en tercer lugar el zazaki, con 1,6
millones de hablantes estimados (aunque otros estudios bajan
su número a poco mas de un millón), usado principalmente
en las provincias del centro y sureste de Anatolia. El cuarto
idioma mas hablado del país euroasiático es
el circasiano, originario del Cáucaso y usado por aproximimadamente
un millón de personas que viven en provincias como
Kayseri, Samsun, Amasya y Corum; una de sus varientes es el
adygue, empleado por una población estimada en 278.000
personas.
El árabe es junto con el búlgaro -que tiene
300.000 hablantes en Turquía- una de las lenguas "importadas"
más empleadas: se estima que lo hablan unas 500.000
personas principalmente en ciudades fronterizas con Siria
en el sureste del país.

Otras lenguas cuyo número de usuarios es menor y
por tanto corren peligro de desaparecer son el armenio (40.000
hablantes), georgiano (40.000), laz (30.000), domari (28.000),
romaní balcánico (25.000), serbio (20.000),
albanés tosco (15.000), abaza (10.000), griego póntico
(4.500), griego continental (4.000), abjasio (4.000), turoyo
(3.000), cremotártaro (2.000), uzbeco meridional (1.900),
kirguizo (1.000), hérrtevin (950) o el turkmeno (900).
Algunos como el ubijé o el siriaco se consideran
extintos. Este último se usa con fines litúrgicos
y vive un cierto resurgimiento.
Destaca el caso del ladino, conocido también como
judeo-español y hablado por unas 10.000 personas. Es
el idioma hablado por los descendientes de los sefardiees,
los judios que vivian en España hasta su expulsión
por los Reyes Católicos a finales del siglo XV, y que
el Imperio Otomano acogió en su territorio. Se trata
de una lengua muy peculiar con raíces en el castellano
de la Edad Media, pero que con el paso de los siglos ha tomado
préstamos como es lógico de otras lenguas mediterráneas
como el hebreo, el turco o el griego.

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