Hace 50 años, soldados británicos se desplegaban
por primera vez en Irlanda del Norte, después de tres días
de violentos disturbios en el bastión católico de Londonderry.
La operación "Banner", inicialmente diseñada como una intervención
limitada, duró 38 años, convirtiéndose en la operación más
larga en la historia del ejército británico. Londonderry,
única ciudad de Irlanda del norte de mayoría católica, ya
había sido escenario de disturbios en octubre de 1968, tras
la represión de la policía de una manifestación en favor de
los derechos civiles. El 12 de agosto de 1969, la ira estalló
de nuevo con ocasión de una tradicional marcha protestante
organizada cerca de gueto católico del Bogside. Durante tres
días y dos noches, se produjeron violentos enfrentamientos
entre la policía, apoyada por activistas protestantes, y los
católicos, principalmente jóvenes, refugiados detrás de barricadas.
La agitación se extendió a otras siete ciudades, entre ellas
la capital de provincia, Belfast, donde los primeros muertos
fueron reportados el 15 de agosto. Superado, el gobierno de
Irlanda del Norte lanzó, el 14 de agosto, un pedido de ayuda
al primer ministro británico, Harold Wilson. El mismo día,
300 soldados británico llegaron a Londonderry. En el momento
más fuerte de su presencia, cerca de 30.000 fueron desplegados
en Ulster.

Soldados arrestan a un hombre durante el toque
de queda en julio de 1970.
En un primer momento, los católicos de Londonderry
reservan una "acogida calurosa a los soldados británicos"
y celebraron "cantando y bailando" el retiro de la policía,
acusada de estar del lado de los protestantes, según testimonios
de periodistas de la AFP en el lugar hace medio siglo. Pero
la opinión pública cambió rápidamente y el ejército británico
fue a su vez acusado de parcialidad en favor de los protestantes.
El año de 1970 vio la aparición del IRA "provisional", nacido
de las cenizas del antiguo Ejército Republicano Irlandés,
cuya guerrilla había conducido en 1921 a la partición de la
isla en una república independiente al sur y una provincia
del Reino Unido en el norte. La organización clandestina lanzó
una campaña de atentados contra las fuerzas de la Corona,
matando a un primer soldado en febrero de 1971. En el campo
unionista, las milicias de extremistas protestantes responden.

Típica estampa en Ulster.
El domingo 30 de enero de 1972, paracaidistas
británicos dispararon contra una manifestación pacífica de
católicos en Londonderry, dejando 14 muertos. Tres días después
de ese "Domingo sangriento", la embajada británica en Dublín
fue reducida a cenizas por una multitud enardecida. El 24
de marzo, el gobierno británico suspendió las instituciones
de Ulster e impuso su administración directa. En 1974, el
IRA extiende sus ataques mortíferos a Gran Bretaña. Los atentados
en los bares de Guilford, Woolwich y Birmingham dejaron una
treintena de muertos. El 27 de agosto de 1979, la organización
golpea por primera vez a la familia real: Lord Mountbatten,
primo de la reina Isabel II y último virrey de las Indias,
fue asesinado por una bomba colocada en un barco en el noroeste
de Irlanda. El mismo día, 18 soldados británicos murieron
en Ulster.
El 10 de abril de 1998, después de años de difíciles
negociaciones, Londres, Dublín y los dirigentes leales y separatistas
nord-irlandeses firmaron en Belfast un acuerdo de paz apoyado
por el IRA. El acuerdo del "Viernes Santo" puso fin a un conflicto
que dejó más de 3.500 muertos. En 2005, el IRA ordenó el desmantelamiento
de su arsenal, y Reino Unido redujo progresivamente el número
de sus soldados. La operación Banner finalizó oficialmente
el 31 de julio de 2007.
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El acto de conmemoración, organizado por la
Asociación de veteranos de Irlanda del Norte, contempló un
desfile militar y una ceremonia religiosa. Las autoridades
desplegaron a decenas de agentes y perros policías para garantizar
la seguridad del acto. Este sábado se cumplen 50 años del
despliegue de 300 soldados británicos a Irlanda del Norte,
por primera vez en la historia de este territorio británico
en el norte de la isla de Irlanda, después de tres días de
disturbios en el feudo católico de Londonderry. La operación
"Banner", planeada inicialmente como una corta intervención,
duraría 38 años, lo que la convertiría en la acción más longeva
en la historia del ejército británico, con el balance de 722
soldados muertos. En los años más conflictivos, llegaron a
haber 30.000 soldados británicos en territorio norirlandés.
Nota de prensa, Abril 2021:
“Un día el Reino Unido cometerá un error de
bulto que dará pie a la reunificación de la isla”, dijo Eamon
de Valera, considerado el padre de la patria irlandesa, el
equivalente de George Washington, Benjamin Franklin o Thomas
Jefferson en Estados Unidos. ¿Habrá sido el Brexit ese error?
El pavor de la comunidad unionista y protestante
a que los seis condados del Norte se integren en la República
es el factor X detrás de los disturbios de la provincia, que
anoche volvieron a repetirse y han sido calificados como “los
más graves en más de una década”, con medio centenar de policías
heridos, coches y autobuses quemados. Después de varios noches
de batallas campales entre jóvenes lealistas y las fuerzas
del orden, lo inevitable ha ocurrido por fin y los nacionalistas
se han sumado al lanzamiento de piedras y cócteles molotov.
En la Asamblea de Stormont (Parlamento norirlandés),
reunida con carácter de emergencia, todos los partidos hicieron
un llamamiento a la calma, al igual que los gobiernos de Londres
y Dublín, custodios de la paz en el Ulster. Pero las esperanzas
de que la violencia se desvanezca a corto plazo son escasas.
Los unionistas, dentro de una campaña de desobediencia civil,
han convocado para los próximos meses desfiles extraoficiales,
no regulados por el comité que los autoriza, y que siempre
son una fuente de tensión porque provocan a los católicos
pasando por delante de sus casas encapuchados o vestidos de
naranja (el color protestante, en homenaje al rey Guillermo
de Orange), haciendo sonar sus gaitas y tambores.

La policía corta una de las calles de Belfast
mientras un autobús quema a lo lejos, una imagen que nos devuelve
a los tiempos de los troubles
La madrugada del día 1 cambió el tono
de los disturbios. Desde un lado y otro del “muro de la paz”
de Lanark Way (un mamotreto de acero que separa el barrio
unionista de Shankill del republicano de Springfield Road),
seiscientos jóvenes de ambos bandos arrojaron cócteles molotov
y todo tipo de explosivos, en una guerra tripartita entre
ellos y la policía que acabó con un fotógrafo del Belfast
Telegraph herido leve y el secuestro de un autobús al que
los vándalos prendieron fuego. A nadie le sorprendería que
esta sea la tónica de los próximos meses.
La maldición del Ulster ha alcanzado por fin
a las nuevas generaciones de la provincia, adolescentes y
jóvenes de hasta treinta años que no vivieron los troubles
, una guerra civil encubierta que duró tres décadas, nacieron
después de los acuerdos del Viernes Santo y ahora están siendo
azuzados por sus mayores (padres, tíos, abuelos...) a incorporarse
a “la lucha”. Sobre todo los más próximos a grupos paramilitares
lealistas, que acusan a Londres de querer cancelar su identidad
británica y quedarse de brazos cruzados mientras los católicos
avanzan hacia la mayoría demográfica y, eventualmente, la
reunificación. Quieren que sus descendientes estén condenados
a la misma vida de odio y violencia que tuvieron ellos. Entre
las causas de los disturbios figuran el disgusto de los protestantes
con el Brexit y la creación de una frontera en el mar de Irlanda,
y los retrasos en la llegada de paquetes y mercancías desde
el resto de Gran Bretaña. Pero la más importate es la sensación
de que su predominio y los tiempos en que podían discriminar
tranquilamente a los nacionalistas han pasado a la historia.
Que ahora la balanza se inclina en todo caso
del lado contrario, una comisión les dice cuándo y cómo pueden
desfilar, un católico es jefe de la policía, organiza redadas
contra los paramilitares lealistas implicados en el tráfico
de droga y otras actividades criminales, y en cambio hace
la vista gorda cuando los dirigentes del Sinn Féin acuden
a un funeral sin guardar la distancia social. Un siglo después
de la fundación de Irlanda del Norte, se sienten ciudadanos
de segunda clase, el resto de británicos son indiferentes
a su fortuna y el mundo que conocían se viene abajo, como
el de Scarlett O’Hara en Lo que el viento se llevó.

El Ulster vive los mayores disturbios en una
decada.

Los disturbios volvieron por séptima noche consecutiva
la madrugada del 9 a las calles de Belfast y la policía se
vio obligada a usar cañones de agua para dispersar a militantes
unionistas congregados en Sprinfield Road, cerca de donde
los produjeron los altercados del miércoles. Desde Washington,
el presidente Joe Biden expresó - a través de su portavoz
Jen Psaki- su "preocupación por la violencia en Irlanda del
Norte" y expresó su apoyo a "la seguridad, la prosperidad
y la paz" ante las crecientes tensiones entre unionistas y
republicanos.
Los "muros de la paz" de Belfast han sido escenario
de los mayores enfrentamientos entre unionistas y republicanos
de los últimos años, con 55 policías heridos en los disturbios
que duran ya una semana. La situación alcanzó el clímax en
la noche del miércoles. 600 simpatizantes de ambos bandos
protagonizaron los disturbios, y un grupo de enmascarados
secuestró un autobús sin viajeros y lo lanzó envuelto en llamas
por la emblemática Shankill Road, en una incendiaria secuela
del conflicto del Ulster. La noche de fuego acabó con el lanzamiento
de cócteles Molotov en el cruce de Lanark Way y la agresión
contra un fotógrafo de 'The Belfast Telegraph'. La capital
de Irlanda del Norte vivió la noche más intensa de enfrentamientos
en las calles, tras las protestas iniciadas por la decisión
de la fiscalía de no actuar contra los 1.500 asistentes al
funeral del ex miembro del IRA Bobby Storey, en violación
de las restricciones de la pandemia.
"La escala de la violencia que estamos viendo
no se había producido en Belfast en muchos años", admitió
el subcomisario jefe Jonathan Roberts. "Todo apunta a que
ha habido organizaciones paramilitares en la planificación
de los disturbios". Varios grupos unionistas vinculados a
las milicias paramilitares anunciaron de hecho su "renuncia"
al apoyo del Acuerdo de Paz en Irlanda del Norte a principios
de marzo y en una carta dirigida al "premier" Boris Johnson.
El así llamado "Consejo de Comunidades Lealistas" (LCC) representa
a milicias aún activas como el Ulster Voluntary Force (UVF),
Ulster Defense Association (UDA) o Red Hand Commando (RHC),
que han encontrado un nuevo enemigo en el Protocolo de Irlanda
contenido en el acuerdo del Brexit.

Boris Johnson optó por el Brexit, ahora
vemos una de las consecuencias.
El malestar creado desde enero, con la implantación
de controles aduaneros entre Irlanda del Norte y el resto
del Reino Unido por el Brexit, ha contribuido también a una
escalada de la tensión y ha sacado a la calle a los grupos
paramilitares unionistas. El "premier" Boris Johnson y el
"taoiseach" irlandés Micheál Martin pidieron al unísono "el
fin de la violencia" e hicieron una llamada conjunta al "diálogo".
La ministra principal Arlene Foster, criticada por haber alimentado
la ira unionista con su oposición al Protocolo de Irlanda
y con las críticas a la policía por su doble rasero, hizo
finalmente un llamamiento a la población y convocó una reunión
de urgencia de su gabinete y de la Asamblea de Stormont este
jueves. "No hay justificación para la violencia", escribió
en twitter Foster, líder del Partido Democrático Unionista
(DUP). "Lo que estamos viendo no representa al unionismo.
Estas protestas son una humillación para Irlanda de Norte
y solo sirven para desviar la atención sobre los auténticos
violadores de la ley de Sinn Fein".
"La violencia, los ataques a la policía y la
manipulación de los jóvenes deben parar", proclamó la líder
local de Sinn Fein y viceministra principal Michelle ONeill.
Los acuerdos de paz del Viernes Santo obligan a unionistas
y republicanos a formar gobiernos de unidad, pero las tensiones
entre las dos líderes han ido a más desde que la propia ONeill
decidió sumarse al controvertido funeral por el ex militante
del IRA. La chispa que provocó las protestas fue precisamente
la decisión de la fiscalía de no emprender acciones legales
contra los 24 miembros de Sinn Fein que asistieron al multitudinario
funeral de Bobby Storey, que congregó a 1.500 personas el
30 de junio del 2020 en pleno confinamiento. Los disturbios
arrancaron hace una semana en Belfast y en Derry y se propagaron
por localidades como Newtownabbey y Carrickfergus. La policía
actuó como muro de contención entre las facciones unionistas
y republicanas, y más de 40 agentes tuvieron que ser asistidos
por heridas de diversa consideración durante el fin de semana.
En contraste, solo hubo una decena de detenidos (entre ellos,
un menor de 13 años).

Belfast (del irlandés Béal Feirste que significa
El vado arenoso en la desembocadura del río) es una ciudad
del Reino Unido, capital y ciudad más grande de Irlanda del
Norte y la segunda de toda la isla de Irlanda, después de
Dublín.
El comisario-jefe de la policía de Irlanda del
Norte, Simon Byrne, se ha convertido también en blanco de
las críticas por la incapacidad para contener los disturbios.
La ministra principal Arlene Foster se había negado a hablar
con él hasta el jueves, cuando compareció ante los representantes
de todos los partidos políticos en el pleno de urgencia de
la Asamblea de Stormont. "Creíamos que esas escenas habían
quedado confinadas a la historia; es necesaria la calma en
los dos lados antes de se produzca una tragedia", podía leerse
en la cuenta de twitter de la Federación de Policía local,
en referencia a las imágenes del autobús incendiado (el conductor
logró escapar a tiempo) y de los enfrentamientos entre las
dos facciones a pedradas y con cócteles Molotov.
"Estoy profundamente preocupado por las escenas
de violencia en Irlanda del Norte, especialmente por los ataques
a la policía, a un conductor de autobús y a un periodista",
declaró Boris Johnnson. "La manera de resolver las diferencias
es a través del diálogo, y no a través de la violencia y la
delincuencia". Johnson envió a Belfast a su ministro para
Irlanda del Norte Brandon Lewis, que se reunió con Arlene
Foster y Michelle ONeill este jueves por la tarde. El primer
ministro irlandés Micheál Martin hizo una llamada desde Dublín
a "la calma y el entendimiento" entre las fuerzas políticas
del norte.
El líder de la oposición laborista, Keir Starmer,
pidió entre tanto a Johnson que tome personalmente cartas
en el asunto y convoque una reunión urgente con todos los
partidos. Starmer aseguró que no hay justificación de la violencia,
pero reconoció que "hay preocupaciones en Irlanda del Norte
sobre el Brexit y sobre las promesas incumplidas por el primer
ministro".
"El Brexit lleva alimentando las tensiones desde
hace meses", declaró por su parte Naomi Long, secretaria de
Justica en Irlanda del Norte y líder del moderado Partido
de la Alianza, que acusó a Johnson de haber sido "deshonesto"
con el impacto de la salida de la UE. "El Brexit ha sido impulsado
por miembros del Gobierno más interesados en su propio ascenso
que en la decepción que podían causar en Irlanda del Norte".
Naomi Long, nacida en 1971, en pleno fragor del conflicto
que se cobró más de 3.000 víctimas, admitió su alarma y frustración
ante las escenas vividas esta semana: "Lo más deprimente ha
sido ver a niños de 12 o 13 años participando en los disturbios.
Están siendo incitados al enfrentamiento violento por los
adultos, y eso equivale a abuso de menores".

10 películas sobre el IRA y el conflicto de
Irlanda del norte:

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