"Es extremadamente inteligente para la NBA".
Así hablaba un ejecutivo de una de las franquicias que se
interesó por un tal Jaylen Brown antes del draft de 2016.
Un chico que copado los medios del mundo, y no por su juego
en la pista, sino por liderar una manifestación contra el
presunto asesinato racial de George Floyd a manos de la policía
estadounidense en Mineápolis. Pero, ¿quién es realmente Jaylen
Brown? Quienes lo conocen lo ven como un joven con una gran
educación, muy diferente a lo establecido, con mucha inquietud
por lo desconocido y que siempre ha apostado por sus estudios
antes que por el deporte. Todo ello a pesar de convertirse
en las dos últimas temporadas en una de las piezas claves
de Boston Celtics con solo 23 años y ser el vicepresidente
más joven de la historia del sindicato de jugadores (NBPA).
Van Heen, profesor de su universidad, recordaba
cómo Brown le pidió en su primer y único año en el college
asistir a su clase para realizar una materia que estaba dirigida
únicamente para los alumnos del máster de estudios culturales
en educación deportiva. "Creía que no, pero consiguió el permiso
y nunca se perdió una sola sesión", confesaba. A una edad
muy temprana fue capaz de escribir un ensayo de 20 páginas
en el que argumentaba que la sociedad empujaba a los niños
que destacan por sus cualidades y condiciones físicas hacia
la práctica deportiva aun a riesgo de perjudicar su desarrollo
intelectual. ¿Una idea de lo que estaba sufriendo y no iba
a aceptar? "Lo que aprendí en esa clase me acompañará el resto
de mi vida", explicaba. "Para mí y mi familia, la educación
es algo fundamental".
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El jugador de los Boston Celtics lucha a sus
23 años con acabar con la etiqueta de que por ser un jugador
de baloncesto solo vales para eso, nada más. "Cada vez se
acepta más, pero aún es muy habitual seguir oyendo comentarios
del tipo: 'cállate, solo eres un jugador de baloncesto', cada
vez que un jugador expresa su opinión sobre, por ejemplo,
Donald Trump. Quiero ayudar a cambiar esa noción". En el intento
por cambiar esa percepción, el escolta o alero de los Celtics
fue noticia este fin de semana tras conducir durante 15 horas
desde Boston hasta Atlanta para ponerse al frente de la manifestación,
megáfono en mano y pancarta con el lema ‘no puedo respirar’.
"Conduje 15 horas para llegar a Georgia, mi comunidad", admitió
el jugador de la NBA. "Una protesta pacífica. Ser una celebridad,
ser un jugador de la NBA no me excluye de ninguna conversación.
Primero y ante todo soy un hombre negro y soy miembro de esta
comunidad", señaló un Jaylen que, para quien lo conoce, no
le ha pillado por sorpresa esta reacción. El joven de 23 años
es muy diferente a lo habitual que te puedes encontrar en
la NBA y por muchos es considerado como el cerebrito de la
liga. Un apasionado del ajedrez, con inquietudes, inteligencia
y que siempre ha apostado por el conocimiento por encima del
deporte.
Su abuelo le enseñó a jugar al ajedrez cuando
era niño y desde entonces nunca ha dejado de hacerlo. Hasta
fue capitán del equipo en su instituto. "Se puede comparar
a la vida real", explicaba. Además cursó una asignatura optativa
de ajedrez durante su estancia en la Universidad de California.
"Cuando entré en el aula la gente se me quedó mirando como
si me hubiese equivocado de clase", detallaba en una muestra
más de que por su estatus no era especialmente bien recibido
dependiendo en que lugares. Otro motivo más por el que lucha
contra estas injusticias raciales en su país.

Jaylen Brown lideró una manifestación por el
asesinato de George Floyd.
Jaylen Brown, en otro orden de cosas, es vegano
por lo que ha tenido algún problema en Boston con sus nutricionistas
del equipo. Destaca también por su interés en aprender siempre
cosas nuevas, como su continuo estudio de la lengua española,
de historia, y la práctica de la meditación y la filosofía.
De hecho, su cuenta de Instagram contiene bastantes frases
motivacionales, algo muy inusual en un chico de 23 años que
es millonario, tiene la vida bien encaminada y juega en la
mejor liga de baloncesto del mundo. Un estilo de vida distinto
que llegó a ponerle trabas en su llegada a la NBA. Algunos
equipos desecharon la opción de draftearle por ser demasiado
inteligente.
En un artículo en 'The Undefeated' el ayudante
de un general manager de un equipo NBA un mes antes de la
celebración del draft 2016 analizaba la situación de Brown
y explicaba por qué algunas franquicias no apostaban por él
a pesar de su enorme talento para el baloncesto. "Es un chico
extremadamente inteligente. Una persona con inquietudes en
todo. Es tan inteligente que llegaba a intimidar a algunos
equipos. Quiere saber por qué está haciendo algo en lugar
de simplemente hacerlo. No creo que esto sea algo malo, pero
es una forma de cuestionar la autoridad. Hay ciertos entrenadores
de la vieja escuela que no quiere que se les cuestione". Unos
comentarios que levantaron cierta polémica en su día. Corrió
la idea de que al ser la mayoría de directores deportivos
y entrenadores de la liga blancos, no les haría gracia tener
que lidiar con que un afroamericano como Brown les plantara
cara en algún momento en el vestuario.
Su llegada a la NBA también fue diferente a
la del resto. Ya en su adolescencia Brown había preferido
el nivel académico de la Universidad de Berkeley, en California,
a universidades más destinadas a la preparación baloncestística.
Otras por las que los jugadores de un buen nivel en el instituto
apuestan para desarrollar su carrera. Aún así él supor compaginar
su trabajo con su hobbie y pudo crecer en el baloncesto hasta
colarse en el draft.
En sus primeros contactos con la NBA no quiso
tener un agente. Le bastó con un pequeño grupo de asesores
para tomar sus propias decisiones. “Tengo a exjugadores de
la NBA y profesores con doctorados a mi alrededor ayudándome
y aconsejándome. Gente que sabe de lo que habla y lo que hace",
explicaba. "Me ayudan a construir mi propia marca". Aún así
esos padrinos no eran nada malos. Estaba el propio Shareef
Abdur-Rahim o todo un hall of famer como Isiah Thomas. "Es
una de mis personas favoritas. Aprendo mucho cada vez que
hablo con él", decía Thomas de Brown.

En su carrera baloncestística ha ido creciendo
a pasos agigantados. Brown, con tal solo 21 años, empezó a
asombrar a todo el público de la NBA. En 2017 vivió su noche
más especial en la liga en un partido contra los mejores en
ese momento, los Golden State Warriors. Horas antes del choque,
Jaylen fue informado de una dura noticia. Su mejor amigo,
Trevin Steede, había fallecido en Atlanta. En ese momento
no se veía capacitado para juGar uno de los mejores partidos
de la temporada, y Brad Stevens estaba dispuesto a dejarlo
fuera. Pero una llamada de la madre y la familia de la víctima
le hizo cambiar de opinión y salir a jugar en su honor. Demostró
su casta y consiguió 22 puntos, más que nadie en su equipo,
y 7 rebotes para remontar y conseguir la victoria ante los
Warriors. Tras el partido Irving le dio la pelota y le dijo
“Esta va para Trevin”.
Un gesto y una implicación que sin duda hacen
más grande la figura de Brown como persona y le han hecho
crecer como jugador a lo que es hoy en día. En la actualidad
la NBA está parada por el brote de coronavirus, pero Brown
volvió a firmar con los Celtics un contrato de poco más de
100 millones de euros que durará hasta la temporada 2023–24.
Está promediando 20.3 puntos por partido y logró el 28 de
diciembre de 2019 contra los Cleveland Cavaliers 34 puntos,
su puntuación más alta. El mejor ejemplo de como lidiar con
una vida de estrella de la NBA, sin perder la cabeza por la
juventud y el dinero. Para Brown la vida es mucho más que
simple baloncesto y lo demuestra con cada acción tanto dentro
como fuera de la pista. Su lucha en busca de justicia por
el asesinato de George Floyd es solo un ejemplo más.

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Bill Russell, Kareem Abdul-Jabbar, Craig Hodges,
Stephen Jackson, LeBron James, Stephen Curry, Jaylen Brown.
Esta sucesión corresponde a algunos de los jugadores de la
NBA más implicados en el conflicto racial a lo largo de las
últimas décadas, desde los sesenta hasta hoy. ¿Nota cierto
bajón de calidad en los activistas de los ochenta y los noventa?
Podríamos llamarlo 'The Jordan Gap'.
Jordan, el equidistante: Cerró la puerta a hablar de
racismo, pero LeBron la reabrió. El silencio de Jordan
en los 90 creó una burbuja de deportistas apolíticos.
Ahora se manifiesta por primera vez tras una revuelta
racial, a rebufo de una NBA mucho más politizada |
El conflicto racial está presente en la NBA
desde que Bill Russell —a quien le negaban el servicio en
los restaurantes cuando era una estrella de la liga— pusiera
una nota de color en los blanquísimos Celtis de finales de
los cincuenta hasta esta misma noche, cuando un nuevo abuso
policial contra la población negra de Estados Unidos ha hecho
levantar la voz a estrellas como Lebron James, Jaylen Brown,
Pau Gasol o Karl Anthony-Towns, pero también a exjugadores
del nivel de Allen Iverson, Dwayne Wade o Stephen Jackson.
El abrumador consenso ha servido para que Jordan,
el mejor jugador de todos los tiempos, abra la boca por fin.
Primero se limitó, como tantas otras veces, a retuitear una
campaña publicitaria de Nike. Ayer, a última hora de la noche
y ante la presión en las redes sociales, Jordan ahondó un
poco más en la defensa de George Floyd. En un comunicado escueto,
Jordan mostró su faceta menos vista, la de líder inclusivo:
"Nuestras voces, unidas, tienen que presionar a nuestros líderes
para cambiar las leyes o, de lo contrario, usaremos nuestro
voto para crear un cambio en el sistema", escribe Jordan.
Por ponerlo en contexto, la adhesión de Jordan a esta causa
llega una semana después de la muerte de George Floyd, y también
de que hayan tomado partido antes Pau Gasol, Evan Fournier,
Marcin Gortat, Meyers Leonard o Steve Kerr... que ni siquiera
son negros.
Jordan se moja por primera vez, a rebufo de
una NBA mucho más politizada que en la que él reinó una vez,
gracias al camino que abrieron otros. El mismo Jordan que
no dijo una sola palabra sobre Rodney King, habla ahora sobre
George Floyd. Jordan contra Jordan; Lebron James marca ahora
el camino a seguir.
El exitoso documental 'The Last Dance', de Netflix,
ha vuelto a poner bajo el foco la figura de Jordan, con sus
grandes vicios y enormes virtudes, pero pasa de puntillas
por una cuestión clave para comprender al personaje: su equidistancia.
El asunto viene de lejos. El jugador se crio en Carolina del
Norte, cuyo senador histórico, el republicano Jesse Helms,
tenía un amplio historial de declaraciones racistas. En 1989,
el afroamericano Harvey Gantt disputó el puesto a Helms, pero
Jordan rehusó respaldar públicamente su intento de convertirse
en el primer senador afroamericano por Carolina del Norte.
Ni siquiera los ruegos de su madre le convencieron:
según su versión, Jordan no conocía lo suficiente a Gantt
y, por tanto, no podía avalar su candidatura. En ese contexto,
Jordan dijo en privado cinco palabras que le persiguen hasta
hoy: "Los republicanos también compran zapatillas".
El abrumador silencio de Jordan, fruto de los
ultrapatrocinados años noventa, provocó que cuando Abdul-Jabbar,
máximo anotador de la historia de la liga, quiso pasar la
antorcha del activismo racial, solo encontró para recogerla
la mano de Craig Hodges, un escolta que no fue titular en
ninguno de los seis equipos en los que jugó. Tuvo que retirarse
a los 31 años, poco después de que le entregase una carta
al presidente Bush donde expresaba su descontento con sus
políticas para minorías, porque ningún equipo se interesó
en ficharlo. Jordan marcó una nueva pauta de comportamiento
en la NBA: si quieres hacer mucho dinero, cierra la boca.

Jordan se abrió a la publicidad desde el comienzo
de su carrera.
"Podemos decir que, igual que Russell y Kareem
abrieron la puerta para que el resto de jugadores negros reivindicasen
sus derechos, Jordan abrió la puerta a no decir nada", dice
Quique Peinado, periodista especializado en baloncesto. "Jordan
nunca había tenido una gran conciencia racial. En el documental,
cuenta que sufrió muchos episodios de racismo de pequeño,
y que su respuesta siempre fue la huida. Nunca habla de confrontación
o de liderar un movimiento para proteger sus derechos, su
enfoque vital pasa por huir del racismo".
Aunque ahora se recuerda la figura de Bill Russell
con admiración y profundo respeto, no solo entre los jugadores
negros, en su momento Russell fue uno de los jugadores más
odiados de la liga. Fue abucheado en cada cancha de Estados
Unidos, muchos rivales le negaron el saludo e incluso una
noche fans de su equipo entraron en su casa, destrozaron el
mobiliario, la llenaron de pintadas racistas e incluso defecaron
en su cama. Mientras estuvo en activo, "Jordan siempre fue
un pusilánime en los aspectos políticos y sociales. Al respecto,
corría cero riesgos con cualquier cosa que pudiera poner en
peligro su fama o su fortuna", dice Peinado.
Pero quizá el pronunciamiento de Jordan sobre
George Floyd llegue tarde. Retirado hace 20 años y propietario
de uno de los equipos de la NBA, el momento de alzar la voz
para el 23 quedó atrás. Tuvo su mejor oportunidad el 6 de
marzo de 1991, cuando una cadena local de Los Angeles emitió
unas imágenes que darían la vuelta al mundo: cuatro policías
de la ciudad apalizando con porras a Rodney King, un joven
negro acusado exceso de velocidad. Mientras estaba en el suelo,
King recibió 33 golpes de porra y 7 patadas de los agentes.
Un año después, un jurado compuesto mayoritariamente
por blancos absolvió a los cuatro policías. Esto desencadenó
revueltas raciales por todo el país que terminaron con 54
muertos y más de 200 heridos que sirvieron, al menos, para
que se volviese a juzgar a los agentes y dos de ellos fueran
condenados. Jordan, por entonces el deportista más famoso
del mundo, no dijo una palabra. "Fue escandaloso que Jordan
no dijera nada sobre Rodney King. Silencio con toda la sociedad
estadounidense conmocionada con las imágenes de brutalidad
policial y los disturbios en Los Ángeles", dice Jacobo Rivero,
escritor y exentrenador de la cantera de Estudiantes, "y en
la NBA nadie dijo prácticamente nada sobre esto, salvo jugadores
como Craig Hodges, que compartía vestuario con Jordan. El
entonces comisionado de la NBA, David Stern, había vinculado
el baloncesto NBA con el 'hip hop', como una nueva moda 'cool',
pero a partir de lo de Rodney King se activaron curiosamente
los códigos de vestimenta en la NBA, porque Stern no quería
que los jugadores parecieran salidos de un grupo de 'gangsta
rap'...".
Continúa Rivero explicando 'The Jordan Gap':
"Es un símbolo de esa época, que coincide con la primera Guerra
del Golfo, la de la derrota de la generación más implicada
políticamente, la que salía en 'El gran Lebowski'. El mirar
hacia otro lado. Jordan fue el primer hombre marca, con las
Air Jordan, lo que implícitamente iba acompañado de evitar
la política entonces. Jordan se parece más a O. J. Simpson
en ese sentido. Las estrellas no eran bienvenidas a la política".
Nike siempre ha sido el mayor patrocinador de Jordan,
tanto financiera como comercialmente. El gigante de
la ropa deportiva le ha pagado un estimado de US$1.300
millones por el conteo de Forbes desde que firmó su
primer acuerdo con Jordan en 1984, y ha ayudado a convertirlo
en un ícono cultural.

El Swoosh ha sido prácticamente sinónimo
de Michael Jordan. “His Airness” sigue siendo la mayor
inversión de Nike, por no mencionar la más lucrativa,
de todos los tiempos. Lo que comenzó como un contrato
inicial de cinco años y $ 250,000 que firmó en 1984,
que también marcó como el lanzamiento del zapato emblemático
de Jordan, se convirtió en un disruptor de la lesión
del zapato ahora conocida como la marca Jordan. El logotipo
Jumpman de Jordan se ha convertido en un negocio independiente
masivo, que recauda $ 3 mil millones en ingresos cada
año para Nike. MJ recauda alrededor de $ 100 millones
al año de Nike solo en regalías.
Gatorade o Hanes han sido otros patrocinadores.
Mucho antes de que las redes sociales
se convirtieran en el medio para respaldar el estilo
de vida, Gatorade salió a escena en 1991 al firmar con
Michael Jordan. MJ salía de su primer campeonato con
los Bulls y recibió un contrato por 10 años y $ 13.5
millones para ser el primer y único portavoz de celebridades
de la marca en ese momento. Era lo que necesitaba la
nueva compañía de bebidas deportivas, ya que Gatorade
pronto se convirtió en un nombre familiar después de
lo que muchos todavía consideran el mejor comercial
deportivo de todos los tiempos. Banner Gatorade lanzó
su campaña “Be Like Mike” el 8 de agosto de 1991, que
luego rompería el molde para todos los modelos de estilo
de vida. Casi tres décadas después, el comercial aún
resiste el paso del tiempo.
Antes de firmar con Gatorade en 1991,
Jordan tonteó con Coca-Cola en los años 80 a
través de varios comerciales. Se dice que el titán del
refresco se negó a darle a Jordan el contrato de siete
cifras y 10 años que estaba buscando. Quaker, dueño
de Gatorade en ese momento, aprovechó la oportunidad
y el resto es historia. Para colmo de males, los rivales
de Coca-Cola, Pepsi, compraron Gatorade varios años
después.

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"Sin duda Jordan es hijo de su tiempo", dice
Peinado, "de Reagan, el ultrapatrocinio y que por entonces
manifestarse políticamente no era tan sencillo como ahora.
Es cierto que estuvieron Bill Russell y Kareem, y en menor
medida Julius Erving, pero eran casos concretos, la liga no
solía decir nada. Sin lugar a dudas la actual es la NBA más
politizada. Es un fenómeno que comienza con LeBron posicionándose
en el caso de Travyon Martin y que no solo es él, sino una
camarilla de amigos que también tienen conciencia de clase
como Carmelo Anthony, Chris Paul... cada uno a su manera,
son jugadores que se han posicionado políticamente. Lebron
abrió la puerta a que Steph Curry decidiese, por ejemplo,
no acudir a la Casa Blanca en modo de protesta, de la misma
manera que Jordan abrió la puerta a que nadie se posicionase".
Son las dos caras del Jordan jugador: competitividad
extrema en la pista, escasa implicación fuera de ella.
La figura de Jordan, espoleada por campañas
de marketing nunca antes vistas, influyó no solo en la forma
de andar, vestir o jugar al baloncesto de medio planeta, sino
también a la hora de dejar la política para el ámbito privado.
Al respecto, hay una anécdota que no está en el documental
de Netflix, aprobado y supervisado por Jordan, y que sirve
para explicar algunos de sus rasgos de comportamiento. 1990:
Irak invade Kuwait. 1991: EEUU echa a Irak de Kuwait y penetra
en territorio iraquí. George Bush padre duda si recrudecer
la guerra —invadir Bagdad para derrocar a Sadam Husein— o
dejarlo estar. ¿Qué pasaba entonces en el vestuario de los
Chicago Bulls de Michael Jordan? Al entrenador Phil Jackson
—crecido en la cultura antiVietnam— no le gustaba un pelo
la invasión de Irak. Jackson preguntó a sus jugadores si EEUU
debía invadir Bagdad. Los más fogosos —Michael Jordan, Scottie
Pippen— dijeron que sí. Jackson contrargumentó posibles efectos
secundarios: los hijos de los iraquíes muertos cogerían tal
odio que acabarían haciéndose terroristas y "volando un rascacielos"
en EEUU. Tal cual. Jackson no mencionó las Torres Gemelas
(hubiera sido el colmo) sino la Torre Sears de Chicago, pero
como profecía no tiene desperdicio.
Michel Jordan es una de las figuras más preeminentes
que se están posicionando en las protestas contra el racismo
en Estados Unidos. El mítico exjugador de Chicago Bulls
y actual dueño de Charlotte Hornets ha señalado que este
camino emprendido tras el homicidio de George Floyd no
tiene vuelta atrás. "Hemos sido golpeados durante tantos
años. Te succiona el alma. No puedes aceptarlo más. Este
es un punto de inflexión. Necesitamos ponernos de pie.
Tenemos que ser mejores como sociedad con respecto a la
raza", ha señalado en una entrevista al 'Charlotte Observer'.
Jordan, que donará junto a su marca 100 millones de dólares
en los próximos diez años, apunta también a los que viven
con una cierta ventaja social. "No deberías sentirte mejor
que los demás porque creciste con más ventajas. El hecho
de que alguien haya crecido en un barrio pobre, no significa
que debas considerarlo como alguien que no es igual",
recordó, como uno de los grandes factores que influyen
en el racismo. En este sentido, Jordan señala directamente
una solución: invertir en educación. "Es la mejor forma
de vincularse con otras personas y es la mejor ruta para
ser mejor de lo que podemos ser. Si miras a este país,
es la mejor oportunidad para defenderte por tu cuenta.
Apoyar la oportunidad educativa, es un paso muy necesario
en la sociedad", pidió. |
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Este episodio figura en 'The Jordan Rules',
libro del periodista Sam Smith, que en 1991 reveló lo que
dosifica ahora el documental y ha abierto los ojos de muchos:
que Jordan no solo era el mejor jugador del mundo y una máquina
carismática de vender zapatillas, sino también un líder tóxico
por su competitividad obsesiva.
El libro de Smith —que contaba un año en la
vida de los Bulls— no era amable, aunque tampoco una demolición
de Jordan como se interpretó, porque la imagen del jugador
era entonces inmaculada. La marca de la estrella del básquet
sonriente y para todos los públicos valía miles de millones
de dólares. Jordan evitaba todo aquello que pudiera salpicar
su imagen/marca, ya fuera una declaración política o un texto
incisivo sobre su caprichoso manejo del vestuario. El jugador
estaba entonces en máximos de popularidad intachable. En ese
contexto, el libro de Smith cayó como una bomba.
Se lo contó Jerry Reinsdord, dueño de los Bulls,
a Sam Smih esos años: "A Jordan le preocupaba demasiado su
imagen". "Si Jordan era un producto de la sociedad de consumo
estadounidense, también era prisionero de la imagen que había
creado. Se convirtió en el portavoz más visible de los productos
de grandes marcas por su imagen impoluta. Era encantador,
de sonrisa fácil y halagadora. Su nombre nunca se había asociado
a ningún escándalo o hábito cuestionable", resumió Smith años
después en un nuevo prólogo del libro.
Sam Smith tiene ahora 72 años. Antes de dedicarse
a escribir sobre baloncesto, fue periodista político y de
investigación. Quizá por ello, cuando se puso a escribir un
libro sobre Jordan y los Bulls, fue bastante más allá de lo
que había hecho nadie hasta entonces. Dado que el periodista
trabajaba en el 'Chicago Tribune', que el libro generó una
enorme polémica y que Jordan era entonces dios, Smith se convirtió
en un apestado en su propia ciudad durante unas semanas. Pero
como diría José María García: el tiempo, ese juez supremo
que da y quita razones, ha acabado poniendo en su sitio a
Smith y a su libro, una de las grandes historias del periodismo
deportivo. Lo que cuenta ahora el documental de Netflix, lo
contó Smith sin filtros cuando Jordan estaba en plenitud de
sus poderes.
Mirando hacia atrás sin ira (y hasta con humor),
Smith recuerda para El Confidencial cómo vivió aquellos años
en los que fue la única voz discordante: "El libro fue muy
controvertido por muchos motivos. Salió al tiempo que Jordan
estaba envuelto en un escándalo de apuestas, que incluía un
fin de semana secreto de apuestas en lugar de ir a visitar
la Casa Blanca con los Bulls. El libro difería de su idílica
imagen publicitaria, y de su supuesto comportamiento perfecto
hacia sus compañeros de equipo. Así que mucha gente no se
creyó el libro. En Chicago decían que exponer rencillas entre
los jugadores era perturbador y haría que los Bulls no volvieran
a ganar".
El libro cubrió la temporada 90/91, el año que
los Bulls ganaron su primer anillo. Para no haber ganado ningún
título hasta entonces, Jordan ya se tomaba licencias inauditas
en el vestuario, como saltarse las charlas del entrenador
Phil Jackson antes de los partidos. ¿Sus motivos? Tenía que
ir a hacer... caca. No es broma en ninguno de los sentidos:
Jordan iba al baño de verdad, tenía la costumbre de hacer
de vientre antes de jugar, salvo que los demás jugadores,
tuvieran o no o ganas de hacer popó, sí asistían a la arenga,
según Smith.
Para el periodista, el problema de que su libro
fuese tan mal acogido tiene que ver con la versión idealizada
que la prensa deportiva había creado en torno a Jordan: "Muchos
fans de los Bulls se enfadaron debido a la narrativa esparcida
por algunos periodistas celosos y competitivos que decían
que yo había arruinado el equipo". Pero la racha de triunfos
no había hecho más que empezar y Jackson nunca ocultó que
Jordan recibía trato especial, igual que años después permitió
a Dennis Rodman irse de farra en plenos playoffs para desfogar.
Jackson es una especie de guerrero zen: su habilidad para
hacer equipos con estrellas de egos monstruosos está fuera
de toda duda: 11 títulos con los Bulls de Jordan y los Lakers
de Kobe Bryant. ¿Significa esto que el 'hippie' Jackson nunca
paró los pies a Jordan? No.

Jordan, en su famoso mate desde la línea de
tiros libres de 1988.
De hecho, Phil Jackson se ganó el respeto del
jugador poniéndole límites, al contrario que el entrenador
anterior de los Bulls, Doug Collins, tan centrado en agradar
a Jordan... que le acabó alienando. "Collins permitió tan
rápidamente las pataletas pueriles de Jordan, que el jugador
se dio cuenta de dos cosas: que podía hacer lo que le diera
la gana sin miedo al castigo, y que no podía respetar más
a su entrenador", escribió Smith. Tras un partido crucial
contra los Pistons —final de Conferencia en 1990— Collins
le dijo a Jordan que estaba chupando demasiado. ¿La respuesta
de Jordan? Apenas tiró a canasta el siguiente partido. La
prensa habló esa noche de la legendaria defensa de los Pistons;
solo Jordan y Collins sabían qué había pasado en realidad:
que Jordan se había comportado como una damisela ofendida.
"Era una cuestión de orgullo", apunta Smith.
El mismo orgullo que llevó a Jordan a meter
un día 69 puntos tras comprobar que el equipo rival, los Cavs,
iban a cubrirle todo el partido con un solo hombre, el 'blanquito'
Craig Ehlo. ¡Jordan se sintió insultado! Es decir, su fuego
competitivo le llevaba a comportarse a la vez como un niñato
irresponsable y como el mejor jugador de su era. Era un pack
indisoluble. Una de las claves psicológicas del jugador era
típica de los niños de entre dos y tres años: desafiar a tus
padres haciendo algo prohibido, cuando en el fondo deseas
que te pongan límites. Phill Jackson lo caló enseguida.
"A pesar de la aparente sofisticación de sus
relaciones con los medios y el público, Jordan era a menudo
como un niño que buscaba disciplina, llevando los asuntos
al límite, hasta que alguien venía a castigarle. Jackson se
dio cuenta enseguida, y usó en su propio beneficio la necesidad
de Jordan de una figura paterna; Jackson no toleraría los
arrebatos infantiles de Jordan", escribió Smith.
"La principal virtud de Phil Jackson", dice
Quique Peinado, "es su infinita capacidad para entender las
necesidades de las superestrellas y, a la vez, convencer al
resto del equipo de que los privilegios de los que gozan estos
jugadores redundan en un bien común". Continúa Peinado: "Jackson
es el mejor gestor de egos y personalidades de la historia
de la NBA: solo así se explica su éxito teniendo a tres estrellas
en las que una es un golfo (Rodman), otro está enfadadísimo
con el equipo (Pippen) y el tercero... es Michael Jordan".
Tras ganarse su respeto, Jackson cambió el sistema
de los Bulls. Jordan empezó a jugar más en equipo y los títulos
llegaron. Pero aunque hubo final feliz, los primeros meses
del entrenador —los de menos balones a Jordan y más pases
rápidos para buscar otras amenazas ofensivas— fueron una tortura,
con Jordan frustrado por no tener suficiente protagonismo.
El nuevo "juego en equipo" le dificultaba ser el máximo anotador
de la Liga. En privado, Jordan criticaba duramente el nuevo
sistema, según Smith. En público, dejaba caer sutilmente su
malestar. Dado que Jackson le recortó los minutos en cancha,
Jordan decidió tirarse hasta las zapatillas en los arranques
de los partidos para no caer en las estadísticas de anotación.
Preguntado por ello por la prensa, el entrenador contestó:
"Cuanto mayor me hago, más paciente me vuelvo". La guerra
psicológica la acabó ganando el samurái Jackson.
Jordan era a menudo como un niño que buscaba disciplina,
llevando los asuntos al límite, hasta que alguien venía
a castigarle.

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Es muy probable que la mano izquierda de Phil
Jackson privase al mundo de ver una versión mucho más agresiva
e individualista de Jordan. En uno de sus libros de memorias,
'Once anillos', Jackson reflexionó sobre la relación entre
egos, millones y juego de equipo: "Hacen falta años de preparación
para conseguir que los atletas jóvenes tomen distancia de
sus egos y se involucren de lleno en la experiencia grupal.
La NBA no es precisamente el entorno más adecuado para inculcar
la generosidad. Aunque se trata de un deporte en el que participan
cinco jugadores, la cultura que lo rodea fomenta los comportamientos
egoístas y resalta los logros individuales más que los vínculos
entre el equipo... El baloncesto se ha convertido en una industria
que produce miles de millones de dólares... y con una compleja
maquinaria mediática... Una de las consecuencias lamentables
de esto es la obsesión por el estrellato en términos mercantiles,
la cual infla los egos de un puñado de jugadores y causa estragos
en aquello que hace que la gente se sienta atraída por el
baloncesto: la belleza intrínseca de este deporte". Jackson
no se refería a ningún jugador en concreto, sino a un ecosistema,
del que Jordan y Bryant fueron sus productos más depurados,
al menos hasta que Jackson los 'colectivizó'.
Durante los últimos 30 años, la figura de Michael
Jordan ha sobrepasado los ámbitos del deporte o los jóvenes.
Miles de entrenadores, directivos y empresarios han recurrido
a la legendaria voracidad competitiva del escolta como fuente
de inspiración para conseguir objetivos impensables. Esto
solo fue posible gracias a un ambiente acrítico, de fascinación
colectiva, que le encumbró sin hacerse preguntas. Sin embargo,
el documental de Netflix ha servido para descubrir que el
comportamiento de Jordan con sus compañeros se asemeja mucho
a lo que hoy conocemos como un liderazgo tóxico, algo que
Sam Smith advirtió cuando nadie quería escucharlo. "El documental
es una hagiografía, una celebración de Michael. Como debe
ser. Es él contado su historia a su manera por primera vez.
En mi opinión no pretende ser periodístico. Otros antes que
él, incluido yo, han contado antes su historia, está bien
que ahora lo haga él, y obviamente la gente lo está disfrutando.
Todo el mundo es un héroe cuando cuenta su historia personal.
Es lo natural", dice Smith a este periódico.
El periodista fue el primero en detectar que,
lejos de los focos, Jordan mostraba un lado más inquietante:
"Yo no lo llamaría un lado oscuro. Yo sabía que su relación
con sus compañeros de equipo era mayormente buena, solo que
podía llegar a ser severo y exigente tanto de broma como de
un modo desafiante que no gustaba a muchos compañeros. En
el documental reconoce que era su modo de ejercer el liderazgo.
Yo me di cuenta entonces. No investigué nada especial. Era
un diario del día a día de un equipo. Un vistazo a las bambalinas
de una temporada", dice Smith.
Pero Jordan no engañó a nadie. Al poco de llegar
a la NBA explicó sus prioridades con gran candidez: "Primero
pienso en mí mismo, luego en el equipo. Siempre quiero que
mis equipos triunfen, pero gracias a mí". "Es duro jugar con
Michael Jordan porque siempre eres el motivo de que el equipo
pierda", resumió el ex jugador Dave Corzine. De aquellos Bulls
de Corzine y Artis Gilmore, entre los que Jordan no conserva
muchos amigos, dijo en el documental que consumían cocaína
y contrataban prostitutas en los viajes de partido.
A Jordan le salvaba su simpatía y su carisma
natural, pero de puertas para adentro, su capacidad para irritar
era alta. La actitud hacia sus compañeros basculaba entre
el chascarrillo y la condescendencia ofensiva. Algo así como:
con estos mataos no llego ni a la vuelta de la esquina, como
si en lugar de en los Bulls jugara en el equipo de discapacitados
de 'Campeones'. Al pívot Bill Cartwright le molestaba el Jordan
perdonavidas. "Cartwright no podía entender por qué la prensa
excusaba los arrebatos de Jordan como un mero deseo competitivo
de ganar. ¿Acaso el resto de jugadores no se esforzaba en
ganar, no querían ganar o quizá no merecían ganar porque no
eran tan talentosos?", escribió Smith. Cartwright tenía motivos
para estar cabreado: en la temporada 88-89, Jordan dio la
orden de no pasarle el balón durante los últimos minutos de
los partidos (el entrenador Collins ni se enteró). "No tengo
nada en contra de Bill, pero pasarle el balón en los últimos
minutos no era buena idea, lo sigo pensado", dice Jordan en
Netflix.
En ocasiones, Jordan podía ser tan demandante
como un casero macarra: en 1987 "quebró" psicológicamente
a un novato (Brad Sellers) con abuso verbal y físico en los
entrenamientos. ¿El motivo del ensañamiento? Jordan había
pedido a la directiva fichar a otro jugador en lugar de Sellers,
pero no le hicieron caso, se sintió traicionado y lo pagó
con el novato. Según el libro de Smith, Sellers quedó tan
tocado que su carrera en la NBA fue corta.
Jordan siguió amedrentando a los compañeros
que no llegaban a su nivel. Scott Burrell, un atleta estratosférico
por el que pugnaron la NBA y la NFL, es constante objeto de
mofa 'jordanesca' durante todo el documental. A Horace Grant,
el hombre que hacía el trabajo sucio en los Bulls antes que
Jordan, lo acosó durante sus últimos años en el equipo, hasta
el punto de forzar su salida entre acusaciones de ser el topo
del libro de Sam Smith. Al joven Toni Kukoc, estrella emergente
europea, le sometió a constantes humillaciones y desprecios
por un simple motivo: que llegaba a los Bulls cobrando más
que Scottie Pippen. Por supuesto esto no era culpa del croata,
sino del manager Jerry Krause, a quien Jordan se refiere a
menudo como "enano gordo y feo". A Steve Kerr y Will Purdue,
dos de sus más fieles escuderos, Jordan les dedicó sendos
puñetazos en la cara después del entrenamiento. Hay más ejemplos,
pero la idea parece clara.

Los imbatibles Bulls del 98.
Llegados a este punto, nos preguntamos: ¿Debemos
desterrar el ejemplo de liderazgo de Jordan para siempre?
Responde Jacobo Rivero: "Lo del liderazgo de Jordan es complicado
de juzgar, porque a veces un liderazgo agresivo genera un
nivel de tensión competitiva que involucra al resto de jugadores.
Eso suele terminar de manera explosiva dentro del vestuario,
aunque también depende de cómo lo gestiona cada jugador desde
la soledad de su casa. Jordan explotó eso al máximo, aunque
se implicaba de forma tan bestia que obligaba al resto de
jugadores a no quedarse atrás. También era la lógica perversa
de la NBA esos años. El éxito por encima de cualquier límite.
La NBA venía de una tragedia, la enfermedad de Magic Johnson
y el fin del ciclo de los Lakers contra los Celtics. Necesitaba
superar ese listón con Michael Jordan. Había que generar una
nueva dinastía. La tiranía de Jordan sirvió para alimentar
ese modelo de competición. También había un problema con el
baloncesto de formación. Jordan y otros salieron de equipos
universitarios ultracompetitivos. Cuando todo está encaminado
a la victoria, los entrenadores tienen problemas para gestionar
las cabezas de los jugadores jóvenes. Es el éxito por encima
de todo. El tipo de éxito en el que no te importa una mierda
ni el rival ni tus compañeros".
"El de Jordan es un estilo de liderazgo que
lleva a ganar mucho, pero también a sacar de quicio a la excelentísima
persona que es Steve Kerr, que es un entrenador con un estilo
de liderazgo que va camino de convertirse en una leyenda",
dice Peinado. "Si medimos el éxito de un liderazgo en cuanto
a rendimiento, Jordan fue un gran líder. Ahora bien, cabe
preguntarse cuántos amigos ha dejado en el proceso. Cuando
Jordan rompe a llorar en el documental, es porque sabe que
sus excompañeros tienen una muy mala imagen de él. ¿Es necesaria
esta actitud para conseguir tantos campeonatos? No lo sé,
lo que sí sé es que el coste en cuanto a su vida personal
es grande".
La obsesión de Jordan con su imagen es una de
las grandes subtramas de 'The Last Dance'. A lo largo del
metraje —que sin el concurso de Jordan no hubiera tenido sentido—
afloran los aspectos más conflictivos del comportamiento de
la estrella de los Bulls, pero sin hacer sangre; acaba siendo
una celebración de una figura con claroscuros. La jugada no
estaba exenta de riesgos para Jordan, dado que el control
del relato es ahora muchísimo más difícil que en 1991. ¿Por
qué ahora? Tras años de reclusión mediática, Jordan quizá
decidió salir de la madriguera para revisar/alimentar su legado
ante una amenaza exterior: se empezaba a decir que LeBron
James era tan bueno como él. Según 'The New York Times', Jordan
dio luz verde al documental el mismo día que Cleveland celebraba
el triunfo de los Cavaliers ante los indestructibles Golden
State Warriors, nuevo anillo heroico para LeBron. ¿Le inquietaba
a Jordan que LeBron opacara su reinado? ¿Tenían claro los
'millennials' quién era el verdadero rey de la NBA? ¿Mueven
los grandes egos el mundo?
Sam Smith, el hombre que vivió los Bulls desde
dentro, valora el documental de Netflix, pero lo ve en otra
categoría, más cercana al entretenimiento que a la información:
"El documental es honrado. Es mayormente preciso y creo que
han hecho un buen trabajo. Pero siento que, en unas pocas
cosas, no cuentan toda la verdad, aunque ellos probablemente
digan que es mi verdad y no la suya. Creo firmemente que Jordan
no quería seguir jugando en la temporada 1998-99 [el jugador
deja caer en el documental que se retiró de los Bulls forzado
por la directiva, y nadie le desmiente a las claras]. Ahora
dice que sí quería seguir. No obstante, se ha escrito tanto
sobre Jordan que creo que hay más verdades sobre él que sobre
cualquier otro deportista de la historia".
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