Un ataque atroz a una ciudad de la Edad del
Hierro en el norte de España a mediados del siglo IV o finales
del siglo III a.C. dejó más de una docena de cadáveres de
hombres, mujeres y niños esparcidos por las calles, mientras
la ciudad ardía. Las lesiones infligidas a las personas que
allí murieron fueron horribles. Un individuo fue decapitado,
dos tenían los brazos cortados y casi la mitad de los restos
mostraban signos de mutilación, según han descubierto recientemente
los arqueólogos que estudian la zona. Ahora, un nuevo estudio
de los huesos de las víctimas, la primera investigación detallada
de sus lesiones, dirigido por la investigadora Teresa Fernández-Crespo,
de la Universidad de Oxford, y publicado por la revista Antiquity,
sugiere que fueron asesinados por una comunidad vecina durante
una toma de poder calculada o un acto de venganza.
El yacimiento de La Hoya fue descubierto por
los arqueólogos en 1935, y alrededor de un 15% del yacimiento
fue excavado desde 1973 hasta principios de la década de 1990.
El lugar de la masacre fue en su día una ciudad bulliciosa
y próspera, con calles pavimentadas y pasos de piedra para
las personas, plazas públicas, bloques de viviendas y una
muralla defensiva de mampostería. La Hoya fue ocupada por
los berones (un pueblo celtíbero prerromano) desde el siglo
XV a.C. hasta el siglo III a.C., y se ubica cerca de la actual
población de Laguardia, en La Rioja alavesa. En su etapa de
máximo apogeo, el asentamiento acogió a unas 1.500 personas.

A la izquierda, plano del sector III de La Hoya
incluida la localización de los restos humanos estudiados.
A la derecha, fotografía de un cuerpo tomada in situ.
El nuevo estudio pretende arrojar luz sobre
lo que pasó en La Hoya un lejano día de la Edad del Hierro,
en un momento comprendido entre mediados del siglo IV a.C
y finales del siglo III a.C. En el yacimiento, los arqueólogos
encontraron huesos quemados, al menos trece restos completos
y parciales, tanto en las calles como en el interior de las
casas. Un varón adulto había sido decapitado (su cráneo nunca
se encontró) a la altura de la cuarta vértebra cervical y
presentaba varias heridas en la clavícula derecha, lo que
parecía sugerir que su atacante lo golpeó en repetidas ocasiones.
Según el estudio, "la explicación más plausible para los traumas
observados es que pudieron haber sido causados durante un
choque cara a cara en el que la víctima intentó hacer frente
a su atacante". Las lesiones que presentaba otro hombre mostraron
que fue repetidamente apuñalado por la espalda; una adolescente
y otro hombre sufrieron la amputación del brazo derecho. El
brazo de la joven, que se halló a unos tres metros de su cuerpo,
aún llevaba cinco brazaletes de bronce. No había restos de
armas cerca de los cuerpos, y estos tampoco presentaban lesiones
defensivas. Todo ello, según el estudio, apunta sin dejar
lugar a muchas dudas, a un ataque sorpresa.

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Objetos de uso cotidiano dispersos, ganado desperdigado,
recipientes llenos de restos de cereales... Todo sugiere que
los atacantes de La Hoya cometieron su acción en un día de
mercado en verano o a principios de otoño. Parece que estos
individuos quisieron asegurarse el mayor número de víctimas
posible, según afirma el estudio. Tal vez el ataque se saldó
con unas 85 víctimas. "Esta es probablemente una estimación
conservadora, ya que los cuerpos de algunos individuos podrían
haber sido recuperados para su entierro o cremación, mientras
que otros pueden haber servido de alimento a los animales,
como sugiere el hecho de que algunos individuos están representados
por elementos esqueléticos únicos. Además, cualquier superviviente
que no fuera capturado se habría quedado sin hogar y se habría
visto obligado a depender de la buena voluntad de otras comunidades.
Como parece que dejaron atrás la mayoría de sus productos
y tiendas de alimentos, habrían llegado totalmente desprovistos",
apuntan los investigadores. Pero curiosamente la ciudad no
parece haber sido saqueada, lo que implicaría que el motivo
del ataque no fue exclusivamente económico.

Traumatismos de diversos individuos en: a) la
cuarta vértebra cervical. b) la clavícula derecha. c) la primera
vértebra sacra. d–e) el acromion y el glenoides de la escápula
derecha.
La ocupación romana de la península Ibérica
(que empezó en 218 a.C.) fue salvaje y estuvo marcada por
numerosos ciclos de violencia y agitación regional. Dos masacres
cometidas por los romanos en pueblos iberos, como el Cerro
de la Cruz (Almenidilla, Córdoba) hacia 140 a.C. y La Almoina
(Valencia) en 75 a.C., se conocen por las evidencias arqueológicas.
En el Cerro de la Cruz, los romanos esclavizaron a 10.000
personas y decapitaron a 500. Por su parte, en La Almoina,
catorce hombres desarmados fueron encadenados y ejecutados.
Otro hombre fue decapitado, otro atravesado con una jabalina
y a varios les amputaron todas las extremidades. Pero la masacre
de La Hoya es anterior a la conquista romana del norte de
España, por lo que es posible que la inestabilidad política
y los enfrentamientos mortales entre poblaciones iberas rivales
ya fueran muy frecuentes antes de la llegada de los conquistadores,
según los investigadores.
"La Hoya es el único sitio conocido de la Iberia
de la Edad del Hierro cuya destrucción puede atribuirse a
comunidades locales rivales prerromanas. Presenta evidencias
tempranas de violencia organizada a gran escala y proporciona
una postal única de la guerra protohistórica. Las similitudes
entre La Hoya y otras masacres en Iberia en los últimos siglos
antes de nuestra era sugieren que las sociedades ibéricas
de la Edad del Hierro fueron capaces de recurrir a una violencia
brutal para resolver disputas entre pequeñas entidades políticas",
afirma el estudio. Lo que también está claro para los autores
es que un ataque a La Hoya, una población importante en esos
momentos, posiblemente tuvo repercusiones profundas en el
equilibrio de poder local "ya sea creando un vacío de poder
o consolidando la posición de una comunidad rival".

Traumatismo causado por un fuerte golpe en el
húmero de un individuo descubierto en La Hoya.
El hecho de que los cuerpos de los habitantes
masacrados de La Hoya quedasen insepultos sugiere asimismo
a los investigadores que la aldea fue abandonada después de
la matanza. Algunos estudiosos propusieron en el pasado que
tal vez los habitantes que quedaron con vida se reagruparon
y continuaron viviendo en el emplazamiento durante siglos,
pero las secuelas conservadas del ataque y la condición de
los restos vuelven bastante improbable este escenario, "dada
la escala de muerte y destrucción revelada por las excavaciones",
concluye el estudio.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Los iberos fue como llamaron los antiguos escritores griegos
a la gente del levante y sur de la península ibérica para
distinguirlos de los pueblos del interior, cuya cultura y
costumbres eran diferentes. De estos pueblos destacaron Hecateo
de Mileto, Heródoto, Estrabón o Rufo Festo Avieno, citándolos
con estos nombres, al menos desde el siglo VI a. C.: elisices,
sordones, ceretanos, airenosinos, andosinos, bergistanos,
ausetanos, indigetes, castelanos, lacetanos, layetanos, cossetanos,
ilergetas, iacetanos, suessetanos, sedetanos, ilercavones,
edetanos, contestanos, oretanos, bastetanos y turdetanos.
Geográficamente, Estrabón y Apiano denominaron Iberia al territorio
de la península ibérica.

Jinete desmontado lanceando a su enemigo, escultura ibera
del siglo V a.C., Porcuna, Jaén.
Aunque las fuentes clásicas no siempre coinciden en los límites
geográficos precisos ni en la enumeración de pueblos concretos,
parece que la lengua es el criterio fundamental que los identificaba
como iberos desde el punto de vista de griegos y romanos,
puesto que las inscripciones en lengua ibérica aparecen a
grandes rasgos en el territorio que las fuentes clásicas asignan
a los iberos: la zona costera que va desde el sur del Languedoc-Rosellón
hasta Alicante, que penetra hacia el interior por el valle
del Ebro, por el valle del Segura, gran parte de La Mancha
meridional y oriental hasta el río Guadiana y por el valle
alto del Guadalquivir. Desde el punto de vista arqueológico
actual, el concepto de cultura ibérica no es un patrón que
se repite de forma uniforme en cada uno de los pueblos identificados
como iberos, sino la suma de las culturas individuales que
a menudo presentan rasgos similares, pero que se diferencian
claramente de otros y que a veces comparten con pueblos no
identificados como iberos.

Pebetero contestano hallado en la necrópolis de Lucentum
(o Akra Leuké), conjunto arqueológico del Tossal de Manises
(provincia de Alicante). Actualmente en el Museo Arqueológico
de Alicante.
La primera referencia que se tiene de los iberos es a través
de los historiadores y geógrafos griegos. Curiosamente, los
griegos también llamaban iberos a un pueblo de la actual Georgia,
conocido como Iberia caucásica. Al principio, los griegos
utilizaron la palabra ibero para designar el litoral mediterráneo
occidental, y posteriormente, para designar a todas las tribus
de la península. También llamaban Iberia al conjunto de sus
pueblos. Las primeras descripciones de la costa ibera mediterránea
provienen de Avieno en su Ora maritima, del viaje de un marino
de Massalia mil años antes (530 a. C.)
Apiano habla de pueblos y ciudades, aunque ya habían desaparecido
en su época. También describe la parte más occidental de Andalucía.
Estrabón hace una descripción de esta zona basándose en autores
anteriores, y se refiere a las ciudades de la Turdetania,
como descendientes de la cultura de Tartessos. En general,
autores como Plinio el Viejo y otros historiadores latinos
se limitan a hablar de pasada sobre estos pueblos como antecedentes
de la Hispania romana.

Guerrero de la doble armadura (siglo V a. C.), procedente
del yacimiento arqueológico del Cerrillo Blanco (Porcuna,
Jaén).
Los supuestos límites máximos de la expansión íbera habrían
llegado desde el Mediodía francés hasta el Algarve portugués
y el norte de la costa africana. Sin embargo, con posterioridad,
los pueblos celtíberos ejercieron influencia sobre otros pueblos
del interior de la península. Esta influencia se aprecia en
la llegada del torno de alfarero a muchas zonas de la meseta
norte de la península, sobre todo a los pueblos limítrofes
del valle del Ebro, e incluso a algunos más alejados como
arévacos, pelendones o vacceos. Los iberos fueron, en definitiva,
los diferentes pueblos que evolucionan desde diferentes culturas
precedentes hacia una serie de estructuras proto-estatales,
viéndose ayudados en dicha evolución por la influencia de
fenicios, primero, y luego de griegos y púnicos, que traerán
consigo elementos de lujo que ayudarán, como bienes de prestigio,
a la diferenciación interna de los diversos grupos sociales.
La lengua ibera es una lengua paleohispánica que está documentada
por escrito, fundamentalmente, en signario ibero nororiental
(o levantino) y ocasionalmente en signario ibero suroriental
(o meridional) y en alfabeto greco-ibérico. Las inscripciones
más antiguas de esta lengua se datan a finales del siglo V
a. C. y las más modernas (ánforas halladas en Vieille-Toulouse,
Haute-Garonne) hacia la primera mitad del siglo II d. C. Los
textos en lengua ibera se saben leer razonablemente bien,
gracias al desciframiento del alfabeto por Manuel Gómez-Moreno
Martínez, arqueólogo, historiador del arte e historiador español.
pero en su mayor parte son incomprensibles, puesto que la
lengua íbera es una lengua sin parientes suficientemente cercanos
de su época que sean comprensibles, para haber sido útil para
la traducción de textos. Después de los años transcurridos
desde el desciframiento se han producido una serie de lentos
avances que, aun siendo poco espectaculares, permiten ya un
atisbo de comprensión de inscripciones de poca extensión (principalmente
funerarias o de propiedad sobre instrumentum), además de intuir
algunas características gramaticales o tipológicas.
Una base de datos realizada por cuatro universidades
y el Ministerio de Economía de España permite
interpretar más de 3.000 textos íberos, celtíberos y
tartésicos:

|
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------

--------------------------------------------------------------------------------------------------------------


--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
|