Desde el año 1969 hasta 1972, el programa Apolo
de la NASA estuvo en activo, permitiendo que un total de 12
personas hayan llegado a caminar alguna vez sobre la superficie
de la Luna. En aquellas misiones, no solo se analizó su superficie
y se tomaron muestras para poder estudiarlas en la Tierra,
sino que también se instalaron una serie de elementos con
los que tratar de llevar a cabo mediciones desde nuestro planeta,
entre los que destacan varios sismómetros y tres reflectores
láser, que fueron completados por otros dos instalados posteriormente
en las expediciones soviéticas.
Pero algo los ha hecho dejar de funcionar correctamente.
La idea era muy sencilla: una vez instalados los reflectores
lunares, desde la Tierra se mandarían señales láser de manera
periódica con el objetivo de poder medir de manera precisa
la distancia entre nuestro planeta y nuestro satélite, atendiendo
a la velocidad de la luz y al tiempo que el láser tardaba
en llegar y en regresar. Durante 50 años, se han estado llevando
a cabo este tipo de pruebas, pero ha surgido un problema:
con el tiempo, la cantidad de luz devuelta se ha atenuado
hasta un 10% y no se sabe por qué.
El gran Andrew McCarthy volvió a la carga con
una alucinante fotografía de la primera Luna llena del
otoño en 2019. Para quienes no recuerden el trabajo
de McCarthy, sólo basta mencionar que es un especialista
en fotografiar la Luna y quien ya nos mostró una foto
de 81 megapíxeles, una donde se ven los "colores ocultos"
del satélite y hasta una de 400 megapíxeles. Su más
reciente trabajo es igual de espectacular que los anteriores,
aunque ahora "sólo" nos la presente en 110 megapixeles,
y es que se trata de un espléndido trabajo que recoge
no sólo la Luna llena, sino también algunas nubes que
había durante esa noche de captura, lo que hace que
tenga un aspecto especial y no se trate una imagen más
de la Luna.
Según explica McCarthy, para esta imagen necesitó tomar
aproximadamente 48.000 fotografías de 16 megapíxeles
cada una, esto con el objetivo de posteriormente combinarlas
para compensar la distorsión de la atmósfera.

A diferencia de anteriores trabajos, donde había usado
varias cámaras, aquí usó dos telescopios y una cámara,
concretamente un Celestron EdgeHD 800, una cámara ZWO
ASI de 1600mm y un refractor cuádruple Meade de 70mm.
McCarthy menciona que el refractor se utilizó para capturar
el arco lunar, las estrellas y las nubes, mientras que
el Celestron se utilizó para los detalles de la superficie
lunar. En total obtuvo más de 1,5 TB de datos en imágenes.
El siguiente paso fue combinar todo.

La cámara se encargó de capturar 15 imágenes por segundo,
y todo este proceso de captura representó aproximadamente
una hora. Mientras que para el trabajo de procesado,
que es automatizado, requirió toda una noche. Según
explica, lo más complicado fue alinear, unir y mezclar
cada una de las fotos, un trabajo que hizo de forma
manual en Photoshop, y con el que dio vida a la imagen
completa de 110 megapíxeles que pueden ver aquí en su
resolución original. Tal es la calidad de la imagen
real, que se pueden apreciar los cráteres y sus siluetas
justo en las orillas de la Luna. Sin duda un trabajo
fantástico de Andrew McCarthy. Por cierto, para aquellos
que deseen la imagen original en PNG, la pueden adquirir
en la web de McCarthy por 30 dólares o bien, comprarla
en formato wallpaper para su smartphone por sólo dos
dólares.

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Estas mediciones son realmente valiosas para
los expertos. No en vano, así es como hemos conseguido saber
que la Luna se aleja de la Tierra unos 3,8 centímetros de
media por año, que la Luna cuenta con un núcleo fluido -en
base a su giro- y que también tiene material sólido dentro
de ese núcleo que nos permite entender cómo funciona su campo
magnético. Por ello, no estar obteniendo datos del todo fiables
empieza a suponer un problema para los científicos, ante lo
que han buscado una solución: un orbitador lunar. Fue en el
año 2009 cuando el Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO) de la
NASA llegó a la órbita de la Luna. Y uno de los elementos
con los que contaba era con un reflector, aproximadamente
del tamaño de un libro de bolsillo, al que poder volver a
mandar señales láser. Desde entonces, los expertos han estado
enviando señales con el objetivo de conseguir una mucho más
pura que la que se estaba obteniendo de los cinco reflectores
instalados en la Luna y, con ello, poder entender qué es lo
que está dificultando la recepción de aquellos primitivos
elementos instalados en la superficie lunar.
Una década después, los científicos han anunciado
que por fin han recibido la primera señal procedente del reflector
LRO. Ahora, gracias a ello, los científicos podrán comparar
los resultados tanto de esta señal como de las que obtienen
de los reflectores de la superficie lunar, lo que puede ayudar
a determinar por qué aquellos que se instalaron en los primeros
años 70 han perdido parte de su eficacia. La principal teoría
tiene que ver con el polvo lunar, pero la ausencia de atmósfera
implica que no existe viento para levantar ese polvo. ¿Qué
ocurre entonces?

Imagen de la Luna donde se ven las huellas que
dejaron las misiones Apolo.
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Los expertos de la NASA creen que, efectivamente, la principal
razón de que estos reflectores de superficie hayan perdido
su eficacia está relacionada con ese polvo lunar. ¿De qué
manera? Muy sencillo: el bombardeo de micrometeoritos es el
que provoca que, tras sus impactos en la superficie, estas
pequeñas partículas se desplacen, hasta llegar a adherirse
a estos pequeños rectángulos de medición. Poder entender comparativamente
las diferencias entre la nueva señal y las anteriores también
permitirá saber a qué cantidad de impactos por parte de meteoritos
está expuesta la superficie lunar.
Según la última investigación, publicada en 'Earth, Planets
and Space', fue el 4 de septiembre de 2018 cuando la estación
de medición láser de Grasse (Francia) consiguió la primer
la señal rebotada procedente del LRO. Posteriormente, el 23
y el 24 de agosto de 2019 también se logró que esta señal
llegase, aunque en este caso con truco, pues se giró la nave
para orientar al respecto hacia la Tierra. Ahora, los estudios
siguen su curso para determinar las diferencias entre estas
mediciones y, así, poder entender mejor nuevas características
de nuestro preciado satélite.
"Este experimento proporciona un nuevo método para verificar
las teorías de la acumulación de polvo durante décadas en
la superficie lunar. También mostró que el uso de matrices
similares a bordo de futuros módulos de aterrizaje y orbitadores
lunares puede respaldar los objetivos de la ciencia lunar,
eligiendo sitios de aterrizaje cerca de los polos lunares,
que tendrían una mejor sensibilidad a la orientación lunar",
aseguraron los expertos en su artículo.
Un nuevo estudio, usando modelos matemáticos, del Centro
Aeroespacial Alemán revela que la Luna se formó hace
4.425 millones de años, siendo 85 millones de años más
joven de lo que se pensaba. Los investigadores sostienen
en su trabajo, publicado en la revista científica 'Science
Advances' que las muestras de roca lunar recogidas en
las misiones Apolo no son lo suficientemente antiguas
para verificar la cifra comúnmente aceptada de 4.510
millones de años.
De acuerdo con la hipótesis más aceptada, la Luna se
formó a partir de los escombros de una colisión entre
la Tierra y un planeta más pequeño llamado Theia, arrojando
roca fundida que posteriormente se solidificó en un
cuerpo entero que comenzó a orbitar la Tierra.
Eso significa que la roca que compone el satélite de
la Tierra vino de nuestro planeta y puede ser usada
para datarla, con modelos matemáticos sofisticados.
La investigación también sugiere que la Luna se constituyó
cuando la Tierra estaba casi completamente formada.
"Los resultados de nuestro último modelado sugieren
que la joven Tierra fue golpeada por un protoplaneta
unos 140 millones de años después del nacimiento del
Sistema Solar hace 4.567 millones de años", explica
el geofísico Maxime Maurice, del Centro Aeroespacial
Alemán. "Según nuestros cálculos, esto ocurrió hace
4.425 millones de años, con una incertidumbre de 25
millones de años, y nació la Luna". Según publica Science
Alert, los modelos dirigidos por Maurice y sus colegas
estudiaron dos escalas de tiempo: la edad de la Tierra
cuando Theia la golpeó y el tiempo que tardó el masivo
océano de magma de la Luna en enfriarse después de haber
empezado a solidificarse.
Ese segundo proceso tardó alrededor de 200 millones
de años, según los modelos de los científicos. Las simulaciones
basadas en cómo los minerales de silicato de la Luna
pueden haber evolucionado con el tiempo llevaron a los
investigadores a su última edad lunar de 4.425 millones
de años. El análisis muestra unos factores que deben
tenerse en cuenta, cómo el hecho de que los agujeros
perforados en la superficie lunar pudieron haber afectado
la velocidad a la que la Luna se enfrió y la posible
profundidad del océano de magma original.
"Al comparar la composición medida de las rocas de
la Luna con la composición pronosticada del océano de
magma de nuestro modelo, pudimos rastrear la evolución
del océano hasta su punto de partida, el momento en
que se formó la Luna", añade la geofísica Sabrina Schwinger,
también del Centro Aeroespacial Alemán.
Y en otro orden ... Científicos chinos han identificado
qué es una peculiar sustancia gelatinosa que fue descubierta
en el lado lejano de la Luna el año pasado. Según el
análisis de las imágenes y la comparación con las muestras
de las misiones Apolo aquí en la Tierra, es exactamente
lo que se esperaría encontrar en la Luna: roca. Exactamente,
se trata de roca que se derritió, probablemente en el
calor del impacto de un meteorito, para formar una masa
verde oscura, brillante y vidriosa.
"El rover Chang'e-4 descubrió una brecha de derretimiento
de impacto verde oscuro y brillante en un cráter durante
su travesía en el suelo del cráter Von Kármán dentro
de la cuenca del Polo Sur Aitken (SPA) en el extremo
lunar", escriben los investigadores en su trabajo. "Se
formó por la soldadura, cementación y aglutinación por
impacto del regolito (polvo y grava de los escombros)
y la brecha lunar".
La brillante sustancia fue hallada por primera vez
por el robot lunar chino Yutu-2 a finales de julio de
2019. Fue descrito como "gelatinoso", que es un descriptor
inusual para algo que se encuentra en la Luna, dado
que el paisaje lunar es un lugar muy seco y polvoriento.

Yutu-2.
Las imágenes que se publicaron más tarde revelaron
que se trataba de algo brillante, pero muy probablemente
no húmedo. Usando un espectrómetro visible e infrarrojo
cercano (VNIS) y otra serie de tecnología, Sheng Gou,
de la Academia China de Ciencias, y sus colegas pudieron
descomponer la luz reflejada en la sustancia y determinar
su composición química, además de la del regolito circundante.
De acuerdo con este análisis, el regolito está compuesto
predominantemente de plagioclasas (alrededor del 45
por ciento), piroxeno (7 por ciento) y olivina (6 por
ciento), materiales bastante normales en la Luna.
La sustancia vidriosa, no obstante, fue un poco más
difícil de analizar, posiblemente debido a la poca luz.
Sólo pudieron distinguir las plagioclasas, en una abundancia
de alrededor del 38 por ciento. Esto no difería demasiado
del regolito circundante, lo que sugiere que la composición
podía ser similar. Los investigadores también pudieron
determinar que el material es de color verde oscuro,
y mide aproximadamente 52 por 16 centímetros.

La sustancia es muy similar a dos muestras recuperadas
por las misiones Apolo 15 y 17, la muestra lunar 15466
y la muestra lunar 70019, respectivamente. Ambas muestras,
recuperadas de los cráteres de impacto, se clasifican
como brechas, un tipo de roca formada por trozos de
roca cementados por un material más fino. En ambos casos,
los trozos son regolitos lunares, y el cemento es vidrio
negro. Los investigadores concluyen que la sustancia
se creó probablemente durante el impacto de un meteorito.
Cuando el meteorito impactó, derritió parte del regolito,
que se mezcló con el regolito sin derretir para formar
una brecha. Según señalan los investigadores, cuentan
con ciertas limitaciones, como el hecho de que la luz
era pobre y que Yutu-2 se trasladó del lugar a finales
de agosto del año pasado, por lo que es poco probable
que se obtenga un segundo conjunto de imágenes.
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