Ha muerto a los 99 años Rafael Gómez Nieto,
el último superviviente de ‘La Nueve’, la legendaria compañía
del Ejército francés cuyos 160 hombres, de los que 146 eran
republicanos españoles, fueron los primeros en desfilar por
las calles del París liberado de las nazis en 1944. Gómez Nieto,
residente en Estrasburgo, ha fallecido tras dar positivo por
coronavirus, según ha confirmado su hijo al diario Ideal.
La noche del 24 de agosto de 1944 los aliados liberaron París
del yugo nazi. Los primeros combatientes que entraron a pie
en la capital de Francia pertenecían a ‘La Nueve’, una compañía
formada por 160 hombres. De ellos, 146 eran republicanos españoles
que habían luchado contra Franco en la Guerra Civil.
Sin embargo, su reconocimiento oficial no llegó hasta el
60 aniversario de la liberación de París, en agosto de 2004.
"Liberaron París, pero no solo París. La liberación de esta
ciudad fue celebrada en el mundo entero como la victoria de
la libertad. Aunque todavía quedaba por combatir para acabar
con el nazismo, se cuenta que incluso en Buenos Aires sonaron
también las campanas ese día, cuando entraron en París", señaló
en su día la alcaldesa de París, Anne Hidalgo.
Gómez Nieto nació en Adra, Almería, en 1921. Vivió en Cádiz,
Madrid, Badalona… De allí fue reclutado en las levas de la
llamada ‘Quinta del Biberón’, cuando el Gobierno republicano
intentaba a la desesperada engrosar su número de efectivos,
llegando a llamar a filas a niños de 14 años. Este combatiente
participó en la batalla del Ebro. Luego se refugió en Francia,
donde estuvo en un campo de confinamiento. Logró huir con
su padre a Argelia y allí fue reclutado por el Ejército francés.
Hizo campaña contra los nazis en Gran Bretaña y desembarcó
en Francia en 1944 a las órdenes del general estadounidense
George Patton.
Pocos meses después, fue de los primeros soldados aliados
en entrar en París.
Al parecer, llevaba días ingresado en un centro sanitario
de Estrasburgo. “No se ha podido recuperar, tenía los pulmones
infectados y se ha ido esta noche”, ha declarado su hijo en
el citado medio.
Rafael Gómez, en un acto de homenaje.
«La Nueve» fue el nombre asignado popularmente a la 9.ª Compañía
del Regimiento de marcha del Chad, integrado en la 2.ª División
Blindada de la Francia Libre, también conocida como División
Leclerc. Se trató de una compañía bastante destacada al estar
formada casi íntegramente por unos 150 republicanos españoles
bajo mando francés, aunque en la División Leclerc también
estaban enrolados y dispersos otros soldados de origen español
en diversas compañías.
El 24 de junio de 1940, el III Reich vencía a Francia y le
imponía el Armisticio tras una campaña de 40 días. Mientras
tanto los puertos del África Occidental Francesa en Marruecos,
Argelia y Senegal eran un caos, pues miles de refugiados se
amontonaban en los muelles. Entre estos había muchísimos exiliados
republicanos españoles de la Guerra Civil Española que habían
huido de España debido al triunfo del general, convertido
en dictador, Francisco Franco.
La Francia de Vichy no ocultaba su desconfianza y rechazo
hacia los republicanos españoles mayoritariamente izquierdistas
y, aunque no procedió a deportarlos masivamente hacia España,
les obligó a elegir entre prestar trabajos forzados en la
metrópoli, enrolarse en la Legión Extranjera Francesa o ser
repatriados voluntariamente. Por motivos evidentes, la mayoría
de los veteranos de la Guerra Civil Española eligió la primera
alternativa, pues tenían buenas razones para rechazar la última
ante la posibilidad de ser sometidos a consejo de guerra,
y tal vez condenados a muerte. Tras los desembarcos aliados
en el norte de África del 8 de noviembre de 1942, las autoridades
de la Francia Libre instaladas en Argelia crearon inmediatamente
el Corps Franc d'Afrique, un cuerpo regular destinado a combatientes
no franceses y que estaba formado en gran parte por españoles.
Así pues la Legión Extranjera del Protectorado Francés pasó
de obedecer órdenes del Gobierno de Vichy a depender de la
Francia Libre del general Charles de Gaulle, reanudando su
lucha contra el fascismo bajo otra bandera. Los españoles
entraron en combate en este frente contra los restos del Afrika
Korps, compuesto por tropas alemanas e italianas, en diciembre
de 1942 en Túnez. Durante la primera mitad de 1943, los republicanos
españoles lucharon con ardor en los riscos y desiertos arenosos
de Túnez. Finalmente, el 7 de mayo de ese año conquistaron
la ciudad portuaria de Bizerta, siendo esta su última actuación
en África.
La División Leclerc blindada había nacido en mayo de 1943
bajo el mando del general Philippe Leclerc de Hauteclocque
en el Chad centroafricano, actuando en apoyo a la Francia
Libre. Estaba compuesta por 16 000 hombres, de los cuales
a inicios de 1943 unos 2 000 eran españoles. Después de que
la Francia Libre tomara el control del Norte de África, los
republicanos españoles integrados en las tropas francesas
tuvieron la opción de escoger entre la División Leclerc (ya
veterana de la Francia Libre) o las fuerzas del general Henri
Giraud, (formadas por numerosos leales a Vichy que recientemente
habían cambiado de bando). Ante esta situación, la gran mayoría
de los españoles escogió la unidad de Leclerc. Si bien muchos
soldados españoles pensaban que esta fuerza podría ser más
tarde el núcleo de un renacido ejército republicano español,
tal esperanza nunca se concretó y continuaron sirviendo como
tropa extranjera firmemente adscrita a la Francia Libre (jamás
como unidad autónoma de esta). No obstante, se les permitió
bordar en sus uniformes franceses la bandera tricolor republicana.
La División Leclerc se denominó oficialmente «2ª División
Blindada» y su 9ª Comp,añía fue más conocida como «La Nueve»
o «La Novena», con el capitán francés Raymond Dronne al mando.
La mayor parte de los españoles allí integrados eran socialistas,
anarquistas, del POUM catalán o apolíticos hostiles a Franco,
con unos escasos comunistas, mientras que otros simplemente
llegaban como desertores de campos de concentración marroquíes
y argelinos.
La semana de la nueve, en 2017:
- El salón de actos del Centro Cultural Príncipe de
Asturias (calle de los Hermanos García Noblejas, 14)
acogió, hasta el 30 de abril, la exposición fotográfica
La Nueve. La historia silenciada, que hizo un recorrido
por la historia de esta unidad y los hombres que la
formaron. La muestra recogió imágenes de la salida
de España, la creación del escuadrón, su lucha, sus
victorias y su final. También se podieron ver uniformes
y objetos originales relacionados con esta compañía
junto a material didáctico que ilustró la parte
más desconocida del bando republicano español en el
siglo XX. El 21 de abril, a las 19.00, se presenta el
documental La Nueve. Los olvidados de la historia, presentado
por su director y guionista Alberto Marquardt, que narra
la historia de estos republicanos españoles y su participación
en esta compañía de la División Leclerc.
- El sábado 22 se proyectó la película ¿Arde
París?, de René Clément, basada en la novela homónica
de Larry Collins y Dominique Lapierre, que narra la
liberación de París de las tropas nazis durante la Segunda
Guerra Mundial. Después se celebró un coloquio
presentado y moderado por la Asociación Histórico Cultural
Cosacos de La Nueve. El acto central de homenaje a este
escuadrón tuvo lugar dos días antes en la inauguración
del Jardín de los Combatientes de La Nueve. Contó
con la presencia de la entonces alcaldesa de Madrid,
Manuela Carmena; su homóloga de París, Anne Hidalgo;
la concejala presidenta de Ciudad Lineal, Yolanda Rodríguez;
el único miembro vivo entonces de La Nueve, Rafael Gómez,
y diversos familiares de los combatientes.
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En septiembre de 1943, la División Leclerc fue transferida
a Rabat en Marruecos, donde se la dotó de armamento procedente
de los Estados Unidos: 160 tanques M4 Sherman, 280 semiorugas
M3 blindados y M8 Greyhound, camiones Dodge, GMC, Brockway,
Diamond y también muchos Jeeps. Algunos de los nombres españoles
que les dieron a los tanques fueron muy curiosos. Componían
la unidad de mando un Jeep con el nombre de «MORT AUX CONS»
y el semioruga «LES COSAQUES». A la 1.ª Sección de Combate,
pertenecían: DON QUICHOTTE, CAP SERRAT, LES PINGOÜINS, MADRID,
GUERNICA (remolcando un cañón de 57 mm). A la 2.ª Sección
de Combate: RESISTENCE, TERUEL, ESPAÑA CAÑI (luego LIBERATION),
NOUS VOILA y EBRO (remolcando un cañón de 57 mm). La 3.ª Sección
de Combate: TUNISIE 43, BRUNETE, ALMIRANTE BUIZA, GUADALAJARA
y SANTANDER (remolcando un cañón de 57 mm). Junto a estos
vehículos, rodaban unos cuantos camiones encargados del suministro
y abastecimiento de La Nueve. Veteranos anarquistas intentaron
nombrar a un carro de combate como su fallecido líder Buenaventura
Durruti, pero los franceses no lo permitieron, por lo que
le pusieron Les Pingouins. En los tanques manejados por los
españoles se permitió también pintar la bandera de la Segunda
República Española.
La División Leclerc, con la 9.ª Compañía, se trasladó de
Marruecos a Gran Bretaña. El 6 de junio de 1944 se llevó a
cabo el Desembarco de Normandia, y aunque participaron algunos
españoles dispersos en otras unidades aliadas, la 9.ª Compañía
se quedó en suelo británico. Finalmente el 4 de agosto la
9.ª Compañía desembarcó en la playa de Utah (playa de la Madelaine),
al norte de la bahía de Carentan en Normandía. La División
Leclerc, contando con «La Nueve», se encuadró dentro del III
Ejército estadounidense liderado por el célebre general George
Patton. Las primeros enfrentamientos ligeros que tuvieron
los republicanos españoles contra la Wehrmacht, se desarrollaron
en sitios como Rennes, Le Mans, Château-Gontier y un papel
muy destacable junto a los soldados estadounidenses en Alençon.
El 7 de agosto la 9.ª Compañía sufrió su primer muerto en
combate, el español Andrés García. El 12 de agosto los Aliados
quedaron sorprendidos ante la experiencia bélica de la 9.ª
Compañía, cuando los españoles capturaron a 129 prisioneros
alemanes en Eccouché. El 16 de agosto la División Leclerc
fue atacada por las divisiones de las Waffen-SS Leibstandarte
SS Adolf Hitler y Das Reich, las 9.ª y 116.ª Divisiones Panzer
y la 3.ª División de Paracaidistas. La batalla fue muy cruenta:
El 16 murió en combate Constant Pujol abatido por la ráfaga
de la metralleta de un oficial alemán, por lo que su compañero
Joan Castells le vengó disparando con su pistola al alemán
hasta matarlo. Al día siguiente, el 17, cayó Roberto Helios;
los días 18 y 19 el II Ejército británico de Bernard Montgomery
llegó a la zona y lanzó un contraataque salvando a los soldados
españoles de una masacre. Los españoles celebraron una misa
en la iglesia de Eccouché en honor de los caídos.
Entrada de un vehículo de La Nueve durante la
Liberación de París.
La ciudad de París se sublevó contra los alemanes el 20 de
agosto de 1944 y Charles de Gaulle insistió ante el mando
supremo aliado para que tropas de la Francia Libre acudieran
a liberar la capital francesa antes que la Wehrmacht decidiera
luchar en las calles y destruyera estructuras urbanas fundamentales
(puentes sobre el río Sena, redes de agua, edificios públicos)
conforme lo había ya ordenado Adolf Hitler. Primeramente el
mando estadounidense, dirigido por Dwight D. Eisenhower, prefería
atacar masivamente a las tropas germanas que se concentraban
al norte de París y retardar la conquista de dicha ciudad.
Pese a ello, De Gaulle ordenó a sus tropas aprovechar la revuelta
de la Resistencia Francesa con el fin de tomar París y para
ello fue elegida la División Leclerc. Precisamente en esta
ocasión la 9.ª Compañía española, unidad de reconocimiento
de la División Leclerc, es la primera unidad aliada en penetrar
en la urbe.
El primer blindado que llegó a la plaza del ayuntamiento
de París fue el «Guadalajara», con tripulación exclusivamente
extremeña. Los primeros disparos que las fuerzas aliadas efectuaron
se hicieron desde el blindado «Ebro», mandado por el capitán
canario Campos y conducido por el catalán Bullosa. En las
cercanías del Arco del Triunfo patrullaban Alfredo Piñero
y Francisco Izquierdo, que se quedó mudo cuando una muchacha,
tras los besos y abrazos de rigor exclamó: «¡Eres el primer
soldado francés al que beso», a lo que este contestó «Somos
rojos españoles». Anécdota parecida le ocurrió al locutor
que entrevistó a los recién llegados y recibió un castizo
«Pardon mesier mais ye suis español». Por lo demás la dotación
que llegó al ayuntamiento de París el 22 de agosto fue la
de los half-track: Madrid, Jarama, Ebro, Teruel, Guernica,
Belchite, Guadalajara, Brunete y Don Quijote, junto con un
tanque tripulado por 4 franceses: el «Romilly». Este era el
destacamento, que, con toda justicia, llamaron «los liberadores
de París».
A las 21:22 horas de la noche del 24 de agosto de 1944, la
9.ª Compañía irrumpió en el centro de París por la Porte d'Italie.
Al entrar en la plaza del Ayuntamiento, el semioruga español
«Ebro» efectuó los primeros disparos contra un nutrido conjunto
de fusileros y ametralladoras alemanas. Después los civiles
que salieron a la calle cantando La Marsellesa, para su sorpresa
constataban que los primeros soldados liberadores eran todos
españoles. El jefe francés de la 9.ª Compañía, Raymond Dronne,
se dirigió hacia la comandancia del general alemán Dietrich
von Choltitz para requerir la rendición.
Una mujer sirve vino a soldados aliados durante
la liberación de Francia. CARL MYDANS GETY.
Mientras se esperaba la capitulación final, los españoles
tomaron al asalto la Cámara de los Diputados, el Hôtel Majestic
y la Plaza de la Concordia tras sufrir un muerto. A las 3:30
horas de la tarde del 25 de agosto, la guarnición alemana
de París se rindió y fueron los soldados españoles quienes
recibieron como prisionero a Von Choltilz, mientras otras
unidades francesas también entraban en la capital. El general
estadounidense Eisenhower remitió entonces parte de sus tropas
para colaborar con los franceses. Al día siguiente, el 26
de agosto, las tropas aliadas entraron triunfantes en París.
Los españoles desfilaron frente a la Catedral de Notre Dame
y posteriormente escoltaron al general Charles de Gaulle por
los Campos Elíseos. Los soldados españoles de la División
Leclerc desfilaron llevando en sus estandartes los colores
de la Segunda República Española; las posteriores protestas
del régimen franquista fueron ignoradas por el gobierno francés.
Tras la Liberación de París la guerra prosiguió. La 9.ª Compañía
abandonó la capital francesa el 8 de septiembre para volver
al frente. El día 12 los españoles obtuvieron un señalado
éxito cuando hicieron prisioneros a 300 soldados alemanes
al tomar la ciudad de Andelot. El 15 cruzaron el río Mosela
y establecieron una cabeza de puente tras las líneas alemanas,
donde tuvieron un enfrentamiento con heridos en Châtel-sur-Moselle.
El mando militar dirigido por Charles De Gaulle reconoció
la importancia de la 9.ª Compañía dentro del Ejército francés,
y el 26 de septiembre él en persona repartió las principales
condecoraciones en la ciudad de Nancy. La Medalla Militar
y la Croix de Guerre fueron entregadas al capitán francés
Raymond Dronne, al subteniente canario Miguel Campos, al sargento
catalán Fermín Pujol y al cabo gallego Cariño López. La batalla
por la recuperación de Alsacia comenzó en noviembre; allí
los alemanes destruyeron con un proyectil un tanque español
donde iba el alférez Federico Moreno, aunque por suerte no
hubo bajas. El 23 de noviembre la 9.ª Compañía española tomó
la capital alsaciana de Estrasburgo, siendo esta la última
gran ciudad francesa perdida por las tropas alemanas. Cuando
la 9.ª Compañía cruzó el río Rin y se internó en suelo alemán,
los españoles quedaron estancados por el frío invierno de
-22 °C en el camino boscoso hacia Múnich. A lo largo de ese
tiempo sufrieron unas 50 bajas por congelación y las bombas.
Cuando se acabó el invierno la 9.ª Compañía se puso en marcha
de nuevo. La actuación más importante en esta etapa de la
9.ª Compañía fue el 5 de mayo de 1945 al participar en la
toma del Nido del Águila, el refugio final de Adolf Hitler
en Berchtesgaden.
Muy cerca de la localidad bávara de Berchtesgaden,
el sanguinario régimen nacionalsocialista tuvo uno de
sus más importantes centros de poder. A escasos quilómetros,
el encantador pueblecito de Obersalzberg fue escogido
por los jerarcas nazis para establecer sus residencias
de descanso. De todo ese complejo no queda nada en nuestros
días, ya que fue bombardeado y los restos fueron deliberadamente
demolidos para evitar santuarios neonazis. Sin embargo,
un edificio que perteneció al Führer ha llegado hasta
nuestros días y se puede visitar. Hablamos del célebre
Nido del Águila, un lugar impactante por su pasado y
por su entorno natural.
Adolf Hitler llegó a Obersalzberg en 1923, como fugitivo
tras el fallido golpe de estado conocido como el Putsch
de Múnich y quedó deslumbrado por el grandioso paisaje.
En 1927 -parece ser que desfalcando fondos del Partido
Nazi– adquirió la casa Wachenfeld, rebautizada como
Berghof. Esta típica casa alpina fue transformada a
partir de 1934 gracias a la fortuna que acumuló Hitler,
y llegó a tener 30 habitaciones. El gran salón de reuniones
tenía una enorme ventana orientada a la mítica montaña
Untersberg, que marcaba la antigua frontera con su Austria
natal (desde 1938 anexionada al Imperio Alemán). Las
vistas eran realmente impresionantes.
Al sol que más calienta llegaron todos los jerarcas
nazis y se instalaron en Obersalzberg, a la par que
sus antiguos habitantes eran invitados a marcharse mediante
compra o directamente expropiación. Albert Speer, Martin
Bormann o Hermann Göring, entre otros, tuvieron aquí
su residencia. Y en el Berghof el Führer recibió a reyes,
presidentes o embajadores para impresionarlos e intimidarlos,
mientras Eva Braun se entretenía grabando películas
que hoy tienen un gran valor documental.
Todo el territorio circundante fue declarado zona militar
y rodeado por fuertes medidas de seguridad. Siempre
estuvo en el punto de mira de los altos mandos aliados,
pero curiosamente no fue bombardeado hasta abril de
1945. La razón, muy simple: no se quería matar accidentalmente
a Hitler y convertirlo en un mártir para los suyos en
plena guerra. Lo que no fue destruido entonces fue demolido
en la posguerra, igual que ocurrió con todos los cuarteles
generales del Führer, de los que no queda prácticamente
nada, con la excepción del famoso Nido del Águila.
El nombre oficial del lugar es Casa Kehlstein (Kehlsteinhaus),
pues está situado sobre la montaña del mismo nombre.
El sobrenombre con el que es más conocida se lo dio
un diplomático francés tras haberla visitado, impresionado
por su emplazamiento y por la parafernalia nazi (cuyo
símbolo es precisamente un águila). La casa fue un regalo
del Partido Nazi a Adolf Hitler por su quincuagésimo
cumpleaños, en 1939. Proyectada por su lugarteniente
Bormann y construida en sólo 13 meses, costó 30 millones
de marcos (unos 150 millones de euros actuales) contando
los accesos.
La Casa Kehlstein no fue alcanzada por los bombardeos
porque era un objetivo difícil por su pequeñez y los
aliados prefirieron concentrarse en el pueblo de Obersalzberg.
Tras la guerra se salvó de la destrucción porque, aun
habiendo pertenecido al Führer, apenas se la relaciona
con él, pues tenía aversión a las alturas y se cuenta
que apenas estuvo en ella unas diez veces (y brevemente).
Quien sí gustaba de ella era Eva Braun, que la usaba
para tomar el sol y celebró allí el banquete de boda
de su hermana.
Sus accesos fueron una maravilla de la ingeniería de
la época y hoy permanecen igual que entonces. Se comienza
la ascensión (previo pago) en Obersalzberg, obligatoriamente
en las lanzaderas oficiales organizadas con precisión
germánica. Si se prefiere la caminata a pie, son dos
horas hacia arriba … La estrecha carretera, de espectaculares
vistas, tiene 6,5 kilómetros y una sola curva. Por este
motivo es conveniente sentarse en el mismo lado del
autobús tanto en la subida como en la bajada, de modo
que disfrutemos de las vistas en ambos tramos.
En el recorrido una grabación nos explicará la historia
del Nido del Águila. Al terminar la carretera nos encontramos
un túnel de 124 metros excavado en la roca viva que
termina en un ascensor que realiza la ascensión de otros
124 metros hasta la superficie. Ambos son impactantes
y cargados de la monumentalidad pretenciosa típica del
nazismo. El ascensor, cuya construcción se cobró la
vida de 12 obreros, está recubierto de bronce pulido,
espejos venecianos y cuero.
El Nido del Águila no está en la cima del Kehlstein,
de 1885 metros, sino en una loma rocosa un poco más
abajo, a 1834 metros. La casa en sí, que conserva la
estructura original, hoy es un restaurante y pertenece
al estado de Baviera. El salón principal es el bar y
tienda de recuerdos y su chimenea de mármol fue un regalo
de Benito Mussolini. Se han eliminado casi todas las
referencias a su pasado nazi, excepto una galería fotográfica
que muestra su historia.
Pero lo realmente grandioso son los paisajes que se
abren ante nuestros ojos en todas direcciones. Desde
allí los adjetivos se quedan pequeños. Y mejor aún si
subimos unos cuantos metros por el camino que sube hacia
la cumbre, pues podremos incluir el propio Nido del
Águila en nuestra foto. Nos rodea el macizo de Berchtesgaden
y hacia abajo podemos ver toda la región. Eso sí, el
tiempo puede jugarnos una mala pasada, como siempre
en los Alpes, pues cualquier día podemos encontrar niebla.
Berchtesgaden, un idílico rincón de los
Alpes bávaros.
Para volver a la lanzadera podemos usar el ascensor
y el túnel o podemos bajar a pie por el camino de la
ladera de la montaña. Es cómodo, de gran belleza y nos
tomará unos 20 o 30 minutos. La región de Berchtesgaden
es una lengua de tierra alemana rodeada completamente
por Austria. En ella no podemos dejar de visitar la
preciosa localidad que le da nombre así como el lago
del Rey (Königssee), para muchos el más impresionante
de los Alpes.
Es el típico lago glaciar alpino: profundo, estrecho
y alargado, flanqueado por impresionantes paredes rocosas
verticales y frondosos bosques. El paseo en barco, espectacular,
dura unas dos horas y parte del pueblecito lleno de
tiendas de recuerdos y restaurantes que ha crecido en
su orilla. Se pueden realizar excursiones a la región
en un día desde Salzburgo (está al lado mismo), Múnich
o Innsbruck.
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La Segunda Guerra Mundial terminó en Europa el 8 de mayo
de 1945 tras la rendición incondicional de Alemania. Hasta
ese momento la 9.ª Compañía había sufrido 35 muertos y 97
heridos; solo 16 españoles seguían en activo al momento de
llegar la paz, aunque muchos otros continuaban prestando servicio
en otras unidades del Ejército francés. Tras la guerra, varios
veteranos españoles quedaron en el Ejército francés, otros
prefirieron desmovilizarse y permanecer como civiles en Francia.
Amargamente, sus triunfos de combate no sirvieron para que
pudieran volver a España ni ayudaron a la caída del régimen
dictatorial de Francisco Franco, como muchos de ellos proyectaban.
Ante ello, los veteranos españoles continuaron como exiliados
políticos durante muchos años más. Los méritos de la 9.ª Compañía
española fueron reconocidos por los historiadores especializados,
pero gran parte de la historiografía francesa prácticamente
ignoró su gran importancia en el episodio concreto de la Liberación
de París (tratándola como un evento exclusivamente francés).
Los historiadores españoles estudiaron a la 9.ª Compañía
ampliamente solo después de la caída del franquismo, cuando
se reconoció a esta unidad por su destreza y valor. Hubo que
esperar a agosto del 2004 para que la ciudad de París realizara
un homenaje adecuado a los españoles de la División Leclerc
que tanto habían contribuido con su liberación sesenta años
antes. Para tal efecto se desveló una placa conmemorativa
junto al río Sena en el Quai Henri IV.
El 25 de agosto de 2012, durante la celebración del 68 aniversario
de la Liberación de París, una bandera republicana participó
en dicho acto a modo de reconocimiento del papel de La Nueve
en la liberación de la ciudad, siendo reconocido este hecho
en el discurso del Presidente de la República francesa, François
Hollande. Desde marzo de 2015, el jardín del Ayuntamiento
de París se llama oficialmente Jardin des Combattants-de-la-Nueve
(«Jardín de los combatientes de Nueve»). Se planeaba una ceremonia
en presencia del rey y la reina de España, Felipe VI y Letizia,
así como de la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. Sin embargo,
el accidente del vuelo 9525 de Germanwings, donde murieron
51 españoles, acortó la visita de los Reyes. La ceremonia
de inauguración se pospone hasta el 3 de junio de 2015. Ahora,
cada 24 de agosto, se celebra una ceremonia oficial en el
jardín, con motivo de las celebraciones de la Liberación de
París.
A finales de 2016, la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena
designa también un jardín municipal «Jardín de los luchadores
de La Nueve». Fue inaugurado en abril de 2017 por las alcaldesas
de Madrid y París, Manuela Carmena y Anne Hidalgo. El 14 de
abril de 2016, la ciudad de París inaugura oficialmente la
placa conmemorativa en memoria al luchador de la Nueve Manuel
Lozano, el día de la proclamación de la República española
y el aniversario del nacimiento de este activista de la Confederación
Nacional del Trabajo de Francia. La ceremonia tuvo lugar en
el XIX distrito de la capital (43 rue des Bois). La 33 rue
des Vignoles, sede de la Confederación Nacional del Trabajo
en París y lugar simbólico de memoria de los luchadores de
la Nueve, ahora es parte del patrimonio protegido de la capital.
La Spanish Company Number One fue una unidad de voluntarios
españoles, exiliados partidarios del bando republicano
durante la Guerra Civil Española, que sirvió en el Ejército
británico durante la Segunda Guerra Mundial. Algunos
españoles, combatientes de la Legión extranjera francesa
y miembros de la 185ª Compañía de trabajadores extranjeros,
fueron evacuados al Reino Unido desde Dunquerque en
1940. Muchos de ellos se negaron a ponerse a las órdenes
de Charles de Gaulle y, por consiguiente, fueron encuadrados
en el Ejército británico. Como el reglamento del Ejército
británico prohibía el uso en combate de extranjeros,
fueron adscritos al Royal Pioneer Corps, constituyéndose
con ellos la 1ª Compañía Española (Spanish Company Number
One en inglés), que fue destinada a labores de construcción
de carreteras, fortificaciones, etc. a lo largo de la
guerra. Aunque no desembarcó con las tropas aliadas
el Día D, participó en ulteriores operaciones de la
batalla de Normandía.
La 250.ª División de Infantería, llamada oficialmente
en España División Española de Voluntarios y en Alemania
250 Infanterie-Division, más conocida como la División
Azul o Blaue Division en alemán, fue una unidad de voluntarios
españoles que formó una división de infantería para
luchar contra la Unión Soviética en la Segunda Guerra
Mundial. Se enmarcó dentro del Heer, ejército de la
Alemania nazi. Entre 1941 y 1943, cerca de 50 000 soldados
españoles y algunos portugueses participaron en diversas
batallas fundamentalmente relacionadas con el sitio
de Leningrado. También formaron parte de la división
146 mujeres, de la llamada Sección Femenina, quienes
viajaron como enfermeras en el recién creado Cuerpo
de Damas Auxiliares de Sanidad Militar bajo la dirección
de María de las Mercedes Milá Nolla.
Reemplazos para la División Azul. Voluntarios
españoles marchan hacia sus destinos.
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Solo pasaban unos minutos de las nueve de la noche cuando
el 24 de agosto de 1944 los primeros soldados de la Francia
Libre entraron en el París ocupado por los nazis. Fue La Nueve,
como se conocía a la novena compañía de la División Leclerc,
la que irrumpió en el centro de la capital francesa. Era un
escuadrón formado por 146 españoles, entre los que estaban
el subteniente canario Miguel Campos, el sargento catalán
Fermín Pujol o el cabo gallego Cariño López, hombres a los
que Charles de Gaulle entregaría después la Medalla Militar
y la Croix de Guerre en reconocimiento de su ayuda y valentía.
Para el historietista Paco Roca, que acercó en 2013 las hazañas
de este grupo de republicanos en la novela gráfica Los surcos
del azar, lo más relevante es que “fueron unos demócratas
que no se rindieron nunca”.
La Nueve no solo fue, en un acto sobre todo simbólico, la
primera compañía que llegó al París ocupado y colaboracionista
con tanques con nombres como Ebro, Don Quijote o Guernica
casi dos días antes de que lo hicieran las demás tropas de
la Francia Libre, sino que su periplo continuó hasta Alemania.
Los hombres exiliados que habían combatido primero a las tropas
sublevadas de Franco en 1936 llegaron a participar en 1945
en la toma del Nido del Águila, el chalé que Adolf Hitler
tenía en los Alpes Bávaros. En los meses anteriores, alrededor
de medio centenar de miembros del escuadrón había perecido
por el invierno duro y frío, con temperaturas que llegaron
a alcanzar los menos 22 grados. El 25 de agosto de 2012, casi
siete décadas después de la liberación de París, una bandera
republicana ondeó a modo de reconocimiento de La Nueve en
la capital francesa en un acto presidido por el presidente
francés, Françoise Hollande.
Rafael Gómez, el último de La Nueve: "No hagáis guerras,
solo las ganan los ricos" De la mítica IX Compañía de
la División Leclerc que liberó a París de los nazis
solo quedaba él a mediados de 2019. Se proponia brindar
por sus compañeros hasta los 100 años.
"En la guerra no sirve mucho hacerse el valiente. Es
más normal ir cagado de miedo. Sobre todo si sales de
patrulla a pie", contaba desde su casa de Estrasburgo.
A sus 98 años, el cabo conductor de semiblindados de
la IX Compañía de la División Leclerc Rafael Gómez Nieto
aún recordaba detalles de la mañana en que desembarcó
en Normandía. Su barcaza de vientre plano aplastaba
las olas. La playa de Saint Mere Église, Utah Beach
para los mapas del ejército aliado, esperaba enfrente.
Él ya agarraba el volante de su half track ‘Don Quichote’.
Meneados por el mar, los nueve ocupantes de aquel vehículo
artillado con ruedas y orugas empezaron a cantar ‘La
cucaracha’. Por ser el 8 de agosto de 1944, y ya estar
la playa tomada por los norteamericanos, a Rafael y
a sus compañeros de La Nueve no les recibió la lluvia
de balas que acribilló a quienes les precedieron en
el atraque. A aquellos 160 hombres, de los que 140 eran
republicanos españoles forjados en una guerra civil,
los tiros les aguardaban carretera adelante, en el camino
a París.
A Rafael Gómez le pilló en su casa de Estrasburgo
el reconocimiento que le hizo el Gobierno de España
a su mítica unidad. No pudo ir a la conmemoración celebrada
en la capital francesa y ver a la ministra de Justicia,
Dolores Delgado, porque se había esguinzado un
pie. La lesión le tenia contrariado, porque le
impedia su paseo cotidiano de casa al mercado. Junto
a sí guardaba su gorro cuartelero, fotos, papeles, un
acento almeriense que aliña con palabras en francés,
y recuerdos intermitentes de su trayectoria desde julio
de 1938, cuando lo movilizaron en Badalona, donde vivía.
En su memoria, mordida por la ancianidad, hay nueve
meses de guerra civil con 17 años de edad, el paso de
Port Bou con los derrotados, el campo de concentración,
la vida en Orán y su alistamiento en el Batallón de
Marcha del Chad, de los Cuerpos Francos de África, fiera
unidad colonial del ejército de la Francia libre, el
país en el que se quedó a vivir. En 2019 se cumplian
ochenta años del inicio de aquella II guerra mundial
en la que él y sus compañeros se convirtieron en héroes.
-¿Cuál es su principal recuerdo de la guerra?
-El principal recuerdo que te queda de una guerra es
el miedo. Y también que todo lo haces corriendo: corres
aquí, corres allá… Yo desembarqué corriendo. En la playa
habían muerto antes (junio de 1944) muchos soldados,
muchos, sobre todo los que iban a pie, en sus ‘peniches’,
porque cuando bajaba la puerta de la lancha iban muy
juntos y no tenían defensa. Pero yo eso no lo ví. Vivimos
muchos golpes duros después, en Europa; más que en África.
En África llevé el half track Guernica (Así escribían
su nombre en el morro), fui chófer cuatro meses del
teniente Granell (Amado Granell fue el primero en poner
pie en el ayuntamiento liberado de París). Luego me
darían el Don Quichote. Primero nos pusieron un uniforme
inglés, luego otro americano, y al final uno francés.
A los coches le poníamos en el capó la estrella americana,
para que nuestra aviación los viera bien, pero los alemanes
también ponían la estrella…
- ¿Y qué siente hoy por aquellos alemanes que tuvo
enfrente?
- Pues no siento nada. Vivo en la frontera, y vamos
a menudo mis hijas y yo a pasear a Alemania. Pas mal;
la guerre est finie longtemps. La guerra es muy mala,
muy mala. La guerra es mala siempre. Es mala en España;
es mala en Argelia; es mala en Túnez; es mala en Europa;
es mala para ti y también lo es para tu enemigo.
- Ha visto usted muchos muertos, pero también muchos
hombres valientes …
- Mire, en la guerra no hay que ser valiente. En la
guerra hay que ir normal, como todo el mundo. No hay
que hacerse el valiente, porque no sirve de mucho. Es
más normal ir cagado de miedo. Sobre todo cuando avanzas
a pie, buscando patrullas, mirando si te sale uno por
aquí o por allá.
- De ustedes, tras la toma de Berchtesgaden, ya
solo quedaban 16. Sentiría mucha pena según iban cayendo
sus compañeros …
- La verdad es que en esos momentos no sientes pena.
Mueren tantos cada día que al final lo acabas comentando
como si nada con el compañero: ‘¿Has visto? Fulano cayó
esta tarde…’ Sin más. C’est tout.
- Demasiados hombres jóvenes muertos.
- Oui. Jóvenes, viejos, niños, mujeres… de todo. La
guerra mata a todo el mundo.
- Es usted el último miembro de La Nueve que queda
vivo. ¿Quién era su mejor amigo en la compañía?
- En mi coche éramos cuatro españoles. Y me acuerdo
de todos por igual. Y también del ayudante jefe Moreno,
y del sargento Zubieta, uno que le llamaban El Chato,
y que cantaba: "Ya se cayó el arbolito / donde dormía
el pavo real..." Cuando entras en combate todos son
tus amigos. Y cuando te quedas solo, no hay amigos a
la vista. Yo no pude subir en Berchtesgaden (el nido
del águila, el refugio de montaña de Hitler en cuya
conquista participó La Nueve). Mis amigos subieron todos,
y yo me tuve que quedar abajo guardando el coche, porque
era el chófer. Yo no olvido a mis compañeros. Todos
los años vamos a un pueblo en el que murieron muchos
(Grussenheim, al sur de Estrasburgo, en la frontera
con Alemania, donde La Nueve fue diezmada), entre ellos
D’Alain, que antes había estado en las Brigadas Internacionales
en España. Está enterrado allí. El alcalde nos invita
a un vaso cada año por todos ellos. Lo prometió. Y yo
bebo un vaso a su salud. En enero cumpliré 99 años,
y pienso ir allí a brindar por lo menos hasta que tenga
100.
- ¿Qué le viene a la cabeza si se acuerda usted
del día de la liberación de París, cuando los blindados
de su compañía fueron los primeros en entrar en la ciudad?
- Recuerdo que mantuve el coche bajo unos árboles.
Había que atravesar la ciudad corriendo. Llevaba acoplado
un cañón antitanque, pero yo no lo atendía; lo manejaba
un gallego al que llamábamos Cariño. Y recuerdo que,
después de aquello, nos fuimos a un campo en las afueras,
y que pasamos allí tres noches. Estábamos contentos.
Y al campamento vinieron muchas chicas a saludarnos.
Eran tantas que el capitán Dronne, que luego llegó a
general, se enfadó, y nos dijo: “A ver si en este campamento
va a haber más mujeres que soldados”.
Rafael Gómez, abajo a la derecha, con
compañeros de La Nueve.
- ¿Echa usted de menos Adra (Almería),
su tierra?
- Poco. Nací allí, pero de niño viví en
Cádiz once años. Mi padre era carabinero y estaba destinado
en el puerto. Y después lo destinaron a Barcelona, y
allí nos quedamos hasta el fin de la guerra civil.
- ¿Por qué se alistó usted? ¿Era de
algún partido?
- Yo no tenía ideas políticas. He luchado
por lealtad, no por política. Nunca he tenido nada político.
Sí soy cristiano. Estoy bautizado, como mis hijos. Pero
no rezo: si voy a la iglesia, me quedo allí callado.
En combate tampoco rezaba; te da poco tiempo a pensar.
Estás pendiente de que no te caiga una bomba y no saltes
por los aires. Yo vivía en Badalona y tenía 17 años
cuando me movilizó la República. Fui en la última quinta,
la del Biberón. Pasé la frontera andando, y me llevaron
a Barcarés.
- ¿Cómo era la vida en el campo de
concentración?
- Allí, en la playa, ayudaba a construir
barracas para dormir. Nos daban de desayuno muy poco
pan, una barra para cada 20, y unas sardinas. Y de beber,
agua jabonosa. Esperábamos a que se quitaran las pompas
para beberla. No había otra agua.
- ¿Cómo salió de allí?
- Una día me vino a ver mi padre, que
estaba en otro campo, en Argelés. Me dijo que su hermano
estaba en Argelia, y que se lo llevaban para allá, y
que yo a lo mejor podría ir también. Y salí con papeles
falsos, como hermano de mi padre. Y ya cuando estaba
en Argelia, me presenté voluntario. No sé, me dio un
golpe de cabeza, y me fui al Bureau d’Engagement. Pedían
chóferes, y mi destino fue chófer en la Tunicia.
- ¿Ha sido Francia agradecida con ustedes,
los de La Nueve?
- Al principio no decían que éramos españoles.
Decían que éramos franceses... hasta que la periodista
Evelyn Mesquida contó nuestra historia. En el tercer
regimiento éramos tres compañías, la IX, la X y la XI.
Y en La Nueve casi nadie hablaba francés. Muchos venían
de la Legión.
- Eran gente dura.
- Por eso nos metían en un batallón de
primera línea. Siempre nos metían delante.
- Al menos les darían buen rancho …
- Raciones americanas. Las preparaba un
cocinero… Bouboú se llamaba. Se enfadaba cuando alguna
vez teníamos que salir corriendo y dejar la comida.
- ¿Era buen cocinero?
- Bueno, hacía lo que podía.
- Estas cosas, ¿se las cuenta a sus
nietos?
- Uy, no me hable de nietos (ríe) Tengo
tantos que a veces no llevo suficiente en el bolsillo
para darles propina. A los nietos yo no les cuento nada
de la guerra. A los jóvenes de hoy ya no les interesa.
Oui: solo les gusta la música y la fiesta.
Rafael Gómez, abajo, con sus compañeros
del half track Don Quichote. Arriba, con quepis, el
sargento ayudante jefe Moreno.
-¿No tiene un mensaje para los jóvenes?
-No hagáis guerras. La guerra es mala
para todo el mundo. Las guerras solo las ganan los ricos.
- El Gobierno español ya lleva un par
de agostos haciéndoles un reconocimiento. Llega un poco
tarde …
- Bueno, la verdad es que ya de La Nueve
no hay ninguno; solo quedo yo. Cuando me muera, me da
igual si me entierran aquí o en España, pero que sea
con Florence. Que me metan al ‘crematoire’ y lleven
mis cenizas con mi mujer. Era de origen español, ¿sabe?
Se apellidaba López. La conocí en el baile, en Estrasburgo.
Yo era muy buen bailarín. Florence y yo íbamos mucho
al baile. Vaya, no he tenido mala vida …
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