Tracy Williams camina por las playas de Cornualles
con una gran bolsa negra en una mano y los ojos bien puestos
en la arena: está buscando al elusivo dragón verde sin alas
que se dice se encuentra en las aguas de Land’s End. Aunque
Tracy dice que también se pondría muy contenta si se encuentra
una balsa salvavidas amarilla, una propela roja, o uno de
esos esquivos pulpos negros. Está hablando de piezas de Lego.
Terminaron en el mar en 1997, cuando un barco que venía de
Japón perdió varios contenedores en una tormenta antes de
atracar en Southampton. Uno de ellos estaba cargado con piezas
de Lego, muchas de ellas figuras alusivas al océano. “Cuando
me mudé a Cornualles en 2010 y bajé a la playa la primera
vez, quedé muy sorprendida de que todavía estuvieran llegando
a la orilla después de todo ese tiempo”, le contó Tracy a
la BBC.
Dice que hoy pareciera que la historia de Lego
se ha apoderado de su vida: “Empezó como un poco de diversión,
y ahora es un trabajo de tiempo completo. Creo que es muy
interesante poder ver el impacto del cargamento que se perdió
y cuánto tiempo dura”.
Muchas de las piezas del contenedor hacían alusión
al mar.
Atónita ante la cantidad de plástico, Tracy
se hizo miembro de uno de los grupos de limpieza de playa
de Cornualles. Además, abrió una página de Facebook, en la
que quería conectar con las personas que encontraran piezas
de Lego y saber qué tipos de piezas tenían. Actualmente, la
cuenta Lego Lost at Sea tiene más de 73.000 seguidores en
Facebook y 25.000 en Instagram. Dice que las páginas ayudan
a tener un panorama estimado de qué tantas piezas de Lego
se han recogido y contrastar ese dato con el cargamento que
venía en el barco. Tracy tiene un inventario de lo que venía
en el cargamento original: “Tenemos los números porque en
1997, el oceanógrafo doctor Curtis Ebbesmeyer le escribió
a Lego y les preguntó qué había en el contenedor que se perdió”,
dice Tracy.
Entre muchos otros ítems, el contenedor llevaba
28.700 balsas inflables amarillas, 52.000 propelas rojas,
4.200 pulpos negros, 33.427 dragones negros, 514 dragones
verdes y más de 15.000 tiburones. A pesar de los muchos descubrimientos
de otras piezas, nunca se ha encontrado ni un solo tiburón.
“Creo que es un rompecabezas gigante, uno con 5 millones de
piezas y no lo hemos empezado. Apenas estamos haciéndonos
a una idea de cómo se ve el dibujo de la carátula”.
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Al llevar tantos años en las aguas de Cornualles,
las piezas de Lego se han convertido en parte del imaginario
colectivo de la zona. Para la familia de Gwyneth Bailey, las
piezas de Lego la conectan con su madre: “Cuando nuestra madre
tenía entre 70 y 80 años de edad estuvo caminando por la playa
y se encontró un dragón negro”, le dijo Gwyneth a la BBC.
“Reconoció que era Lego y pensó que era genial. La historia
se regó en la familia, y como todos hemos estado viniendo
de vacaciones a Cornualles desde pequeños, siempre hemos buscado
conchas, pero ante todo, buscábamos dragones y las pequeñas
margaritas y los ladrillitos y las herramientas de los piratas”.
La señora Floxin, otra residente del área, le dijo a la BBC
que su esposo comenzó a recoger basura de las playas preocupado
por lo sucias que las veía y pensando en el futuro de sus
nietos. “Todos los días después del trabajo iba a la playa,
recogía basura y la ponía en la cochera. Él encontró dos dragones”,
cuenta la señora Floxin. “Uno de los dragones se fue con él
al otro mundo y el otro está encima de mi chimenea”.
Rob Arnold, un ambientalista que vive en el
área de Whitsand Bay, en Cornualles, hace arte con el plástico
que recoge en las playas para intentar concientizar a las
personas sobre el impacto que tiene sobre los océanos. Rob
dice que entre él y sus amigos, han recogido más de 25 millones
de pedazos de plástico y microplástico de una sola playa,
dentro de los cuales había más de 1.000 aletas de Lego. “Puede
ser sobrecogedor. Pero hay maneras de convertir esa emoción
en algo positivo y yo si creo que el Lego me emociona, es
algo divertido que me permite persistir en medio de toda esta
basura terrible.” Otro factor a considerar es la parte del
cargamento que se habría quedado en el fondo del océano, esa
que no flotó a la superficie y que nunca llegó a las playas.
Para intentar encontrar una respuesta, Tracey
contactó al doctor Andrew Turner, de la Universidad de Plymouth,
para intentar de establecer qué tanto Lego se quedó en el
fondo y qué tanto llegó a la superfice. Según descubrió, una
parte del cargamento puede ser un problema a largo plazo:
“El material que se hunde no se ve, lo que implica que es
más difícil de recuperar. Pero eso quiere decir que es posible
que dure cientos o miles de años”. “Mucho de ese material
se convertirá en parte de la litósfera.” Puede que ese sea
el destino de los 15.000 tiburones de Lego que siguen sin
encontrarse.
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