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30 - Noviembre - 2023
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Tracy Williams camina por las playas de Cornualles con una gran bolsa negra en una mano y los ojos bien puestos en la arena: está buscando al elusivo dragón verde sin alas que se dice se encuentra en las aguas de Land’s End. Aunque Tracy dice que también se pondría muy contenta si se encuentra una balsa salvavidas amarilla, una propela roja, o uno de esos esquivos pulpos negros. Está hablando de piezas de Lego. Terminaron en el mar en 1997, cuando un barco que venía de Japón perdió varios contenedores en una tormenta antes de atracar en Southampton. Uno de ellos estaba cargado con piezas de Lego, muchas de ellas figuras alusivas al océano. “Cuando me mudé a Cornualles en 2010 y bajé a la playa la primera vez, quedé muy sorprendida de que todavía estuvieran llegando a la orilla después de todo ese tiempo”, le contó Tracy a la BBC.

Dice que hoy pareciera que la historia de Lego se ha apoderado de su vida: “Empezó como un poco de diversión, y ahora es un trabajo de tiempo completo. Creo que es muy interesante poder ver el impacto del cargamento que se perdió y cuánto tiempo dura”.

Muchas de las piezas del contenedor hacían alusión al mar.

Atónita ante la cantidad de plástico, Tracy se hizo miembro de uno de los grupos de limpieza de playa de Cornualles. Además, abrió una página de Facebook, en la que quería conectar con las personas que encontraran piezas de Lego y saber qué tipos de piezas tenían. Actualmente, la cuenta Lego Lost at Sea tiene más de 73.000 seguidores en Facebook y 25.000 en Instagram. Dice que las páginas ayudan a tener un panorama estimado de qué tantas piezas de Lego se han recogido y contrastar ese dato con el cargamento que venía en el barco. Tracy tiene un inventario de lo que venía en el cargamento original: “Tenemos los números porque en 1997, el oceanógrafo doctor Curtis Ebbesmeyer le escribió a Lego y les preguntó qué había en el contenedor que se perdió”, dice Tracy.

Entre muchos otros ítems, el contenedor llevaba 28.700 balsas inflables amarillas, 52.000 propelas rojas, 4.200 pulpos negros, 33.427 dragones negros, 514 dragones verdes y más de 15.000 tiburones. A pesar de los muchos descubrimientos de otras piezas, nunca se ha encontrado ni un solo tiburón. “Creo que es un rompecabezas gigante, uno con 5 millones de piezas y no lo hemos empezado. Apenas estamos haciéndonos a una idea de cómo se ve el dibujo de la carátula”.

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Al llevar tantos años en las aguas de Cornualles, las piezas de Lego se han convertido en parte del imaginario colectivo de la zona. Para la familia de Gwyneth Bailey, las piezas de Lego la conectan con su madre: “Cuando nuestra madre tenía entre 70 y 80 años de edad estuvo caminando por la playa y se encontró un dragón negro”, le dijo Gwyneth a la BBC. “Reconoció que era Lego y pensó que era genial. La historia se regó en la familia, y como todos hemos estado viniendo de vacaciones a Cornualles desde pequeños, siempre hemos buscado conchas, pero ante todo, buscábamos dragones y las pequeñas margaritas y los ladrillitos y las herramientas de los piratas”. La señora Floxin, otra residente del área, le dijo a la BBC que su esposo comenzó a recoger basura de las playas preocupado por lo sucias que las veía y pensando en el futuro de sus nietos. “Todos los días después del trabajo iba a la playa, recogía basura y la ponía en la cochera. Él encontró dos dragones”, cuenta la señora Floxin. “Uno de los dragones se fue con él al otro mundo y el otro está encima de mi chimenea”.

Rob Arnold, un ambientalista que vive en el área de Whitsand Bay, en Cornualles, hace arte con el plástico que recoge en las playas para intentar concientizar a las personas sobre el impacto que tiene sobre los océanos. Rob dice que entre él y sus amigos, han recogido más de 25 millones de pedazos de plástico y microplástico de una sola playa, dentro de los cuales había más de 1.000 aletas de Lego. “Puede ser sobrecogedor. Pero hay maneras de convertir esa emoción en algo positivo y yo si creo que el Lego me emociona, es algo divertido que me permite persistir en medio de toda esta basura terrible.” Otro factor a considerar es la parte del cargamento que se habría quedado en el fondo del océano, esa que no flotó a la superficie y que nunca llegó a las playas.

Para intentar encontrar una respuesta, Tracey contactó al doctor Andrew Turner, de la Universidad de Plymouth, para intentar de establecer qué tanto Lego se quedó en el fondo y qué tanto llegó a la superfice. Según descubrió, una parte del cargamento puede ser un problema a largo plazo: “El material que se hunde no se ve, lo que implica que es más difícil de recuperar. Pero eso quiere decir que es posible que dure cientos o miles de años”. “Mucho de ese material se convertirá en parte de la litósfera.” Puede que ese sea el destino de los 15.000 tiburones de Lego que siguen sin encontrarse.

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