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19 - Enero - 2023
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Las plegarias y ofrendas dedicadas a la Pachamama desde sus poblaciones de origen en el sur de los Andes causaron efecto, al menos durante buena parte del día para quienes este jueves han marchado hacia la capital para la toma de Lima. En una jornada de máxima tensión, precedida de nuevos enfrentamientos sangrientos en la fronteriza Puno, las medidas tomadas por las autoridades, el despliegue de 50 fiscales y la buena disposición de la mayoría de los indígenas aymaras y quechuas permitieron que la protesta se acercara al centro político peruano sin grandes incidentes. Más de 11.000 policías se desplegaron en una ciudad que, en su mayoría, aborrece a Pedro Castillo, cuyo fallido intento de golpe de Estado en diciembre ha arrojado al Perú a una de sus crisis políticas y sociales más profundas. "¿Dónde estás, carajo? ¡Dina, asesina!", gritaban a todo volumen los primeros grupos de manifestantes en los alrededores de la Plaza de San Martín, el epicentro de todas las protestas antigubernamentales desde diciembre.

Además de pancartas e insignias nacionales, otras banderas en las que el negro sustituye al rojo aireaban el luto que ensombrece a buena parte del país. Para todos ellos, "Dina y el Congreso es la misma porquería", tal y como apuntaban con sus exclamaciones. Tanto sectores sociales como grupos de la izquierda radical se unieron a los indígenas ya en la capital, pese a que no alcanzaron las expectativas de la Policía, que se había preparado para una concentración de grandes dimensiones, cercana a 50.000 personas. Los primeros cálculos reducían ese número de forma considerable. Buena parte de los protestante durmieron sobre el césped de las dos universidades que les acogieron, la Universidad Nacional de Ingeniería y la Mayor de San Marcos, ésta a regañadientes. Las negociaciones se prolongaron todo el día para buscar un nuevo alojamiento para parte de los llegados a Lima, que han decidido mantener su protesta. Los peores enfrentamientos se produjeron de nuevo en el departamento de Puno, cuando una manifestación de ronderos, organizaciones rurales de vigilancia que proliferaron durante la época de la guerrilla Sendero Luminoso y de las que también formó parte Castillo, se enfrentó en Macusani a la Policía en la noche previa a la toma de Lima. Dos de sus miembros, una mujer y un hombre, perdieron la vida, la primera por un impacto en la cabeza y el segundo, en el tórax. Tras conocerse la muerte violenta de la mujer, grupos radicales y turbas atacaron durante toda la noche edificios públicos de Macusani, empezando por la comisaría, que fue incendiada. La misma suerte corrió el edificio del poder judicial. Hasta el momento, la Defensoría del Pueblo ha confirmado la muerte de 53 personas, 43 durante las protestas, nueve por los bloqueos o accidentes en las carreteras y un suboficial de la policía quemado vivo por una turba. Los heridos han superado con creces la barrera de los mil: 722 civiles y 442 agentes.

Los incidentes de mayor calibre continuaron ayer en los alrededores del aeropuerto de Arequipa, que resistió el asalto de varios cientos de manifestantes. Mientras, se sumaban nuevos bloqueos en las vías nacionales, por encima del centenar. Una vez más, el paro fue obedecido en el sur de los Andes, el territorio que se ha levantado contra el poder político de Lima. La última premier del Gabinete Castillo, Betsy Chávez, aprovechó para reaparecer tras varias semanas en silencio. Investigada por la Fiscalía por el fallido golpe de Estado, Chávez declaró en las horas previas que le gustaría salir a marchar, "pero lo que pasa es que si yo salgo me detienen por flagrancia o porque dicen que soy azuzadora". La dirigente de Perú Libre (PL), partido marxista leninista que presentó a Pedro Castillo y a Dina Boluarte como su candidatura presidencial en 2021, se mostró muy activa durante los primeros días de la detención del ex presidente hasta que este fue trasladado al penal de Barbadillo, que hoy comparte con el dictador Alberto Fujimori.

Las postales aéreas de la llegada de los manifestantes a la Plaza San Martín.

El pulso de los manifestantes y de la izquierda radical contra la presidenta mantiene a Boluarte en una encrucijada de incierta resolución. En el Parlamento se discute actualmente la posibilidad de adelantar los comicios presidenciales a abril del 2024, una fecha que no conforma a la mayoría del país. En un desliz político, el ministro de Desarrollo, Julio Demartini, declaró a una radio local que el Gobierno entero, con Boluarte a la cabeza, dimitiría si se alcanzase la paz social.

"No hay un escenario perfecto, pero elecciones en abril de 2024 e inicio de nuevo Gobierno para julio puede ser demasiado tarde", vaticina el politólogo Fernando Tuesta.

No obstante, la presidenta se mantiene firme en su decisión de conducir al país hasta la entrega del poder cuando lo decida el Congreso. Sólo en el caso de su dimisión pactada con el Congreso para que este elija a un sucesor por consenso se podrían convocar elecciones en seis meses. Pero ni siquiera Perú Libre y los grupos parlamentarios que se le han desgajado a lo largo de la legislatura (Bloque Magisterial, Perú Democrático y Perú Bicentenario) tienen claro si votar a favor o no de un nuevo adelanto electoral. Aprobado en diciembre con 90 votos a favor y 30 en contra, esta decisión debe ser ratificada el mes que viene para que sea válida. La legislatura actual debería haber acabado en julio de 2026.

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