Las presidenciales de 1969, celebradas todavía
entre los rescoldos de la revolución de Mayo del 68, se planteaban
como un momento decisivo para el futuro de Francia, tras la
dimisión de Charles de Gaulle, el general que había marcado
la vida política de este país desde la Segunda Guerra Mundial.
Las elecciones de este domingo, en las que el presidente centrista
Emmanuel Macron ha derrotado a la ultraderechista Marine Le
Pen, también se presentaban como un momento decisivo para
el devenir de Francia y de toda Europa. Era una victoria prevista,
pero que no estaba cantada. Ambos comicios no solo han estado
unidos por ese sentimiento de momento decisivo, sino por la
baja movilización.
Según el recuento del Ministerio del Interior,
la abstención alcanzó el 28%, 2,6 puntos más que en las elecciones
de 2017, cuando se situó en el 25,4%. Se ha producido además
una desmovilización entre las dos vueltas, con un descenso
de casi dos puntos con respecto a la votación de hace dos
semanas (26,3%). Es, además, la segunda vez consecutiva en
que la abstención aumenta entre las dos rondas, pese a que
en ambas ocasiones los franceses han tenido que elegir entre
un político centrista y una dirigente ultraderechista, que
ponía en peligro el sistema republicano.
La histórica abstención en esta segunda vuelta
se explica “por una profunda frustración democrática”, explicó
este domingo al diario Libération el director de estudios
políticos del instituto de sondeos Viavoice, Stewart Chau.
“Este dato deja claro que los electores no han percibido lo
que estaba en juego en estas elecciones”, agregó Chau, quien
también sostiene que demuestra “el debilitamiento del frente
republicano”, un concepto que entró a formar parte de la vida
política francesa cuando el ultraderechista Jean-Marie Le
Pen pasó sorpresivamente a la segunda vuelta y todas las fuerzas
democráticas se movilizaron a favor de Jacques Chirac, que
arrasó finalmente.
“Este voto democrático frente a un candidato
de extrema derecha parece haberse esfumado. En el periodo
comprendido entre las dos vueltas, según nuestras cifras,
solo el 27% de los franceses consideraba justificada la existencia
de un frente republicano. Se trata de un colapso histórico”,
prosiguió Chau. Entre los dos turnos de 2002, en medio de
la conmoción nacional, tres de millones de franceses que se
habían abstenido en la primera vuelta acudieron a votar en
la segunda. Nada parecido ha ocurrido en esta ocasión, como
tampoco en 2017.
El récord en los últimos 50 años se mantiene,
en cualquier caso, en 1969, con una abstención del 31,3%.
En aquellas elecciones logró la victoria el gaullista Georges
Pompidou frente al conservador Alain Poher. El comunista Jacques
Duclos había quedado en tercer lugar en la primera vuelta
y, como en esta ocasión había hecho el izquierdista Jean-Luc
Mélenchon, no dio su apoyo a ningún candidato. Aunque el líder
de Francia Insumisa llamó a no votar a Marine Le Pen tras
la votación del pasado día 10, no pidió el voto para Macron.
Mélenchon ya apuesta por lo que llama la tercera vuelta, las
elecciones legislativas previstas en junio, y esta desmovilización
podría ser un indicio de que mantendrá su tirón electoral.
El ganador de estos comicios, que se celebran también a dos
vueltas, condicionará el segundo quinquenio presidencial de
Macron.
Mélenchon buscará el apoyo de los ecologistas
para las legislativas.
Aunque en la segunda vuelta todavía se trata
de estimaciones, Le Monde analizó a fondo la abstención en
la primera vuelta con resultados definitivos sobre la mesa:
la participación fue bastante elevada en las ciudades pequeñas
y en las grandes metrópolis, mientras que en las ciudades
de tamaño medio la abstención fue más elevada. Según un estudio
de Ipsos-Sopra Steria, entre los jóvenes de 25-34 años, la
abstención fue especialmente elevada en la primera vuelta
(46%). Entre los obreros también fue bastante significativa
(33%), mientras que los jubilados, que han estado en el centro
de la campaña electoral que ha tenido en la pérdida de poder
adquisitivo uno de sus grandes temas, la movilización fue
especialmente alta: un 81% acudieron a votar. En la primera
vuelta, en una comuna de cada cinco, la abstención logró la
victoria simbólica.
Exfuncionario público y especialista en inversión
bancaria, Emmanuel Macron fue empleado y asociado del banco
francés Rothschild & Cie y ejerció posteriormente de asesor
económico del presidente de la República François Hollande
(2012). En 2014 fue nombrado ministro de Economía, Recuperación
Productiva y Asuntos Digitales. En abril de 2016 lanzó el
movimiento político ¡En Marcha!. En agosto siguiente dimitió
como ministro de Economía para dedicarse al proyecto político
de centro, sin descartar convertirse en candidato en las elecciones
presidenciales de Francia de 2017 si Hollande desistía. Dejó
el cargo siendo el ministro mejor valorado del Gobierno y
el político de la izquierda preferido de los franceses. Alejándose
de los postulados socialistas, Macron declaró en agosto «La
honestidad me obliga a decirles que no soy socialista». En
2015 ya había explicado que había sido militante del Partido
Socialista pero ya no lo era.
El expresidente francés François Hollande se
pronunció sobre la guerra en Ucrania en varias ocasiones.
En 2006, conoció a François Hollande a través
de Jean-Pierre Jouyet y se comprometió a su lado como asesor
a partir de 2010. En las elecciones presidenciales de 2007
formó parte del grupo de los Gracques, compuesto por antiguos
altos funcionarios y empresarios socialistas que reclamaban
una alianza entre Ségolène Royal y François Bayrou. En estas
fechas intentó ser elegido candidato a las elecciones legislativas
del Partido Socialista en Picardía pero los socialistas de
esta región le rechazan. Su fracaso sumado a la victoria de
Sarkozy en las elecciones presidenciales de 2007 le animan
a dar un nuevo vuelco a su carrera. En 2010 rechazó la propuesta
planteada por Antoine Gosset-Grainville y validada por el
Palacio del Elíseo de convertirse en director adjunto del
gabinete del primer ministro François Fillion.
Macron fue nombrado secretario general adjunto
de la Presidencia el 15 de mayo de 2012, en tándem con Nicolas
Revel y a las órdenes del nuevo secretario general Pierre-René
Lemas. Ya entonces el ala izquierda del Partido Socialista
francés criticó su designación junto al presidente. «Es un
error potenciar a esa clase de colaboradores», comentó la
senadora Marie-Noëlle Lienemann. Macron tenía la confianza
de las empresas y en sus dos años en el Elíseo fue el encargado
de mantener el nexo del presidente con los grandes patronos.
Su estrecha colaboración con el presidente socialista dio
un giro a la política económica de Hollande cuestionada por
el ala izquierdista del socialismo francés. El 26 de agosto
de 2014 fue nombrado ministro de Economía, Recuperación Productiva
y Asuntos Digitales del segundo gobierno de Manuel Valls sustituyendo
a Arnaud Montebourg, una decisión especialmente criticada
por parte de algunos parlamentarios socialistas opuestos a
las medidas reformistas de Hollande inspiradas por Macron.
«Queremos preservar el modelo social francés. No haremos una
política en detrimento de los asalariados, pero hay que reconocer
la necesidad de tener un motor en la economía, y ese motor
es la empresa» explicó Macron en una entrevista, sintetizando
las reformas de Hollande. En agosto de 2016 dimitió como ministro
para dedicarse de lleno al movimiento político que acababa
de crear: ¡En Marcha!, del centro político.
Nota de prensa, Mayo 2022:
El partido de Macron, La República en Marcha,
cambia de nombre a Renacimiento.
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