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500 millones de personas de tres continentes
están unidas por un mismo problema: el cambio climático. La
cuenca del Mediterráneo es uno de los puntos calientes de
esta crisis global y algunos de sus impactos “golpean” a esta
región de “forma más dura que a otras partes del mundo”, apunta
el profesor Wolfgang Cramer, director científico del Instituto
Mediterráneo de Biodiversidad y Ecología, radicado en Francia.
Por ejemplo, el aumento de la temperatura de la región mediterránea
ha llegado ya a los 1,5 grados respecto a los niveles preindustriales,
lo que supone que el calentamiento en esta cuenca es un 20%
más rápido que en la media del planeta. Lo que viene —si no
se toman medidas adicionales de reducción de los gases de
efecto invernadero que sobrecalientan el planeta— es mucho
peor: para 2040 ese incremento llegará a los 2,2 grados y
posiblemente superará los 3,8 en algunas zonas de la cuenca
en 2100. Además, en solo dos décadas 250 millones de personas
sufrirán pobreza hídrica en la zona por las sequías.
Estos datos se incluyen en un informe cuyos
primeros resultados se presentaron durante un encuentro de
la Unión por el Mediterráneo, una organización internacional
en la que están representados los países de esos tres continentes
que comparten las aguas del emblemático mar. Desde 2015, un
grupo de más de 80 científicos coordinados por el profesor
Cramer ha estado trabajando para esta organización en el estudio,
que se titula Riesgos asociados al cambio climático y los
cambios medioambientales en la región mediterránea. El informe
aspira a ser el gran retrato del cambio climático en esta
zona a partir del conocimiento científico actual. “Nunca antes
se ha hecho una síntesis tan completa”, explica Cramer sobre
un documento que está cargado de datos, muchos alarmantes.

El coordinador destaca la vulnerabilidad de
mucha de la población de la región “porque vive muy cerca
del mar y también porque son pobres y tienen pocas opciones
para protegerse o alejarse”. El informe advierte: habrá más
olas de calor “más significativas y duraderas” y “las sequías
extremas serán más frecuentes”.
De entre todos los impactos, Cramer destaca
la subida del nivel del mar. Para 2100 el informe apunta que
superará el metro, lo que supone situarse en el escenario
más pesimista que planteaba para el conjunto del planeta el
reciente informe del IPCC (Intergovernmental Panel on Climate
Change), los científicos que asesoran a la ONU. Ese incremento
de un metro tendrá impactos en un tercio de la población que
vive en la costa del Mediterráneo; solo en el norte de África
el sustento de al menos 37 millones de personas estará en
peligro. A los daños en las ciudades por inundaciones, Cramer
añade otro riesgo más: “la salinización de los suelos utilizados
para la agricultura en los deltas y estuarios de los ríos
como el Nilo, pero también el Ebro, el Ródano y el Po”.
El otro gran impacto que más preocupa a Cramer
es el aumento de la intensidad de las olas de calor y sequías,
que golpeará con dureza a España. Desde 1950, la frecuencia
de las sequías ha aumentado. Y el informe señala que aunque
el calentamiento se quede por debajo de los dos grados —el
objetivo que fija el Acuerdo de París—, los habitantes de
las cuencas fluviales en Oriente Medio y Oriente Próximo estarán
expuestos a una dura escasez de agua. El estudio destaca que
la disponibilidad de agua dulce puede caer un 15% en las próximas
décadas en el conjunto de la región mediterránea, lo que tendrá
graves consecuencias en la agricultura. Y calcula que en 2040
alrededor de 250 millones de personas de la zona sufrirán
pobreza hídrica —dispondrán de menos de 1.000 metros cúbicos
por cabeza al año—. Esta situación, advierten los científicos,
puede hacer que aumenten los conflictos e, incluso, las migraciones
masivas.

El equipo científico encargado de este gran
retrato del calentamiento global enumera también los riesgos
para la salud: “Se espera que las enfermedades y muertes relacionadas
con el calor sean más frecuentes, especialmente en las ciudades
debido al efecto de las islas de calor y para los grupos de
población vulnerables”. Más allá del cambio climático, los
científicos destacan que el deterioro de la calidad del aire,
los suelos y el agua por la contaminación supondrá más enfermedades
respiratorias y cardiovasculares y una disminución del acceso
a los alimentos saludables.
Relacionado con esto, los expertos indican
que puede peligrar la seguridad alimentaria, ya que se puede
ver afectada por el aumento de la población y la bajada en
el rendimiento de los cultivos, la pesca y la ganadería. “El
90% de las poblaciones comerciales de peces ya están sobreexplotadas
en el Mediterráneo”, recuerda el informe. “Y se espera que
el peso medio de los peces se reduzca hasta en un 49% para
2050”, se pone como ejemplo.
Los especialistas no solo se centran en los
impactos sobre los seres humanos y sus medios de vida. Se
advierte de que “muchos de los ecosistemas están amenazados
por el cambio climático, los cambios de usos del suelo, la
contaminación y la sobreexplotación”. Por ejemplo, el proceso
de acidificación del agua de mar —causado por la absorción
del CO2 procedente de las emisiones humanas— y el aumento
de la temperatura del agua “ya han causado una pérdida del
41% de los principales depredadores, incluidos los mamíferos
marinos”. El informe cita algunos casos concretos, como la
proliferación de las plagas de medusas por el incremento de
la temperatura del agua, la invasión de mosquitos tigre y
la aparición de especies invasoras como los peces león que
dañan a las autóctonas.

Respecto a los impactos en la tierra, los científicos
alertan del aumento que ya se está dando de los “megaincendios”
debido al calentamiento y a los cambios en el paisaje. En
el futuro, las áreas quemadas podrían crecer hasta un 40%,
incluso, en el escenario más optimista de un aumento de la
temperatura de 1,5 grados.
Es complicado no caer en el pesimismo cuando
se lee el informe que ha coordinado Cramer. Pero este profesor
resalta que el objetivo es “proporcionar información equilibrada
sobre los riesgos para toda la cuenca mediterránea” para los
responsables políticos y sus asesores. Y pide acción: “El
norte necesita ayudar al sur a adaptarse para garantizar que
la economía de los países del sur tenga estabilidad”. Cramer
resalta la importancia de reducir los gases de efecto invernadero,
porque cada reducción ayuda a limitar el aumento global de
la temperatura. “Todos los países, y en particular los del
norte, deben aplicar políticas compatibles con el Acuerdo
de París. Cada tonelada de CO2 que se reduzca cuenta”.
El diplomático Grammenos Mastrojeni (Milán, Italia,
1965) insiste en el valor que puede tener este informe
para los gobernantes a la hora de tomar decisiones.
En una entrevista telefónica, el vicesecretario encargado
del área de clima de la Unión para el Mediterráneo,
resalta las oportunidades que puede conllevar la adaptación
al calentamiento.

Grammenos Mastrojeni, vicepresidente de
la Unión para el Mediterráneo.
Pregunta. ¿Por qué es importante este informe?
Respuesta. No estamos acostumbrados a incorporar en
las políticas y las planificaciones el clima y la naturaleza.
Pero si no lo hacemos seremos víctimas de una dinámica
muy fuerte que cambiará las bases de los intereses sobre
los que hemos construido todo el equilibrio del Mediterráneo.
Este no es solo un problema del Mediterráneo, es del
mundo entero, pero en el Mediterráneo es particularmente
delicado y fuerte. Si no planificamos teniendo en cuenta
esto, puede volverse un factor de desestabilización
muy importante. Pero si logramos incorporarlo en nuestras
políticas, paradójicamente, puede transformarse en una
oportunidad para mejorar nuestra cooperación y conseguir
un progreso económico justo, duradero y equitativo en
toda la región.
P. ¿Qué le preocupa más?
R. Todos los impactos nos preocupan porque suponen
que la manera de vivir en este territorio va a cambiar
y esto exige una política de adaptación. Hay datos que
son muy preocupantes, aunque sería un error concentrarse
solo en ellos. Sabemos que estamos yendo en una dirección
de inseguridad hídrica para casi 250 millones de personas.
Esto es muy preocupante, pero es también una oportunidad:
porque tenemos que trabajar todos juntos para proteger
el ecosistema que hasta ahora nos ha permitido que nuestras
tierras sean aptas para la agricultura. El nivel del
mar va a aumentar bastante. Para el gran público 10
o 20 centímetros no es mucho. Pero el problema no es
que el mar vaya a cubrir ciudades —en algunas zonas,
como en Venecia, sí se da ese riesgo—; el problema es
que el agua salada entra en la tierra. Si consideramos
que el 42% de la población mundial vive cerca de las
costas, que el agua se salga significa volver yermas
las tierras. Y en el caso específico de los deltas de
los grandes ríos significa que se puede prácticamente
paralizar la agricultura. Si ignoramos el problema,
se podrían propiciar, por ejemplo, flujos migratorios
importantes.
P. Migrantes climáticos.
R. Sí, son ellos. Pero es una expresión errada. Las
personas que se mueven por razones del clima no son
migrantes. Migrante es alguien que puede escoger en
cierta manera ir a otro lugar para mejorar sus condiciones
de vida. Y normalmente tienen un nivel de renta suficiente
para escoger aún si llega una sequía. Pero el problema
es que los más pobres, aquellos que no pueden escoger,
son los que se mueven cuando hay problemas climáticos.
Son movimientos forzados de población, un problema mucho
más peligroso que las migraciones. Es un fenómeno que
afecta a personas muy frágiles cuya única alternativa
es la ilegalidad, ya sea a través de las redes de tráfico
de personas o el terrorismo. Este fenómeno no está ocurriendo
aún en la región, pero sí, por ejemplo, en la zona del
lago Chad. Allí Boko Haram gana muchos seguidores por
el colapso del ecosistema, que no da más posibilidades
de vivir.
P. ¿Los gobernantes del Mediterráneo son conscientes
del reto climático?
R. Los Gobiernos están mucho más adelantados de lo
que el público cree. El problema es que no hay soluciones
mágicas y todo está llegando a una velocidad enorme
y debemos adaptarlo todo. La ciencia nos da la idea
de lo que puede acontecer pero la cuestión es cómo integrar
estos datos en la acción política y en un circuito de
decisiones democráticas.
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Es imparable y se está acelerando. El aumento
del nivel del mar se ha disparado por el deshielo en los extremos
norte y sur del planeta, concluye el IPCC, el panel de científicos
que bajo el paraguas de la ONU analiza los impactos del cambio
climático generado por la acción del hombre. Los gases de
efecto invernadero emitidos por el ser humano hasta ahora
hacen que el deshielo y el incremento del nivel del mar vayan
a continuar más allá de este siglo.
El dilema al que se enfrenta ahora esta generación
es cómo de grande será la hipoteca —que también incluye fenómenos
meteorológicos extremos más frecuentes, amenazas a la seguridad
alimentaria e impactos en la biodiversidad— que dejará a las
siguientes. Que sea una carga menor, destacan los expertos,
dependerá de lo rápido que se dejen de emitir esos gases que
sobrecalientan el planeta y que están vinculados principalmente
a los combustibles fósiles. Hoesung Lee, presidente del IPCC,
ha conminado este miércoles a los países a reducir sus gases
para que los impactos que ya no se pueden eliminar se amortigüen
y sean "más manejables para las personas más vulnerables".
Porque, como destaca el IPCC, "las personas más expuestas
y vulnerables son a menudo aquellas que cuentan con menor
capacidad de respuesta".
Este dilema generacional, que se plantea a través
de un informe del IPCC especial, llega en una semana intensa
en la batalla contra el cambio climático. Tras las marchas
multitudinarias de estudiantes del 20 de septiembre y la cumbre
de la ONU celebrada en Nueva York, se espera una gran protesta
global contra la inacción frente al calentamiento el viernes.
El informe especial del Panel Intergubernamental del Cambio
Climático sobre el calentamiento y océanos forma parte de
una serie de análisis temáticos. Este grupo internacional
de expertos revisa y aúna el conocimiento sobre el cambio
climático partiendo de los estudios científicos publicados.
En esta ocasión han participado más de 100 autores de 36 países,
que han revisado unas 7.000 publicaciones.
"El aumento del nivel del mar se ha acelerado
debido al incremento combinado de la pérdida de hielo de las
capas de Groenlandia y la Antártida", concluye el estudio.
La pérdida de hielo en la Antártida por el aumento de la temperatura
en el periodo comprendido entre 2007 y 2016 se triplicó con
respecto a la década anterior; en Groenlandia se duplicó.
Ese deshielo acelerado ha llevado a una tasa
de aumento del nivel del mar también más rápida, hasta 2,5
veces más veloz en la última década respecto a la media del
siglo pasado. Pero las proyecciones que hace el informe hablan
de un problema que se acentuará, incluso en el caso de que
se cumpla con el Acuerdo de París, que fija que el incremento
medio de la temperatura del planeta no debe superar los dos
grados respecto a los niveles preindustriales. En el escenario
más optimista –el del cumplimiento de los dos grados que fija
París– el IPCC pronostica un aumento del nivel del mar de
43 centímetros para 2100 (entre 1902 y 2015 fue de 16 centímetros).
En el escenario más adverso –que las emisiones sigan creciendo
como hasta ahora– el incremento del nivel del mar llegaría
hasta los 84 centímetros y podría superar el metro. Además,
durante los próximos siglos ese ritmo seguirá cogiendo velocidad
e intensidad.
El análisis destaca los "peligros relacionados
con el clima" a los que están expuestas las poblaciones costeras:
los ciclones tropicales, los niveles extremos del mar, las
inundaciones o la pérdida de hielo. Y recuerda que en las
zonas costeras bajas vive en este momento alrededor del 10%
de la población mundial (680 millones de personas). Además,
en los pequeños Estados insulares residen otros 65 millones
de personas. Y casi otro 10% de la población (670 millones)
vive en las regiones de alta montaña, otra de las áreas analizadas
en el informe.
Esos cerca de 1.500 millones de personas están
en la zona roja de los impactos climáticos relacionados con
los océanos y el agua. Unos impactos que llegan, por ejemplo,
por la combinación del aumento del nivel del mar y las tormentas
o ciclones. El informe alerta de que para 2050 "los eventos
extremos del nivel del mar" que hasta ahora se consideraban
excepcionales y se producían una vez cada siglo pasarán a
convertirse en habituales y se darán "al menos una vez por
año" en muchos lugares del planeta. "Especialmente en regiones
tropicales", aunque también en zonas como la mediterránea.
El IPCC pronostica, además, una mayor frecuencia de las olas
de calor marinas y de los eventos extremos de El Niño y La
Niña.
El estudio analiza también las acciones de adaptación
(fundamentalmente inversiones) para luchar contra la subida
del mar que puede engullir ciudades costeras. Y explica que
esas inversiones pueden ser rentables para las áreas urbanas
densamente pobladas (Nueva York, por ejemplo, tiene un plan
para invertir 10.000 millones en defensas). Pero es muy difícil
que las puedan asumir las áreas rurales y más pobres, como
los pequeños estados insulares.

El problema no es solo el incremento del nivel
del mar. Asociado a los fenómenos meteorológicos está el incremento
de la temperatura del agua –que desde 1970 ha crecido sin
cesar– y otros problemas derivados del cambio climático. El
análisis apunta a que durante el siglo XXI los océanos alcanzarán
unas "condiciones sin precedentes" por el aumento de la temperatura,
una mayor acidificación y la disminución del oxígeno. Esto
tendrá un impacto, por ejemplo, en la pesca, lo que afectará
a "los medios de vida y la seguridad alimentaria" de las comunidades
que dependen de los recursos marinos para sobrevivir.
"Las poblaciones de peces se moverán hacia los
polos para localizar sus temperaturas preferidas; esto afectará
particularmente a los países tropicales en términos de pesca,
pero en Europa hemos visto a la caballa y el bacalao alejándose
ya hacia el norte", explica por correo electrónico el profesor
de Biología de la Universidad de Oxford, Alex Rogers. "Los
peces también se hacen más pequeños a medida que aumentan
las temperaturas", añade este especialista sobre las afecciones
en el rendimiento de la pesca.
La pérdida de los glaciares influye también en el aumento
del nivel del mar. Pero, además, tiene consecuencias
más allá de las costas. Esa pérdida supone, explica
el IPCC, una alteración de "la disponibilidad y la calidad
del agua dulce", que tiene implicaciones en la agricultura
y la producción de energía hidroeléctrica. Otro de los
fenómenos que se analizan es la desaparición del permafrost
(la capa de suelo permanentemente congelado) debido
al calentamiento. Los expertos pronostican que seguirá
decreciendo, lo que a su vez hace que se liberen los
gases de efecto invernadero que guardan este tipo de
suelos.
Todos estos cambios lejos de la costa llevarán a un
aumento significativo de los incendios forestales durante
el siglo XXI en la mayoría de las regiones de tundra
y boreales y también en algunas regiones montañosas,
advierte el IPCC.
Entre el 20% y el 30% del dióxido de carbono emitido
por el hombre lo han absorbido los océanos desde 1980,
algo que se prevé que aumente durante este siglo. Al
absorber más CO2 "el océano ha experimentado una creciente
acidificación" y se ha producido "una pérdida de oxígeno".
"El cambio climático está impactando en los océanos
más allá del aumento del nivel del mar", apunta Gladys
Martínez, miembro de la Asociación Interamericana para
la Defensa del Ambiente (AIDA). "El océano está colapsando
y se nos agota el tiempo", apunta esta especialista
que pide prestar atención también a los efectos de la
pérdida de biodiversidad.
El informe del IPCC señala, por ejemplo, el alto riesgo
que tienen algunas especies y ecosistemas sensibles,
como los corales.
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