El Papa prohíbe las misas en latín y de espaldas
a los fieles y abre la puerta al cisma de los ultras. Francisco
ha regresado en plena forma de su operación de colon, y acaba
de tomar una de esas decisiones que marcarán su pontificado.
En un inédito Motu Proprio, el Papa ha revocado "todas las
normas, instrucciones, concesiones y costumbres" aprobadas
por Juan Pablo II y Benedicto XVI y prohíbe las misas en latín
y de espaldas al pueblo según el rito anterior al Concilio
Vaticano II, salvo en contadísimas excepciones. Un golpe mortal
a los rigoristas, tomado semanas después de expulsar del mando
de la Congregación para el Culto Divino a uno de sus principales
defensores, el cardenal Robert Sarah, y a las puertas de la
reforma de la Curia. Se avecina un verano caliente en Roma
y el riesgo de un cisma aparece cada vez más nítido en el
horizonte eclesial. ¿Por qué esta decisión de Bergoglio? La
razón va más allá de lo litúrgico: comprobar que "la oportunidad
ofrecida" por Wojtyla y Ratzinger a grupos tradicionalistas,
como los lefebvrianos, responsables del último cisma en la
Iglesia católica, "para restaurar la unidad del cuerpo eclesial,
respetando las diversas sensibilidades litúrgicas, ha sido
aprovechada para aumentar las distancias, endurecer las diferencias
y construir oposiciones que hieren a la Iglesia y dificultan
su progreso, exponiéndola al riesgo de la división".

Francisco, de nombre secular Jorge Mario Bergoglio,
es el 266.º y actual papa de la Iglesia católica.? Como tal,
es el jefe de Estado y el octavo soberano de la Ciudad del
Vaticano.
De ahí la crudeza de la decisión, que el propio
Papa ha explicado, por carta, a todos los obispos del mundo.
A partir de ahora, los únicos libros considerados válidos
serán los aprobados por el Concilio Vaticano II, descartándose
el Misal de San Pío V, que establecía un rito totalmente en
latín, con el cura de espaldas a los fieles, la comunión en
la boca y de rodillas, y las mujeres separadas de los hombres
(y con una mantilla blanca) en los bancos de las iglesias.
Una costumbre que hunde sus raíces en el Concilio de Trento
y que había sido superada tras el Concilio, aunque recuperada
por los antecesores de Bergoglio. "La unidad debe restablecerse
en toda la Iglesia de rito romano", proclama Bergoglio. Un
solo rito, el del Concilio. ¿Lo aceptarán los rigoristas o
habrá un nuevo cisma en la Iglesia católica? Por el momento,
la norma –que ha entrado en vigor de inmediato– impide que
se creen nuevos grupos y pone normas estrictas para que los
ya existentes puedan seguir celebrando la misa de este modo.
Así, las lecturas "se han de proclamar en lengua vernácula",
y nunca más en latín. El resto de la liturgia sí podrá ser
proclamada en la lengua oficial de la Iglesia. Además, tendrán
que pedir permiso a cada obispo, que deberá comprobar que
"estos grupos no excluyen la validez y la legitimidad de la
reforma litúrgica, de los dictados del Concilio Vaticano II".

Misas según el rito anterior al Concilio.
Bergoglio explica que, cuando Benedicto XVI
permitió el uso del Misal preconciliar quiso "favorecer la
recomposición del cisma con el movimiento liderado por el
arzobispo Lefebvre" y, así, "recomponer la unidad de la Iglesia".
Sin embargo, añade el Papa, "esa facultad fue interpretada
por muchos dentro de la Iglesia como la posibilidad de utilizar
libremente el Misal Romano promulgado por San Pío V, resultando
un uso paralelo al Misal" oficial.
Trece años después de que Ratzinger liberalizara
esta práctica, Francisco encargó a la Congregación para la
Doctrina de la Fe que le enviara un cuestionario sobre su
aplicación. "Las respuestas que recibí revelaron una situación
que me apena y preocupa, confirmando la necesidad de intervenir",
admite el Papa, quien sostiene que el uso del Misal de 1962
"se caracteriza cada vez más por un rechazo creciente no sólo
de la reforma litúrgica, sino del Concilio Vaticano II, con
la afirmación infundada e insostenible de que ha traicionado
la Tradición y la "verdadera Iglesia". Aquí, Bergoglio es
rotundo: "Dudar del Concilio es dudar de la Iglesia". "Es
cada vez más evidente en las palabras y actitudes de muchos
que existe una estrecha relación entre la elección de las
celebraciones según los libros litúrgicos anteriores al Concilio
Vaticano II y el rechazo de la Iglesia y sus instituciones
en nombre de lo que consideran la "verdadera Iglesia", insiste
Francisco, que añade que "se trata de un comportamiento que
contradice la comunión, alimentando ese impulso hacia la división".
Por ello, concluye, "me veo obligado a revocar la facultad
concedida por mis predecesores".
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El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico
de la Iglesia católica convocado por el papa Juan XXIII, quien
lo anunció el 25 de enero de 1959. Fue uno de los eventos
históricos que marcaron el siglo XX. El Concilio constó de
cuatro sesiones: la primera de ellas fue presidida por el
mismo papa en el otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio,
ya que falleció un año después (el 3 de junio de 1963). Las
otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor,
el papa Pablo VI, hasta su clausura el 8 de diciembre de 1965.
La lengua oficial del Concilio fue el latín. Comparativamente,
fue el Concilio que contó con mayor y más diversa representación
de lenguas y etnias, con una media de asistencia de unos dos
mil padres conciliares procedentes de todas las partes del
mundo. Asistieron, además, miembros de otras confesiones religiosas
cristianas.
El Concilio se convocó con los fines principales
de promover el desarrollo de la fe católica, lograr una renovación
moral de la vida cristiana de los fieles, adaptar la disciplina
eclesiástica a las necesidades y métodos de su tiempo y lograr
la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente
las orientales.
Se pretendió que fuera una puesta al día o "actualización"
(aggiornamento) de la Iglesia, renovando los elementos que
más necesidad tuvieran de ello, revisando el fondo y la forma
de todas sus actividades. Pretendió proporcionar una apertura
de diálogo con el mundo moderno, actualizando la vida de la
Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje
conciliatorio frente a problemas actuales y antiguos.

Pablo VI o Paulo VI (en latín: Paulus PP VI), de nombre
secular Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini
(Concesio, cerca de Brescia, Lombardía; 26 de septiembre
de 1897-Castel Gandolfo; 6 de agosto de 1978), fue el
papa 262º de la Iglesia católica y soberano de la Ciudad
del Vaticano desde el 21 de junio de 1963 hasta su muerte
el 6 de agosto de 1978. Fue canonizado por Francisco
en 2018, de esta forma llamado por todos, San Pablo
VI. Sucediendo a Juan XXIII, decidió continuar con el
Concilio Vaticano II, gran obra del pontífice anterior.
Asimismo, fomentó las relaciones ecuménicas con las
iglesias ortodoxas, anglicanas y protestantes, dando
lugar a muchas reuniones y acuerdos históricos.
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El Concilio Vaticano I (1869-1870) no había
terminado debido a la suspensión impuesta por el estallido
de la guerra franco-prusiana. Algunos querían que se continuara
este concilio, pero no fue así. Los sectores más liberales
o modernistas dentro de la Iglesia lo consideran uno de los
cinco concilios más importantes (Niceno I, Calcedonense, Lateranense
IV, Tridentino y Vaticano II). Trató de la Iglesia, la revelación,
la liturgia, la libertad religiosa, etcétera, siendo sus características
más importantes la renovación y la tradición. En cambio, los
sectores más conservadores aplican un término llamado la hermenéutica
de la continuidad para leer los textos conciliares a la luz
de la tradición y del magisterio bimilenario para que no entre
en contradicción. Por su parte, sectores tradicionalistas
minoritarios, como la Hermandad San Pío X, denuncian que el
Concilio enseña errores y que hay puntos que deben ser condenados
porque contradicen abiertamente la tradición, el magisterio
papal y los anteriores concilios de la Iglesia católica.
A lo largo de los años 1950, la investigación
teológica y bíblica católica había empezado a apartarse del
neoescolasticismo y el literalismo bíblico que la reacción
al modernismo había impuesto desde el Concilio Vaticano I.
Esta evolución puede apreciarse en teólogos como los jesuitas
Karl Rahner o John Courtney Murray, que se habían venido esforzando
por integrar la experiencia humana moderna con el dogma cristiano,
así como en otros: el dominico Yves Congar, Joseph Ratzinger
(posteriormente elegido como papa bajo el nombre de Benedicto
XVI), Henri de Lubac y Hans Küng que buscaban lo que veían
como una comprensión más ajustada de la Escritura y de los
Santos Padres, un retorno a las fuentes (ressourcement) y
una actualización (aggiornamento). Al mismo tiempo los obispos
de todo el mundo venían afrontando tremendos desafíos asociados
al cambio político, social, económico y tecnológico. Algunos
de ellos aspiraban a formas nuevas de responder a esos cambios.
El Concilio Vaticano I, desarrollado casi un siglo antes,
había sido interrumpido cuando el ejército italiano entró
en Roma en los momentos finales de la unificación italiana.
Solo habían concluido las deliberaciones relativas al papel
del papado, dejando sin resolver los aspectos pastorales y
dogmáticos concernientes al conjunto de la Iglesia. Los años
1923 y 1924 el papa Pío XI solicitó a los obispos su parecer
sobre la convocación de un concilio ecuménico o sobre la continuación
del Vaticano I y más de la mitad de estos habían dado un parecer
positivo. Lo mismo hizo Pío XII de 1948 a 1951, quien además,
formó comisiones preparatorias, pero al final no se llevó
a cabo.

Pío XII, de nombre secular Eugenio Maria Giuseppe
Giovanni Pacelli, fue elegido papa número 260, cabeza visible
de la Iglesia católica, y soberano de la Ciudad del Vaticano
desde el 2 de marzo de 1939 hasta su muerte en 1958.
Teniendo en consideración las cuatro sesiones,
participaron más de 2450 obispos de la Iglesia católica. El
único grupo que fue excluido fue el de los obispos del bloque
comunista chino, por lo que estuvieron ausentes unos 200 obispos.
Existía un convenio con los soviéticos para permitir a los
obispos salir de y entrar a sus países sin problemas. Así,
fue el concilio más grande en cuanto a cantidad (a los efectos
de comparar, el concilio de Calcedonia contó con unos 200
participantes y el concilio de Trento, con unos 950) y en
cuanto a catolicidad, pues fue la primera vez que participaron
de modo sustancial los obispos no europeos (sobre todo africanos
y asiáticos). En los primeros dos años, predominaron las intervenciones
de los obispos europeos, pero las siguientes sesiones fueron
más participadas. Incluso participaron algunos cardenales
que no eran obispos, pero por insistencia de Juan XXIII fueron
ordenados obispos (hasta antes de este concilio diáconos y
presbíteros también eran elegidos para ser cardenales sin
necesidad de ser elevados al rango de obispo). Además participaron
algunos abades, superiores o maestros de grandes órdenes religiosas
(franciscanos, dominicos, etc.). Teólogos invitados del papa
como consultores, no como miembros plenos (Yves Congar, Karl
Rahner, Henri de Lubac, Hans Küng, Gérard Philips). Podían
escuchar aunque no hablar en el aula, pero mantenían influencia
en las diez comisiones ya mencionadas. Al inicio del Concilio
se dio el nombramiento de las comisiones conciliares (dos
tercios nombrados por los obispos y un tercio por el papa)
teniendo como tarea guiar y escribir aquellos decretos ya
discutidos en el aula. Consultores de Iglesias ortodoxas e
Iglesias protestantes. Observadores, y católicos laicos (cf.
Mary Goldic, Ospite a casa propia, ed. en inglés). Periodistas.
Se dio participación como observadores a periodistas de muchas
publicaciones, en especial Times; Raniero La Valle para L'Avvenire
d'Italia; Caprile para La Civiltà Cattolica; el redentorista
Francis X. Murphy, bajo el pseudónimo de Xavier Rynne, para
The New Yorker; y enviados de otras publicaciones como Frankfurter
Allgemeine Zeitung, Le Monde, Assomptionisti La Croix, etcétera.
En este sitio puede también incluirse el diario personal que
llevó el teólogo Yves Congar, conocido como Mon Journal du
Concile (París: du Cerf, 2002), de gran valor histórico-documental.

La primera sesión se inició con la inauguración
solemne en la basílica de San Pedro el 11 de octubre de 1962.
El 29 de septiembre de 1963, tras una sencilla
ceremonia inaugural y un discurso de Pablo VI, los trabajos
recomenzaron en San Pedro. Al día siguiente se reinició la
discusión en aula del esquema De ecclesia. El nuevo texto
fue presentado por el cardenal Ottaviani y atrajo mayor consenso
que el anterior. El texto a modo de base para la discusión
fue votado y obtuvo 2231 placet contra 43 non placet. Entonces,
de acuerdo con el reglamento, comenzó la discusión de cada
capítulo. Para cada capítulo fueron declarándose las objeciones
de los padres o los aspectos que convenía añadir. El tema
de la naturaleza sacramental del episcopado ya había obtenido
la casi unanimidad de los consensos pero el de la colegialidad
episcopal permanecía discutido (debido a que algunos lo consideraban
un atentado contra el primado pontificio) y se dieron intervenciones
a favor y en contra durante las sesiones. Lo mismo en relación
con la posibilidad de reactivar el diaconado permanente. Las
discusiones continuaron hasta el 15 de octubre sin llegar
a un acuerdo. Ese día el cardenal Leo Jozef Suenens propuso
verificar el apoyo que las diversas posturas tuvieran en la
asamblea por medio de una votación de algunos puntos discutidos.
Indicó incluso que al día siguiente se tendría tal votación,
pero mons. Felici obtuvo que el papa permitiera impedir esa
votación. Suenens también acudió a Pablo VI, quien mandó reunir
a la comisión de coordinación, al consejo de presidencia y
al secretariado general para tratar el asunto. Era ya el 23
de octubre. En esos días se fijó el texto de las preguntas
y el papa aprobó que se hiciera la consulta para el 30 de
octubre. La idea era que de la votación se saliera con una
indicación clara para la comisión teológica sobre los contenidos
discutidos del esquema. La gran mayoría de los padres se manifestó
a favor de la definición de la colegialidad y, aunque menos,
también de la reactivación del diaconado permanente. A continuación
se discutieron los demás capítulos del De Ecclesia y se trató
sobre la posibilidad de integrar el esquema sobre la Virgen
María al final de este. La asamblea se dividió completamente
(la votación exploratoria dio 1114 placet y 1074 non placet).

Salida de los Padres conciliares de la basílica
de San Pedro.
Al concluir los trabajos de la segunda sesión,
el papa Pablo VI había mencionado su interés en reducir el
tiempo requerido para concluir el concilio por medio de la
reducción de los esquemas o de la elaboración de textos que
siguieran las directivas ya consideradas mayoritarias. Por
ello encargó al cardenal Julius August Döpfner que elaborara
una propuesta en ese sentido. La idea indicada por él era
reducir a seis los esquemas más amplios a discutirse y dejar
los demás en una serie de proposiciones que ya no se discutirían
sino solo votarían. La comisión de coordinación analizó la
propuesta del 28 de diciembre al 15 de enero, la aprobó e
indicó a las demás comisiones que procedieran de ese modo.
En los meses siguientes el papa tuvo que tranquilizar a los
obispos que consideraban esto como una medida para concluir
«expeditivamente» el concilio. Ya en abril se enviaron los
primeros textos (de los esquemas más importantes: De Ecclesia,
De fontibus revelationis y sobre la Iglesia en el mundo actual,
llamado Esquema XIII) a los obispos para que prepararan su
análisis durante el concilio. Por su parte, los cardenales
Larraona, Micara y Ruffini enviaron cartas a Pablo VI para
que reservara al magisterio pontificio el tema de la «colegialidad»
y mandara retirar el capítulo correspondiente del esquema
De Ecclesia.
La tercera sesión del concilio se inauguró el
14 de septiembre de 1964. La misa, ya aplicando la constitución
Sacrosanctum concilium fue concelebrada por 24 padres conciliares
con el papa. El discurso de Pablo VI resultó esclarecedor
de su posición dado que empleó la expresión «colegio episcopal»,
apoyando así la posición de la mayoría conciliar. Al día siguiente
se inició la discusión de los últimos capítulos del esquema
De Ecclesia. El capítulo sobre la escatología fue rápido y
sin problemas. En cambio, el de la Virgen María, aunque fue
también breve, mantuvo las diferencias de concepto entre los
padres conciliares que se habían manifestado en la segunda
sesión y en la última intersesión dentro de la comisión teológica.
Se optó por una solución de compromiso con un texto que pudiera
complacer a ambas partes. El 16 de septiembre comenzaron las
votaciones por capítulo del esquema aunque el capítulo tercero
(sobre la jerarquía), que era el más discutido, fue votado
número por número (38 votaciones). El 18 de septiembre se
retomó el esquema sobre los obispos que pasó las votaciones
casi sin problemas. El 23 de septiembre se presentó un esquema
nuevo sobre la libertad religiosa. Aunque todos estaban de
acuerdo en el principio, el texto dividía a la asamblea conciliar
por la forma de presentar la doctrina y las consecuencias
que podía tener (por ejemplo, en los países donde por concordato
la Iglesia católica tenía privilegios). El 9 de octubre, mons.
Felici indicó de parte del papa, que el texto debía ser reformulado
por una comisión mixta donde se incluyó al mayor opositor
del texto, el arzobispo Marcel Lefebvre.

Marcel-François Marie Lefebvre fue un sacerdote
y arzobispo católico francés. Trabajó durante años como misionero
espiritano en el África francófona. Participó como obispo
en el Concilio Vaticano II, al que luego criticó por considerarlo
como una ruptura con la tradición de la Iglesia católica.
Al concluir la tercera sesión conciliar, las
comisiones quedaban con once esquemas sobre los que trabajar
para la cuarta, según las orientaciones recibidas de parte
de la asamblea conciliar. Algunos textos como el que trataba
de la revelación, requerían retoques más o menos importantes;
otros, como el que hablaba de los presbíteros debía ser rehecho
a partir de las proposiciones que se habían votado. Los textos
elaborados fueron enviados a mediados de junio a los obispos
para que prepararan sus intervenciones o hicieran llegar directamente
sus comentarios a las comisiones.
El 14 de septiembre de 1965 se reanudaron los
trabajos en San Pedro. En el discurso de apertura, Pablo VI
anunció la creación del sínodo de los obispos (que algunos
inicialmente consideraron la aplicación de la colegialidad)
y que visitaría la sede de la ONU para el XX aniversario de
su creación. Al día siguiente el papa participó en la congregación
general donde firmó el decreto de creación del sínodo.

Pablo VI, quien guió el Concilio Vaticano II
a través de la segunda, tercera y cuarta sesión conciliar
hasta su finalización.
Nota de prensa, Julio 2021:
El cardenal, la espía y el palacio: el Vaticano afronta
el mayor macrojuicio de corrupción de su historia. Angelo
Becciu, Cecilia Marogna y una decena de altos cargos
de la Curia se enfrentan a varios años de prisión por
malversación de fondos y abuso de poder en un escándalo
que incluye complicidades con el espionaje, paraísos
fiscales y un agujero de más de 400 millones de euros
que debían destinarse a los pobres.


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