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17 - Julio - 2021
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El Papa prohíbe las misas en latín y de espaldas a los fieles y abre la puerta al cisma de los ultras. Francisco ha regresado en plena forma de su operación de colon, y acaba de tomar una de esas decisiones que marcarán su pontificado. En un inédito Motu Proprio, el Papa ha revocado "todas las normas, instrucciones, concesiones y costumbres" aprobadas por Juan Pablo II y Benedicto XVI y prohíbe las misas en latín y de espaldas al pueblo según el rito anterior al Concilio Vaticano II, salvo en contadísimas excepciones. Un golpe mortal a los rigoristas, tomado semanas después de expulsar del mando de la Congregación para el Culto Divino a uno de sus principales defensores, el cardenal Robert Sarah, y a las puertas de la reforma de la Curia. Se avecina un verano caliente en Roma y el riesgo de un cisma aparece cada vez más nítido en el horizonte eclesial. ¿Por qué esta decisión de Bergoglio? La razón va más allá de lo litúrgico: comprobar que "la oportunidad ofrecida" por Wojtyla y Ratzinger a grupos tradicionalistas, como los lefebvrianos, responsables del último cisma en la Iglesia católica, "para restaurar la unidad del cuerpo eclesial, respetando las diversas sensibilidades litúrgicas, ha sido aprovechada para aumentar las distancias, endurecer las diferencias y construir oposiciones que hieren a la Iglesia y dificultan su progreso, exponiéndola al riesgo de la división".

Francisco, de nombre secular Jorge Mario Bergoglio, es el 266.º y actual papa de la Iglesia católica.? Como tal, es el jefe de Estado y el octavo soberano de la Ciudad del Vaticano.

De ahí la crudeza de la decisión, que el propio Papa ha explicado, por carta, a todos los obispos del mundo. A partir de ahora, los únicos libros considerados válidos serán los aprobados por el Concilio Vaticano II, descartándose el Misal de San Pío V, que establecía un rito totalmente en latín, con el cura de espaldas a los fieles, la comunión en la boca y de rodillas, y las mujeres separadas de los hombres (y con una mantilla blanca) en los bancos de las iglesias. Una costumbre que hunde sus raíces en el Concilio de Trento y que había sido superada tras el Concilio, aunque recuperada por los antecesores de Bergoglio. "La unidad debe restablecerse en toda la Iglesia de rito romano", proclama Bergoglio. Un solo rito, el del Concilio. ¿Lo aceptarán los rigoristas o habrá un nuevo cisma en la Iglesia católica? Por el momento, la norma –que ha entrado en vigor de inmediato– impide que se creen nuevos grupos y pone normas estrictas para que los ya existentes puedan seguir celebrando la misa de este modo. Así, las lecturas "se han de proclamar en lengua vernácula", y nunca más en latín. El resto de la liturgia sí podrá ser proclamada en la lengua oficial de la Iglesia. Además, tendrán que pedir permiso a cada obispo, que deberá comprobar que "estos grupos no excluyen la validez y la legitimidad de la reforma litúrgica, de los dictados del Concilio Vaticano II".

Misas según el rito anterior al Concilio.

Bergoglio explica que, cuando Benedicto XVI permitió el uso del Misal preconciliar quiso "favorecer la recomposición del cisma con el movimiento liderado por el arzobispo Lefebvre" y, así, "recomponer la unidad de la Iglesia". Sin embargo, añade el Papa, "esa facultad fue interpretada por muchos dentro de la Iglesia como la posibilidad de utilizar libremente el Misal Romano promulgado por San Pío V, resultando un uso paralelo al Misal" oficial.

Trece años después de que Ratzinger liberalizara esta práctica, Francisco encargó a la Congregación para la Doctrina de la Fe que le enviara un cuestionario sobre su aplicación. "Las respuestas que recibí revelaron una situación que me apena y preocupa, confirmando la necesidad de intervenir", admite el Papa, quien sostiene que el uso del Misal de 1962 "se caracteriza cada vez más por un rechazo creciente no sólo de la reforma litúrgica, sino del Concilio Vaticano II, con la afirmación infundada e insostenible de que ha traicionado la Tradición y la "verdadera Iglesia". Aquí, Bergoglio es rotundo: "Dudar del Concilio es dudar de la Iglesia". "Es cada vez más evidente en las palabras y actitudes de muchos que existe una estrecha relación entre la elección de las celebraciones según los libros litúrgicos anteriores al Concilio Vaticano II y el rechazo de la Iglesia y sus instituciones en nombre de lo que consideran la "verdadera Iglesia", insiste Francisco, que añade que "se trata de un comportamiento que contradice la comunión, alimentando ese impulso hacia la división". Por ello, concluye, "me veo obligado a revocar la facultad concedida por mis predecesores".

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El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica convocado por el papa Juan XXIII, quien lo anunció el 25 de enero de 1959. Fue uno de los eventos históricos que marcaron el siglo XX. El Concilio constó de cuatro sesiones: la primera de ellas fue presidida por el mismo papa en el otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio, ya que falleció un año después (el 3 de junio de 1963). Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el papa Pablo VI, hasta su clausura el 8 de diciembre de 1965. La lengua oficial del Concilio fue el latín. Comparativamente, fue el Concilio que contó con mayor y más diversa representación de lenguas y etnias, con una media de asistencia de unos dos mil padres conciliares procedentes de todas las partes del mundo. Asistieron, además, miembros de otras confesiones religiosas cristianas.

El Concilio se convocó con los fines principales de promover el desarrollo de la fe católica, lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles, adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de su tiempo y lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales.

Se pretendió que fuera una puesta al día o "actualización" (aggiornamento) de la Iglesia, renovando los elementos que más necesidad tuvieran de ello, revisando el fondo y la forma de todas sus actividades. Pretendió proporcionar una apertura de diálogo con el mundo moderno, actualizando la vida de la Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemas actuales y antiguos.

Pablo VI o Paulo VI (en latín: Paulus PP VI), de nombre secular Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini (Concesio, cerca de Brescia, Lombardía; 26 de septiembre de 1897-Castel Gandolfo; 6 de agosto de 1978), fue el papa 262º de la Iglesia católica y soberano de la Ciudad del Vaticano desde el 21 de junio de 1963 hasta su muerte el 6 de agosto de 1978. Fue canonizado por Francisco en 2018, de esta forma llamado por todos, San Pablo VI. Sucediendo a Juan XXIII, decidió continuar con el Concilio Vaticano II, gran obra del pontífice anterior. Asimismo, fomentó las relaciones ecuménicas con las iglesias ortodoxas, anglicanas y protestantes, dando lugar a muchas reuniones y acuerdos históricos.

El Concilio Vaticano I (1869-1870) no había terminado debido a la suspensión impuesta por el estallido de la guerra franco-prusiana. Algunos querían que se continuara este concilio, pero no fue así. Los sectores más liberales o modernistas dentro de la Iglesia lo consideran uno de los cinco concilios más importantes (Niceno I, Calcedonense, Lateranense IV, Tridentino y Vaticano II). Trató de la Iglesia, la revelación, la liturgia, la libertad religiosa, etcétera, siendo sus características más importantes la renovación y la tradición. En cambio, los sectores más conservadores aplican un término llamado la hermenéutica de la continuidad para leer los textos conciliares a la luz de la tradición y del magisterio bimilenario para que no entre en contradicción. Por su parte, sectores tradicionalistas minoritarios, como la Hermandad San Pío X, denuncian que el Concilio enseña errores y que hay puntos que deben ser condenados porque contradicen abiertamente la tradición, el magisterio papal y los anteriores concilios de la Iglesia católica.

A lo largo de los años 1950, la investigación teológica y bíblica católica había empezado a apartarse del neoescolasticismo y el literalismo bíblico que la reacción al modernismo había impuesto desde el Concilio Vaticano I. Esta evolución puede apreciarse en teólogos como los jesuitas Karl Rahner o John Courtney Murray, que se habían venido esforzando por integrar la experiencia humana moderna con el dogma cristiano, así como en otros: el dominico Yves Congar, Joseph Ratzinger (posteriormente elegido como papa bajo el nombre de Benedicto XVI), Henri de Lubac y Hans Küng que buscaban lo que veían como una comprensión más ajustada de la Escritura y de los Santos Padres, un retorno a las fuentes (ressourcement) y una actualización (aggiornamento). Al mismo tiempo los obispos de todo el mundo venían afrontando tremendos desafíos asociados al cambio político, social, económico y tecnológico. Algunos de ellos aspiraban a formas nuevas de responder a esos cambios. El Concilio Vaticano I, desarrollado casi un siglo antes, había sido interrumpido cuando el ejército italiano entró en Roma en los momentos finales de la unificación italiana. Solo habían concluido las deliberaciones relativas al papel del papado, dejando sin resolver los aspectos pastorales y dogmáticos concernientes al conjunto de la Iglesia. Los años 1923 y 1924 el papa Pío XI solicitó a los obispos su parecer sobre la convocación de un concilio ecuménico o sobre la continuación del Vaticano I y más de la mitad de estos habían dado un parecer positivo. Lo mismo hizo Pío XII de 1948 a 1951, quien además, formó comisiones preparatorias, pero al final no se llevó a cabo.

Pío XII, de nombre secular Eugenio Maria Giuseppe Giovanni Pacelli, fue elegido papa número 260, cabeza visible de la Iglesia católica, y soberano de la Ciudad del Vaticano desde el 2 de marzo de 1939 hasta su muerte en 1958.

Teniendo en consideración las cuatro sesiones, participaron más de 2450 obispos de la Iglesia católica. El único grupo que fue excluido fue el de los obispos del bloque comunista chino, por lo que estuvieron ausentes unos 200 obispos. Existía un convenio con los soviéticos para permitir a los obispos salir de y entrar a sus países sin problemas. Así, fue el concilio más grande en cuanto a cantidad (a los efectos de comparar, el concilio de Calcedonia contó con unos 200 participantes y el concilio de Trento, con unos 950) y en cuanto a catolicidad, pues fue la primera vez que participaron de modo sustancial los obispos no europeos (sobre todo africanos y asiáticos). En los primeros dos años, predominaron las intervenciones de los obispos europeos, pero las siguientes sesiones fueron más participadas. Incluso participaron algunos cardenales que no eran obispos, pero por insistencia de Juan XXIII fueron ordenados obispos (hasta antes de este concilio diáconos y presbíteros también eran elegidos para ser cardenales sin necesidad de ser elevados al rango de obispo). Además participaron algunos abades, superiores o maestros de grandes órdenes religiosas (franciscanos, dominicos, etc.). Teólogos invitados del papa como consultores, no como miembros plenos (Yves Congar, Karl Rahner, Henri de Lubac, Hans Küng, Gérard Philips). Podían escuchar aunque no hablar en el aula, pero mantenían influencia en las diez comisiones ya mencionadas. Al inicio del Concilio se dio el nombramiento de las comisiones conciliares (dos tercios nombrados por los obispos y un tercio por el papa) teniendo como tarea guiar y escribir aquellos decretos ya discutidos en el aula. Consultores de Iglesias ortodoxas e Iglesias protestantes. Observadores, y católicos laicos (cf. Mary Goldic, Ospite a casa propia, ed. en inglés). Periodistas. Se dio participación como observadores a periodistas de muchas publicaciones, en especial Times; Raniero La Valle para L'Avvenire d'Italia; Caprile para La Civiltà Cattolica; el redentorista Francis X. Murphy, bajo el pseudónimo de Xavier Rynne, para The New Yorker; y enviados de otras publicaciones como Frankfurter Allgemeine Zeitung, Le Monde, Assomptionisti La Croix, etcétera. En este sitio puede también incluirse el diario personal que llevó el teólogo Yves Congar, conocido como Mon Journal du Concile (París: du Cerf, 2002), de gran valor histórico-documental.

La primera sesión se inició con la inauguración solemne en la basílica de San Pedro el 11 de octubre de 1962.

El 29 de septiembre de 1963, tras una sencilla ceremonia inaugural y un discurso de Pablo VI, los trabajos recomenzaron en San Pedro. Al día siguiente se reinició la discusión en aula del esquema De ecclesia. El nuevo texto fue presentado por el cardenal Ottaviani y atrajo mayor consenso que el anterior. El texto a modo de base para la discusión fue votado y obtuvo 2231 placet contra 43 non placet. Entonces, de acuerdo con el reglamento, comenzó la discusión de cada capítulo. Para cada capítulo fueron declarándose las objeciones de los padres o los aspectos que convenía añadir. El tema de la naturaleza sacramental del episcopado ya había obtenido la casi unanimidad de los consensos pero el de la colegialidad episcopal permanecía discutido (debido a que algunos lo consideraban un atentado contra el primado pontificio) y se dieron intervenciones a favor y en contra durante las sesiones. Lo mismo en relación con la posibilidad de reactivar el diaconado permanente. Las discusiones continuaron hasta el 15 de octubre sin llegar a un acuerdo. Ese día el cardenal Leo Jozef Suenens propuso verificar el apoyo que las diversas posturas tuvieran en la asamblea por medio de una votación de algunos puntos discutidos. Indicó incluso que al día siguiente se tendría tal votación, pero mons. Felici obtuvo que el papa permitiera impedir esa votación. Suenens también acudió a Pablo VI, quien mandó reunir a la comisión de coordinación, al consejo de presidencia y al secretariado general para tratar el asunto. Era ya el 23 de octubre. En esos días se fijó el texto de las preguntas y el papa aprobó que se hiciera la consulta para el 30 de octubre. La idea era que de la votación se saliera con una indicación clara para la comisión teológica sobre los contenidos discutidos del esquema. La gran mayoría de los padres se manifestó a favor de la definición de la colegialidad y, aunque menos, también de la reactivación del diaconado permanente. A continuación se discutieron los demás capítulos del De Ecclesia y se trató sobre la posibilidad de integrar el esquema sobre la Virgen María al final de este. La asamblea se dividió completamente (la votación exploratoria dio 1114 placet y 1074 non placet).

Salida de los Padres conciliares de la basílica de San Pedro.

Al concluir los trabajos de la segunda sesión, el papa Pablo VI había mencionado su interés en reducir el tiempo requerido para concluir el concilio por medio de la reducción de los esquemas o de la elaboración de textos que siguieran las directivas ya consideradas mayoritarias. Por ello encargó al cardenal Julius August Döpfner que elaborara una propuesta en ese sentido. La idea indicada por él era reducir a seis los esquemas más amplios a discutirse y dejar los demás en una serie de proposiciones que ya no se discutirían sino solo votarían. La comisión de coordinación analizó la propuesta del 28 de diciembre al 15 de enero, la aprobó e indicó a las demás comisiones que procedieran de ese modo. En los meses siguientes el papa tuvo que tranquilizar a los obispos que consideraban esto como una medida para concluir «expeditivamente» el concilio. Ya en abril se enviaron los primeros textos (de los esquemas más importantes: De Ecclesia, De fontibus revelationis y sobre la Iglesia en el mundo actual, llamado Esquema XIII) a los obispos para que prepararan su análisis durante el concilio. Por su parte, los cardenales Larraona, Micara y Ruffini enviaron cartas a Pablo VI para que reservara al magisterio pontificio el tema de la «colegialidad» y mandara retirar el capítulo correspondiente del esquema De Ecclesia.

La tercera sesión del concilio se inauguró el 14 de septiembre de 1964. La misa, ya aplicando la constitución Sacrosanctum concilium fue concelebrada por 24 padres conciliares con el papa. El discurso de Pablo VI resultó esclarecedor de su posición dado que empleó la expresión «colegio episcopal», apoyando así la posición de la mayoría conciliar. Al día siguiente se inició la discusión de los últimos capítulos del esquema De Ecclesia. El capítulo sobre la escatología fue rápido y sin problemas. En cambio, el de la Virgen María, aunque fue también breve, mantuvo las diferencias de concepto entre los padres conciliares que se habían manifestado en la segunda sesión y en la última intersesión dentro de la comisión teológica. Se optó por una solución de compromiso con un texto que pudiera complacer a ambas partes. El 16 de septiembre comenzaron las votaciones por capítulo del esquema aunque el capítulo tercero (sobre la jerarquía), que era el más discutido, fue votado número por número (38 votaciones). El 18 de septiembre se retomó el esquema sobre los obispos que pasó las votaciones casi sin problemas. El 23 de septiembre se presentó un esquema nuevo sobre la libertad religiosa. Aunque todos estaban de acuerdo en el principio, el texto dividía a la asamblea conciliar por la forma de presentar la doctrina y las consecuencias que podía tener (por ejemplo, en los países donde por concordato la Iglesia católica tenía privilegios). El 9 de octubre, mons. Felici indicó de parte del papa, que el texto debía ser reformulado por una comisión mixta donde se incluyó al mayor opositor del texto, el arzobispo Marcel Lefebvre.

Marcel-François Marie Lefebvre fue un sacerdote y arzobispo católico francés. Trabajó durante años como misionero espiritano en el África francófona. Participó como obispo en el Concilio Vaticano II, al que luego criticó por considerarlo como una ruptura con la tradición de la Iglesia católica.

Al concluir la tercera sesión conciliar, las comisiones quedaban con once esquemas sobre los que trabajar para la cuarta, según las orientaciones recibidas de parte de la asamblea conciliar. Algunos textos como el que trataba de la revelación, requerían retoques más o menos importantes; otros, como el que hablaba de los presbíteros debía ser rehecho a partir de las proposiciones que se habían votado. Los textos elaborados fueron enviados a mediados de junio a los obispos para que prepararan sus intervenciones o hicieran llegar directamente sus comentarios a las comisiones.

El 14 de septiembre de 1965 se reanudaron los trabajos en San Pedro. En el discurso de apertura, Pablo VI anunció la creación del sínodo de los obispos (que algunos inicialmente consideraron la aplicación de la colegialidad) y que visitaría la sede de la ONU para el XX aniversario de su creación. Al día siguiente el papa participó en la congregación general donde firmó el decreto de creación del sínodo.

Pablo VI, quien guió el Concilio Vaticano II a través de la segunda, tercera y cuarta sesión conciliar hasta su finalización.

Nota de prensa, Julio 2021:

El cardenal, la espía y el palacio: el Vaticano afronta el mayor macrojuicio de corrupción de su historia. Angelo Becciu, Cecilia Marogna y una decena de altos cargos de la Curia se enfrentan a varios años de prisión por malversación de fondos y abuso de poder en un escándalo que incluye complicidades con el espionaje, paraísos fiscales y un agujero de más de 400 millones de euros que debían destinarse a los pobres.

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