La trayectoria del salafismo político en Egipto
es la historia de un éxito fraguado en la sombra. Desde 2012
a 2014, jugaron correctamente sus cartas para acercarse al
poder, formando alianzas con quien creían necesario. Son el
único partido religioso que sobrevivió al golpe de
Estado e incluso participaron en la redacción de la nueva
Constitución. El imparable ascenso de los salafistas situaba
al grupo suní ultraconservador, de doctrina más radical que
los Hermanos Musulmanes, como la formación que más se ha consolidado
en la arena política del Egipto posrevolucionario.
Su brazo político, el partido Al Nur, se fundó
en el albor de los días que siguieron a la destitución de
Hosni Mubarak. En sus comienzos fue ignorado por la mayoría
y nadie creyó que un partido de corte tan radical recibiría
apoyo popular. Fue en las elecciones parlamentarias de 2011,
en las que los salafistas se hicieron con casi un cuarto de
la cámara (111 asientos de 498), cuando demostraron tener
un amplio espectro de seguidores. Los principales ganadores,
los Hermanos Musulmanes, vieron en ellos al aliado perfecto
para imponer su ideario islamista. Sin embargo, para evitar
el desgaste, los salafistas no presentaron candidato en la
campaña presidencial. Su postura fue más prudente: apoyaron
a candidatos islamistas independientes, como Abul Futuh.
El golpe de Estado en Egipto de 2013 tuvo lugar
el miércoles 3 de julio de 2013, cuando el presidente del
Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, Abdul Fatah al-Sisi,
derrocó con ayuda del Ejército al presidente del Gobierno
egipcio, Mohamed Morsi, el primer jefe de Estado egipcio elegido
democráticamente en la milenaria historia del país. Tras la
asonada militar, los golpistas suspendieron la Constitución.
El movimiento, una versión musulmana suní que
interpreta el Corán de un modo literal, es una de las corrientes
más fundamentalistas en la actualidad. En Egipto se gestó
en los años 70, en la ciudad costera de Alejandría, cuando
varios de sus seguidores decidieron fundar Al-Dawa al-Salafi
(La llamada salafista) para predicar el retorno a los orígenes
del islam. Sus preceptos imitan el modo de vida de sus antecesores
(salaf) musulmanes durante las primeras generaciones de los
discípulos del profeta Mahoma. Hoy en día cuentan con cerca
de 10 millones de seguidores en Egipto y, en 2010, se les
consideró el grupo musulmán que se extiende con más rapidez
en el mundo.
Su doctrina integra un conjunto de normas muy
estrictas que aplican en su vida diaria. Interpretan el Corán
al pie de la letra y por eso imitan el modo de vestir de sus
antepasados. Los hombres lucen largas barbas, mientras que
las mujeres se cubren con el niqab (el velo negro que cubre
prácticamente el rostro, el cuerpo y las manos). Son el grupo
más asiduo a las mezquitas y también se caracterizan por el
trato desigual que le dan a la mujer ya que, según ellos,
el Corán atribuye más autoridad al hombre, al que la mujer
debe obedecer. Así, evitan saludar a las mujeres con la mano
o darles protagonismo en los actos de calado público.
La Sharia, una ley defendida por los talibanes
que afecta especialmente a las mujeres.
Su irrupción en la política supuso una novedad.
Sobre todo, porque no contaban con experiencia previa a la
revolución de 2011, ya que durante los años de Sadat o de
Mubarak se vivieron reprimidos por las autoridades. Su postura
siempre ha sido antidemocrática, ya que consideraban la política
como un valor contrario a la ley islámica. El líder religioso,
Yaser Burhami, declaró estar en contra de “la democracia occidental,
que permite a las personas decidir aquello que está permitido
y lo que no, sin recurrir a la voluntad de Dios”. Su principal
ambición política era la aplicación de la ley islámica, la
sharia, además de introducir sus costumbres en la sociedad,
generalmente a través de las madrasas, las escuelas coránicas.
El avance del salafismo, no sólo en Egipto, sino también en
países como Libia, Túnez o Siria, donde las revueltas árabes
han allanado el camino a los grupos más radicales, inquieta
a Occidente desde entonces. El New York Times definió el movimiento
como “una de las consecuencias más alarmantes de las revueltas
árabes, que ha pasado inadvertida” y apuntó que es innegable
su constante expansión en el Golfo y en el Norte de África.
Aunque no todos apuestan por la insurrección armada, varios
grupos salafistas han participado en actos violentos: en Libia
han destruido santuarios que incumplían sus preceptos, en
Túnez han atacado negocios que vendían alcohol y en Siria
varios grupos armados reciben financiación de los saudíes
wahabíes, de creencias similares, para combatir al régimen
de Bachar Al Asad.
Unos maestros de la adaptación.
La clave de su éxito es que supieron adaptarse
muy rápido. Nadie esperaba que este grupo, sin experiencia
previa, actuase de un modo tan inteligente. Se aproximaron
a los Hermanos Musulmanes cuando estaban en el poder y, cuando
estos perdieron popularidad, al ejército. Al Nur se apresuró
a romper relaciones con la Hermandad tras la declaración constitucional
de 2012, en la que Mohamed Mursi se atribuía poderes absolutos.
Los salafistas supieron ver al tirano islamista y rápidamente
se unieron al bloque opositor, el Frente de Salvación Nacional.
Pero, sin duda, la imagen del líder del partido,
Yunis Makhyoun, junto al general Al Sisi cuando este anunció
la destitución de Mursi tras el golpe de Estado supuso el
cisma con el resto de fuerzas islamistas. Semanas más tarde,
el ejército desalojó violentamente el campamento de Rabaa,
donde murieron más de 600 seguidores de la Hermandad. Al Nur
emitió un comunicado en el que instaba a sus partidarios a
apoyar a los militares: “El ejército egipcio es el ejército
árabe más coherente en la región. (…) Por el bien nacional,
todos los ciudadanos deben apoyar a las fuerzas armadas egipcias”.
La nueva alianza le costó el apoyo de los otros grupos salafistas,
que se distanciaron de Al Nur hasta el día de hoy.
“Apoyamos la hoja de ruta (marcada por el ejército)
porque nuestro estado está deteriorado tras tres años de inestabilidad”,
contaba entonces Nader Bakar, responsable de prensa de Al
Nur. “Tuvimos que decidir entre un estado débil o apostar
por un estado con instituciones. No queremos que nuestro país
termine como Libia, Yemen, Siria o Irak, así que no podemos
permitir que caiga el ejército”, explicó. Aseguraba
que el tiempo le daria la razón y el resto de agrupaciones
entenderian su nuevo proyecto. “El éxito de Al Nur es que
hemos sabido convertir nuestros fracasos en una oportunidad”.
Al Nur fue el único partido religioso que participó
en la redacción de la nueva Carta Magna. Su empeño siempre
fue la inclusión del artículo 219, aquel en el que “los principios
de la ‘sharia’ (…) incluyen fuentes creíbles de las doctrinas
suníes”. El resto del Comité no quiso introducir esta distinción
del término suní, resumiéndolo en el artículo 2: “Los principios
de la ley islámica son la principal fuente de legislación”.
Sin embargo, Bakar no concibió el nuevo artículo como
un fracaso ya que “en el nuevo texto el rol de la ‘sharia’
está definido desde el principio, en el preámbulo”, algo que
no ocurría en el de 2012. Esto favorece una mejor aplicación
de la ley islámica ya que el preámbulo compromete al resto
de artículos.
Los suníes o sunitas son el grupo musulmán mayoritario
en la comunidad islámica mundial, seguido por el 87-90% de
todos los musulmanes del mundo. Se caracteriza por un énfasis
mayor en el profeta, los sahaba (los compañeros, discípulos,
escribas y a la familia del profeta Mahoma) y las costumbres
de allí derivadas.
“¡Esta Constitución respeta nuestra ‘sharia’
islámica, la queremos!”. Cabecillas del partido recorreron
platós de televisión para fomentar el voto del sí en el referéndum.
Como Bakar, viajaron por todo el país para convencer a su
auditorio de que esta Constitución era la adecuada porque
respetaba la ley islámica. En cambio, el Frente Salafista,
uno de los grupos opositores a Al Nur, anunció un boicot a
la votación para mostrar su desacuerdo.
Según las estimaciones, si los Hermanos Musulmanes
no participaban en ninguna de las elecciones, Al Nur atraeria
a gran parte de sus votantes. Una victoria similar a la de
2011 les haría disfrutar de una fuerte presencia en el Parlamento,
y serian capaces de ejercer una presión considerable a la
hora de legislar. En la carrera presidencial, aseguraban quedarse
al margen. “Sabemos que el próximo presidente cargará con
toda la responsabilidad de la corrupción, de reformar el Estado
profundo, o de lidiar con las autoridades”, explicaba Bakar.
“No queremos que otros puedan condicionar el crecimiento de
la corriente islamista. Sólo han pasado meses desde que Mursi
saliera del Gobierno, el pueblo no está convencido de la capacidad
de los partidos islámicos”. A pesar de los logros de Al Nur,
el año 2014 trajo nuevos retos para el partido. El principal,
su división interna; el partido Al Watan, una escisión del
propio Al Nur, así como el resto de agrupaciones salafistas,
que podrían concurrir en coalición y robarles votos en las
próximas elecciones. La prohibición de partidos con base religiosa,
artículo de la recién enmendada Carta Magna, presentaba otro
obstáculo que podría entorpecer su futuro. Pero, sin duda,
las elecciones serán un buen medidor del efecto que su alianza
con el general Al Sisi había tenido sobre sus electores,
a quienes había que convencer. Si no lo conseguian,
podrían decantarse por otros grupos que no se habían
sumado a la reformulación política del salafismo.
Finalmente, en aquella ocasión, los ultraconservadores
sufrieron una aparatosa derrota.
El presidente Abdel Fattah Al-Sisi fue electo
por primera vez en 2014, ganó la reelección cuatro años más
tarde y con los cambios constitucionales, su Gobierno actual
terminaría en 2024. Si prospera el referendo, el mandato presidencial
se extendería de cuatro a seis años y se permitirá una reelección
más, con un nuevo artículo transitorio que autorice a al-Sisi
presentarse a las elecciones de 2024 sin tener en cuenta sus
dos gobiernos previos. Es decir, al-Sisi podría gobernar hasta
2030.
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Los suníes y los chiíes están en confrontación
desde la muerte del profeta Mahoma en el 632 d. C., cuando
surgieron discrepancias entre sus seguidores en torno a quién
debería ser su sucesor. De esta lucha surgieron tres corrientes:
los chiíes, fieles al yerno y primo de Mahoma, Alí; los suníes,
seguidores del suegro del profeta, Abu-Bkr, que era un mercader
de La Meca; y la última los jariyíes, que sostenían que cualquier
musulmán podía ser califa y que en la actualidad es la minoritaria
entre todas.
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Los Hermanos Musulmanes, la organización del
depuesto presidente egipcio, Mohammed Morsi, fue declarada
terrorista en 2014 por el gobierno, tres meses después de
haber sido proscrita, en medio de una de las peores crisis
que enfrentó el movimiento en sus 85 años. La ilegalidad
no era una situación desconocida para los Hermanos Musulmanes,
que rechazó que la tildasen de terrorismo y dijo haber demostrado
sus credenciales democráticas al participar en las elecciones
y realizar protestas pacíficas. Unos meses antes, Morsi, el
primer miembro del movimiento que era elegido presidente en
Egipto, fue derrocado por el ejército y varios de los líderes
de la hermandad eran encarcelados y su sede terminó en llamas.
Además, los operativos del ejército, en respuesta a las protestas
por el retorno de Morsi, deharib a muchos de sus seguidores
muertos. Los Hermanos describieron la acción -condenada internacionalmente-
como una "masacre". La declaración de "terrorista" fue consecuencia
de una serie de ataques de los que el gobierno culpó
a la organización, que a su vez los negaba terminantemente.
Pero la persecución, la represión contra sus líderes y la
ilegalidad han sido una permanente para los Hermanos Musulmanes,
en las nueve décadas desde su fundación.
Los Hermanos Musulmanes son la más antigua organización
islámica de Egipto, cuya ideología se basa en las enseñanzas
del Corán. Fue fundada por Hassan al-Banna y su modelo, que
combina activismo político con obras de caridad, ha tenido
una gran influencia sobre movimientos musulmanes de todo el
mundo. Al principio su objetivo era simplemente propagar la
moral y los principios islámicos. Pero no mucho tiempo después
asumió la lucha política, en particular en contra del colonialismo
británico en Egipto, con el objetivo de erradicar la influencia
occidental. Aunque dice respaldar los principios democráticos,
uno de sus fines es crear un estado islámico, regido por la
sharia. Tras su fundación en 1928, comités de la organización
surgieron por todo el país, cada uno de ellos a cargo de una
mezquita, una escuela y un centro deportivo. Para fines de
la década de 1940 se estima que la organización tenía 500,000
miembros y sus ideas se habían propagado por todo el mundo
árabe.
Hassan al Banna fundó los Hermanos Musulmanes
en 1928.
Antes de morir, Banna creó el ala paramilitar,
los "aparatos especiales", que se unió a la lucha en contra
del dominio británico y encabezó olas de ataques con bombas
y asesinatos. El gobierno egipcio disolvió el grupo a fines
de 1948 por atacar intereses británicos y judíos. No mucho
tiempo después, se acusó a la organización del asesinato del
primer ministro Mahmoud al-Nuqrashi. Hassan al-Banna, su fundador,
rechazó la acusación, pero fue posteriormente asesinado por
un desconocido que se cree estaba vinculado a las fuerzas
de seguridad. En 1952 se puso fin al dominio colonial tras
un golpe de Estado liderado por un grupo de oficiales del
ejército que se autodenominaron "Los oficiales de la Libertad".
Los Hermanos Musulmanes apoyaron el golpe y cooperaron con
el nuevo gobierno: Anuar Sadat, quien se convertiría en presidente
en 1970, fue alguna vez el oficial de enlace con ellos. Este
entendimiento no duró mucho tiempo. Después de un intento
de asesinato del presidente Gamal Abdel Nasser en 1954, del
que se les culpó, fueron prohibidos y miles de sus miembros
encarcelados y torturados. Pero el grupo siguió creciendo
en la clandestinidad. La ruptura con las autoridades llevó
a un importante cambio en la ideología del movimiento, evidente
en los escritos de su prominente líder, Sayyid Qutb. Qutb
abogaba por la jihad (lucha) en contra de las jahili, o sociedades
ignorantes, tanto occidentales como algunas islámicas, que
consideraban en necesidad de una transformación radical. Sus
escritos inspiraron la fundación de muchos grupos radicales
islámicos, particularmente al Qaeda y el Jihad Islámico. En
1965, el gobierno egipcio nuevamente arreció su persecución
contra el movimiento y un año después ejecutó a Qutb, convirtiéndolo
en mártir.
A partir de la década de 1980, los Hermanos
Musulmanes trataron de volver a la legalidad política. Sus
líderes entraron en alianza con diferentes partidos políticos
y así pasaron a ser la principal fuerza de oposición en Egipto.
En el 2000, ganaron 17 escaños en la Asamblea Popular, la
cámara baja del parlamento. Cinco años después la organización
obtuvo su mejor resultado político hasta ese momento. Candidatos
independientes aliados ganaron el 20% de los asientos del
parlamento. El resultado sorprendió a Hosni Mubarak, que lanzó
una ola represiva, arrestando a cientos de sus miembros, y
adoptando reformas que en la práctica pusieron en la ilegalidad
al movimiento. La constitución fue reescrita para estipular
que "la actividad política o los partidos políticos no se
basen en principios religiosos"; se prohibió a los candidatos
independientes postular a la presidencia y se adoptaron leyes
antiterroristas que daban a las fuerzas de seguridad poder
para detener a sospechosos y restringir reuniones públicas.
A principios de 2011, las manifestaciones antigubernamentales,
aparentemente enardecidas por las protestas callejeras en
Túnez que provocaron la repentina partida del presidente tunecino,
Ben Ali, se extendieron por todo el país. Aunque muchos de
los Hermanos se unieron a las protestas, mantuvieron un perfil
bajo. Sus lemas tradicionales no fueron vistos en la plaza
Tahrir.
La interrupción de la primavera egipcia.
En las primeras elecciones parlamentarias tras
el derrocamiento de Hosni Mubarak en 2011, el nuevo "Partido
Justicia y Libertad", vinculado a los Hermanos Musulmanes,
ganó la mitad de los asientos de la Asamblea Popular. El ultraconservador
"Partido Salafista" quedó en segundo lugar, con lo cual los
islamistas pasaron a controlar el 70% de la cámara baja. La
cámara alta obtuvo un resultado similar. Esto permitió a los
Hermanos y sus aliados controlar la selección de candidatos
para la Asamblea Constituyente, por lo que fueron criticados
por liberales, secularistas, cristianos coptos, jóvenes y
mujeres, que se quejaban de que el panel no reflejaba la diversidad
de la sociedad egipcia. Y en esa atmósfera de cambios, Mohamed
Morsi se convirtió en el primer presidente egipcio de los
Hermanos Musulmanes, con el 51.9% de los votos en los comicios
de 2012, en los que venció al comandante retirado de la Fuerza
Aérea, Ahmed Shafiq. Morsi trató de apaciguar a sus oponentes
al insistir que deseaba construir un "estado democrático,
civil y moderno" que garantizara la libertad de religión y
el derecho a la protesta pacífica. Pero la oposición contra
Morsi comenzó a crecer desde noviembre de ese mismo año, cuando
se otorgó poderes de gran alcance. En julio de 2013 millones
de personas salieron a las calles de El Cairo a reclamar su
renuncia. El ejército derrocó a Morsi el 3 de julio y el ejército
tomó mando del gobierno, pese a la resistencia de millones
de seguidores de los Hermanos Musulmanes. Y se inició
un nuevo ciclo en la organización. Un ciclo que ya le es bastante
conocido, de persecución, ilegalidad y hasta muerte.
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