Un microfósil de mil millones de años encontrado
en Escocia contiene dos tipos de células distintos y podría
ser el animal multicelular más antiguo jamás registrado. El
fósil revela nuevos datos sobre la transición de organismos
unicelulares a animales multicelulares complejos. Los holozoos
unicelulares modernos incluyen los animales vivos más basales,
y el fósil descubierto muestra un organismo que se encuentra
en algún lugar entre los animales unicelulares y multicelulares.
El fósil ha sido descrito y nombrado formalmente Bicellum
Brasieri en un nuevo artículo de investigación publicado en
'Current Biology'. El profesor Charles Wellman, uno de los
investigadores principales de la investigación, del Departamento
de Ciencias Animales y Vegetales de la Universidad de Sheffield,
ha subrayado así la importancia del hallazgo: "Los orígenes
de la multicelularidad compleja y el origen de los animales
se consideran dos de los eventos más importantes en la historia
de vida en la Tierra, nuestro descubrimiento arroja nueva
luz sobre ambos". Y ha añadido: "Hemos encontrado un organismo
esférico primitivo formado por una disposición de dos tipos
de células distintos, el primer paso hacia una estructura
multicelular compleja, algo que nunca antes se había descrito
en el registro fósil". Welman consiera que este nuevo fósil
"sugiere que la evolución de los animales multicelulares ocurrió
hace al menos mil millones de años y que los primeros eventos
anteriores a la evolución de los animales pueden haber ocurrido
en agua dulce como lagos en lugar del océano".

Por su parte, el profesor Paul Strother, investigador
principal de la investigación del Boston College, recuerda
que los biólogos vienen especulando con que el origen de los
animales incluía la incorporación y reutilización de genes
anteriores que habían evolucionado antes en organismos unicelulares.
Y destaca que el Bicellum Brasieri viene a confirmar esta
teoría: "Lo que vemos en Bicellum es un ejemplo de un sistema
genético de este tipo, que implica la adhesión y la diferenciación
celular de células que pueden haberse incorporado al genoma
animal 500 millones de años después". El fósil fue encontrado
en Loch Torridon en las Tierras Altas del noroeste de Escocia
en un excepcional estado de conservación, lo que ha permitido
a los científicos analizarlo a nivel celular y subcelular.
El equipo espera ahora examinar los depósitos de la zona en
busca de fósiles más interesantes que podrían proporcionar
más información sobre la evolución de los organismos multicelulares.
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Un organismo pluricelular o multicelular es
aquel que está constituido por dos o más células, en contraposición
a los organismos unicelulares (protistas y bacterias, entre
muchos otros), que reúnen todas sus funciones vitales en
una única célula. Los organismos pluricelulares o multicelulares
–como plantas, animales y algas pardas– surgen de una sola
célula la cual se multiplica generando un organismo. Las
células de los organismos multicelulares están diferenciadas
para realizar funciones especializadas y se reproducen mediante
mitosis y meiosis. Para formar un organismo multicelular,
estas células necesitan identificarse y unirse a las otras
células. Los organismos multicelulares tienen uniones celulares
permanentes, es decir, las células han perdido su capacidad
de vivir solas, requieren de la asociación, pero esta debe
darse de tal manera que desemboque en diferentes tipos celulares
que generan organización celular en tejidos, órganos y sistemas,
para así conformar un organismo completo. Los organismos
pluricelulares son el resultado de la unión de individuos
unicelulares a través de formación de colonias, filamentos
o agregación. La multicelularidad ha evolucionado independientemente
en Volvox, un género de algas clorofíceas microscópicas
y algunas algas verdes flageladas.
Un conjunto de células diferenciadas de manera
similar que llevan a cabo una determinada función en un
organismo multicelular se conoce como un tejido. No obstante,
en algunos microorganismos unicelulares, como las mixobacterias
o algunos microorganismos que forman biopelículas, se encuentran
células diferenciadas, aunque la diferenciación es menos
pronunciada que la que se encuentra típicamente en organismos
multicelulares. Los organismos multicelulares deben afrontar
el problema de regenerar el organismo entero a partir de
células germinales, objeto de estudio por la biología del
desarrollo. La organización espacial de las células diferenciadas
como un todo lo estudia la anatomía. Los organismos multicelulares
pueden sufrir cáncer, cuando falla la regulación del crecimiento
de las células dentro del marco de desarrollo normal. Los
ejemplos de organismos multicelulares son muy variados,
y pueden ir desde un hongo a un árbol o un animal.
La multicelularidad ha evolucionado de forma
independiente decenas de veces en la historia de la Tierra.
Los principales linajes de eucariontes como plantas, animales
y algas tienen orígenes independientes con ancestros de
más de 1,000 millones de años. En Myxomycota, algas verdes
y rojas la multicelularidad ha aparecido repetidamente dentro
del grupo.
Myxomycota, Mycetozoa o Mixomicetes es un grupo peculiar
de protistas denominados comúnmente mohos mucilaginosos
que toman tres formas distintas durante el transcurso
de su vida. Inicialmente tienen forma de ameba unicelular
que se mueve mediante seudópodos o flagelos dependiendo
de la cantidad de agua en el medio.

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Debido a que los primeros organismos multicelulares
fueron simples y suaves sin huesos, concha o partes duras
del cuerpo, no están bien conservados en el registro fósil.
Una excepción pueden ser las Demospongiae, que pueden haber
dejado una huella química en rocas antiguas. Los primeros
fósiles de organismos multicelulares incluyen la controvertida
Grypania spiralis y los fósiles de las pizarras negras de
la formación Paleoproterozoica "Francivillian grupo B" en
Gabón. Hasta hace poco tiempo la reconstrucción filogenética
se ha basado en similitudes anatómicas, particularmente
embriológicas. Esto es inexacto, ya que los organismos vivos
pluricelulares como los animales y las plantas, se separaron
de sus ancestros unicelulares hace más de 500 millones de
años. El paso del tiempo ha permitido a la evolución divergente
y convergente acumular diferencias y homoplasias entre las
especies modernas y las ancestrales extintas. La filogenética
moderna utiliza técnicas sofisticadas de análisis genético
(por ejemplo aloenzimas, ADN satélite y otros marcadores
moleculares) para describir los rasgos compartidos entre
linajes alejados.
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Existen tres principales teorías para la evolución
de la pluricelularidad: simbótica, de celularización
y colonial.
La teoría simbiótica: Esta teoría sugiere que los
primeros organismos multicelulares fueron producidos
a partir de simbiosis (cooperación) de diferentes
especies de organismos unicelulares, cada uno con
diferentes funciones. Con el tiempo, estos organismos
se vuelven tan dependientes el uno del otro, que no
serían capaces de sobrevivir por sí mismos, llevando
eventualmente a la incorporación de su genoma en un
organismo multicelular. Cada organismo original se
convertiría en un linaje de células diferenciadas
dentro de la especie de nueva creación. Este tipo
de simbiosis codependiente se puede ver con frecuencia,
como en la relación entre el Amphiprioninae y Heteractis
magnifica. En estos casos, es muy dudoso que cualquiera
de las especies pueda sobrevivir mucho tiempo si la
otra se extingue. Sin embargo, el problema con esta
teoría es que todavía no se sabe cómo el ADN de cada
organismo se podría incorporar en un solo genoma para
constituirse en una sola especie. En teoría este tipo
de simbiosis ya ocurrido (por ejemplo, mitocondria
y cloroplastos en las células animales y vegetales
–endosimbiosis–), pero esto ha ocurrido solo en muy
raras ocasiones; y aun así, los genomas de los endosimbiontes
han conservado una distinción, replicando su ADN por
separado durante la mitosis de las especies huésped.
Por ejemplo, los dos o tres organismos simbióticos
que forma el compuesto liquen, mientras que dependen
unos de otros para la supervivencia, tiene que reproducirse
por separado y luego volver a la reorganizarse para
crear un organismo individual una vez más.

La teoría de celularización (sincitial): Esta teoría
establece que un solo organismo unicelular, con múltiples
núcleos, podría haber desarrollado particiones en
la membrana interna alrededor de cada uno de sus núcleos.
Muchos protistas, como Ciliophora o moho mucilaginoso
puede tener varios núcleos, apoyando esta hipótesis.
Sin embargo, la simple presencia de múltiples núcleos
no es suficiente para apoyar la teoría. Los núcleos
múltiples de ciliados son diferentes y tienen claras
las funciones diferenciadas: el macronúcleo sirve
a las necesidades del organismo, mientras que el micronúcleo
se utiliza para la reproducción parecida a la sexual
en el intercambio de material genético. Los sincitios
de mohos mucilaginosos se forman de células ameboides
individuales, como los tejidos sincitiales de algunos
organismos multicelulares y no al revés. Para ser
considerada válida, esta teoría necesita un ejemplo
demostrable y el mecanismo de generación de un organismo
multicelular de un sincitio pre-existente.
La teoría colonial: La tercera explicación de multicelularizacion
es la teoría colonial propuesta por Ernst Haeckel
en 1874. Esta teoría propone la simbiosis entre muchos
organismos de una misma especie (a diferencia de la
teoría simbiótica, que sugiere la simbiosis de diferentes
especies) condujo a un organismo multicelular. Se
presume que algunos organismos multicelulares evolucionaron
en la tierra a partir de células que se separan y
luego reincorporan (por ejemplo moho mucilaginoso).
Para la mayoría de los tipos multicelulares que se
desarrollaron dentro de ambientes acuáticos, la multicelularidad
se produce como consecuencia de que las células no
se separan siguiendo la división. El mecanismo de
formación de colonias de este último puede ser tan
simple como la incompleta citocinesis, aunque la multicelularidad
involucra típicamente la diferenciación celular. La
ventaja de la teoría colonial es que se ha visto que
se produzca de forma independiente en diferentes protistas
. Por ejemplo, durante la escasez de alimentos, la
ameba Dictyostelium se une en una colonia que se mueve
como un individuo a una nueva ubicación. Algunas de
estas amebas, se diferencian en tipos especializados.
Otros ejemplos de organización colonial en protista
son Volvocaceae, tales como Eudorina y Volvox, el
último de los cuales se compone de hasta 500-50.000
células (dependiendo de la especie), solo una fracción
de los cuales se reproducen. Por ejemplo, en una especie
de 25-35 células se reproducen 8 asexualmente y alrededor
de 15 -25 sexualmente. Sin embargo, a menudo puede
ser difícil separar protistas coloniales de verdaderos
organismos multicelulares. Como los dos conceptos
no son distintos los protistas coloniales se conocen
como "pluricelulares" en lugar de "multicelulares".
Este problema afecta a la mayoría de las hipótesis
de cómo se originó la multicelularidad.

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La expresión eslabón perdido se refiere originalmente a los
fósiles de formas transicionales, cuando dichos estados intermedios
aparentemente faltaban en el registro fósil o se desconocía
su existencia. No es una expresión de uso científico, aunque
sí abunda en los medios de comunicación, que suelen denominar
«eslabón perdido» a casi cualquier nueva forma transicional
que se descubre. La idea de «eslabón» implica que el proceso
evolutivo es un fenómeno lineal y que unas formas originan
a otras de forma consecutiva, como los eslabones de una cadena
se suceden uno a otro; esta visión anticuada del fenómeno
evolutivo ha sido abandonada hace tiempo. El concepto de eslabón
perdido se considera hoy en día científicamente incorrecto
porque no hay uno, sino muchos, y justamente no son eslabones
de una cadena sino partes de un árbol muy ramificado.
La expresión «eslabón perdido» es más propia de los medios
de comunicación que de la literatura científica porque la
evolución no es lineal. La expresión «eslabón» hace referencia
a una cadena, es decir, un proceso continuo y bidireccional,
cuando se ha comprobado en numerosas ocasiones que la evolución
no es una línea sino algo más parecido a un árbol. Existen
abundantes casos donde la primera especie convive durante
miles o incluso millones de años con la otra u otras especies
evolucionadas de ellas, e incluso con la evolucionada de las
evolucionadas.
Hay unanimidad en que algunos dinosaurios terópodos manirraptores
evolucionaron hasta convertirse en aves. Un famoso fósil transicional
es Archaeopteryx, un organismo que es un mosaico de caracteres
reptilianos (dientes, garras, cola) y avianos (plumas, alas)
que fue hallado poco tiempo después de la publicación de El
origen de las especies de Charles Darwin y reavivó el debate
entre evolucionistas y creacionistas.

Los paleontólogos sugieren que el Tiktaalik fue una forma
intermedia entre peces como Panderichthys y Eusthenopteron,
que vivió hace 385 millones de años, y los más recientes tetrápodos
tales como Acanthostega e Ichthyostega que vivieron cerca
de 20 millones de años después (365 MA). Hasta la fecha no
se conocen los detalles de las relaciones de esas especies,
pero en conjunto demuestran que los anfibios evolucionaron
desde peces de aletas lobuladas. El hueso astrágalo del fósil
tiene el mismo tamaño que el astrágalo en los seres humanos
actuales.
Todo comenzó cuando Charles Darwin lanzó en el tapete científico
la teoría de la evolución de las especies en 1859. Darwin
no habló de la evolución humana hasta mucho tiempo después,
cuando publicó su libro La ascendencia del hombre, en 1871.
Pero los seguidores de Darwin sí comenzaron a aplicar la teoría
al ser humano. Thomas Huxley publicó en 1863 el libro Evidences
as to Man's place in Nature (Evidencias del lugar del hombre
en la naturaleza), en el cual decía, tras hacer un estudio
de anatomía comparada, que el lugar del hombre estaba en estrecha
relación con los grandes simios, particularmente los africanos.
Y de Huxley fue la idea de que el Homo sapiens había evolucionado
a partir de un antepasado simiesco. Entonces los escépticos
pidieron que, si el hombre había evolucionado de los monos,
se les mostrara el eslabón perdido entre estos y el ser humano.
La patraña del Hombre de Piltdown (1912) contribuyó mucho
al mito del eslabón perdido, ya que fue elaborado con todo
lo que se quería encontrar en ese eslabón. Desde entonces
se ha encontrado varios "eslabones de la cadena".
El primer candidato a eslabón perdido fue hallado por uno
de los grandes buscadores, Eugène Dubois, que entre 1886 y
1895 descubrió restos que él mismo describía como "una especie
intermedia entre los humanos y los monos". Lo llamó Pithecanthropus
erectus (hombre mono erecto en griego), hoy clasificado como
Homo erectus. A principios del siglo XX se desenterraron en
Sudáfrica los primeros Australopithecus; sus descubridores,
Raymond Dart y Robert Broom se percataron enseguida que se
trataba de antepasados remotos del ser humano, cercanos al
chimpancé, aunque sus contemporáneos no lo tomaron en consideración.
En 1974 con el descubrimiento de "Lucy" se consagró a los
Australopithecus, bípedos, con un mosaico de rasgos simiescos
y humanos, como eslabones perdidos entre el hombre y el mono.
En 2009 fue anunciado el hallazgo de los fósiles de un individuo
de Darwinius masillae, de 47 millones de años de antigüedad,
apodado Ida, que es considerado por algunos paleontólogos,
como Jorn Hurum, como posible «eslabón perdido» entre los
primates haplorrinos —infraorden al cual pertenece el ser
humano— y los estrepsirrinos, aunque los miembros del grupo
que han estudiado los restos son escépticos de que se trate
de un ancestro de Homo sapiens. Por su parte, Henry Gee, uno
de los editores de la publicación científica Nature, dijo
que el término «eslabón perdido» en sí mismo es engañoso y
que la comunidad científica necesitaría evaluar su importancia.
No todos los fósiles de humanos pueden necesariamente ser
considerados como eslabones, por ejemplo Homo floresiensis
(el "hobbit"), encontrado en 2004, es en realidad un contemporáneo
de los Homo sapiens modernos.

Lucy, el hallazgo de un humanoide que explicó
nuestra evolución. Los restos de esta australopithecus son
los más famoso del mundo, pues "Lucy" ayudó a complementar
el árbol evolutivo de nuestra especie.
Los científicos (Viviane Callier, Jennifer A. Clack, Per
E. Ahlberg) de las universidades de Cambridge (Reino Unido)
y Upsala (Suecia) publicaron en 2009 en la revista Science
un estudio que obligaba a cambiar de nuevo el árbol de la
evolución. El primer explorador que se adentró en la tierra
fue, en realidad, el Ichthyostega, un tetrápodo considerado
hasta ahora como un segundón en la transición entre los peces
y los animales terrestres. Cuando Charles Darwin publicó "El
origen de las especies" en 1859, al presentar el mundo al
concepto revolucionario de la evolución mediante selección
natural, señaló que "... tal vez la más evidente y más grave
objeción que puede ser utilizada en contra de mi teoría es
la aparente falta de "transición" de los fósiles en el registro
geológico". El especuló que la razón por la que "la geología
no revela la cadena orgánica debidamente graduada en formas
intermedias se debió a la escasez de descubrimientos de fósiles
de la época".
En cierto sentido, todas las especies que han existido son
una forma de "transición", que refleja las características
de sus antepasados, y sus características se reflejarán en
sus descendientes. Pero ahora los humanos están impresionados
por los descubrimientos de algunos fósiles espectaculares,
intermedios entre dos grandes clases, en los años transcurridos
desde que se publicó el primer libro de Darwin sobre la evolución.
El más famoso de ellos es Archaeopterix que, dependiendo de
la interpretación, es bien un ave con dientes y manos, o un
dinosaurio que volaba tras desarrolladar las plumas. Sin embargo,
otro fósil menos conocido es igualmente una ejemplo espectacular
de una forma transitoria: el maravilloso Ichthyostega. Hasta
ahora se creía que el primer tetrápodo era un Acanthostega,
habitante de las marismas en el periodo Devónico, hace unos
365 millones de años. Pero los autores, coordinados por Viviane
Callier, del Museo de Zoología de Cambridge, han analizado
restos fósiles de ambos géneros animales hallados en Groenlandia
y han observado que la posición de los huesos de la pata delantera
de los Ichthyostega variaba gradualmente a medida que los
individuos iban madurando. El Ichthyostega es una forma intermedia
entre los peces y los anfibios del período Devónico tardío,
alrededor de 365 millones de años atrás. Se podría describir
como un pez con patas que podría caminar sobre de la tierra,
o se podría decir que era un anfibio con la cabeza y cola
de un pez.

Este pez es la evidencia más antigua del origen de
la mano humana. El fósil de un espécimen de 1,57 metros
de largo descubierto en Canadá revela el eslabón perdido
de la transición de peces a tetrápodos.


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Dado que los peces tienen su peso apoyado sobre el agua,
el Ichthyostega se enfrentaba con el problema de apoyar su
peso en tierra, que fue solucionado acrecentando la superposición
de las costillas, un torpe y primitiva solución, pero necesaria,
porque había evolucionado hacia muy poco de sus antepasados,
los peces primitivos. El proceso pectoral, la parte del húmero
en la que se insertan los músculos pectorales, se encuentra
en la posición habitual de los tetrápodos -el borde anterior
del hueso- en todos los Acanthostega estudiados y en los Ichthyostega
más maduros. Sin embargo, en los jóvenes individuos de este
último género animal el proceso pectoral se sitúa en un punto
más central del hueso, como en los peces primitivos. Los Ichthyostega
sería, por lo tanto, las criaturas de cuatro patas más parecidas
a los vertebrados acuáticos. El Ichthyostega tenía siete dedos
en cada pata trasera, cosa notable, ya que el número de dedos
en los pies de los tetrapodos se estabilizaron en cinco a
principios de su evolución. Su hombro y cadera sufrieron adaptaciones
que le ayudaron a moverse en tierra.
Sus miembros traseros podrían apoyar su cuerpo durante la
juventud, pero probablemente eran demasiado débiles para apoyar
todo su peso sobre la tierra en la edad adulta. La hipótesis
es que los menores pudieran salir del agua para escapar de
los depredadores, pero que los adultos ya salían por si mismos
del agua incluso en ocasiones para tomar el sol. A juicio
de los investigadores, este descubrimiento sugiere que los
adultos pasaban más tiempo fuera del agua que los jóvenes,
y este rasgo evocaría su historial evolutivo. Según la Teoría
de la Recapitulación, propuesta por el biólogo alemán Ernst
Haeckel en el siglo XIX, el desarrollo de un organismo, desde
la concepción hasta la edad adulta, imita la evolución de
toda la especie. El Ichthyostega es uno de los muchos fósiles
que llenan en la historia natural la evolución de los peces
tetrápodos. La historia todavía no está completa: "la brecha
de Romer" (nombre del paleontólogo Alfred Romer Sherwood)
es de 20 millones de años entre los fósiles desaparecidos,
y sus contemporáneos como el Ichthyostega, y el siguiente
tetrápodo más antiguo que se conoce.
Según el estudio, los Ichthyostega, denigrados por los paleontólogos
durante decenios, fueron los primeros tetrápodos que osaron
emerger del agua. Y lo seguirán siendo hasta que nuevos fósiles
alboroten de nuevo el árbol evolutivo. Lagunas como "la brecha
de Romer" en el registro fósil eran una preocupación de Darwin,
que las reconoció como una posible impugnación de su teoría
seminal. Sin embargo, la ausencia de evidencia no es evidencia
de la ausencia, explicación que realiza Romer para la brecha
que sigue existiendo, y que ya Darwin presentó, sobre el carácter
incompleto de los registros geológicos.
La brecha de Romer es una laguna en el registro fósil,
una significativa escasez de restos fósiles de vertebrados
terrestres al inicio del periodo Carbonífero. Lleva
el nombre del paleontólogo Alfred Romer.


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