La cueva de La Roche-Cotard, en el Valle del
Loira (Francia), estuvo sellada durante más de 50.000 años
por los residuos de lodo transportados por las crecidas del
río Loira hasta que el arqueólogo francés Jean-Claude Marquet
penetró allí por primera vez en 1974. En su interior, Marquet
y su equipo descubrieron unas finas líneas grabadas en la
pared que les hicieron sospechar que podrían haber sido grabadas
por humanos.
Marquet también encontró en la cueva raspadores
y otros fragmentos de piedra elaborados con la técnica lítica
musteriense, típica del Paleolítico Medio, lo que le hizo
suponer que el lugar había sido habitado por los neandertales.
Dos años más tarde, en 1976, el arqueólogo descubrió en la
cueva algo que se asemejaba a una figurilla de la misma época,
elaborada en sílex, que parecía el rostro de un ser humano
o un animal.
La arqueóloga Dorota Wojtczak durante los trabajos
de excavación en el interior de la cueva de La Roche-Cotard.
En realidad, fueron aquellos descubrimientos
los que dieron inicio a las especulaciones acerca de que podrían
haber sido los neandertales los autores de aquellas marcas
grabadas en las paredes de la cueva de La Roche-Cotard. Pero
la investigación quedó estancada durante años.
Cuarenta años después, en 2016, y con la ayuda
de la arqueóloga Dorota Wojtczak, de Integrative Prehistoric
and Archaeological Science (IPAS), del Departamento de Ciencias
Ambientales de la Universidad de Basilea, Marquet retomó su
vieja hipótesis acerca de que habían sido los neandertales
los autores de aquellos grabados. Según Wojtczak, "las marcas
de la cueva no se hicieron con herramientas, sino rascando
con los dedos humanos". Eso es lo que proponen en un artículo
publicado en la revista PlosOne.
De este modo, la reciente investigación llevada
a cabo por Dorota Wojtczak parece demostrar que los grabados
de la cueva de La Roche-Cotard, ocultos durante 50.000 años,
habrían sido en realidad realizados por el Homo neanderthalensis.
Y es que los últimos descubrimientos liderados por la propia
arqueóloga, junto con un equipo de investigadores de Francia
y Dinamarca, han puesto de manifiesto que, en efecto, estos
grabados son los más antiguos que se conocen y tendrían una
datación de más de 57.000 años.
Objeto fabricado con sílex que se asemeja a
un rostro humano o animal hallado en La Roche-Cotard.
Wojtczak asegura que "en aquella época, hace
50.000 años, no había humanos modernos en Europa, sino tan
solo neandertales, así que tanto las marcas de las paredes
como los artefactos encontrados en la cueva solamente podrían
haber sido hechos por estos primeros humanos".
Mediante fotos y escaneos en 3D se registraron
y analizaron todos los grabados de la cueva llegándose a la
conclusión de que aquellas formas geométricas con líneas paralelas
y triangulares no habrían sido hechas en la pared por casualidad.
Sin embargo, la investigadora aún no ha conseguido descifrar
su significado ni qué podrían representar, aunque sí tiene
claro que "solo podrían haberlos hecho alguien que actuara
con planificación y comprensión", aclara.
Interior de la cueva de La Roche-Cotard, donde
se encontraron los grabados que seguramente fueron realizados
por neandertales.
Las investigaciones llevadas a cabo en los últimos
años han roto la percepción que se tenía de los neandertales,
que estaban considerados hasta ese momento como una especie
con escasa capacidad de aprendizaje. Gracias a los nuevos
estudios, los arqueólogos sugieren que los miembros de esta
especie humana ya empleaban herramientas y poseían un razonamiento
simbólico. Así, las pinturas rupestres que se han descubierto
en La Roche-Cotard demostrarían su capacidad intelectual,
así como sus aptitudes artísticas.
En la actualidad, los especialistas están investigando
si los grabados contienen pigmentos o incluso hollín que puedan
ayudar a identificar qué tipo de materiales habrían utilizado
los neandertales. Por su parte, Wojtczak está convencida de
que cada nuevo avance en el estudio ayudará a desmontar la
idea de que los neandertales "eran humanos mentalmente inferiores
y reforzará la percepción de que son parientes de los humanos
modernos, y que podían hablar y probablemente incluso cantar",
concluye la arqueóloga.
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