El primer ministro ultranacionalista húngaro,
Viktor Orbán, logró un cuarto mandato consecutivo tras apuntarse
una contundente victoria en las parlamentarias de este domingo,
dominadas por las inseguridades despertadas por la guerra
en la vecina Ucrania. “Hemos conseguido una enorme victoria”,
dijo Orbán, de 58 años, ante miles de simpatizantes que coreaban
su nombre en Budapest.
“Una victoria que quizá se pueda ver desde la
Luna, pero seguro que sí se ve desde Bruselas”, agregó en
una crítica a la Comisión Europea, que le abrió recientemente
un expediente por la ley húngara que prohíbe hablar de homosexualidad
a menores. Con el 92 % de los votos escrutados, el partido
gobernante Fidesz está camino de obtener 135 escaños en el
parlamento de 199 miembros, mientras que la oposición sumaría
56 diputados. Eso permitiría al Gobierno retener su mayoría
absoluta de dos tercios que le ha permitido emprender en solitario
cambios de rango constitucional los últimos doce años. Esa
mayoría le ha garantizado controlar todas las estructuras
del Estado -también el Tribunal Constitucional- y, además
de los medios de comunicación estatales, domina a través de
empresarios cercanos casi todas las cabeceras del país, lo
que garantiza a Orbán una cobertura favorable. Una de las
sorpresas de las elecciones ha sido el resultado del partido
de extrema derecha “Nuestra Patria”, que superó el umbral
del 5 % y suma 5 escaños.
Uno de los símbolos del fracaso opositor ha
sido que su candidato a primer ministro, Péter Márki-Zay,
no ha sido capaz de vencer ni en su circunscripción electoral
de Hódmezõvásárhely, ciudad de la que es alcalde desde 2018.
El candidato opositor, un economista de 49 años, se ha quejado
amargamente los últimos días de que solo le dieran los cinco
minutos asignados por ley en la televisión pública durante
toda la campaña, mientras que la presencia de Orbán es constante.
“No puedo ocultar mi desilusión”, afirmó Márki-Zay en una
aparición en solitario en la que no le arropó ninguno de los
líderes de los seis partidos de distinta ideología que formaron
la coalición “Unidos por Hungría”.
Una chinita, otra, en el zapato de la UE.
Con todo, estas elecciones han mostrado una
vez más la capacidad de Orbán para leer de forma acertada
la situación y sacar provecho a la invasión rusa de Ucrania
que, en principio, le desfavorecía. El primer ministro, quizá
el político de la Unión Europea más cercano al presidente
ruso, Vladímir Putin, interpretó bien el miedo de los electores
al cambio en épocas de incertidumbre y modificó el lema de
campaña a “Guerra o paz”. En el último mes la intención de
voto de Fidesz ha subido con el mensaje de que Orbán es un
líder experimentado que garantiza la estabilidad mientras
que la oposición, de ganar, podría “arruinar” al país y llevarlo
a involucrarse en el conflicto. La solidaridad de la oposición
con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, la describió
Orbán como un paso belicista y sostuvo que iban a dañar la
economía del país al unirse a un embargo del petróleo y el
gas ruso. Hungría importa el 85 % de su gas y más del 60 %
de su petróleo de Rusia y Orbán ha reafirmado que no dejará
de comprarlo por el daño económico que causaría. Poco importaba
que las acusaciones de Orbán careciesen de fundamento o que
el lema de “Guerra o paz” fuese maniqueo, lo importante es
que supo leer la inseguridad de un electorado que perdió el
apetito por el cambio.
Orbán y Le Pen, unidos contra la Europa "imperialista"
e "intervencionista".
El primer ministro, un crítico feroz de la inmigración,
los derechos LGBT y los “burócratas de la UE”, se ha ganado
la admiración de los nacionalistas y la ultraderecha europea,
que le acompañó en su victoria. Orbán agradeció en su intervención
a sus “amigos de EEUU, Italia, Austria y España” el apoyo
recibido en las elecciones. “Ha ganado la política conservadora,
patriota, y nuestro mensaje es que ésta no representa el pasado,
sino el futuro”, dijo el primer ministro. Su victoria llega
cuando pasa por su momento de más aislamiento internacional,
alejado incluso de sus socios del Grupo de Visegado -Polonia,
República Checa y Eslovaquia- por su cercanía a Putin, mientras
que en los gobiernos de Europa Occidental despierta desde
hace tiempo escaso entusiasmo. Algunos analistas especulan
que en esta legislatura Orbán puede adoptar una postura más
europeísta para asegurarse el desbloqueo de los fondos europeos
que Hungría necesita para garantizarse un buen crecimiento
económico.
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Viktor Orbán es un jurista y político húngaro
y el actual primer ministro de Hungría. También fue primer
ministro en el periodo 1998-2002 y es el actual líder del
partido Fidesz-Unión Cívica Húngara, que a través de una alianza
con el Partido Popular Demócrata Cristiano ganó las elecciones
de 2010 con el 52,73 % de los votos y con una mayoría de dos
tercios en el parlamento húngaro. Sus ideas políticas, como
su conservadurismo social y nacionalista, su euroescepticismo
y la defensa de lo que describe como un «estado iliberal»,
lo sitúan en el campo de la nueva extrema derecha, además
de haber atraído una gran atención internacional. Algunos
observadores han descrito su gobierno como autoritario o autocrático.
Sus críticos incluyen a políticos nacionales y extranjeros
(incluyendo a la ex-secretaria de Estado de los Estados Unidos
Hillary Clinton, la ex canciller alemana Angela Merkel y los
presidentes de la Comisión Europea José Manuel Barroso y Jean-Claude
Juncker), organizaciones intergubernamentales y organizaciones
no gubernamentales. Específicamente, la oposición le ha acusado
de perseguir reformas antidemocráticas; reducir la independencia
de la prensa, el poder judicial y el banco central de Hungría;
modificar la constitución de Hungría para evitar enmiendas
a la legislación respaldada por su partido.
Ha sido acusado por diversos medios de xenofobia.
La capital, Budapest. La UE exige a Hungría
que reestablezca la libertad de prensa.
Con la última victoria, las compras de
medios de comunicación por parte de oligarcas cercanos al
partido de Gobierno, liderado por el primer ministro Viktor
Orbán, vuelven a estar en el foco.
Inició su carrera política en Székesfehérvar
como secretario de la asociación de la juventud comunista,
KISZ. Orbán fue uno de los fundadores del partido Fidesz (acrónimo
de Fiatal Demokraták Szövetsége que significa Alianza de Jóvenes
Demócratas), constituido el 30 de marzo de 1988. El 16 de
junio de 1989, en la plaza de los Héroes de Budapest, durante
la ceremonia de homenaje a los restos de Imre Nagy y otros
cuatro líderes de la Revolución húngara de 1956, pronuncia
un discurso exigiendo elecciones libres y la retirada de las
tropas de la Unión Soviética.
Ejecutado por los soviéticos en 1958 por haber
liderado la revolución húngara dos años antes, cuyos restos
habían sido recuperados recientemente de una fosa común. Durante
los funerales, un joven flaco, de pelo revuelto y afeitado
discutible subió a la tribuna de oradores y dio un discurso
que quedó en la memoria de muchos húngaros: “La corrompida
carga sobre nuestros hombros es la consecuencia directa del
sangriento estrangulamiento de nuestra revolución, y de habernos
forzado de nuevo al callejón sin salida oriental del que estamos
intentando escapar otra vez”, dijo el hombre, exigiendo la
salida de Hungría de las tropas del Pacto de Varsovia.
En el verano de 1989 participó en las negociaciones
de la Mesa Redonda entre el gobierno y la oposición. En las
elecciones a la Asamblea Nacional de Hungría de 1990 encabeza
las listas de su partido obteniendo 22 diputados de un total
de 386. En 1994, tras el derrumbamiento de la derecha nacional,
bajo su liderazgo el Fidesz abandona la Internacional Liberal.
Orbán, que buscó agrupar a todo el espacio político a la derecha
del centro a partir de 1995, deslizó su partido de posiciones
liberales a posiciones conservadoras. En 1995 el partido cambió
su nombre a FIDESZ-MPP (Federación de Jóvenes Demócratas y
Partido Cívico Húngaro). Orbán ocupa el cargo de Vicepresidente
del partido Partido Popular Europeo (PPE) desde octubre de
2002. En las elecciones del año 2010, luego de 8 años en oposición
y ganando el 52,73 % de los votos el partido Fidesz dirigido
por Viktor Orbán consiguió dos tercios de los escaños y volvió
al poder.
Orbán en el funeral de Imre Nagy. En
Hungría el comunismo cayó hace 25 años, pero la controversia
sobre la herida histórica sigue abierta con una virulencia
terrible.
Tras la invasión rusa de Ucrania de 2022, el
Gobierno húngaro condenó la misma y apoyó una serie de sanciones
de la Unión Europea contra Rusia. Al mismo tiempo, Orbán decidió
dar la bienvenida a los refugiados ucranianos en Hungría y
expresó que apoyará la membresía de Ucrania en la Unión Europea.
Además, Orbán afirmó que las relaciones entre Hungría y Rusia
habían sido «equilibradas y justas», pero manifestó que «esto
ha cambiado» con la intervención militar rusa. Sin embargo,
el Gobierno de Orbán anunció que no enviaría tropas ni armas
a Ucrania, así como tampoco permitiría que se usara el territorio
húngaro para transportar armamento a dicho país, aunque ha
dejado que tropas de la OTAN se estacionen en Hungría. Asimismo,
el Gobierno de Orbán sostiene que enviar armamento involucraría
a Hungría en la guerra, mostrándose a sí mismo como defensor
de la paz y la seguridad de su país. De igual manera, en específico
Orbán defiende que bloquear las importaciones energéticas
rusas haría a los húngaros «pagar el precio de la guerra».
Por otro lado, Orbán apuesta por resolución negociada del
conflicto y expresó que «toda Europa debería estar trabajando
por la paz». Por su parte, el presidente ucraniano Volodímir
Zelenski criticó a Orbán por sus posiciones ante el conflicto
y le dijo que «tienes que decidir por ti mismo con quién estás»,
haciendo alusión a la tradicional cercanía que Orbán ha establecido
con el presidente ruso Vladímir Putin. Tras esto, Péter Szijjártó,
ministro húngaro de Exteriores, respondió que entienden que
para Ucrania es importante garantizar la seguridad de sus
propios ciudadanos, pero que para el Gobierno húngaro «lo
más importante es la seguridad de los húngaros». Asimismo,
Szijjártó también rechazó la creación de una zona de exclusión
aérea sobre Hungría. De igual manera, Orbán aseguró que para
su administración «Hungría es lo primero», recalcando que
no quiere que Hungría se vea «arrastrada» en la guerra.
Hablamos del conflicto actual en JyV >>
Firmas >> Enero 2022. A su vez, nuestra bibliotecaria
selecciona para adentrarnos en la realidad de ambas naciones.
El «Nuevo Estado» húngaro ha sido definido por
Orbán, político considerado por el historiador italiano Steven
Forti como uno de los máximos representantes de la nueva extrema
derecha («Extrema derecha 2.0»), como una «democracia iliberal».
Así lo manifestó Orbán en un discurso pronunciado el 26 de
julio de 2014:
La nación húngara no es una simple suma de individuos,
sino una comunidad que necesita organizarse, fortalecerse
y desarrollarse, y en este sentido, el nuevo Estado que estamos
construyendo es uno iliberal, un Estado no liberal. No niega
los valores fundacionales del liberalismo, como la libertad,
etc. Pero no hace de esta ideología un elemento central de
la organización del Estado, sino que aplica en su lugar un
enfoque específico, nacional, particular.
El Gobierno de Orbán es un régimen iliberal,
un híbrido entre democracia y autocracia. La Rusia de Putin
y la Turquía de Erdogan sirven como modelos. El propio Orbán
los mencionó en el verano de 2014, cuando acuñó el término
'democracia iliberal'.
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La Autoridad Nacional de Medios y Comunicaciones
(NMHH) le comunicó a Tilós Rádió que no le renovará la frecuencia
el próximo septiembre. Es una pena y un síntoma más del pobre
estado de la pluralidad en Hungría. Tilós Rádió, sin ser una
emisora que se ocupe especialmente de asuntos políticos, se
puede decir rotundamente que no está alineada con la política
del Gobierno de Orbán Viktor. Tampoco se trata de una emisora
comercial, con lo cual su programación es definitivamente
única y alternativa. Oficialmente es una fundación: Tilós
Kulturális Alapítvány. De ahí también su escaso presupuesto
y la baja calidad de sus transmisiones. Solo se puede escuchar
bien en algunos distritos de Budapest, en el V, VI, VII, VIII
y IX en el 90.3 de la FM. Pero en internet cada día funciona
mejor, y es de suponer que después de septiembre, solo se
podrá escuchar online, en tilos.hu, como pasó con Klubrádió
en 2020.
En 2020 a Klubrádió le revocaron la licencia
después de los acostumbrados 7 años, y le dieron la oportunidad
de presentarse a concurso una vez más, sin éxito.
Csabai Gábor, Papo, el director de la radio
dice que de cualquier modo presentará el correspondiente concurso.
Es de obligación no claudicar. La historia de Tilós rádió
es larga y se remonta al cambio de régimen. Apareció en 1991
como radio pirata, ilegal. En el 95 consiguió oficialmente
una licencia, cambiando a partir de entonces de domicilio
y de frecuencias varias veces. En el 90.3 están desde 20015,
cuando se firmó la actual contrata. En términos legales Tilós
rádió es lo que se llama una radio comunitaria. La Autoridad
de Medios explica en su dictamen que no se les renovará la
frecuencia por incumplimiento repetido de las mismas normas.
O sea que en un año les pusieron 2 multas por el mismo concepto.
Dos veces dos. Por no haber indicado, o no haberlo hecho correctamente,
la clasificación de contenidos por edades, y por no haber
entregado en plazo los reportes mensuales y anuales correspondientes.
Csabai Gábor, con pinta de ser peligroso.
A modo de ejemplo, algunas de las últimas emisiones
que se pueden escuchar en su mediateca. Utca rádió (La radio
de la calle) presentó Free doc, una exposición de la fotógrafa
Csoszó Gabriella, que recoge fotos de diferentes movimientos
civiles de los últimos 10 años, sentadas, manifestaciones
y flashmobs. Haza és haladás (Patria y Progreso) tituló su
programa: ¿Quieres que pase otra vez?. Empezaron hablando
de un libro de Illyés Gyula: Puszták népe (El pueblo de las
estepas, 1936). Se trata de una novela sociológica que describe
los años de entreguerras. Illyés dijo haberse inspirado en
los viajes de André Gide al Congo, publicados en 1927. Optimal
es un programa musical de madrugada, de las 12 hasta las 5
de la mañana. Un ejemplo es Seeding The Clouds // The Night
Mountain. El repertorio incluyó beat balcánico, árabe, tribal,
experimental, dub, no wave, música electrónica y jazz. Empezó
poniendo Lenhart Tapes. Habrá que bajarse la app.
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A Costa Rica ha llegado también la ola del populismo
de aires trumpistas, pese a ser una de las democracias más
estables de América Latina. En la segunda vuelta de las elecciones
presidenciales celebradas el pasado domingo, el país ha optado
por un economista de verbo encendido como próximo presidente.
La victoria de Rodrigo Chaves confirmó las expectativas abiertas
en la primera vuelta sobre el exmandatario José María Figueres,
con la promesa de erradicar la política tradicional que encarna
el mismo Figueres y combatir la corrupción, sin concretar
muy bien qué implica eso.
El resultado augura un cambio de rumbo en el
país centroamericano tras haber obtenido el 52,81% de los
apoyos, frente al 47,2% del expresidente José María Figueres,
que ofreció un mensaje conciliador y contra los antagonismos
al aceptar su derrota. La desmotivación social ante los dos
candidatos se expresó con una abstención del 43,15%, superior
a la de la primera vuelta, que había sido ya la más alta desde
mediados del siglo XX. En Rodrigo Chaves se encarna el discurso
de rasgos populistas y trumpistas (su lema fue “hacer que
Costa Rica vuelva a ser el país más feliz del mundo”), creyente
católico y contrario al aborto y la eutanasia, además de exhibir
rasgos machistas en su conducta pública, pese a contar en
su candidatura con el decisivo apoyo de la popular experiodista
televisiva Pilar Cisneros. Un millón de costarricenses, una
quinta parte de la población, optó por un candidato desconocido
apenas tres años atrás y que había sido sancionado en 2019
por el Banco Mundial por hacer “insinuaciones sexuales” y
llevar “un patrón de comportamiento inapropiado”, tras más
de tres décadas empleado en el organismo internacional. Según
él, fueron nada más que “chistes”.
Poco después, accedió por primera vez a la vida
política como ministro de Hacienda del actual presidente Carlos
Alvarado, que lo despidió seis meses después sin mayores explicaciones
y lo ha criticado durante la campaña electoral. El resultado
electoral deja varios mensajes preocupantes para el país centroamericano
que son perfectamente extrapolables a otros lugares de la
región. Chaves ha ganado con la promesa de ser un amplio conocedor
de la economía en un país que ha gozado de buenos indicadores
en una región destrozada, pero que acumula cada vez más desigualdad.
Tras su victoria del domingo, ha tratado de rebajar su tono
agresivo y esa imagen rupturista con el pasado que le ha dado
el triunfo. Es un primer gesto positivo que debe ir acompañado
de hechos concretos y aclaraciones inmediatas sobre las acusaciones
de corrupción en la financiación de la campaña que pesan contra
él. Costa Rica no puede perder la senda de la estabilidad
que le ha caracterizado en detrimento del personalismo que
tanto daño ha hecho en la región.
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