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5 - Junio - 2023
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El ovario es una máquina del tiempo. Viaja al futuro y llega a la vejez antes que el resto del cuerpo. Al nacer, cada ovario contiene alrededor de un millón de folículos, pequeños sacos llenos de líquido que contienen óvulos inmaduros. Pero la disminución de estos folículos es inmediata e incesante. En la pubertad, solo quedan unos 300 mil folículos. A los 40 años, la gran mayoría ya han desaparecido. Y a los 51, la edad promedio de la menopausia en Estados Unidos y Latinoamérica, prácticamente no queda ninguno. Los humanos somos una rareza en este sentido. La mayoría de los mamíferos siguen siendo fértiles hasta el final de sus vidas; las únicas especies conocidas que experimentan la menopausia de forma natural son los humanos y algunas ballenas. En los humanos, la pérdida de hormonas durante la menopausia desencadena una serie de efectos negativos para la salud: los huesos se vuelven quebradizos, el metabolismo se hace más lento y aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes, derrames cerebrales y demencia. Paradójicamente, las mujeres viven más que los hombres en promedio, pero pasan más años con una mala salud.

Los ovarios son órganos productores de células sexuales y hormonas. De su buen funcionamiento depende la fisiología femenina y la vida reproductiva de la mujer.

Jennifer Garrison tiene la corazonada de que los ovarios son los culpables. "Ese coctel, esa orquesta de sustancias químicas que fabrican los ovarios, es verdaderamente importante para la salud en general", destaca Garrison, profesora adjunta del Instituto Buck de Investigación sobre el Envejecimiento de Novato (California). "Cuando desaparece en la menopausia, tiene un efecto dramático". Por otra parte, tener ovarios en funcionamiento durante más tiempo parece conllevar beneficios para la longevidad. Un estudio con 16 mil mujeres descubrió que una menopausia más tardía aumentaba las probabilidades de vivir hasta los 90 años. A pesar de que la mitad de la población mundial experimenta el envejecimiento ovárico, incluidas las mujeres cisgénero y las personas trans y no binarias, el persistente sesgo de género en la ciencia significa que sigue siendo un campo poco estudiado. Pero eso está empezando a cambiar. Garrison es miembro del Centro de Longevidad Reproductiva e Igualdad del Instituto Buck, una instalación pionera en su tipo creada en 2018 con una donación de seis millones de dólares de la abogada y filántropa Nicole Shanahan. En 2019, ayudó a lanzar un esfuerzo relacionado, el Consorcio Global para la Longevidad Reproductiva y la Igualdad, para financiar a investigadores externos. Inicialmente, 22 investigadores recibieron subsidios iniciales por un total de 7.4 millones de dólares. Su objetivo es comprender por qué los ovarios parecen estar estrechamente relacionados con la salud y la longevidad.

Desvelar estos misterios podría significar prolongar los años reproductivos de una persona, y posiblemente su vida, retrasando la menopausia. En 2018, el estudio de la longevidad reproductiva era tan incipiente que a Garrison le costó encontrar profesores a quienes entrevistar, por no hablar de contratar, para dotar de personal al centro. Pocas personas se dedicaban activamente a investigarla, en parte porque los únicos mamíferos que la experimentan son las ballenas, que no pueden analizarse precisamente en un laboratorio. También es difícil estudiar el envejecimiento ovárico en especies tan longevas, las orcas, por ejemplo, pueden vivir hasta 90 años en libertad. En cambio, los investigadores han intentado muchas veces descifrar la relación entre la menopausia y el envejecimiento por aproximación: observando los efectos de la quimioterapia sobre la fertilidad, estudiando un tratamiento común de la menopausia que imita las hormonas femeninas o experimentando con ratones, que son sustitutos imperfectos de los humanos.

Cinco años después, los esfuerzos del Instituto Buck empiezan a dar resultados. Quizá los investigadores aún no hayan descubierto cómo retrasar el envejecimiento reproductivo, pero han despertado el interés por un órgano ignorado durante mucho tiempo y han abierto una nueva vía de investigación que podría tener implicaciones para el envejecimiento de todos, no solo de las personas con ovarios. "Si podemos entender lo que ocurre en el ovario", indica Garrison, “eso probablemente nos dirá algo sobre el envejecimiento en el resto del cuerpo, y también podría darnos una idea de cómo intervenir.” Para determinar a qué velocidad envejecen los ovarios, hay que analizar muchas células. En la Universidad de Columbia (Nueva York), la genetista Yousin Suh y sus colegas han recopilado y analizado células extraídas de los ovarios de mujeres en sus veinte, cuarenta y cincuenta años que aún no han llegado a la menopausia. Lo que descubrieron les sorprendió. Las células de los ovarios de mujeres de mediana edad con frecuencia se parecían a las células de otros tejidos de personas de setenta años o más. En un tipo de célula tras otro, el equipo de Suh halló señales inconfundibles de envejecimiento. Observaron ADN dañado y mitocondrias disfuncionales, las centrales energéticas de las células. La comunicación entre las células se interrumpió. Dejaron de dividirse. Un regulador clave del crecimiento y el metabolismo celular, llamado mTOR, también estaba hiperactivo. El exceso de mTOR se asocia al cáncer y al envejecimiento, y los medicamentos que lo inhiben se utilizan para frenar el crecimiento tumoral. Para Suh, se trataba de una prueba "clarísima" de que el ovario envejece más rápido que el resto del cuerpo a nivel molecular y celular. Suh y su equipo publicaron sus hallazgos en internet el año pasado, y el artículo está siendo revisado por expertos. El descubrimiento de mTOR fue particularmente intrigante. Ya se ha demostrado que el bloqueo de esta proteína aumenta la esperanza de vida en moscas, gusanos y ratones. Ahora Suh se pregunta si los mismos beneficios podrían aplicarse a los ovarios humanos.

mTOR es la proteína que ayuda a controlar varias funciones celulares, incluso la multiplicación y la supervivencia de las células; se une con la rapamicina y otros medicamentos. mTOR es más activo en algunos tipos de células cancerosas que en las células normales.

En la Universidad Northwestern de Illinois, Kara Goldman, profesora asociada de obstetricia y ginecología, también estudió la relación entre mTOR y el envejecimiento ovárico. Le interesaba saber si los inhibidores de mTOR podrían proteger los ovarios contra la pérdida de fertilidad causada por la quimioterapia. En un estudio de 2017, administró los medicamentos a ratones hembra por lo demás sanos que también fueron tratados con quimioterapia. Se esperaba que los animales tratados con mTOR estuvieran mejor protegidos contra el daño ovárico que aquellos que solo recibieron quimioterapia. Y funcionó. Ambos grupos perdieron folículos a causa de la quimioterapia, pero los ratones que recibieron inhibidores de mTOR conservaron más folículos. Esos especímenes llegaron a tener más del doble de crías. En otras palabras, los fármacos parecían preservar los ovarios, señala Goldman, directora de la junta asesora clínica del consorcio de Buck. Goldman llevó la investigación un paso más allá. Quería comprobar si estos medicamentos podían potenciar la fertilidad en ratones sanos. Administró dosis orales diarias de inhibidores de mTOR a ratones hembra durante cuatro semanas, a partir de la edad adulta. Cuando estos animales se aparearon, procrearon el doble de crías en un periodo de siete meses que un grupo de control que no recibió los fármacos, lo que sugiere que se reproducían mejor que los ratones no tratados.

El cáncer y el tratamiento del cáncer a veces pueden hacer que tener un hijo resulte más difícil, o pueden generar dudas sobre si tener un hijo es lo correcto. Las personas con determinados tipos de cáncer o quienes reciben tratamiento contra el cáncer pueden tener estas dudas o presentar problemas de infertilidad.

Ella y su equipo también querían asegurarse de que los medicamentos no tuvieran efectos secundarios negativos: un fármaco que se utilizara en personas normalmente sanas para prolongar la vida útil de sus ovarios tendría que ser extremadamente seguro, afirma. Su equipo controló la salud y la fertilidad de los ratones tratados, así como de su descendencia de primera y segunda generación, y hasta ahora no ha detectado efectos nocivos. Los investigadores presentaron resultados preliminares en 2021 y aún están analizando la información. Pero, ¿sucederá lo mismo con los humanos? Para averiguarlo, Suh y su colaborador Zev Williams iniciaron un estudio para comprobar si el medicamento rapamicina, un inhibidor de mTOR, puede retrasar el envejecimiento de los ovarios. Planean reclutar a 50 mujeres de entre 30 y 40 años que no planeen tener más hijos. Durante un año, la mitad tomará diariamente pastillas de rapamicina y la otra un placebo. Después, los investigadores comprobarán el número de óvulos sanos que les quedan. Su esperanza es que el grupo que toma rapamicina tenga más óvulos. Eso significaría que sus ovarios envejecen a menor velocidad de lo normal. "Lo que intentamos es retardar el ritmo al que se pierden los óvulos", declara Williams, director del Centro de Fertilidad de la Universidad de Columbia. El hecho de que los ovarios envejezcan mucho más rápido que otros tejidos corporales también los convierte en un valioso instrumento para probar medicamentos antienvejecimiento. Este tipo de estudios podrían aportar información en un plazo de tiempo mucho más corto que los realizados en otros tejidos del organismo, lo que podría influir en el envejecimiento tanto de las mujeres como de los hombres. En definitiva, Goldman ve un futuro en el que las mujeres tomarían estos fármacos a una edad aún más temprana. "La idea es no solo proteger la fertilidad, sino prolongar la salud de los ovarios", resalta.

Miriam Menkin, la científica que cambió la fertilidad humana para siempre (y qué tuvo que ver una siesta en ello).

Nadie sabe a ciencia cierta si es posible mantener los ovarios en funcionamiento durante más tiempo, ni si eso conducirá a una vida más larga y saludable. Los ratones, por lo menos, parecen beneficiarse cuando sus ovarios se mantienen sanos durante más tiempo. Cuando investigadores de la Universidad Estatal de Utah trasplantaron los ovarios de ratones jóvenes a ratones de más edad, las receptoras vivieron un 40% más que sus compañeras y también tenían corazones de aspecto más sano. Pero confiar en los ratones como sustitutos de las personas tiene un problema: como la mayoría de los animales, los ratones no pasan por la menopausia. Bérénice Benayoun, profesora adjunta de gerontología en la Universidad del Sur de California, está tratando de manipular genéticamente la menopausia en ratones para que los científicos puedan estudiar los mecanismos biológicos que la provocan y descubrir cómo contrarrestarla. "La menopausia es básicamente el acontecimiento más importante en la vida de una mujer desde el punto de vista de la salud", subraya Benayoun, financiada por el Instituto Buck.

Otros investigadores han intentado inducir un estado similar a la menopausia en ratones de dos o tres meses extirpándoles los ovarios o inyectándoles una sustancia química para impedir que funcionen. Pero Benayoun considera que es como intentar que los adultos jóvenes se vuelvan menopáusicos de repente. Los animales no muestran una pérdida gradual de la función ovárica a lo largo del tiempo, como los humanos. Benayoun y su equipo eliminaron en ratones un gen que, en humanos, provoca una menopausia precoz. En los ratones, la pérdida de hormonas es más gradual. La investigación aún no se ha publicado, pero Benayoun piensa que puede ofrecer una aproximación más cercana a lo que ocurre en los humanos: "podemos obtener estados hormonales muy similares a los descritos en las mujeres humanas", puntualiza. Un tratamiento habitual de la menopausia puede ofrecer algunas claves. La terapia de reemplazo hormonal (THS, por sus siglas en inglés), suministra al organismo el estrógeno y la progesterona que dejan de producirse durante la menopausia. Aunque en general se considera segura para la mayoría de las mujeres, puede aumentar ligeramente el riesgo de coágulos sanguíneos e infarto, así como algunos tipos de cáncer de mama y ovario. Pero los ovarios producen muchas más sustancias químicas y moléculas de señalización que estas dos hormonas.

La menopausia es la época de la vida de una mujer en la cual deja de tener menstruaciones. Suele ocurrir naturalmente, con mayor frecuencia después de los 45 años. La menopausia se produce porque los ovarios de la mujer dejan de producir las hormonas estrógeno y progesterona.

Para Garrison, el problema de la THS es que no reproduce totalmente el trabajo de los ovarios. Aunque considera que la THS es "el mejor tratamiento rápido que tenemos", la considera "sumamente imperfecta" porque no imita todas las sustancias químicas que produce el ovario. "Ni siquiera sabemos cuáles son, y mucho menos cómo sustituirlas", aclara. Quizá el mayor misterio de la menopausia sea por qué los seres humanos la experimentan. La ‘hipótesis de la abuela’, un concepto propuesto en la década de 1960, sugiere un beneficio evolutivo. Sostiene que la menopausia permite a las mujeres mayores cuidar de sus nietos, aumentando así las posibilidades de supervivencia de sus parientes y garantizando la continuidad de su propio linaje. Mediante el estudio de las orcas, que también experimentan la menopausia, los investigadores han descubierto que la presencia de una abuela viva aumenta las posibilidades de supervivencia de una cría. Si la teoría es correcta, este mecanismo evolutivo podría seguir siendo útil para las familias humanas, pero no tanto para el individuo. Los seres humanos viven más años y forman familias más tarde que nunca. Las personas nacidas hoy pueden vivir tanto tiempo después de la menopausia como antes. ¿Por qué esos años postmenopáusicos no iban a empezar más tarde y ser más sanos? "La realidad es que la edad de la menopausia está reñida con la vida moderna", observa Goldman.

Tal vez la menopausia sea inevitable, pero Garrison cree que es posible por lo menos retrasarla para ayudar a las personas a mantenerse más sanas en la vejez. Con su iniciativa en el Instituto Buck, intenta llenar las enormes lagunas creadas por el sexismo en la ciencia y la recurrente falta de financiamiento de la investigación sobre la salud de la mujer. Tradicionalmente, los investigadores han recurrido demasiado a animales de laboratorio machos y han excluido con frecuencia a las mujeres de los estudios médicos y toxicológicos, al generalizar a dicho género a partir de datos obtenidos de hombres. Hoy en día, los ensayos clínicos están más equilibrados en cuanto al género y, en 2014, los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos anunciaron una iniciativa para equilibrar el sexo en los estudios con células y animales. Aun así, queda mucho por hacer. "No tenemos muchos conocimientos básicos porque esta área ha sido ignorada por la comunidad de investigación biomédica durante mucho tiempo", comenta Garrison. Ahora, el campo del envejecimiento reproductivo femenino está recibiendo, por fin, la atención que merece. "Son problemas que tienen solución", añade. “Solo tenemos que hacer el trabajo.”

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