En 2006, una chica del Reino Unido confesó que
su padre estaba abusando de ella. Su madre no la creyó. La
muchacha decidió dejar una cámara grabando en su habitación
toda la noche. En plena madrugada, su padre entró en el cuarto
y volvió a abusar de ella. En el vídeo solo se podían ver
los antebrazos y las manos del agresor. La policía llamó a
Sue Black, una antropóloga forense que se había pasado décadas
identificando cadáveres sin nombre; primero en su Reino Unido
natal y después en las peores guerras del planeta. “¿Puede
identificar al hombre del vídeo?”, le preguntaron. El resto
de la historia da para una serie documental y ejemplifica
cómo la ciencia forense está cambiando, porque los crímenes
también están cambiando. Cada vez hay menos delitos en el
mundo real y más en el virtual, sobre todo timos y abusos
sexuales, asegura Black.
“A nadie se le ocurriría grabarse atracando
un banco, pero muchos pederastas sí se retratan porque quieren
compartir sus delitos por internet o sacar dinero con los
vídeos. En la mayoría de ellos, la parte más reconocible es
el dorso de sus manos cuando tocan a las víctimas”, detalla.
La actual directora del Saint John’s College de la Universidad
de Cambridge acaba de publicar en España Escrito en los huesos
(Capitán Swing).
En el caso de 2006, la cámara que la chica dejó
grabando de noche emitía luz infrarroja. “Cuando este tipo
de luz toca la piel interactúa con la sangre desoxigenada
que hay en las venas y estas se destacan como si fueran las
vías de un tren”, explica Black. “Como forense estaba segura
de que las venas del dorso de la mano derecha son distintas
que las de la izquierda; y que cada persona tiene un patrón
característico. Hasta donde yo sé, no hay dos personas en
el mundo con el mismo dibujo, ni siquiera los gemelos idénticos”,
razona. El análisis de Black confirmó que el padre era el
agresor, y así lo explicó ella misma ante el jurado. Era la
primera vez que se usaba ese tipo de prueba en el Reino Unido.
Pero el veredicto fue no culpable. Black, asombrada, le preguntó
al fiscal qué habían hecho mal. “Nada”, le respondió. “El
jurado no creyó a la chica porque no se echó a llorar”. Desde
entonces, la antropóloga forense se ha volcado en la identificación
de criminales por venas, nudillos, pecas, cicatrices y otros
rasgos inconfundibles de sus manos.
Sus informes se han admitido como prueba en
muchos juicios y han contribuido a condenar a cadena perpetua
a 30 agresores en el Reino Unido. Black asegura que en el
82% de los casos en los que identificó al acusado, este decidió
cambiar su testimonio y reconocer el crimen. “Para mí, tener
este tipo de identificación significa que ya no tiene por
qué haber víctimas obligadas a aportar pruebas como las que
tuvo que obtener aquella chica”, confiesa Black. Uno de sus
casos más sonados fue el de Richard Huckle, que recibió 22
cadenas perpetuas tras confesar al menos 71 agresiones a niños,
la mayoría cometidas en Tailandia. En 2019, Huckle murió apuñalado
por otro recluso con un puñal casero hecho con un cepillo
de dientes.
En 2018 la antropóloga reconoció haber sufrido
abusos de niña. No lo denunció porque se trataba de un amigo
de la familia. En cualquier caso, aquel episodio “no tuvo
ninguna influencia en mi elección profesional. Cuando comencé
con la identificación de manos de pederastas en 2006, mi carrera
estaba ya consolidada, así que no hay ninguna correlación”,
asegura. El equipo de Black ha recibido una prestigiosa ayuda
de la Unión Europea de 2,5 millones de euros para desarrollar
un sistema de identificación por manos basado en la inteligencia
artificial. “Creemos que el trazado de las venas se fija cuando
aún eres un feto y no cambia nunca. Lo que queremos es que
los ordenadores hagan lo mismo que hacemos los expertos: ver
una mano e identificarla por sus venas o arrugas, de forma
que nosotros ya no tengamos que mirar esas imágenes”, explica.
Visualización de los patrones de las venas del
brazo con diferentes técnicas.
Su equipo está entrenando al algoritmo con miles
de fotos de manos cedidas por voluntarios y que son anonimizadas:
solo se sabe el sexo y la edad aproximada. Hay dos o tres
imágenes por voluntario y lo que quieren conseguir es que
la máquina sea capaz de identificar a una persona entre miles
con un margen de error ínfimo. Estos datos biométricos se
podrían sumar a otras pruebas como el ADN y las huellas dactilares.
“Si puedes cargar toda esta información en una base de datos
unificada, huellas, arrugas, venas… las posibilidades de confundirte
de individuo pueden llegar a ser de una entre muchos millones”,
resalta Black. La investigadora cree que su primer prototipo
puede estar listo en dos años. Después habría que entregarlo
a Interpol o Europol para que con un escáner de las manos
sean capaces de identificar a criminales dentro y fuera de
las fronteras de un país. Este tipo de reconocimiento está
en “auge”, asegura la científica. Una rápida búsqueda en las
bases de datos muestran estudios similares en Alemania, India,
Japón. Los primeros estudios sobre esta técnica los publicaron
científicos surcoreanos en 2000, según un estudio realizado
por la oficina científica que asesora al presidente de EE
UU.
Juan Vucetich Kovacevich, de origen croata pero
establecido con su familia en Argentina, en 1888 ingresó en
la Policía de la Provincia de Buenos Aires, en la ciudad de
La Plata. El antropólogo comenzó a registrar las huellas dactilares
de presos en fichas policiales y diseñó su propio sistema
de clasificación, que redujo a cuatro tipos fundamentales,
en función de la disposición de estas marcas.
En su nuevo libro, Black hace un recorrido por
el esqueleto humano recordando, hueso a hueso, muchos de los
casos en los que se ha visto envuelta desde que era una estudiante
de anatomía forense a principios de los ochenta. Su padre
era cazador y desde los cinco años fue ella quien destripaba
los conejos y desplumaba los faisanes. A los 12 empezó a trabajar
en una carnicería. Se pasó “toda la adolescencia con sangre
hasta los codos”. Al llegar a la universidad empezó Biología
sin tener muy claro qué quería ser de mayor. En el segundo
año, le preguntaron si quería ayudar en un caso. Se había
encontrado un cadáver sin identificar en la costa de Escocia.
Llevaba más de dos semanas en el agua. No tenía huellas dactilares
y su cara estaba destrozada, probablemente por la hélice de
un barco. Black aceptó y analizó el cadáver. Era un hombre
de unos 20 años: sabía su estatura y su grupo étnico. Además,
encontró una marca de nacimiento debajo del pezón izquierdo.
Identificaron a un desaparecido con esas características y
le preguntaron a su madre por esa marca. “Mi hijo no tiene
ninguna, está perfecto”, les respondió. Pero cuando interrogaron
a su novia, no dudó en confirmar que sí la tenía. La madre
nunca quiso aceptar la verdad, así que el caso se cerró sin
un anuncio oficial de identificación. Black es posiblemente
la única persona en el mundo que ha viajado con dos cabezas
humanas en descomposición en su equipaje de mano sin que nadie
la detuviera. Los Carabinieri italianos le habían pedido ayuda
para identificar a dos víctimas de Gianfranco Stevanin, un
asesino en serie conocido como el monstruo de Terrazzo, que
mató a seis mujeres en el norte de Italia. Hoy en día esa
odisea se habría ahorrado haciendo un simple escáner que se
puede enviar por email, reconoce Black. El caso que más le
tocó sucedió durante la guerra de Kosovo.
El Parlamento de Kosovo aprobó, in extremis,
a Vjosa Osmani como nueva presidenta de la república.
Pásate por los destacados de Abril 2021.
Un campesino y su familia abandonaron su pueblo
para evitar los bombardeos. Solo regresaban cuando les hacían
falta provisiones. Un día, el hombre iba en su tractor con
toda la familia detrás en un remolque cuando impactó una granada.
Murieron su mujer, su hermana, la abuela y sus ocho hijos.
Al hombre le acribilló un francotirador, pero sobrevivió.
Un año después, Black fue convocada por Naciones Unidas para
encontrar los restos y esclarecer si era un crimen de guerra.
“Lo único que quería aquel hombre era identificar a todos
los miembros de su familia, porque creía que si no, Dios no
podría saber quiénes eran y no se los llevaría al paraíso”,
recuerda. Apenas había restos con los que trabajar, pero la
antropóloga forense, experta en anatomía infantil, consiguió
identificar a todos menos a dos: los gemelos de 14 años. Los
restos eran ínfimos y el ADN, idéntico. Uno de los cadáveres
conservaba una camiseta de Mickey Mouse. Le preguntaron al
padre si a alguno de sus hijos les gustaba ese personaje y
sin dudarlo dijo su nombre para explicar que estaba obsesionado
con el ratón de Disney. “En ese momento entendí que la única
razón por la que había ido a Kosovo era identificar a la familia
de ese hombre y darle cierto sentido de conclusión”, resalta
Black.
Retrato de Sue Black, realizado por Ken Currie,
en la Galería Nacional de Escocia.
La antropóloga es baronesa Black de Strome,
un título nobiliario creado por ella misma el año pasado al
ser elegida por la Cámara de los Lores, el Senado británico.
No está adscrita a ningún partido y dice que su trabajo consiste
en aportar una opinión experta en leyes sobre ciencia, educación
e inmigración, por ejemplo, buscando mejores maneras de determinar
si un menor no acompañado es menor de edad con pruebas médicas.
Además, sale en televisión e incluso tiene un retrato en la
Galería Nacional de Escocia en el que posa delante de un cuerpo
cubierto por una sábana verde en una sala de disección. El
cuadro se llama Hombre sin identificar. Black asegura que
ha donado su cuerpo al departamento de Anatomía de la Universidad
de Dundee (Escocia) para que los estudiantes practiquen disección
con ella. “Quiero que hurguen cada parte de mi cuerpo y que
me recuerden como yo recuerdo el primer cadáver que diseccioné.
Y cuando ya solo queden huesos, que cuelguen mi esqueleto
en la clase de anatomía; así podré seguir enseñando por el
resto de mis días. A mis hijas, que han crecido viéndome trabajar,
les parece muy bien. Una de ellas me dijo: ‘Es genial. Normalmente,
cuando la gente pierde a sus padres, lo único que pueden visitar
es su tumba. Nosotros, en cambio, iremos a visitarte a ti”.
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