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“Durante mucho tiempo, el estudio de la
evolución humana en nuestro continente ha estado centrada
en Francia o España, mientras que de Europa del Este
y central no se sabía apenas nada”, explica Roman Garba,
arqueólogo e investigador del Instituto de Física de
República Checa y coautor del trabajo. “Nuestro descubrimiento
muestra que los primeros humanos llegaron a Europa desde
el sureste y probablemente entraron siguiendo el cauce
del Danubio”, destaca. El yacimiento de Korolevo se
ha salvado del terror y la destrucción de la guerra
en Ucrania gracias a su localización. “Está a pocos
kilómetros de la frontera con Rumania y Hungría, dos
países de la OTAN; y no ha caído ni una bomba desde
que empezó la guerra”, detalla Garba. En verano de 2023,
el investigador viajó a Korolevo, situado junto a unas
canteras que siguen en explotación, para preservar el
yacimiento y contemplar los niveles de terreno donde
aparecieron las herramientas en los años 80.
Imagen de los trabajos en el yacimiento
de Korolevo tomada en 1984.
Las supernovas son explosiones de estrellas
al morir. Estos cataclismos producen rayos cósmicos
que viajan por todo el universo a la velocidad de la
luz. Al llegar a la Tierra impactan en los minerales
y generan compuestos radiactivos. Usando un acelerador
de partículas, se puede establecer la cantidad de rayos
cósmicos que ha recibido una muestra y determinar su
edad. Esta datación por núclidos cosmogénicos, realizada
en el acelerador del Centro Helmholtz de Dresde-Rosendorf
(Alemania), arroja una antigüedad de 1,4 millones de
años, con un margen de error de 100.000 años arriba
o abajo.
Por aquel tiempo Europa pudo vivir un
periodo de bonanza. Descomunales glaciares del tamaño
de países enteros se replegaron al norte y dejaron territorio
libre para la llegada de mamuts, hipopótamos, tigres
dientes de sable, hienas gigantes y otra megafauna.
Probablemente escondidos, aterrados y hambrientos, los
primeros humanos siguieron los pasos de las fieras para
aprovechar la carroña que dejaban a su paso. No sabían
hacer fuego, tenían un cerebro mucho más pequeño que
el nuestro, pero ya andaban erguidos; y se las arreglaron
para salir de África hace unos dos millones de años
hasta alcanzar confines tan lejanos como la isla de
Java unos 500.000 años después. Los erectus son la especie
humana que más tiempo ha sobrevivido en este planeta.
Siempre se ha tenido por una especie asiática porque
la mayoría de sus restos aparecieron en este continente.
Los de África se asignan a su ancestro, el Homo habilis,
llamado así por su capacidad de fabricar herramientas
toscas de piedra no muy diferentes a las halladas en
Korolevo. Sus pasos por Europa son mucho más inciertos.
En agosto de 2005, un espectacular cráneo ceñudo y primitivo
fue desenterrado con esmero en Dmanisi, Georgia. Demostró
que los erectus estaban en esta zona hace ya 1,8 millones
de años. Los siguientes rastros fósiles están misteriosamente
al otro extremo del continente: en la mítica Sima del
Elefante de la sierra de Atapuerca (Burgos), y son de
hace 1,2 millones de años.
Uno de los artefactos hallados en el yacimiento
arqueológico de Korolevo, en el oeste de Ucrania.
El yacimiento de Korolevo llena ahora
el vacío temporal y geográfico entre esos dos puntos.
“Es un lugar estratégico desde el punto de vista Paleolítico”,
explica el arqueólogo ucranio Usik, cuya tesis doctoral
se basó en su trabajo en este yacimiento. “Está en un
alto desde donde los humanos podían divisar el movimiento
de los animales. Hay una rica reserva de piedra volcánica
con la que hacer herramientas y abundante agua. Gracias
a esta nueva técnica de datación hemos podido pasar
de decir que las herramientas eran relativamente antiguas
a fijar la fecha en la que llegaron los primeros humanos
a este lugar y a Europa en general”, destaca. Las herramientas
están ahora almacenadas en los sótanos del Museo Arqueológico
Nacional de Kiev junto al resto de las piezas de la
colección para protegerlas de los bombardeos. Los responsables
de la investigación han pedido una ayuda millonaria
a la Unión Europea para excavar de nuevo en Korolevo
y encontrar más restos líticos. El terreno es demasiado
ácido para conservar fósiles humanos, cree Garba.
Toda la expectación pasa ahora al yacimiento
de Atapuerca, donde en verano de 2022 se encontró un
fragmento de cara de hasta 1,4 millones de años, lo
que le convertiría en el fósil humano más antiguo de
Europa, aunque aún no se ha datado con precisión. El
resto ha sido bautizado Pink, un posible homenaje en
inglés a una de sus descubridoras, Rosa (Pink) Huguet.
María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional
de Evolución Humana, destaca que el estudio de Korolevo
es “robusto e importante, porque se suma a la lista
de los pocos yacimientos que en Europa pueden documentar
la presencia de humanos antes del millón de años con
solidez”. Y añade: “Atapuerca sigue siendo el único
que además de industria [lítica] proporciona también
restos humanos que pueden ayudarnos a determinar quién
fue el protagonista de estas primeras incursiones. Los
autores sugieren que por la cronología podría pertenecer
a Homo erectus, pero habrá que esperar al estudio de
Pink para poder resolver el misterio”. Huguet, corresponsable
de las excavaciones en la Sima del Elefante, explica:
“Esperamos que el trabajo de Pink y todo su contexto
se publique como tarde después del verano”. El hallazgo
de Korolevo, añade, “es una magnífica noticia”, y destaca
que es el yacimiento más septentrional en el que se
han encontrado rastros humanos. Atapuerca y Dmanisi
están mucho más al sur y cuadran mejor como refugios
climáticos en tiempos de glaciación.
El arqueólogo Roman Garba, en el yacimiento
de Korolevo (Ucrania), en verano de 2023.
Esto apoya la teoría de que los humanos
no llegaron a Europa de una sola vez, sino en pulsos
sucesivos, aprovechando los periodos entre glaciaciones,
de unos 40.000 años. Al volver el frío se extinguían
o huían de nuevo hacia el sur. Se piensa que nuestra
propia especie, el Homo sapiens, surgió en África hace
unos 300.000 años, probablemente a partir de Homo erectus.
Nuestra especie salió varias veces de África, probablemente
aprovechando periodos cálidos. Todos los habitantes
actuales del planeta descendemos de uno de esos pulsos
salidos del continente hace unos 70.000 años. Los restos
de erectus se hacen tan abundantes y distintos que posiblemente
“haya que hilar más fino” y nombrar nuevas especies
para diferenciar unas poblaciones de otras, apunta Juan
Luis Arsuaga, codirector de Atapuerca. Lo que no le
cabe duda es el camino a través de Europa marcado por
el hallazgo ucranio: “Seguro que la ruta que siguieron
fue por ahí”.
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