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6 - Marzo - 2024
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Hace mucho tiempo, en lo que hoy es el oeste de Ucrania, un humano famélico quiso comerse un trozo de carroña o partir un hueso y sacarle el nutritivo tuétano. Cogió una piedra y comenzó a golpearla hasta sacarle un tosco filo con el que conseguir su ansiado alimento. Así era la tecnología punta en tiempos del Paleolítico. La piedra quedó enterrada y olvidada hasta que un grupo de chavales a las órdenes del arqueólogo llamado V. N. Gladilin la desenterraron en la década de 1980. Inmediatamente, supieron que eran los utensilios humanos más primitivos que habían visto, pero no pudieron establecer su edad exacta.

Uno de aquellos chicos se llamaba Vitaly Usik y hoy es un veterano arqueólogo de 63 años huido de su Ucrania natal al estallar la guerra. Tras una investigación de cuatro años, dos de ellos en plena guerra, una revolucionaria tecnología que usa las explosiones de estrellas como cronómetro geológico ha permitido demostrar que las herramientas se tallaron hace 1,4 millones de años. Son las más antiguas de Europa y su autor fue probablemente uno de los primeros seres humanos que colonizaron el continente.

El hallazgo aclara cómo nuestros ancestros, los Homo erectus, salieron de África y descubrieron Europa. El estudio, que se publica hoy en la revista Nature, referente de la mejor ciencia mundial, constituye el triunfo de toda una vida para los castigados científicos ucranios emigrados. Como Usik, que actualmente trabaja en el Instituto de Arqueología de Brno (República Checa), o su colega Natasha Gerasimenko, que sigue dando clases en la Universidad Nacional Taras Shevchenko, en Kiev, desafiando los bombardeos. Investigadores de otros cuatro países europeos firman también el trabajo.

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“Durante mucho tiempo, el estudio de la evolución humana en nuestro continente ha estado centrada en Francia o España, mientras que de Europa del Este y central no se sabía apenas nada”, explica Roman Garba, arqueólogo e investigador del Instituto de Física de República Checa y coautor del trabajo. “Nuestro descubrimiento muestra que los primeros humanos llegaron a Europa desde el sureste y probablemente entraron siguiendo el cauce del Danubio”, destaca. El yacimiento de Korolevo se ha salvado del terror y la destrucción de la guerra en Ucrania gracias a su localización. “Está a pocos kilómetros de la frontera con Rumania y Hungría, dos países de la OTAN; y no ha caído ni una bomba desde que empezó la guerra”, detalla Garba. En verano de 2023, el investigador viajó a Korolevo, situado junto a unas canteras que siguen en explotación, para preservar el yacimiento y contemplar los niveles de terreno donde aparecieron las herramientas en los años 80.

Imagen de los trabajos en el yacimiento de Korolevo tomada en 1984.

Las supernovas son explosiones de estrellas al morir. Estos cataclismos producen rayos cósmicos que viajan por todo el universo a la velocidad de la luz. Al llegar a la Tierra impactan en los minerales y generan compuestos radiactivos. Usando un acelerador de partículas, se puede establecer la cantidad de rayos cósmicos que ha recibido una muestra y determinar su edad. Esta datación por núclidos cosmogénicos, realizada en el acelerador del Centro Helmholtz de Dresde-Rosendorf (Alemania), arroja una antigüedad de 1,4 millones de años, con un margen de error de 100.000 años arriba o abajo.

Por aquel tiempo Europa pudo vivir un periodo de bonanza. Descomunales glaciares del tamaño de países enteros se replegaron al norte y dejaron territorio libre para la llegada de mamuts, hipopótamos, tigres dientes de sable, hienas gigantes y otra megafauna. Probablemente escondidos, aterrados y hambrientos, los primeros humanos siguieron los pasos de las fieras para aprovechar la carroña que dejaban a su paso. No sabían hacer fuego, tenían un cerebro mucho más pequeño que el nuestro, pero ya andaban erguidos; y se las arreglaron para salir de África hace unos dos millones de años hasta alcanzar confines tan lejanos como la isla de Java unos 500.000 años después. Los erectus son la especie humana que más tiempo ha sobrevivido en este planeta. Siempre se ha tenido por una especie asiática porque la mayoría de sus restos aparecieron en este continente. Los de África se asignan a su ancestro, el Homo habilis, llamado así por su capacidad de fabricar herramientas toscas de piedra no muy diferentes a las halladas en Korolevo. Sus pasos por Europa son mucho más inciertos. En agosto de 2005, un espectacular cráneo ceñudo y primitivo fue desenterrado con esmero en Dmanisi, Georgia. Demostró que los erectus estaban en esta zona hace ya 1,8 millones de años. Los siguientes rastros fósiles están misteriosamente al otro extremo del continente: en la mítica Sima del Elefante de la sierra de Atapuerca (Burgos), y son de hace 1,2 millones de años.

Uno de los artefactos hallados en el yacimiento arqueológico de Korolevo, en el oeste de Ucrania.

El yacimiento de Korolevo llena ahora el vacío temporal y geográfico entre esos dos puntos. “Es un lugar estratégico desde el punto de vista Paleolítico”, explica el arqueólogo ucranio Usik, cuya tesis doctoral se basó en su trabajo en este yacimiento. “Está en un alto desde donde los humanos podían divisar el movimiento de los animales. Hay una rica reserva de piedra volcánica con la que hacer herramientas y abundante agua. Gracias a esta nueva técnica de datación hemos podido pasar de decir que las herramientas eran relativamente antiguas a fijar la fecha en la que llegaron los primeros humanos a este lugar y a Europa en general”, destaca. Las herramientas están ahora almacenadas en los sótanos del Museo Arqueológico Nacional de Kiev junto al resto de las piezas de la colección para protegerlas de los bombardeos. Los responsables de la investigación han pedido una ayuda millonaria a la Unión Europea para excavar de nuevo en Korolevo y encontrar más restos líticos. El terreno es demasiado ácido para conservar fósiles humanos, cree Garba.

Toda la expectación pasa ahora al yacimiento de Atapuerca, donde en verano de 2022 se encontró un fragmento de cara de hasta 1,4 millones de años, lo que le convertiría en el fósil humano más antiguo de Europa, aunque aún no se ha datado con precisión. El resto ha sido bautizado Pink, un posible homenaje en inglés a una de sus descubridoras, Rosa (Pink) Huguet. María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Evolución Humana, destaca que el estudio de Korolevo es “robusto e importante, porque se suma a la lista de los pocos yacimientos que en Europa pueden documentar la presencia de humanos antes del millón de años con solidez”. Y añade: “Atapuerca sigue siendo el único que además de industria [lítica] proporciona también restos humanos que pueden ayudarnos a determinar quién fue el protagonista de estas primeras incursiones. Los autores sugieren que por la cronología podría pertenecer a Homo erectus, pero habrá que esperar al estudio de Pink para poder resolver el misterio”. Huguet, corresponsable de las excavaciones en la Sima del Elefante, explica: “Esperamos que el trabajo de Pink y todo su contexto se publique como tarde después del verano”. El hallazgo de Korolevo, añade, “es una magnífica noticia”, y destaca que es el yacimiento más septentrional en el que se han encontrado rastros humanos. Atapuerca y Dmanisi están mucho más al sur y cuadran mejor como refugios climáticos en tiempos de glaciación.

El arqueólogo Roman Garba, en el yacimiento de Korolevo (Ucrania), en verano de 2023.

Esto apoya la teoría de que los humanos no llegaron a Europa de una sola vez, sino en pulsos sucesivos, aprovechando los periodos entre glaciaciones, de unos 40.000 años. Al volver el frío se extinguían o huían de nuevo hacia el sur. Se piensa que nuestra propia especie, el Homo sapiens, surgió en África hace unos 300.000 años, probablemente a partir de Homo erectus. Nuestra especie salió varias veces de África, probablemente aprovechando periodos cálidos. Todos los habitantes actuales del planeta descendemos de uno de esos pulsos salidos del continente hace unos 70.000 años. Los restos de erectus se hacen tan abundantes y distintos que posiblemente “haya que hilar más fino” y nombrar nuevas especies para diferenciar unas poblaciones de otras, apunta Juan Luis Arsuaga, codirector de Atapuerca. Lo que no le cabe duda es el camino a través de Europa marcado por el hallazgo ucranio: “Seguro que la ruta que siguieron fue por ahí”.

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