La Sala de lo Social del Tribunal Supremo reconoce
por primera vez el derecho de una mujer a computar el tiempo
en el que realizó el denominado servicio social de la mujer,
que era obligatorio cumplir durante el franquismo, para alcanzar
el periodo mínimo de cotización exigido para la jubilación
anticipada en la misma forma en la que se tiene en cuenta,
a dichos efectos, el servicio militar obligatorio o la prestación
social sustitutoria para los hombres.
Así, el tribunal aplica la perspectiva de género
en la interpretación y aplicación del artículo 208.1.b de
la Ley General de la Seguridad Social (LGSS) que contempla
que para acreditar un periodo mínimo de cotización a efectos
de jubilación anticipada se podrá computar el periodo de prestación
del servicio militar obligatorio o de la prestación social
sustitutoria con un límite máximo de un año.
En una sentencia dada a conocer hace unos días,
la Sala indica que la interpretación literal de este artículo
conduciría a una violación del principio de igualdad de trato
entre mujeres y hombres, pues supondría un trato discriminatorio
de las mujeres ya que el citado artículo de la LGSS
no incluye el "Servicio Social de la Mujer".
La resolución analiza el caso concreto de una
mujer que había solicitado la jubilación anticipada y que
le fue denegada por el Instituto Nacional de la Seguridad
Social (INSS) por faltarle siete días para cumplir el mínimo
de cotización exigido por la ley.
En primera instancia, un juzgado de lo Social
de Barcelona sí dio la razón a la reclamante y reconoció su
derecho a acceder a la jubilación anticipada. Posteriormente,
el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) revocó
esta primera sentencia estimando el recurso del INSS, al considerar
que el tiempo que la mujer estuvo cumpliendo el Servicio Social
de la Mujer no contemplaron obligación alguna de las autoridades
competentes en orden a una supuesta afiliación, alta o cotización.
Sin embargo, el Tribunal Supremo entiende que
el recurso de la mujer debe ser estimado en aplicación de
la dimensión de género que vincula a todos los poderes del
Estado: legislativo, ejecutivo y judicial. La Sala admite
que en nuestro ordenamiento no hay norma alguna que considere
como periodo cotizado a efectos de alcanzar el periodo mínimo
de cotización exigido para acceder a la jubilación parcial,
el periodo de prestación del "Servicio Social de la Mujer".
No obstante, añade que la aprobación de la Ley
para la igualdad efectiva de mujeres y hombres (LOIEMH) persigue
la igualdad de trato y de oportunidades, y que es un principio
informador del ordenamiento jurídico que debe integrarse y
observarse en la interpretación y aplicación de las normas
jurídicas.
La sentencia, con ponencia de María Luisa Segoviano,
recuerda que la finalidad tanto del servicio militar como
del "Servicio Social de la Mujer" fue similar, tal y como
establece el Decreto número 378 de octubre de 1937, como un
servicio obligatorio para hombres y mujeres.
En el caso de éstas se estableció como "deber
nacional de todas las mujeres españolas en edad de 17 a 35
años", y estuvo en vigor hasta 1978. Por ello, la Sala concluye
que resultaría discriminatorio reconocer a los hombres a efectos
de jubilación anticipada el cómputo del servicio militar o
la prestación sustitutoria, como reconoce el artículo 208.1.b
de la LGSS, y, en cambio, rechazarlo en el caso de las mujeres.
Dice también que "el servicio militar únicamente
lo realizaban los hombres, luego se está reconociendo un periodo
no cotizado a efectos de acceder a la jubilación anticipada,
únicamente a los hombres".
Así, afirma que "no cabe argüir que a las mujeres
no se les podía reconocer dicho derecho ya que no realizaban
el servicio militar", aunque sí se les exigía realizar el
"Servicio Social de la Mujer", pero sin reconocer dicho periodo
para la jubilación anticipada.
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La Sección Femenina (SF) fue la rama femenina
del partido Falange Española, y posteriormente de FET de las
JONS. La Sección Femenina fue constituida en Madrid en 1934,
y llegó a funcionar durante cuarenta años, siendo disuelta
tras la muerte del general Franco y el consiguiente desmontaje
del régimen. Fue dirigida desde su nacimiento hasta su liquidación
por Pilar Primo de Rivera, hermana del fundador de Falange.
Impregnada su Jefa Nacional de un ferviente catolicismo, la
rama femenina de la Falange adoptaría las figuras de Isabel
la Católica y santa Teresa de Jesús como modelos de conducta
y símbolos de su acción. En su momento, la Sección Femenina
llegó a tener un poder casi monopolístico al constituir el
único órgano femenino de encuadramiento y acción que existía
en la dictadura franquista.
Reparto de comida por mujeres de la Sección
Femenina en Guipúzcoa.
La Sección Femenina fue organizada oficialmente
el 12 de julio de 1934 como rama femenina del partido Falange
Española de las JONS. La Falange había sido fundada un año
antes por su hermano José Antonio Primo de Rivera, que situó
a su hermana Pilar al frente de la Sección Femenina. Durante
la segunda república española, las militantes de la Sección
Femenina realizaron tareas de apoyo a la militancia masculina
del partido, especialmente visitas a los presos del partido
y a sus familias, así como tareas de enlace entre los presos
y la calle (mensajes, consignas, etc.). La organización tenía
unas 2500 militantes hacia julio de 1936.
El estallido de la guerra civil española supuso
un importante cambio para la organización. Sus actividades
aumentaron de forma considerable, pasando a desempeñar un
gran número de servicios: por ejemplo, dedicándose a prestar
apoyo a las familias de los caídos del bando sublevado en
la lucha, además de sus tareas anteriores en la retaguardia
republicana, y fueron progresivamente adquiriendo protagonismo
en la retaguardia de las poblaciones conquistadas por los
sublevados, organizando espontáneamente la asistencia básica
a la población (ranchos de comida para los niños, ropa, sanidad,
reparto de cartillas de racionamiento, etc.) —en competencia
con el Auxilio de Invierno, creado para estas funciones por
Mercedes Sanz Bachiller—.
En enero de 1937 la SF celebró su primer Consejo
Nacional, que empezó el día 6 y fue clausurado tres días después.
No obstante, en la zona sublevada existían otras
agrupaciones femeninas además de la Falange, como las «margaritas»
del movimiento carlista. La confirmación institucional le
llegó a la Sección Femenina en 1937, tras el decreto de Unificación
que estableció un partido único —falangistas y carlistas fueron
unificados en FET y de las JONS— y la disolución de todos
los demás movimientos políticos: la Sección femenina de Falange
se convertía así en la única rama política de mujeres que
existiría en la zona sublevada.
El decreto de unificación, sin embargo, no soterró
los conflictos existentes entre las distintas facciones. Dentro
de la Sección Femenina surgida tras la «unificación» existían
tres corrientes que estaban en discordia entre sí: falangistas,
jonsistas y carlistas. Las antiguas «margaritas» carlistas
eran las que más resistencia mostraron a la integración, mientras
que las camisas viejas constituían un auténtico ejército de
reserva que, paradójicamente, disponían de menos poder que
otros grupos dentro de la propia SF. Los servicios tanto en
los hospitales de campaña como en los hospitales de retaguardia
—el llamado servicio de «Frentes y Hospitales»— quedaron bajo
control de las antiguas «margaritas», lo que provocó no pocos
conflictos con otras militantes falangistas que se veían excluidas
de ejercer servicios en este ámbito por parte de las «margaritas».
A pesar de estos problemas, la Sección Femenina atravesó un
importante crecimiento durante la contienda. Si unos meses
después del comienzo de la guerra civil la SF ya tenía unas
60 000 militantes, en abril de 1938 el número había aumentado
hasta unas 400 000; un año después, en abril de 1939 —coincidiendo
con el final de la contienda—, la militancia había aumentado
hasta alcanzar las alrededor de 900 000 miembros, lo que supuso
su máximo histórico.
Hacia 1939 la SF había logrado establecer estrechos
vínculos con la Alemania nazi y la Italia fascista; durante
el periodo que duró la guerra varias delegaciones de la Sección
Femenina realizaron tres viajes a Alemania y un viaje a Italia.
A su vez, comitivas de las organizaciones femeninas nazis
realizaron visitas a la España franquista. Reflejo de la cercanía
con Alemania es el hecho de que dos jerarcas de la SF eran
medio alemanas: Clara Stauffer y Carmen Werner Bolín. Durante
la contienda Primo de Rivera llegó a crear una oficina de
Prensa y Propaganda de la Sección Femenina, a cargo de la
simpatizante nazi Clara Stauffer.
Pilar Primo de Rivera (segunda por la derecha),
participando en una reunión en la Alemania nazi (1941).
Tras el final de la Guerra civil, a finales
de 1939 la estructura orgánica de la Sección Femenina fue
reorganizada. Pilar Primo de Rivera organizó la estructura
interna de la Sección Femenina dividiéndola en varias secciones,
que se extendían también a otros organismos de FET y de las
JONS. De todas ellas, las principales eran: Hermandad de la
Ciudad y el Campo, Servicio Exterior, sección femenina del
Sindicato Español Universitario y la rama femenina dentro
del Frente de Juventudes. No obstante, la labor del Auxilio
Social supuso algún que otro enfrentamiento con la Iglesia
Católica. En enero de 1945, tras algunos enfrentamientos,
logró arrebatarle al Frente de Juventudes su rama femenina
y que esta pasase a integrarse en la Sección Femenina como
una sección juvenil.
La rama femenina de Falange dispuso de ramificaciones
en el exterior. En la Alemania nazi la líder de la Sección
Femenina fue Celia Giménez, personaje destacado en los círculos
españoles en Berlín durante la Segunda Guerra Mundial que
ejerció como enfermera en un hospital alemán y llegó a realizar
labores propagandísticas. Cuando se creó la División Azul
146 mujeres de la Sección Femenina viajaron como enfermeras
en el recién creado Cuerpo de Damas Auxiliares de Sanidad
Militar, bajo la dirección de Mercedes Milá Nolla.
Franco llegó a ceder un monumento nacional,
el castillo de la Mota de Medina del Campo (Valladolid), como
sede central de la Sección Femenina. En 1939, tras el final
de la contienda, Franco prometió restaurar el castillo y donarlo
a la Sección Fememina para que fuese usado como centro de
formación. Tras varios años de obras, el 29 de mayo de 1942
se produjo el acto de inauguración. Por ser su sede central,
este constituyó el edificio más emblemático de la Sección
Femenina, aunque durante los siguientes cuarenta años la organización
acumuló un gran patrimonio de bienes inmuebles, prácticamente
en todas las provincias españolas. Otro edificio emblemático
que fue empleado por la Sección Femenina fue el Castillo-Palacio
de Magalia, en Ávila.
En los primeros años del franquismo se consolidó
su papel institucional, al serles encomendado el Auxilio Social
—heredero del anterior «Auxilio de Invierno»— y sobre todo,
el control exclusivo de la formación femenina, centrada sobre
todo en la instrucción de las jóvenes para ser buenas patriotas,
buenas cristianas y buenas esposas. El papel secundario y
de sometimiento de la mujer respecto al varón fue recalcado
con el paso de los años, y quedó explicitado por Pilar Primo
de Rivera en el V Consejo Nacional celebrado en Barcelona
en 1941: «Las Secciones Femeninas respecto a sus jefes tienen
que tener una actitud de obediencia y subordinación absoluta.
Como es siempre el papel de la mujer en la vida, de sumisión
al hombre». Por decreto del 28 de diciembre de 1939, Franco
también les entregó el control exclusivo del Servicio Social
de la Mujer, émulo fascista del Servicio militar masculino.
Este decreto también confiaba la formación de las mujeres
a la SF, estuviesen o no afiliadas a la organización: aquellas
que estuviesen afiliadas a la Sección Femenina recibirían
una formación específica y de carácter «profesional», mientras
que las no afiliadas recibirían esta «formación» a través
del Servicio Social. Unos años después de su instauración,
en 1941, 282 224 mujeres cumplieron el Servicio Social realizando
distintas labores bien en el Auxilio Social o bien en otros
ámbitos —como hospitales, escuelas, orfanatos, comedores infantiles
o bibliotecas—. En fechas posteriores llegaron a realizar
este servicio hasta un 90% de las mujeres que estaban obligadas
a realizarlo. En 1973, en pleno tardofraquismo, la Sección
Femenina tenía unas 279 697 militantes.
Tras la muerte de Franco y el comienzo de la
llamada Transición, el organismo —inmerso en una profunda
decadencia—encaró su etapa final. El 1 de abril de 1977 el
Real Decreto Ley 23/1977 suprmió la Sección Femenina. Con
posterioridad, el 4 de julio de 1977 el gobierno acordó la
transferencia de algunos de los servicios de la SF a la recién
creada Subsecretaría de Familia, Juventud y Deporte. La disolución
de la organización matriz, SF, no implicó la desaparición
de muchas de sus dependencias; este fue el caso de «Coros
y Danzas de España», las Instructoras de Juventudes o los
Círculos «Medina», que continuaron existiendo con posterioridad.
Durante el desmontaje de la dictadura franquista muchas de
las mujeres vinculadas a la Sección Femenina —alrededor de
24 000— fueron recolocadas con puestos de trabajo en las bibliotecas
públicas del Estado, incluso sin haber realizado cursos de
reciclaje profesional. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido
en otras administraciones del estado, esta medida provocó
numerosas protestas de los funcionarios del cuerpo de bibliotecarios.
Tras la creación de FET y de las JONS en 1937, la Sección
Femenina pasó a depender directamente de la Secretaría
General del «Movimiento». Al frente del organismo se
encontraba la Delegación Nacional, que era ostentada
por Pilar Primo de Rivera. Dependiente de ella había
varias secciones que ejercían distintas competencias:
- Regiduría Central de Educación Física.
- Regiduría Central de Formación y Participación de
la Juventud.
- Regiduría Central de Divulgación Social y Sanitaria.
- Regiduría Central de Prensa y Propaganda.
- Regiduría Central de Cultura.
- Regiduría Central de Servicio Social.
- Regiduría Central de la Hermandadad de la Ciudad
y del Campo.
- Regiduría Central de Personal.
- Regiduría Central de Administración.
A través de sus regidurías la Sección Femenia tenía
participación en todo aquel órgano estatal relacionado
con las mujeres. Esta estructura se reproducía a niveles
inferiores, a través de delegaciones provinciales y
locales. La estructura de las regidurías también se
reproducía a nivel provincial, dependiendo de las delegadas
correspondientes.
A lo largo de su historia la Sección Femenina publicó
y/o dispuso de una serie de publicaciones periódicas,
siendo las más importantes las revistas Medina y Revista
para la mujer; Teresa, revista para todas las mujeres;
Escuela de Hogar; o Consigna, revista de la Sección
Femenina dedicada a la maestras.
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La Liga de Muchachas Alemanas (en alemán Bund
Deutscher Mädel, abreviado BDM) fue fundada en 1930 como la
rama femenina de las Juventudes Hitlerianas (HJ) para jóvenes
de entre 10 y 18 años establecida por el Partido Nazi (NSDAP).
Hasta que los nazis llegaron al poder en 1933, esta organización
no tuvo mayor relevancia, pero posteriormente creció rápidamente,
hasta que el ingreso se tornó obligatorio en 1936. Las miembros
tenían que ser ciudadanas alemanas, arias, y libres de enfermedades
hereditarias. Mientras el alistamiento no fue de carácter
obligatorio, la mayoría de las jóvenes eran llevadas por sus
familiares al reclutamiento. Con posterioridad, al final de
la guerra, varias manifestaron que la organización BDM les
despertaba un auténtico entusiasmo, ya que les permitía sentirse
útiles y sentían que su país las necesitaba. Además, las responsabilidades
que recibían a algunas les resultaban motivantes. Las jóvenes
miembros de la organización eran formadas para adoptar las
tradiciones, aprendiendo a representar un rol de mujer en
la sociedad. Su adoctrinamiento comprendía frecuentemente
el ser enviadas a trabajar en granjas para familias numerosas.
Durante los últimos meses de la guerra, varias
BDM participaron activamente en la defensa del territorio
alemán que era invadido por los Aliados. Muchas de ellas sacrificaron
su vida en la batalla de Berlín. No se puede saber el alcance
de la participación de las BDM en la defensa de la ciudad,
ya que sus miembros no tomaron parte de manera conjunta y
coordinada, sino que las muchachas más leales al régimen combatían
de manera voluntaria, uniéndose a las JH y a la Wehrmacht.
Como otros miembros de las fuerzas alemanas y parte de la
población, algunas de las BDM prefirieron el suicidio a rendirse
a los invasores. Tras el final de la guerra, las BDM fueron
disueltas y desde entonces ninguna organización guarda relación
con la desaparecida Liga.
Trude Mohr fue nombrada primera Reichsreferentin en
junio de 1934. Su principal iniciativa fue ofrecer una
nueva forma de vida de la juventud alemana, declarando:
Nuestro pueblo necesita una generación de chicas que
sea sana en cuerpo y mente, segura y decisiva, con orgullo
y confianza en el futuro; una generación que asuma su
lugar en el día a día con aplomo y discernimiento; una
generación libre de toda emoción sentimental y entusiasta,
y la cual, precisamente por esta razón, en una feminidad
claramente definida, sería la compañera de un hombre,
porque ella no lo consideraría como una especie de ídolo,
¡sino como un compañero! Estas chicas pues, por necesidad,
llevarán los valores del nacionalsocialismo a la próxima
generación como el baluarte mental de nuestro pueblo.
En 1937, después de contraer matrimonio con el Obersturmführer
Wolf Bürkner, quedó embarazada y debió renunciar a sus
responsabilidades.
Chicas de la BDM practicando ejercicios
de gimnasia al aire libre, 1941.
Jutta Rüdiger (1910 - 2001) fue un caso especial. Se
había unido al BDM en 1933, a la edad de 23 años y después
de haber terminado su doctorado en psicología. Poco
después, a principios de 1934 obtuvo cargos honoríficos;
en junio de 1935 fue ascendida a la primera posición
asalariada (líder del "Untergau Ruhr-Niederrhein") y
en noviembre de 1937, a la edad de 27 años, fue nombrada
Reichsreferentin de la BDM sucediendo a Trude Mohr,
que tras haber quedado embarazada había tenido que dimitir
de su puesto, tal y como requería la legislación nazi.
Rüdiger mantuvo su puesto como jefa del BDM hasta la
derrota alemana en 1945, cuando tenía 34 años.
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La Organización de Mujeres Nacionalsocialistasn
(en alemán: Nationalsozialistische Frauenschaft, abreviado
NS-Frauenschaft o NSF) fue la rama femenina del Partido Nazi.
Fue fundada en 193 como una fusión de varias asociaciones
femeninas de carácter nacionalista y nacionalsocialista.
Hasta la creación de la NS-Frauenschaft en 1931,
la principal organización femenina de carácter nazi había
sido la «Orden de Mujeres Alemanas». A finales de 1932 la
organización afirmaba tener entre sus filas a 110.000 miembros.
El número de miembros aumentó considerablemente tras la toma
del poder por los nazis: a finales de 1933 la cifra había
aumentado hasta los 850.000, y un año después el NSF tenía
en sus filas a un millón y medio de miembros. En 1938 la militancia
de la NS-Frauenschaft alcanzó los dos millones de afiliadas,
lo que equivalía al 40% de la militancia que entonces tenía
el partido. Durante el periodo del régimen nazi numerosas
miembros del NSF —a través del llamado «Cuerpo Auxiliar de
Mujeres»— cooperaron con el Nationalsozialistische Volkswohlfahrt
(NSV) y con el Winterhilfswerk. Desde sus orígenes la dirigente
de la NS-Fraunsachft fue Gertrud Scholtz-Klink, bajo el título
de Reichsfrauenführerin.
Para los fascistas italianos las familias numerosas
eran un ideal. Las mujeres que no eran madres eran unas figuras
de confusión y desorden. Mussolini sostenía que “La maternidad
es la obligación de la mujer como la guerra lo es del hombre”.
El Duce pedía nacimientos, muchos nacimientos para que Italia
llegara a ser un imperio. Y para lograrlo, sostenía que “a
las mujeres, bastonazos e hijos”.
Para entender la ideología fascista en femenino
es preciso citar el fantasma demográfico, por el cual el Duce
se puede reducir en tres fatídicas emes: Mussolini-macho-marido.
En su discurso a la Cámara del 26 de mayo de
1927, Mussolini inauguraba la "batalla demográfica" con una
especie de discurso de la corona "pronunciado con sagrado
y profético sentido el día de la Ascensión". El 31 de octubre
de 1926 se habían promulgado las leyes de excepción que suprimirían
las asociaciones políticas no fascistas, cerraban los periódicos
de la oposición e instituían el tribunal especial. Ahora le
tocaba el turno a la "defénsa de la raza", y el incremento
demográfico se asumía como base de la ética y la política.
El destino de las naciones se vinculaba al poder de los números.
"Hablemos claro: ¿qué son 40 millones de italianos frente
a 90 millones de alemanes y 200 millones de eslavos? Señores,
si Italia quiere contar para algo, debe asomarse al umbral
de la segunda mitad de este siglo con una población no inferior
a los 60 millones de habitantes. Si disminuimos, señores,
no haremos el imperio, nos convertiremos en una colonia".
La Sección Femenina: el ideal de mujer perfecta
en el franquismo. Pilar Primo de Rivera y unas amigas de visita
en Alemania.
En el prólogo a La decadencia de Occidente (1928),
del nazi Oswald Spengler, que elogiaba las leyes demográficas
de Mussolini, aquél escribía arremetiendo sobre todo contra
Milán: "La natalidad milanesa es una de las más bajas de los
centros urbanos, sólo superior a las de Berlín y Estocolmo.
¿El orgulloso civismo de los ambrosianos llega a esta primacía
de decadencia y muerte? ¿Quieren, pues, que la plaza del Duomo,
como el Capitolio en el oscuro medievo, se convierta en un
lugar donde pacen los rebaños?".
Con las leyes demográficas, el destino de la
mujer se reduce a los embarazos acelerados. La mujer es "esposa
y madre, y con eso basta; es más que mucho, es todo. El país
quiere, más que sus brazos, sus lomos". Los salarios femeninos
se recortan en un 50% en las fábricas y en un 30% en las oficinas
con respecto a los salarios masculinos. En el campo, las campesinas
son tratadas casi como siervas de la gleba. El Duce apela
a las tesis del sociólogo Loffredo, según el cual las mujeres
que trabajan se masculinizan: "La mujer que trabaja se encamina
a la esterilidad". Pide a los médicos que desautoricen la
idea de que "la maternidad atenúa la belleza mujeril", apela
a ellos contra la "moda de adelgazar". Y quiere demoler el
prejuicio contra la Máter floreciente, toda pecho y barriga
, sin pies y sin rostro, que para el Duce es, como la Venus
Calipigia, el arquetipo de la raza. Un año después de la firma
de los Pactos de Letrán, Pío IX publica la encíclica Casti
connubii (31 de diciembre de 1931), que se entrega a los recién
casados al contraer matrimonio.
Ésta contiene 103 citas bíblicas y de los padres
de la Iglesia que remachan la superioridad del hombre y la
subordinación civil y patrimonial de la mujer, evocando como
un gran desastre toda pretensión de igualdad y recordando
el único deber: la maternidad. Con la encíclica se entregaba
-aún más agradecido- un sobre con la efigie del Duce y 500
liras, más una póliza nupcial del Istituto Nazionale Assicurazioni
(INA) con un seguro y un préstamo del 10% por el nacimiento
de un hijo, del 20% por el segundo, del 30% el tercero, etcétera.
La gente parecía contenta: "Duce, te damos las gracias", escribe
una pareja, "y te prometemos que dentro dé un año regalaremos
un balilla a nuestra adorada patria fascista". Así se iba
haciá "los ocho millones de bayonetas".
Ya a finales del turbio 1927 se habían tomado
medidas contra los solteros, con un gravoso impuesto sobre
el celibato. "He aprovechado este impuesto", precisa Mussolini,
"para dar un latigazo demográfico a la nación". Los filósofos
del régimen colaboran haciendo provenir la maldad e impureza
ancestrales de la mujer del dualismo entre el principio masculino
espiritual (Yang) y el femenino terrestre (Yin), representados
ambos en el "mito de la caída". El decálogo de la niña italiana
reza así: "A la patria se la sirve también barriendo la casa".
Mussolini juzga que la mujer es, indiscutiblemente, menos
inteligente que el hombre. (...) Yo soy, más bien pesimista
(...). Creo, por ejemplo, que la mujer no tiene gran capacidad
de síntesis y que, por tanto, le están negadas las grandes
creaciones espirituales".
Y aquí viene la famosa expresión misógina: "A
una mujer no hay que dejarle construir no ya un templo, ni
siquiera una cabaña". En esta atmósfera de negación de las
capacidades femeninas, el porcentaje de niñas que en 1934-1935
cursaban estudios primarios era del 80%; pero quienes pasaban
al bachillerato descendían al 16%, y sólo llegaba a la Universidad
en torno al 10%. ¿Y el votó? ¿Y la política? Mussolini había
liquidado, ya desde el principio, el asunto del voto de las
mujeres, reivindicado tímidamente incluso por las fascistas
de primera hora: "Si la mujer ama a su marido, vota por él
y por su partido. Si no le ama, ya ha votado en contra". En
1931 confiesa al periodista Ludwig: "Si concediera a la mujer
el derecho electoral, me pondría en ridículo. En nuestro Estado
ellas no tienen cabida". Por no hablar del nuevo Código Penal
elaborado por Alfredo Rocco, que entró en vigor en 1930 y
cuya parte más indigna -como el oprobioso artículo 578, que
dejaba prácticamente impune el uxoricidio honoris causa castigándolo
con tres o, a la sumo, siete años de reclusión- fue cancelada
por la actual Constitución.
"La hemos enterrado como una puta": una investigación
destapa la violencia del franquismo contra las mujeres.
La represión golpista ejerció “mecanismos complejos
de castigo” contra la mujer, como documenta el trabajo
de Laura Muñoz-Encinar, investigadora de las universidades
de Ámsterdam y Extremadura.
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En la familia fascista todo está subordinado
al llamado honor. El problema es debatido en Crítica fascista
(1933), donde se lee: "El italiano es partidario de la familia.
Jamás ningún pueblo ha sentido de forma más honda la poesía
del hogar. La familia lo es todo para nosotros, para el hombre
a quien mil fuerzas empujan hoy lejos". ¿No se asemeja esta
lírica prosa a la berlusconiana, sobre la familia durante
la última campaña electoral, cuando se habló de un Ministerio
de la Familia, que después se creó?
Para el fascismo mussoliniano, gran defensor
y protector de burdeles, el celo erótico es de lo más normal.
"Mussolini está en perpetuo estado de agitación", confia a
Ciano el jefe de la policía, Bocchini. Las mujeres para él
sólo cuentan en la cama. "Durante veinte años, salvo algunos
intervalos en la época de Clara Pettacci", cuenta en sus Memorias
Quinto Navarro, su ayuda de cámara, "Mussolini recibió casi
con regularidad a una mujer distinta todos los días. No le
gustaban las flacas, pero le importaba poco que fueran rubias
o morenas, altas o bajas". Le decía a la visitante de turno:
"Hasta ahora has visto al político, ahora verás al hombre",
e iniciaba sin más ceremonia el coito. La actividad sexual
de los jerarcas no era menor. Pero la campaña demográfica
marchaba mal. Y Achille Starace, el secretario del partido,
despotricaba: "Si todos los órganos del partido funcionan,
deben funcionar también los órganos genitales".
Entre tanto, la Italia pobre viaja en tren con
un descuento del 70% para ir a Roma a ver al "sol Mussolini"
y descubrir el mar. Después, además de los trenes populares
que llegan 11 en punto", el italiano descubre también el Topolino
de la FIAT, y, luego, el Balilla. Pero si la campaña para
que los italianos viajen y se motoricen funciona al 70%, la
demográfica está perdida. Las parejas se embolsan la póliza
pero rechazan la paternidad prolífica. Mussolini saca sus
cuentas: ha derrochado más que para una batalla. Entre marzo
y julio ha distribuido 77.576.920 liras en 43.000 primas de
natalidad y 9.704 primas de nupcialidad. ¿Es que los italianos
son tan poco viriles? En los diarios aparecen anuncios de
un misterioso producto hormonal contra la impotencia, para
dar nueva vitalidad. Lo cual hace pensar que la arrogante
juventud fascista tenía algún problema. ¿Serían pederastas
como los alemanes? ¿Dónde se ha metido la itálica virilidad?
Cuando la política mussoliniana se derrumbe
con su secuela de desastres, las mujeres serán las primeras
en tener que enfrentrarse con la autarquía tras las "inicuas
sensaciones". No hay ya café, salvo en el mercado negro. Se
acabó la confección elegante para las italianas fascistas,
vestidas de lúgubre negro, el color del Duce; comienzan las
telas "nacionales". Más adelante, las mujeres cultivarán el
"huerto de guerra". Desaparece la carne, no hay pan, y tratarán
de saciar a sus hijos con gachas de harina de castañas. Y
así sucesivamente. Después de las sanciones, Mussolini les
había arrebatado a las mujeres la alianza de oro, y se desposó
con todas, él, con un simbólico anillito de hierro El último
toque genial. Pero las bodas fueron de sangre, como sabemos.
“En el código fascista, los hombres son superiores
a las mujeres, los soldados a los civiles, los miembros
del partido a los que no lo son, la propia nación a
las demás, los fuertes a los débiles, y los vencedores
en la guerra a los vencidos”.
William Ebenstein.
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