Durante años, a João Duarte le desconcertó la aparentemente
aburrida expansión submarina de la costa de Portugal. En 1969,
aquel lugar engendró un enorme terremoto que sacudió la orilla
y provocó un tsunami. Pero nunca se sabría solo mirando la
superficie amplia y monótona del lecho marino. Duarte, geólogo
marino del Instituto Dom Luiz de la Universidad de Lisboa,
quería averiguar qué estaba ocurriendo. Ahora, 50 años después
del fenómeno, por fin tiene una respuesta: la parte inferior
de la placa tectónica de la costa de Portugal parece estar
deslizándose y alejándose de la parte superior. Esta actividad
podría ser la chispa necesaria para que una placa empiece
a introducirse debajo de otra en lo que se conoce como zona
de subducción, según las simulaciones por ordenador presentadas
por Duarte en abril en la reunión de la Unión Europea de Geociencias
(EGU, por sus siglas en inglés). De confirmarse, esta nueva
investigación representaría el primer caso en el que se detecta
el deslizamiento y alejamiento de una placa oceánica y podría
suponer una de las primeras etapas de encogimiento del océano
Atlántico, con lo que Europa se acercaría muy lentamente hacia
Canadá, como predicen algunos modelos de actividad tectónica.

Detalle de la zona de subducción.
«No cabe duda de que es una historia interesante», afirma
Fabio Crameri, de la Universidad de Oslo, que asistió a la
reunión de la EGU, aunque no formó parte del equipo de investigación.
Según él, Duarte presentó algunos argumentos sólidos, pero
advierte que el modelo necesita más pruebas, algo que no resulta
fácil cuando los datos proceden de un proceso natural que
progresa a la velocidad a la que crecen las uñas. «Son grandes
declaraciones», dice Duarte sobre las conclusiones, reconociendo
también que su equipo y él aún tienen mucho trabajo por delante.
«Quizá no sea la solución a todos los problemas. Pero creo
que tenemos algo nuevo entre manos».
Las placas tectónicas del planeta marchan a cámara lenta,
con bordes que se alejan y otros que chocan. En al menos
tres ocasiones en los 4.540 millones de años de historia
de nuestro planeta, las masas continentales en perpetuo
cambio se han convertido en supercontinentes, pero han
cambiado el rumbo y se han dividido. Las zonas de subducción
son importantes fuerzas motrices de esta cinta transportadora
tectónica, ya que tiran de la corteza oceánica y del manto
superior hacia las profundidades, reciclando las rocas
y arrastrando a los continentes en el proceso. |
Entonces ¿cómo empiezan las zonas de subducción? «Es uno
de los principales problemas sin resolver de la tectónica
de placas», afirma Duarte. Una forma de localizar las zonas
de subducción —y quizá también zonas de subducción en pañales—
es seguir los terremotos. En torno al 90 por ciento de los
seísmos del mundo se producen en la cadena fragmentada de
zonas de subducción que trazan el denominado Cinturón de Fuego,
que forma un arco alrededor del Pacífico, desde la punta meridional
de Sudamérica hasta Nueva Zelanda, por el mar de Bering. Pero
la península ibérica está al otro lado del mundo, tocando
el océano Atlántico. Aquí, las placas se separan en la mitad
del océano y forman nueva corteza, y los límites de la mayor
parte de las masas continentales circundantes pasan de continente
a océano en una sola placa.

El geólogo portugués Joao Duarte habló sobre
su hallazgo en la reunión de la Unión Europea de Geociencias
en Viena.
Sin embargo, la situación de la península ibérica es algo
más compleja. Se encuentra justo al norte de la frontera entre
las placas euroasiática y africana, que se deslizan principalmente
hacia el este. Un ligero giro de la placa africana empuja
la placa euroasiática hacia el norte, pero los científicos
no esperaban que se desataran enormes temblores justo frente
a la costa de Portugal. Con los años, los investigadores han
acudido a la región para estudiar los insólitos acontecimientos.
«Es principalmente un trabajo de unir los puntos», afirma
Duarte sobre la última investigación.
Uno de los primeros puntos en cuestión era la insólita ubicación
del epicentro del terremoto de 1969: una superficie monótona
conocida como llanura abisal de la Herradura. En esta región
no existen señales obvias de fallas, paisajes accidentados
ni montes submarinos, rasgos que sugieren daños tectónicos.
«Es como las llanuras de Kansas bajo 4,8 kilómetros de agua»,
afirma el geólogo Marc-André Gutscher, de la Universidad de
Brest, que acudió a la reunión de EGU y que ha investigado
ampliamente la región. En 2012, un equipo de investigadores
decidió estudiarla más a fondo empleando ondas sísmicas. En
cierto modo, el método es similar a un ultrasonido, ya que
las ondas de un terremoto se propagan y cambian de velocidad
cuando chocan con las estructuras internas de la Tierra que
tienen una temperatura y composición diferentes. Dicha investigación
identificó una intrigante masa densa que se encontraba justo
debajo del lugar donde había empezado el terremoto de 1969.
Los análisis subsiguientes sugerían que aquel podría ser el
nacimiento de una zona de subducción. Pero no había pistas
de dicha zona en la superficie, de forma que Diarte supuso
inicialmente que el cuerpo extraño era una lectura falsa.
Esto cambió en 2018, cuando Chiara Civiero —investigadora
posdoctoral del Instituto Dom Luiz de la Universidad de Lisboa—
y sus colegas publicaron un análisis de alta resolución de
la Tierra en esta región y la inusual mancha persistía. «Ahora
estamos seguros al cien por cien de que está ahí», afirma
Duarte.
Otros investigadores descubrieron que sobre este cuerpo profundo,
que ocupa 250 kilómetros bajo la superficie, parecían producirse
seísmos diminutos. Según él, la clave se encuentra en una
capa aparentemente inocua en medio de la placa tectónica.
Investigaciones anteriores sugerían que el agua que se filtraba
por la red de fracturas de la placa oceánica había reaccionado
con las rocas bajo la superficie, transformándolas en minerales
verdes blandos en un proceso denominado serpentinización.
Quizá esta capa proporcionaba la debilidad suficiente para
permitir que el fondo más denso de la placa se desprendiera.
Los científicos creen que el desprendimiento tectónico podría
ser habitual bajo placas continentales densas a través de
un mecanismo ligeramente diferente y quizá en zonas de subducción
antiguas, pero nunca se ha documentado en placas oceánicas
prístinas. Duarte colaboró con el geólogo Nicolas Riel, de
la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia, Alemania, para
crear un modelo numérico que incluyera tanto la capa serpentinizada
como las zonas de fractura cercanas. El resultado desveló
una forma de gota que se había formado bajo la placa oceánica
conforme sus capas inferiores empezaban a desprenderse, algo
que provocó fracturas profundas que parecían ser una zona
de subducción en pañales.
«Fue asombroso», afirma Duarte.
Duarte no es el primero que propone estos curiosos acontecimientos
en la costa de Portugal, pero es la primera vez que hay datos
para respaldarlos. Hace más de 40 años, Yoshio Fukao, que
actualmente trabaja en la Agencia de Ciencias y Tecnología
de la Tierra y el Mar de Japón, empezó a concentrarse en las
profundas fallas responsables del seísmo de 1969. Entonces,
en 1975, Michael Purdy, actual vicepresidente ejecutivo de
investigación en la Universidad de Columbia, esbozó una imagen
de lo que creía que ocurría bajo tierra y que guarda una similitud
increíble con los resultados del nuevo modelo.
«Parece una locura, pero no fue idea mía», bromea Duarte.
«En 1975, dibujó el resultado que tengo en mi modelo numérico,
es asombroso».
La investigación aún debe aparecer en una revista y, por
ahora, otros geólogos enfocan los resultados con una mezcla
de entusiasmo prudente y escepticismo sano. «La mayor parte
de lo que sabemos hasta ahora es que la nueva subducción tiende
a permanecer en los lugares donde ya existe subducción en
curso», afirma Crameri. «Pero eso no significa que no ocurra».
Gutscher señala que el modelo parece explicar la insólita
expansión monótona que yace bajo el punto de origen del terremoto,
algo muy importante. Valentina Magni, de la Universidad de
Oslo y organizadora de la sesión de la EGU, añade que la exhaustiva
investigación incluye también muchas de las fuerzas que desempeñarían
un papel debido a las fracturas que rodean la zona de interés.
Pero alberga dudas respecto a que el modelo se corresponda
con la realidad. «Creo que cuesta mucho empezar una subducción
así como así, cuando no ocurre nada a su alrededor», afirma.
Duarte y sus coautores continúan trabajando para publicar
su investigación, para que sus datos puedan debatirse y revisarse
más ampliamente. Según él, si la aceptan, enviará a Purdy
la primera copia.
La subducción de placas es el proceso de hundimiento de una
zona oceánica de una placa litosférica bajo el borde de otra
placa en un límite convergente, según la teoría de tectónica
de placas. La subducción ocurre a lo largo de amplias zonas
de subducción que en el presente se concentran especialmente
en el entorno del océano Pacífico, en el llamado cinturón
de fuego del Pacífico, pero también hay zonas de subducción
en partes del mar Mediterráneo, las Antillas, las Antillas
del Sur y la costa índica de Indonesia. La subducción es causada
por dos fuerzas tectónicas, una que proviene del empuje de
las dorsales meso-oceánicas y otra que deriva de las fuerzas
que tiran de los bloques. La subducción provoca muchos terremotos
de gran magnitud los cuales se originan en la zona de Benioff.
La subducción también causa la fusión parcial de parte del
manto terrestre generando magma que asciende dando lugar a
volcanes. El ángulo de subducción, el ángulo que forma el
plano de la zona de Benioff con la superficie terrestre, puede
variar de cerca de 90° en las Marianas a tan sólo 10° en Perú.
La corteza oceánica que está en camino de ser subducida en
la fosa de las Marianas es la corteza oceánica más antigua
de la Tierra. La subducción empinada está asociada a extensión
de retroarco, provocando la migración de corteza de los arcos
volcánicos y fragmentos de corteza continental dejando atrás
un mar marginal.

Hay que tener en cuenta varios factores a la hora de estudiar
la dinámica de la subducción.
Fuerza de empuje: La fuerza de empuje es la principal causante
de la subducción; se genera por la acción de los límites constructivos
interplaca (las dorsales oceánicas). La fuerza generada por
el empuje de las rocas jóvenes en las dorsales lleva a las
rocas más antiguas (más alejadas de la dorsal) a chocar contra
la corteza continental y así mismo la placa continental genera
una fuerza opuesta a la placa oceánica.
Fuerzas gravitatorias: Uno de los principales factores que
favorece la subducción es la diferencia de las fuerzas gravitatorias,
debida a la diferente densidad de las placas. La flotabilidad,
que depende directamente de esta, es opuesta a la dirección
de la fuerza gravitatoria; por lo tanto, a mayor fuerza gravitatoria
menor será la flotabilidad. En general la corteza oceánica
es más densa que la continental, debido a su composición química.
La corteza oceánica, constituida por rocas básicas y ultrabásicas
como gabros, dunitas y basaltos (rocas ricas en hierro, magnesio,
cromo y diferentes elementos pesados), es mucho más pesada
que la continental, formada por rocas intermedias y ácidas
como andesitas, granitos y riolitas (rocas ricas en sodio,
potasio y aluminio). No todas los márgenes convergentes son
zonas de subducción: si la densidad entre las dos placas es
muy parecida, en vez de subducción habrá obducción.
El ángulo de subducción dependerá mucho de las características
de la corteza que subduce y generará diferentes características
en superficie. Se podría decir que un ángulo normal de subducción
es de 30 grados (muy parecido al de la subducción tipo Chile),
pero cuando varía este ángulo tendremos:
Ángulos altos de subducción, hasta de incluso de 90 grados
en algunas partes del mundo, generarán condiciones superficiales
muy específicas. El mejor de los ejemplo es el choque entre
la placa del Pacífico y la placa de Filipinas. Aquí la velocidad
de descenso es mayor a la velocidad horizontal generada por
el empuje; esto causa que la placa del Pacífico retroceda
generando un esfuerzo en dirección opuesta a la dirección
del empuje generado por la dorsal. Esto genera una cuenca
tras-arco, un ambiente distensivo que es la que causa la subducción
entre la placa de Filipinas y la placa euroasiática. El límite
activo justo en esta zona de alto ángulo de subducción adquiere
una forma convexa; quiere decir que podemos definir la forma
del límite para predecir el ángulo de subducción (por ejemplo
la subducción entre la placa escocesa y la suramericana).
En estas zonas es posible diferenciar arcos remanentes.
Los ángulos bajos de subducción son causados por protuberancias
de la placa que subduce, por ejemplo, las existentes entre
la placa de Nazca y la placa suramericana. Las crestas oceánicas
en la primera, formadas por antiguos puntos calientes ahora
inactivos, son subducidas y generan la disminución del ángulo
de subducción en cierta parte del límite activo. Los bajos
ángulos de subducción originan el engrosamiento del arco magmático,
como ocurre en los Andes Centrales, llegando a generar altiplanos
(como el altiplano andino).
El roce generado por el contacto y movimiento entre placas
genera una acumulación de energía potencial elástica, que
se libera en forma de movimientos relativos entre dos bloques
separados por un plano (fallas). Los márgenes convergentes
son las zonas de mayor actividad sísmica del mundo. Si se
mapea la actividad sísmica entre límites convergentes, se
tendrá la zona de Wadati-Benioff, que es la que define directamente
la amplitud superficial de acción de la subducción. Los sismos
debidos a la subducción afectan intensamente a países como
Japón, Chile, Haití y a regiones como el noreste de Rusia.
Los volcanes que tienen su génesis en zonas de subducción
son muy grandes y empinados, debido a la composición del magma
que asciende y que causa erupciones de gran violencia por
la viscosidad de la lava. Al delinear en un mapamundi volcanes
con estas características, se encuentran lineamientos muy
claros que son paralelos a las cordilleras; es decir, que
se puede definir una zona de subducción por el vulcanismo
presente. Este vulcanismo difiere mucho del vulcanismo intraplaca,
cuyas condiciones y características son muy diferentes: lavas
más fluidas, de composición básica, y volcanes muy extensos
y de laderas muy suaves, como los de Hawái.

El Kilauea es uno de los volcanes más activos
del mundo y uno de los cinco que tiene Hawaii.
La tectónica de placas (del griego tektonicós, "el que construye")
es una teoría que explica la forma en que está estructurada
la litosfera (porción externa más fría y rígida de la Tierra).
La teoría da una explicación a las placas tectónicas que forman
parte de la superficie de la Tierra y a los deslizamientos
que se observan entre ellas en su movimiento sobre el manto
terrestre fluido, sus direcciones e interacciones. También
explica la formación de las cadenas montañosas (orogénesis).
Así mismo, da una explicación satisfactoria al hecho de que
los terremotos y los volcanes se concentran en regiones concretas
del planeta (como el Cinturón de Fuego del Pacífico) o a la
ubicación de las grandes fosas submarinas junto a islas y
continentes y no en el centro del océano. Las placas tectónicas
se desplazan unas respecto de otras con relativa lentitud,
a una velocidad nunca perceptible sin instrumentos, pero con
tasas bastante diferentes. La mayor velocidad se da en la
dorsal del Pacífico Oriental, cerca de la Isla de Pascua,
a unos 3400 km de Chile, con una velocidad de separación entre
placas de más de 15 cm/año y la más lenta se da en la dorsal
ártica, con menos de 2,5 cm/año. Dado que se desplazan sobre
la superficie finita de la Tierra, las placas interaccionan
unas con otras a lo largo de sus fronteras o límites provocando
intensas deformaciones en la corteza y litosfera de la Tierra,
lo que ha dado lugar a la formación de grandes cadenas montañosas
(por ejemplo las cordilleras de Himalaya, Alpes, Pirineos,
Atlas, Urales, Apeninos, Apalaches, Andes, entre muchos otros)
y grandes sistemas de fallas asociadas con estas (por ejemplo,
el sistema de fallas de San Andrés).
El contacto por fricción entre los bordes de las placas es
responsable de la mayor parte de los terremotos. Otros fenómenos
asociados son la creación de volcanes (especialmente notorios
en el cinturón de fuego del océano Pacífico) y las fosas oceánicas.
Las placas tectónicas se componen de dos tipos distintos de
litosfera: la corteza continental, más gruesa, y la corteza
oceánica, la cual es relativamente delgada. A la parte superior
de la litosfera se la conoce como Corteza terrestre, nuevamente
de dos tipos (continental y oceánica). Esto significa que
una placa litosférica puede ser continental, oceánica, o bien
de ambos tipos, en cuyo caso se denomina placa mixta. Uno
de los principales puntos de la teoría propone que la cantidad
de superficie de las placas (tanto continental como oceánica)
que desaparecen en el manto a lo largo de los bordes convergentes
de subducción está más o menos en equilibrio con la corteza
oceánica nueva que se está formando a lo largo de los bordes
divergentes (dorsales oceánicas) a través del proceso conocido
como expansión del fondo oceánico. También se suele hablar
de este proceso como el principio de la "cinta transportadora".
En este sentido, el total de la superficie en el globo se
mantiene constante, siguiendo la analogía de la cinta transportadora,
siendo la corteza la cinta que se desplaza gracias a las fuertes
corrientes convectivas de la astenosfera, que hacen las veces
de las ruedas que transportan esta cinta, hundiéndose la corteza
en las zonas de convergencia, y generándose nuevo piso oceánico
en las dorsales.
La teoría también explica de forma bastante satisfactoria
la forma como las inmensas masas que componen las placas tectónicas
se pueden "desplazar", algo que quedaba sin explicar cuando
Alfred Wegener propuso la teoría de la Deriva Continental,
aunque existen varios modelos que coexisten: Las placas tectónicas
se pueden desplazar porque la litósfera tiene una menor densidad
que la astenosfera, que es la capa que se encuentra inmediatamente
inferior a la corteza. Esto hace que las placas "floten" en
la astenosfera y el magma líquido más caliente va hacia arriba
y el más frío hacia abajo, generando una corriente que mueve
las placas. Las variaciones de densidad laterales resultan
en las corrientes de convección del manto, mencionadas anteriormente.
Se cree que las placas son impulsadas por una combinación
del movimiento que se genera en el fondo oceánico fuera de
la dorsal (debido a variaciones en la topografía y densidad
de la corteza, que resultan en diferencias en las fuerzas
gravitacionales, arrastre, succión vertical, y zonas de subducción).
Una explicación diferente consiste en las diferentes fuerzas
que se generan con la rotación del globo terrestre y las fuerzas
de marea del Sol y de la Luna. La importancia relativa de
cada uno de esos factores queda muy poco clara, y es todavía
objeto de debate.
El origen del movimiento de las placas está en unas corrientes
de materiales que suceden en el manto, las denominadas corrientes
de convección, y sobre todo, en la fuerza de la gravedad.
Las corrientes de convección se producen por diferencias de
temperatura y densidad, de manera que los materiales más calientes
pesan menos y ascienden, y los materiales más fríos son más
densos, pesados, y descienden. El manto, aunque es sólido,
se comporta como un material plástico o dúctil, es decir,
se deforma y se estira sin romperse, debido a las altas temperaturas
a las que se encuentra, sobre todo el manto inferior. En las
zonas profundas el manto hace contacto con el núcleo, el calor
es muy intenso, por eso grandes masas de roca se funden parcialmente
y al ser más ligeras ascienden lentamente por el manto, produciendo
unas corrientes ascendentes de materiales calientes, las plumas
o penachos térmicos. Algunos de ellos alcanzan la litosfera,
la atraviesan y contribuyen a la fragmentación de los continentes.
En las fosas oceánicas, grandes fragmentos de litósfera oceánica
fría se hunden en el manto, originando por tanto unas corrientes
descendentes, que llegan hasta la base del manto. Las corrientes
ascendentes y descendentes del manto podrían explicar el movimiento
de las placas, al actuar como una especie de "rodillo" que
las moviera.

La tectónica de placas tiene su origen en dos teorías que
le precedieron: la teoría de la deriva continental y la teoría
de la expansión del fondo oceánico. La primera fue propuesta
por Alfred Wegener a principios del siglo XX y pretendía explicar
el intrigante hecho de que los contornos de los continentes
ensamblan entre sí como un rompecabezas y que estos tienen
historias geológicas comunes. Esto sugiere que los continentes
estuvieron unidos en el pasado formando un supercontinente
llamado Pangea (en idioma griego significa "todas las tierras")
que se fragmentó durante el período Jurásico, originando los
continentes actuales. Esta teoría fue recibida con escepticismo
y finalmente rechazada porque el mecanismo de fragmentación
(deriva polar) no podía generar las fuerzas necesarias para
desplazar las masas continentales.
La teoría de expansión del fondo oceánico fue propuesta hacia
la mitad del siglo XX y está sustentada en observaciones geológicas
y geofísicas que indican que las cordilleras meso-oceánicas
funcionan como centros donde se genera nuevo piso oceánico
conforme los continentes se alejan entre sí. Esto fue propuesto
por John Tuzo Wilson. La teoría de la tectónica de placas
fue forjada principalmente entre los años 50 y 60 y se le
considera la gran teoría unificadora de las Ciencias de la
Tierra, ya que explica una gran cantidad de observaciones
geológicas y geofísicas de una manera coherente y elegante.
A diferencia de otras ramas de las ciencias, su concepción
no se le atribuye a una sola persona como es el caso de Isaac
Newton o Charles Darwin. Fue producto de la colaboración internacional
y del esfuerzo de talentosos geólogos (Tuzo Wilson, Walter
Pitman), geofísicos (Harry Hammond Hess, Allan V. Cox) y sismólogos
(Linn Sykes, Hiroo Kanamori, Maurice Ewing), que poco a poco
fueron aportando información acerca de la estructura de los
continentes, las cuencas oceánicas y el interior de la Tierra.
Son los bordes de una placa y es ahí donde se presenta la
mayor actividad tectónica (sismos, formación de montañas,
actividad volcánica), ya que es donde se produce la interacción
entre placas. Hay tres clases de límite:
- Divergentes: son límites en los que las placas se separan
unas de otras y, por lo tanto, emerge magma desde regiones
más profundas (por ejemplo, la dorsal mesoatlántica formada
por la separación de las placas de Eurasia y Norteamérica
y las de África y Sudamérica).
- Convergentes: son límites en los que una placa choca contra
otra, formando una zona de subducción (la placa oceánica se
hunde bajo la placa continental) o un cinturón orogénico (si
las placas chocan y se comprimen). Son también conocidos como
"bordes activos".
- Transformantes: son límites donde los bordes de las placas
se deslizan una con respecto a la otra a lo largo de una falla
de transformación.
Límite divergente o constructivo: las dorsales.
Son las zonas de la litosfera en que se forma nueva corteza
oceánica y en las cuales se separan las placas. En los límites
divergentes, las placas se alejan y el vacío que resulta de
esta separación es rellenado por material de la corteza, que
surge del magma de las capas inferiores. Se cree que el surgimiento
de bordes divergentes en las uniones de tres placas está relacionado
con la formación de puntos calientes. En estos casos, se junta
material de la astenosfera cerca de la superficie y la energía
cinética es suficiente para hacer pedazos la litosfera. El
punto caliente que originó la dorsal mesoatlántica se encuentra
actualmente debajo de Islandia, y el material nuevo ensancha
la isla algunos centímetros cada siglo. Un ejemplo típico
de este tipo de límite son las dorsales oceánicas, como la
dorsal mesoatlántica entre otras, y en el continente las grietas,
como el Gran Valle del Rift.

Límite convergente o destructivo.
Las características de los bordes convergentes dependen del
tipo de litosfera de las placas que chocan. Con frecuencia
las placas no se deslizan en forma continua; sino que se acumula
tensión en ambas placas hasta llegar a un nivel de energía
acumulada que sobrepasa el necesario para producir el deslizamiento
brusco de la placa marina. La energía potencial acumulada
es liberada como presión o movimiento; debido a la titánica
cantidad de energía almacenada, estos movimientos ocasionan
terremotos, de mayor o menor intensidad. Los puntos de mayor
actividad sísmica suelen asociarse con este tipo de límites
de placas. Cuando una placa oceánica (más densa) choca contra
una continental (menos densa) la placa oceánica es empujada
debajo, formando una zona de subducción. En la superficie,
la modificación topográfica consiste en una fosa oceánica
en el agua y un grupo de montañas en tierra. Cuando dos placas
continentales colisionan (colisión continental), se forman
extensas cordilleras formando un borde de obducción. La cadena
del Himalaya es el resultado de la colisión entre la placa
Indoaustraliana y la placa Euroasiática. Cuando dos placas
oceánicas chocan, el resultado es un arco de islas (por ejemplo,
Japón).
Límite transformante, conservativo o neutro.
El movimiento de las placas a lo largo de las fallas de transformación
puede causar considerables cambios en la superficie, lo que
es particularmente significativo cuando esto sucede en las
proximidades de un asentamiento humano. Debido a la fricción,
las placas no se deslizan en forma continua; sino que se acumula
tensión en ambas placas hasta llegar a un nivel de energía
acumulada que sobrepasa el necesario para producir el movimiento.
La energía potencial acumulada es liberada como presión o
movimiento en la falla. Debido a la titánica cantidad de energía
almacenada, estos movimientos ocasionan terremotos, de mayor
o menor intensidad. Un ejemplo de este tipo de límite es la
falla de San Andrés, ubicada en el Oeste de Norteamérica,
que es parte del sistema de fallas producto del roce entre
la placa Norteamericana y la del Pacífico.
Aunque no sepas nada de asuntos militares seguramente
has escuchado hablar de la batalla de Waterloo. Es uno
de los combates más famosos de la historia porque marcó
la caída final de Napoleón Bonaparte, el emperador francés
que conquistó gran parte de Europa a comienzos del siglo
XIX. En 1815, tras escapar de su exilio en la isla de
Elba, Napoleón, al mando de un ejército de más de 70.000
hombres, decidió invadir los Países Bajos, donde se
reunía la llamada Séptima Coalición, que buscaba derrocarlo.
El 18 de junio de ese año, las tropas napoleónicas se
enfrentaron con las fuerzas británicas, holandesas,
belgas y alemanas, al mando del duque de Wellington,
y el ejército prusiano bajo el mariscal de campo Gebhard
von Blücher. El combate en las cercanías del municipio
belga de Waterloo duró unas diez horas, bajo intensos
chaparrones.
Muchos historiadores han concluido que la lluvia y
el barro jugaron un papel fundamental en la derrota
de Napoleón, que cambió el curso de la historia europea.
Sostienen que el gran estratega francés retrasó el uso
de su caballería pesada porque el suelo estaba demasiado
mojado y eso le dio una ventaja a sus rivales. Unos
200 años más tarde ha surgido una teoría que explica
por qué el clima durante ese verano europeo de 1815
fue tan inusualmente tormentoso.

La batalla de Waterloo se peleó en medio
del barro y la lluvia el 18 de junio de 1815.
Dos meses antes de la batalla de Waterloo, del otro
lado del mundo, en Indonesia, entró en erupción una
volcán llamado Monte Tambora. Unas 100.000 personas
perdieron la vida como consecuencia de las enormes columnas
de cenizas que emitió el volcán.
Pero, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra? Según
un estudio publicado por el geólogo Matthew Genge del
Imperial College London, la ceniza volcánica electrificada
creó un "cortocircuito" en la ionosfera, el nivel superior
de la atmósfera responsable de la formación de nubes.
Eso habría causado las fuertes lluvias sobre Europa
que contribuyeron a la derrota de Napoleón. La investigación
que Genge publicó en la revista científica Geology también
muestra que las erupciones pueden arrojar cenizas electrificadas
a mucha más altura de lo que se creía hasta el momento.
"Anteriormente los geólogos pensaban que la ceniza
volcánica queda atrapada en la atmósfera inferior porque
el humo volcánico flota hacia allí", señaló el experto.
"Mi investigación, sin embargo, muestra que las fuerzas
eléctricas pueden disparar las cenizas a la atmósfera
superior".
A través de una serie de experimentos y simulaciones
por computadora, Genge comprobó que partículas volcánicas
cargadas, que miden menos de 0.2 millonésimas de metro
de diámetro, pueden ser impulsadas a la ionosfera durante
grandes erupciones. Allí perturban las corrientes eléctricas
de la ionosfera, lo que provoca niveles inusuales de
formación de nubes y lluvia.
En tiempos más recientes este tipo de perturbación
se registró después de la erupción del volcán Monte
Pinatubo en Filipinas, en 1991. Sin embargo, Genge destacó
la implicancia histórica de su hallazgo. "Victor Hugo
en la novela 'Les Miserables' dijo sobre la Batalla
de Waterloo: 'Un cielo inusualmente nublado fue suficiente
para provocar el colapso de un mundo'". "Ahora estamos
un paso más cerca de comprender la parte que jugó (el
volcán) Tambora en la batalla, a medio mundo de distancia".
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