Cada día, cada segundo, Europa y África, las
placas euroasiática y la africana en términos geológicos,
se acercan en un proceso constante que da como resultado una
aproximación de cuatro o cinco milímetros al año entre los
continentes, según Jesús Galindo Zaldívar, profesor y catedrático
de la Universidad de Granada. Ese movimiento continuo no tiene
ningún efecto sísmico en la superficie, pero sí va acumulando
energía en profundidad que, periódicamente, se libera a la
superficie a través de terremotos. “En superficie, las fallas
se mueven poco a poco y continuamente mientras que en profundidad
el movimiento es discontinuo y, de cuando en cuando, se traduce
en movimientos bruscos que son los terremotos que estamos
viendo ahora”, explicó. Porque, además, cuando una
placa se mueve, también se mueven las de alrededor. Y eso
provoca una secuencia de varios terremotos seguidos. Es lo
que se vivió en la ciudad de Granada y su periferia
esos días. Un movimiento genera otro hasta, en este caso,
superar más de 100 terremotos en 10 días. El de mayor de intensidad,
de 4,4 grados en la escala de Richter, ocurrió el 23 de Enero.
El martes siguiente por la mañana hubo al menos nueve, uno
de ellos por encima de los tres grados. La noche del 25 se
registraron dos terremotos más, ambos localizados en Santa
Fe, de 4,3 y 3,9, según datos del Instituto Geográfico Nacional.

Desperfectos causados por el terremoto de grado
4,4 en el área metropolitana de Granada, el sábado 23 de enero
de 2021.
En Granada y su área metropolitana la preocupación
era palpable, pero de hecho, es solo la proximidad a la superficie,
entre 3 y 10 kilómetros, lo que hace que sean tan percibidos.
Su intensidad, de hecho, era calificada como pequeña o moderada.
Hay que asustarse a partir de seis, más bien siete. Jesús
Galindo explica que, en realidad, esta secuencia de terremotos
menores es lo mejor que puede pasar, dadas las circunstancias.
La primera de estas circunstancias es que el triángulo formado
por Granada, el mar de Alborán y el Rif marroquí es una zona
sísmica porque es el lugar donde se unen las placas euroasiática
y africana. La segunda circunstancia es que las placas como
tales son rígidas, dice el investigador, y es en los límites
de esas placas donde ocurren los movimientos.

Por ello, en terrenos, sobre placas de actividad
constante, “es mejor sufrir de cuando en cuando una serie
de pequeños seísmos que tener un gran periodo en el que no
se rompe nada y la energía se acumule en el interior de la
Tierra, porque luego saltará de golpe”, cuenta. Muchos terremotos
de poca intensidad pueden evitar uno de gran calibre. Antes
que la secuencia actual, Granada vivió otro enjambre de seísmos
en octubre de 2018. No es previsible, explica Galindo, que
los terremotos de la zona de Granada y sur de España alcancen
la intensidad de los que ocurren en Chile o Japón, por ejemplo.
Jesús Galindo Zaldívar, catedrático de Geodinámica en la Universidad
de Granada (UGR) y vicedirector del Instituto Andaluz de Ciencias
de la Tierra (institución mixta UGR-CSIC), dirige o participa
en grupos de investigación que, haciendo uso de la geodesia,
la geofísica y la geología, analizan los movimientos de las
placas en superficie y su repercusión en profundidad. Su objetivo,
entre otros, es acercar la ciencia a la posibilidad de predecir
terremotos.

Registros del enjambre sísmico en Granada.
Aún no es posible adelantar cuándo ocurrirá
un terremoto, pero sí saber qué intensidad tendrá en caso
de ocurrir. “Ahora mismo estamos tratando de reconocer cuáles
son las magnitudes máximas que pueden ocurrir en cada falla.
En Granada, por ejemplo, estas magnitudes máximas serían de
cinco grados y, en algún caso, de seis. Eso es lo máximo que
ahora podemos predecir”. El objetivo es, dice el investigador,
llegar a conocer cuál es la deformación máxima que aguanta
cada falla. “Nos permitiría avanzar más en la predicción.
Gracias a la geodesia, ahora podemos medir en una superficie
de muchos kilómetros con precisión de un milímetro cuál es
el movimiento de una placa, conocer el patrón de sus movimientos
en superficie y cómo va a reflejarse eso en el movimiento
en profundidad”. El siguiente paso será, explica, conocer
el grado máximo de deformación que soporta cada falla, algo
que aún no es posible pero llegará. Por eso, aunque aún no
se puede predecir el momento en que ocurrirá un terremoto,
Galindo Zaldívar está seguro de que ocurrirá. Y lo explica
con la evolución de la meteorología: “Hace años los meteorólogos
solo podían decirnos que llovería en invierno y ahora nos
dicen la hora exacta a la que va a llover”. Para ello, eso
sí, dice, son necesarios más proyectos de investigación y
más inversión.
El término geodesia, del griego ("tierra") y da ("dividir")
lo usó inicialmente Aristóteles (384-322 a. C.), y puede
significar tanto "divisiones geográficas de la tierra"
como también el acto de "dividir la tierra", por ejemplo,
entre propietarios. La geodesia es, al mismo tiempo,
una de las Ciencias de la Tierra y una Ingeniería. Trata
del levantamiento y de la representación de la forma
y de la superficie de la Tierra, global y parcial, con
sus formas naturales y artificiales. La geodesia también
se emplea en matemáticas para la medida y el cálculo
en superficies curvas. Se usan métodos semejantes a
los utilizados en la superficie curva de la Tierra.
Eratóstenes o Isaac Newton eran reputados geodestas.

Estudio de las anomalias gravitacionales.

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Un estudio de la Universidad de Tokio, que ha
investigado alrededor de 100.000 eventos sísmicos localizados
para buscar patrones en los datos, descubrio en 2019 que los
terremotos de diferentes magnitudes tienen más en común de
lo que se pensaba anteriormente.
El profesor Satoshi Ide explicó en la
revista 'Nature' que esto sugiere que el desarrollo de sistemas
de alerta temprana puede ser más difícil de lo esperado. Pero,
en contraste, las similitudes entre algunos eventos indican
que las características predecibles pueden ayudar a los investigadores
que intentan pronosticar eventos sísmicos. Desde la década
de 1980, los sismólogos se han preguntado si sería factible
predecir el comportamiento de un terremoto dada cierta información
sobre sus condiciones iniciales. En particular, si puede determinar
la magnitud eventual basada en mediciones sísmicas cerca del
punto de origen o epicentro. La mayoría de los investigadores
consideran que es demasiado improbable dada la aleatoriedad
del comportamiento de los terremotos, pero Ide cree que hay
más que eso. "Inspirándome en un estudio que compara terremotos
de diferentes tamaños, decidí analizar un conjunto de datos
sísmicos de una región conocida como la zona de subducción
de Tohoku-Hokkaido en el este de Japón -explicaba-. Una comparación
sistemática de alrededor de 100.000 eventos sísmicos durante
15 años me lleva a creer que los terremotos no son diferentes
de manera aleatoria, sino que comparten muchas similitudes".
Para hacer comparaciones entre diferentes terremotos, Ide
seleccionó primero los ejemplos más grandes del conjunto de
datos con magnitudes mayores que 4,5. También seleccionó terremotos
más pequeños en las mismas regiones que estos más grandes.
Luego comprobó matemáticamente cómo de similares eran las
señales sísmicas entre pares de terremotos grandes y pequeños.
Hokkaido, la más septentrional de las islas principales
de Japón, es famosa por sus volcanes, sus termas naturales
(onsen) y las áreas de esquí. En el escabroso Parque
Nacional Daisetsuzan, se encuentra el humeante monte
volcánico Asahi. El Parque Nacional Shikotsu-Toya tiene
lagos de cráteres, aguas termales y el monte Yotei,
similar al monte Fuji. Entre los centros de esquí populares,
se encuentran Rusutsu, Furano y Niseko.

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Utilizó una función estadística para la comparación
de señales llamada "correlación cruzada" en los
datos de 10 estaciones sísmicas cercanas a los pares de terremotos
en cada caso. "Algunos pares de terremotos grandes y pequeños
comienzan con exactamente las mismas características de agitación,
por lo que no podemos distinguir la magnitud de un terremoto
a partir de las observaciones sísmicas iniciales -explicaba
Ide-. Estas son malas noticias para la alerta temprana de
terremotos. Sin embargo, para futuros intentos de pronóstico,
dada esta simetría entre terremotos de diferentes magnitudes,
es bueno saber que no son completamente al azar".
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La predicción de terremotos es una rama de la sismología
dedicada a especificar las coordenadas temporales y
espaciales, así como la magnitud de terremotos futuros,
dentro de determinados límites de precisión. Algunos
autores distinguen la predicción de un terremoto futuro
específico del pronóstico probabilístico de la ocurrencia
de un evento sísmico de magnitud dada en un lugar y
momento determinados. A pesar de considerables esfuerzos
en investigación por parte de sismólogos, no se pueden
hacer predicciones científicamente reproducibles para
un día o mes específico. No obstante, en las primeras
décadas del siglo XXI han surgido líneas de investigación
promisorias, particularmente en el campo de los precursores
electromagnéticos. Por otra parte, en el caso de los
mapas de evaluación del peligro sísmico de fallas estudiadas,
es posible estimar que la probabilidad de que un terremoto
de un tamaño dado afectará un lugar determinado durante
un cierto número de años. A finales del siglo XX, la
capacidad general para predecir terremotos, ya sea en
forma individual o en una base estadística, aún se consideraba
remota.

The Big One es un terremoto, que los científicos esperan
que ocurra en California, por la falla de San Andrés.
Se calcula que tenga una energía superior a 9 en escala
de magnitud de momento. Según los científicos, se dice
que este terremoto tendrá una magnitud superior a 8,1
y durará de 3 a 5 minutos. Dicen que las consecuencias
serían catastróficas; desatando un tsunami que iría
y veSe estima que el terremoto ocurra a lo largo de
la falla de San Andrés, por lo que el epicentro se situaría
cerca de Springfield y que desde ahí las ondas sísmicas
se propagarán hacia el norte de todo Estados Unidos,
afectando también al sur del estado. Así, se sentirá
en San Diego, Oceanside, Los Ángeles y las regiones
cercanas, afectando más a Los Ángeles donde las ondas
quedarían atrapadas por las condiciones del suelo.ndría
durante 24 horas, con una masa que sería 2 veces mayor
a la que afectó a Chile en 2010.

Falla de San Andrés. La posibilidad de un terremoto
en California (EE. UU.) es una de las más altas del
mundo. Tanto es así que ya se le llama "The Big One"
al futurible sismo.
Chile se ubica a lo largo del cinturón de fuego del
Pacífico, una zona de alta sismicidad debida al choque
tectónico entre la placa Sudamericana y la placa de
Nazca y la subducción de esta última bajo la placa continental.
El movimiento y la fricción entre estas dos placas tectónicas
convierte a Chile en una zona con frecuentes terremotos
y alto vulcanismo. La zona del Norte Grande no es ajena
a ello: la zona andina tiene muchos volcanes activos,
mientras que la cordillera de la Costa es franqueada
por un sistema de fallas geológicas (falla de Atacama)
que manifiestan la subducción entre ambas placas.

Ubicación de las placas Sudamericana y de Nazca, sobre
la costa chilena.
El terremoto de Chile de 2010 provocó un total
de 525 fallecidos. Cerca de 500 mil viviendas sufrieron
graves daños y se estiman un total de 2 millones de
damnificados, en la peor tragedia natural vivida en
Chile desde 1960. La entonces presidenta Michelle Bachelet
declaró el «estado de excepción constitucional de catástrofe»
en las regiones del Maule y del Biobío. Un fuerte tsunami
impactó las costas chilenas como producto del terremoto,
destruyendo varias localidades ya devastadas por el
sismo. Debido a errores e indecisiones por parte de
los organismos encargados de enviar la alarma de tsunami,
no se alertó a la población acerca del evento, que ocurrió
35 minutos después del terremoto. El archipiélago de
Juan Fernández, pese a no sentir el sismo, fue impactado
por el violento tsunami que arrasó con el único poblado,
San Juan Bautista. El Centro de Alerta de Tsunamis del
Pacífico generó pocos minutos después del terremoto
una alerta de tsunami para el océano Pacífico, que se
extendió posteriormente a 53 países ubicados a lo largo
de gran parte de su cuenca, llegando a Perú, Ecuador,
Colombia, Panamá, Costa Rica, Nicaragua, la Antártida,
Nueva Zelanda, la Polinesia Francesa y las costas de
Hawái. El sismo es considerado como el segundo más fuerte
en la historia del país y el octavo más fuerte registrado
por la humanidad. Solo es superado a nivel nacional
por el cataclismo del terremoto de Valdivia de 1960,
el de mayor magnitud registrado por el ser humano mediante
sismómetros. El sismo fue 31 veces más fuerte y liberó
cerca de 178 veces más energía que el devastador terremoto
de Haití ocurrido el mes anterior, y la energía liberada
es cercana a 800 000 bombas atómicas, como la liberada
en Hiroshima en 1945.

Vista del pueblo de San Lorenzo de Tarapacá tras un
terremoto, en 2005.
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