Más de 4 mil 300 personas fallecidas y casi
16 mil lesionadas ha dejado el terremoto magnitud 7,8 que
sacudió este lunes, 6 de febrero 2023, el sureste de Turquía
y el norte de Siria, informó Yunus Sezer, jefe de servicios
de desastres turco.. En conferencia de prensa en Ankara, Sezer
detalló que al menos 4 mil 372 muertes se confirmaron después
de que el devastador terremoto cimbró ambas naciones, y que
el número de víctimas en Turquía aumentó a 2 mil 921 a las
pocas horas. En Siria el sismo causó al menos la muerte de
mil 451 personas y ha dejado más de 3 mil 531 heridos. El
Ministerio de Salud sirio informó de 593 personas muertas
y mil 403 heridos en las zonas bajo control del gobierno en
este país en guerra. Los Cascos Blancos, que operan en las
partes de Siria en manos de los rebeldes, indicaron que hubo
al menos 700 muertos y más de mil 50 heridos en esos sectores.
Autoridades consideran que aún quedan cientos de personas
bajo los escombros, y que la cifra de víctimas aumentará conforme
los rescatistas avancen entre los escombros de ciudades y
pueblos de la región.
El Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS)
señaló que el terremoto que sacudió el sur de Turquía, es
uno de los más fuertes registrados en la región en más de
100 años, y que se produjo a 23 kilómetros al este de Nurdagi,
en la provincia turca de Gaziantep. El movimiento telúrico
se registró a las 4:17 de la mañana, hora local, y a unos
24,1 kilómetros de profundidad. También golpeó con fuerza
en Siria y se sintió en otros países cercanos. Se han registrado
fuertes réplicas, siendo la de más potente una que alcanzó
la magnitud de 7,5. El sismo se sintió hasta en El Cairo en
Egipto, y además hizo que los vecinos de Damasco, Siria, huyeran
a las calles, lo mismo que habitantes de Beirut, capital del
Líbano.
Ante el tamaño de la tragedia, la agencia encargada
de administrar catástrofes en Turquía solicitó ayuda a la
comunidad internacional mientras ya realizaba las tareas de
búsqueda y rescate. El presidente de Turquía, Recep Tayyip
Erdogan declaró siete días de luto nacional, luego del devastador
sismo. Las banderas turcas ondearán a media asta en todo el
país y en sus misiones diplomáticas en el extranjero. El terremoto
despertó de golpe a la ciudadanía, obligándolas a salir a
calle en una noche fría de viento, lluvia y nieve. Docenas
de edificios se derrumbaron en ciudades de toda la región
fronteriza; un hospital se desplomó en Turquía y los pacientes,
incluidos recién nacidos, fueron evacuados a diversos centros
médicos en Siria. El terremoto golpeó una región marcada a
ambos lados de la frontera por más de una década de guerra
civil en Siria. Del lado sirio, esa zona está dividida entre
territorio controlado por el Gobierno y el último enclave
en manos de la oposición, que está rodeado por fuerzas sirias
con apoyo Rusia. Turquía, por su parte, acoge a millones de
refugiados de ese conflicto. Además, cerca de 4 millones de
sirios de otras zonas del país, desplazados por los combates,
abarrotan las regiones controladas por la oposición. Muchos
viven en edificios ya debilitados por bombardeos pasados,
y por ello cientos de familias quedaron atrapadas entre los
escombros, esto de acuerdo a un comunicado de la organización
opositora de emergencia Cascos Blancos. Los centros médicos
y hospitales se vieron rebasados con rapidez; otros, como
un hospital de maternidad, tuvieron que ser evacuados.
Cabe señalar que Turquía se ubica en una zona
de grandes fallas sísmicas y por ello registra terremotos
frecuentes. En 1999, cerca de 18 mil personas murieron tras
una serie de terremotos en el noroeste del país. El Servicio
Geológico de Estados Unidos dio a conocer que el del temblor
de magnitud 7.8 ha tenido al menos 20 réplicas, la más fuerte
de magnitud de 7.5. El sismo destruyó edificios desde las
ciudades sirias de Alepo y Hama a la turca Diyarbakir, a más
de 330 kilómetros de distancia al noreste. Casi 900 edificios
se desplomaron en las provincias turcas de Gaziantep y Kahramanmaras,
indicó el vicepresidente, Fuat Oktay. Un hospital se derrumbó
en la ciudad costera mediterránea de Alejandreta.
Más de 45 países del mundo como la Unión Europea
y la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) han
expresado su solidaridad con Turquía y Siria, y han anunciado
envíos de cientos de efectivos de rescate, así como material
médico, equipos de rescate y recursos en dinero. Los equipos
de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ya se encuentran
en la zona de desastre estableciendo las necesidades y brindando
la asistencia a los miles de damnificados tras el colapso
de edificios o numerosos inmuebles por el terremoto. António
Guterres, secretario general de la ONU reiteró el “compromiso
total” de la comunidad internacional de apoyar en las operaciones
de salvamento. Alemania y España han movilizado a cerca de
100 efectivos, por país, para colaborar en las tareas de búsqueda
y rescate urbano; el despliegue es coordinado por la Unión
Europea (UE), donde al menos trece países ofrecieron equipos
de socorro. La Comisión Europea (CE) activó el Mecanismo de
Protección Civil de la UE, una reserva con medios de transporte,
equipos médicos y equipamientos logísticos, entre otros, que
está pensada para su puesta en marcha inmediata, tanto dentro
como fuera de las fronteras de los Veintisiete, en caso de
catástrofes. Francia envió a 139 socorristas de la seguridad
civil a Turquía, mientras que Alemania ofreció campamentos
provisionales, para los que están preparando el envío de tiendas
y mantas, además de proporcionar sistemas eléctricos de emergencia
y de procesamiento de agua. Desde Estados Unidos, el portavoz
del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John
Kirby, informó que enviarán a Turquía a 279 personas especializadas
en gestión de catástrofes.
¿Por qué 6.000 edificios no han aguantado el
terremoto en Turquía? Los expertos cuestionan la seguridad
de las construcciones derrumbadas en las zonas afectadas por
el gran terremoto.
Estados de la región mediterránea, como Israel,
Argelia y Grecia también se han solidarizado y enviaron equipos
de salvamento a Turquía: 150 soldados viajaron desde Israel,
89 lo hicieron desde Argelia y 26 por parte de Grecia, pese
a las tensiones entre este último país y Turquía dadas las
disputas sobre la delimitación de zonas marítimas en el Egeo
y el Mediterráneo oriental. Entre los vecinos de Siria y Turquía,
Rumanía, Georgia y Bosnia-Herzegovina ordenaron el traslado
de, en total, 170 rescatadores a Turquía, donde además se
encuentra bajo escombros de un edificio en Malatya un ciudadano
bosnio, del que aún se desconoce su estado. Rusia informó
el lunes de que más de 300 militares desplegados en Siria
habían comenzado a prestar ayuda en los lugares más afectados
por el seísmo. Desde Pakistán, el primer ministro, Shehbaz
Sharif, anunció el envío de dos aviones con equipos formados
por doctores, paramédicos y operativos de rescate para apoyar
las labores de socorro en Turquía.
Países de América Latina, como Colombia, México,
Argentina, Costa Rica, Ecuador, Brasil, Uruguay, Perú, Bolivia,
Guatemala, Bolivia y Venezuela, entre otros, emitieron sus
condolencias a Turquía y a Siria por la tragedia que viven.
Asimismo, continúan apoyando a Chile por los incendios forestales
que desde el viernes se han cobrado la vida de al menos 26
personas. El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador,
dio a conocer durante su conferencia matutina de este lunes,
que ya instruyó a la Secretaría de Relaciones Exteriores,
como a la Secretaría de Marina y de la Defensa para que “organicen
la ayuda que se pueda ofrecer, que se pueda brindar”.
El terremoto de Turquía y Siria desplazó la
superficie terrestre hasta 6 metros.
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Nota de prensa, Noviembre 2023.
Los terremotos son impredecibles. Por mucho
que avance la ciencia, anticipar el lugar y el momento exactos
en el que va a temblar el suelo seguirá siendo una utopía
durante mucho tiempo, pero los geólogos no dejarán de buscar
pistas para acercarse a conseguirlo. Cuando se trata de grandes
seísmos, como los registrados en Turquía y Siria el 6 de febrero
de este año —los dos principales fueron de magnitud 7,8 y
7,5—, que dejaron casi 60.000 muertos y más de 120.000 heridos,
contar con esa posibilidad implicaría, al menos, estar prevenidos
para tratar de salvar miles de vidas. Un estudio que acaba
de publicarse en Nature Communications ha detectado anomalías
anteriores a esta gran catástrofe sísmica. Los científicos,
que pertenecen a centros de investigación de Alemania, EEUU
y Turquía, han descubierto que se produjo una aceleración
en el número de eventos sísmicos y una mayor liberación de
energía desde, aproximadamente, unos ocho meses antes del
terremoto. Estos temblores, de acuerdo con sus conclusiones,
se pueden reunir en distintos grupos dentro de un radio de
decenas de kilómetros con respecto al epicentro.
“Hemos analizado los registros de terremotos
en la zona del epicentro durante los nueve años anteriores,
y hemos encontrado que, en los ocho meses anteriores, dos
zonas cercanas, a menos de 20 kilómetros del epicentro, incrementaron
su sismicidad y se mantuvieron altamente activas hasta que
ocurrió el terremoto de magnitud 7,8”, explica la española
Patricia Martínez-Garzón, geóloga del Centro de Investigación
Alemán de Geociencias Helmholtz Center Potsdam (GFZ, por sus
siglas en alemán), coautora del trabajo.
Esta sismicidad, “además de ocurrir con una
frecuencia casi tres veces mayor, liberó mucha mayor energía,
es decir, que eran de mayor magnitud que en el periodo anterior”,
añade. La ruptura principal se produjo en una falla y en una
región que previamente ya eran conocidas por tener un potencial
de riesgo sísmico muy alto. Sin embargo, estas “señales preparatorias”
que identifica la investigación recién publicada tuvieron
lugar tanto en la falla principal como en una falla secundaria,
que hasta ahora no ha recibido mucha atención. Todos estos
datos pueden resultar muy valiosos, ya que la existencia de
indicios previos de grandes terremotos que, además, se podrían
monitorizar, era desconocida hasta ahora. No obstante, los
autores advierten de que existen muchísimas variables, así
que, reconocer las señales y utilizarlas para el pronóstico
sigue siendo un reto científico aún inalcanzable.
En el marco de la tectónica de placas, la subducción
es el proceso de hundimiento de una placa litosférica bajo
el borde de otra placa, formándose los llamados límites convergentes
entre placas. La placa subducida, la que se hunde, suele estar
formada por corteza oceánica, más delgada y densa que la continental.
“Nuestros resultados son esperanzadores, ya
que este cambio en la sismicidad antes de un sismo de gran
magnitud puede ayudar a entender que una zona sísmica pueda
estar despertando”, comenta Patricia Martínez-Garzón. Sin
embargo, “todavía estamos muy lejos de predecir terremotos
a corto plazo si es que algún día fuera posible, que lo dudo”.
Por eso, el objetivo más inmediato de esta investigación es
entender si es posible utilizar este tipo de señales para
calcular las posibilidades de que ocurra un terremoto en un
plazo "intermedio" de tiempo. Estamos hablando de “una escala
temporal de meses, por ejemplo”, una meta que también y también
persiguen otros grupos de investigación en el mundo. Sin embargo,
para que esto sea posible sería necesario contar con más instrumentos
de medición, especialmente en algunas zonas del planeta de
gran riesgo sísmico pero que cuentan con pocas infraestructuras.
“Sin duda, haría falta contar con una mayor monitorización
que nos ayude a localizar mejor los sismos”, explica, pero
también complementarla “con otros tipos de instrumentación,
por ejemplo, para capturar terremotos lentos, es decir, señales
que liberan energía a lo largo de varias horas, días o meses”.
Además, sería muy útil conocer cómo de frecuentes son las
señales que, finalmente, no conducen a que ocurra un terremoto.
“En nuestro estudio, no las hemos visto en ningún otro periodo
durante los nueve años analizados, pero podrían haber ocurrido
anteriormente”, comenta.
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El primer seísmo tenido su epicentro en la zona
donde la placa tectónica de Anatolia hace contacto con la
placa arábiga, a una profundidad de 7 kilómetros, una región
considerada como una de las zonas sísmicas más activas del
mundo.
Ante la espectacularidad de los daños y el número
de víctimas, algunos han considerado al terremoto como atípico.
Sin embargo, para Gerardo Suárez Reynoso –investigador del
Instituto de Geofísica de la UNAM–, ésta es una apreciación
errónea: “no compro la idea de que fue un temblor tan anómalo”,
afirmó. El especialista del Departamento de Sismología comentó
que “muchas veces la gente piensa que en Europa no hay temblores,
que los grandes sismos están en México, Perú, Chile, Japón
o China. Es cierto que los más frecuentes están en esos lugares,
pero Turquía es un sitio de alta actividad sísmica. Si vemos
la forma que tiene el país en un mapa es como un rectángulo,
en su perímetro norte y en el perímetro sur tiene dos grandes
fallas: la falla de Anatolia del Norte y la falla de Anatolia
del Este”. “Ambas acomodan el movimiento que tiene Turquía
–el rectángulo– hacia el oeste, porque la placa arábiga y
la placa de África se mueven hacia el norte con respecto a
Eurasia, que es donde está Turquía, y como si fuera una pinza
la mueven en una dirección”, añadió. Suárez Reynoso explicó
que para entender mejor la manera en que ambas placas tectónicas
se movieron se podría pensar en una pequeña semilla atrapada
entre el índice y el pulgar, al ser apretada por ambos sale
disparada. Ambas placas se mueven de manera similar sobre
el territorio turco.
El sismo del 2017 en México, comparó, se dio
a una profundidad de 57 kilómetros y registró una magnitud
de 7.1; mientras que el de 1985 sucedió a 15 kilómetros bajo
la superficie y alcanzó una magnitud de 8.1 grados, en la
escala Richter, por ello los daños fueron mayores. “Fue tan
letal porque ocurrió muy cerca de la superficie”, subrayó
Suárez Reynoso, “casi debajo de los pies de la gente. En Turquía
se liberó energía en una falla mucho más larga, la falla de
Anatolia del Este va desde la boca del Mediterráneo hasta
el interior de Turquía, se rompió una falla de casi 150 kilómetros
de largo, por eso se liberó mucha más energía”.
A lo que agregó: “cuando ocurrió el temblor,
la falla se deslizó. En algunos casos, hasta cinco metros
en segundos, eso te da una idea de la enorme cantidad de energía
que se liberó. La energía estaba bloqueada, las fallas geológicas
no se deslizan continuamente como si estuviesen aceitadas,
se deslizan súbitamente en forma episódica. Acumuló la energía
durante muchos años, no sabemos cuántos, y de repente se liberó”.
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Otros expertos del mundo coinciden en la relevancia
de este trabajo, pero también son prudentes a la hora de estimar
cuáles pueden ser las repercusiones. “Cualquier investigación
que haga avanzar nuestra comprensión de los terremotos es
valiosa”, afirma Lauren Vinnell, profesora de Gestión de Emergencias
en el Centro Conjunto de Investigación sobre Catástrofes de
la Universidad de Massey (Nueva Zelanda), en declaraciones
a Science Media Centre. Sin embargo, este estudio “trata de
la previsión, que es notablemente diferente de la alerta”,
apunta. Ante este tipo de avances, esta experta considera
que “sería importante dejar claro que prever no es lo mismo
que predecir”. Así que, si alguna vez puede llegar a implementarse
algún tipo de previsión, habría que tener en cuenta que habría
una alta posibilidad de que se produjeran falsos positivos,
es decir, el pronóstico de un terremoto que finalmente no
se produce. Llegados a ese punto, esto podría “afectar a la
confianza y la credibilidad percibida en la fuente de previsión,
junto con importantes repercusiones sociales y económicas
de cualquier medida que se adoptara en respuesta, como la
reubicación masiva”.
Precisamente, tras el terremoto de Turquía de
este año, se viralizó una supuesta predicción que no era tal:
en un tuit, una persona que decía pertenecer a una entidad
que estudia “la geometría de cuerpos celestes relacionados
con la actividad sísmica” comentaba tres días antes que “tarde
o temprano” habría un terremoto en esa región que rondaría
una magnitud de 7,5. Los geólogos le desacreditaron rápidamente:
desde luego, no tenía ningún mérito prever un gran seísmo
en esa zona y en realidad no había dicho cuándo sucedería;
pero además, pretender vincular un temblor con la influencia
de planetas, estrellas o satélites, como hacía, es pura pseudociencia.
La comunidad de Shaanxi, en China, registró
en 1556 el seísmo con más muertes que se haya registrado jamás,
aunque no fue el más fuerza ha tenido desde que hay registros.
Su capital es Xi'an, inicio y final de las caravanas de la
Ruta de la Seda, y famosa por albergar los Guerreros de terracota.
Frente a esas ensoñaciones, la ciencia es mucho
más compleja, pero logra avances, aunque sea lentamente. Recientemente,
otra investigación en la revista Journal of Hydrology ofrece
una pista importante. Investigadores del Instituto Geológico
y Minero de España (IGME-CSIC) han publicado un artículo que
muestra la relación entre las variaciones de parámetros químicos
de las aguas termales y la ocurrencia de terremotos. En concreto,
destacan la presencia de altos niveles de ión sulfato en los
momentos previos.
Los resultados se basan en sondeos de aguas
termales realizados durante la “crisis sísmica” que sufrió
Granada durante más de ocho meses entre 2020 y 2021. El terremoto
de mayor magnitud llegó a ser de 4,5, justo al final de este
prolongado periodo de actividad sísmica, con cientos de seísmos
que fueron sentidos por la población, con la consiguiente
alarma. Gracias a estos análisis hidroquímicos en acuíferos
profundos, los autores concluyen que el ión sulfato puede
ser un "precursor" o un “delator de terremotos inminentes”.
Tanto en ese caso, como en la nueva investigación publicada
en Nature Communications, se trata de indicios indirectos
que, tal vez, algún día puedan ser de utilidad. “Es muy posible
que los terremotos no puedan predecirse nunca, pero eso no
debe descorazonarnos para seguir investigándolos y entender
lo más posible sobre sus procesos”, comenta la investigadora
española del GFZ alemán, “con el objetivo de proteger de la
mejor manera posible zonas urbanas expuestas a terremotos
devastadores”.
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