Las ruinas de Tikal, en la selvas del Petén,
en Guatemala, siguen atrayendo a día de hoy a miles de visitantes
de todo el mundo. Los restos de templos, acrópolis y palacios
que se extienden a lo largo de una superficie de unos sesenta
kilómetros cuadrados son testimonio de la grandeza que alcanzó
la antigua ciudad maya, una de las más importantes de esta
enigmática civilización. Tikal surgió hacia el siglo III a.C.
y fue en el siglo IX d.C. cuando alcanzó su máximo esplendor,
llegando a estar habitada por unas 70.000 personas. Pero,
sorprendentemente, un siglo después, la gran urbe fue abandonada
y durante siglos la selva ocultó sus impresionantes edificios
a ojos del mundo. ¿Qué pudo ocurrir?
Un equipo de científicos de la Universidad de
Cincinnati ha intentado resolver el enigma. El biólogo David
Lentz ha liderado el estudio para intentar arrojar luz sobre
el misterio de porqué en el lapso de un siglo una próspera
ciudad fue abandonada y desapareció para siempre. Para ello,
los investigadores han analizado el material extraído de dos
embalses situados en el centro de la ciudad, cerca del palacio
y el templo, y en ambos hallaron una elevada presencia de
algas y de mercurio. La toxicidad era tan alta que el agua
allí almacenada habría resultado imbebible para los seres
humanos.

David Lentz en plena faena.
Según el estudio, el mercurio que acabó en el
agua procedía de un pigmento que fue muy utilizado por los
mayas para decorar sus edificios, cerámicas y otros objetos.
Este pigmento, derivado del cinabrio (un mineral de color
rojo compuesto de sulfuro de mercurio), se usaba asimismo
en ceremonias funerarias de la élite de la ciudad. Al parecer,
con los años este mineral se fue filtrando en los depósitos
donde fue formando capas de sedimentos. Asimismo, estos sedimentos
han mostrado una elevada presencia de dos tipos distintos
de unas algas tóxicas llamadas cianobacterias (Planktothrix
y Microcystis). El consumo de este agua habría, inevitablemente,
hecho enfermar a la población.
De todos modos, los investigadores consideran
que es poco probable que toda la población utilizara el agua
de estos dos embalses para su consumo. "El agua habría tenido
un aspecto desagradable. Habría tenido un sabor desagradable.
Habría habido estas grandes floraciones de algas. Probablemente
nadie hubiera querido beber esa agua", asegura Kenneth Tankersley,
profesor asociado de Antropología en la Facultad de Artes
y Ciencias de la Universidad de Cincinnati. Pero es muy posible
que las élites gobernantes sí que la consumieran, con el consiguiente
deterioro para su salud. "El agua que bebían y con la que
cocinaban los gobernantes de Tikal y la élite de la ciudad
casi con certeza provenía de los embalses del palacio y del
templo [...]. Las aguas contaminadas habrían tenido un impacto
negativo en la salud de la comunidad, especialmente en la
élite gobernante, y podrían haber comprometido su capacidad
para liderar de manera efectiva. Aunque los mecanismos fisiológicos
no están claros, existe una interrelación significativa entre
la exposición crónica al mercurio y los aspectos del síndrome
metabólico, la obesidad en particular", afirman los investigadores.

El mercurio descubierto en el agua procedía de un pigmento
que fue muy utilizado por los mayas para decorar sus
edificios, cerámicas y otros objetos.
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El estudio, sin embargo, no ha hallado tantos
elementos contaminantes en los sedimentos de embalses más
alejados del centro ceremonial. Tal vez éstos sí proporcionaron
agua potable a los habitantes de Tikal, no como los del palacio
y el templo que tuvieron, además, una función ritual. "Hubiera
sido una vista magnífica ver estos edificios pintados de vivos
colores reflejados en la superficie de estos depósitos. Los
gobernantes mayas se adjudicaron, entre otras cosas, el atributo
de poder controlar el agua. Tenían una relación especial con
los dioses de la lluvia", explica Nicholas Dunning, jefe de
Geografía de la Facultad de Artes y Ciencias de la Universidad
de Cincinnati y coautor del estudio.

La gran plaza de Tikal. A la derecha el templo
de las mascaras y a la izquierda el templo del gran jaguar.
Así, la utilización del agua de estos embalses
en rituales públicos, aunque no fuera consumida por todos,
pudo provocar enfermedades, por lo que tal vez este aspecto
pudo haber contribuido (junto con las persistentes sequías
que asolaron la región), "práctica y simbólicamente", según
cuentan los investigadores, al abandono de la ciudad, concluye
el estudio, que se ha publicado en Nature Scientific Reports.

Los bloques ennegrecidos de piedra caliza que
forman la imponente pirámide del Templo I de Tikal se integran
perfectamente en la frondosa selva circundante del Parque
Nacional Tikal, al norte de Guatemala. El Templo del Gran
Jaguar, como también se le conoce, se eleva a unos 45 metros
de altura entre el verde radiante de los árboles y el césped.
Una pronunciada escalera salva las nueve plataformas de piedra
y conduce al santuario superior con sus tres cámaras, que
estaban reforzadas con dinteles y vigas de madera tallada
con representaciones del gobernante maya Jasaw Chan Kawil
y de un enorme jaguar, el símbolo de la dinastía. El templo
fue construido alrededor del año 700 d.C. bajo el mandato
de este gobernante, cuya tumba fue excavada en 1962 en las
inmediaciones. Sus restos mortales reposaban sobre la piel
de un jaguar, un animal que representaba el poder y la muerte.

Modesto Méndez, goberandor de Petén que
redescubrió las ruinas de Tikal en 1848, con su uniforme
militar.
En marzo de 1848, Méndez organizó una
expedición en la selva, durante la cual redescubrieron
la ciudad maya de Tikal. El Corregidor iba acompañado
de Antonio Matos y José María Garma, ambos regidores,
al igual que de los señores Vicente Díaz y Bernabé Castellano
y del maestro Eusebio Lara. Lara fue el primero realizar
dibujos de los templos y estelas, los cuales fueron
adjuntados al informe oficial que el coronel Méndez
envió al general Rafael Carrera y Turcios, informándole
del descubrimiento de las ruinas de Tikal.
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Templo de Tikal dibujado por Eusebio Lara
en 1853.
Aparentemente la población de la región
nunca se olvidó de Tikal y, en la década de 1840, guiaron
expediciones guatemaltecas a las ruinas. Algunos relatos
de segunda o tercera mano de Tikal aparecieron en prensa,
a partir del siglo xvii y fueron seguidos por los escritos
de John Lloyd Stephens, en el siglo xix, quien durante
sus viajes en Guatemala y Yucatán entre 1839 y 1840
junto con el ilustrador Frederick Catherwood escuchó
rumores de una ciudad perdida, con edificios blancos,
cuyas partes superiores dominaban la selva.
En 1853, tras la publicación del diario
de Méndez en la Gaceta de Guatemala, se dio a conocer
el redescubrimiento a la comunidad científica, mediante
una publicación de la Academia de Ciencias de Berlín.
A finales del siglo xix y principios del siglo xx, varias
otras expediciones siguieron, para profundizar las investigaciones,
incluyendo la expedición de Alfred P. Maudslay en 1881-82
y los arqueólogos pioneros comenzaron a limpiar, dibujar
mapas y registrar las ruinas, en la década de 1880.
En 1951, una pequeña pista de aterrizaje fue construida
cerca de las ruinas, a las que previamente sólo se podía
acceder tras un viaje de varios días por la selva, a
pie, o en mulas.
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El Templo de las Máscaras, también llamado Templo
de la Luna o Templo II, es un templo funerario-ceremonial
construido en el 700 d. C. por la civilización maya.
El templo fue construido bajo el mandato del
gobernante maya Hasaw Cha'an Kawil también conocido como Ah
Cacao y sirvió de monumento a su esposa Señora 12 Guacamaya,
cuyo retrato se plasmaba en un dintel de la parte superior
del templo (dintel que se conserva en el Museo de Historia
Natural de Nueva York). El templo se utilizaba para diversas
ceremonias rituales. Se denomina «Templo de las Máscaras»
debido a las dos máscaras que flanquean la escalera central.
No ha sido hallada en su interior ninguna tumba o enterramiento.

Mapa del área maya en la región mesoamericana.
Tanto Tikal, como Calakmul, se encuentran cerca del centro
del área.
Tikal (o Tik'al, de acuerdo con la ortografía
maya moderna) es uno de los mayores yacimientos arqueológicos
y centros urbanos de la civilización maya precolombina. Está
situado en el municipio de Flores, en el departamento de Petén,
en el territorio actual de la República de Guatemala y forma
parte del parque nacional Tikal, que fue declarado Patrimonio
de la Humanidad, por Unesco, en 1979. Según los glifos encontrados
en el yacimiento, su nombre maya habría sido Yax Mutul. Tikal
fue la capital de un estado beligerante, que se convirtió
en uno de los reinos más poderosos de los antiguos mayas.
Aunque la arquitectura monumental del sitio se remonta hasta
el siglo iv a. C., Tikal alcanzó su apogeo durante el Período
Clásico, entre el 200 y el 900 d. C. Durante este tiempo,
la ciudad dominó gran parte de la región maya, en el ámbito
político, económico y militar; mantenía vínculos con otras
regiones, a lo largo de Mesoamérica, incluso con la gran metrópoli
de Teotihuacan, en el lejano Valle de México.
Después del Clásico Tardío, no se construyeron
monumentos mayores. Con una larga lista de gobernantes dinásticos,
el descubrimiento de muchas de sus respectivas tumbas y el
estudio de sus monumentos, templos y palacios, Tikal es probablemente
la mejor comprendida de las grandes ciudades mayas de las
tierras bajas de Mesoamérica.
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Nota de prensa, octubre 2020:
La cultura maya es una de las más misteriosas de todos
los tiempos. Cómo en pleno siglo IV a.C. pudieron construir
algunas de las estructuras más impresionantes del mundo,
cómo prosperó su civilización y, sobre todo, cómo colapsó
prácticamente de la noche a la mañana continúa siendo
todo un misterio. Sin embargo, algo parece claro: el
agua se erigió como un elemento fundamental en todos
los casos. Ahora, un estudio desvela un elemento clave
del tratamiento del líquido elemento.
Tikal, en Guatemala, es una de localizaciones arqueológicas
más importantes del mundo maya. Construida durante los
primeros años del siglo IV a.C., tuvo su gran apogeo
en el periodo clásico, es decir, entre el año 200 y
el 900 d.C., convirtiéndose en uno de los centros sociales
más importantes de esta cultura. Sus avances tecnológicos
iban muy por delante de su propia época, como se ha
demostrado ahora al encontrar un sistema para depurar
el propio agua.
La ciudad contaba con cinco reservorios de agua que
se llenaban gracias a los arroyos cercanos. Uno de ellos
era el embalse Corriental, que analizó recientemente
un equipo de científicos de la Universidad de Cincinnati.
Hace solo unos meses, salía a la luz una hipotética
teoría de por qué los mayas abandonaron Tikal a toda
velocidad, y podía estar relacionado con la contaminación
del agua. Estudiando esta situación, el equipo del doctor
Kenneth Tankersley se encontró con una sorpresa. Se
sabe que los mayas decoraban sus edificios con pigmentos
extraídos de la naturaleza, siendo uno de los principales
el cinabrio, que otorgaba un gran color rojo a sus construcciones.
Pero el problema es que, en realidad, es tóxico: está
compuesto por un 15% de azufre y un 85% de mercurio,
y al contacto con el agua —y con el paso de los años—
terminarían por dar lugar a dos cianobacterias, Planktothrix
y Microcystis, que podrían haber provocado que el agua
se volviera tóxica.

Kenneth Tankersley y unos amigos, con
las manos en la masa.
Investigando este hecho, el equipo dirigido por Tankersley
halló en Corriental algo inesperado: cantidades ingentes
de cuarzo cristalino y zeolita. Ambos minerales llamaron
poderosamente la atención de los expertos, pues no eran
elementos habituales de la zona y tuvieron que ser transportados
por un motivo concreto, desde distancias superiores
a los dos días caminando. ¿Qué significaba? Muy sencillo:
ambos elementos eran un filtro de agua, explican en
su estudio publicado en 'Nature'. Los pupilos de Tankersley
llegaron a esta conclusión gracias a un estudio previo
del doctor Nicholas Dunning, coautor del actual estudio,
que aseguraba que un mineral, conocido como toba volcánica
trabajaba como importante filtro del agua, eliminando
todo tipo de impurezas que se podían observar a simple
vista e, incluso, muchas otras imperceptibles para el
ojo humano. Un manantial con esta roca volcánica manaba
relativamente cerca de la ubicación de Tikal.
Aquellos manantiales eran muy cotizados por la gran
pureza de su agua y, así, los mayas pudieron reconocer
qué materiales formaban la toba y, con ello, crear sus
propios filtros. Para ello, tuvieron que desplazarse
a unos 35 kilómetros de Tikal para conseguir transportar
tanto el cuarzo como la zeolita, una distancia realmente
importante hace más de 2.000 años, especialmente para
una civilización que no contaba con animales de carga
para portear estos materiales. Históricamente, se han
descubierto otros sistemas de filtrado de agua hace
unos 1.500 años, tanto en Grecia, como Egipto o en el
sur de Asia, pero ninguno tan sofisticado como el hallado
en Tikal. Los científicos están convencidos de que los
mayas utilizaban estos dos minerales para filtrar las
impurezas visibles del agua, sin ser conscientes de
que las características tanto del cuarzo como de la
zeolita permiten, además, eliminar una serie de bacterias
dañinas para el ser humano.
"Este sistema de filtrado de agua todavía sería efectivo
a día de hoy y los mayas lo descubrieron hace más de
2.000 años", aseguró Tankersley en un comunicado. Sin
embargo, a pesar de su gran efectividad para eliminar
toxinas, no fue suficiente para acabar con las cinobacterias
que terminaron por contaminar sus acuíferos y provocar
un éxodo masivo de la ciudad tras sufrir numerosas muertes
durante los últimos años en una de las mayores ciudades
que haya visto el ser humano.
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